Pninei Halajá

11 – Januca

1 – Januca para todas las generaciones.

En tiempos del Segundo Templo «los griegos profanaron el sagrado recinto e impurificaron todos los aceites, y al ser derrotados por los Hasmoneos, éstos revisaron el Templo y encontraron solo una jarra de aceite con el sello del Sumo Sacerdote que alcanzaba para encender la menorá por un solo día. Ocurrió un milagro y este aceite alcanzó para encenderla durante ocho días. Al año siguiente fue fijada esta fecha como días de alabanza y acción de gracias», en los cuales está prohibido ayunar y pronunciar sermones fúnebres (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 21(B), Meguilat Ta´anit 9(B)).

En el libro denominado Meguilat Ta´anit, están registradas diferentes fechas de acción de gracias establecidas por los sabios, por sucesos alegres que le acaecieron al pueblo de Israel en días del Segundo Templo. Muchas de las fechas son de agradecimiento por las victorias de los Hasmoneos, como por ejemplo el Día de Nicanor que cae el 13 de Adar, en el cual las tropas macabeas derrotaron a un numeroso contingente del ejército griego y mataron a su comandante Nicanor. El 14 de Siván que fue el día de la conquista de Cesárea. El 22 de Elul se conmemoraba la fecha en la que los Hasmoneos eliminaron a los judíos helenizantes que se negaron a retractarse o “hacer teshuvá”, el 23 de Marjeshván se conmemoraba el aniversario de la remoción del prostíbulo que los griegos habían establecido contiguo al Templo de Jerusalém y el 25 de Jeshván se conmemoraba la conquista y posterior recolonización de Samaria.

Sin embargo la Halajá es, que tras la destrucción del Segundo Templo, Meguilat Ta´anit dejó de estar vigente (Shulján Aruj Oraj Jaím 573:1), ya que quedaron sin efecto todos los hechos positivos de las distintas victorias macabeas, y no corresponde alegrarse en estas fechas, e inclusive se permite en estos días ayunar y pronunciar sermones fúnebres. Los únicos días que los sabios mantuvieron su carácter festivo para todas las generaciones, son los de Januca, por efecto del milagro del aceite y el precepto que se instituyó de encender velas para difundirlo. Dado que en Januca se cumple con este precepto, eso dio lugar a mantener en vigencia las otras normas, y es por ello que se le agradece a Dios agregando «Al Hanisim» en la «Amidá» y alabamos a Dios por la salvación hecha a Su Pueblo, mediante el recitado del «Halel» durante los ocho días, quedando asimismo prohibido ayunar o pronunciar sermones fúnebres (ver Tratado de Rosh Hashaná 18(B), Rashi y Ritba ídem).

A los efectos de comprender más acabadamente el significado de los días de Januca y el milagro de la jarra de aceite, que son los únicos eventos de esa época que aún se conmemoran, es menester interiorizarnos más en los hechos acaecidos y su impacto en el devenir histórico del pueblo de Israel.

2 – El Reino Heleno.

Durante cientos de años la civilización helena se desarrolló obteniendo importantes logros en los ámbitos de la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte, la arquitectura, la estrategia militar y el orden jurídico de gobierno. El Rey Filipo de Macedonia, en virtud de sus victorias militares sobre sus rivales, logró unir a las diferentes Polis bajo un mismo marco político y de esa manera su poderío fue en constante aumento. Filipo invitó a Aristóteles, el mayor de los filósofos y científicos de la época a ser el tutor de su hijo Alejandro. Cuando Alejandro toma el poder, inicia una serie de conquistas y en cuestión de tres años (del 334 al 331 A.E.C.) los helenos bajo su mando conquistan un enorme imperio que incluía Asia Menor, Eretz Israel, Egipto y todo el territorio del Imperio Persa que se extendía hasta la India.

Tras la muerte de Alejandro de Macedonia sus lugartenientes comenzaron a disputarse entre sí el gobierno, hasta que finalmente el Imperio se dividió entre las distintas provincias, que pasaron a ser reinos helenos independientes.

En virtud de las conquistas, la cultura griega se expandió a todos los territorios, incorporando o fagocitando a las diferentes culturas autóctonas, forjando una cultura helénica unificada. El sistema de gobierno, la lengua, la cultura y las competiciones atléticas eran de carácter griego. Las clases altas de todas las naciones conquistadas adoptaron rápidamente el nuevo estilo de vida.

También el territorio de Iehudá fue dominado por los griegos y la cultura helénica se expandió por todos sus confines. Empero los judíos eran diferentes a los demás pueblos del Imperio y por ende el proceso de helenización era relativamente más lento. De todas maneras, a lo largo de ciento sesenta años de dominación helénica su influencia fue cada vez más marcada, especialmente entre las clases altas, hasta el punto en que los Sumos Sacerdotes Jasón y Menelao fueron, ellos mismos, los líderes del bando helenizante y promovieron la cultura griega entre sus hermanos. Ellos erigieron junto al Templo de Jerusalém un estadio para competencias de lucha y preferían asistir a estos eventos en vez de cumplir con el ritual del Santuario.

3 – Los decretos griegos y la rebelión.

En el año hebreo 3591 (169 A.E.C.), unos ciento sesenta años posterior a la conquista de Eretz Israel a manos de Alejandro Magno, Antíoco IV Epifanes comenzó a intensificar el yugo opresor sobre el pueblo de Israel. Bajo su mando, los griegos saquearon los utensilios del Templo, derribaron las murallas de Jerusalém, mataron a miles de judíos y vendieron a muchos como esclavos. En el año 3593 (167 A.E.C.) Antíoco Epifanes decretó que los judíos debían abandonar la Torá y sus preceptos y pasar a rendir culto a ídolos so pena de muerte. Anuló los sacrificios en el Templo y lo transformó en un recinto de idolatría. Rollos de la Torá fueron quemados, los soldados griegos iban de aldea en aldea y obligaban a los judíos a erigir altares idólatras y comer cerdo. Se prohibió la circuncisión y las mujeres que osaron circuncidar a sus bebés fueron condenadas a muerte. En virtud de estos decretos persecutorios, muchos de los judíos fieles a la tradición (jasidim) se fugaron al desierto, a las cavernas y a los países vecinos y muchos murieron santificando el Nombre Divino.

La presión fue cada vez mayor y esto provocó que se encienda en el alma judía una chispa de rebelión, y cuando los griegos llegaron a la aldea de Modiín y procuraron obligar a Matityahu hijo de Iojanán el Sumo Sacerdote a rendir culto idólatra, éste mató al griego y al helenizante que le acompañaba. La novedad fue que en vez de inmolarse y morir santificando el Nombre de Dios como lo hicieron muchos judíos fieles, Matityahu prefirió matar al griego y junto con sus hijos, enarbolaron el estandarte de la rebelión contra los griegos y los judíos helenizantes.

La guerra fue difícil. Iehudá el Macabeo, que era el más valiente de los hijos de Matityahu, lideró la revuelta. Con heroísmo y talento, lograron derrotar a los ejércitos griegos, y aproximadamente dos años más tarde lograron conquistar la ciudad de Jerusalém y el día 25 de Kislev del 3596 (164-5 A.E.C.) comenzaron a purificar el Templo restituyendo así los sacrificios. Fue entonces que aconteció el milagro de la jarra de aceite.

A continuación, los griegos contraatacaron con numerosas tropas reconquistando Jerusalém, e imponiendo el nombramiento de Sacerdotes (Cohanim) helenizantes a cargo del Templo. Empero para no aumentar la tensión con los judíos, anularon los decretos iniciales y permitieron cumplir con la Torá y sus preceptos. De todas maneras, la rebelión que ya había estallado no habría de cesar, los Hasmoneos siguieron luchando contra los griegos y los judíos helenizantes. La guerra supo de altos y bajos, los hermanos Hasmoneos combinaron heroísmo con diplomacia e ingenio, hasta que decenas de años más tarde se obtuvo la independencia política. Si bien esta independencia dependía del apoyo de potencias mayores como los griegos al comienzo y Roma posteriormente, de todas maneras el gobierno era de judíos y para judíos.

Aparentemente, si los griegos hubiesen sido más pacientes, Iehudá se hubiera helenizado como los demás pueblos. Pero la mano oculta de Dios en la historia provocó el enfrentamiento. Similar al endurecimiento del corazón del Faraón en su momento, en este caso fue el corazón de Antíoco Epifanes el que al endurecerse permitió que se revelaran la fe, la entrega y el heroísmo judíos.

4 – Las crisis de la dinastía hasmonea.

Una vez que la guerra contra los griegos culminó con una clara victoria militar y política en favor de los macabeos, volvió a despertar la contienda cultural interna en el seno de los judíos. Aún era necesario resistir culturalmente frente al embate civilizatorio helénico que había deglutido a todas las culturas locales. La cultura griega tenía un enorme poder. Poseía un sofisticado método de investigación científica, una excelente estrategia militar y un orden jurídico gubernamental sumamente eficiente. La escultura y la arquitectura griegas eran impactantes, sus representaciones de arte dramático impresionantes y las competencias atléticas atrapaban la atención de las multitudes. Por estas razones es que la cultura griega pudo expandir su influencia tan rápidamente por sobre todo el mundo entonces conocido. Incluso varios años más tarde, al Roma transformarse en el poder hegemónico del mundo, la cultura preponderante en el imperio romano era la griega.

Si bien la rebelión hasmonea hizo retroceder al proceso de helenización en el seno del pueblo de Israel, éste no desapareció y décadas más tarde, echó raíces profundas en el seno de las clases altas y de aquellos judíos que tenían contacto con personas de otras naciones. Los helenizantes de los días de la dinastía Hasmonea recibieron el nombre de Saduceos. Ellos no instaban a las masas a asimilarse por completo a la cultura griega, sino que creían que se podía combinar la cultura helena con la fidelidad a la Torá escrita en el marco de la nación judía.

Una de las tragedias históricas fue que los nietos y bisnietos de aquel Matityahu que arriesgó su vida en la defensa del judaísmo, se vieron atraídos por la cultura griega y persiguieron a los sabios de Israel por cuidar éstos de las tradiciones ancestrales. Un bisnieto de Matityahu, fue el Rey Yanai, que además de ejercer el poder político ejerció el supremo sacerdocio y tan malvado fue, que el día de su muerte fue fijado por los sabios como un día de fiesta. Como Yanai sospechaba que los sabios y quienes los apoyaban se alegrarían con su muerte, ordenó que el día de su deceso sean ejecutados muchos de los sabios de Israel, empero una vez fallecido, sus herederos encabezados por su esposa Shlomtzión dejaron sin efecto su decreto. El día de su muerte fue fijado como un día de alegría y agradecimiento por la desaparición de un malvado y por la salvación de los sabios de Israel.

Finalmente, los siervos de la dinastía hasmonea y Herodes a la cabeza de ellos, desplazaron del poder a la familia Hasmonea despojándolos de la corona, exterminando su simiente y gobernando en su lugar, hasta el punto que afirmaron nuestros sabios de bendita memoria (Tratado de Baba Batra 3(B)): «todo aquel que se dice descendiente de la estirpe hasmonea o se trata de un siervo o de un embustero».

A la luz de estos hechos son comprensibles las críticas que le formularan los sabios a la dinastía hasmonea, por no haber nombrado un rey del linaje de Judá, tal como lo estipulaba la Torá (Génesis 49:10):»No se apartará el cetro de Judá» (ver comentario de Najmánides en el sitio). Al inicio los gobernantes de la dinastía hasmonea recibían el título de presidentes (nesiím), pero más tarde se proclamaron reyes. Además, se designaban a sí mismos como Sumos Sacerdotes. Es claro que el título real afectaba su desempeño como Sumos Sacerdotes, de modo tal que una labor espiritual que debía llevarse a cabo en la máxima pureza, se vio afectada por los entretelones de la política y la influencia del helenismo aumentó. Por otra parte, su reinado tampoco fue estable desde el punto de vista político, ya que se manejaba a la sombra de los poderes dominantes de la época y bajo su hegemonía, lo cual con seguridad actuó en detrimento de la dinastía hasmonea.

5 – Logros espirituales para todas las generaciones.

A pesar de todas sus falencias, las victorias macabeas fueron de inconmensurable valor. Si bien la independencia política era parcial, contribuyó al florecimiento de la población judía en todos los parámetros. Si hasta la revuelta, los griegos se llevaban un cuarenta por ciento de la cosecha, a partir de la victoria hasmonea, ésta quedaba en su totalidad en el territorio de Iehudá (Judea), contribuyendo así al fortalecimiento económico de la población. En virtud de las victorias militares, la población judía se expandió a lo largo y a lo ancho de la Tierra de Israel, los judíos retornaron desde la diáspora, aumentó la natalidad y el pueblo Judío que había sufrido una destrucción y el exilio posterior, se recuperó de sobremanera.

En el marco de la independencia política, la Tierra de Israel volvió a ser el centro nacional y espiritual del pueblo de Israel. Las academias de estudio florecieron y se expandieron. El testamento de los sabios de la Gran Asamblea (Tratado de Avot 1:1):»Instruid a muchos discípulos y alzad un cerco protector a la Torá» se cumplió con creces. En esos días se establecieron las bases espirituales de la Torá Oral, que es aquella que preservó al pueblo de Israel en los oscuros dos mil años del exilio.

Por lo tanto, el milagro de la jarra de aceite es el que mejor expresa lo acontecido en los días de Januca. Si bien el Segundo Templo fue destruido y los logros políticos de la dinastía hasmonea fueron suprimidos, el estudio de la Torá Oral que se comenzó a desarrollar en esos días, perduró para siempre. En virtud del milagro de la jarra de aceite, se reveló la eternidad de la Torá, que es capaz de iluminar en la oscuridad más allá de los límites de las leyes naturales y es en su mérito que pudimos resistir la oscuridad del prolongado exilio. El milagro de la jarra de aceite reveló que el pueblo de Israel no es como las demás naciones, no se le puede doblegar y su fe no se puede suprimir.

Matityahu y sus hijos tuvieron el mérito de que en virtud de su arrojo, se revelara el fundamento más profundo de la Torá y la peculiaridad del pueblo de Israel. Empero la dinastía hasmonea con todas sus complicaciones y complejidades, fue un gobierno temporal, cuya existencia no conmemoramos con un día festivo específico.

Es así que se comprenden las palabras de los sabios de bendita memoria (Tratado de Rosh Hashaná 18(B)), en cuanto a que en mérito del milagro de la jarra de aceite y el precepto establecido por los sabios de encender velas los días de Januca perduraron por todas las generaciones. Mediante el milagro de la jarra de aceite, se dejó en claro que los frutos de la victoria militar sobre los griegos no fueron solo temporarios sino para todas las generaciones. Por lo tanto los sabios establecieron que se continúen conmemorando los días de Januca, a pesar de que los demás días festivos que aparecen en Meguilat Ta´anit se suspendieron al destruirse el Templo. Es así que junto al precepto de encender velas durante los ocho días de Januca, alabamos a Dios y le agradecemos con el recitado de «Al Hanisim» y del «Halel» por la salvación, la victoria y la redención.

Con el correr de los años, se entendió que el milagro fue aún mayor, no solo porque logramos sobrevivir en el seno del océano cultural heleno que se expandió por el mundo, sino que además, en el marco de un proceso lento y complejo, el judaísmo logró socavar la mayor parte de los cimientos de la idolatría del helenismo. El judaísmo impuso la concepción abstracta de un Dios único, un sistema moral y la pretensión de mejorar al mundo, que son los principios básicos de la Torá, imponiéndolos entre las naciones, al punto de que tanto por caminos rectos como por sendas sinuosas (cristianismo e islam), se transformaron en los principios básicos de todo lo bueno y lo bello de la civilización universal.

Y por más prolongado que sea el exilio, la luz de Israel y la de la Torá son más poderosas e iluminan más, y estas luces son las que nos iluminarán hasta el día en que tengamos el mérito de obtener un aceite nuevo y puro de los olivares de la Tierra de Israel, del cual encendamos la menorá de nuestro sagrado Templo, y se llene la Tierra de conocimiento de Dios, prontamente en nuestros días, ¡Amén!

6 – La luz que ilumina en la oscuridad: la Torá Oral.

No es casualidad que la fiesta de Januca cae en la temporada del año en la cual la extensión de la noche llega a su máximo. En esta época las noches son las más largas del año y el frío invernal se expande por todo el país. Esto y más, en estos días, la luna casi que no ilumina, ya que Januca acaece en los días contiguos a Rosh Jodesh (novilunio), en los cuales la luna se va achicando.

En el preciso momento en que se pone el sol, las penumbras se enseñorean sobre la tierra y la larga noche proyecta su fría y amenazante sombra, los judíos salen con velas en sus manos y encienden la «janukiá», simbolizando de esta manera, la fe judía que se sobrepone a cualquier tiniebla. Tampoco en las épocas más oscuras, en las que crueles imperios gobernaron salvajemente sobre el mundo, tampoco entonces nos desesperamos ni perdimos la luz de la Torá y de la fe y continuamos estudiando y enseñando. Un poco de nuestra luz logra disipar mucha de la oscuridad de nuestros perseguidores.

Los de Januca, son días de alegría de la Torá Oral, ya que el precepto del encendido de las velas tiene origen rabínico y fue de los primeros mandamientos en ser instaurado por nuestros sabios. Más aún, el encendido de las velas de Januca es sumamente representativo del fenómeno de la Torá Oral. En los días del Primer Templo, la profecía se hallaba difundida en el seno del pueblo de Israel, y de hecho la dedicación primordial era sobre la Torá Escrita; pero al destruirse el Santuario y cesar la labor profética, llegó la hora de la Torá Oral. Esta es la expresión más tangible de la coparticipación del pueblo de Israel en el descubrimiento de la luz de la Torá. Los principios de la Torá están establecidos en su versión escrita, mientras que los senderos prácticos que permiten su cumplimiento, se manifiestan en su versión oral. La luz de la Torá Escrita es más potente, ésta se asemeja a la poderosa luz solar del mediodía, mientras que la de la Torá Oral se asemeja a la luz de la luna y las estrellas. Sin embargo, la Torá Oral tiene la capacidad de hacer llegar su luz a los recovecos más íntimos del alma humana, y así iluminar los rincones más oscuros del mundo. En los días del Segundo Templo se establecieron las reglas y las bases del estudio de la Torá Oral, sus mecanismos legislativos tanto en lo referente a la institución de normas como la reglamentación de prohibiciones y el establecimiento de ordenanzas y costumbres. Fue mediante la luz especial de la Torá Oral, la cual se asemeja a las velas de Januca que alumbran la oscuridad, que pudimos enfrentarnos exitosamente a todas las dificultades del exilio.

Estas ideas ocultas e implícitas de Januca son, por lo visto, la razón interior del amor y el cariño que tuvo el pueblo de Israel por el cumplimiento de este precepto a lo largo de las generaciones, al punto de que por más alejado que esté un judío de la tradición religiosa, muy difícilmente no encienda velas en esta fiesta. Más aún, la totalidad de los judíos acostumbra a cumplir con el precepto del encendido de velas con dos grados de excelencia: «mehadrín min hamehadrín» (ver más adelante capítulo 12 inciso 2).

7 – Se agrega gradualmente hasta llegar a ocho.

Todo en el mundo es perecedero. Tanto que las ideas como los recuerdos, van perdiendo su vitalidad hasta desaparecer. En el encendido de velas de Januca, expresamos el hecho de que la fe en Dios no se debilita, sino que por el contrario, a pesar de las penurias y la oscuridad circundantes, va en constante aumento. La diáfana espiritualidad que se revela en la Torá es eterna y por esta razón se incrementa constantemente, empero otros ideales que no son eternos son sustituidos y desaparecen. Este distinguido concepto, es la base de la costumbre del pueblo de Israel de cumplir el precepto del encendido de las velas de Januca con dos grados de excelencia, o en hebreo «mehadrín min hamehadrín». Esto implica que cada uno de los ocho días de Januca, se agrega una vela más a la hora de encender, hasta que en el octavo día se encienden ocho luminarias.

Es sabido que el número ocho en el judaísmo alude a aquello que está más allá de los límites de la naturaleza material. El universo fue creado en siete días, y los días de la semana son siete , mientras que el número ocho insinúa aquello que está más allá de la naturaleza, como es el ejemplo de la circuncisión, que se efectúa al octavo día de vida del bebé, y que viene a elevar a la naturaleza a un estadio superior y Divino. También la Torá que viene a elevar la naturaleza a un nivel Divino está relacionada con el número ocho y por eso fue entregada tras el conteo de siete semanas, que expresan la completitud de la naturaleza que asciende a un grado más allá en la fiesta de «Shavuot» o «Fiesta de Entrega de la Torá». Asimismo acostumbramos concluir el ciclo anual de lectura de la Torá en el octavo día, a partir de Sucot, en la fiesta de «Sheminí Atzeret», que recibe también el nombre de «Simjat Torá».

También los días de Januca que expresan las cualidades de la Torá Oral, están en un nivel supra natural y por eso se encienden velas durante ocho días, en los que se va aumentando el número de candelas noche a noche.

8 – «Al Hanisim», «Halel» y la lectura de la Torá.

Nuestros sabios establecieron los días de Januca para agradecer y alabar a Dios por la salvación del pueblo de Israel. A estos efectos se redactó la plegaria de «Al Hanisim» que se recita en la bendición del agradecimiento (“Modím anajnu Laj”) en la «Amidá», y en la segunda bendición de la plegaria posterior a la ingestión de alimentos, «Birkat Hamazón» en la bendición de “Nodé Lejá”. En la bendición de «Me´ein Shalosh» no se menciona a Januca. Si se olvidó de recitar «Al Hanisim» en la «Amidá» o en el «Birkat Hamazón» no es necesario volver a recitar la plegaria. Si se acordó antes de terminar la bendición en la que se agrega «Al Hanisim» lo recita, pero si ya pronunció el nombre de Dios que se encuentra al final de la bendición, no lo hace (Shulján Aruj 682:1). Es conveniente que recite “Al Hanisim” al finalizar la oración después de recitar las bendiciones, ya que en este lugar está permitido agregar súplicas o “tajanunim” y agradecimientos a voluntad. Quien se haya olvidado de recitar “Al Hanisim” en “Birkat Hamazón”, podrá decirlo al final junto con “Harajamán”, ya que en este lugar está permitido agregar agradecimientos a voluntad (Ramá 682:1, Mishná Berurá 4)

Asimismo es mitzvá recitar el «Halel» completo con su respectiva bendición, cada uno de los ocho días de Januca (Tratado de Arajín 10(A)). La regla general es, que cada vez que el pueblo de Israel está en peligro, como ser el yugo de la esclavitud o un decreto de exterminio, al salvarse, deben recitar «Halel» (Tratado de Pesajim 117(A), Meguilat Ta´anit 9:2).

Del precepto de recitar «Halel» completo con su respectiva bendición podemos aprender respecto del elevado nivel de la fiesta de Januca, ya que en Pesaj solo se dice «Halel» completo el primer día, mientras que en Januca se recita los ocho días.

Las mujeres están eximidas de recitar “Halel” por ser ésta una mitzvá sujeta al tiempo. Si de todos modos quiere decirlo estará cumpliendo con un precepto. d acuerdo con el uso ashkenazí y algunas comunidades de origen sefaradí deberá bendecir antes de recitar “Halel”. Empero de acuerdo a la mayoría de los juristas de origen sefaradí no deberá bendecir (Pninei Halajá Tefilat Nashim 2:9 nota 10).

En Januca se lee en la Torá la porción de las ofrendas elevadas por los príncipes de las tribus (‘nesiím’), el día de la inauguración del Tabernáculo. Cada día de Januca se lee la ofrenda del príncipe correspondiente, mientras que en el octavo día, se comienza por el príncipe y se lee hasta el final de la porción de las velas de la menorá, que aparece en el inicio de la porción de Beha´alotejá (Tratado de Meguilá 30(B), Shulján Aruj 684(1)).

9 – La prohibición de ayunar, pronunciar sermones fúnebres y la visita a los cementerios.

Los de Januca son días de alegría, alabanza y agradecimiento, razón por la cual está prohibido ayunar o pronunciar sermones fúnebres. Incluso en el aniversario del fallecimiento de un progenitor, fecha en la que muchos acostumbran a ayunar, si cae en Januca no se ayuna. Asimismo los novios que según la tradición ashkenazi y parte de la sefaradí ayunan el día de su boda, en Januca no deben hacerlo.

Está prohibido pronunciar sermones fúnebres en Januca, tanto sea durante el entierro o durante una ceremonia recordatoria tras los siete o los treinta días. Solamente si el fallecido era un erudito de la Torá, está permitido pronunciar sermones fúnebres durante el sepelio (Tratado de Shabat 21(B), Shulján Aruj y Ramá 670:1). Las leyes de duelo para los deudos se aplican todos los días de Januca como en días comunes (Shulján Aruj 696:4).

Muchos acostumbran a no visitar el cementerio en los días de Januca, aunque se trate del día del aniversario (“Iortzait”) o la finalización de los siete días (“Shivá”) o los treinta días de duelo (“Shloshim”), pues la visita puede causar llanto y lamentaciones prohibidas en estos ocho días. Lo mejor es adelantar la visita para antes de Januca o posponerla para después de pasada la fiesta. Sin embargo, personas de todas las etnias acostumbran a visitar el cementerio también en Januca, incluso originarios de Marruecos. La visita a las tumbas de justos («tzadikim») está permitida en Januca, de acuerdo con todas las costumbres (Ben Ish Jai Vayeshev 22, ver Guesher Hajaím 29:6).

La costumbre sefaradí es pronunciar la justificación del juicio Divino en un sepelio (Tziduk Hadín) aunque sea en Januca (Shulján Aruj 420:2), y la costumbre ashkenazí es de no recitarlo (Ramá ídem y en el inciso 683:1). Según todas las tradiciones, en Januca nos abstenemos del recitado del «Tajanún» y del Salmo 20. Asimismo se acostumbra que los dolientes no dirijan el servicio en esos días.

10 – Las comidas de Januca.

Los días de Januca fueron establecidos como días de alabanza y agradecimiento, pero a diferencia de Purim, no ha sido fijada una comida de mitzvá. La razón de esto estriba en que en el caso de Purim había sido decretado sobre el פueblo de Israel el exterminio físico, por eso es que el precepto pasa también por alegrarse con el cuerpo mediante el banquete. En cambioת en el caso de Januca la victoria fue espiritual ya que el decreto griego era contra la existencia espiritual judía pues se prohibió el cumplimiento de los preceptos de la Torá, mientras que quien los violaba salvaba su vida. Por esta razón en Januca, el hincapié está puesto en los temas espirituales, en agradecer y alabar a Dios que nos permitió seguir siendo fieles al cumplimiento de la Torá y sus preceptos (Levush).

A pesar de que no hay una mitzvá específica de preparar una comida en Januca, de todas maneras según muchos de los juristas, es bueno hacer varias comidas festivas para alegrarnos por la salvación que nos dispensó Dios en esos días y en este tiempo. Hay quienes opinan que las alabanzas («Halel») y agradecimientos («Al Hanisim») son por el milagro de la salvación espiritual, mientras que por el recuerdo de la reinauguración del Templo corresponde realizar banquetes festivos.

En la práctica, acostumbramos celebrar varias comidas festivas en Januca y en estas solemos decir cuantiosas palabras de Torá, cantamos alabanzas y de esta manera según todas las opiniones, se trata entonces de «comidas o banquetes de mitzvá». Más aún, mediante las palabras de Torá que se pronuncian, los banquetes adquieren el carácter particular de Januca, cuya esencia es la alegría espiritual.

Se acostumbra comer en Januca alimentos lácteos en general y quesos en particular, en memoria del milagro que se hizo mediante estos alimentos, cuando Judith hija de Iojanán el Sumo Sacerdote, le dio de comer productos lácteos al General griego Holofernes quien paso seguido se durmió, y así la valiente heroína pudo degollarlo salvando al pueblo de Israel. Si bien esta acción tuvo lugar antes de los días de Januca, la temeraria acción de Judith motivó a los judíos a rebelarse, y por lo tanto pertenece al milagro de Januca. Se acostumbró también a ingerir alimentos fritos o con aceite tales como «levivot» y «sufganiot».

11 – La prohibición de realización de labores por parte de las mujeres.

Las mujeres adoptaron una costumbre peculiar y es la de abstenerse de realizar labores durante el tiempo en que las velas permanecen encendidas. Hay mujeres que acostumbraron abstenerse de labores los ocho días de Januca, y algunas especialmente el primero y el octavo día. Empero la costumbre más extendida es abstenerse de realizar labores durante la primera media hora en que las velas arden, pues en este tiempo es que se cumple con la obligación de la mitzvá.

A esta costumbre se la ha fundamentado con dos explicaciones. La primera para que las velas de Januca no puedan ser usadas por error para labores, y como las mujeres son más pasibles de equivocarse en esto, se les exime de labores de modo general. La segunda explicación sostiene que los ocho días de Januca tienen mucha santidad, ya que se recita en éstos el «Halel» y se parecen a los días de «Jol Hamoed» (los días semifestivos intermedios de Pesaj y Sucot) y “Rosh Jodesh” (novilunio). En el momento del encendido de las velas, se revela la santidad del día, y como las mujeres tienen un mérito especial en Januca ya que el milagro de la revuelta se inició con la acción de Judith y otras mujeres, tienen una exención o privilegio especial.

Las mujeres acostumbraron a abstenerse de las labores prohibidas en «Jol Hamoed» tales como lavado de ropa, planchado, costura y similares, pero cocinar y freír les está permitido.

Si observamos con detenimiento, veremos que en reiteradas oportunidades hay dos razones para las costumbres particulares de mujeres. La primera porque pueden equivocarse en el uso de la luz de las velas y la segunda por tener una virtud particular que hace que la santidad del día se revela en ellas con mayor intensidad.

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