Si bien tras la ingestión de leche se permite limpiar la boca, enjuagarla y comer carne, tras haber ingerido carne está prohibido comer leche porque la digestión de la carne es prolongada, su fuerte sabor perdura por largo tiempo, y quien come leche tras haber ingerido carne puede llegar a sentir sabor a carne y a leche conjuntamente. Además, como la carne es dura, puede quedar atrapada entre los dientes y solamente pasado un tiempo se desprende de estos o se disipa su sabor. Sin embargo, en el Talmud no se especifica cuánto tiempo es preciso esperar entre las ingestas de carne y leche, y solamente se mencionan las palabras de Mar Ukva, quien fuera uno de los primeros sabios amoraítas, y diera testimonio personal de que en esa cuestión era una suerte de “vinagre hijo de vino”[1] pues su padre solía esperar veinticuatro horas entre carne y leche al tiempo que él se contentaba con esperar hasta la siguiente comida (Tratado de Julín 105(A)).
Según la opinión mayoritaria de los sabios medievales o rishonim la intención de Mar Ukva es enseñarnos que entre carne y leche es preciso esperar al menos el tiempo que pasa entre las dos comidas que se solía comer a diario, la primera por la mañana y la segunda de noche (Rabenu Jananel y Rabí Ytzjak Alfasi). Cuando se calcularon las horas, resultó que entre ambas comidas no pasaban menos de seis horas, ya que quienes desayunaban tarde, casi al mediodía, esperaban unas seis horas hasta la cena que tenía lugar después del rezo de Arvit. Resulta entonces que el tiempo que una persona precisaba esperar entre carne y leche era de seis horas (Rambám, Ytur, Rosh, Rashbá, Rabenu Nisim y Gaón de Vilna). Así acostumbran a proceder los judíos de origen sefaradí y la mayoría de los ashkenazíes (Shulján Aruj y Ramá 89:1).
Por su parte, algunos de los grandes sabios medievales ashkenazíes sostienen que de las palabras de Mar Ukva se aprende que está prohibido ingerir carne y leche en la misma comida, pero en la subsiguiente, sin importar cuándo sea, se permite ingerir leche. Por lo tanto, inmediatamente después de finalizada una comida de carne y recitado el Birkat HaMazón se puede asear la mesa, limpiarse la boca, enjuagarla e ingerir una comida láctea (Tosafot, Rabí Eliezer ben Yoel HaLeví). Quienes detentaban esta opinión acostumbraban a esperar cuanto menos una hora entre la ingestión de carne y la de leche ya que de esa manera quedaba claro que se trataba de dos comidas distintas o separadas. Dado que esperaban una hora, ya no resultaba necesario tener el recaudo de limpiar la boca y enjuagarla, y solo en caso de que se supiera que efectivamente habían quedado restos de carne entre los dientes -era preciso retirarlos antes de ingerir la comida láctea. Y así es como proceden algunos de los judíos ashkenazíes (Ramá 89:1, Siftei Cohen 7). Entre estos, hay quienes acostumbran a esperar tres horas entre carne y leche, y su razonamiento es que a partir del momento en que se comenzó a ingerir tres comidas diarias, tres horas pasó a ser el lapso más breve que se acostumbra a esperar entre comidas.
Muchas de las eminencias halájicas ashkenazíes de las últimas generaciones instaron a todos a esperar seis horas entre carne y leche (Ramá 89:1, Siftei Cohen 8). Sin embargo, en la práctica consideramos que dado que el fundamento de esta halajá se origina en las palabras de los sabios, y dado que corresponde honrar las costumbres del pueblo de Israel que fueron establecidas por eminencias de la Torá, no es procedente convencer a quienes adoptan una actitud flexible y esperan una o tres horas que modifiquen su proceder. Pero en el caso de todo aquel cuya familia no detente claramente la usanza de adoptar la actitud flexible, es preciso que tenga el recaudo de cuidar seis horas, tal como lo hace la mayoría del pueblo de Israel.