Pninei Halajá

05 – Lag Ba´Omer.

1 – Lag Ba’Omer.

Es tradición alegrarse en Lag Ba´Omer, y si bien en los días del conteo se mantienen algunas costumbres de luto, en el día treinta y tres no se recita Tajanún ni siquiera en el servicio de Minjá de la víspera, no se ayuna y está permitido cantar y bailar.

La razón de la alegría del día treinta y tres radica en que, según la tradición de los sabios medievales, en Lag Ba’Omer los alumnos de Rabí Akiva cesaron de fallecer (Meiri a Ievamot 62(B), Shulján Aruj 493:2). Hay quienes entienden que los discípulos continuaron falleciendo pasado el día treinta y tres, empero en Lag Ba’Omer Rabí Akiva comenzó a enseñar a sus nuevos alumnos, entre los que figuraba Rabí Shimon Bar Iojai, y estos ya no murieron en aquella epidemia. De estos nuevos discípulos se volvió a propagar la Torá a todo el pueblo de Israel y por esta razón nos alegramos en Lag Ba’Omer (Peraj 493:2). Hay quienes dicen que en Lag Ba’Omer, Rabí Akiva ordenó a sus cinco nuevos discípulos, quienes fueron los continuadores de la tradición de la Torá: Rabí Meir, Rabí Iehudá, Rabí Iosei, Rabí Shimon Bar Iojai y Rabí Eleazar ben Shamúa (Kaf Ha Jaím 493:26 según el libro Shaar Hakavanot). Otra razón por la que nos alegramos en Lag Ba’Omer, es que en ese día, se recuerda el fallecimiento y por ende ascenso a su morada celestial de Rabí Shimon Bar Iojai, el discípulo de Rabí Akiva.

Resumamos pues concisamente las costumbres luctuosas y de alegría que rigen en Lag Ba’Omer: a) Según todas las tradiciones está permitido cantar, bailar y tocar instrumentos musicales desde el inicio hasta el final del día. b) En lo concerniente a la celebración de matrimonios y corte de cabello, la tradición ashkenazi y parte de las comunidades sefaradíes, permiten contraer matrimonio y cortar el cabello en el día de Lag Ba’Omer y hay quienes extienden el permiso a la noche. Según la mayoría de las comunidades sefaradíes está prohibido casarse y cortarse el cabello en Lag Ba’Omer (ver arriba capítulo 3 incisos 3-5). c) Cuando Lag Ba’Omer cae en víspera de Shabat, también los sefaradíes permiten cortarse el cabello en honor al Shabat (Shulján Aruj 493:2). d) Quienes siguen las tradiciones del Arí z”al, no se cortan el cabello en Lag Ba’Omer, pues lo hacen recién en víspera de Shavuot (Kaf Ha Jaím 493:13).

2 – Aniversario del fallecimiento (la Hilulá) de Rabí Shimon Bar Iojai.

En Lag Ba’Omer muchos acostumbran a visitar las tumbas de Rabí Shimon Bar Iojai y su hijo Rabí Eleazar en el Monte Merón, montando en el sitio una gran fiesta, encendiendo fogatas acompañadas de cantos y bailes. Entre quienes mantienen esta tradición se encuentran también los justos y los eruditos de la Torá.

Entre los sabios de Israel hubo quienes pusieron en tela de juicio esta costumbre pues, ¿cómo es posible que se celebre una fiesta en un día que no acaeció un milagro al Pueblo de Israel y no fue fijado por nuestros sabios de bendita memoria como una celebración? Si bien sabemos que en este día no se recita Tajanún ni se ayuna, no encontramos ninguna fuente que indique que el día adquiere carácter festivo (Jatam Sofer Ioré Deá 233). Si se trata de un homenaje al fallecimiento de Rabí Shimon Bar Iojai, el día del aniversario del deceso de un sabio corresponde ayunar, por lo que no se entiende cómo es posible que se celebre (Shoel Umashiv I 39).

Empero muchos acostumbran a celebrar alegrías de mitzvá y entre ellos los justos y eruditos. Y si bien comúnmente el día del deceso de un sabio es un día doloroso, los cabalistas nos transmitieron en nombre de Rabí Shimon Bar Iojai, que su voluntad fue que nos alegremos el día de su fallecimiento. En el Zohar, el día del fallecimiento de Rabí Shimon Bar Iojai es llamado «Hilulá», vocablo empleado para denominar una fiesta nupcial. Esto se debe a que el apego a la Divina Presencia (Shejiná) en este mundo, se asemeja al compromiso entre los novios y el apego a la Divinidad en el mundo venidero es comparado con el matrimonio. La muerte en este mundo se ve diferente desde la perspectiva del mundo venidero. En este mundo, el fallecimiento se percibe como un evento sumamente triste y cuando un justo muere queda un enorme vacío en su entorno inmediato, por lo que el pueblo se enluta. Empero en los mundos superiores se entiende que todo es para bien, más aún, tras su deceso, el justo se ve liberado de las cadenas que lo amarraron a este mundo y accede a la plenitud de la luz de la Torá en el mundo venidero. Esto se refiere especialmente a los justos que se dedican principalmente al esoterismo, cuya ocupación central es la luz interior y oculta del alma, razón por la cual mientras se encuentran limitados por la materialidad de este mundo, no pueden percibirla en su completitud, empero cuando se retiran de este mundo y se elevan por encima de las barreras de la materialidad, se abren ante ellos los portones de la sabiduría y la luminosidad interiores, y entienden en profundidad los secretos de los que se ocuparon en su vida en este mundo material. En el mismo día del fallecimiento, se puede percibir que los tabiques y limitantes de este mundo se debilitan, tal como se relata en el Zohar en la Idara Zuta, en cuanto a que en el día de su fallecimiento, Rabí Shimon Bar Iojai reveló secretos profundos y maravillosos que previamente no tenía permitido revelar, razón por la cual lloraba de alegría.

Por este motivo el día del fallecimiento de un gran justo se asemeja a un casamiento, pues en ese día accede a unirse completamente con la Divina Presencia, su Torá se transforma en una gran luminaria en los mundos superiores y de esa manera sus discípulos y seguidores en este mundo pueden conectarse mejor y más profundamente con sus secretos y enseñanzas. Es así que los discípulos de Rabí Shimon Bar Iojai, por entender estas cuestiones, hicieron del aniversario del fallecimiento de su maestro un día de fiesta, por cuanto que en ese día reveló secretos de la Torá.

Lo particular en el caso de Rabí Shimon Bar Iojai, es que su aniversario también es conmemorado por judíos que no han profundizado en sus enseñanzas. De esta manera Lag Ba’Omer se transformó en un día de festejo de la Torá oculta, del esoterismo judío, en el cual multitudes ascienden al Monte Merón a celebrar el aniversario de Rabí Shimon Bar Iojai. Los iniciados de entre los asistentes se alegran por los secretos revelados en mérito de Rabí Shimon Bar Iojai y sus discípulos, al tiempo que los no iniciados se alegran con el hecho de que la Torá es infinitamente profunda como el mar y algunos justos logran conectarse con sus secretos y por su intermedio este mundo opaco se ve algo más luminoso. Además, reconocer de que hay secretos en la Torá que están más allá de la comprensión del lego, implica una medida muy importante de sabiduría y humildad, y mediante esta actitud hasta las personas más simples logran elevarse.

3 – La personalidad de Rabí Shimon Bar Iojai.

Antes de referirnos a las costumbres y usanzas de la conmemoración del aniversario (hilulá) de Rabí Shimon Bar Iojai, corresponde que nos detengamos brevemente en su personalidad y la de su maestro Rabí Akiva. Normalmente, los sabios del Pueblo de Israel fueron partidarios de una actitud moderada, predicando el «camino intermedio», que busca armonizar las demandas morales de la Torá con las dificultades objetivas que el mundo físico y la vida cotidiana plantean. Empero Rabí Shimon Bar Iojai se apegó a la verdad absoluta sin tomar en cuenta las limitaciones del mundo material, fue agraciado con milagros y tuvo éxito en su accionar.

En lo referente al dominio extranjero, los sabios de Israel ordenaron orar por la paz del reino e intentaron por todos los medios evitar escaramuzas entre el pueblo judío y los imperios dominantes. Solo cuando no quedó alternativa alguna y el gobierno extranjero obligaba a los judíos a abjurar de su fe, los sabios ordenaron rebelarse. Empero mientras no había pendientes decretos de conversión forzosa a otra religión, los sabios buscaban la manera de llegar a algún tipo de arreglo con el poder de turno. El Talmud nos relata (Tratado de Shabat 33(B)), que en una oportunidad algunos sabios intercambiaron opiniones sobre el gobierno romano. Rabí Iehudá Bar Ilai alabó a Roma diciendo: «cuan bellas son las obras de esta nación, construyeron mercados, puentes y baños públicos». Si bien Rabí Iehudá estaba al tanto de los severos decretos que los romanos había impuesto sobre el pueblo de Israel, amén de haber destruido el Segundo Templo y asesinado a cientos de miles de sus hijos durante la Gran Revuelta y la Rebelión de Bar Kojba, a los efectos de no generar mayores antagonismos, prefirió explicar las desgracias que los invasores nos infligieron por distintos factores y enfocarse en el aspecto más positivo de su gobierno. Rabí Iosei prefirió callar, pues aparentemente no estaba de acuerdo con la alabanza y no quería expresar críticas para no generar tensiones innecesarias que no reportarían beneficio alguno. Sin embargo Rabí Shimon Bar Iojai no pudo soportar las alabanzas al gobierno malvado y dijo: «todo lo que construyeron lo hicieron para su propio disfrute, construyeron mercados para llenarlos de prostitutas, baños públicos para embellecer su cuerpo y puentes para poder cobrar peaje». Cuando sus palabras llegaron a oídos de las autoridades, se decretó que Rabí Iehudá por haber alabado a Roma sería promovido, Rabí Iosei por haberse callado sería exiliado y Rabí Shimon Bar Iojai por haber condenado al gobierno, sería ejecutado. Rabí Shimon Bar Iojai se escapó y junto a su hijo se escondió en la casa de estudios y su mujer les proveía de agua y comida. Es de mencionar que en virtud de las reiteradas revueltas que los judíos promovieron contra Roma, en las que tambaleó el imperio y numerosos legionarios murieron, los romanos ya no se exponían a riesgo alguno y perseguían cruelmente cualquier manifestación opositora judía. Por lo visto, numerosos legionarios salieron por todo el país para encontrar a Rabí Shimon Bar Iojai y asesinarlo. La situación se puso tan desesperante, que Rabí Shimon Bar Iojai no pudo ya seguir confiando en su mujer y junto a su hijo se fugó a una cueva, donde se les hizo un milagro y creció un árbol de algarrobos y brotó un manantial y de éstos se alimentaron durante doce años. Un día se enteraron que había muerto el Cesar y la sentencia contra ellos había caducado. Durante el tiempo que permanecieron en la cueva se habían elevado espiritualmente a tal grado, que cuando salieron no podían tolerar ver gente ocupándose de labores mundanas y todo lo que contemplaban lo quemaban. Tuvieron que retornar a la cueva por un año adicional, para profundizar aún más en el estudio de la Torá y entender el valor de este mundo material y recién después salieron (Tratado de Shabat 33(B)).

Otro tanto, respecto de la actitud de Rabí Shimon Bar Iojai hacia el sustento material humano: la opinión mayoritaria entre los sabios de Israel es, que todo hombre debe de preocuparse por su sustento y lo mismo en el caso de los sabios de la Torá, quienes deben trabajar y mantenerse. Rabí Shimon Bar Iojai disentía y fundamentaba: «si una persona ara en tiempo de la labranza, siembra en tiempo de la siembra, siega en tiempo de la cosecha, trilla en tiempo de la trilla, avienta en la temporada ventosa ¡¿Qué va a ser de la Torá?! Empero si el pueblo de Israel cumple con la Voluntad del Eterno su labor es realizada por otros, mas cuando no cumplen con la Voluntad del Eterno, ellos realizan sus propias labores y hasta las labores de otros» (Tratado de Berajot 35(B)).

El camino de Rabí Shimon Bar Iojai no es, tal vez, el más apropiado para el grueso del público y las necesidades materiales nos llevan a tomar en consideración las condicionantes de la vida, pues esa es la voluntad de D´s, que trabajemos por corregir el mundo tomando en consideración las dificultades, sin confiarnos en Su intervención milagrosa. De todas maneras, es sumamente valioso el hecho de que un sabio haya vivido una vida totalmente dedicada a lo espiritual, de acuerdo con valores eternos sin concesiones de ningún tipo, de modo que en su vida se refleje un ejemplo tangible del apego absoluto a la Torá.

Si bien las pautas generales para la conducta del público son dictadas de acuerdo con la opinión mayoritaria de los sabios, que toma en cuenta las limitantes de este mundo físico y sus urgencias, la gran visión de la fe y la redención brilla en mérito de Rabí Shimon Bar Iojai, que entregó su vida en aras de la dignidad judía y la Torá y dejó en claro para todas las generaciones, que el imperio romano que tanto subyugó al pueblo judío, fue un poder malvado. Por esta razón las masas judías veneraron a Rabí Shimon Bar Iojai.

La dedicación de Rabí Shimon Bar Iojai al aspecto secreto de la Torá, está íntimamente ligada a las características de su personalidad. Por medio del estudio místico de la Torá uno puede conectarse en mayor medida con el plano que trasciende la vida ordinaria en este mundo y con la eternidad. Mediante la Torá interior uno puede apegarse en mayor grado a la virtud oculta de Israel y a la confianza en el advenimiento de la redención, por cuanto que este estudio eleva a la persona por encima de la realidad exterior y aparente, permitiéndole el acceso a los conceptos eternos que brillan con luz diáfana.

4 – Rabí Akiva.

La «Hilulá» de Lag Ba’Omer encierra implícitamente un día recordatorio en honor de un formidable tanaíta y gigante de la Torá Oral, Rabí Akiva, uno de cuyos mejores cinco alumnos fue Rabí Shimon Bar Iojai. En el Talmud leemos que éste último alentaba a sus alumnos a repetir sus palabras, pues su doctrina era una síntesis de las enseñanzas de Rabí Akiva (Tratado de Guitín 67(A)). Otro elemento que Rabí Shimon Bar Iojai aprendió de su maestro fue la entrega absoluta por el honor judío, ya que Rabí Akiva fue quien apoyó la rebelión de Bar Kojba contra los romanos. Incluso la alegría de Lag Ba’Omer vinculada al estudio del plano esotérico de la Torá, está relacionada con Rabí Akiva ya que acerca de él relata el Talmud (Tratado de Jaguigá 14(B)), que ingresó al «vergel de la sabiduría», lo cual implica que accedió al conocimiento más profundo de la Torá, pudiendo salir de este en paz y completitud, a diferencia de sus compañeros que accedieron al vergel pero no pudieron asimilar sus insondables secretos.

La razón de la celebración de Lag Ba’Omer que mencionan las fuentes halájicas, está vinculada a la continuación de la transmisión de las enseñanzas de la Torá de Rabí Akiva a sus discípulos, tal como ya lo vimos en el inciso primero, ya que él es el pilar de la Torá Oral. Rabí Tzadok HaCohen de Lublin (Prí Tzadik Lag Ba Omer 1) explica, que no se pudo establecer una «Hilulá» el día del fallecimiento de Rabí Akiva, pues fue asesinado por los romanos y por lo tanto se fijó la conmemoración festiva de su aniversario, en la fecha del fallecimiento de su discípulo Rabí Shimon Bar Iojai. Es así que en la «Hilulá» de Rabí Shimon Bar Iojai está incluida la de su maestro Rabí Akiva, razón por la cual corresponde en este día dedicarse también al estudio de sus enseñanzas y la evocación de su figura.

Casi que no hubo en la historia una persona que se inició en el estudio de la Torá en peores condiciones que Rabí Akiva, y sin embargo, gracias a su gran esfuerzo y enorme fe, pudo llegar al grado espiritual más alto (ver Avot de Rabí Natán cap. 6). En gran medida fue mérito de su esposa Rajel, hija de Calba Savúa, uno de los hombres más ricos en Israel de entonces. Ella percibió la nobleza de las virtudes de quien luego fuera su marido y prometió casarse con él, a condición de que estudie Torá. Su rico padre la privó de su parte en la fortuna familiar, mas ella se mantuvo incólume en su decisión y se casó con Rabí Akiva, transformándose en una de las mujeres más pobres de Israel. No obstante lo difícil de su situación, continuó alentando a su marido para que estudie Torá y una vez que Rabí Akiva se transformó en el mayor maestro de su generación, le dijo a sus discípulos «lo mío y lo vuestro (en cuanto al conocimiento de la Torá N. de. T.) es todo de ella» (Tratado de Ktuvot 63(A)).

«Dijo Rabí Iehudá en nombre de Rav: en el momento en que Moshé ascendió al cielo encontró a D´s trazando coronas sobre las letras de la Torá y le preguntó: Señor del Universo, ¿a pedido de quién te estás demorando (trazando las coronas ya que nadie entiende su significado)? D´s le respondió: en el futuro vivirá un hombre llamado Akiva hijo de Iosef, que interpretará cada trazo, deduciendo de estos numerosas halajot… Le dijo Moshé: Señor del Universo, ¿tienes un hombre así y entregas la Torá por mi intermedio? Cállate, ese es mi plan…» (Tratado de Menajot 29(B)). De aquí inferimos que de todos los futuros sabios de Israel D´s le mostró a Moshé únicamente a Rabí Akiva, por lo que se entiende que fue el más grande en la Torá Oral (ver en el Tratado de Sanhedrín 86(A) que toda Halajá sobre la cual no se menciona la fuente de modo específico proviene de Rabí Akiva).

Su entrega a la fe y a la Torá no tuvo límites, e incluso tras la muerte de veinticuatro mil de sus alumnos, no perdió la esperanza y volvió a iniciar discípulos a partir de quienes se renovó la difusión y transmisión de la Torá en Israel. Un día vio junto a sus compañeros un zorro que salía del área que ocupara el Santo Sanctórum del Templo de Jerusalém, ellos lloraron y el rió, pues entendió que así como se cumplieron las profecías de la destrucción, con toda seguridad se habrían de cumplir las profecías del consuelo (Tratado de Makot 24(B)).

Cuando los romanos decretaron la prohibición del estudio de la Torá arriesgó su vida y la enseñó en público. Cuando lo aprehendieron, lo encerraron en un calabozo y lo condenaron a una muerte cruel y rigurosa. Dicen nuestros sabios (Tratado de Berajot 61(B)) que «cuando llevaron a Rabí Akiva para ser ejecutado, era horario de recitar el Shemá y mientras lo estaban desollando vivo con peines de hierro, aceptó sobre sí el Yugo Celestial (“Ol Maljut Shamáim”) (recitó el Shemá N. de T.). Le dijeron sus alumnos: maestro, ¿incluso en esta situación recitas el «Shemá» pues ellos entendían que en esa situación de sufrimiento extremo estaba exento de hacerlo) Les dijo: toda mi vida me lamenté pensando cuándo podré cumplir con el mandato del «Shemá» de amar a D´s con toda mi vida, o sea, aunque D´s me la quite, y ahora que tengo la oportunidad de hacerlo ¿no habría de aprovecharla? Pronunció extensamente la palabra Ejad (Uno) hasta que su alma partió recitándola. Una voz Celestial proclamó: feliz de ti Rabí Akiva que estás invitado al mundo venidero»

5 – Fogatas y las celebraciones de Lag Ba’Omer.

Hace ya cientos de años, que se acostumbra a encender fogatas en honor a Rabí Shimon Bar Iojai contiguo a su tumba en el Monte Merón. Inclusive en otras partes se encienden fogatas, y es costumbre de algunas sinagogas encender velas en honor a la «Hilulá».

La vela y la luz simbolizan la Torá y los preceptos, tal como está escrito (Proverbios 6:23): «Porque el mandamiento es una lámpara y la enseñanza es luz». El fuego tiene una virtud maravillosa, pues a partir de leños inertes y fríos surge una llamarada que tiene el poder de iluminar, calentar y quemar. Es por esta razón que la Torá y los preceptos fueron comparados con fuego, pues mediante su cumplimiento en este mundo frío y oscuro el hombre accede a la luz eterna.

Los hombres piadosos acostumbraron a encender fogatas en Lag Ba’Omer, que simbolizan la gran luz de los secretos de la Torá, que fueron develados por Rabí Shimon Bar Iojai. El Zohar (III 291:2) nos relata que el día de su deceso, Rabí Shimon Bar Iojai le reveló a sus alumnos grandes secretos que están escritos en la Idara Zuta y por efecto del fuego que rodeaba al maestro, los discípulos no pudieron acercarse.

De todas maneras, es menester mencionar que las costumbres de Lag Ba’Omer son opcionales y ni Maimónides ni el Shulján Aruj establecieron que se deba encender una fogata o que haya que visitar la tumba de Rabí Shimon Bar Iojai, y muchos de los grandes maestros de Israel no acostumbraron a hacerlo.

6 – La costumbre de cortar el cabello a los niños pequeños: el «jálake»

Hay quienes acostumbran a no cortar el cabello de sus niños hasta que estos llegan a la edad de tres años, y entonces lo hacen dejándole al niño las «peot» (los extremos de sus cabelleras en ambas sienes) sin cortar, para así educarlos en el precepto que ordena «no os cortaréis los contornos de vuestros cabellos ni los de la barba» (Levítico 19:27), que implica no cortar el pelo de la cabeza en forma circular eliminando así las patillas.

A esta costumbre se le encontró una insinuación en el precepto de la “orlá”, ya que nuestros sabios de bendita memoria compararon los primeros tres años que un árbol da frutos con los primeros tres años en la vida de un niño que no sabe hablar, razón por la cual no se cumplen preceptos con él. Respecto del fruto del árbol, está escrito que «el cuarto año todos sus frutos serán santos en alabanza al Eterno» (Levítico 19:24), y por alegoría entonces, a partir del cuarto año el padre consagra a su hijo al estudio de la Torá (Tanjuma Kedoshim 14). Es así que los seguidores de esta costumbre, consideran al niño en sus primeros tres años como a un árbol sujeto a la ley de “orlá”, cuyo fruto está aún prohibido para su consumo y no se cosecha, por lo que ellos no cortan el cabello del infante. El cuarto año cuando el niño (el fruto en su origen) ya puede ser consagrado, le cortan el cabello dejándole «peot» en las patillas, siendo éste el primer precepto que se cumple con él. Este precepto tiene un cariz muy especial, pues por su intermedio el niño adquiere un aspecto inequívocamente judío.

Dado que a partir de este corte de cabello se comienza a educar al niño en el cumplimiento de los preceptos, se acostumbró a celebrarlo con gran alegría para inducir al niño a amar los mandamientos y se invita a parientes y amigos a quienes se les sirve comida y bebida.

Muchos de los habitantes de la Galilea, acostumbraron a cortar el cabello de sus hijos al cumplir los tres años en la tumba de Rabí Shimon Bar Iojai en el Monte Merón, para que el inicio de su educación religiosa esté imbuido de apego a la figura del justo. Los habitantes de Jerusalém, a los que el Monte Merón les resultaba distante, acostumbraban a visitar la tumba de Rabí Shimon Hatzadik (Simón el Justo) ubicada al norte de la ciudad vieja de Jerusalém. Otras comunidades acostumbraban a cortar el cabello del niño en la cercanía de la sinagoga y algunos acostumbran a pedir a un erudito de la Torá que corte el primer mechón de cabello.

Algunos acostumbran a cortar durante Lag Ba’Omer en Merón, el cabello de todos los niños cuyo tercer cumpleaños acontece unos meses antes o después de Lag Ba’Omer. Algunos se abstienen de cortar el cabello del niño antes de que complete los tres años de edad, por lo que si cumple después de Lag Ba’Omer, se le corta el mismo día de su cumpleaños, y si cumple un par de semanas antes de Lag Ba’Omer, se espera a ese día para cortar el cabello. Si cumple años varios meses antes de Lag Ba’Omer se le corta el cabello el día de su cumpleaños.

Empero es de destacar, que no hay obligación alguna de seguir estas costumbres. Más aún, la costumbre de cortar el cabello de los niños pequeños, no figura ni en la obra de Maimónides ni en el Shulján Aruj ni en la obra de los principales juristas. Por lo tanto, quien así lo desee, puede cortar el cabello de su hijo antes de la edad de tres años y así acostumbran muchos estudiosos de la Torá.

7 – Arrojar ropa a la fogata y la plegaria en las tumbas de los justos.

Muchos acostumbraron a arrojar ropa costosa a la fogata en el Monte Merón, arguyendo que era en honor de Rabí Shimon Bar Iojai y hay quienes atestiguan que grandes eruditos así lo hacían. Por otra parte, algunos prominentes sabios de la Torá, han puesto en duda la validez de esta práctica, arguyendo que carece de sentido y hasta se trata de una trasgresión al precepto «no destruirás». Si bien se acostumbraba a quemar los ropajes del rey tras su deceso, en ese caso se lo hacía para evitar que alguien luego los vistiera, pues esto atentaría contra la dignidad real, empero ¿qué sentido tiene quemar ropa gratuitamente? (Shoel Umeshiv 45:39, Jikrei Lev Ioré Deá 11). Hay quienes se expresaron positivamente respecto de quienes practicaban la quema de ropas en honor de Rabí Shimon Bar Iojai, pues no se trata de destrucción gratuita sino de un homenaje al difunto (Torá Lishmá 400). De todas maneras, consideramos que es preferible donar a los necesitados el dinero equivalente al valor de las prendas de ropa que quemarlas.

Cuando se visita la tumba de un justo para orar, es importante tener cuidado de no dirigirse al difunto en la plegaria, sino únicamente a D´s, ya que el precepto de orar es al Eterno únicamente y quien le pide al justo, trasgrede la prohibición de la Torá de «consultarle a los espíritus o a los muertos» (Deuteronomio 18:11). Hay quienes permitieron pedirle al justo fallecido que recomiende para bien ante el Eterno a quien ora en su tumba (Prí Megadim 581, Eshel Abraham 16). Por otra parte hay quienes prohibieron esta práctica, pues contiene un elemento de «consulta a los muertos» y cualquier plegaria debe estar dirigida única y exclusivamente a D´s, sin intermediario alguno. En el marco de la oración, está permitido pedirle a D´s que en mérito del justo allí enterrado la plegaria sea aceptada (Maharil 16:581:39), ya que mediante la conexión con las enseñanzas y las buenas acciones del justo, nosotros mejoramos nuestra conducta y en mérito a ello pedimos que nuestra plegaria sea escuchada.

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