Pninei Halajá

Festividad de Sucot

PROLOGO RAV MAARABI

BHN”V

“U-fros alénu Sucat Shelomeja”… es el sonido que acompaña nuestra sentida Tefilá nocturna. ‘Extiende sobre nosotros la Sucá de Tu Paz’. Sucá, esa frágil construcción, esa medida de lo temporal que sella nuestra existencia, es sinónimo de paz. Es el símbolo del poder habitar a la sombra del Creador, y bajo ella, hallar la protección verdadera, física y espiritual. La paz – Shalom- nos habla de un espacio de quietud, regocijo interno; de un solaz que podemos compartir ‘a solas’ con el Boré Olam bajo un techo muy especial y rodeados de paredes que narran historia…

 

“Jag ha-Sucot taasé lejá” nos dice la sagrada Torá. ‘La celebración de Sucot harás para ti’. Es una fiesta por hacer. Es un tiempo que depende de nosotros así como de una ordenanza del Creador. Cuando confluyen voluntades, entonces hay Shalom, entendemos. Sucot es ejercer la memoria, no tan solo de un pasado, sino por el contrario, de cada presente que nos toca vivenciar. Pues las Sucot al decir del santo maestro Rabí Akiva, hacen referencia a las cabañas materiales en las cuales el Todopoderoso nos hizo habitar durante cuatro décadas en el desierto, a modo de protección del sol abrasador. Hemos sabido de ‘desiertos’ en estos 2000 años de exilio, sin duda. Así como hemos comprendido – a la fuerza- de la temporalidad de nuestras residencias en el galut. Vivir en el desamparo de las naciones, pero bajo la sana y segura protección del Altísimo. Y aquí, todos acordamos con Rabí Eliezer, cuando en su definición de las Sucot, nos regaló la idea de “Anané Cabod”, Nubes de Gloria, con las cuales rodeó el Todopoderoso a Su Pueblo a lo largo de su periplo por el desierto entonces, y hoy, tras dos mil años de exilio, por el desierto de las naciones… “Lulé HaShem she-haia lanu, yomar na Israel…” – ‘De no haber estado HaShem con nosotros, dirá Israel’ nos recuerda el rey David en su salmo…

 

Jag HaSucot es La Fiesta. “Jag” es su nombre reducido. ‘La Fiesta’. Porque incluye la satisfacción de sabernos correspondidos para con el Creador. Porque durante su recorrido, alcanzamos a plasmar nuestros logros materiales. De allí su denominación “Jag HaAsif”, tiempo para recolectar. Tiempo de reunir y evaluar nuestro esfuerzo. Tiempo de agradecer una vez más al Creador, por la berajá de nuestros campos y tareas. Pero Sucot, a diferencia de Pesaj y Shavu’ot, es una celebración universal. Sucot es nuestro tiempo cuando pedir por los otros. En época del Santuario, setenta sacrificios eran elevados durante los siete días festivos. ‘Por la paz de las setenta naciones del mundo’, aseveraban nuestros sabios. Expresión única. Un pueblo que pide por la paz de los demás. Increíble conjunción de sensatez y amor a la humanidad, tal como nos encomendó nuestro D’s…

Y así Sucot nos invita en sus matizados días, a ornamentarnos con las Cuatro Especies vegetales, una suerte de materializar nuestro agradecimiento, con todo aquello que – a nuestro alrededor y al alcance de la mano- podemos presentar ante HaShem, tal como nos lo pidió…Y el punto de conclusión, es nuestra Fiesta ‘particular’. El tiempo final de sus días, un Octavo Día, que carece ya de la Mitzvá de la Sucá, así como de las Cuatro especies…Un día que su única Mitzvá, es la Alegría, el regocijo, la felicidad simple, pero que es la maravillosa sensación de plenitud… “U-baYom haSheminí, Atzeret tihié lajem”, recuerda el lector. ‘Y en el día Octavo, Día de Convocatoria será para vosotros’. Un día donde conjugar la felicidad del Encuentro con nuestro D’s. Día singular. Encuentro particular. Sensación de felicidad sin igual. Y por ello, todo acontece en ese día alrededor de nuestra Sagrada Torá…

Simjat Torá es la ecuación final de este tiempo. Alegrarnos con ella. Alegrarnos por ella. Pero por sobre todo “Naguila veNismejá Baj…”: ‘Nos alegraremos y nos regocijaremos en Ti’, HaShem nuestro D’s.

 

Con agradecimiento al Todopoderoso, que nos ha dado la vida y nos ha sostenido hasta este momento, nos sentimos honrados en ser parte de esta magna obra del sabio Rab –nuestro maestro- Eliezer Melamed shelita; del poder abrevar de sus aguas tan pletóricas de sabiduría y recorrer los vastos campos del conocimiento de la halajá, con su expertez, claridad de conceptos y excelencia en el transmitir.

El Libro de Jag HaSucot es el decimotercero en la serie de nuestra tarea de traducción y edición en español, y junto a todos los restantes, sentimos que hemos crecido no tan sólo en el saber sino y por sobre todo en la práctica cotidiana, y por sobre todo, en la enseñanza a nuestros alumnos y miembros comunitarios, los primeros en disfrutar de esta obra excepcional.

Quiero agradecer una vez más, la sensibilidad y dedicación del Rab Israel Diament, Shelita, con quien compartimos la tarea desde el comienzo. Su vasto conocimiento, su dedicada labor en la búsqueda de conceptos claros en la traducción y su buen humor siempre presente, hacen que la tarea más allá de un desafío intelectual se torne en placentera y llevadera. “Hazte de un maestro, adquiérete un amigo” reza el Pirké Avot. He aquí la bendición del Creador: un maestro, un amigo… ¡Jazak uBaruj querido amigo!

A su vez, quiero dar la bienvenida a nuestra correctora de estilo, la Profesora Jana Ofelia Nehmad, olá jadashá de México, quien se suma a nuestro equipo de trabajo, deseándole todo lo bueno y por sobre todo, acercar su sabiduría a estas páginas. ¡Bienvenida Janá Ofelia y mucha hatzlajá!

 

A ustedes lectores del idioma español, agradecerles vuestras sugerencias, críticas y correcciones. Nuestro deber es aprender cada día. De cada uno de vosotros. Gracias entonces por ayudarnos a evaluar cada aspecto desde vuestra sabia mirada. Este es nuestro 13° Libro en traducción al español, y nos sentimos orgullosos de continuar aprendiendo, a partir de estas líneas, así como descubrir aspectos de nuestra Festividad de Sucot, que nos son tan caros como nuestros ancestros y nuestras familias.

Agradezco al Boré Olam, Quien nos permite vivir este instante de creatividad y “la’asok be-divré Talmud Torateja” – de ‘ocuparnos y dedicarnos a las palabras que conforman el estudio de Su Sagrada Torá’, elevando una plegaria simple por todos los ojos y los corazones que nos leen, rogando por su buena salud y bienestar físico y espiritual. ¡HaShem nos permita continuar la obra de nuestros sabios, siempre! Entonces, las palabras de despedida serán hasta el próximo desafío, un nuevo libro, de esta colección única e irreemplazable de la biblioteca hogareña…

 

מה אהבתי תורתיך, כל היום היא שיחתי!

“¡Cuánto amo Tu Torá, ella es mi palabra cotidiana!”

Con la Bendición de la Torá y la Paz,

Rab Dr. Mordejai Maarabi

Comienzos de Menajem Ab,

Cuando el consuelo alcanza los altos Cielos,

y nos regresa la esperanza del Bet HaMikdash

Ra’anana, Israel

 

Prólogo

Agradezco a HaShem que me ayudó a completar las leyes de la festividad de Sucot y terminar el conjunto de libros que cubren Shabat y las tres fiestas de peregrinación o Shloshet HaRegalim. Esto, además de las leyes de Zmanim que contienen las halajot de Rosh Jodesh y las festividades.

En este libro me extendí más en los preceptos que son una remembranza de la labor del Templo, y es lo que corresponde hacer en torno a la festividad de Sucot, pues el hecho de portar el lulav durante siete días es en recuerdo de nuestro Santuario, así como también la celebración de Simjat Beit HaShoevá (tal como es explicado 1:10-12), el dar las vueltas (hakafot) sosteniendo el lulav (5:9-10) y los golpes en el suelo con las hojas de sauce (aravot).

A modo de continuación, agregué un capítulo (cap. 8) sobre el precepto de reunir a la congregación (Hakhel), precepto cuya memoria se comenzó a evocar de diferentes maneras en las últimas generaciones.

En este tomo se explicaron también diferentes cuestiones relativas a la fe, lo cual también resulta acorde a la festividad de Sucot, respecto de la cual fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:43) «Para que vuestras generaciones sepan que hice habitar en cabañas (Sucot) a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto». Además, la fe está vinculada a la alegría, ya que también ésta es especial en la festividad de Sucot, por lo que sus componentes y los caminos para alcanzarla serán detallados ampliamente en el presente libro.

II

Al igual que en libros anteriores, expliqué los detalles a partir de las reglas generales. Por ejemplo, a partir de la definición de sucá como una vivienda temporaria en el capítulo dos expliqué todas sus halajot, a partir de la regla que indica que la residencia en la sucá debe asemejarse a la del hogar detallé además todas las halajot referentes al tema.

En las halajot de las cuatro especies, partiendo de la regla que define los cinco casos que tornan al vegetal en no apto para su uso ritual, detallé todas las normas particulares de este menester, que se asientan en la gran premisa de que toda especie que guarda semejanza a su forma natural es kasher.

III

También a este tomo se le sumará otro de extensiones o apéndices (harjavot) en cuestiones de Sucot y las festividades o Mo’adim que traerá fuentes suplementarias, así como también más explicaciones y fundamentos a las diferentes halajot, especialmente en aquellas que implican una innovación.

En un principio, el libro de extensiones fue escrito en virtud de la necesidad de responder a preguntas que me formularon personas estudiosas que profundizan en el contenido de los libros de la serie Pninei Halajá y suelen consultar las fuentes de las diversas halajot y cuál es la línea de razonamiento que las sustenta. Por este motivo, los libros anteriores de extensión carecían de carácter sistemático. En algunas ocasiones traían explicaciones largas y profundas o únicamente la mención de un número reducido de fuentes relativas al tema. Otras veces, incluían los apéndices a temas de pensamiento judío mencionados en el libro entraban en la sección de extensiones.

IV

Este tomo posee una gran innovación, por cuanto que tuvimos el mérito de que la gran mayoría de las extensiones fueron redactadas por importantes estudiosos de la Torá que están acostumbrados a estudiarla con el propósito de llegar a fin de cuentas al dictamen de la halajá de un modo exacto tras un ceñudo análisis y además surgieron en esta nuestra Yeshivá de Har Berajá. Me refiero principalmente al Rabino Maor Kayam, el Rabino Oren Djabash y el Rabino Barel Shevaj. En los tomos anteriores de la colección debí disculparme por el hecho de que las extensiones son menos elaboradas, y ahora todos somos responsables de la obra (Tratado de Sanhedrín 7(B)). La responsabilidad en cada tema recae sobre quien la escribe y sobre el editor general que es el Rabino Maor Kayam. De ese modo las explicaciones suplementarias pudieron ser más extensas sin por ello demorar la redacción del tomo de Pninei Halajá, lo cual permite engrandecer y enaltecer la Torá.

V

En lugar de las palabras de Torá que suelo escribir en cada libro, en esta oportunidad repetiré los conceptos que vertiera en el acto de entrega del Premio Rabí Tzví Yehudá HaCohen Kuk, de bendita memoria, a la Creación Judía el día 5 de Av:

«Quisiera agradecer este premio (a quienes adjudican este galardón) … ya que en verdad no me pertenece a mí, sino a mis progenitores, a mi padre y maestro mío y a mi madre y maestra mía; a la Yeshivá Merkaz HaRav y a su decano el Rav Tzví Yehudá HaCohen Kuk, de bendita memoria, por cuyas sendas procuro transitar.

Este premio les pertenece también a todos los habitantes de Har Berajá, localidad en la cual ejerzo el Rabinato hace ya unos veinticinco años, que logran estar en guardia en pos de nuestro pueblo y nuestra tierra, en la primera línea de asentamientos en los altos del Monte de Berajá. En virtud de la vida práctica plena de idealismo de los habitantes de esta localidad y a partir de las preguntas que estos me formulan, tengo la posibilidad de profundizar en el estudio de la Torá de un modo que ilumine, oriente y guíe la vida, y los frutos de esta labor están plasmados en la colección Pninei Halajá.

Este premio les pertenece también a todos los alumnos de la Yeshivá de Har Berajá y a sus rabinos. Gracias al estudio permanente junto a ellos tengo la oportunidad de profundizar, ampliar y elaborar todas las cuestiones que aparecen en los diferentes tomos de Pninei Halajá. Por ello, con la ayuda de HaShem, transferiré el monto del premio como donativo a la yeshivá.

Quisiera recordar a aquellas personas que me ayudaron de manera especial, al Rabino Yonadav Zer, al Rabino Maor Kayam, al Rabino Eyal Moshé, al Rabino Oren Matza, al Rabino Oren Djabash, al Rabino Barel Shevaj, al Rabinio Shlomi Badash, al Rabino David Witzner, al Rabino Maor Horowitz y al Rabino Netanel Rozenstein y todos los demás avrejim y estudiantes que ayudan con las revisiones del texto. Asimismo, quisiera agradecer a mi buen amigo el Rabino Zeev Sultanovich que hace ya más de treinta y cinco años tengo el privilegio de dilucidar junto a él todas las preguntas complejas que surgen. De igual manera, quisiera agradecer también a todos los rabinos de la yeshivá que asumen el peso mayor de la educación de los estudiantes y del crecimiento de la institución permitiéndome dedicarme de lleno a la escritura de libros.

Es también para mí un gran privilegio poder agradecer a las personas de acción cuyo talento y laboriosidad impulsan toda iniciativa sagrada, incluida la edición de libros. Me refiero a: el primer director de la yeshivá y ex diputado Ya’akov Katz Kátza’le; el distinguido director Dudu Sa’ada que continuara luego como editor del semanario BeSheva, al actual director Ya’akov Weinberger, Yejezkel Imbar y Yoni Israeli, miembros de la fundación. Asimismo, a los responsables de la publicación de los libros a lo largo de los años, a Shmuel Avital, Alon Ba’al Tzedaká, Israel Sa’adia, Shalev Kayam, Yoguev Cohen Israel Baum y Keren Fogel.

Un agradecimiento especial a los padres de mi señora, Rabí Tuvia y Pnina Katz, a mi querida esposa Inbal que hace todo lo posible por alentarme y ayudarme en mi labor e incluso colabora en la elaboración de los temas primordiales, especialmente en el área de la promoción de ideas espirituales para la vida.

Quisiera también agradecer a quienes estudian de los libros que publico. De cierta manera ellos se encuentran a mi lado en mi habitación durante el estudio, hacen observaciones, formulan preguntas, fruncen su ceño cuando la idea que expongo no adquiere todavía la consistencia o la coherencia necesarias y se alegran cuando los diferentes temas se van aclarando. Muchas veces ellos adoptan la figura concreta de uno de mis amigos, alumnos o personas que me cruzo, y sé que un tema determinado con toda certeza los preocupa. Por mi parte, me esmero por sentarme con ellos y aclararles cabalmente el tema analizado. No siempre me veo coronado con el éxito, a veces tras mi explicación siguen desconformes, pero no me queda otra alternativa, al final, la verdad es aquella que debe ser escrita.

Junto a mí en la pequeña habitación, se encuentran las figuras de aquellas personas que deben levantarse temprano para ir a trabajar y desean saber cuál es su deber en este mundo, personas de acción que se dedican a poblar el mundo y desean que la Torá ilumine y eleve sus vidas, jóvenes y niños con cabeza abierta y deseos de entender con claridad la halajá sin dificultades ni complicaciones, estudiosos que desean seguir el hilo que conduce de la idea central expuesta en el tema, a través de los orígenes de los diferentes métodos de interpretación y hasta la halajá práctica; académicos, cercanos y distantes, que desean comprender la lógica y la armonía de la Torá; alumnos de los cursos preparatorios pre enrolamiento al ejército que buscan sentido e ideal en los contenidos halájicos y soldados y otras personas con poco tiempo disponible para el estudio que desean saber qué es obligatorio y qué es opcional y con cuánto es posible conformarse en caso de premura.

Son también socias de estos libros aquellas mujeres que desean saber su lugar en la halajá, ya que la mayoría de las obras de halajá están escritas para hombres y las mujeres que de éstas estudian se preguntan si lo leído les atañe o no. A veces, cuando escribo una halajá que pudiera percibirse como irrespetuosa hacia las mujeres profundizo más y muchas veces descubro que si se redacta con suma precisión y profundidad las dudas se disipan, y otras veces carezco de la respuesta adecuada y escribo perplejo y en tono de disculpa como diciendo: no tengo alternativa, esto es lo que dice la halajá y debemos reforzarnos en nuestra fe de que todos los caminos de la Torá son rectos y buenos y aquello que no comprendemos hoy, lo entenderemos en un futuro.

Al momento de escribir, tengo también presente a las personas de bien de las naciones del mundo, y en ellas pienso, especialmente luego de que se comenzaron a traducir los libros de la colección a lenguas extranjeras y los diferentes temas están a la vista de todos en la internet. Procuro que el texto no contenga expresiones que pudieran resultarles ofensivas, teniendo el cuidado de no alterar en un ápice la verdad de la Torá. Explico el rol fundamental que está llamado a cumplir nuestro pueblo, que HaShem nos escogió para ser Su nación singular no a cuenta de los gentiles, sino para su provecho.

Quisiera concluir con una nota personal, referida al tema en cuestión, y es que quien se dedica a escribir Halajá puede verse expuesto a diferentes presiones, tanto de quienes desean que se adopte una actitud más flexible para acompasar la halajá a la atmósfera cultural predominante como de parte de quienes desean que se adopte una actitud más estricta y se tomen en cuenta opiniones individuales que son mencionadas en los libros de halajá. Presiones de parte de quienes desean que escriba más brevemente y me remita únicamente a las reglas generales y de parte de quienes desean que abunde en detalles tal como se acostumbra en los libros de halajá.

A los efectos de sopesar de modo certero y correcto, en mi humilde opinión, es necesario poseer una suerte de área protegida de todas estas presiones. Bendito sea HaShem que tuve el privilegio de contar con la defensa y el apoyo máximos de parte de los habitantes de Har Berajá y de mi familia. No sé si hubiera sido capaz de abrirme un camino de no ser por este importante apoyo.

Quiera D’s que podamos profundizar en la sagrada Torá, y en virtud de ello continuar construyendo el país y Jerusalém, y tengamos el mérito de construir el Sagrado Templo para el arribo del justo redentor, pronto en nuestros días, y entonces, de Sion saldrá la Torá y la Palabra de D’s de Jerusalém».

VI

De todas maneras, corresponde recordar especialmente a quienes colaboraron en la edición del presente tomo. Me refiero al Rabino Maor Kayam, el Rabino Barel Shevaj y el Rabino Yonadav Zer, cuyos nombres se mencionan también en el libro de las extensiones (Harjavot), cada uno de ellos en el tema que resumió. Asimismo, agradezco al Rabino Maor Horowitz por su ayuda en la revisión del texto y la preparación del mismo para su publicación, y al Rabino Netanel Rozenstein por la redacción del índice temático.

Eliezer Melamed

01- Los nombres de la festividad y sus fundamentos

Esta festividad cuenta con tres nombres: 1) Jag HaSucot (Fiesta de las cabañas) en virtud del precepto de la sucá. 2) Jag HaAsif (Fiesta de la recolección) ya que en ella se termina de recolectar la cosecha de cereales y las frutas. 3) Jag (Fiesta), a veces es llamada ‘Jag’ o ‘Fiesta’ a secas, tal como fue dicho (Divrei HaYamim-Crónicas II 7:8): «Y Shelomó realizó la fiesta (HaJag)». Esto se debe a que se trata de las más alegre de las festividades del año y en ella reinaba una gran alegría que se manifestaba en las danzas de la alegría por la extracción del agua o Simjat Beit HaShoevá (Tosfot Yom Tov al Tratado de Rosh HaShaná 1:2), y en ella, los hijos de Israel ofrendaban más sacrificios que en el resto de las festividades (Ha’amek Davar 16:13). La cuestión de la alegría especial de esta festividad será explicada a continuación (halajá 8).

Tres cuestiones básicas se nos presentan en la festividad de Sucot y todas están interconectadas: 1) El carácter sagrado de estos días, incluida la festividad de Sheminí Atzeret, en los cuales culminamos el ciclo anual de festividades y en ellos estamos especialmente alegres y le agradecemos a HaShem por la colecta de las frutas del año. Esta santidad se manifiesta en el precepto del cese de labores el primero y el octavo día que son festivos (Yamim Tovim) y en el cese parcial de actividades durante los días intermedios de Jol HaMo’ed. La santidad de los días se expresa también por medio de las ofrendas suplementarias que se nos ordenó sacrificar en su curso, tal como se detalla en el libro de Bamidbar o Números del Pentateuco (29:12-34).

2) El precepto de las cuatro especies, que implica una alegría suplementaria a la de la recolección de los frutos de todo el año y al retorno en arrepentimiento y la expiación de los Días Solemnes.

3) El precepto de la sucá, que es el que le da su nombre a la festividad – ‘Fiesta de Sucot’ – para que todas las generaciones sepan la cuestión de la salida de Egipto y la Providencia que HaShem extendió sobre Su pueblo.

La sucá tiene implícito una insinuación sobre lo que nos depara el futuro, cuando HaShem extienda sobre nosotros, sobre todo Israel y sobre el mundo entero una sucá de Su paz.

Estas tres cuestiones están explicadas en la porción de las festividades que aparece en el libro de Vaikrá o Levítico del Pentateuco (23:33-44), pues a diferencia del resto de las festividades mencionadas en el pasaje, la temática de Sucot está descrita en tres etapas: la primera (Vaikrá-Levítico 23:33-38):

«Y habló HaShem a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: A los quince días, de este séptimo mes: festividad de las cabañas siete días ante HaShem. En el primer día habrá convocación sagrada, ninguna obra de trabajo habréis de hacer. Siete días ofreceréis sacrificio al fuego ante HaShem. En el día octavo, convocación sagrada será para vosotros, y ofreceréis sacrificio al fuego ante HaShem. Día de Asamblea, habrá de ser, ninguna obra de trabajo habréis de hacer».

La segunda (ídem 39-40):

«Empero a los quince días del mes séptimo, al recolectar vosotros el producto de la tierra, habréis de celebrar un sacrificio festivo ante HaShem siete días. En el día primero habrá descanso, y en el octavo día habrá descanso. Y tomaréis vosotros en el primer día: fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces del río, y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s siete días».

La tercera (ídem 41-43):

«Y habréis de celebrarlo -sacrificio festivo ante HaShem siete días al año. Ley perpetua para vuestras generaciones, en el mes séptimo lo habréis de celebrar. En las cabañas habitaréis siete días, todos los nativos de Israel habrán de habitar en las cabañas. A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando los saqué Yo de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

02- La Fiesta de la Recolección

Sucot recibe también el nombre de Fiesta de la Recolección, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 34:22): «la festividad de la Recolección, al concluir el año», debido a que coincide con la temporada en la cual se termina de recolectar la cosecha de granos y las demás frutas de los campos y son llevadas a las asas y a los depósitos. Asimismo, fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:13): «La fiesta de las Cabañas habrás de hacer durante siete días, cuando recojas de tu era y de tu lagar» (igualmente en Vaikrá-Levítico 23:39).

Las tres fiestas de peregrinación (Sheloshet HaRegalim) están vinculadas a las temporadas agrícolas en las que caen, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 23:14-16): «Tres veces en el año ofrecerás sacrificios ante Mí. La festividad de los Panes Ázimos … Y la festividad de la Siega: las primicias de tus labores, lo que sembrares en el campo y la festividad de la Recolección, al concluir el año, cuando tú recojas el fruto de tus labores del campo». La festividad de Pesaj en la primavera, cuando todo comienza a crecer, la de Shavu’ot al completarse la siega de la cosecha de granos y que marca el comienzo de la recolección de las frutas de los árboles, y finalmente la de Sucot al culminar la recolección de las frutas del año. El precepto de las festividades es que en ellas nos alegremos y le agradezcamos a HaShem por el abundante bien que nos ha prodigado, y por ello, la alegría en Sucot es mayor, pues en esta fiesta terminamos de recolectar la cosecha de todo el año (Ver Pninei Halajá Mo’adim 1:2, 13:4-5).

El ciclo natural que acontece en este mundo refleja el proceso espiritual que tiene lugar en los ámbitos superiores. Pesaj es un tiempo de inicio y renovación, por ello en estos días salimos de Egipto y nos transformamos en un pueblo. La festividad de Shavu’ot es el tiempo de maduración del proceso de crecimiento de la cosecha de granos y por ello, fue entonces que recibimos la Torá. La festividad de Sucot es el tiempo de culminación de la recolección de la cosecha de granos y las frutas y su posterior acopio en la casa, y lo mismo ocurre en la esfera espiritual, es el tiempo de recoger los frutos espirituales que obtuvieron los hijos de Israel al salir de Egipto y deambular por el desierto e ingresarlos a la casa, esto es, a la tierra de Israel que es el hogar de todos los judíos. Y tal como escribiera Abarbanel en su comentario (a Devarim-Deuteronomio 16:13), el aspecto central de la alegría de Sucot es el acto de recibir en herencia la tierra de Israel. La fiesta de las Matzot, se celebra por la singularidad de Israel que se manifestó en el éxodo, la de Shavu’ot por la entrega de la Torá y la de Sucot, por la herencia de la tierra patria.

En Sucot concluyen dos períodos: el extenso que es el de las tres fiestas de peregrinación, que coincide con el ciclo de las estaciones agrícolas, de modo tal que cada invierno este proceso vuelve a iniciarse por medio de la preparación de los suelos y la siembra. En primavera irrumpen el florecimiento y el crecimiento y entonces tenemos el mérito de recibir la festividad de Pesaj en la cual se reveló la singularidad del pueblo de Israel, ya que HaShem nos escogió de entre todas las naciones. Luego en la festividad de Shavu’ot se completa la siega de la cosecha de la cual proviene la principal fuente de alimento humano, y es entonces que logramos captar la luz de la Torá que es el fundamento principal de nuestras vidas. El proceso de la recolección de los frutos se prolonga a lo largo de todo el verano hasta su culminación en la festividad de Sucot. Resulta entonces que todos los frutos del año, tanto físicos como espirituales se van reuniendo en Sucot, y en virtud de ello se trata de la más alegre de las fiestas del calendario anual.

El período breve está vinculado al proceso de retorno en arrepentimiento y de expiación por el cual pasamos durante los meses de Elul y Tishrei. Junto a todas las cosas buenas que realizamos a lo largo del año, el ser humano es también capaz de pecar, y para completar el año lo más positivo posible, es necesario retornar en arrepentimiento (lajazor bitshuvá). Es decir, limpiarse y refinarse de todo el mal que se adhirió a nosotros. Esta es nuestra labor espiritual en el mes de Elul, Rosh HaShaná, los Diez Días de Retorno y Yom Kipur. Por mérito del retorno en arrepentimiento, la expiación y el refinamiento, el bien que captamos a lo largo del año se torna límpido y ‘filtrado’ de todo mal que se le pudiese adherir, y de ese modo es posible alegrarse doblemente en la fiesta de la recolección (Jag HaAsif).

Nuestro maestro, el Rav Kuk, de bendita memoria, agregó a esto una explicación, que si bien el retorno en arrepentimiento es muy importante ya que refina el corazón y purifica las acciones desagradables realizadas, a este proceso se le suma un cierto dolor que causa el debilitamiento de la buena voluntad y la fuerza vital. Por ello, la compleción del proceso de retorno se lleva a cabo por medio de la alegría sagrada de la festividad de Sucot que vuelve a potenciar la buena voluntad y la vitalidad pura (Orot HaTeshuvá 9:10).

03- Las cuatro especies

El precepto de tomar las cuatro especies está vinculado a la alegría de la festividad de Sucot, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): «y tomaréis vosotros en el primer día: fruto de árbol hermoso (etrog), ramas de palmeras (lulav), ramas de árboles frondosos (hadas) y sauces del río (aravá) y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s siete días». Nuestros sabios entendieron que la alegría de tomar el lulav está vinculada al motivo de la fiesta de la recolección en sus dos aspectos, el físico y el espiritual.

En el aspecto físico, porque en Sucot se termina de recoger la cosecha de todo el año y las personas están por demás alegres con el fruto de su esfuerzo, y a los efectos de que esta alegría se vea santificada y esté vinculada al agradecimiento a quien creó y sostiene el mundo, se nos ordenó tomar cuatro especies como una forma de dar las gracias a nuestro Creador (Rambán a Vaikrá-Levítico 23:39; Sefer HaJinuj 324).

En el aspecto espiritual, en la festividad de Sucot concluimos el proceso de retorno por las transgresiones del año que pasó y tomar el lulav es portar el estandarte o la insignia en señal de victoria, de éxito del proceso de arrepentimiento y del acercamiento completo que alcanzamos con HaShem, Bendito Sea.  Tal como dijeron nuestros sabios: ¿A qué ese asemeja esto? A dos personas que entraron a un juicio, y al salir no se sabe quién de los dos salió victorioso, pero cuando uno de ellos alza su lanza, sabemos con certeza que es él quien resultó triunfante en el litigio. Lo mismo ocurre con el pueblo de Israel, cada año en el tiempo del juicio vienen los malvados de entre las naciones a acusar a Israel de que no cumplen su rol y no son meritorios de portar Su Nombre, Bendito Sea, en el mundo, y por lo tanto, no corresponde que sigan existiendo. El pleito tiende a ser tenso y no sabemos quién salió airoso de la presentación de sus argumentos ante la corte. Mas cuando el pueblo de Israel sale portando en sus manos sus lulavim y sus etroguim sabemos que el pueblo de Israel es aquel que resultó victorioso en el juicio, ellos son Sus hijos y el pueblo de HaShem, Bendito Sea. E incluso las demás naciones se alegran con ellos y ofrendan en su honor sacrificios en Sucot. Por ello en la Torá se nos ordenó: «y tomaréis vosotros en el primer día» (según Vaikrá Rabá 30:2, Zohar I 221:1).

Nuestros sabios señalaron otras alusiones implícitas en el precepto de las cuatro especies, que se corresponden con los cuatro tipos de judíos que deben unirse para cumplir el precepto, tal como se explicará extensamente más adelante (4:2-3). La unidad entre ellos trae una gran alegría, por ello, por medio de tomar las cuatro especies es posible alegrarnos ante HaShem nuestro D´s durante siete días.

04- La sucá en recuerdo de las cabañas que habitamos en el desierto y las nubes de la Gloria Celestial

Respecto del significado del precepto de habitar la sucá durante siete días fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

Según Rabí Eliezer el versículo se refiere a las nubes de la Gloria Celestial que cubrían o protegían al pueblo de Israel cuando salieron de Egipto (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 11(B)). Esto es lo que fue dicho (Shemot-Éxodo 13:17 y 20-22): «Ocurrió que al expulsar Par’ó al pueblo […] Se trasladaron desde Sucot y acamparon en Etam, al borde del desierto. Empero HaShem iba delante de ellos durante el día con una columna de nubes para guiarlos por el camino y de noche con una columna de fuego para proporcionarles a ellos luz; para marchar de día y de noche. Él no apartaba la columna de nubes durante el día ni la columna de fuego durante la noche, delante del pueblo» (de aquí que recibieron las nubes de la Gloria Celestial).

Según la opinión de Rabí Akiva, el precepto de la Sucá es en recuerdo de las sucot que los hijos de Israel hicieron para protegerse del sol y la lluvia, para que recordemos los días de nuestra pobreza, cuando HaShem nos sacó de Egipto de la esclavitud a la libertad y deambulamos por el desierto cuarenta años durante los cuales las sucot temporarias nos hacían de cobertura ante las inclemencias del tiempo, al no tener casas ni parcelas. En virtud de ello le agradecemos a HaShem que nos trajo a la tierra buena y amplia, para construir en ella casas y plantar en ésta árboles. Por el mérito del recuerdo de nuestra precariedad en la sucá, la bendición de la tierra buena no nos habrá de causar soberbia ni nos hará olvidar a HaShem, sino que recordamos que todo está en Sus manos y Él es quien nos dio las fuerzas necesarias para conquistar el país y poblarlo, comer de sus frutos y saciarnos de su bondad (Rashbam a Vaikrá 23:43). Este recuerdo lleva también implícito una alabanza a la virtud del pueblo de Israel que fue tras HaShem en el desierto por una tierra yerma (Rabenu Bejaié allí).

En opinión de Rabí Eliezer el precepto de la sucá es un recordatorio del gran milagro que HaShem extendió sobre nosotros nubes de Su Gloria Celestial para protegernos y guiarnos por el desierto, tal como fue dicho (Bamidbar-Números 10:34): «y la nube de HaShem estaba sobre ellos de día, al partir ellos del campamento». Las nubes de la Gloria Celestial eran una expresión del amor de HaShem hacia nosotros, que no solamente proveyó nuestros menesteres en el desierto durante cuarenta años por medio del maná, las codornices y el manantial, sino que además hizo reposar sobre nosotros Su Divina Presencia extendiendo sobre nosotros una protección para mantenernos a salvo de las inclemencias del camino (Rambán a Vaikrá 23:43).

Dijeron nuestros sabios: «Siete nubes de Gloria Celestial acompañaban al pueblo de Israel […] cuatro que cubrían cada uno de los puntos cardinales, una por encima y otra por debajo y una séptima que iba adelante y les iba allanando el camino…» (Mejilta DeRashbi a Shemot-Éxodo 13:21, Sifrei Beha’alotejá 83). Dijeron también nuestros sabios, que por el mérito de que los hijos de Israel fueron tras HaShem en el desierto por una tierra yerma, Él extendió sobre ellos las nubes de Su Gloria (Zohar III 103:2).

La nube de la Gloria Celestial implica una revelación y un ocultamiento. Por una parte, expresa la revelación de la Divina Presencia y por la otra oculta la gran luminosidad para que podamos captarla de manera gradual. Esa es la forma en la cual HaShem se manifiesta ante nosotros, nos ilumina con una gran luz, que por estar más allá de nuestra capacidad de asimilación llega a nosotros bajo una forma acorde a nuestras facultades. Al igual que el sol, que provee de energía al mundo, pero por cuanto que no podemos resistir su potencia HaShem extendió la atmósfera para protegernos de la intensidad de su radiación, tal como se insinúa en el versículo (Tehilim-Salmos 84:12): «Pues HaShem, el Eterno es sol y escudo protector» (ver en Tania, Sha’ar HaYijud VehaEmuná cap. 4).

El sjaj (techo) de la sucá alude también a esta cuestión, nos protege de la mayor parte de luz física del sol, pero no la bloquea por completo para que podamos disfrutar de ella. Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual, el sjaj nos protege de la mayor parte de la luminosidad espiritual de la luz envolvente (Or Makif) la cual se revela en la festividad de sucot y nos proporciona la posibilidad de aprehenderla de un modo apropiado a nuestras capacidades (ver adelante 7).

05- El motivo práctico del precepto de habitar en la sucá

Además de lo que aprendimos en la halajá anterior, que según Rabí Akiva la sucá es un recordatorio de las cabañas que hicieron en el desierto y según Rabí Eliezer recordatorio de las nubes de la Gloria celestial, habitar la sucá rememora también la salida de Egipto, tal como fue dicho (Vaikrá-Levitico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

Esto y más, ya que todos los Shabatot y todas las festividades son un recordatorio de la salida de Egipto, tal como lo mencionamos en el Kidush y en el rezo. La importancia central del éxodo radica en que durante éste se reveló la singularidad del pueblo de Israel, el cual HaShem escogió para que sea Su nación especial y por ello nos sacó de Egipto, llevándonos de la servidumbre a la libertad. En un sentido profundo, HaShem liberó nuestro espíritu del sojuzgamiento al materialismo, ya que el egipcio era un reino sumamente materialista, y al salir en libertad de sus confines, nuestra alma se liberó de la servidumbre a la materia. Al volvernos libres, pudimos recibir la Torá (ver Pninei halajá Pesaj 1:3).

Aparentemente, si la sucá es un recordatorio de la salida de Egipto, debería erigirse en la primavera que es cuando tuvo lugar el éxodo. Empero de así hacerlo, no se percibiría con claridad que lo hacemos en aras de cumplir un precepto ya que en esa temporada del año muchos son los que hacen cabañas precarias para su disfrute. Por lo tanto, se nos ordenó hacerlas en el otoño, ya que así resulta evidente que las habitamos para observar un mandamiento (Tur Oraj Jaím 625).

La halajá fue sentenciada conforme la opinión de Rabí Eliezer, y esto es, que al cumplir el precepto de la sucá se rememora las nubes de la Gloria Celestial (Shulján Aruj 625:1). Por otra parte, los eruditos de las últimas generaciones agregaron que la sucá rememora también la salida de Egipto (Maguén Abraham, Shulján Aruj HaRav, Pri Megadim, Mishná Berurá 1). Hay quienes dicen que esta es la intención de Rabí Akiva, recordar las cabañas que hicieron nuestros antepasados cuando salieron de Egipto (Rabenu Jananel, Turei Zahav). Entonces, al recordar las nubes de la Gloria Celestial y la salida de Egipto, finalmente en la práctica, procedemos conforme las dos opiniones.

Si bien los motivos o las explicaciones del precepto fueron dadas de manera explícita en la Torá, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto», de todas maneras, a posteriori, quien olvide tener la intención de que la sucá es recordatorio de las nubes de la Gloria Celestial y sí recuerda la salida de Egipto – cumple igualmente con su deber a condición de que haya mantenido en su mente que está cumpliendo un precepto del Creador (Pri Megadim, Mishná Berurá 625:1, más adelante 3:3 donde se explica que esa también es la norma en la primera noche).

06- Vivienda temporaria

El Santo Bendito Él quiso prodigarnos bien, por lo que nos escogió de entre todas las naciones, nos sacó de la esclavitud a la libertad y nos concedió la tierra sagrada, buena y amplia, que mana leche y miel, para que allí cumplamos la Torá y sus preceptos, plantemos árboles y construyamos casas, comamos de su fruto y nos saciemos de sus bondades, y toda nuestra vida en ella sea de santidad, hasta que la cuestión Divina se revele por completo en el mundo, en alma y cuerpo, en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, un gran peligro acecha permanentemente y es que a raíz de que nos asentemos en casas fijas y recolectemos abundante cosecha año tras año de nuestros campos nuestros corazones se tornen soberbios y nos olvidemos de HaShem nuestro D’s, y la misión en aras de la cual nos sacó de Egipto, se incrementen los pecados hasta que perdamos la tierra buena y debamos salir al exilio, errar entre las naciones, hacer crecer sus frutos y enriquecer sus arcas. De ello nos advirtió la Torá (Devarim-Deuteronomio 8:11-19): «Cuídate, no sea que olvides a HaShem tu D’s al no observar Sus Mandamientos, Sus leyes y Sus fueros que yo te ordeno hoy. No sea que comas y te sacies, edifiques buenas casas y las habites; tu ganado vacuno y tu ganado ovino se multipliquen, tu plata y tu oro se incrementen; y todo lo que es tuyo se multiplique, se enaltezca tu corazón y te olvides de HaShem tu D’s, el que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre. El que te ha conducido por el desierto grande y temible, entre culebras, serpientes abrasadoras y escorpiones, por una tierra de sed donde no hay agua; sacándola para ti de la roca del pedernal. El que te hizo comer maná en el desierto, el cual no habían conocido tus padres, para afligirte y para someterte a prueba, para hacerte el bien en tu posteridad. No sea que digas en tu corazón: mi fuerza y el poder de mi mano me hicieron esta riqueza. Has de recordar a HaShem tu D’s, pues Él es el que te da fuerza para hacer riqueza; para cumplir Su Pacto que ha prometido a tus patriarcas como el día este. Empero, ocurrirá que, si olvidares a HaShem tu D’s y te encaminares en pos de otros dioses, los adorares y te prosternares a ellos – os prevengo a vosotros el día de hoy, que será esta vuestra perdición…».

Por ello se nos ordenó justamente en la Fiesta de la Recolección, cuando estamos contentos por toda la cosecha que creció en nuestros campos, que habitemos la sucá que es una vivienda temporaria y recordemos así lo efímero de nuestra existencia en el mundo, y recordemos los días en los que fuimos esclavos del Faraón en Egipto y los cuarenta años que erramos por el desierto, durante los cuales habitamos temporariamente en sucot (según Rashbam a Vaikrá-Levítico 23:43).

Expliquemos más: Habitar cómodamente una casa puede generar en la persona una falsa imagen, como si las paredes y el techo de su hogar pudiesen servirle de protección ante cualquier desgracia o contratiempo. Sin embargo, en realidad, la vida del ser humano sobre la tierra es efímera, y las casas más sólidas y buenas no pueden protegerlo de enfermedades, desastres naturales y guerras. Y aunque sobreviva a todos estos eventos y alcance una apacible vejez, sus días llegarán a su fin y resultará evidente que su estancia en este mundo no es más que temporaria. E incluso durante los años en los que una persona logró vivir tranquilamente en la casa que le protege – la tranquilidad y la protección están manos de HaShem.

Quien no recuerda esto vive en el engaño. Piensa que cuanto más invierta en las vanidades de este mundo logrará una vida mejor y más estable, cuando en realidad, en la medida en que conecte en mayor medida su quehacer en este mundo a la Fuente de la Vida, a los valores eternos, alcanzará una vida verdadera, buena y plena de significado en la cual reina una genuina alegría (ver más en la halajá 9 respecto de la lectura de Kohelet-Eclesiastés).

Todos estos principios logramos internalizarlos en la festividad de Sucot por medio de la salida de la residencia fija y protegida para habitar la cabaña o sucá temporaria. Por ello, esta última es llamada «La Sombra de la Fe» (Tzila DeMeheimenuta). Y el tiempo de esta salida es exacto, poco antes del inicio del invierno que es cuando las personas se recluyen en sus hogares para protegerse del frio y del viento, de las lluvias tanto moderadas como torrenciales, se nos ordenó habitar en la sucá y recordar que en realidad HaShem es nuestro guardián y nuestro protector. «Si HaShem no habrá de construir la casa, inútil será el esfuerzo de los albañiles, Si HaShem no habrá de cuidar la ciudad, vano será el esfuerzo del centinela» (Tehilim-Salmos 127:1).

Por el mérito de habitar la sucá temporaria, por medio de la cual nos conectamos a la fe, tendremos el mérito de que HaShem haga reposar sobre nosotros Su Divina Presencia, extienda sobre nosotros la sucá de Su paz y erija para nosotros por siempre la Sucá de David caída (‘Sucat David Hanofelet’, reinstaure la dinastía davídica, N. de T.) y el Templo de Jerusalém, y residiremos seguros en casas permanentes en la tierra buena que prometió a nuestros ancestros y a nosotros. Tal como fue dicho (Amos 9:11-15): «En aquel día levantaré la Sucá de David caída, repararé sus brechas y erigiré sus ruinas y las reconstruiré como en los días pretéritos… y las montañas destilarán mosto y las colinas se derretirán. Haré retornar al cautiverio de Mi pueblo Israel y reconstruirán las ciudades desoladas y se asentarán en ellas, plantarán viñedos y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Y los plantaré sobre su tierra y no la volverán a abandonar la heredad que les he dado, dijo HaShem tu D’s».

07- La sucá – luz envolvente

El precepto de habitar la sucá es especial por cuanto que santifica la vida diaria y rutinaria del ser humano. Acciones tales como comer, beber, conversar y dormir, al ser llevadas a cabo en la sucá se elevan y santifican alcanzando el nivel de precepto. Los kabalistas insinuaron esta cuestión al decir que la sucá emana una luz envolvente (or makif), a diferencia de la mayoría de los preceptos, incluido el de las cuatro especies, cuya luz es interior (or pnimí). Explicaremos más: la luz con la que HaShem nos ilumina excede o trasciende en gran medida nuestra capacidad de captación y contención, por lo que se divide en dos partes: luz interior (or pnimí) y luz envolvente (or makif). La luz interior es la parte menor y más baja de la luz, aquella que podemos captar por medio del pensamiento o la emoción, mientras que la que excede nuestra posibilidad de percepción se transforma en luz envolvente, la cual, si bien no podemos contener, nos envuelve y nos provee de una inspiración cuya influencia en nuestra vida resulta decisiva.

Por medio de la luz interior somos capaces de elevar y santificar los aspectos espirituales conscientes de la vida. Esta se manifiesta en el estudio de la Torá y en el rezo, especialmente en el cumplimiento de los preceptos del hombre para con D’s que conectan a la persona con aquello que trasciende la vida común, en la cual resalta más la santidad que se revela ante nosotros. De acuerdo con la percepción de la luz interior.

Cuanto más espiritual sea algo, más elevado será el nivel en el que se encuentra, y por el contrario, cuanto más vinculado esté a las cuestiones prácticas más bajo resultará su nivel. Esto está insinuado en las cuatro especies, que son tomadas únicamente con el propósito de cumplir el precepto (ver adelante 4:2-3).

Por medio de la luz envolvente, que es mucho mayor, podeos corregir y elevar los aspectos materiales y rutinarios de nuestra existencia. Esta gran luz se revela cuando la fe y la Torá iluminan la vida terrenal: la comida, la bebida y el sueño, la vida familiar y las relaciones interpersonales, el trabajo y las labores, el comercio y la investigación científica. Esta es la principal misión del pueblo de Israel, revelar en el mundo que HaShem es Uno, en el cielo y en la tierra. Revelar que también los aspectos terrenales están conectados y unidos a la santidad. Esta idea está expresada en el precepto de la sucá, en la cual se manifiesta el principio de la fe (Zohar II 186:2), y todo cuanto hacemos en su interior se santifica y se torna preceptivo.

En esto se asemejan los preceptos de habitar la sucá y de asentarse en la tierra de Israel, ya que ambos nos rodean e ingresamos en su atmósfera de santidad, y por su intermedio nuestras acciones terrenales se santifican. Dijo el Gaón de Vilna (Kol HaTor 1:7) que esta idea está insinuada en el precepto (Tehilim-Salmos 76:3): «En Shalem tiene Su Tabernáculo (Su sucá) y Su residencia en Sion».

Asimismo, ya estudiamos que el factor central de la alegría de la festividad de Sucot se vincula a la herencia de la tierra de Israel (Abarbanel a Devarim-Deuteronomio 16:13, arriba halajá 2). Y en estos dos preceptos se manifiesta de manera especial la singularidad del pueblo de Israel, que revela la santidad en la tierra (ver Talmud Babilonio Tratado de Avodá Zará 3(B)).

Estos dos preceptos reflejan uno sobre el otro. La sucá es un recordatorio de las nubes de la Gloria Celestial por medio de las cuales se manifestó la Divina Presencia en el desierto, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 16:10): «Y se dirigieron al desierto y he aquí que la Gloria de HaShem se divisó en la nube». Y en la entrega de la Torá en el Monte Sinai fue dicho: «Y una pesada nube se posó sobre la montaña». Y cuando se reveló HaShem ante Moshé (ídem 34:5): «Y descendió HaShem en la nube y Moshé se irguió allí junto a Él». El motivo por el cual la Divina Presencia se nos reveló en el desierto desde una nube espesa se debe a que aún no habíamos tenido el mérito de ingresar a la tierra de Israel donde todo está conectado a la santidad. Una vez en ella, nuestra misión es revelar la Divina Presencia en su interior, de modo tal que la Divina Presencia repose en todas nuestras acciones. Sin embargo, la dedicación a los aspectos prácticos de la vida en la tierra de Israel puede llevarnos a olvidar la intención sagrada de nuestra presencia en ella, motivo por el cual HaShem nos dio la festividad de Sucot, para que recordemos siempre las nubes de la Gloria Celestial y la Divina Presencia, así como también el rol consagrado que detenta el pueblo de Israel; el de revelar la santidad en el campo de la acción.

En virtud de la revelación de santidad en la festividad de Sucot y en la tierra de Israel, el mundo se reparará por completo, como fue dicho (Yshaiahu-Isaías 11:9): «No herirán ni lastimarán en toda Mi santa montaña porque toda la tierra estará llena de conocimiento de HaShem como las aguas que cubren el mar». De esta manera habrá paz en el mundo, tal como fue dicho (ídem 11:6): «Y el lobo habitará junto al cordero y el tigre se echará junto al cabrito…», y tendrá lugar lo que fuera dicho en el capítulo que se ocupa a la redención y la festividad de Sucot (Zejariá-Zacarías 14:9): «Entonces HaShem será el Rey sobre toda la tierra; en ese día HaShem será Uno y Su Nombre Uno». E incluso los miembros de las naciones ascenderán a Jerusalém a celebrar junto a nosotros la festividad de Sucot, y aquello que en apariencia dista de ser sagrado, como los ornamentos del caballo, llevará la inscripción: «Consagrado a HaShem» (Kodesh LaHaShem) (ídem 14:20).

08- La alegría de la festividad de Sucot – la unión y la paz

A pesar de que en todas las festividades estamos preceptuados de alegrarnos, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:14): «Te regocijarás en tu festividad». La alegría de Sucot es especial y justamente por ello, respecto del mandato de alegrarse en Sucot la Torá nos enseñó que es preceptivo hacerlo en todas las fiestas. Tal como fue dicha (ídem 16:13-15): «La fiesta de las Cabañas habrás de hacer durante siete días, cuando recojas de tu era y de tu lagar. Y te regocijarás en tu festividad: tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el leví, el prosélito, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades. Siete días habrás de ofrecer sacrificios ante HaShem tu D’s, en el lugar que habrá de elegir HaShem. Ya que te bendecirá HaShem tu D’s, en toda tu cosecha y en toda la obra de tus manos, y sé pues, alegre». Y así fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:39-40): «Empero a los quince días del mes séptimo, al recolectar vosotros el producto de la tierra, habréis de celebrar -sacrificio festivo ante HaShem- siete días… y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s siete días».

Nuestros sabios dijeron que en la festividad de Pesaj no se menciona la alegría pues en ella somos juzgados por la cosecha y aún no sabemos si resultará buena. Además, en Pesaj murieron egipcios y por lo tanto la alegría no es completa. En la festividad de Shavu’ot se menciona una vez la alegría, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:10-11): «Y harás la festividad de las semanas … y te regocijarás ante HaShem tu D’s…» porque ya sabemos que la cosecha creció y estamos contentos por ello, pero aún estamos preocupados por el resto de las frutas. Y en Rosh HaShaná no se menciona el regocijo porque es el Día del Juicio para todos los seres humanos. En la festividad de Sucot, tras haber recogido toda la cosecha y las frutas y tas haber retornado en arrepentimiento y haber pasado por la expiación – la alegría resulta completa, y por ello en sus versículos se menciona tres veces la palabra ‘regocijo’ (Pesikta DeRav Kahana, Sucot, Beit Yosef Oraj Jaím 490:4, Mishná Berurá 7).

Entonces, resulta que la alegría especial o suplementaria de Sucot es el festejo de finalización del año, y en este se conmemora la colecta de la cosecha del año, el acopio tanto material como espiritual, la cosecha de los cereales y las frutas y la recolección de todo el estudio y las buenas acciones que realizamos a lo largo del año. Esta recolección es pura y límpida, por el mérito de los días de retorno y expiación que pasamos (tal como se explica arriba en la halajá 2).

También el precepto de tomar el lulav expresa la alegría de la recolección tanto física como espiritual (arriba 3). En virtud de ello, nos elevamos hacia la Fuente de la Vida con apego, y nos reunimos para alegrarnos ante HaShem nuestro D’s. Y la sucá que rodea y envuelve a la persona expresa la recolección de todas las cosas buenas que realizamos durante el año, ya que todas estas se reúnen y componen una imagen completa que nos rodea y nos cubre de luz Divina.

Por medio de la recolección del bien en todos sus aspectos, también aquellos que parecen contradictorios, HaShem extiende sobre nosotros su sucá de paz, y el pueblo de Israel se cohesiona y se une. Pues mientras cada virtud se considere por separado el pueblo de Israel no se une. Pero en la Fiesta de la Recolección, cuando todas las virtudes se reúnen conjuntamente se manifiesta la unidad. Sobre esto dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 27(B)): Dignos son los hijos de Israel de habitar todos en una sola sucá. Y otro tanto respecto de las cuatro especies, que representan todos los tipos de judíos que se unen en la festividad de Sucot (ver adelante 4:2-3).

A partir de la relativa completitud a la que accedemos en la festividad de Sucot en este mundo, tendremos el mérito de alcanzar la completitud del futuro por venir. Tal como dijeron nuestros sabios: «Todo aquel que cumple el precepto de la sucá en este mundo, respecto de él el Santo Bendito Él dice: ‘Él observó el precepto de la sucá en este mundo, yo lo cubro (sojej) del calor del día que vendrá'» (Pesikta DeRav Kahana, Sucot). Y sobre esto dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Avodá Zará 3(B)): «No habrá infierno Guehinom en el futuro por venir, sino que el Santo Bendito Él sacará el sol de su estuche y lo hará brillar, los malvados serán condenados por éste y los justos curados con este, tal como está escrito (Malají-Malaquías 3:19-20): «Pues he aquí que llega el día, ardiente cual horno y todos los inicuos y los que actúan con maldad tropezarán. Y ese día arderán, dice HaShem Tzevakot…» y los justos sanarán, tal como está escrito: «Pero para aquellos de vosotros que teméis Mi Nombre el sol de la justicia saldrá curando con sus alas», además disfrutarán, tal como fue dicho: «y saldréis saltando alegres como terneros engordados».

Dijeron nuestros sabios, que los preceptos que cumplimos en este mundo se transforman en ropajes por medio de los cuales podemos captar la gran luz del futuro por venir (Zohar II 210:1). La sucá es la expresión de ello en este mundo, ya que es a la vez precepto y protector y a través de ella podemos aprehender la gran luz de un modo que nos resulte adecuado (ver final de la halajá 4).

09 – La lectura de Meguilat Kohelet (el rollo de Eclesiastés)

Muchos acostumbran a leer Meguilat Kohelet en Sucot (Tratado de Sofrim 14:1), ya que por su intermedio aprendemos cómo alegrarnos de verdad. El ser humano precisa de gran manera este estudio ya que por naturaleza tiende a alegrarse con las vanidades de este mundo y a pensar que cuanto más rico sea, casas más grandes posea, vista mejores prendas, ingiera bocados más refinados y mejores bebidas, posea más jardines, sirvientes y sirvientas más se habrá de alegrar. En realidad, todo ello son solamente instrumentos que pueden ayudar a lo que realmente es importante en su estatus espiritual, su fe y sus buenas cualidades de conducta. Cuando las pertenencias físicas se transforman en lo principal, ello hace olvidar al ser humano su interioridad y sus valores, lo desconecta de la Fuente de su vida dejándolo vacío, hueco y carente de toda alegría.

Este es el tema de la festividad de Sucot – alegrarse con cada cosecha recolectada a lo largo del año con una genuina alegría. A ello llegamos fortaleciéndonos en la consciencia de que todo aquello que recogimos a lo largo del año – obedece a la generosidad de HaShem, y su principal objetivo es ayudarnos a reforzarnos en fe y en moral e incentivar en nuestro interior la voluntad y la capacidad de hacer el bien a las demás creaturas, así como reparar el mundo. Por medio de la salida de la residencia permanente a la sucá, que es una vivienda temporal y un sitio de precepto y santidad, volvemos a reflexionar sobre los fundamentos de la fe israelita. Aprendemos que la casa y los bienes son un instrumento de ayuda para plasmar nuestros ideales Divinos.

Esta idea se manifiesta en el libro de Kohelet, el cual explica que la sabiduría, la riqueza, la belleza y todas las demás virtudes de este mundo no son más que vanidades y solamente una cosa resulta importante: «¡El epílogo! Todo se entiende: a D’s has de temer y Sus preceptos has de cuidar, ya que esto es toda la persona» (Kohelet-Eclesiastés 12:11). Escuché una bonita explicación de este pasaje: ‘hevel’, palabra clave del libro que suele ser traducida como ‘vanidad’, significa también ‘cero’, y el temor a D’s que es Uno, ya que este último es la virtud más importante, como la primera cifra entre los números (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 31(B)). Cuando el temor a D’s es lo primero y la sabiduría se le suma, por medio del agregado del cero el uno se transforma en diez, con riqueza se vuelve cien, con belleza mil y así con todas las cualidades de este mundo. Pero cuando el temor a D’s no va a la cabeza, todas las demás virtudes son vanidad de vanidades, ceros a la izquierda (de mi tío el Rabino Abraham Remmer, de bendita memoria).

Otro tanto aprendemos de Kohelet, en cuanto a que la alegría que no está vinculada a un precepto o a un valor moral resulta impropia, y sobre ésta fue dicho (Kohelet-Eclesiastés 2:2): «y en cuanto a la alegría, ¿qué es lo que ésta hace?» Pero sobre la alegría preceptiva fue dicho (ídem 8:15): «Y encomié yo la alegría porque no hay mejor para el hombre, bajo el sol, que comer, beber y alegrarse». Dijeron nuestros sabios: «La Divina Presencia no reposa sobre la tristeza, ni sobre la pereza, ni sobre la risa, ni sobre la liviandad, ni sobre la charla o las ocupaciones vacías, sino sobre la alegría preceptiva» (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 30(B)).

Hay entre los ashkenazíes quienes acostumbran a leer Kohelet de un rollo de pergamino y previamente bendicen: Al Mikrá Meguilá (Que nos ordenaste la lectura de la Meguilá) y Shehejeianu. En efecto, esta es la costumbre de los discípulos del Gaón de Vilna. Y la costumbre mayoritaria de los ashkenazíes es no bendecir por esta lectura y tampoco guardan leerla de un rollo de pergamino (Ramá 490:9, Mishná Berurá 19, Pninei Halajá Mo’adim 2:10).

10 – La alegría de la extracción del agua

En los días del Templo de Jerusalém, en Jol HaMo’ed de Sucot, se llevaban a cabo grandes celebraciones con música y danza en el patio del Santuario. Dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 51(A)): «Quien no contempló la alegría de la extracción del agua no vio alegría en su vida».

Tras la ofrenda del sacrificio permanente vespertino (Korban HaTamid shel Bein Ha’Arbaim) se comenzaba con la celebración y esta se prolongaba toda la noche. Sobre el despuntar del alba el encargado del Templo anunciaba y los dos cohanim que se encontraban de pie en el portón superior (Sha’ar Elión) tocaban con las trompetas los sonidos de teki’á, teru’á y teki’á para despupes comenzar a descender del Santuario junto a todo el pueblo en una procesión. Cuando los cohanim llegaban al décimo escalón volvían a tocar teki’á, teru’á y teki’á. Al llegar a la sección de las mujeres (Ezrat Nashim) volvían a emitir sonidos de teki’á y teru’á y prolongaban la teki’á final hasta que llegaban al portón de esta sección que da en dirección este. De allí la procesión continuaba su camino descendente en dirección al manantial del Shiloaj (Siloé) para extraer de ese lugar el agua necesaria para la libación durante la ofrenda permanente matinal (Korban HaTamid shel Shajar) (ídem 51(B)).

Cuando ascendían al Templo ingresaban por el portón del agua (Sha’ar HaMaim) y los cohanim volvían a tocar tekiá, teru’á y teki’á. Estos toques eran a modo de sones de alegría, tal como fue dicho (Yshaiahu-Isaías 12:3): «Y extraeréis agua con regocijo de los manantiales de la salvación» (ídem Sucá 48(A) y (B)). La celebración de Simjat Beit HaShoevá recibe su nombre de la extracción de agua del manantial. Nuestros sabios agregaron que en virtud de la alegría preceptiva los grandes maestros de Israel lograron alcanzar el nivel de espíritu de santidad (Ruaj HaKodesh) lo cual le confiere también a la celebración el nombre de alegría de la extracción (Beit HaShoeva) ya que en ellas se extraía espíritu de santidad» (Talmud Jerosolimitano Tratado de Sucá 5:1).

Esta alegría se basaba en dos fundamentos: el regocijo que caracteriza a la festividad de Sucot y el precepto especial de la libación del agua que solamente se realizaba en esta fiesta. Cada año, junto con todas las ofrendas sacrificadas tanto por el público como por los individuos se libaba vino sobre el altar. Y solamente en la festividad de Sucot, durante la ofrenda permanente matinal se libaba tanto vino como agua. Para ello se llenaban dos recipientes, uno con vino y el segundo con agua proveniente del manantial del Shiloaj y se vertía el contenido de ambos recipientes al mismo tiempo al interior de los «shitín», que eran orificios creados en los seis días del Génesis y que conducían de la superficie del suelo hasta el abismo.

Cuando se edificó el Templo, se construyó sobre estos orificios el altar de sacrificios y se dejó un pequeño espacio entre éste y la rampa, para que se pudiese libar el agua al interior de los shitín (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 49(A)). Estos orificios fueron creados principalmente para el cumplimiento de este importante precepto, para que el agua llegue hasta las profundidades o basamentos de la tierra, sin embargo, para la mera libación del vino hubiese alcanzado con hacerlo sobre la superficie del altar (Maharshá Sucá 50(B)).

La libación del agua expresa la singularidad de la festividad de Sucot, en la cual se revela la santidad en toda la realidad natural de la vida, tal como habitar la sucá, que transforma acciones comunes como dormir o comer en preceptivas. Durante todo el año se libaba solamente vino sobre las ofrendas sacrificadas, ya que, por lo general, solamente un grado de elevación especial, estaba insinuado por el vino y lograba revelar la santidad. Pero en Sucot, después de que tuvimos el mérito de cumplir con todo el ciclo festivo, con todos los días de retorno en arrepentimiento, y que ya recogimos toda la cosecha del año, la santidad se manifiesta en la vida común, aquella que se sostiene gracias al agua. Entonces, la alegría es grande y completa, dado que abarca todas las áreas de la vida.

Dijeron también nuestros sabios que durante la festividad de Sucot somos juzgados por el agua, y por medio del precepto de la libación tenemos el mérito de que desciendan sobre nosotros lluvias con bendición, así como las precipitaciones del año siguiente (Talmud Babilonio Tratado de Rosh HaShaná 16(A)). Es preciso saber que el agua alude a la gran benevolencia que sostiene a todo sin excepción: a las hierbas y los árboles, a las frutas y las verduras, peces y aves, animales domésticos y salvajes, al pueblo de Israel y a las naciones del mundo. Por lo general, no somos dignos de elevarnos al grado espiritual de la gran benevolencia (Jesed HaGadol), pero en la festividad de Sucot, tras haber culminado la observancia de todo el ciclo festivo y los días de retorno en arrepentimiento, estamos aptos para libar agua sobre el altar y de ese modo conectarnos a la base del sustento del mundo y abrir así los pórticos de la bendición para todo ser viviente. De aquí que la alegría por la extracción del agua sea muy grande.

11- El orden festivo en el Templo de Jerusalém

Previo al inicio de las celebraciones se colocaba en el patio del Santuario grandes candelabros de oro sobre columnas de cincuenta codos de altura y cada uno de estos estaba encomendado al cuidado de cuatro jóvenes aprendices de sacerdocio que subían o trepaban por escaleras para llenarlas de aceite y encenderlas de cara al comienzo del festejo que duraba toda la noche. Con los harapos de los pantalones de los cohanim se elaboraban mechas para los candelabros, y estos irradiaban una gran luz que se extendía por todos los patios de Jerusalém (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 51(A)).

La celebración en sí tenía lugar en la sección de las mujeres (Ezrat Nashim) que era el patio exterior del Templo. Sobre los quince escalones que descendían de la sección de hombres a la de las mujeres se apostaban músicos que tocaban, de pie, diferentes instrumentos musicales, entre ellos: flautas, liras, arpas, trompetas y platillos (ídem 51(B)). La mayoría de los músicos eran leviím, pero también israelitas con habilidades instrumentales que se sumaban a la orquesta.

Piadosos y personas con especial devoción en la observancia danzaban con antorchas encendidas en sus manos, las arrojaban hacia arriba y volvían a tomarlas. Había quienes poseían la habilidad de arrojar cuatro antorchas a la vez, y algunos hasta ocho. Y no tenían recaudo de su honor personal (no temían hacer el ridículo), sino que procedían al igual que el rey David en su momento, cuando danzaba y saltaba con todas sus fuerzas ante el Arca del Pacto (Shmuel II-Samuel II 6:16).  Incluso ellos danzaban y saltaban en la alegría por la extracción del agua. Sobre Rabán Shim’ón Ben Gamliel, Nesí (presidente del Sanhedrín) de Israel, se relata que en Simjat Beit HaShoevá solía tomar ocho antorchas en recipientes de oro, las lanzaba y las volvía a tomar secuencialmente y nunca se tocaban entre sí. Cuando se arrodillaba solía clavar los pulgares de sus manos en el suelo, besaba el suelo del patio del Templo e inmediatamente se incorporaba. Se entonaban cánticos y alabanzas a HaShem. Los piadosos y los especialmente devotos en su conducta solían proclamar: «Feliz de nuestra mocedad que no se ve avergonzada por nuestra vejez». Y las personas que retornan en arrepentimiento solían proclamar: «Feliz de nuestra vejez que expía por nuestra mocedad». Y ambos grupos exclamaban conjuntamente: «Feliz de quien no pecó, y quien haya pecado que retorne y será perdonado». En virtud de su alegría los sabios de Israel recibían en ese momento espíritu de santidad (Ruaj HaKodesh, nivel bajo de profecía). Sobre el profeta Yoná (Jonás) se decía que por el mérito de haberse alegrado en la celebración de Beit HaShoevá reposaba sobre él el espíritu de santidad, lo cual lo hizo meritorio de recibir la profecía (Talmud Babilonio Tratad de Sucá 53(A), ídem Talmud Jerosolimitano 5:1 y 4).

Allí no danzaban las personas que carecían de instrucción religiosa o quien así lo desease, sino que lo hacían los sabios de Israel, los líderes de las yeshivot y los miembros del Sanhedrín, los venerables ancianos y las personas especialmente devotas de conducta destacada. Todos ellos danzaban ante el público general. El pueblo todo, hombres y mujeres venían a verlos danzar y a escuchar la maravillosa orquesta (Rambám Lulav 8:14). Obviamente, desde su sitio, la muchedumbre podía también danzar un poco.

En un principio, las mujeres estaban de pie en el patio homónimo (Ezrat Nashim) y los hombres lo hacían un tanto más lejos en la explanada del Monte del Templo. Cuando los sabios vieron que la situación se prestaba para una conducta inapropiada y para la mezcolanza entre personas de diferente género ordenaron, previo a la celebración, que se erigieran tribunas alrededor del patio y sobre éstas se habrían de parar las mujeres, abajo lo harían los hombres y en medio del patio tendrían lugar los bailes (ídem Sucá 51(B)).

Rabí Yehoshúa Ben Jananiá, que era leví y de los que entonaba cánticos durante la ofrenda de sacrificios, atestigua que durante los días de Jol HaMo’ed Sucot no dormían sobre sus camas. Por la mañana cantaban durante la ofrenda del sacrificio permanente matinal, luego rezaban Shajarit, volvían a cantar durante la ofrenda de los sacrificios suplementarios (Musafim) y luego rezaban Musaf. De allí iban a la Casa de Estudio a estudiar Torá hasta el mediodía. Luego, comían el almuerzo festivo y de allí iban a rezar Minjá y luego a cantar durante la ofrenda del sacrificio permanente vespertino, e inmediatamente después comenzaba la celebración de Beit HaShoevá hasta que despuntaba el alba. Cuando se cansaban, dormitaban brevemente uno sobre el hombro de algún compañero (ídem 53(A)).

12- Simjat Beit HaShoevá en nuestros días

Los hijos de Israel acostumbraron a celebrar en las noches de Jol HaMo’ed en recuerdo de los festejos de Simjat Beit HaShoevá que se llevaban a cabo en el Templo de Jerusalém. En cada celebración que se realiza durante la festividad se cumple un precepto, tal como fue dicho: «Y te regocijarás en tu festividad», pero además en la celebración de Simjat Bet HaShoevá se cumple otro más que es el recordatorio de la alegría que reinaba en el Templo y de ese modo se acelera su reconstrucción (ídem 41(A)).

El refuerzo de esta alegría ha tenido lugar en los últimos siglos luego de que los judíos comenzaron a concentrarse en la tierra de Israel y por lo tanto, la luz de la salvación comenzó a destellar. En un inicio se comenzó a celebrar en la tierra de Israel, y desde ésta, la práctica se expandió al exilio. Tal como escribiera Rabí Jaím Ben Atar en una misiva que enviara desde Jerusalém (en el año 5503): «En Jol HaMo’ed realizamos celebraciones de Simjat Beit HaShoevá, y en esta encendí una noche, y llevamos a cabo un gran festejo». Asimismo, se cuenta en otros sitios en los cuales se bailaba en círculos sosteniendo antorchas en las manos. También los jasídicos que llegaron a la tierra de Israel provenientes de Europa, contaron que llevaron a cabo celebraciones de Simjat Beit HaShoevá en Tzfat (Safed), con tambores, danzas y antorchas.

Otro tanto, cuenta Rabí Yehosef Schwartz (falleció en 5625) en su carta a su hermano, en la que narra las especiales celebraciones que llevaban a cabo en Jerusalém, e incluso describió cómo en la sinagoga «Kahal Tzión» se instaló una máquina que lanzaba agua hacia arriba durante los festejos. Y el Rabino Orenstein (jefe del Tribunal Rabínico de los jasídicos en Jerusalém en el año 5633) escribió que los jasídicos de Sadigora que arribaron a Jerusalém rentaban los servicios de músicos gentiles para que toquen en las noches de Jol HaMo’ed durante las celebraciones de Simjat Beit HaShoevá (Responsa Moharil pág. 8). Sin embargo, los ashkenazíes no solían encender antorchas (Ir HaKodesh VeHaMikdash III 25:8-9).

También el Rabí Jaím Abulafia estableció que en las sinagogas de Esmirna se lleve a cabo una celebración de Simjat Beit HaShoevá como recordatorio del Templo, se enciendan numerosas velas, y en cada una de estas, se toque música, se entonen cánticos por unas dos horas y que los ancianos y personas especialmente virtuosas o reconocidas dancen, tal como solía hacerse en el Santuario (Jaím VaJesed 497:11). Otro tanto escribió el Rabino de la ciudad de Trípoli (en el año 5570), Rabí Abraham Jaím Adadi, quien da testimonio que solían realizar celebraciones en la noche de Jol HaMo’ed en las que se tocaban instrumentos y se bailaba unas dos o tres horas, en concordancia con lo que estableció un enviado de la ciudad sagrada. En estas fiestas, el encargado o regente de la sinagoga (gabai) repartía velas a quienes danzaban y cada uno de estos se inclinaba primeramente ante el Arca Sagrada (Vaikrá Abraham, Kuntres Makom SheNahagú pág. 123). En estas celebraciones se permitió incluso a las personas que estaban en duelo tocar música porque se trata de una alegría preceptiva y recordatorio del Templo (Zera Emet 2:157). Hubo quienes acostumbraban a entonar cánticos alegres en la celebración de Beit HaShoevá sobre la base de poemas litúrgicos de los días Solemnes (Yesod VeShoresh Ha’Avodá 11:14).

Si bien no es obligatorio realizar estas celebraciones, hacerlo tiene un aspecto preceptivo, y resulta especialmente positivo instar a aquellas personas que no estudian Torá asiduamente que participen de los festejos y no malgasten su tiempo en cosas superfluas (Bejorí Ya’akov 661:3).

Hay quienes acostumbran a recitar al inicio de la celebración los quince cánticos de las ascensiones (Tehilim-Salmos 120-134) que tienen la particularidad de hacer que abunden el agua y la bendición. El fundamento de esta práctica se encuentra en lo que dijeran nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 53(A) y (B)) que cuando el rey David abrió los shitín a los efectos de libar el agua comenzó a subir el nivel del agua subterránea la cual amenazaba con salir del abismo e inundar la tierra. Entonces, escribieron el Nombre Manifiesto de HaShem sobre un trozo de cerámica y lo colocaron en el borde del abismo y se hundió dieciséis mil codos y el mundo se tornó muy seco. A raíz de ello, el rey David recitó los quince cánticos de las ascensiones y por cada uno de ellos el agua ascendía mil codos y entonces el mundo se volvió a hidratar.

13- El pueblo de Israel y las naciones del mundo

La festividad de Sucot es especial ya que también las setenta naciones del mundo participan de ella, ya que dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 55(B)) que los setenta bueyes que se nos ordenó ofrendar durante los siete días festivos se corresponden con las setenta naciones del mundo. Ya aprendimos (arriba 7) que en Sucot se revela el hecho de que no hay ámbito que no esté conectado a la santidad y por ende se pone también de manifiesto el valor positivo de las naciones del mundo. Sin embargo, el orden de la ofrenda de sacrificios era particular, el primer día festivo se ofrendaban trece bueyes, el segundo doce y así sucesivamente descendía su número hasta que el séptimo día solo se sacrificaban siete (Bamidbar-Números 29:12-34). La cuestión es que la raíz interior de las naciones del mundo es buena, no obstante, a menudo en sus acciones se revelan pecados graves y resulta necesario discernir el bien del mal, y por medio de la reducción paulatina en el número de bueyes las fuerzas negativas se consumen hasta que el séptimo día se ofrendan solo siete que es el número correcto y exacto para la revelación de la santidad en este mundo, el cual fue creado en siete días (ver Ein Aiá Shabat I 2:7).

Y así aprendimos del profeta, que en un futuro la festividad de Sucot será la prueba decisiva para las naciones del mundo, ya que todo aquel que ascienda a Jerusalém para prosternarse ante HaShem en esta festividad y celebrar junto al pueblo de Israel será sumamente bendecido. Tal como fue dicho (Zejariá-Zacarías 14:16-19): «Y ocurrirá que todo el que quedare de entre todas las naciones que habían venido contra Jerusalém ascenderán año tras año para prosternarse ante el Rey, HaShem Tzevaot, y para celebrar la Festividad de las Cabañas. Y ocurrirá que la que no ascendiere, de entre las familias de la tierra a Jerusalém para prosternarse ante el Rey HaShem Tzevaot, sobre ella no caerá la lluvia. Empero si la familia de Egipto no ascendiere y no hubiere venido, ¡pues no sobre ellos…! Sobre ellos recaerá la plaga con la cual había dañado HaShem a las naciones. Por no ascender ellos para celebrar la Festividad de las Cabañas…».

Nuestra relación con los gentiles es compleja ya que durante largos períodos de nuestra historia en reiteradas ocasiones actuaron cruelmente con nosotros, pero nuestra actitud básica hacia ellos es positiva. Dijeron nuestros sabios (ídem Sucá 55(B)): «Ay de las naciones que perdieron y no saben qué perdieron, en tiempo que existía el Santuario el altar expiaba por ellas, y ahora, ¿qué los purifica?». Dijeron los hijos de Israel: Padre Celestial, nosotros ofrendamos por ellos setenta bueyes por lo que deberían amarnos, y resulta que nos odian, tal como fue dicho (Tehilim-Salmos 109): ‘A cambio de mi amor se tornaron mis adversarios, mas yo soy todo oración’» (Bamidbar Rabá 21:24).

Asimismo, el Zohar explica en distintos pasajes que ofrendamos los setenta bueyes como acto de amor hacia las setenta naciones, para incrementarles la abundancia y la bendición (I 221:1, III 256:1). Pero si ellos nos odian al tiempo que nosotros ofrendamos los bueyes en su beneficio, ellos se ocupan de la abundancia que les fue dada a través de los sacrificios y no nos persiguen (I 64:1, II 187:1). Para finalizar, dado que son desagradecidos y nos odian malévolamente, la abundancia que reciben de nosotros se torna en su contra, tal como fue dicho (Mishlei-Proverbios 25:21-22): «Si tu enemigo tuviere hambre, dale pan que comer; y si tuviere sed, dale agua que beber porque así amontonarás ascuas sobre su cabeza; y HaShem te premiará» (III 259:1, 24:1-2).

En virtud de la manifestación de nuestra preocupación por el bienestar del mundo se revela más aún la singularidad del pueblo de Israel, y esto recibe su más plena expresión en la festividad de Sheminí Atzeret, en la cual gozamos de la exclusiva particularidad del amor existente entre HaShem y el pueblo de Israel. Por ello, en esta fecha ofrendamos un solo buey. Tal como dijeron nuestros sabios (ídem Sucá 55(B)): «¿Por qué (en Sheminí Atzeret se sacrifica) un buey solamente? En correspondencia con un pueblo único. Esto se asemeja a un rey humano que les dijo a sus siervos: Preparadme una gran comida. El día final le dijo a su amado: Hazme una comida pequeña para que disfrute de tu presencia» (ver adelante 7:2).

14 – La costumbre de los ushpizín

Tal como aprendimos (Pninei Halajá Mo’adim 1:11) es precepto de la Torá hacer participar de la alegría de los Yamim Tovim a las personas pobres o solitarias invitándolas a las comidas festivas, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:14): «Y te regocijarás en tu festividad tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el Leví, el prosélito, el huérfano y la viuda que está en tus ciudades». Estos son los ushpizín (invitados) que resulta preceptivo invitar a la sucá. Respecto de esto dijeron nuestros sabios en el Zohar que corresponde invitar también a la sucá a los ushpizín ilaín (invitados superiores) que son las almas de los siete justos: Abraham, Ytzjak, Ya’akov, Yosef, Moshé, Aharón y David, cuya luz reluce en la festividad de Sucot. Cada día, la luz de uno de ellos ilumina más, y en ese día ese justo es el que ingresa primero a la sucá seguido de los otros seis.

Así nos narra el Zohar (Emor III 103:2 – 104:1) sobre la costumbre de Rav Hamnuna Saba, que cuando ingresaba a la sucá estaba contento, se paraba en la entrada de su sucá, del lado de adentro y saludaba con las siguientes palabras: Sentaos invitados superiores sentaos, sentaos invitados de la fe sentaos. Alzaba sus manos en señal de alegría y decía: Feliz nuestra porción, feliz la porción de Israel que están sentados en la sucá, pues todo aquel que tiene parte en el pueblo sagrado y en la tierra sagrada se sienta a la sombra de la fe para recibir la luz de los siete justos que visitan la sucá, para regocijarse en este mundo y en el Venidero.

Y a pesar de que tiene el mérito de recibir a las almas de los justos, el anfitrión debe tener el recaudo de alegrar a las personas necesitadas, pues la porción de los alimentos que debería haber servido a los siete justos les corresponden a los menesterosos. Quien se sienta bajo la sombra de la fe de la sucá y agasaja a los invitados superiores, invitados de la fe, y no otorga su porción a los pobres, los justos se levantan de su mesa porque no se debe uno agasajar en lo de un tacaño, tal como fue dicho (Mishlei-Proverbios 23:6-7): «No comas el pan de aquel que tiene ojo maligno, ni anheles sus manjares deliciosos». Pues la mesa que preparó no es la mesa del Santo Bendito Él sino la suya propia, tal como fue dicho (Malají-Malaquías 2:3): «Y arrojaré estiércol sobre vuestra faz el estiércol de vuestros sacrificios festivos». Ay del anfitrión en el momento en que los invitados de la fe se levantan y retiran de su mesa». Nuestro patriarca Abraham, que durante todos sus días estaba en los cruces de los caminos esperando para invitar huéspedes a compartir su mesa se levanta y dice: «Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres malvados» (Bamidbar-Números 16:26) y todos los demás invitados superiores se retiran tras él. Al momento de salir nuestro patriarca Ytzjak dice (Mishlei-Proverbios 13:25): «el vientre de los inicuos padecerá necesidad», nuestro patriarca Ya’akov dice (ídem 23:8): «El bocado que has comido, lo vomitarás» y los demás justos exclaman: «Pues todas las mesas se colmaron de vómito hasta no haber lugar limpio» (Yshaiahu-Isaías 28:8).

Además, dijeron en el Zohar: No diga una persona comeré, me saciaré y beberé primero y de lo que quede daré a los necesitados, sino que en primer lugar debe darles a ellos. Si se conduce como debe y alegra a los menesterosos y sacia su apetito e Santo Bendito Él se regocija junto al anfitrión. Y nuestro patriarca Abraham exclama en su dirección: «Entonces te deleitarás en HaShem y Yo te haré montar por las alturas de la tierra» (ídem 58:14). De igual manera, todos los justos exclaman hacia él versículos de bendición tal como se menciona en el Zohar. Feliz de quien es meritorio de todo ello.

Cabe agregar, que también aquella persona que da tzedaká a las personas necesitadas antes de la festividad en una medida acorde a sus ingresos cumple con el precepto, ya que se preocupa de hacerlas partícipes de la alegría festiva. De todas maneras, es mayor precepto agasajar a las personas necesitadas en la propia sucá. Y en nuestra generación es oportuno reforzarse especialmente en esto, ya que en nuestros días es menos común dar con personas hambrientas, pero por otra parte se multiplicó el número de las personas sumidas en la tristeza y solitarias y es un gran precepto esforzarse en invitarlas a participar de la alegría festiva.

En muchos sidurim figura un formato de invitación para los ushpizín ilaín (invitados superiores) cada día. El orden aceptado es el siguiente: Abraham, Ytzjak, Ya’akov, Moshé, Aharón, Yosef y David. Así acostumbran a proceder los sefaradíes y los jasídicos (Kaf HaJaím 639:8). Según la tradición ashkenazí el orden es el siguiente: Abraham, Ytzjak, Yaákov, Yosef, Moshé, Aharón y David (Sidur del Shelá). Hay quienes acostumbran a estudiar cada día algo relacionado al invitado (ushpiz) especial de ese día. Y hay algunos que acostumbran que quienes detentan nombres similares a los del invitado superior de turno, organizan en esa precisa noche una fiesta en su sucá y sirven a los invitados vino y algo de comer, e invitan a estudiosos para que hablen palabras de Torá.

01- La Sucá como vivienda temporaria

Es preceptivo habitar la sucá durante los siete días de la festividad de Sucot, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:42-43): “En las cabañas habitaréis siete días, todos los nativos de Israel habrán de habitar en las cabañas. A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones que, en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s”. Y, asimismo, fue también dicho (Devarim-Deuteronomio 16:13): “La fiesta de las Cabañas habrás de hacer durante siete días, cuando recojas de tu era y de tu lagar”.

El precepto consiste en que habitemos la sucá durante los siete días de la festividad de Sucot. ¿Y qué es una sucá? Una residencia temporaria (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 2(A)). Deben cumplirse dos condiciones para que la sucá sea considerada una residencia temporaria: a) Debe ser digna de residir en ella; b) Debe ser temporaria.

Por lo tanto, si la altura de su espacio interior es inferior a los diez palmos (unos 80 cm.) no será apta, o si el ancho de su espacio interior es inferior a los siete palmos (unos 56 cm.) tampoco lo será, pues en ese caso se trata de una construcción tan estrecha que no puede ser considerada ni como temporaria, ya que una persona sola no puede sentarse a comer en su interior por más esfuerzos que realice. Aunque la sucá fuese mucho más larga, si su ancho es inferior a los siete palmos, no es apta para la festividad (Tratado de Sucá 2(A), Mishná Berurá 634:1).

Dado que la sucá es una residencia temporaria, no es necesario que tenga cuatro paredes, con que cuente con dos y un palmo resulta suficiente. Nuestros sabios dijeron que es necesario erigir el palmo en cuestión a una distancia de por lo menos tres palmos de la segunda pared (tal como se verá más adelante en la halajá 6).

En caso que la sucá tuviese una altura superior a los veinte codos (unos nueve metros) no será apta, ya que ésta debe ser una residencia temporaria, y si el techo o sjaj se encuentra a semejante altura, se precisa contar con una construcción permanente que lo sostenga. Es preciso saber que la expresión más clara de temporalidad de la sucá debe encontrarse en el sjaj, pero las paredes pueden ser totalmente fijas siempre y cuando ello no resulte necesario a los efectos de que el sjaj pueda sostenerse. Por lo tanto, está permitido retirar el techo de la casa y en su lugar apoyar un sjaj, pues en un caso así, dado que la altura del sjaj sería inferior a los nueve metros no requiere de una construcción permanente para ser instalado.

En el caso de una vivienda cuyo techo sea de madera no es apto para sucá ya que el sjaj debe ser temporario, mientras que el techo de la casa es permanente. A los efectos de no incurrir en el error de permitir un techo de madera nuestros sabios agregaron la prohibición de emplear tablas para hacer el sjaj, ya que en esa época se solía emplear este material para el techado de viviendas, tal como se explicará más adelante (halajá 4).

Dado que la sucá es una vivienda temporaria es posible erigirla sobre una carreta, un automóvil o un barco y resulta apta para su uso incluso mientras se viaja, a condición de que sus paredes y su sjaj puedan resistir el viento imperante (Shulján Aruj 628:2, Sha’ar Hatziún 11). Dado que la sucá es una vivienda temporaria, está exenta de la necesidad de fijarle una mezuzá (Shulján Aruj Yoré Deá 286:11).

En caso de que las paredes resulten endebles al punto de que no puedan resistir el viento imperante, o en caso de que su sjaj este compuesto de espigas y hojas que habrán de secarse y caerse durante los siete días festivos – la sucá no será apta, ya que ni siquiera alcanzó el grado de vivienda temporaria (Shulján Aruj 628:2, 629:12).

02- ¿De qué está hecho un sejaj apto (kasher)?

El sejaj es el componente principal de la sucá, y es aquel que le da el nombre de ‘sucá’ a la totalidad de la estructura. El sejaj debe cumplir con tres condiciones: a) Debe ser de una especie vegetal. b) Debe haberse desconectado de su sitio de crecimiento. c) No debe haber pasado por una elaboración o procesamiento que lo habilite a recibir impureza. Explicaremos más:

La primera condición es que el material del sjaj provenga de algo que creció de la tierra, o sea, perteneciente al reino vegetal, como es el caso de un arbusto o un árbol. Sin embargo, el hierro, la tierra y el plástico, si bien se originan en el suelo, por cuanto que no son vegetales no resultan aptos para techar la sucá. Lo mismo ocurre en el caso de los cueros de animales, si bien se nutrieron de la tierra, no se los considera crecidos en ella.

La segunda condición es que el sjaj esté desconectado o extraído de su sitio de crecimiento, por lo tanto, las ramas de un árbol y las plantas enredaderas no son aptas para techar la sucá ya que permanecen conectadas a la tierra.

La tercera condición es que el sjaj no esté compuesto de algo que pudiese adquirir impureza. En términos generales, nada que esté en su forma original natural puede adquirir impureza, y una vez que es procesado para ser utilizable por el ser humano pasa a ser pasible de recibirla. Por ejemplo: troncos, ramas y hasta tablas sencillas no pueden adquirir impureza. Pero si hizo de estos recipientes o herramientas, sillas y camas – son pasibles de adquirir impureza y no resultan aptos para techar la sucá.

Juntamente con el pasaje del material a la categoría de instrumento o recipiente significativo, se torna pasible de adquirir impureza y entonces, si un cuerpo muerto o cualquiera de las demás cosas que pudiesen impurificar el objeto llegase a tocarlo se tornará impuro. Ya desde el momento en que el vegetal pasa algún tipo de transformación que lo torna en pasible de adquirir impureza se vuelve no apto para su uso como sjaj, a pesar de que en la práctica aún no se haya impurificado.

Frutas y verduras dignas de ser ingeridas pueden adquirir impureza y por lo tanto no se emplean para techar la sucá. No obstante, si son comestibles únicamente para los animales no adquieren impureza y se pueden utilizar para el sjaj (Shulján Aruj 629:9-11).

Una esterilla hecha de cañas o de paja, si fue hecha para recostarse sobre ella – se tornó ya pasible de adquirir impureza y no puede ser empleada como sjaj, pero si fue elaborada para fungir como sjaj – no es pasible de adquirir impureza y puede ser empleada para techar la sucá. En un sitio donde se acostumbra a producir esterillas únicamente para acostarse sobre ellas, aunque haya sido elaborada para hacer de sjaj, no será apta para ello por una cuestión de cómo habrá de ser vista a ojos de las personas (mar’ít ain) (Shulján Aruj y Ramá 629:6).

No se hace el sjaj con trozos de una cama o partes de utensilios, y si bien una vez rotos ya no son pasibles de adquirir impureza, nuestros sabios prohibieron utilizarlos para techar la sucá, no sea cosa que las personas se equivoquen y las utilicen para el sejaj cuando aún pueden recibir impureza (Shulján Aruj 629:1-2).

Nuestros sabios prohibieron techar la sucá con lino que se comenzó a procesar para transformarlo en hilo ya que cambió su forma natural. Por lo tanto, está prohibido usar para el sejaj papel o cartón producidos a partir de astillas de madera, por cuanto que el procesamiento que pasaron les cambió su forma natural. Asimismo, está prohibido techar con algodón (Talmud Jerosolimitano, Rambám, Mishná Berurá 629:13).

03- Su área de sombra debe superior a la soleada

El sjaj debe proteger del sol, y mientras este obstruya la mayor parte de los rayos solares será apto, ya que la mayoría es como la totalidad (Tratado de Sucá 2(A)). Y el sitio para medirlo es el sjaj. Si en este el área de la sombra supera a la asoleada, y en el piso de la sucá se ve que el área asoleada supera a la sombreada – la sucá será apta. Esto es así ya que los rayos solares por naturaleza se van ensanchando en su camino descendente, pero al hacerlo pierden su intensidad, y entonces realmente la sombra supera al sol en la sucá en cuestión.

A priori, es bueno que el sjaj produzca una sombra abundante, para que resulte agradable sentarse en el interior de la sucá, pero a su vez esta no debe ser tupida como en las residencias permanentes. O sea, a priori es bueno que por la noche se puedan divisar las estrellas a través del sjaj, o al menos destellos de sol durante el día. No obstante, a posteriori, aunque éste sea totalmente tupido al grado de que ningún rayo solar pueda atravesarlo, igualmente resultará apto (Shulján Aruj 631:3).

Si el sjaj es impenetrable al grado que tampoco la lluvia pueda atravesarlo, hay quienes entienden que la sucá no es apta para su uso ya que en su impermeabilidad se asemeja a la de una residencia fija (Rabenu Tam). A priori, corresponde tomar en cuenta esta opinión. Por otra parte, en caso de gran necesidad o apremio, si no resulta posible ralear o alivianar el sjaj, en virtud de que el día es Shabat o Yom Tov, está permitido habitar la sucá en cuestión y hasta recitar la bendición correspondiente.

Si en la mayor parte del sjaj el área sombreada predomina sobre la soleada, y en su parte menor la soleada predomina sobre la sombreada, toda la sucá resulta apta, y quienes están sentados bajo la parte en la cual el sjaj es escaso y por ende el sol predomina sobre la sombra – pueden igualmente recitar la bendición correspondiente por habitarla.

A veces el sjaj no está colocado sobre una superficie recta sino inclinada y resulta que parte de las horas del día el área soleada es la que predomina, y en otras, es justamente la sombreada la que lo hace. Según la halajá se define la aptitud de acuerdo con el estado de cosas imperante al mediodía, si para entonces la parte sombreada es mayor que la soleada, la suca será apta, y si no, no lo será (a veces, aunque al mediodía la parte soleada sea la mayoritaria, se considera al sejaj como si fuese llano, si de esa manera la sombra resulta mayoritaria, será apta, ver Shulján Aruj 631:5).

04- El decreto prohibitorio del sjaj hecho de tablas y el ‘sjaj eterno’

Una casa que está techada con tablones no es apta para sucá. Si bien las maderas en cuestión por sí solas podrían ser aptas para sjaj, ya que son de origen vegetal y no absorben impureza, la sucá precisa ser una residencia temporaria, y por ello el techo de una casa permanente no es apto para ser usado en una sucá.

A los efectos de evitar que las personas terminen habitando bajo un techo conformado por tablones, nuestros sabios decretaron que no se teche la sucá con tablas cuyo ancho sea superior a los cuatro palmos (30 cm.), ya que lucen como maderas con las cuales se suele techar (Tratado de Sucá 14(A)). En la actualidad se tiene el recaudo de no techar la sucá con tablas, aunque su ancho sea inferior a los cuatro palmos (Shulján Aruj 629:18, Mishná Berurá 49), ya que para construir techos permanentes se suelen emplear también tablas más angostas (Kol Bo y Hagahot Maimoní). No obstante, según todas las opiniones se permite el uso de tablas cuyo ancho sea inferior a un palmo (7.5 cm.) porque con estas no se suelen construir techos, a condición de que no se empleen clavos o pegamento para fijarlas. En caso de gran necesidad se puede techar la sucá con tablas de un ancho inferior a los dos palmos. Y por supuesto que está permitido colocar una tabla cuyo ancho exceda el palmo para sobre esta colocar el sjaj. Quien desee pintar estas tablas puede hacerlo, ya que el color no afecta la aptitud del sjaj.

En el caso de quien desee hacer de un techo de tablas angostas (‘nesarím’) un sjaj apto, debe desconectarlas de su conexión permanente, alzarlas y volverlas a colocar y entonces, por cuanto que realizó con las tablas una acción que les quita el carácter de techado permanente, el sjaj será apto. Sin embargo, si el ancho de las tablas excediese los cuatro palmos (unos 30 cm.), esta acción no las volverá aptas para sjaj (Rambám, hay quien dice que se desprende de Shulján Aruj 631:9).

Muchos usan el ‘sjaj eterno’[1], esto es, cañas, tablas finas o estrechas unidas entre sí por hilos, semejantes a una esterilla. Hay quienes afirmaron que este producto no es apto para techar la sucá pues al estar las maderas unidas por hilos, parece como si su ancho fuese superior a los cuatro palmos, lo cual iría contra el decreto que prohíbe hacer un sjaj de tablas por asemejarse a un techo permanente. Sin embargo, en la práctica, no se acostumbró a tomar en consideración esta postura ya que la conexión entre las maderas es holgada y flexible y dista de asemejarse a las tablas empleadas para techar una casa.


[1]. Nombre comercial israelí (Sjaj Lanetzaj) de las esterillas que se pueden usar por muchos años para techar la sucá.

05- ¿Está permitido sostener el sjaj sobre algo que no es apto para fungir como tal?

Hay quienes afirman que, así como se debe techar la sucá con materiales de origen vegetal que no reciben impureza, de igual manera el sostén del sjaj debe estar libre de poder recibirla, a los efectos de que las personas no se equivoquen y terminen techando su sucá con materiales pasibles de ello u otros no aptos para la realización del sjaj. Por lo tanto, según esta opinión, no se puede apoyar el sjaj sobre varas de hierro, maderas pasibles de recibir impureza y demás materiales no aptos para techar la sucá tales como el plástico que no crece en la tierra. Empero según este parecer es posible apoyar el sjaj sobre un muro de piedras, ya que no cabe temer que las personas se equivoquen y piensen que se puede techar una sucá con piedras.

Y si bien según la opinión mayoritaria de las autoridades halájicas se puede apoyar el sjaj sobre algo pasible de adquirir impureza, ya que solamente el techado de la sucá debe ser de material vegetal que no pueda adquirirla y no aquello sobre lo cual se apoya, de todas maneras, es bueno a priori tener el recaudo de proceder conforme a la opinión más estricta y no hacerlo. Por lo tanto, quien haya construido tabiques sobre marcos de hierro, a priori, que no apoye sobre estos el sjaj sino que primeramente coloque maderas y posteriormente apoye el techo de la sucá sobre estas. Quien desee adoptar la actitud más flexible puede apoyar el sjaj sobre los marcos de hierro y su sucá será apta para recitar la bendición correspondiente por habitarla.

Quien desee adoptar la actitud más estricta y no quiera apoyar el sjaj sobre algo pasible de adquirir impureza, pero a su vez tema que el viento existente vuele el sjaj, puede apoyar sobre el sjaj maderas pesadas aptas para techar una sucá. En caso de resultar necesario podrá amarrar las maderas pesadas a la sucá con materiales no aptos para techarla, tales como cuerdas, clavos o broches de plástico, pues de esta manera solamente «el sostén del sostén» (‘Ma’amid’ – aquello que da estabilidad) no es apto para sjaj, pero su sostén que son las maderas pesadas sí lo son.

En caso de que el temor principal sea que un viento imprevisto vuele el sejaj, está permitido, según la opinión de aquellos que actúan con mayor rigurosidad, atar el sejaj con cuerdas, clavos o broches de plástico, ya que en una situación común el sejaj se mantendría en su lugar sin la necesidad de estos accesorios, y su presencia obedece a una precaución por un posible viento extraordinario, y por ello no se considera que sean los sostenes del techo de la sucá.

06- Las paredes de la sucá

Todos los materiales son aptos para la construcción de las paredes de la sucá, a condición de que resistan un viento común. Y no es necesario que las paredes sean tupidas o herméticas para proteger del sol o el viento, por lo que se permite el uso de paredes de plástico, de vidrio o un alambrado (Shulján Aruj 630:1). Las paredes de piedra son también aptas para una sucá, por cuanto que únicamente el techo debe ser de carácter temporario, al tiempo que las paredes pueden ser de construcción permanente. En muchos sitios se acostumbró a levantar el techo de una de las habitaciones de la casa previo al inicio de la festividad de Sucot y en su lugar colocar un sjaj apto, y este es un tipo de sucá en el cual es agradable pernoctar incluso durante los días fríos.

A priori, es bueno construir una sucá bonita, con cuatro paredes enteras, y hacerle una entrada que sea posible cerrarla, para que sea cómoda y esté a salvo del sol y del viento (ver Ramá 630:5). Sin embargo, desde el principio de la ley, por cuanto que la sucá es una residencia temporaria, no resulta obligatorio que posea cuatro paredes, alcanzando solamente con tres. No es necesario que la tercera pared esté completa. Según la base de la norma alcanza que su ancho sea de un palmo, y nuestros sabios dijeron que ese palmo de pared debía colocarse a no más de tres palmos de la segunda pared, y a modo de continuación de ese palmo debe realizarse una forma de puerta (Tzurat HaPetaj)[2] . Dado que esta normativa es de carácter complejo, es oportuno aconsejar a quien desee ahorrarse paredes en la sucá, que erija dos completas y a modo de tercera que haga una de siete palmos de ancho (unos 56 cm.). Así, de cualquier modo, aunque se trate de una sucá de grandes dimensiones, y aunque las dos paredes completas no estén conectadas una con la otra sino erigidas una frente a la otra, dado que a modo de tercera pared hay un tabique de siete palmos de ancho, la sucá resultará apta (Ramá 630:3).


[2]. «Tzurat HaPetaj» (Forma de Puerta lit.) consiste, de acuerdo con la Halajá, en dos columnas paradas sobre las cuales descansa un travesaño, quedando la forma de una letra hebrea ח (‘jet’). «Tzurat HaPetaj» se considera como una separación (‘mejitzá’) legal, y su uso más importante es para Shabat, cuando esta forma sirve de rodeo de una zona abierta definida como ‘carmelit’ respecto al ‘dominio privado’ entre otras cosas. Hoy en día «Tzurat HaPetaj» resulta muy útil para el Eruv. (N. de Ed.)

07- La altura de las paredes y cuando las mismas están espaciadas en su interior (Din Lavud)

Tal como ya estudiamos (en la halajá 1) la altura de las paredes debe ser por lo menos de diez palmos (uno 80 cm.). Estas deben ser erigidas con cercanía al suelo, y en caso de que se haya generado una brecha de tres palmos (unos 22 cm.) entre el piso y las paredes, estas no serán aptas. Sin embargo, no hay limitante para el espacio que exista entre la pared y el sjaj, porque se percibe a la pared como si continuase ascendiendo hasta el techo (Shulján Aruj 630:9).

Se permite hacer paredes por medio de la colocación de varas o el tensado de hilos fuertes que estén separados el uno del otro menos de tres palmos, ya que de ese modo entran en la categoría de ‘Lavud’. O sea, dado que entre las varas o las cuerdas hay menos de tres palmos de distancia (unos 22 cm.) toda el área que se extiende entre ellas se considera desde el punto de vista de la Halajá como unificada o fusionada. Y si bien el viento y el sol pasan a través de éstas, a las cuerdas o a las varas se las considera como pared, sin que importe si éstas están dispuestas vertical u horizontalmente, siempre y cuando haya entre ellas menos de tres palmos se las considera integradas o unificadas. No obstante, hay quienes consideran a esto como un tabique deficiente y por lo tanto debe rodear a la sucá por sus cuatro costados (Maguén Abraham, y por supuesto que la puerta de entrada no anula la aptitud de estas paredes). En caso de que el tabique esté compuesto de un tramado, cuadriculado o entrecruzamiento como en el caso de un alambrado con el que se suele cercar los patios, no se tratará de un tabique deficitario y alcanza para rodear la sucá con dos paredes y un palmo (tal como se explicó en la halajá anterior). De todas maneras, es necesario que la sucá sea digna de sentarse a comer o acostarse a dormir en ella sin que ello genere sufrimiento, tal como se explicará a continuación (en la halajá 14).

08- Sucá cuyas paredes son de tela (“Sucá LaNetzaj”)

En las últimas generaciones se comenzaron a producir sucot industriales de rápido armado (“Sucot LaNetzaj”) que consisten en una estructura de varas metálicas y paredes de tela. Estas sucot se han difundido ya que son económicas de producir y comercializar, son sencillas de armar, desarmar y almacenar. Sin embargo, algunas de las autoridades halájicas han sido escépticas en cuanto a su aptitud porque en su opinión las paredes de la sucá precisan ser estables, y mientras el viento sople y las haga moverse de un lado para el otro no serán aptas.

Empero, por la Halajá esas sucot son aptas porque nuestros eruditos medievales advirtieron de no colocar paredes de tela que no estén amarradas en la parte inferior de la sucá, ya que de soplar un viento se pueden elevar más de tres palmos por sobre el piso y dejen de ser válidas como paredes. Incluso, se teme que el viento las desprenda de su sitio de amarrado. Pero en el caso de las “Sucot LaNetzaj” no existe este temor ya que las telas de las paredes están muy bien amarradas a las varas en todos sus lados. Por lo tanto, son aptas y se puede bendecir en su interior al momento de habitarlas, y quienes deseen cumplir el precepto con especial excelencia pueden agregar más varas y de ese modo generar una pared en la modalidad de “Lavud”.

09- La sucá debe hallarse bajo la bóveda celeste

La sucá debe estar ubicada bajo la bóveda celeste, para que el sejaj y solamente este sea aquel que cubra a quien la habita. Por lo tanto, si se erige la sucá bajo el techo de una casa o bajo la fronda de un árbol, esta no será halájicamente apta (Tratado de Sucá 9(B)).

Sin embargo, está permitido erigir una sucá junto a un edificio alto que evita que los rayos del sol lleguen a ésta, ya que lo único que la invalida son un techo o ramas de árbol que se interpongan entre el sjaj y el cielo, pero todo aquello que se encuentre a un costado de la línea recta que se traza imaginariamente entre el sjaj y el firmamento no invalida la sucá.

Si las ramas del árbol que se encuentran sobre el sjaj son muy escasas y el sjaj es tupido, al grado de que si se quitase la parte del sjaj que se encuentra debajo de las ramas la parte sombreada continuará prevaleciendo por sobre la soleada, la sucá será apta (Shulján Aruj Oraj Jaím 626:1).

Se permite construir una sucá bajo las cuerdas destinadas al secado de ropa o bajo cables de electricidad ya que éstos son delgados y la sombra que proyectan es mínima, además no están destinados a generar sombra por lo que no invalidan al sjaj que se encuentra debajo de estos.

10- Es preciso sentarse bajo la sombra del sejaj (leyes referentes a la decoración de la sucá y al mosquitero)

El precepto de la sucá consiste en sentarse bajo la sombra de un sjaj halájicamente apto. Por lo tanto, quien extienda una sábana bajo el sjaj para incrementar su sombra invalidará la sucá (Shulján Aruj 629:19). No obstante, está permitido sentarse en el interior de la sucá llevando un sombrero grande sobre la cabeza, ya que este es secundario al cuerpo y no se considera que se interponga entre la persona y el techo.

Se permite colgar diferentes tipos de frutas y ornamentos de papel bajo el sjaj ya que resultan secundarios respecto a éste y por lo tanto no se considera que se interpongan entre el techo y quienes habitan la sucá, a condición de que los adornos en cuestión se encuentren en los cuatro palmos contiguos al sjaj (unos 30 cm.). Incluso si los adornos cubren todo el sjaj, siempre y cuando se encuentren en los cuatro palmos contiguos resultarán secundarios a este y no lo habrán de invalidar. En caso de que por error se cuelgue algún adorno que descienda por debajo de los cuatro palmos contiguos al techo de la sucá, no invalidará el sjaj siempre y cuando su ancho sea inferior a cuatro palmos. No obstante, en caso de que el ornamento en cuestión tenga un ancho de tres palmos, es mejor no sentarse bajo él. En caso de que su ancho sea inferior a los tres palmos (unos 22 cm.) estará permitido sentarse bajo este (Mishná Berurá 632:3). De todas maneras, a priori, es necesario subir todos los adornos de manera tal que se encuentren en los cuatro palmos contiguos al techo.

Una cama que posee un mosquitero fijo encima suyo, quien duerma en ella no cumplirá con el precepto de habitar la sucá. Ahora bien, si el mosquitero es temporal o precario, o sea, si su altura es inferior a los diez palmos no es de importancia y resulta secundario frente a la sucá y quien duerme bajo él cumple con el precepto de habitarla. Pero si su altura es superior a los diez palmos, es de importancia y quien duerma bajo este no cumplirá con el precepto.

La misma norma recae sobre quien duerma en la sucá bajo una mesa o una cama, dado que el espacio que se formó bajo estas no es voluntario, sino que es un resultado no planificado, se lo considera temporario o precario, y entonces, si posee una altura inferior a los diez palmos (unos 76 cm.) quien duerma allí habrá cumplido con el precepto, pero si su altura rebasa los diez palmos, quien haya dormido allí no cumplió.

Otro tanto ocurre con las camas cuchetas, si el espacio existente entre la cama inferior y la superior es de diez palmos quien duerma en la de abajo no habrá cumplido con el precepto de habitar la sucá, pero si es inferior a esa medida – habrá cumplido.

11- Objetos que invalidan el sjaj y el habitar bajo este

Si en medio de un sjaj apto hubiese un trozo de un material inválido tal como el plástico, o si por encima de un sjaj apto se encuentra una viga de cemento que lo invalida, si el área que ocupa el objeto invalidante posee un ancho superior a los cuatro palmos (unos 30 cm.) estará prohibido sentarse bajo este. Si el área en cuestión tiene un ancho inferior a los cuatro palmos y mayor a tres (unos 22 cm.), a priori, no debe uno sentarse o dormir bajo este, y en caso de necesidad ello estará permitido (Mishná Berurá 632:3). En caso de que el área invalidada tenga un ancho inferior a tres palmos estará permitido a priori sentarse o dormir allí por cuanto que resulta secundario respecto de la sucá.

En caso de que exista un espacio vacío en el sjaj, dado que se nota o resalta más que un techado no apto, la norma a aplicar es más estricta. Si el ancho de este espacio es de tres palmos (unos 22 cm.) el sitio que se encuentra abajo quedará invalidado y estará prohibido sentarse allí. En caso de que sea inferior a los tres palmos resultará secundario respecto de la sucá y se podrá sentar o dormir bajo este espacio (Shulján Aruj 632:2), a condición de que la mayor parte de la cabeza o del cuerpo no se encuentre bajo esta área vacía.

A veces, una persona posee un balcón amplio que está mayoritariamente techado y la parte que se encuentra bajo el firmamento tiene únicamente un ancho de cinco palmos, y aparentemente, dado que el ancho necesario para que una sucá sea apta debe ser al menos de siete palmos, no hay manera de erigirla allí. Sin embargo, según lo que ya estudiamos, un sjaj inválido cuyo ancho es inferior a los tres palmos se suma al ancho de la sucá y queda permitido sentarse bajo él, por lo tanto, se podrá erigir la sucá. Y así es como se deberá proceder: Se debe erigir una sucá de siete palmos de ancho en el extremo del balcón, y dado que cinco palmos se encuentran bajo el firmamento y por lo tanto son aptos, y menos de tres palmos de ancho bajo el techo del balcón no lo son, resulta que los dos palmos se suman a la sucá y se puede uno sentar o acostar a dormir bajo este sjaj. Todo esto es así a condición de que se erija un tabique que divida entre los dos palmos que se suman a la sucá y el resto del área del balcón para diferenciarlos claramente y que se note que son parte de la sucá. Es preciso que el tabique tenga un largo de siete palmos, y es bueno que llegue hasta el sjaj, y por sobre el resto de la línea que pasa entre la sucá y el balcón es bueno que se haga una forma de puerta (Tzurat Petaj) (ver Jazón Ovadiá pág. 12, Minjat Yehudá 6:60:20, Shevet Haleví 10:99).

12- La intención necesaria a la hora de erigir una sucá

Es preceptivo dedicarse a la preparación de la sucá, y en opinión de los sabios del Talmud Jerosolimitano es incluso necesario recitar una bendición por su construcción: “que nos santificó con Sus preceptos y nos ordenó hacer una sucá” (Talmud Jerosolimitano Tratado de Berajot 9:3, Tratado de Sucá 1:2). Sin embargo, en la práctica, se sentenció en el Talmud Babilonio que se bendice por el precepto al momento de cumplirlo, esto es, al habitar la sucá (Tratado de Menajot 4(A), Shulján Aruj 641:1).

De todas maneras, resulta claro que el momento de erigir la sucá implica también un aspecto del cumplimiento del precepto. Y tanto los piadosos como las personas diligentes en el cumplimiento de los preceptos se apresuran a comenzar la labor de la construcción de la sucá al concluir Yom Kipur, para pasar de un precepto a otro, procurando finalizarla hasta el día siguiente, ya que cuando un precepto se presenta ante una persona, esta debe ser muy cuidadosa de no desaprovecharlo (Maharil, Ramá 624:5, 625:1).

Según la opinión de la Escuela de Shamai es preciso erigir la sucá con la intención de cumplir por su intermedio con el precepto festivo, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:13): “La fiesta de las Cabañas habrás de hacer durante siete días”, y si no se tuvo esa intención la sucá no será apta. Sin embargo, la halajá final es según la Escuela de Hilel y según esta opinión no es necesario que la sucá haya sido construida para el precepto festivo, y aunque haya sido levantada para brindar sombra, es apta. Una sucá levantada por pastores o cuidadores para protegerse del sol es válida. Asimismo, una sucá erigida por un gentil para disfrutar de su sombra también es apta (Tratado de Sucá 8(A) y (B), Shulján aruj 635:1). Sin embargo, nuestros sabios dijeron que, si la sucá no fue construida en aras de cumplir los preceptos festivos, a priori, es necesario renovar en ella algo de cara a la festividad de Sucot, por ejemplo, agregando un palmo por un palmo de sjaj o una caña fina todo a lo largo de la sucá (Talmud Jerosolimitano, Mishná Berurá 636:4). La misma normativa recae sobre una sucá vieja, esto es, una que quedó en pie desde el año pasado. Desde el punto de vista de la Halajá es apta, pero como fue levantada para la festividad del año anterior no se la considera como una sucá erigida para la festividad del presente año, y por ello a priori es necesario agregar un palmo por un palmo de sjaj o una caña fina a lo largo de toda la sucá (Shulján Aruj 636:1, Mishná Berurá 7).

Si se erigió la sucá para ocultar en ella diferentes objetos, no será apta, por cuanto que su objetivo no fue el generar sombra. Otro tanto ocurre cuando alguien levanta una sucá para que esta sea su residencia permanente. En un caso así, aunque el sjaj esté hecho de ramas válidas para techar, la sucá no será apta por no tratarse de una vivienda temporaria. En caso de que se desee validar este tipo de sucá se deberá retirar todo el sjaj que la cubra y volver a colocarlo en aras del cumplimiento del precepto de la sucá.

13- “Harás tú y no utilizarás lo ya hecho” y la norma referente a la sucá robada y prestada

Quien excava una pila de cosecha para hacer una sucá, si bien esta es apta para servir de sjaj, la sucá no será apta en virtud de que no se atiene a la regla que nos rige: “Harás tú y no utilizarás lo ya hecho”. Esto es, debe hacerse la sucá por medio de la colocación del sjaj y no que la sucá se forme por medio del excavado de la pila de cosecha.

En efecto, es preciso tener el recaudo de seguir el orden de construcción de la sucá, en una primera instancia erigir las paredes y luego colocar el sjaj. En caso de que se haya invertido el orden, colocándose primeramente el sjaj, según la opinión de muchas de las autoridades halájicas la sucá no será apta, ya que esta debe hacerse principalmente a través de la colocación del sjaj, y si se lo colocó en primer término, la sucá es hecha entonces a través de la construcción de sus paredes.

Se permite colocar un techo corredizo por sobre la sucá, para que en caso de que llueva pueda extenderse sobre el sjaj y regresarlo cuando las lluvias cesen, y entonces sea posible ingresar a la sucá estando ésta seca. Mientras que el techo corredizo esté extendido la sucá no es apta, porque este se interpone entre el sjaj y el firmamento, y cuando es nuevamente enrollado – la sucá vuelve a su estado de aptitud. No obstante, si se construyó la sucá mientras el techo corredizo estaba extendido sobre ella, según muchas de las autoridades halájicas la sucá no será apta, ya que su habilitación como tal debe ser efectuada por medio de la colocación del sjaj y no del enrollado del techo corredizo (Bait Jadash, Mishná Berurá 626:18 y el Ramá 626:3 adopta una actitud más flexible).

Una persona tiene permitido cumplir el precepto por medio de una sucá prestada si cuenta con el permiso de su compañero para utilizarla (Tratado de Sucá 27(B), Shulján Aruj 637:2). En caso de que este último, el dueño de la sucá, no se encuentre allí y no haya forma de pedir su autorización, estará permitido habitar su sucá ya que nuestros sabios estimaron que un judío consiente que se cumpla un precepto con sus bienes. Sin embargo, en caso de saberse que a esa persona le molesta que extraños ingresen a su sucá sin su permiso, o se teme que al regresar, al ver a personas extrañas en su sucá le de vergüenza ingresar en ella, y se moleste porque otras personas la ocupan, no estará permitido utilizarla sin su consentimiento expreso (Turei Zahav 4, Bejor Yosef 4, Mishná Berurá 9).

Está prohibido erigir la sucá en un terreno privado sin previo permiso, o en un espacio público cuando el público o sus representantes se oponen a ello. En caso de haber construido una sucá y habitarla, no habrá de recitar la bendición correspondiente, porque en un caso así no estaría bendiciendo sino blasfemando, ya que la sucá fue erigida de un modo prohibido.

14- ¿Hasta qué punto debe uno esmerarse en la construcción de la sucá?

La sucá es una vivienda temporaria y naturalmente la vida en su interior resulta menos confortable que en una residencia permanente. Este es el precepto, habitar una vivienda temporaria los siete días de la festividad. Dado que la sucá es temporaria, no se nos ordenó que le hagamos paredes o techo cerrados y con aislamiento para proteger a sus habitantes de las inclemencias del tiempo como en el caso de una casa común. De esto resulta que a veces la permanencia en la sucá implique sufrimiento, lo cual exime del cumplimiento del precepto, pues quien sufre por las condiciones imperantes en la sucá está exento de habitarla (más adelante 3:8-10).

Por ejemplo, cuando hace mucho calor, o en noches especialmente frías, así como también mientras cae lluvia – estamos eximidos de habitar la sucá. Otro tanto aplica en el caso de una persona enferma a la cual habitar la sucá le produce malestar, estará exenta de hacerlo, y no recaerá sobre ésta el deber de erigir para sí una sucá suficientemente cómoda en la cual pueda residir con el mismo grado de confort que en su casa permanente (Maharaj Or Zarúa194).

Sin embargo, quien fue negligente en la construcción de su sucá de modo tal que sufre al habitarla con un clima común, no cumplió con el precepto. Ya que retroactivamente quedó en evidencia que actuó indebidamente al no construir una sucá digna de fungir como residencia temporaria, pues incluso en circunstancias climáticas comunes sufre al habitarla. Quien se conozca a sí mismo y sepa que es capaz de habitar una sucá pequeña y endeble sin por ello sufrir – puede hacerla y cumplir por su intermedio con el precepto festivo, a condición de que acepte sobre sí no argüir en medio de la semana de Sucot que la sucá es demasiado precaria y por lo tanto sufre al residir en ella (ver Bikurei Ya’akov 640:13, Mishná Berurá 640:24).

En opinión de muchas de las autoridades halájicas, quien erigió para sí una sucá no digna de dormir en ella, por ejemplo, si ésta se encuentra en un sitio en el cual soplan fuertes vientos y las paredes están hechas de red, y entonces tanto estos como el frío ingresan libremente, esta sucá no será apta ni siquiera para comer en ella.

Asimismo, quien construyó una sucá en un sitio por el cual merodean malhechores y por ende resulta peligroso dormir en su interior, no será apta ni siquiera para comer en ella. Esto es así ya que el precepto que recae sobre la persona es construir una sucá que sirva como vivienda temporaria tanto para comer como para dormir, y entonces, si la sucá no es apta para que se duerma en su interior, no ingresa en la categoría de vivienda temporaria y por ende tampoco es halájicamente válida para que se coma en ella (Yereim, Ramá 640:4).

Por su parte, hay quienes sostienen que una sucá que no es digna de que se duerma en su interior es válida para comer, y si bien quien la construyó actuó indebidamente al no preocuparse de que sea apropiada también para dormir, de todas maneras, sirve para comer y se puede cumplir en esta el precepto de comer en la sucá (Jajam Tzví). En caso de haber erigido una sucá común, en la cual sería posible dormir en la tierra de Israel, pero la persona en cuestión vive en un país con un clima frío y no le es posible hacerlo, será apta según todas las opiniones ya que la Torá no ordenó erigir un edificio permanente para que haga de sucá (ver Mishná Berurá 640:18).

A veces, una persona vive en un sitio en el cual precisa invertir enormes esfuerzos o ingentes sumas de dinero a los efectos de construir una sucá, y por la tanto, para erigirla debe dedicar esfuerzos semejantes a los que precisaría invertir para proveerse de un sitio cómodo en el cual habitar durante una semana. O sea, la persona debe pensar que si debiese evacuar su vivienda durante una semana, cuánto estaría dispuesto a esforzarse y a pagar para proveerse de un sitio cómodo de residencia. Este esfuerzo y este dinero son los que deberá dedicar para la construcción de la sucá o para mudarse durante la festividad a un sitio en el cual pueda construir una.

Quien acostumbra a salir periódicamente de vacaciones debe invertir en la construcción de su sucá o en el alquiler de un sitio que le permita hacerlo, la suma que estaría dispuesto a gastar en una semana de vacaciones, cada uno conforme a su nivel de ingresos.

Cuando una persona está por adquirir una vivienda debe tener el recaudo que ésta tenga un sitio donde erigir una sucá, y a estos efectos debe invertir lo que alguien estaría dispuesto a gastar si tuviese que evacuar su vivienda durante una semana al año cada año y vivir cómodamente durante este lapso cada año. Una persona pudiente debe invertir en ello lo que estaría dispuesto a gastar en unas vacaciones anuales de una semana durante largos años.

15- Una sucá bonita

Es preceptivo erigir una sucá bonita, adornada y agradable, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 15:2): “Este es mi D’s y lo voy a embellecer”, lo cual fue explicado por los sabios (Tratado de Shabat 133(B)): “Embellécete ante Él por medio de los preceptos, erige ante Él una sucá bonita y toma un lulav bonito”. Y así con todos los preceptos.

En los tiempos de los sabios se acostumbraba a adornar la sucá con telas coloridas y sábanas dibujadas, se solía colgar en ésta frutas tales como nueces, duraznos, almendras, granadas, racimos de uvas, manojos de espigas y utensilios de vidrio llenos de vino, aceite y harina refinada (Tratado de Shabat 22(A)). Estaba prohibido ingerir de estos productos durante toda la festividad ya que habían sido dedicados a la ornamentación de la sucá, y solamente podía ingerirlos quien previo al inicio de la festividad hubiese establecido la condición de que podría comer de éstos cuando así lo desease (tal como se explicará en la próxima halajá). En la actualidad no se acostumbra mucho a decorar la sucá con alimentos, y se la suele adornar con guirnaldas de papel o de plástico, flores de papel, fotos bonitas y lámparas eléctricas. Asimismo, se suele extender sobre la mesa un mantel bonito y se coloca en la sucá utensilios estéticamente agradables.

Las autoridades halájicas debatieron respecto si está permitido decorar la sucá con versículos, por ejemplo: “En las cabañas habitaréis siete días” (Vaikrá-Levítico 23:42). Hay quienes lo prohíben ya que se permitió escribir partes de la Torá únicamente en caso de gran necesidad (Turei Zahav, Mishná Berurá 638:24), y hay quienes lo permiten en virtud del beneficio educativo que redunda de esta acción (Siftei Cohen, Bnei Yoná). En la práctica, se puede adoptar una actitud flexible a condición de que los versículos de la sucá no se escriban con una letra apta para ser usada en un rollo de la Torá (según Rabí Yerujam Ben Meshulam y Tashbetz).

La excelencia en la construcción de la sucá incluye que sea amplia y que esté protegida tanto del viento como del sol para que resulte agradable habitarla.

Es necesario tener el recaudo de no dejar en la sucá utensilios de comida y cubiertos sucios, ni hacer en ella cosas impropias tales como lavar o cambiar un pañal de bebé (ver adelante 3:2).

Está prohibido techar la sucá con plantas que expidan mal olor o con ramas de las que se caigan abundantes hojas, no sea que a raíz del mal olor o de la profusión de hojarasca la persona decida regresar a su residencia permanente antes de tiempo (Tratado de Sucá 12). No obstante, a posteriori, si se usó alguna de estas plantas para techar la sucá, esta será apta. En caso de que el olor sea tan desagradable que la persona no logre soportarlo, la sucá no será apta según la Torá por no ser digna de residir en ella (Shulján Aruj 629:14, Mishná Berurá 38).

Es preciso cuidarse de prevenir incendios en la sucá, por lo que no se deben colocar en su interior velas o conexiones eléctricas no seguras, y, asimismo, se debe alejar a las lámparas eléctricas del sejaj (ver Shulján Aruj 639:1. Mishná Berurá 8).

16- La santidad de la sucá y sus ornamentos

La sucá está consagrada al precepto que se cumple por su intermedio, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:34): “festividad de las cabañas, siete días ante HaShem”, por ello durante los días festivos está prohibido usar cualquiera de los elementos de la sucá, tanto sea del sjaj como de las paredes (Tratado de Sucá 9(A)). Nuestros sabios agregaron la prohibición de usar cualquiera de los ornamentos destinados a embellecer la sucá ya que también estos tienen un uso preceptivo y a él están destinados. Aunque la sucá se haya derrumbado, se mantiene en pie la prohibición de utilizar sus restos o sus adornos hasta la conclusión de la festividad. Dado que la prohibición rige hasta el final del séptimo día, incluido el horario del atardecer que es el comienzo de la festividad de Sheminí Atzeret, la prohibición se extiende entonces hasta la conclusión del octavo día (Tratado de Beitzá 30(B), Shulján Aruj 638:1-2).

No obstante, dado que la sucá es una residencia, está permitido hacer con sus paredes y con el sjaj todo aquello que se suele hacer con las paredes y el techo de una casa. Por lo tanto, está permitido apoyarse en las paredes de la sucá y colgar de éstas diferentes objetos, y asimismo se permite colocar sobre el sjaj una prenda para que se seque (Tratado de Sucá 10(B)).

Resulta entonces que la prohibición radica en tomar un elemento de la sucá y utilizarlo, por ejemplo, tomar un palo para emplearlo en la construcción o incluso tomar una astilla para usarla de escarbadientes (Ramá 638:1, Mishná Berurá 4). Asimismo, se prohíbe retirar las telas que se cuelgan sobre las paredes de la sucá o los ornamentos y las frutas que se cuelgan del sjaj con un fin decorativo a los efectos de utilizarlos para otro propósito. Está también prohibido tomar uno de estos objetos y retirarlo sin motivo, ya que ello atenta contra la sucá y su estética. Mosaicos o alfombras que hayan sido colocadas en el piso de la sucá entran en la categoría de ornamentos destinados al precepto festivo (Igrot Moshé Oraj Jaím 1:181).

Si algo en la sucá o entre sus ornamentos comenzase a molestar, por ejemplo, un palo que se aflojó y comenzó a provocar ruido o un adorno que se echó a perder y la desfavorece, estará permitido retirarlos y arrojarlos a la basura de un modo respetable, pero no podrán ser usados para otro propósito.

En caso de que hubiese comenzado a llover y ello pudiese estropear el decorado de la sucá, estará permitido retirarlo para con posterioridad colocarlo nuevamente. Si una persona recibe o consigue para su sucá ornamentos más bonitos que los que ya tenía, podrá quitar los primeros para colocar los nuevos a condición de que no emplee los adornos retirados para otro propósito, ya que fueron destinados originalmente para el cumplimiento de un precepto.

Quien desee poder tener provecho de los ornamentos que colgó en su sucá que diga para sí previo al inicio de la festividad: Condiciono poder retirar los adornos de la sucá y disponer de ellos cuando así lo desee. De ese modo no recaerá sobre estos la santidad preceptiva. Pero respecto de la sucá misma, ningún condicionamiento previo resulta efectivo (Tratado de Beitzá 30(B), Shulján Aruj 638:2).

Está permitido desarmar una sucá para volver a construirla en otro sitio, pues la prohibición de Muktzé impide usar sus palos para otro propósito, pero ello no aplica al caso de la construcción de otra sucá.

Pasada la festividad, queda sin efecto la santidad de las paredes, del sjaj y de los adornos de la sucá y se los puede utilizar para cualquier uso mundano, pero está prohibido denigrarlos, por ejemplo, utilizar los papeles para el cuarto de baño o pisar irrespetuosamente las maderas de la sucá (Shulján Aruj 664:8, Mishná Berurá 638:24).

17- Pérgola

Una pérgola es una estructura de madera fija que se erige en patios y jardines para generar un espacio de sombra en el cual se puede sentar. Surge la pregunta si las maderas fijas de la pérgola pueden considerarse un sjaj apto.

Hay quienes lo permiten entendiendo que como la pérgola no fue destinada a servir de residencia y tampoco es apta para serlo ya que no protege de la lluvia, sus maderas son aptas para hacer de sjaj. No obstante, corresponde agregar un poco más de sjaj en honor a la festividad para que la pérgola no entre en la categoría de sucá vieja (tal como se explicara en al halajá 12). Si el área soleada en el interior de la pérgola es superior a la sombreada, será preciso agregar más sjaj hasta que la relación entre las áreas se invierta.

Por su parte, hay juristas más estrictos al respecto y consideran que por cuanto que la estructura de la pérgola es una construcción fuerte y estable, sus maderas entran en la categoría de tablas fijas en un techo de una vivienda permanente por lo que por la Torá estará prohibido emplearlos para sjaj. Esto es así ya que el fundamento principal del sjaj de la suca es que sea temporario, y la pérgola es una construcción permanente. En la práctica, dado que se trata de una duda sobre una norma de la Torá, corresponde adoptar la actitud más estricta.

Por lo tanto, si la mayor parte del área del techo de la pérgola está techada con palos permanentes será preciso disminuir su número hasta que éste quede mayoritariamente abierto y el área soleada supere a la sombreada. Entonces, se deberá colocar sobre toda la superficie del techo sjaj apto, de modo tal que, sin las maderas propias de la pérgola, el área sombrada del sjaj supere a la soleada y entonces la sucá resulte apta.

Otra posibilidad de tornar una pérgola cuya área sombreada supera a la soleada en apta para sucá es retirar de su techo las maderas fijas y volver a colocarlos sin amarrarlos o sin fijarlos con clavos, de modo tal que cada palo que fue colocado nuevamente resulte apto para sjaj (Shulján Aruj 631:9).

Tal como aprendimos (halajá 13) es necesario tener el recaudo de comenzar a erigir las paredes de la sucá previo a la colocación del sjaj, y siempre y cuando se haya erigido inicialmente paredes que tengan una altura de un palmo en las cercanías del sitio del sjaj, se considera que ya se inició con la construcción de las paredes y el sjaj que se coloque luego será apto. En muchas pérgolas hay paredes de un palmo de altura contiguas al techo, por lo que no resulta necesario preocuparse por fijar algo en la pared previo a la colocación del sjaj.

01- Reglas generales del precepto

Es preceptivo habitar la sucá durante los siete días festivos, de un modo similar a como se habita en el hogar, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:42): “En las cabañas habitareis siete días”, y dijeron nuestros sabios (Talmud babilonio Tratado de Sucá 28(B)): “Habitareis, como si vivieseis”. Esto es, así como una persona acostumbra a vivir durante todo el año en su casa, de igual manera debe habitar la sucá, con su cama, sus sábanas y sus utensilios, y aquello que no se acostumbra a hacer en la casa no debe hacerse en la sucá (Shulján Aruj 639:1-2).

El precepto de habitar la sucá consiste en cuatro partes: 1) Actividades que deben realizarse en la sucá. 2) Actividades que es preceptivo realizar en la sucá. 3) Actividades que no estamos preceptuados de realizar en la sucá. 4) Actividades que está prohibido realizar en la sucá.

1) Actividades que deben realizarse en la sucá: Todo aquello que una persona acostumbra a hacer específicamente en su casa, es obligatorio hacerlo en la sucá. Por lo tanto, es necesario llevar a cabo en ella las comidas fijas, así como también dormir, ya que la función principal de un hogar es la de servir como sitio para comer y para descansar.

2) Actividades que es preceptivo realizar en la sucá: Acciones que una persona efectúa a veces en su hogar y otras fuera de él, por ejemplo, una comida no fija (arai, una ingestión menor o refrigerio), el estudio de Torá, la lectura de un libro o conversar con amigos – es preceptivo hacerlo en la sucá, pero en caso de haberlas realizado fuera de esta – no detenta una transgresión en su haber.

Sin embargo, dado que realizar todas estas actividades en la sucá resulta preceptivo, se debe hacer el esfuerzo por llevarlas a cabo en ella, y quien sale de la sucá sin motivo alguno y las efectúa en su casa menosprecia el precepto. Lo mismo ocurre en el caso de la ingestión de alimentos. Desde el punto de vista de la norma, no es obligatorio fijar comidas durante los días festivos intermedios, o sea, durante Jol HaMo’ed, pudiéndose comer comidas livianas fuera de la sucá a lo largo de todos estos días. Pero en caso de ser posible comer en la sucá sin que medie esfuerzo considerable alguno, al hacerlo en el hogar se denigra el precepto.

En caso de que a una persona le resulte dificultoso comer en la sucá, por ejemplo, si hace frio, al ingerir una comida liviana (arai) en su casa no se considerará que deshonra al precepto. De todas maneras, dado que quien come en la sucá cumple con un precepto, corresponde conducirse con excelencia y procurar hacerlo. Incluso hay quienes opinan que resulta preceptivo esmerarse en fijar todos los días de la festividad dos comidas en la sucá cuyo menú incluya pan.

3) Actividades que no estamos preceptuados de realizar en la sucá: Aquellas actividades que se acostumbran a realizar siempre fuera de la casa, como rezar con minián o clases de Torá, a priori deben llevarse a cabo en la sinagoga y en la casa de estudio (Beit Midrash) y no resulta necesario esforzarse por trasladarlas a la sucá.

4) Actividades que está prohibido realizar en la sucá: Acciones desagradables como cambiarle los pañales a un bebé está prohibido realizarlas en la sucá.

Las mujeres no están obligadas a habitar la sucá por cuanto que se trata de un mandamiento positivo causado por el tiempo, no obstante, si la habitan cumplen un precepto. Según la usanza de los ashkenazíes y de parte de los originarios de Sefarad, las mujeres recitan la bendición correspondiente por habitar la sucá al igual que los hombres. Según la usanza sefaradí mayoritaria, por cuanto que ellas no están obligadas a habitar la sucá – no recitan la bendición al hacerlo (Shulján Aruj 589:6, Pninei Halajá Nashim 2:8).

02- Habitar la sucá decorosamente

Durante la totalidad de los siete días la sucá debe ser la residencia fija y la casa la residencia temporaria, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:42): “En las cabañas habitareis siete días”. Por lo tanto, es necesario mudar a la sucá la mesa y las sillas más importantes que se poseen, así como también la cama con las mejores sábanas para poder habitar en ella tal como se lo hace en la casa permanente durante todo el año. O sea, no alcanza con comer o dormir en la sucá, sino que es preciso que ésta sea el sitio principal de residencia, al tiempo que la casa funja como cocina y depósito destinados a ayudar con las necesidades festivas (Mishná y Guemará Sucá 28(B)).

Dijeron nuestros sabios que el estudio habitual de Torá es oportuno llevarlo a cabo en la sucá, y el estudio analítico y pormenorizado especialmente arduo realizarlo en la casa o en la casa de estudio ya que allí resulta más fácil concentrarse (Tratado de Sucá 28(B), Shulján Aruj 639:4). En caso de que resulte difícil concentrarse en la sucá por causa de la elevada temperatura o del barullo, es mejor llevar a cabo el estudio de Torá en el sitio que resulte más cómodo para ese propósito, ya que ésta no es una actividad que se lleve a cabo principalmente en el hogar. Asimismo, quien precise numerosos libros para estudiar y le resulte dificultoso o pesado traerlos a la sucá, podrá a priori estudiar en la casa de estudio o en la habitación de su hogar donde los guarda.

Si bien una persona debe conducirse en su sucá tal como lo hace en su casa permanente, de todas maneras, existe una diferencia entre ambos habitáculos. En la casa se realizan todas las labores, tanto las agradables como las desagradables. Pero en la sucá, en virtud de que la honramos, no se realizan labores desagradables y nos conducimos en su interior como suele hacerlo una persona en el comedor de su casa permanente, que es la habitación más agradable e importante del hogar. Por ello, no se permite colocar en la sucá utensilios no decorosos tales como baldes, palanganas y todo objeto que no suele ser colocado en la habitación más importante de la casa. No se puede lavar los platos en la sucá ni tampoco cambiar los pañales de un bebé (Tratado de Sucá 28(B), Shulján Aruj 639:1, Aruj HaShulján 4).

Tras terminar de comer, es preciso retirar lo antes posible los platos y los cubiertos sucios, ya que no es honroso para la sucá que se queden en su interior. Sin embargo, los vasos pueden quedarse ya que no contienen suciedad y a veces se desea beber más. En los lugares en los que se acostumbra a traer ollas a la mesa se podrá hacerlo en la sucá, y allí donde ello no se considere honroso no se podrá (Tratado de Sucá 29(A), Shulján Aruj 639:1, Mishná Berurá 3-6). No se permite colocar en la sucá un bote de basura, pero sí una papelera y similares, ya que se suele colocar una de éstas en las habitaciones importantes de la casa.

No se puede colocar en la sucá ropa que precise ser lavada, pero quien se acuesta a dormir puede colocar su vestimenta sobre una silla, quitarse los zapatos y los calcetines tal como suele hacerlo en la casa.

No tiene nada de malo hablar de cuestiones mundanas en la sucá. Por lo tanto, quien desee hablar con un amigo en persona o por teléfono en la sucá es bueno que lo haga tal como lo haría en su residencia permanente, y, además, mientras se encuentre en el interior de la sucá estará cumpliendo un precepto (Shulján Aruj 639:1). Asimismo, quienes deseen jugar ajedrez u otro juego de mesa es bueno que lo hagan en la sucá (ver Rabí Ya’akov Ben Yehudá Weil 191, Darkei Moshé 639:1). Hay quienes proceden con excelencia y se abstienen en la sucá de dedicarse a quehaceres mundanos (Shelá, Kaf HaJaím 639:5-6 y ver Mishná Berurá 2). No obstante, si por proceder así se pasa menos tiempo en la sucá, la práctica carece de excelencia, ya que según la Halajá quien desee dedicarse a cuestiones mundanas es mejor que lo haga en la sucá y cumpla así con un precepto.

03- El deber de comer en la sucá en la primera noche

Existe una gran diferencia entre la primera noche de Sucot y los demás días festivos, ya que, en estos últimos, si una persona desea ingerir una comida fija o importante deberá hacerlo en la sucá, pero quien opte por conformarse con una ingestión frugal podrá hacerlo fuera de ella. Sin embargo, en la primera noche de Sucot es obligatorio ingerir pan en la sucá. Este precepto se aprende por semejanza con Pesaj, ya que en la primera noche de Pesaj es preceptivo comer matzá, y de igual manera en la primera noche de Sucot es preceptivo ingerir pan en la sucá (Tratado de Sucá 27(A), Shulján Aruj 639:3). De esto se puede aprender respecto de la trascendencia de la primera noche, que es cuando se establecen los fundamentos de toda la festividad.

A los efectos de cumplir el precepto de comer con apetito en la sucá en la primera noche de la festividad, es preciso tener cuidado de no ingerir alimentos que provoquen sensación de saciedad a partir de unas tres horas previo a la puesta del sol en el día de la víspera (Mishná Berurá 639:27).

El horario de cumplimiento del precepto comienza con la salida de las estrellas. Dado que este mandamiento se aprende del de la ingestión de matzá en Pesaj, es preciso comer pan en la sucá antes de la medianoche. A posteriori, quien no alcanzó a hacerlo hasta esa hora podrá comer hasta que despunte el alba (Mishná Berurá 25-26, Pninei Halajá Pesaj 16:31).

Previo a la ingestión del pan en la primera noche se debe tener la intención de cumplir con el mandato de HaShem, quien nos ordenara comer en la sucá en recuerdo de la salida de Egipto y de las nubes de la Gloria Celestial que extendiera sobre nosotros para protegernos del viento tórrido del desierto y del sol. A priori, es oportuno tener esta intención durante los siete días festivos. Sin embargo, a posteriori, incluso en la primera noche, quien sepa que al comer en la sucá observa un precepto habrá cumplido con su deber (Mishná Berurá 625:1, ver arriba 1:4-5).

Tal como en la primera noche de Pesaj se tiene el recaudo de comer una cantidad de matzá equivalente a por lo menos un kezait para que cumpla con todas las diferentes opiniones halájicas, asimismo en la primera noche de Sucot, somos cuidadosos con la ingestión de pan. Por lo tanto, es preciso comer al menos un volumen equivalente a medio huevo, y hay quienes tiene el recaudo de ingerir el equivalente a un huevo entero, y es bueno proceder como estos últimos. No es necesario aplastar la jalá para calcular el volumen de un huevo, sino que se le mide con el pan en su estado natural. En caso de haber interrumpido la ingesta de pan en la mitad, por un lapso mayor al que lleva comer una hogaza de pan (zman ajilat perás, unos 6 o 7 minutos), es preciso comer nuevamente la totalidad del volumen establecido.

En caso de que hubiera llovido en la primera noche, hay quienes opinan que no es preceptivo ingerir el volumen de kazait en la sucá, ya que quien sufre en ella está exento de habitarla (Rashbá y Sefer Mitzvot Gadol). Otros, entienden que quien sufra, debe igualmente ingerir un kazait de pan en la sucá aunque esté lloviendo (Rosh y Ran). En la práctica, es correcto esperar una o dos horas, pues quizás la lluvia cese y entonces resulte posible cumplir el precepto según todas las opiniones.

En caso de que las precipitaciones continúen o, de haber cesado, si el sejaj de la sucá absorbió copiosa agua y continúa goteando con tal intensidad que sentarse en ella resulta un padecimiento – se recitará el Kidush en la sucá, se bendecirá Shejeianu por estar ya en plena festividad y se ingerirá un kazait de pan para cumplir con el precepto conforme la opinión que sostiene que, aunque se sufra se debe comer en la sucá en la primera noche.

Sin embargo, no se habrá de recitar la bendición por habitar la sucá, “Leishev BaSucá”, para tomar en cuenta la opinión de quienes entienden que en caso de que se sufra no es obligatorio comer en la sucá ni siquiera en la primera noche (Ramá 639:5, Mishná Berurá 35). Si la lluvia se interrumpe antes de la medianoche y todavía se puede disfrutar de comer algo de pan, es bueno regresar a la sucá, recitar la bendición de “Leishev BaSucá” y cumplir así también con quienes entienden que el precepto es comer sin padecer penurias.

04- Comer en la sucá

Tal como aprendimos, es preceptivo habitar en la sucá del mismo modo que en la residencia permanente, y dado que las comidas fijas o importantes suelen realizarse en el hogar, durante la festividad es obligatorio hacerlo en la sucá. Sin embargo, en el caso de comidas livianas y no fijas (seudot arai), a veces estas suelen ingerirse fuera del hogar, por lo que se permite este tipo de ingestas fuera de la sucá. Quienes cumplen con excelencia, tienen el recaudo de ingerir todas las comidas livianas en la sucá sin ni siquiera beber agua fuera de ella. Pero ello no es obligatorio, e incluso grandes estudiosos pueden ingerir una comida liviana fuera de la sucá (Mishná Tratado de Sucá 26(B), Ran allí, Beur Halajá 639:2 ‘אבל’).

En términos generales, la ingestión de una comida fija implica que ésta sea de importancia, o sea, que una persona la coma para satisfacer su apetito, mientras que una comida liviana (arai) es aquella que se ingiere para saborear algo gustoso o para mitigar un poco el apetito y no para quedar plenamente satisfecho.

Dado que el cereal es el alimento principal de los seres humanos, y de él se elaboran el pan, los pasteles y demás comidas sustanciosas tales como ptitim (invento israelí que se asemeja al arroz, pero está hecho de masa N. de T.), las pastas, los fideos y la papilla de avena, quien coma uno de estos productos en un volumen superior a un kabeitzá, un huevo, se considera que ingiere una comida fija y por lo tanto debe hacerlo en la sucá. Si bien nadie queda satisfecho con semejante cantidad de alimento, de todas maneras, dado que estamos acostumbrados a llenarnos con cereales, y con una cantidad un poco mayor a un kabeitzá solemos acusar cierta saciedad, su ingesta se considera como una comida fija. Pero si se come solamente una cantidad equivalente al volumen de un huevo, se considera comida liviana y se la puede ingerir fuera de la sucá.

Frutas, agua y jugos, por cuanto que no solemos aplacar nuestro apetito con ellos, se los puede consumir ilimitadamente fuera de la sucá.

Asimismo, se puede ingerir algo de carne, pescado o queso fuera de la sucá. Pero quien tenga la intención de consumirlos en una cantidad que corresponde a la de una comida regular de la cual se queda satisfecho – debe hacerlo en la sucá (Mishná Berurá 15).

Los eruditos han debatido respecto del vino y de las bebidas alcohólicas: hay quienes dicen que por cuanto que estos no producen saciedad no resulta obligatorio beberlos en la sucá (Rosh y Ramá); y otros, entienden que en virtud de la importancia del vino, quien ingiera un reviít de esta bebida debe hacerlo en la sucá (Ritba). Hay quienes son más estrictos con el resto de las bebidas alcohólicas, por lo que, si las beben en compañía de otras personas, entienden que ello debe hacerse en la sucá (Or Zarú’a, Maguén Abraham). Y así corresponde proceder a priori (Mishná Berurá 639:13, Beur Halajá ‘ויין’).

Es importante destacar que, durante una comida, todos sus componentes son una comida fija que debe ingerirse en la sucá por lo que es preciso no probar nada de ella fuera de la sucá. Por lo tanto, quien en la mitad de una comida sale de la sucá y entra a la casa para traer algo, no deberá beber en su interior ni un poco de agua ni habrá de probar nada, e incluso no habrá de tragar aquello que comenzó a masticar en la sucá (Binián Shlomó 41, Shoel Umeshiv 4:3:11, Mikraei Kodesh 1, final del inciso 31).

05- La bendición por habitar la sucá

Nuestros sabios establecieron que se recite una bendición antes de cumplir el precepto de habitar la sucá: “Baruj Atá HaShem Elokeinu Melej HaOlam Asher Kidshanu BeMitzvotav VeTzivanu Leishev BaSucá” (Bendito eres Tú HaShem, nuestro D’s, que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ordenó habitar la sucá”). Las costumbres han diferido respecto de cuándo se recita.

Según muchos de los sabios medievales (Rishonim), así como también según la opinión del Rif y el Rambám, en cada oportunidad que una persona ingresa a una sucá para estar en ella, aunque su intención sea simplemente pasar un rato en ella y no hacer nada, dado que cumple con el precepto, antes de sentarse debe bendecir. Así acostumbran en la práctica los judíos provenientes del Yemen, quienes inmediatamente después que ingresan a la sucá bendicen de pie y posteriormente se sientan.

La costumbre de las demás congregaciones sigue la opinión de Rabenu Tam, según la cual se bendice por la ingesta de alimentos por ser ésta una acción más importante, y en el recitado de la bendición al comer se incluye a todas las demás actividades que se realizan en el marco del precepto de habitar la sucá. Y si bien también el sueño es importante, se teme que la persona bendiga antes de acostarse a dormir y luego no pueda conciliar el sueño, en cambio, en el caso de la ingesta de alimentos, ésta depende exclusivamente de la voluntad humana y por ello corresponde bendecir sobre ella. La pregunta que surge es: ¿Por qué tipo de alimentos debemos bendecir?

Según la usanza ashkenazí, quien está por ingerir una cantidad de alimento que debe ser comida en la sucá, recita Leishev BaSucá”. Por lo tanto, quien tenga la intención de comer un volumen equivalente a más de un kabeitzá (un huevo) de pan o de Mezonot, junto con la bendición correspondiente por el alimento en cuestión debe bendecir “Leishev BaSucá”. Quien no tiene la intención de ingerir esta cantidad durante toda su permanencia en la sucá, habrá de bendecir “Leishev BaSucá” por un simple bocado de Mezonot, un trago de vino o un bocado de un alimento más importante. Si bien respecto de ello existen otras costumbres, así es como corresponde proceder.

Según la usanza sefaradí, se recita la bendición de “Leishev BaSucá” por una ingesta importante por la que suele fijarse una comida, y existe aquí una diferencia entre el pan y el resto de los Mezonot. Por pan, aunque se coma de éste solo un poco más que el volumen de un huevo), se debe recitar la bendición “Leishev BaSucá”. Por el resto de los Mezonot, ya se trate de pasteles o alimentos cocidos tales como ptitim o papilla de avena, se bendice “Leishev BaSucá” únicamente si se ingiere de estos una cantidad suficiente como para quedar satisfechos, lo cual equivale a un volumen mínimo de cuatro huevos.

Consideramos que, en la actualidad, también según la usanza sefaradí, quien ingiera una comida sin pan ni Mezonot, por ejemplo, quien coma sopa, carne, arroz y papas deberá recitar la bendición.

Si bien en el pasado la directiva era no recitar la bendición por una comida en la que no se sirve pan, en la actualidad muchas personas acostumbran a sentarse a comer comidas completas e importantes sin incluir cereales en el menú. En un caso así, la comida debe ser considerada como fija y se debe bendecir por ella. En el caso de quien sabe que sus padres tienen el recaudo de no bendecir por comidas de este tipo, puede continuar con su costumbre. No obstante, a los efectos de salir de duda, es preferible que tenga la precaución de incluir pan en estas comidas y bendecir “Leishev BaSucá”.

06- Algunas reglas de esta bendición

Dado que se acostumbra a bendecir “Leishev BaSucá” previo a la ingestión de alimentos, surgió la interrogante de cuál bendición recitar primero. Según la usanza ashkenazí y la de algunos de los sefaradíes, primero se bendice por el alimento y luego se recita “Leishev BaSucá”. Esto es así ya que por medio de la ingesta nos vemos obligados a habitar la sucá, y por ello la bendición del alimento antecede a la de “Leishev BaSucá”. No es necesario recitar la bendición por la sucá de pie. Según la usanza de algunos de los sefaradíes, es preferible recitar primeramente “Leishev BaSucá” de pie para luego tomar y bendecir por los alimentos. En esta cuestión es correcto que cada uno siga la tradición de sus padres.

Quien se olvidó de bendecir “Leishev BaSucá” al comienzo de su comida, habrá de hacerlo en medio de ésta y continuará comiendo. En caso de que se haya acordado tras haber terminado la parte más sustancial de su ingesta, si aún puede comer o beber algo más antes de decir Birkat HaMazón, que bendiga “Leishev BaSucá” y que coma o beba algo. En caso de haberse dado cuenta tras haber terminado de comer, según la opinión mayoritaria de las autoridades halájicas deberá bendecir, aunque no tenga intención de ingerir más nada (Mishná Berurá 639:48) y según la costumbre sefaradí no habrá de hacerlo (Yejavé Da’at 5:48).

Mientras la persona permanece en la sucá la bendición que recitó por habitarla sigue vigente. Aunque ingiera otra comida más, no habrá de bendecir previamente “Leishev BaSucá”. Aunque haya salido brevemente de la sucá, por ejemplo, si fue al baño, si se ausentó para traer algo o para hablar con un amigo, al regresar a la sucá no precisará volver a bendecir porque la bendición anterior sigue vigente (Mishná Berurá 639:47). Sin embargo, si la persona salió para algo importante tal como rezar o atender sus negocios, al regresar a la sucá deberá volver a bendecir. También en caso de que la salida haya sido por una cuestión no importante, si tomó más de una hora, al regresar deberá volver a bendecir (Shulján Aruj HaRav 639:13).

Quien comenzó a comer en su sucá con la intención de continuar su ingesta en la sucá de su amigo, y al recitar la bendición de HaMotzí tuvo la intención de incluir en ella a todo cuanto habrá de comer en la segunda sucá, estará exento de volver a recitar “Leishev BaSucá”. En caso de no haber tenido la intención de hacerlo, antes de salir de su propia sucá deberá recitar Birkat HaMazón y luego, en la de su amigo, deberá volver a bendecir por los alimentos que ingiera y también por habitar la sucá (en cada usanza según lo que corresponda bendecir).

07- Dormir en la sucá y el estatus de quien dormita

Es obligatorio dormir en la sucá tanto un sueño fijo o prolongado como uno breve. Si bien en lo que respecta a comer se permite ingerir algo liviano o un refrigerio (se’udat arai) fuera de la sucá ya que durante el resto del año también se suele ingerir bocadillos fuera de la casa, tal como se viera arriba (halajá 4), no ocurre lo mismo con la cuestión del sueño. En el caso de este último la regla es más estricta, ya que un sueño breve tiene también importancia, pues a veces dormitar un poco puede disipar el cansancio, y, además, no se suele dormir ni siquiera por breves lapsos fuera del hogar. Por lo tanto, un sueño breve debe también llevarse a cabo en la sucá (Tratado de Sucá 26(A), Shulján Aruj 639:2).

Si bien existen personas que tienden a quedarse dormidas inadvertidamente durante viajes o en el transcurso de clases, esto no se considera un sueño breve (sheinat arai) y ello no está prohibido. La diferencia entre ambos tipos de somnolencia es clara, en un sueño breve la persona apoya su cabeza sobre la mesa o sobre un respaldo para dormir un poco, y muchas personas tienen el recaudo de no hacer algo así fuera de sus casas. Sin embargo, quien se queda entredormido, en realidad desearía mantenerse despierto, y es contra su voluntad que se dormita y se despierta cada tanto.

No obstante, en lo que respecta al sueño surgieron otro tipo de interrogantes. Hay personas a las que por distintos motivos les resulta difícil conciliar el sueño en una sucá, y la pregunta que surge es a partir de qué momento se las puede considerar como ‘sufrientes’ (mitzta’arim) y por ende quedan exentas del deber de dormir en la sucá. Para aclarar esta regla básica, es preciso primeramente definir el estatus de persona que sufre (mitzta’er).

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