ארכיון 03. Santidad e intención (kavaná) - Pninei Halajá https://ph.yhb.org.il/es/category/14/14-03/ Rabino Eliezer Melamed Thu, 10 Jan 2019 09:08:25 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 01. El lado malo del deseohttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-01/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-01/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:01:30 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3135La pasión que surge entre hombre y mujer puede denigrarlos hasta los sitios más bajos, llevar al hombre a perseguir una mujer extraña, pecar en relaciones prohibidas, destruir familias y perder la vida tanto en este mundo como en el venidero. Cuando este tipo de inclinación al mal ataca al hombre, puede hacerle perder el […]

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La pasión que surge entre hombre y mujer puede denigrarlos hasta los sitios más bajos, llevar al hombre a perseguir una mujer extraña, pecar en relaciones prohibidas, destruir familias y perder la vida tanto en este mundo como en el venidero. Cuando este tipo de inclinación al mal ataca al hombre, puede hacerle perder el raciocinio y llevarle a conducirse como un demente; tal como dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 3(A)) respecto de todas las trasgresiones y especialmente de las sexuales: «Nadie peca a menos que ingrese en él un espíritu de locura (o demencia,»ruaj shtut»)». Es así que nos encontramos con personas básicamente bien intencionadas y que a la hora de casarse tenían pensado ser fieles a sus esposas, empero desde el momento en el que aceptaron dar cabida a la inclinación al mal, esta fue creciendo en su interior al punto que estaban dispuestos a quebrar todos sus juramentos, traicionar a la mujer con la que ingresaron al pacto matrimonial, provocar la infelicidad de sus hijos, así como también perder su patrimonio y su status.

Es por ello que el sabio proverbista advierte reiteradamente (Mishlei-Proverbios 2:16-19): «Y para librarte de la mujer extraña, de la mujer ajena que endulza sus palabras… Por cuanto la casa de ella se hunde en la muerte y sus caminos se sumen en las sombras. Ninguno de los que van a ella vuelve, ni retoma los caminos de la vida». Y está escrito (ídem 5:1-20): «Hijo mío, atiende a mi sabiduría. Inclina tu oído a mi inteligencia…Los labios de la mujer extraña destilan miel  y su boca es más suave que el aceite, pero sus propósitos son más amargos que el ajenjo, agudos como una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte. Sus pasos conducen al Sheol (morada de los muertos n. de t.)… sea tu fuente bendecida y alégrate en la mujer de tu juventud. Sea para ti como una hermosa cierva y una graciosa gacela. Satisfágante sus pechos en todo tiempo. Con su amor embriágate siempre. ¿Por qué habrás de enceguecerte con una mujer extraña y abrazar el seno de una que no te pertenece?» Además, está escrito (ídem 6:24-26): «…para guardarte de la mala mujer, de las zalamerías de la lengua extraña. No la desees por su belleza en tu corazón, ni dejes que te cautive con sus párpados porque a causa de una ramera el hombre es reducido a un trozo de pan y la adúltera anda a la caza de la preciosa vida».

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02. El libre albedríohttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-02/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-02/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:02:00 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3137Dado que el impulso pasional puede degradar al hombre en modo extremo, algunos líderes espirituales y religiosos de entre las naciones consideran que a los efectos de alcanzar un grado espiritual elevado el hombre debe apartarse de este deseo lo más posible. Algunos de estos ven con malos ojos el matrimonio y otros lo apoyan […]

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Dado que el impulso pasional puede degradar al hombre en modo extremo, algunos líderes espirituales y religiosos de entre las naciones consideran que a los efectos de alcanzar un grado espiritual elevado el hombre debe apartarse de este deseo lo más posible. Algunos de estos ven con malos ojos el matrimonio y otros lo apoyan a los efectos de engendrar una nueva generación, empero advierten tanto al hombre como a la mujer que se alejen lo más posible de la pasión carnal pues denigrarse en virtud de esta es una vergüenza para el género humano.

En cambio, la directiva de la Torá es que no hay nada malo en la unión entre el hombre y su mujer pues así fueron creados, y no resulta lógico que aquello que es fundamento del mundo y causa la aparición de nueva vida sea denigrante o humillante sino que, muy por el contrario, conlleva una santidad intrínseca (Maharal Beer Hagolá 5:4). Empero, D´s creó en el ser humano inclinación al bien e inclinación al mal y nos ordenó escoger el bien. Tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 30:19): «Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra de que os di para escoger entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición, y os exhorté a escoger la vida para tí y tu simiente».

El origen de las dos inclinaciones es uno solo y HaShem nos dio la posibilidad de elegir, de inclinar el instinto hacia el bien o hacia el mal. Así por ejemplo, al instinto de comer se lo puede orientar hacia una alimentación grosera que hace olvidar los ideales Divinos y a la postre causa enfermedades, o se lo puede encaminar hacia una alimentación armónica que permite a la persona alabar al Creador adicionándole salud y alegría. Cuanto mayor sea la intensidad e importancia del impulso instintivo, mayores serán las fuerzas del bien y del mal que actúan sobre este. La pasión que se puede despertar entre un hombre y una mujer es el más poderoso de los impulsos posibles, pues por su intermedio nacen nuevas vidas y se revela la unicidad de D´s en el mundo. Por ello, cuando este impulso es inclinado hacia el mal, hacia la promiscuidad y el adulterio, se trata del peor de los instintos posibles. Mas cuando este impulso se emplea para el bien, para aumentar el amor y la unión entre el marido y su mujer, es la mejor y más sagrada de las fuerzas.

Este es el significado de lo escrito en el Talmud Babilonio (Sotá 17(A)): «Si el hombre y la mujer son meritorios (el uno del otro) – la Divina Presencia reposa entre ellos, y si no -son devorados por el fuego». Cuando tienen el mérito de expresar su pasión natural en el marco de la santidad y el matrimonio, la Divina presencia reposa entre ellos. Empero si orientan su pasión hacia la promiscuidad y la lascivia, el Nombre Divino se retira de entre ellos y lo único que queda es el fuego del deseo que jamás podrá ser saciado, devorándoles en este mundo y quemándoles en el venidero en el Guehinom.

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03. Dos niveles diferentes de santidad en el matrimoniohttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-03/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-03/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:03:31 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3139La santidad del matrimonio tiene dos niveles. El primero es cuando ambos cónyuges son fieles al pacto nupcial y no cometen adulterio. El segundo es que además buscan incrementar el amor en la pareja, se esfuerzan en alegrar al otro con todas sus posibilidades y tienen la intención de tener hijos que se críen en […]

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La santidad del matrimonio tiene dos niveles. El primero es cuando ambos cónyuges son fieles al pacto nupcial y no cometen adulterio. El segundo es que además buscan incrementar el amor en la pareja, se esfuerzan en alegrar al otro con todas sus posibilidades y tienen la intención de tener hijos que se críen en el estudio de la Torá y el cumplimiento de sus preceptos. Cuanto mayor sea la intención de la pareja en este segundo nivel –mayor será el mérito de elevarse más y más en los peldaños de la santidad.

El Raavad (ראב»ד) escribió que en el cumplimiento del precepto de Oná hay cuatro intenciones, tres de ellas buenas y una cuarta de menor nivel pero también preceptiva. Las tres intenciones superiores son: a) alegrar a la mujer mediante el precepto; b) cumplir con el mandato de «Prú Urbú» esto es «creced y multiplicaos»; c) creer que cumpliendo el precepto de Oná con alegría y amor durante el embarazo el parto será fácil y el bebé resultará virtuoso y bonito (ídem Nidá 31(A), ver arriba 1:4); La cuarta intención, menor en jerarquía mas aún preceptiva y en virtud de la cual la persona será recompensada, es cuando el hombre mantiene relaciones con su esposa promovido por el deseo y para evitar caer en la tentación de ir con otras mujeres (Raavad en Shaar HaKedushá, Tur Oraj Jaím 240:1). Esta última intención es el piso básico y primario de la santidad del matrimonio y las tres primeras se corresponden con un piso superior. Pasemos a explicar:

El primer nivel de santidad matrimonial reside en quienes se mantienen fieles al pacto contraído; y si bien para cada uno de los cónyuges es más importante satisfacer sus propias necesidades que alegrar al otro, mientras no cometan adulterio su matrimonio anidará en la santidad. Tal como dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 17(A)): «Si el hombre y la mujer son meritorios (el uno del otro) – la Divina Presencia reposa entre ellos y si no – son devorados por el fuego», lo cual es explicado por Rashí como «meritorios en cuanto que ninguno de los dos cometieron adulterio».

Por lo tanto, la unión entre el hombre y la mujer se denomina «kidushín» o «consagración» y la bendición nupcial inicial llamada «birkat hakidushín» reza: «Baruj Atá HaShem Elokeinu Melej Haolam Asher Kidshanu Bemitzvotav Vetzivanu al Ha´araiot Veasar Lanu et Haarusot Vehetir Lanu et Hanesuot Lanu Al Iedei Jupá Vekidushín, Baruj Atá HaShem, Mekadesh Amó Israel Al Iedei Jupá Vekidushín» (Bendito eres Tu HaShem D´s nuestro Rey del Universo que nos vedaste las relaciones prohibidas y las mujeres comprometidas permitiéndonos únicamente aquellas mujeres casadas con nosotros mediante palio nupcial y consagración («jupa ve kidushín»). Bendito Eres Tú Hashem que santifica a Su pueblo mediante el palio nupcial y la consagración»)

Más aún, es de esperar que quien a priori procura principalmente satisfacer su propio deseo, si cuida el marco matrimonial conforme a la halajá, con el tiempo avanzará en pos de un amor más profundo. Es razonable pensar que cuando su pasión inicial decrezca habrá de entrar en crisis, pero su compromiso con la halajá y el pacto matrimonial le cuidarán para que no cometa traición alguna y en virtud de ello podrá profundizar el vínculo con su mujer con gran amor y alegría y así ascender al segundo nivel de santidad.

El segundo nivel es el de quienes tienen el mérito de unirse con amor verdadero. Cuanto más piensa el hombre en el bienestar de su mujer, mayor será el nivel de santidad al que habrá de acceder. Para poder alegrar a su mujer con gran pasión deberá él mismo alegrarse durante la unión (adelante 14), siendo su principal preocupación alegrarla. En caso de haber contradicción entre su propio placer y el de su mujer, preferirá alegrarla a satisfacer su propio deseo. Paralelamente, estos niveles existen  en la mujer y cuanto más piensa ella en el bienestar de su marido más se eleva en los peldaños de la santidad.

El vocablo «sagrado» («kadosh») tiene dos acepciones: a) separado y diferenciado; b) eterno, absoluto, Divino. En el primer nivel los miembros de la pareja se separan de todos los demás hombres y mujeres del mundo. En un segundo nivel, su unión revela la chispa de la Divinidad, eterna y absoluta.

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04. La diferencia entre amor y deseo carnalhttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-04/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-04/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:04:29 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3141Ante la pareja se presentan dos caminos: en el sendero correcto – el énfasis está puesto en el amor y en el del mal está puesto en el deseo carnal. Quien se deja llevar por este último impulso piensa únicamente en sí mismo y acosa a mujeres para satisfacer su instinto. Quien se inclina por […]

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Ante la pareja se presentan dos caminos: en el sendero correcto – el énfasis está puesto en el amor y en el del mal está puesto en el deseo carnal. Quien se deja llevar por este último impulso piensa únicamente en sí mismo y acosa a mujeres para satisfacer su instinto. Quien se inclina por el camino del bien quiere amar a su mujer verdaderamente y alegrarla lo más posible siéndole  fiel. En un inicio quienes están impulsados por el deseo carnal y quienes lo están por el amor se ven similares, empero, en el caso de los primeros sus relaciones no perduran, y concluyen en angustia y tribulación. En cambio, el amor consagrado de quienes van por la senda del bien se fortifica y profundiza infinitamente.

A veces, quien se inclina por la senda del mal parece estar dispuesto a dar más de sí en la relación. A los efectos de apaciguar su deseo estará dispuesto a viajar tras su cortejada hasta el final del mundo, gastar en ella sumas cuantiosas y comprarle joyas valiosas, dedicarle halagos sin fin e incluso es capaz de alegrarse al ver que ella también se alegra. Empero, por cuanto que el móvil central de su accionar es el de satisfacer su deseo, en la práctica abusa de ella. Por eso, en general, a pesar de todas sus declaraciones preferirá no casarse pues puede colmar su deseo sin hacerlo. En caso de que acepte casarse, mientras que el móvil central de su accionar sea satisfacer su deseo, no amará realmente a su mujer sino que sacará provecho de su cuerpo, por lo que la relación entre ambos se irá deteriorando paulatinamente.

En casos extremos de personas que van tras sus deseos carnales, hay hombres dispuestos a violar una mujer para aplacar su instinto. En ese caso la acción carece por completo de amor y es pura lascivia. Por el contrario, una vez que este hombre supere el arrebato instintivo odiará a la mujer que vejó, tal como ocurrió en el caso de Amnón, quien tras violar a su hermana Tamar «la odió con toda su alma» (Shmuel II-Samuel II 13:15). El deseo procura sustituir al amor, empero, una vez que la persona retoma la lucidez se da cuenta que queda vacía y deprimida, y en vez de odiarse a sí misma prefiere odiar a la víctima de su abuso.

Por el contrario, quien transita la senda del amor procura unirse a su mujer con cariño verdadero, se cuida de no dañarla y procura alegrarla lo más posible. Ante todo piensa en ella y su bienestar, y con el transcurrir de los años la relación entre ambos se profundiza más y más; y a pesar de que van envejeciendo los años no les desgastan y su amor se intensifica uniéndose infinitamente. Este es el amor valioso y sagrado carente totalmente de mal o defecto.

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05. La santidad implícita en la abstención de mantener relaciones prohibidashttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-05/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-05/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:05:40 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3143Tal como estudiamos, el nivel básico o primero en la santidad del matrimonio consiste en que el hombre se una a su mujer como corresponde y cuide de abstenerse de relaciones prohibidas. El Rambám enumera treinta y siete relaciones prohibidas (Sefer Kedushá). Estas prohibiciones se pueden agrupar en cinco categorías. La primera, que incluye el […]

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Tal como estudiamos, el nivel básico o primero en la santidad del matrimonio consiste en que el hombre se una a su mujer como corresponde y cuide de abstenerse de relaciones prohibidas. El Rambám enumera treinta y siete relaciones prohibidas (Sefer Kedushá). Estas prohibiciones se pueden agrupar en cinco categorías. La primera, que incluye el mayor número de casos, es la prohibición por cercanía familiar como son las relaciones con la madre, la hija, la hermana, la tía, la cuñada y la hija o nieta de la esposa. La segunda incluye a personas que está prohibido desposar, por ejemplo, con un gentil que no se convirtió según la halajá, o con un bastardo o un eunuco. La tercera categoría incluye la prohibición de mantener relaciones homosexuales o con animales. La cuarta se refiere a la prohibición de desposar una mujer casada y la quinta categoría abarca la prohibición de mantener relaciones con una mujer que no está apta para hacerlo en virtud de hallarse durante su período de purificación (Nidá).

Existe otra prohibición sexual grave y es la de violar una mujer o un hombre y obviamente a menores. Este tipo de crimen se comete generalmente bajo la forma de relaciones prohibidas en el seno de la familia, quebrando las reglas de Nidá o la prohibición de mantener relaciones homosexuales. Sin embargo, aunque este abuso se lleve a cabo sin quebrar estas otras prohibiciones, se trata de un daño muy importante para la víctima de la violación al punto que se puede considerar un asesinato, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 22:26): «El violador en cambio, actuó como quien mata a su prójimo impunemente».

La Torá menciona otros diecisiete preceptos respecto de la institución del matrimonio, entre ellos las leyes referentes a los divorcios, el levirato y la liberación de este, leyes referentes al caso de quien seduce o viola una joven virgen, y las leyes referentes al caso de la mujer cuyo marido sospecha que le es infiel (Sotá).

No debemos ser indiferentes al grado de santidad que detenta quien cumple con todas estas prohibiciones y preceptos, ya que en la práctica vemos que la mayoría de aquellos que no aceptan sobre sí el yugo de la Torá y los preceptos no logra perpetuar sus pactos nupciales. Incluso no todas las personas religiosas logran cuidar todas estas normas y preservar sus matrimonios.

Nuestros sabios dijeron en el Tratado de Macot (3:16) que «todo aquel que se abstiene de cometer una trasgresión es recompensado como si hubiese cumplido activamente con un precepto. Rabí Shimón Bar Rabí dice: según la Torá (Devarim-Deuteronomio 12:23): ´se fuerte y abstente de comer sangre, porque la sangre es la vida y te está vedado comer la vida de la sangre´, y si en el caso de la sangre que al hombre le da asco, el alejarse de la misma es recompensado, en los casos del hurto y las relaciones prohibidas que el alma humana los desea, quien se aleja de estos con mucha más razón será recompensado tanto él como su simiente y la simiente de su simiente hasta el  fin de las generaciones». Además, está escrito (Vaikrá-Levítico 19:2): «Seréis santos porque  Santo Soy Yo, el Eterno, vuestro D´s», lo cual es explicado por Rashí como «alejaos de las relaciones prohibidas y de la trasgresión, pues en todo sitio en el cual encuentras una prohibición a una relación prohibida, hallarás la santidad». Por ello, todo aquel que cuida su pacto nupcial es llamado santo («kadosh»).

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06. Los preceptos como cerco que aleja de la trasgresiónhttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-06/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-06/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:06:45 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3145Amén del valor intrínseco del precepto de Oná por medio del cual se manifiesta el amor en el seno de la pareja, se trata también de un escudo protector ante el adulterio. Por ello, quien no está casado está más expuesto a las tentaciones de la inclinación al mal y por ello debe reforzarse más […]

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Amén del valor intrínseco del precepto de Oná por medio del cual se manifiesta el amor en el seno de la pareja, se trata también de un escudo protector ante el adulterio. Por ello, quien no está casado está más expuesto a las tentaciones de la inclinación al mal y por ello debe reforzarse más en el estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos para preservar su capacidad de amar de cara a su enlace matrimonial verdadero y sagrado. A veces el deseo se exacerba al punto que es muy difícil hacerle frente, y entonces, cuanto más se haya fortificado la persona en el estudio de la Torá y su cumplimiento, mayores serán sus posibilidades de salvarse de su impulso, mediando por supuesto la ayuda de D´s.

El Talmud Babilonio (Menajot 44(A)) nos cuenta: «Rabí Natán dijo: no hay precepto en la Torá por leve que parezca que no es recompensado en este mundo, y en el venidero ¡no se estimar cuánto! Ve y aprende del precepto del tzitzit. Había una vez un hombre muy cuidadoso en el cumplimiento del precepto del tzitzit quien escuchó que hay una ramera en las ciudades de la costa que pide cuatrocientas monedas por sus favores; le envió el importe y agendó cita. Cuando llegó su turno fue y se sentó en la entrada de la casa de la meretriz. La criada de esta ingresó y le dijo a su patrona: aquel que os envió las cuatrocientas monedas y agendó cita está sentado en la entrada. Le respondió: hazlo pasar. Pasó. Ella le tendió siete camas, seis de plata y una de oro, entre cada una de estas colocó una escalera de plata y la superior de oro, se subió a la más alta de todas completamente desnuda y él también subió y se sentó desnudo frente a ella. Vinieron sus cuatro tzitziot («flecos» n. de t.) y le golpearon en el rostro, cayó y se sentó sobre el suelo; también ella se cayó y se sentó sobre el suelo. Le dijo la ramera: juro por Roma que no te dejaré ir hasta que no me  digas qué defecto encontraste en mí. Él le dijo: juro no haber visto jamás una mujer bella como tú, lo que ocurre es que D´s nuestro Señor nos ordenó un precepto llamado tzitzit sobre el que está escrito dos veces (Bamidbar-Números 15:41): «Yo Soy el Eterno vuestro D´s», Yo Soy aquel que te habrá de castigar en un futuro y también quien te habrá de recompensar, y en ese momento los tzitziot me parecieron cual cuatro testigos. Ella le dijo: no te dejaré ir hasta que me digas tu nombre, el nombre de tu ciudad, el de tu rabino y el del Beit Midrash donde estudias Torá. Él escribió y le entregó los datos. Entonces ella dividió sus propiedades en tres partes, un tercio se lo entregó al reino (para que le permitan convertirse al judaísmo), otro tercio lo entregó a los pobres (como expiación por sus pecados) y un tercio se lo quedó ella salvo las sábanas que había tendido. Fue donde el Beit Midrash de Rabí Jía y le dijo: Rabí, ordéname los preceptos y convertidme. Él le dijo: hija mía, ¿acaso has puesto tus ojos en alguno de mis alumnos?». Rabí Jía temía que ella quería casarse con alguno de los alumnos por cuanto que no había encontrado pareja entre los hombres de su nación o porque deseaba el dinero de alguno de los estudiantes y su conversión no obedecía a intenciones puras. «Ella extrajo el papel con los datos del muchacho y se lo entregó». En el papel estaba escrita la anécdota, el hecho de que ella era una mujer rica y muchos hombres la deseaban, empero eligió a uno de sus alumnos en virtud de la grandeza de espíritu que había exhibido  el muchacho. Siendo así, Rabí Jía aceptó convertirla y le dijo: «Ve y obtén tu recompensa. Las mismas sábanas que tendiste prohibidamente ahora las tendrás de modo lícito. Esa es la recompensa en este mundo, y para el mundo venidero ¡no se estimar cuánto!».

Vemos en esta historia que cuando el deseo irrumpe y se encamina hacia la prostitución es dañino. En cambio cuando se efectiviza de manera correcta en el marco del matrimonio es bueno y sagrado e incluso es considerado una recompensa celestial.

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07. La salud mental y la reparación del almahttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-07/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-07/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:07:41 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3147Es importante agregar, que mediante el cumplimiento del precepto de Oná con alegría, la persona repara y sana su mente, ya que D´s creó al ser humano de esta manera concediéndole como uno de sus principales impulsos el deseo de unión entre el hombre y la mujer. Si bien en esto no todas las personas […]

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Es importante agregar, que mediante el cumplimiento del precepto de Oná con alegría, la persona repara y sana su mente, ya que D´s creó al ser humano de esta manera concediéndole como uno de sus principales impulsos el deseo de unión entre el hombre y la mujer. Si bien en esto no todas las personas son iguales pues en algunas el deseo es más intenso que en otras, el deseo existe en todas y quien no lo posee padece de una dolencia síquica. En la mayoría de las personas el instinto sexual es el más fuerte de los impulsos, y cuando una persona lo reprime o bloquea su mente puede verse afectada, por lo que a esta persona le resultará difícil cumplir con su cometido de ser humano. Respecto de esto dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Ievamot 63(A)): «todo hombre que carece de mujer no es considerado humano («Adam»), tal cual está escrito (Bereshit-Génesis 5:2): «Varón y hembra los creó y los bendijo y les puso por nombre  Adam». Dado que se trata de un instinto tan poderoso, el mismo somete a la persona a pruebas difíciles. Por esta razón la Torá debió darnos tantos preceptos para encaminarlo y corregirlo.

Hay hombres y mujeres que erróneamente creen que si bloquean su instinto y cumplen el precepto de Oná de modo espaciado podrán elevarse más espiritualmente. Sin embargo, el resultado final puede ser el opuesto, pues a veces, cuando la persona no permite que el deseo se manifieste como corresponde y lo reprime más allá de lo que la Torá requiere, cae finalmente víctima de todo tipo de trasgresiones vinculadas a relaciones sexuales prohibidas («guilui araiot»). Por ello, un hombre que necesita cumplir con el precepto de Oná con una frecuencia mayor a la estipulada por los sabios no debe intentar limitarse para conducirse como el común de la gente. Asimismo, una mujer que siente que su marido necesita una mayor frecuencia de unión corresponde que lo incentive a hacerlo, pues eso es bueno para él y de esa manera preserva su santidad. Empero, si el hombre en cuestión se restringe más de lo que le sienta bien, la inclinación al mal puede tentarlo a ir tras mujeres extrañas o niñas pequeñas. Es sabido que muchas veces los trasgresores de faltas tales como seducción o violación de muchachas menores de edad, no mantuvieron relaciones sexuales con normalidad, frecuentes y normativas durante el período de tiempo previo a la inconducta.

Cuando la pareja logra elevar este instinto incorporándolo al marco matrimonial a los efectos de que abunden el amor y la alegría, logra finalmente conectarse a la raíz de la vida, ya que mediante el precepto de Oná la chispa de Divinidad arde entre ambos y se revela en el mundo por su intermedio; tal como dijera Rabí Akiva  (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 17(A) y ver Zohar III Raaia Meheimna 34:1): «Si el hombre y la mujer son meritorios (el uno del otro) la Divina Presencia reposa entre ellos». Respecto de esto los kabalistas escribieron que quien no siente este deseo, un burro es mejor que él, y no tiene posibilidad de comprender nada en profundidad ni puede amar a D´s de verdad (Reshit Jojmá Shaar Haahavá final del cap. 4).

Ya aprendimos anteriormente (1:5) que el fundamento de la fe del pueblo de Israel consiste en revelar la unicidad de HaShem, y cumpliendo el precepto de Oná llevado a cabo con gran amor y pasión, ésta se manifiesta en el mundo. Mediante esta pasión dos personas se unen por completo entre sí y sus almas y cuerpos participan conjuntamente del cumplimiento del precepto. Entonces, la propia inclinación al mal se revierte, se transforma en benéfica y se une a la inclinación al bien incrementando así la alegría y el amor entre ambos. De esa manera los cónyuges pueden unirse a la raíz de la vida y elevarse en su fe para así poder actuar en pos de la reparación del mundo y su redención, y algo de ellos se habrá de unir a la chispa Divina, y de esto nacerá nueva vida pudiendo así ser socios de HaShem en el nacimiento de una nueva alma (Talmud Babilonio Tratado de Nidá 31(A)).

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08. Pureza e impurezahttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-08/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-08/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:08:08 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3149Todavía nos queda pendiente aclarar dos halajot, una originada en la Torá y la otra de origen rabínico, de las cuales surge, aparentemente, que si bien el precepto de Oná es de carácter sagrado posee también un aspecto impuro. Según la Torá, el esperma que sale de un judío es uno de los factores esenciales […]

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Todavía nos queda pendiente aclarar dos halajot, una originada en la Torá y la otra de origen rabínico, de las cuales surge, aparentemente, que si bien el precepto de Oná es de carácter sagrado posee también un aspecto impuro.

Según la Torá, el esperma que sale de un judío es uno de los factores esenciales que originan impureza (Avot HaTum´á). Una pareja de judíos que mantuvo relaciones de acuerdo a lo prescrito por la Torá, dado que la unión implicó una eyaculación ambos se encuentran en situación de primer grado de impureza («rishón letumá»). A los efectos de purificarse ambos deben pasar por una inmersión en la Mikvé o baño ritual y esperar hasta la salida de las estrellas, para así recuperar el status de pureza que les permita ingresar al Templo de Jerusalém e ingerir de la carne de los sacrificios («basar kodashim»); y si son cohanim, una vez purificados pueden ingerir de las ofrendas sacerdotales. Otro tanto ocurre con los utensilios y las prendas que tuvieron contacto con el esperma del judío en cuestión. Estos quedaron impuros y no se pueden utilizar o vestir si se quiere tocar cosas puras o sagradas, y a los efectos de purificarlos es necesario que pasen una inmersión en la Mikvé. Esto se desprende de lo escrito en la Torá (Vaikrá-Levítico 15:16-18): «Si un hombre tuviera una pérdida de semen se lavará todo su cuerpo con agua y será impuro hasta el atardecer, y toda ropa y toda porción de piel donde haya caído el semen será lavada con agua, y el hombre quedará impuro hasta el atardecer. También se lavará la mujer con quien se acostase el hombre que tuviere efusión seminal. Ambos se bañarán en agua y serán impuros hasta el atardecer»

La impureza es una expresión de la pérdida de vida. El mayor origen de impureza es el muerto («Aví Avot HaTum´á»). La impureza menstrual es también una expresión de muerte pues hubo una posibilidad de generar un embarazo que se perdió y ahora feneció. La impureza asociada a la pérdida de esperma expresa la misma idea por cuanto que este pudo haber generado vida mas finalmente murió (Cuzarí 2:60-62). La Torá nos enseña que aun cuando el esperma salió a los efectos de cumplir con el precepto de Oná genera impureza. Asimismo, estudiamos que el parto impurifica a la parturienta. La cuestión radica en que cada descenso de una gran idea al mundo implica un cierto sentido de muerte, pues siempre la percepción es superior a su concreción en la práctica. Las esperanzas previas a un parto son maravillosas, el corazón se inclina a creer que tras el nacimiento todo el mundo cambiará para mejor y el nuevo niño será perfecto. En la práctica, tras el nacimiento la vida retoma su rutina acompañada de dolores y agotamiento. A pesar del   milagro del nacimiento, el neonato deberá enfrentarse también a los desafíos que acompañan la existencia humana. Incluso el cuerpo lo siente, se trata de la depresión que experimenta la parturienta tras el nacimiento.

El hombre pasa también por un cierto decaimiento una vez que eyacula a pesar de que esto ocurre en el marco sagrado del cumplimiento del precepto de Oná. Previo a la cópula estaba expectante en cuanto a que pronto se habrá de unir a su amada esposa y todo será estupendo por siempre. Su corazón se ve colmado de entusiasmo y emoción que fueron incrementándose hasta el momento de la eyaculación tras la cual el hombre siente que retorna a la cansina rutina de este mundo material quedando vacío y carente de regocijo. Las mujeres casi que no experimentan una sensación de caída tras finalizar la cópula, y tras alcanzar el máximo del placer el descenso a este mundo es suave y liviano. Cuando la unión se lleva a cabo con amor y alegría, una vez finalizada perdura una sensación de satisfacción y bienestar por largo tiempo. Efectivamente, la impureza se deriva del esperma del hombre y no de los flujos que la pasión femenina han hecho brotar.

Se puede decir que el decaimiento posterior al clímax expresa la carencia del hombre, el cual no es del todo completo. También cuando éste realmente ama logra unirse a su mujer por un breve lapso, aun cuando realmente desea alegrar a su esposa permanece en cierta medida dentro de sí mismo. El hombre no logra conectar todo su deseo al amor. Si lograse hacerlo no quedaría sensación de muerte en el mundo ni habría decaimiento alguno tras el nacimiento o la cópula.

Nuestros sabios insinuaron esta cuestión al analizar el tema de la impureza post parto (Vaikrá Rabá 14:5) refiriéndose al versículo de los Salmos (51:7): «He aquí que fui formado en iniquidad y en el pecado fui concebido». Rabí Aja dijo: «incluso en el caso de un varón piadoso entre píos es imposible que carezca de un aspecto pecaminoso. El Rey David dijo ante el Creador: Amo del Universo, ¿acaso mi padre Ishai no tuvo la intención de engendrarme sino únicamente de saciar su deseo? Efectivamente así fue, pues tras la cópula cada quien se voltea para su lado y se duerme y Tú haces ingresar cada gota y cuidas que el bebé sea engendrado. Sobre esto dijo David (ídem 27:10): porque aunque mi padre y mi madre me abandonaron, el Eterno me recogerá».

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09. El decreto de Ezrahttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-09/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-09/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:09:53 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3151Como continuación de la Torá que adjudica impureza a la pérdida de semen («shijvat zera»), Ezra el escriba y su tribunal establecieron que quien mantuvo relaciones sexuales o tuvo una eyaculación involuntaria no puede estudiar Torá hasta que no haya realizado una inmersión ritual (Talmud Babilonio Tratado de Baba Kama 82(B), Rosh). La razón de […]

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Como continuación de la Torá que adjudica impureza a la pérdida de semen («shijvat zera»), Ezra el escriba y su tribunal establecieron que quien mantuvo relaciones sexuales o tuvo una eyaculación involuntaria no puede estudiar Torá hasta que no haya realizado una inmersión ritual (Talmud Babilonio Tratado de Baba Kama 82(B), Rosh). La razón de este decreto es que el estudio de Torá se debe llevar a cabo «con estremecimiento, temor reverencial, temblor y sudor» tal como la recibimos en el Monte Sinaí, y la pérdida de esperma tiene lugar por «distracción y liviandad de espíritu» (ídem Brajot 22(A) y Rashí). Otro motivo de este decreto es que «los hijos de Israel no se asemejen a los gallos que mantienen relaciones para luego subir, bajar e ir a comer» (Talmud Jerosolimitano Brajot 3:4). Asimismo, el decreto procura evitar que los eruditos de la Torá estén con sus mujeres permanentemente al igual que los gallos» (Talmud Babilonio Berajot 22(A)).

De acuerdo con todos los motivos expuestos, no se debe deducir que haya algo defectuoso en la unión entre un hombre y su mujer, sino que no se debe exagerar en esta práctica al grado de asemejarse a un gallo que no tiene nada más en su vida. El ser humano tiene otros objetivos amén de procrear, tanto espirituales como profesionales, y si ha de estar ocupado permanentemente en sus relaciones sexuales como un gallo no podrá cumplir con sus diferentes roles.  La inmersión ritual genera una suerte de carga que tiene por cometido cuidar al hombre de que cumpla con el precepto de Oná conforme a la frecuencia adecuada para él sin exageraciones.

Además de ello, la inmersión ritual tiene por cometido separar los ámbitos. La Torá debe ser estudiada con seriedad, pavor y temor reverencial, mientras que el precepto de Oná debe ser cumplido con humor, relajamiento  y alegría que trasciende limitaciones, tal como está escrito (Bereshit-Génesis 26:8): «Isaac jugueteaba con Rebeca, su mujer» («metzajek et Rivká») lo cual fue explicado por Rashí: «mantenía relaciones sexuales». Los sabios decretaron que el hombre debe ceñir un cinturón que separe entre su corazón y su zona púdica cuando recita palabras de cuestiones vinculadas a la santidad, a los efectos de generar una separación entre el cerebro y el corazón por un lado y la zona púdica por la otra. De no ser así, se teme que el deseo proveniente de las zonas inferiores irrumpa y mezclen la mente y el corazón y dificulten al hombre dedicarse a temas espirituales y emocionales con pureza, al punto que su raciocinio y sus sentimientos pasen a estar sometidos a la concretización de los impulsos. Por lo tanto, a los efectos de proteger el ámbito espiritual de la persona, esta debe estudiar Torá con pavor, temor reverencial, temblor y sudor adecuados a la santidad de los temas tratados. En virtud de ello, cuando la persona retorne a ocuparse de cuestiones materiales podrá conducirlas de forma correcta y apropiada. Por ello nuestros sabios estipularon que en la mañana recitemos una bendición al ceñir el cinturón: «Ozer Israel Bigvurá» (que ciñe a Israel con fuerza de superación n. de t.), pues se requiere de fuerza de superación para separar entre el corazón y la zona púdica. Esta separación libera al hombre del sometimiento al instinto y le permite santificar su deseo físico mediante el precepto de Oná.

En la práctica, el decreto de Ezra el escriba no se difundió o no fue adoptado  extendidamente por el pueblo de Israel. Hubo personas que a los efectos de no interrumpir su estudio de Torá, y por cuanto que se les dificultaba acceder a un baño ritual se abstenían de mantener relaciones dejando sin efecto los preceptos de Oná y de «Creced y multiplicaos». Otros hicieron caso omiso del decreto de Ezra pues no querían afectar ni el cumplimiento del precepto de Oná  ni el de estudiar Torá. Al ver los sabios que este decreto no fue extensamente aceptado en el pueblo de Israel lo derogaron y volvieron a permitir estudiar Torá y rezar sin limitación alguna a quien mantuvo relaciones sexuales y quien había sufrido una pérdida de esperma (ídem ídem, Rambám Hiljot Kriat Shemá 4:8).

De todas formas, aún hay quienes tienen el cuidado de realizar una inmersión ritual antes de estudiar o rezar, de acuerdo a lo decretado por Ezra. Hay quienes cumplen con este decreto duchándose con una cantidad de agua equivalente a 9 «kavín» (unos 11 litros) y hoy día que en todos los hogares hay baño es bueno hacerlo.

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10. Niveles de santidad e intenciónhttps://ph.yhb.org.il/es/14-03-10/ https://ph.yhb.org.il/es/14-03-10/#respond Wed, 02 Apr 2014 21:10:00 +0000 https://ph.yhb.org.il/es/?p=3153Volvamos a los fundamentos básicos: la Oná tiene como particularidad el hecho de que su santidad se manifiesta en el ámbito de la realidad material.  Además, incluso el deseo físico que normalmente tiende a asociarse a la inclinación al mal, mediante su cumplimiento se transforma en preceptiva y se santifica. Por ello, este precepto implica […]

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Volvamos a los fundamentos básicos: la Oná tiene como particularidad el hecho de que su santidad se manifiesta en el ámbito de la realidad material.  Además, incluso el deseo físico que normalmente tiende a asociarse a la inclinación al mal, mediante su cumplimiento se transforma en preceptiva y se santifica. Por ello, este precepto implica una gran reparación pues por su intermedio se revela que no hay ámbito desconectado de lo Divino, que HaShem es el Soberano tanto en el cielo como en la tierra y que incluso la pasión corporal se conecta a la santidad y la potencia. En ese sentido, el precepto de Oná se asemeja al de asentarse en la tierra de Israel pues por medio de ambos la santidad se manifiesta en el mundo físico (arriba 1:5).

Sin embargo, por cuanto que el precepto de Oná involucra los aspectos más físicos del hombre a los que se asocian los instintos más poderosos, este corre el riesgo de verse arrastrado tras sus impulsos más de lo necesario, al punto de olvidar el cumplimiento del precepto y terminar pensando en sí mismo y no en el deleite de su mujer. Este es el aspecto de impureza que acompaña a este sagrado precepto. Sin embargo, todo esto no tiene por cometido desalentar a la persona en el cumplimiento del precepto sino llevarlo a elevarse en cuanto a su intención y dedicación en el mismo. Por esto nuestros sabios, de bendita memoria, indicaron que quien quiera elevarse en el camino de la santidad que lo haga mediante el precepto de Oná, centrando su intención en el deleite máximo de su mujer. Asimismo, encontramos que Ezra el escriba, quien instauró diez decretos, uno de los cuales fue que la persona realice una inmersión ritual posterior a la cópula, decretó también dos medidas que tienen por cometido intensificar el amor entre el hombre y la mujer. Una de ellas indica ingerir ajo las noches de Shabat pues este intensifica el amor y por su intermedio el hombre podrá unirse a su mujer con gran deseo. La segunda medida estipula que los mercachifles pueden vender joyas y perfumes en todas las aldeas a los efectos de que las mujeres se vean atractivas a los ojos de sus maridos (Talmud Babilonio Baba Kama 82(A) y (B), arriba 2:5).

Corresponde prestar atención al maravilloso principio que existe en las relaciones entre el hombre y su prójimo, que hace que las cuestiones cotidianas de la convivencia se transformen en preceptos. Cuando una persona prepara para sí una comida sabrosa no está cumpliendo con un precepto sino que se ocupa de sus necesidades físicas y emocionales. Empero, cuando prepara una comida sabrosa para un invitado cumple con un precepto. Más aun en lo referente a las relaciones de pareja, cuando los cónyuges se deleitan uno al otro se consagran en la santidad del precepto de Oná y la Divina Presencia reposa entre ellos.

En términos generales, y tal como ya estudiamos (halajá 3), hay dos niveles de santidad en el precepto de Oná: el primero radica en cumplir con el pacto matrimonial conforme a las normas, apartándose de los pecados de las relaciones prohibidas y cuidando los ciclos de pureza e impureza de la mujer (nidá). El segundo nivel implica un agregado de amor y unidad entre los cónyuges que revela la profundidad de la vida eterna que subyace en su relación.

Hasta el momento, en nuestro estudio hemos seguido la opinión central que pregona que cuanto más se alegran y deleitan mutuamente los cónyuges, estos cumplen el precepto con mayor grado de excelencia y su unión es más sagrada. Sin embargo, cabe mencionar que hay otras dos opiniones respecto de la santidad en el cumplimiento de este precepto, la de Rambám y la de «Kedushá Haprushit» o santificación por medio de la abstención. Dado que en cada una de estas opiniones anida una verdad es valioso estudiarlas, y por medio de su análisis se entenderá la opinión central de un modo más completo y equilibrado.

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