Pninei Halajá

02 – La Ley Divina y El Juicio Divino («Din»).

Es un principio de la fe judía que D´s creó el mundo y lo vivifica, y si cesase de hacerlo, aunque sólo sea por un instante el universo todo desaparecería. D´s concedió libre albedrío al ser humano, de modo tal que si elige el bien el mundo se verá positivamente influenciado por la bendición Divina; y si escoge el mal traerá al mundo muerte y contrariedades. Esta es la ley mediante la cual D´s derrame su bondad sobre el mundo, puesto que así lo determinó desde su creación: quien se acerca al Eterno es bendecido abundantemente mientras que quien se aleja ve reducida su porción de bendición y vida. Quien actúe así habrá de sufrir y hasta perderse por completo. Mediante el estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos, la persona se apega a Hashem mientras que quien se aparta de esta y transgrede sus preceptos se apega a la muerte.

Tal como está escrito (Dvarim 30:15-18): «Mira (oh Israel) que hoy he puesto ante ti la vida y el bien y la muerte y el mal. Si haces lo que te ordeno hoy andando en los caminos del Eterno tu Dios y cumpliendo Sus mandamientos y preceptos, vivirás y te multiplicarás y te bendecirá el Eterno tu Dios en la tierra donde vas para heredarla. Pero si se desviare tu corazón y en vez de escuchar la voz del Eterno te postrares ante otros dioses y los sirvieres, declaro que de seguro pereceréis. No prolongareis vuestros días en la tierra que vas a heredar allende el Jordán». D´s quiere que escojamos la vida, tal como está escrito (ídem 19-20): «Pongo hoy como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra de que os di para escoger entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición, y os exhorté a escoger la vida, para ti y tu simiente, amando al Eterno tu D´s, escuchando Su voz y siguiendo Sus caminos, pues Él es tu vida (oh Israel) y la extensión de tus días, para que puedas vivir en paz en la tierra que el Eterno juró a tus padres, Abraham Isaac y Jacob, que les daría».

Esto es lo que corresponde de acuerdo a la Ley Divina y Su juicio: que quien se acerca a D´s se acerca a la fuente de la vida y la bendición y por ende recibe más y más de éstas; y quien se aleja de D´s, por cuanto que se aparta de la fuente de la vida y la bendición sus días se acortan y por lo tanto las enfermedades, sufrimientos y desgracias se ciernen sobre él.

El libre albedrío es el gran obsequio que dio D´s al ser humano, y por lo tanto, todas las bondades que recibe la persona del Creador, las recibe con justicia y equidad, por lo que el ser humano se siente en plenitud, feliz y satisfecho, ya que obtuvo su lugar en el mundo mediante su propio esfuerzo y mérito. En cambio, si D´s le otorgase al ser humano todas sus bondades gratuitamente, éste no las disfrutaría ni le causarían felicidad alguna (Rabí Moshé Jaím Luzatto Derej Hashem 1:2).

Por lo tanto, el Juicio Divino debe ser verdadero, detallado y puntilloso, tomando en cuenta cada acción realizada, cada palabra dicha y cada pensamiento elucubrado. Por lo tanto, si bien el ser humano es juzgado según la mayoría de sus actos, de modo tal que si la mayor parte de estos son buenos es sentenciado positivamente, y será castigado por cada mala acción de la cual no se haya arrepentido o retornado en teshuvá. Asimismo, si la mayoría de sus acciones fueron malas y es sentenciado negativamente, de todas maneras recibirá su recompensa por cada buena acción realizada. El Rey de la Justicia (Melej Hamishpat) es quien sabe calcular todas estas cosas y es quien determina cuándo llegó el momento de la recompensa y cuándo el del castigo (Talmud Babilonio Tratado de Baba Kama 50(A), ídem Tratado de Jaguigá 5(A)).

El Creador quiere hacer el bien a sus creaturas, tal como está escrito (Salmo 145:9): «El Eterno es bueno para todos y Su benevolencia está presente en todas Sus obras», siendo el objetivo final del castigo la corrección del camino y no la venganza. En este mundo, el castigo tiene por cometido encaminar al ser humano a los efectos de que abandone las malas acciones y retorne al camino de la virtud, tal como está escrito (Dvarim- Deuteronomio 8:5): «También sabrás en tu corazón que así como un hombre reprende a su hijo, el Eterno tu D´s te reprende a ti». Si la persona no logró retornar al buen camino en este mundo a pesar de que tenga méritos, mientras el mal se encuentre apegado a él no puede acceder al bien que Hashem quiere prodigarle. Por esta razón es condenado a padecer sufrimiento en el Guehinom[1] para así limpiarse de todo mal y posteriormente ascender al paraíso o Gan Eden, tal como está escrito (Libro primero de Samuel 2:6): «El Eterno quita la vida y también la da. Hace bajar a la tumba y también hace subir». Aquellos que son completamente malvados son acabados en el Guehinom y se pierden (Talmud Babilonio Tratado de Rosh HaShaná 17(A), Pesikta Rabatí 40, Nefesh HaJaím 1:12).


[1]. Guehinom se traduce comúnmente como infierno, de todas maneras es teológicamente distinto del concepto cristiano o musulmán y no es este el sitio adecuado para entrar en pormenores  al respecto en virtud de lo extenso que podría resultar  (n. de t.).

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