Pninei Halajá

09. Reglas respecto de quien tiene necesidades fisiológicas a la hora de cumplir con cuestiones referentes a la santidad.

Así como la persona que siente necesidades fisiológicas y no puede postergarlas setenta y dos minutos le está prohibido rezar, de la misma forma no puede recitar bendiciones, el «Shemá» o estudiar Torá, ya que no es correcto dedicarse a asuntos relativos a la santidad estando el cuerpo sucio. Empero, existe una diferencia significativa entre el rezo y las demás cuestiones relativas a la santidad. Esta radica en que durante el rezo es como si estuviéramos de pie ante el Rey, y si se ora de un modo impropio se ofende a D´s, resultando la plegaria detestable. Por lo tanto, quien reza cuando no puede resistir setenta y dos minutos, su plegaria no es válida. No así resulta el caso en las demás cuestiones de santidad, en las que no se considera que la persona esté de pie ante el Rey,  y por lo tanto, a posteriori, quien recitó una bendición o el «Shemá» cuando no podía aguantarse setenta y dos minutos igualmente cumplió con su deber (Mishná Berurá 92:6, Beur Halajá אפילו בד»ת, Kaf HaJaím 3).

Quien puede aguantar setenta y dos minutos, en opinión de la mayoría de los  sabios de las últimas generaciones (ajaronim) puede, a priori, recitar bendiciones o estudiar Torá y hay quienes dicen que es mejor que primero evacúe (Mishná Berurá 92:7). De todas maneras, si a los efectos de evacuar la persona precisa esforzarse, no es su deber evacuar primeramente.

Quien comienza a estudiar cuando no sentía necesidad fisiológica alguna, y durante su estudio la siente al punto de que no puede esperar setenta y dos minutos, a priori, debe ir a evacuar. Si se encuentra en el medio del análisis de un tema hay quienes opinan que puede continuar en su estudio hasta concluirlo (Beur Halaja´92:2 קורא, Ialkut Iosef II pág. 338), y hay otros que consideran que debe ir a evacuar de inmediato (Kaf HaJaím 3:48). En el caso de quien enseña Torá en público, primero habrá de terminar la lección y luego irá al baño, pues el respeto a las demás personas antecede a la prohibición de «no tener el cuerpo sucio a la hora de rezar» que es de origen rabínico (Mishná Berurá 92:7).

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