Pninei Halajá

01. Las bases de las leyes referentes a la plegaria (Tefilá).

01. La Tefilá.

Rezar es una de las expresiones  fundamentales de la fe en Dios. El ser humano no es perfecto, padece de carencias y anhela completarlas, razón por la cual se dirige al Creador  mediante la plegaria.

La incompletitud humana se manifiesta en dos niveles. La mayoría de las personas siente necesidad de dirigirse a Dios cuando su vida cotidiana se ve afectada. Por ejemplo, cuando una persona se enferma o sufre algún daño y los dolores que padece se intensifican, comprende que todos los médicos del mundo no pueden garantizarle su salud y bienestar y sólo Dios, en cuyas manos se halla la existencia  de todo ser viviente, puede sanarle y concederle buena y larga vida. Es en ese momento cuando la persona implora  a Dios desde lo más profundo de su corazón, rogándole lo cure. Y así, en toda circunstancia que la persona sufre un contratiempo, una desgracia o su sustento se ve afectado, o bien cuando sus adversarios lo acosan o sus amigos le dan la espalda, entiende que su bienestar pende de un hilo, entonces se dirige al Eterno en pos de ayuda y salvación. Empero, cuando la vida cotidiana se desenvuelve con normalidad  la mayoría de las personas no perciben carencia alguna y por lo general no sienten necesidad de orar.

Quienes logran profundizar más en esta cuestión entienden que su vida cotidiana dista de ser perfecta. Aun gozando de buena salud y siendo su sustento suficiente, cuando la situación familiar es estable, sus amistades fieles y la situación del país donde residen es favorable, aquellas personas que experimentan un nivel elevado de sensibilidad y un alto grado de conciencia, sienten un vacío existencial. Saben que sus vidas son limitadas. Aunque todo vaya bien llegará el día en que mueran por vejez. Ni siquiera siendo todavía jóvenes y sanos, logran comprender y sentir sus vivencias tal cual lo deseaban. Ellos no pueden concretar todas sus aspiraciones; ni siquiera pueden materializar totalmente una sola de ellas. Desde esta sensación de finitud las personas se dirigen a Dios, Señor del cielo y la tierra, El Único capaz de redimirlos de sus imperfecciones. En el mero acto de comunicación con D´s mediante la plegaria, el ser humano inicia un camino de crecimiento y redención.

02. Las plegarias de los patriarcas y los profetas.

En el Tanaj aprendemos que cada vez que alguno de los patriarcas o profetas precisaron de ayuda, se dirigían a Dios en su plegaria. Abraham Avinu suplicó para que Sodoma no sea destruida. Hashem le respondió que de haber en  la ciudad diez justos ésta se habría de salvar. Sin embargo, no habitaban la ciudad diez justos y esta fue destruida (Génesis 18).

Nuestro patriarca Itzjak y nuestra matriarca Rivká ansiaban concebir un niño por lo que oraron a HaShem, su pedido fue concedido y tuvieron a los gemelos Yaakov y Esav (Génesis 25). Nuestro patriarca Yaakov le rezó a HaShem para que lo salve de la mano de su hermano Esav  quien venía a enfrentarlo al mando de cuatrocientos guerreros, HaShem escuchó su pedido salvándole (Génesis 32).

Tras el pecado del becerro de oro, HaShem se enfureció con el pueblo de Israel y Moshé hubo de suplicar insistentemente  hasta que D´s reconsideró el castigo que iba a aplicar sobre Su pueblo (Éxodo 32). Cuando su hermana Miriam contrajo lepra, Moshé pidió a HaShem por ella implorando: «Ruégote, oh Dios, le devuelvas la salud» y se curó (Números 12). Aharón rezó mediante la quema de incienso y la epidemia se detuvo (Números 17). Tras la derrota en la conquista de la ciudad de Ai, Iehoshúa se prosternó y oró y HaShem le respondió instruyéndole cómo reparar el pecado de Aján, y luego los hijos de Israel salieron victoriosos de la siguiente batalla (Josué 7). Cuando los filisteos salieron a la guerra contra Israel, Shmuel le clamó a D´s y Él le respondió favorablemente. Tal fue así que los israelitas derrotaron a los filisteos y los forzaron a rendirse (Samuel I cap.7). El rey David oraba con frecuencia y sus plegarias están recopiladas en el libro de los Salmos. El rey Shlomó, tras concluir la construcción del sagrado Templo de Jerusalém pidió a HaShem que la Divina Presencia (Shejiná) siempre repose sobre éste y que todos los pedidos que desde él se formulen sean atendidos, y HaShem aceptó su plegaria (Reyes I cap. 8-9). Cuando el profeta Eliahu luchó contra los profetas del dios cananeo Baal,  rezó pidiendo que descienda fuego del cielo y su pedido fue atendido (Reyes I cap. 18). Asimismo cuando el profeta Elishá oró pidiéndole a HaShem que reviva al hijo de la shunamita, éste efectivamente revivió (Reyes II cap. 4). De la misma forma el rey Ezequías, en su lecho de muerte oró a HaShem implorando por su vida y se curó (ídem 20).

Una de las plegarias que marcó a todas las generaciones fue la de Jana, quien por largos años fue estéril y oraba con frecuencia en el tabernáculo en Shiló, siendo la primera en dirigirse a D´s mediante el calificativo «HaShem Tzva-ot» (Señor de los Ejércitos). Finalmente su ruego fue escuchado y dio a luz un hijo que sería de adulto el profeta Shmuel (Samuel I cap. 2).

Respecto del profeta Shmuel se lo ha equiparado a Moshé y Aharón, por medio de quienes se revelaba la Palabra de HaShem en el marco de la realidad sobrenatural del desierto, mientras que a través de Shmuel se manifestó la palabra de HaShem en la realidad concreta del pueblo de Israel en la Tierra de Israel, consolidó a éste y erigió la dinastía real de la Casa de David por cuyo intermedio sería construido el Templo de Jerusalém.

Dado que Shmuel poseía un alma tan excelsa y elevada, era difícil hacerla descender a la tierra, por lo que su  madre Jana hubo de abundar en plegarias hasta que consiguió darle a luz. Tan potente fue su ruego, que nuestros sabios, de bendita memoria, dedujeron  del mismo numerosas leyes relativas al rezo (Talmud Babilonio, Tratado de Berajot 31 (A)).

03. El efecto de la Tefilá.

El Santo Bendito Él, estableció entre las leyes de la Creación una en particular, por la cual, al despertarse entre los seres humanos la necesidad  de acercarse al Creador e implorar por Su Bendición, ello habrá de llevar a un «despertar» de los Ámbitos Celestiales, para prodigarnos Su bondad, acorde a nuestras necesidades y las del universo todo. Este tema es mencionado muchas veces en el Zohar.

Esto significa que más allá que HaShem prodigue de Su bien al universo o a la persona, ocurre que dicha realidad se ve postergada o retrasada a la espera de que la persona tome conciencia de su carencia y ore desde la profundidad de su corazón.

Existen dos tipos de plegarias, una dirigida a la continuidad del mundo, ya que de no mediar ésta el mundo cesaría de existir. Esta plegaria es comparable a la ofrenda perpetua (korbán hatamid) que se sacrificaba en el Templo de Jerusalém y por cuyo mérito se sostenían los Cielos y la tierra (Talmud Babilonio Tratado de Ta’anit 27(B)).

El otro tipo de plegaria es aquella dirigida a necesidades o deseos particulares y específicos, como ser salvarse de un contratiempo o recibir una bendición suplementaria.

Cada rezo actúa e influye, tal como aseveró Rabí Janina: «Todo aquél que se extiende en su plegaria, su pedido no es ignorado» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 32(B)). Empero, algunas veces el efecto del rezo es inmediato y otras es a largo plazo, a veces la oración es respondida en su totalidad y otras sólo parcialmente, tal como dijeron nuestros sabios (Devarim Rabá 8:1): «Grande es la plegaria a los ojos de HaShem. Dijo Rabí Elazar: ¿quieres saber el poder de la oración? Has de saber que si no logra su propósito completo, al menos obtiene la mitad de éste». Y El Kadosh Baruj Hú, es Quien sabe cómo ayudar y socorrer a cada ser humano, y a veces por razones que desconocemos, la situación que embarga a  la persona es sólo por su bien y es por ello que El Creador no recibe su plegaria. Sin embargo, ésta ha sido beneficiosa y su resultado positivo se habrá de revelar en cualquier otra circunstancia.

Incluso los más grandes justos, cuyas plegarias normalmente son aceptadas, en ciertas ocasiones no lo fueron. Quién entre los justos supera a Moshé Rabenu, que intercedió exitosamente por el pueblo de Israel con su plegaria para evitar que fuésemos destruidos tras el pecado del becerro de oro y el de los espías (Éxodo 32, Números 14), y sin embargo a la hora de interceder y rogar ante HaShem que le permitiera ingresar a la Tierra de Israel, el Eterno le dijo «Basta para tí. No sigas hablándome de eso» (Deuteronomio 3:26).

Por lo tanto el individuo deberá esmerarse mucho en su rezo y no debe pensar que si ora, con seguridad HaShem debe colmar su deseo, sino que habrá de seguir orando, a sabiendas de que HaShem escucha su plegaria y sin duda ella habrá de tener un efecto positivo, solo que no sabemos cómo, cuándo ni dónde.

04. ¿Es acaso rezar un deber de la Torá?

Los sabios medievales (rishonim) debatieron respecto de si hay un precepto de la Torá que ordene rezar a diario. En opinión del Rambám (Sefer Hamitzvot Mitzvá 5) es un precepto de la Torá orar a diario tal como está escrito (Éxodo 23:25): «Y serviréis al Eterno», y asimismo está escrito (Deuteronomio 6:13): «Temerás al Eterno tu Dios y Le servirás».

Si bien en estos versículos se menciona en forma general el deber de servir a HaShem, se alude de modo específico el deber de rezar, ya que nuestros sabios entendieron el vocablo «servir» como orar, tal como está escrito (Deuteronomio 11:13): «amando al Eterno vuestro Señor para servirle con todo vuestro corazón», a lo que el Talmud se pregunta (Talmud Babilonio Tratado de Ta’anit 2(A)): «¿Cuál es el servicio del corazón? Deberás responder: el rezo».

Es así que orando una vez al día la persona cumple con el deber de la Torá. El precepto de la Torá consiste en lo siguiente: que comience su rezo alabando a HaShem, pasando así a pedir sus necesidades, y concluya agradeciendo por el bien recibido. Algunos extendían su plegaria y otros la abreviaban, mas todos cumplían con el precepto, puesto que la Torá no establece una extensión mínima para la oración (Rambám, Tefilá 1: 1-3).

Sin embargo, el Rambán sostiene  que la Torá no preceptúa rezar a diario, ya que los versículos citados y explicados por el Rambám no son un argumento legal específico, sino simplemente actúan como inspiración general. Los miembros de la Gran Asamblea (Anshei Hakneset Haguedolá) fueron quienes instituyeron los rezos diarios. Sólo en caso de desgracia o emergencia colectiva, de acuerdo a Najmánides, es precepto de la Torá el dirigirse a HaShem en plegaria,  tal como aprendemos del precepto de la elaboración de las trompetas (Números 10:9): «Cuando ya viviendo en vuestra tierra fuereis a la guerra contra el adversario que os oprime, tocareis estridentemente las trompetas y el Eterno vuestro Dios se acordará de vosotros y seréis salvados de vuestros enemigos».

De esto se desprende que la plegaria que una persona eleva en tiempo de desgracia es un precepto de la Torá, de acuerdo a todas las opiniones. Por lo tanto cuando él o su prójimo se hallen ante una situación problemática, deberán  agregar en su rezo un pedido especial referido a la dificultad en cuestión, puesto que es precepto de la Torá orar a D´s en tiempos de desgracias. De esto se deduce que cuando un público determinado o todo el pueblo se encuentran en problemas, es mitzvá llevar a cabo un rezo público y hasta fijar a estos efectos ayunos para toda la colectividad.

05. La institución del rezo por parte de los miembros de la Gran Asamblea.

Los miembros de la Gran Asamblea establecieron los rezos y las bendiciones (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 33(A)). Esto significa que fijaron la versión del rezo de «Shemoné Esré» y de las diferentes bendiciones, entre ellas, las bendiciones correspondientes al recitado del «Shemá» y las del disfrute (nehenín). Asimismo establecieron los tres rezos: el matutino (Shajarit), el vespertino (Minjá) y el nocturno (Arvit), tal que Shajarit y Minjá eran obligatorios y Arvit opcional.

A los miembros del tribunal de Ezra el escriba, que se estableció en los inicios de la era del Segundo Templo, se los denomina «Los Sabios de la Gran Asamblea». Se trataba del mayor tribunal jamás establecido en el seno del pueblo de Israel. Ciento veinte ancianos tomaban parte de sus deliberaciones, entre los que se encontraban profetas y sabios tales como Jagai, Zejariá, Malají, Daniel, Jananiá y Mishael, Azariá y Nejemia hijo de Jajaliá y Mordejai, Bilshán y Zerubabel, siendo el último de ello Shimón Hatzadik (Prólogo del Rambám a Mishné Torá).

En días del Primer Templo el pueblo de Israel alcanzó imponentes logros espirituales, la Divina Presencia reposaba en el Santuario, los grandes maestros accedieron al nivel de profecía y sin embargo, en el seno de las clases populares se arraigaron trasgresiones graves tales como idolatría, relaciones incestuosas y derramamiento de sangre, por causa de las cuales al final de cuentas el Templo fue destruido y el pueblo de Israel salió al exilio. Por lo tanto, cuando los miembros de la Gran Asamblea tuvieron el mérito de poder reconstruir el Templo, instituyeron el Gran Tribunal y establecieron vallados a la Torá, legislaron decretos, redactaron y dieron forma definitiva a los diferentes rezos y bendiciones ordenándolos, concediéndole así a la vida judía un marco general y completo que permitió que se expresen los valores de la Torá  de modo armónico y estructurado en el seno de lo cotidiano, alejando así al pueblo del pecado y acercándolo al servicio Divino.

Obviamente, también en los días del Primer Templo el pueblo de Israel rezaba a HaShem, bendecían y agradecían por el bien dispensado y los placeres disfrutados. Empero, estos agradecimientos carecían de formato establecido y por lo tanto los piadosos oraban y recitaban bendiciones con gran fervor mientras que el grueso del pueblo se contentaba con rezos escasos. Si bien el ideal es que cada individuo se dirija al Todopoderoso de modo espontáneo utilizando sus propias palabras al rezar, en la práctica las ocupaciones diarias van desgastando a las personas y si carecemos de rezos ordenados preestablecidos, el público se irá alejando y desconectando tanto de la práctica de la oración como del Creador. Al establecerse formatos fijos para las plegarias la generalidad del pueblo comenzó a rezar, reforzándose así de sobremanera su confianza en HaShem de modo tal que con el correr de los años se creó una fuerte ligazón en los corazones, que inclusive dos mil años de exilio no lograron dejarla sin efecto.

Más aún, en días del Primer Templo muchas personas, erróneamente, vieron en los sacrificios y ofrendas del Templo una actividad idolátrica con poderes de brujería, la cual habría de traer buena fortuna en la actividad económica, en la salud, sirviendo también para anular decretos adversos entre otros.

Los profetas lucharon por cambiar esta perspectiva errónea y enseñaron que los sacrificios tienen por cometido expresar el deseo de acercamiento a Dios por medio del esfuerzo personal, que es la meta última del hombre en su vida, tal como está escrito (Deuteronomio 10:12): «¿qué requiere de ti el Eterno tu Dios sino que Le temas y sigas Sus caminos amándole y sirviéndole con todo tu corazón y toda tu alma…?». Si quien trae la ofrenda al Templo no tiene la intención de  apegarse a HaShem y corregir su conducta, no solo que su sacrificio es inútil sino que el mismo es abominable a ojos de D´s, tal como está escrito (Isaías 1:11-13): «¿Para qué sirven tantos sacrificios que me hacéis? dice el Eterno. Harto estoy de holocaustos de carneros  y de sebos de animales cebados. No me complazco con la sangre de toros, ni de ovejas, ni de machos cabríos. Cuando venís a presentaros ante Mí, ¿quién ha requerido eso de vuestras manos, para hollar Mis atrios? No traigáis más vanas oblaciones: ofrendas abominables son para Mi…».

Mediante el establecimiento de rezos, los sabios de la Gran Asamblea restituyeron al servicio sagrado su orden correcto, orden en el cual la fe, la intencionalidad  y el apego son el fundamento y se manifiestan más nítidamente en la plegaria. A este respecto dijo Rabí Elazar: «La plegaria es superior al sacrificio de ofrendas» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 32(B)). Por lo tanto nosotros oramos para que tengamos el mérito de expresar nuestro apego a Hashem de manera completa, mediante rezos y sacrificios.

06. La versión fija del rezo.

En el hecho de que exista una versión única del rezo, que se reitera tres veces al día, hay una cierta desventaja. El rezo corre riesgo de transformarse en rutinario y perder del entusiasmo  que se despierta en quien reza ante HaShem con sus propias palabras. Por otra parte, si los sabios no hubiesen establecido una versión fija, los piadosos elevarían hermosas plegarias desde lo más profundo de su corazón y, el grueso del pueblo rezaría veloz y descuidadamente.

El Rambám (Hiljot Tefilá 1:4) nos explica que justamente tras la destrucción del Primer Templo y el exilio del pueblo de Israel entre las naciones se agudizó el problema, pues muchos de los judíos no estaban versados en el idioma sagrado en el cual corresponde orar. Los exiliados carecían de una versión agradable del rezo en otra lengua, por lo tanto los sabios del la Gran Asamblea establecieron una versión para todos los rezos y todas las bendiciones. De esta manera estas estarían ordenadas y a disposición de todos los judíos, de modo tal que la temática que toca cada bendición esté clara en la boca de los no doctos en el idioma hebreo.

Otra ventaja de la fijación de una versión unificada del rezo, es que incluye todos los pedidos generales y particulares que corresponde formular. De no mediar una versión ordenada, naturalmente cada persona rezaría por determinada área del quehacer, los médicos por sus pacientes y los agricultores por la lluvia, de modo tal que con el correr del tiempo cada quien oraría únicamente por aquello que le es inmediatamente cercano a sus intereses, desconectándose del sentir del público en general. Es por esta razón que nuestros sabios redactaron dieciocho bendiciones que abarcan la totalidad de las aspiraciones colectivas del pueblo de Israel, tanto en lo material como en lo espiritual. De esta forma, tres veces al día, quien ora sintoniza sus pedidos y aspiraciones con las necesidades y deseos colectivos de la nación toda.

Además de lo que nosotros entendemos del texto del rezo, éste incluye en su interior un sinnúmero de profundas significaciones, algunas de las cuales son explicadas en la sabiduría de la kabalá, tal como lo explica el Rabino Jaim de Volozhin (Nefesh Hajaim 2:10): «el entendido ha de comprender que no fue en vano que se necesitó de ciento veinte sabios, algunos de los cuales eran profetas, para redactar una plegaria breve como esta en cuestión. Estos la idearon imbuidos en espíritu de santidad («ruaj hakodesh«) y mediante su elevada profecía que les permitió ver con claridad las diferentes sendas del orden primigenio de la creación y los capítulos correspondientes al Carruaje Celestial (Maasé Mercabá del profeta Iejezkel cap. 1). En virtud de estos conocimientos es que se acuñaron cada plegaria y cada bendición con esas palabras específicas, pues percibieron cómo habría de reposar la luz de cada vocablo en particular a los efectos de la reparación de cada uno de los mundos, de las fuerzas superiores y de la carroza celestial» Agregó además (ídem 2:13) que todas las meditaciones adicionales  («kavanot«) que recibimos de los sagrados maestros y el Arí z»l no son sino una gota en el mar comparadas con la profundidad interior de las de los miembros de la Gran Asamblea, los redactores del rezo. Mediante la profecía y el espíritu de santidad que se les reveló en el momento de la redacción de la versión del rezo y las bendiciones, lograron incluir en breves palabras la corrección de todos los mundos, de modo tal que cada día se  puede atraer a cada uno de los mundos una corrección nueva y suplementaria.

07. La institución de los tres rezos.

Además de los rezos especiales que nuestros ancestros solían realizar en tiempos de dificultades, acostumbraban a fijar para sí un tiempo en el cual oraban a HaShem (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 26(B)). Nuestro patriarca Abraham estableció el rezo de Shajarit (matinal), ya que él fue quien comenzó a iluminar al mundo con su fe por lo que fijó su momento de oración cuando el sol comenzaba a brillar. Nuestro patriarca Itzjak estableció el rezo de Minjá (vespertino). La particularidad de Itzjak es que continuó el camino iniciado por su padre Abraham. A veces es más fácil iniciar un nuevo camino que continuar andando por el anterior. La fuerza de Itzjak se manifiesta en haber continuado el camino de la fe, y se corresponde con el rezo de la tarde que expresa la continuidad, ya que todo el día se sostiene por fuerza de la fe. Nuestro patriarca Yaakov estableció el rezo de Arvit (nocturno), pues tuvo que enfrentarse a enormes dificultades y complicaciones y de todas salió fortalecido. Por esta razón instituyó el rezo de la noche ya que también en la oscuridad, cuando la realidad carece de toda luminosidad, es posible conectarse con Hashem y así revelar esa Luz Superior Eterna.

Una vez que los patriarcas del mundo trazaron el camino mediante estas plegarias, hubo hombres piadosos y justos que siguieron transitando por esa senda rezando Shajarit, Minjá y Arvit, tal como lo expresó el rey David (Salmos 55:17-18): «En cuanto a mí, invocaré a Dios y el Eterno me salvará. Clamaré a Dios de tarde, de mañana y a mediodía. Él ha de oír mi voz»

Como continuación de la costumbre o tradición patriarcal, los miembros de la Gran Asamblea instituyeron los tres rezos: Shajarit, Minjá y Arvit. Los establecieron de acuerdo a los sacrificios públicos del Templo, ya que la plegaria viene a expresar el significado interior de las ofrendas. Dado que los sacrificios públicos (Tamid) del amanecer y atardecer son de carácter obligatorio, fijaron los rezos de Shajarit y Minjá como tales. Asimismo determinaron el rezo de Arvit como correspondiente a la quema de sebos y órganos que se realizaba por la noche en el altar. Dado que esta quema no tiene un carácter perentorio cuya no realización pueda implicar la suspensión de los demás rituales (meakev), el rezo de Arvit es opcional. Empero, a lo largo del tiempo los hombres acostumbraron a rezar Arvit obligatoriamente (ver adelante 25:2). Dado que en Shabat, Yom Tov (días festivos) y Rosh Jodesh (novilunios) se nos ordenó ofrendar el sacrificio de Musaf, instituyeron en esos días un rezo de igual nombre.

Dado que los rezos se corresponden con los sacrificios, los horarios de los primeros se fijaron acorde a los de los últimos (como se explicará más adelante 11:4 y 11, 24:3-4, 25:2).

08. La intención en el rezo y aquellos a quienes les cuesta concentrarse.

El rezo es el servicio a Dios con el corazón y por lo tanto su efectividad depende de la intención de quien ora. «Así solían hacer los piadosos y los hombres de recto actuar, se apartaban y meditaban en la intención de su rezo hasta que sus almas se separaban de sus cuerpos físicos, su poder mental se acrecentaba, al punto que casi alcanzaban el nivel de la profecía. Si en medio del rezo se le aparecía un pensamiento extraño, entonces callará hasta que el mismo se disie» (Shulján Aruj, Oraj Jaim 98:1).

En el rezo hay dos tipos de intención («kavaná»): una general que implica tomar conciencia de que uno está ante el Rey de los Reyes y de esta manera uno se verá imbuído por sentimientos de temor reverencial y amor; la otra es particular y es que su corazón sienta lo que su boca pronuncia.

Es necesario saber que los seres humanos son diferentes por naturaleza. Están aquellos a quienes concentrarse les resulta sencillo y a pesar de recitar  a diario el mismo texto, pueden seguirlo y su corazón sentir su contenido. Hay otros a quienes les resulta difícil la concentración y cuanto más conocido les resulta la cuestión, más difícil se les hace y si bien intentan mantener la intención, su pensamiento deambula de un tema a otro. Logran concentrarse en la bendición de los patriarcas (avot), luego se distraen y de repente ya están en la bendición del perdón («selaj lanu«). Nuevamente intentan concentrarse durante una bendición y media y otra vez su pensamiento parte a otras latitudes y de repente se ven inclinándose en la bendición de agradecimiento («modim«).

Hubo amoraítas que se lamentaron por las dificultades de concentración durante el rezo, tal como relata el Talmud Jerosolimitano (Tratado de Berajot 2:4) que Rabí Jía dijo que nunca logró concentrarse durante todo el servicio. Una vez que intentó hacerlo, en la mitad del rezo comenzó a pensar quién era más importante en la corte real, el ministro fulano o mengano. Shmuel dijo: yo conté polluelos durante el rezo. Rabí Bun Bar Jía dijo: yo conté «los edificios de la ciudad» durante el rezo. Rabí Mataniá dijo: yo le agradezco a mi cabeza que aun cuando no pongo atención en lo que estoy diciendo, ella  sabe por sí misma inclinarse en la bendición del agradecimiento («modim«). De lo dicho por estos grandes amoraítas aprendemos que es difícil mantener la concentración desde el principio hasta el final del rezo, y si bien la persona debe esforzarse al máximo para lograr mantener la intención de la plegaria, que no se desanime cuando ve que no logra hacerlo plenamente. Y aunque haya soñado durante la mayor parte del rezo, no habrá de desesperarse sino que habrá de concentrarse en lo que resta del mismo.

Que no diga la persona, si no logro concentrarme quizás sea mejor no rezar,  ya que al pararse ante HaShem en su plegaria está expresando lo más profundo de su ser, que es su deseo de estar conectado con Él y orarle.

Cada ser humano se mide según su carácter y a veces, la virtud de quien difícilmente logra concentrarse, y a pesar de ello se esfuerza y logra hacerlo en algunas bendiciones, tiene más valor que aquél que logra con mayor facilidad concentrarse durante todo el rezo por poseer facilidad natural para ello. Además, aquellos que logran concentrarse fácilmente durante los rezos comunes, generalmente en las ocasiones especiales o cuando les acontece alguna desgracia, continúan rezando sin entusiasmo especial. Por el contrario, justamente aquellos a quienes les cuesta concentrarse en el rezo de rutina, en circunstancias especiales logran elevarse a niveles superiores de concentración.

Se dijo en nombre del Arí z»l que la intención (kavaná) es comparada a las alas por  medio de las cuales la plegaria se eleva y es aceptada. Y cuando una persona reza sin intención o concentración, la plegaria carece de alas para elevarse  y queda en espera hasta que la persona ore correctamente. Y cuando lo concrete, junto a su plegaria se elevarán ante HaShem todos los rezos que realizó anteriormente sin la concentración o intención debidas. La razón de esto es clara ya que el mero hecho de que una persona se propone rezar expresa su voluntad de conexión con HaShem para alabarlo y pedirle sus necesidades, tal que si no logra concentrarse debidamente en una ocasión, al volver a rezar y hacerlo adecuadamente, abre el portón para que todas las plegarias se eleven.

La halajá indica que todo aquél que se concentró en el primer versículo del Shemá Israel y en la primera bendición de la «Shemoné Esré«, aunque no se haya concentrado durante el resto del servicio cumplió con su obligación (Shulján Aruj Oraj Jaím 63:4, 101:1 y más adelante en esta obra 15:6, 17:9).

09. Recitación audible únicamente al propio oído y la regla referente al pensamiento.

Hay preceptos que se cumplen mediante la palabra tales como el rezo, la recitación del Shemá y el agradecimiento por las comidas («Birkat Hamazón»). Los amoraítas debatieron respecto de si se puede cumplir con estos preceptos, a posteriori, pensando la bendición sin recitarla con la boca.

En opinión de Ravina el pensamiento es considerado como el recitado, por lo que quien piensa el rezo o la bendición cumplió con su deber. En cambio Rav Jisda considera que el pensamiento no equivale a la palabra pronunciada (Talmud Babilonio Tratado de Brajot 20(B)).

Si bien hay quienes sostienen que el pensamiento equivale al recitado (Rambám, Sefer Mitzvot Guedolot, Rabí Ieshaiá ben Rabí Eliá Haajarón), en la práctica la opinión de la mayoría de los sabios medievales (rishonim) es como la sostenida por Rav Jisda, de que el pensamiento no equivale a la palabra pronunciada (Rabenu Jananel, Talmidei Rabenu Ioná, Or Zarúa, Rabenu Asher ben Iejiel, Rabí Abraham ben David y otros). El Shulján Aruj sentenció de esta manera respecto de la recitación del Shemá (63:3) y  de las bendiciones (185:2, 206:3).

Si movió sus labios articulando las palabras mas no emitió sonido alguno siquiera audible para su propio oído, de hecho cumplió, puesto que el movimiento de los labios implica una acción.  Empero, a priori, en todos los preceptos que se cumplen mediante la palabra, quien recita debe emitir una voz audible a su propio oído.

Hay pasajes del rezo que son recitados por toda la congregación como en el caso de responder «Amén» o la «Kedushá» en las cuales se le responde al Jazán pero que a priori se recitan en voz alta. Especialmente es importante poner especial cuidado de responder en voz alta durante el «Kadish», ya que el mismo contiene el Honor a Hashem y en el que toda la congregación debe responder al unísono «Amén» (Shulján Aruj 56:1). Dijeron nuestros sabios que al responder «Amén Iehé Shmé Rabá» («Sea Su gran Nombre bendecido») en voz alta, los decretos celestiales adversos son anulados. Asimismo se acostumbra a leer el primer versículo del «Shemá» en voz alta para despertar la intención del recitado (Shulján Aruj 61:4).

Las demás partes del rezo tales como los salmos de alabanza (pesukei dezimrá), el recitado del «Shemá» y sus bendiciones así como el resto de los cánticos, se pronuncian con voz normal y al menos a un volumen audible al propio oído. Si sólo movió los labios al articular las diferentes palabras sin emitir sonido alguno  ni siquiera uno perceptible a su propio oído, cumplió con su deber.

El rezo de la «Amidá» (de pie y en silencio) que es el más interior y profundo de todos, se recita en silencio. De acuerdo con la opinión de la mayoría de los juristas, también en el recitado silencioso la persona debe pronunciarlo audible a sus propios oídos, empero debe tener cuidado de que su vecino no le escuche (Shulján Aruj 101:2, Mishná Berurá 5-6). De acuerdo con la costumbre de la mayoría de los cabalistas, en el recitado silencioso, a priori los labios deben moverse articulando las diferentes palabras sin que sean audibles a los propios oídos (Kaf HaJaím 101:8).

De esta regla se puede aprender una idea general y es la de que no alcanza únicamente con el puro pensamiento, una buena intención sin una acción que la acompañe no es suficiente. El alma que anida en el seno del corazón es pura, el desafío es revelar esa pureza y bondad hacia afuera y corregir el mundo, por lo tanto se debe expresar la plegaria emitiendo voz y por lo mínimo moviendo los labios (Maharal Nativ Haavodá cap. 2).

10. El lenguaje del rezo.

El precepto del rezo se cumple con excelencia al recitarse en hebreo que es el idioma en el que los miembros de la Gran Asamblea redactaron su formato, la lengua sagrada por medio de la cual el mundo fue creado. Empero, de hecho, quien no entiende hebreo puede cumplir con el precepto de rezar haciéndolo en otras lenguas (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 32(A), Shulján Aruj 62:2).

Hay una diferencia básica entre quien reza en hebreo y quien lo hace en otras lenguas. Esta radica en que quien reza en otros idiomas no cumple con su deber a menos que comprenda el significado de lo que está diciendo, mientras que quien lo hace en hebreo aunque no entienda el significado de las palabras cumplió con su deber. De todas maneras también para quien reza en hebreo es preceptivo entender el primer versículo del recitado del «Shemá» y la primera bendición de la «Amidá», ya que de no mediar concentración en estas, se tornará en un impedimento para cumplir con el precepto de recitarlas (Mishná Berurá 101:14, 124:2, Beur Hahalajá 62:2).

Sin embargo la diferencia entre el hebreo y las demás lenguas reside en que el primero tiene valor intrínseco propio, pues es el idioma en el que la Torá fue entregada y el mundo creado, por lo que aunque alguien no lo entienda cumple con el precepto desde su valor intrínseco. No obstante, en el caso de las demás lenguas el valor del texto reside en que expresa los pensamientos y sentimientos humanos por lo que para quien no las comprende carecen de todo valor, y  por lo tanto no puede con éstas recitar el «Shemá» y la «Amidá«.

En la práctica, quien no entiende hebreo  puede escoger cómo rezar, por una parte es ventajoso rezar en el idioma que uno entiende pues en este puede concentrarse mejor. Por la otra, si reza en hebreo tendrá el mérito de haberlo hecho en la lengua sagrada en la cual cada letra está orientada a la corrección de los mundos (ver Beur Hahalajá 101:4, Kaf HaJaím 16).

El permiso de rezar en cualquier lengua es justamente una medida temporal para quienes no entienden hebreo, empero está prohibido establecer un servicio fijo en el cual siempre se rece en otros idiomas. Ese fue uno de los errores o pecados de los reformistas, que tradujeron todo el rezo al alemán haciendo que sus hijos olviden la lengua sagrada, abriéndoles así ampliamente las puertas al abandono del judaísmo y a la asimilación (Jatam sofer Oraj Jaím 84:86, Mishná Berurá 101:13, ver aquí más adelante 17:8).

Asimismo, por la base de la ley, el precepto del recitado del «Shemá» se puede cumplir mediante una versión traducida. Empero se presenta la duda respecto de la exactitud de la traducción de una serie de palabras, razón por la cual según la opinión de algunos de los grandes juristas de las últimas generaciones (ajaronim) no se puede hoy cumplir con el precepto recitando una traducción (Mishná Berurá 62:3, ver aquí más adelante 15:9).

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