Pninei Halajá

Berajot

Prólogo

Prólogo del Rabino Eliezer Melamed

Este libro está dedicado a las bendiciones que elevamos a HaShem nuestro D´s. Si bien los aspectos asociados a la Divinidad son encumbrados y excelsos, grandes y maravillosos, por medio de las bendiciones dichos atributos se introducen en nuestras vidas dándoles pleno sentido. Ya afirmaron nuestros maestros que quien desee ser piadoso que sea meticuloso en las bendiciones que recita (Talmud Babilonio Tratado de Baba Kama 30(A)). Por medio del recitado de bendiciones el hombre tiene la posibilidad de recordar a D´s en todos sus caminos transitados y logra sumar significado y bienestar a su vida y al mundo entero.

Dado que el tema de las bendiciones es de una gran e inconmensurable importancia posee un sinfín de aspectos, y por medio de las reglas generales y los detalles particulares de las leyes referentes a las bendiciones («hiljot berajot») logramos alcanzar una fina y exacta sintonía entre la cuestión Divina tal como se revela en el mundo – conforme a nuestra comprensión – y nuestras vidas. Y por medio de ello, logramos prolongar la bendición a cada acto que emprendemos.

En el pasado ya tuve el mérito de escribir parte de las leyes referentes a las bendiciones y fueron publicadas en el tomo «Likutim III». Por ello, tuve la esperanza de alcanzar el mérito de poder completar la dilucidación de las demás leyes de las bendiciones en el correr de un año aproximadamente. Empero, por más que me esmeré en apresurarme el tema se fue prolongando. Si bien en primera instancia las halajot de las bendiciones parecen ser sencillas, en la práctica son sumamente complejas y compuestas, y en cierto sentido lo son más aún que las halajot de Shabat o de Pesaj. Cada tema está vinculado estrechamente a otros varios y resulta difícil definir cada cuestión por separado, para luego establecerlo en relación con el entretejido de las restantes halajot. Por ejemplo, las leyes de la bendición posterior a la ingestión («berajá ajaroná» o «bendición final») dependen de parámetros cambiantes: el primero, el tipo de alimento en cuestión, y dado que existen alimentos compuestos por varios otros se torna necesario definir cuál es el principal. El segundo está relacionado con la cantidad ingerida y existe diferencia entre alimentos sólidos y bebidas. El tercero se refiere al tiempo que insume la ingestión, pues de ingerirse con excesivas interrupciones entre bocado y bocado ya no es necesario recitar la bendición final. Cada detalle está conformado por numerosas reglas, y en caso de que la persona se traslade a otra locación, la cuestión se torna aún más compleja pues surgen nuevas interrogantes como ser: por cuál alimento será necesario regresar al sitio inicial para poder entonces recitar la bendición final y, en caso de que desee seguir comiendo, por cuál alimento se verá la persona en la necesidad de volver a recitar la bendición inicial, etc.

A los efectos de poder orientar al público en el área de las halajot referentes a las bendiciones se han escrito en los últimos años numerosos libros, cada uno de los cuales posee numerosas virtudes. El Yalkut Iosef elucida numerosas cuestiones sobre la base de las sentencias de su eminente padre y en Halajá Berurá su hermano resumió las halajot según el orden del Shulján Aruj con gran minuciosidad y detalle. En el caso de ambos libros, las halajot son de acuerdo con las sentencias de los sabios sefaradíes que siguen la línea del Shulján Aruj y los eruditos de las últimas generaciones que siguen su línea de sentencia halájica. Con la bendición de D´s, plasmó correcta y ampliamente las cuestiones halájicas implicadas según la óptica de los juristas medievales («Rishonim») y sentenció de las conclusiones de estos lo que, según su entender, era aplicable a las costumbres sefaradíes. En su obra «Piskei Teshuvot» resumió inmejorablemente numerosas respuestas y opiniones que tienen una implicancia práctica según el orden temático del Shulján Aruj, principalmente en concordancia con las sentencias halájicas ashkenazíes. El autor del libro «Vezot HaBerajá» logró catalizar múltiples cuestiones que poseen implicancia práctica junto a varios de los grandes juristas de la generación, tanto ashkenazíes como sefaradíes y sin duda esto le confiere un gran mérito. En el libro «Sha´arei Berajá» el autor editó todas las halajot relativas a las bendiciones con gran puntillosidad y detalle, especialmente según las sentencias de los eruditos ashkenazíes. Además, se escribieron numerosos libros más que se ocupan de temas particulares dentro del espectro de las leyes relativas a las bendiciones.

Sin embargo, en múltiples ocasiones, por exceso de detalles, sutilezas y explicaciones suplementarias, se pierden las reglas generales y cuando un judío se enfrenta a una pregunta concreta, en caso de no haber aprendido de memoria innumerables halajot, no sabrá cómo actuar. Y aunque queramos enseñar a los alumnos estas halajot, esto se torna complejo por causa de la profusión de los detalles y las variantes existentes entre las usanzas de las diferentes congregaciones. Por ello, es necesario definir claramente los principios generales en este tema, reglas en el marco de las cuales todas las tradiciones particulares son idénticas y a partir de estas aproximarse a los detalles particulares, pues esta es la forma más directa y genuina de estudiar. Además de esta manera resulta más sencillo recordar los detalles, pues éstos se continúan directa y lógicamente de esas reglas generales. Solamente entonces, al ocuparnos de las particularidades corresponde definir las diferencias entre las tradiciones y costumbres de las diferentes comunidades. A veces, cuando se abordan las particularidades a partir de las generalidades encontramos que en realidad no existen discusiones o diferencias entre las diferentes congregaciones, sino que en realidad las costumbres alimentarias diferían y por ende también la praxis, empero en la cuestión que analizamos, no existen diferencias entre las diversas tradiciones. Poner énfasis en el estudio de las reglas generales reporta otro beneficio suplementario y es que cuando hay un detalle particular que todavía no ha recibido atención, quien estudia puede alcanzar por sí solo la respuesta sobre la base de su propio razonamiento y muy probablemente arribe a una conclusión que coincide con la halajá, cuanto menos según la opinión de algunos de los juristas.

Tal como aprendimos en la Casa de Estudio de nuestro maestro HaRav Kuk, de bendita memoria, la raíz primera que todo lo antecede es el fundamento de la «emuná» del cual se desprenden y derivan las reglas generales de la halajá y sus particularidades. Si esto es así en la generalidad de las halajot, mucho más aún lo es en el caso de las reglas referentes a las bendiciones que expresan el vínculo existente entre el hombre y su D´s. En efecto, cuando se profundiza en una idea vinculada a la fe, hallaremos que coincide o se corresponde con las reglas de la halajá.  Por lo tanto, comencé el presente libro con fundamentos relativos a la «emuná» y el sentido interior de las reglas referentes a las bendiciones e incluso las mencioné en el comienzo de muchos de los capítulos.

Durante la redacción del presente libro dudé respecto de hasta qué punto es correcto extenderme en las notas al pie de página. Mi vacilación se intensificó en virtud de que ha aumentado el número de estudiosos de la Torá que leen «Pninei Halajá» y por lo tanto formulan preguntas, objetan y observan el texto. A los efectos de responder de antemano las preguntas que pudieran surgir me vi en la necesidad de explayarme, mas ello me llevó a alejarme de la tendencia general y primaria de esta colección de libros que es explicar los fundamentos y las reglas generales de una forma clara, breve y en un lenguaje accesible. Por lo tanto, en la mitad de la escritura del presente libro decidí publicar otro suplementario y es «Ampliaciones de Pninei Halajá – Berajot«. Parte de las ampliaciones se ocupan de las fuentes de la ley en el debate talmúdico y en la literatura de los juristas medievales, y parte de ellas se ocupan de halajot poco frecuentes. Algunas de las ampliaciones se centran en el sentido espiritual de las diferentes halajot. Dado que esto se me ocurrió en medio de la escritura del presente libro, sobre algunas halajot escribí ampliaciones y sobre otras no. Incluso en el caso de halajot sobre las que sí las escribí, en algunos casos me extendí y en otros abrevié. No es mi intención que el libro de ampliaciones se distribuya juntamente con el de «Pninei Halajá«, a los efectos de diferenciar entre el libro importante y central y las ampliaciones que no están ordenadas o compiladas de manera sistemática, sino como agregados para alumnos allegados y para quienes tienen interés especial en continuar profundizando.

A los efectos de clarificar más la importancia de enfatizar el estudio de las reglas generales por medio de las cuales es posible recordar y cumplir como corresponde la halajá práctica, es necesario que sepamos que en muchas ocasiones, en virtud de la complejidad de la halajá y la profusión de detalles y sutilezas muchos no logran saber en la práctica cuál es la halajá frente a un caso concreto. Esto es válido para todas las áreas, pero especialmente en el caso de las bendiciones. Resulta que, al enfrentarse a un interrogante de índole práctico, aunque se desea actuar conforme a la halajá, dado que las personas no recuerdan todos los detalles relevantes a la situación no saben cómo cumplir cabalmente con el precepto y la duda los carcome. En virtud de ello, hay quienes acostumbran consultar cada acción que realizan con un rabino al punto que su vida religiosa se torna plena de temores y carente de alegría y fe espontáneas. Por otro lado, están aquellos que no consultan y se acostumbran a convivir con sus dudas y en virtud de ello pasan a perder el respeto apropiado por el cumplimiento minucioso de la halajá, eso que correlaciona entre la gran visión y la vida práctica. Nuestros sabios medievales ya afirmaron que es más grave el pecado dudoso que la trasgresión certera (Talmidei Rabenu Ioná al comienzo del Tratado de Berajot). Asimismo, encontramos que cuando nuestros sabios, de bendita memoria, decretaban una normativa ponían especial atención a que el público sea capaz de cumplirla. Por lo tanto, debemos explicar la halajá de una forma clara y procurar en lo posible no abundar en detalles que pudieran afectar la claridad de la regla general.

En todo sitio en el cual hay diferencias en la usanza de las diferentes comunidades explicité las diversas costumbres. Cabe destacar aquí que aquello que nos indicaron nuestros sabios en cuanto a preservar las diferentes tradiciones o costumbres (Talmud Babilonio Tratado de Pesajim 50(B), Talmud Jerosolimitano Tratado de Eruvín final del cap. III) se refiere a prácticas comunes para todos los habitantes de determinado sitio o todos los miembros de una determinada congregación y no respecto de lo que precisan consultar los entendidos sobre cuál era la práctica acostumbrada en un lugar determinado. Obviamente no nos referimos a lo que escribieron los rabinos de ese sitio en particular sino a las normas o «dinim» sobre las cuales no existe una costumbre clara y aceptada, donde hay que guiarse por las normas admitidas de sentencia halájica según las cuales la halajá final es conforme la opinión mayoritaria de los juristas, y en caso de duda respecto de una bendición se aplica la actitud más flexible. En esas normas es necesario tomar en cuenta a todos los juristas de todas las congregaciones. Si bien en el pasado, en virtud del aislamiento geográfico, los rabinos tomaban en cuenta principalmente a los juristas que vivían en su cercanía en su misma generación o en las anteriores, en la actualidad que vivimos y estudiamos conjuntamente todas las tribus de Israel, es necesario tomar en cuenta la opinión de los juristas de las diferentes diásporas. Además, cabe agregar que tal como se habrá de explicar en el capítulo 12, la regla según la cual en el caso de duda respecto a una bendición se adopta la actitud más flexible («safek berajot lhakel»), no deja sin efecto costumbres existentes. Y además, hay quienes opinan que este principio no aplica en caso de doble duda («sfek sfeika»). Por ello, a veces, en caso de duda – la opinión mayoritaria de los juristas indica tanto en la teoría como en la práctica que se debe bendecir.

Además, encontramos que en virtud de numerosas dudas han quedado sin efecto bendiciones completas como aquellas por una vista especial, «Shehejeianu» por eventos que alegran y «HaTov VeHaMeitiv» por un segundo vino que se sirve. Sobre estos temas escribí como la opinión mayoritaria de los juristas que ordenaron recitar estas bendiciones, sin reparar ante las opiniones minoritarias que temen hacerlo. En primer lugar, porque esta es la norma básica de la halajá. Además, otro motivo importante radica en que si bien es correcto tomar en cuenta dudas lejanas, cuando estas dejan sin efecto una bendición instaurada por lo sabios esa opinión no debe ser tan tomada en cuenta, ya que debemos ser más cuidadosos en no anular decretos de los sabios que en tomar en consideración una duda expresada por un jurista de las últimas generaciones. En esta cuestión me apoyo en las espaldas de mi maestro y rabino el Rav Tzví Yehuda Kuk de bendita memoria, que solía recitar bendiciones poco frecuentes tales como «Shehejeianu» al ver alumnos y amigos queridos, o «Metziv Gvul Almaná» al contemplar asentamientos judíos en la tierra de Israel y demás, y decía que la tendencia a plantear dudas remotas en el estudio de las leyes de las bendiciones expresa dudas en la fe.

Le agradezco a HaShem que me concedió el mérito de estudiar y enseñar en la yeshivá y en la localidad de Har Berajá. De los residentes aprendo cuáles son los interrogantes halájicos que se presentan en sus vidas y junto a los estudiosos de la yeshivá, tanto mayores como jóvenes, consigo elaborar y procesar las líneas de pensamiento y las definiciones. De no mediar esta combinación de interacciones las líneas argumentales y las conclusiones no estarían correctamente alineadas, ya que a veces del estudio de un tema determinado parece atisbar una conclusión y de repente en la casa de estudios, surge la pregunta de por qué no se actúa en la práctica conforme la conclusión a la que se ha arribado. Empero, cuando se es consciente de la realidad y los interrogantes que de esta emergen, se entiende que en la práctica existen otras consideraciones de orden halájico que llevaron hacia una sentencia final diferente. De este modo las cuestiones se van aclarando y explicando.

Este es el lugar para agradecer al Rabino Oren Matza y al Rabino Maor Kaiám que ayudaron de sobremanera para analizar las distintas cuestiones y temas, siendo socios plenos en la escritura de este libro, así como también del tomo de las ampliaciones. Asimismo, mi agradecimiento al Rabino Yonadav Zer que ayudó grandemente en las correcciones y con aclaraciones de gran ayuda, y preparó este libro para ser enviado a la imprenta y junto al Rabino Netanel Rozenstein compiló el índice. Mi reconocimiento al Rabino David Wichner quien ayudó con sus correcciones y sabias observaciones. Debo también agradecer al Rabino Shlomi Badash y al Rabino Zeev Sultanovich por su ayuda en las observaciones y aclaraciones. Al Rabino Biniamín Koenisbacher, al Rabino Noam Alshej y a mi yerno el Rabino Jagai Cohen por ayudar en la revisión del texto junto a los demás alumnos de la yeshivá que participaron de las clases y de las revisiones. De mis alumnos aprendí más que de nadie.

Quiero asimismo agradecer a mi padre y maestro el Rabino Zalman Baruj Melamed Shelita Decano de la Yeshivá de Beit El y rabino titular de esa localidad, y a mi madre y maestra, a mi querida esposa, y sea Su voluntad que tengamos el mérito de criar a nuestros hijos en la Torá, en los preceptos, para la jupá y las buenas acciones de modo tal que el libro de la sagrada Torá esté siempre presente en nuestras bocas y en las de nuestros descendientes para siempre.

Quisiera sumar mi agradecimiento a todos quienes se dedican a la sagrada labor de construir la yeshivá e imprimir los libros: Rabino David Saada, Rabino Israel Saadia y Rabino Yaakov Weinberger. Quiera D´s que Él les conceda entendimiento y vigor para triunfar en su labor y para que se cumplan todos los buenos deseos de sus corazones.

Hace cinco meses, un 12 de Iyar del 5768, falleció repentinamente el Rabino Uri Weksler, abuelo de mi nuera. Este libro está dedicado a la elevación de su alma. Rabí Uri era una persona recta, modesta, empática y generosa. Durante décadas fungió como gabai y lector de la Torá. Amaba los asentamientos en el Shomrón (Samaria) y venía muy seguido a visitar a su familia en Har Berajá. Su padre, el Rabino Shemuel era un buen amigo de mi abuelo el Profesor Iosef Wolk de bendita memoria. Más adelante, las familias se unieron por medio de la boda de sus bisnietos. De ese enlace Rabí Uri pudo tener a su primer bisnieto.

Quiera D´s que por medio del estudio de las halajot de Berajot tengamos el mérito de construir el país, ya que la bendición está vinculada a la tierra de Israel, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 8:10): «Comerás y te saciarás y bendecirás a HaShem tu D´s por la tierra buena que te ha dado». Por medio de las bendiciones revelamos la santidad de la tierra, y solo en la tierra de Israel es posible revelar la santidad que subyace al interior de la materialidad y de esa forma se santifica el Nombre Divino de sobremanera, al manifestarse que incluso el alimento que ingerimos y su buen sabor, tienen que ver con la santidad. Sobre esto dijeron nuestros sabios (Sifrí) que «la bendición no depende sino de la tierra», tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 15:4): «Porque bendecir te habrá de bendecir HaShem en la tierra que te concedió en heredad». Quiera D´s que por medio de la herencia de la tierra y la labor en ella tengamos el mérito de completar la construcción del país en general y particularmente de su corazón, que es Jerusalém, nuestra esplendorosa ciudad santa. Desde Jerusalém el Creador habrá de prodigar más bendición, tal como está escrito (Tehilim-Salmos 128:5): «HaShem te bendiga desde Sión y veas el bien de Jerusalém todos los días de tu vida», pues en Jerusalém es posible revelar cómo los diferentes tonos no se contradicen entre sí, sino que se complementan y agregan bendición uno al otro. A partir de esto tendremos el mérito de poder construir el Sagrado Templo y hacer residir a la Divina Presencia en nuestro seno, para que de esa manera se expanda la bendición hacia nosotros y hacia el mundo entero, pues «mientras el servicio del Sagrado Templo se mantiene, el mundo y sus habitantes se ven bendecidos y las lluvias descienden en fecha» (Avot DeRabí Natán 4).

Eliezer Melamed

Diez días de retorno del 5769

Desde que se imprimió la primera edición pasaron ya diez años, y mientras tanto fueron impresas dos ediciones más siendo la presente la cuarta. Para mí, una nueva edición implica un agregado de halajot y explicaciones, empero si solamente se realizan correcciones ortográficas no la considero como edición nueva. En la presente edición fueron elaboradas algunas halajot como las de bendecir mezonot por «Shalva» y por granola (6:13), artículos horneados que no son pan (3:8, 6:2-4) y me respaldé más en quienes entienden que la audición por medio de un audífono es válida (12:9). A esta cuestión le agregué una explicación a la bendición por el nacimiento de una niña (17:11) y amplié el tratamiento de las halajot de «Birkat HaGomel» tomando en cuenta los cambios en la realidad (capítulo 16). Además, agregué un capítulo sobre la plegaria del viajero o «Tefilat HaDerej» que anteriormente se encontraba en los libros de «Likutim» (II 10:6-10) y ahora están aquí comentados y ampliados.

Eliezer Melamed Jeshván 5779

 

 

BHN”V

«האי מאן דבעי למהוי חסידא לקיים  מילי דברכות».

Así expresa nuestra Guemará (Babá Kamá 119) cuando nos quiere hablar del perfil de una persona que aspira a ser ‘jasid’ – un ser humano de excepción en cuanto a sus vínculos con el Cielo y con los demás seres terrenales-. ‘Todo aquel que anhele ser jasid, que cumpla con decir las bendiciones’ (establecidas para cada ocasión por la tradición rabínica, así como la Bendición por las Comidas, única establecida por nuestra Sagrada Torá).

El universo de las bendiciones nos permite descubrir una intención, así como una intensidad. No sólo son expresiones que fluyen de nuestro decir, sino que retornan hacia nosotros cambiando algo de nuestra esencia. Haciendo de quien las pronuncia, un ser diferente. Una actitud hacia la vida, hacia los creados y hacia el Creador por sobre todo.

No en vano nuestro Talmud habla de la condición de ‘jasid’, característica elemental que marcó a fuego nuestro patriarca Abraham –“Jesed leAbraham”- como reza nuestra plegaria, ya que en él confluyeron la bondad irrestricta junto a la verdad de una fe sin igual. Porque la tarea es ser receptores del impacto de lo que hacemos y por sobre todo de lo que decimos.

Una berajá es algo más que una bendición. Es reconocer que existe Un Creador, Único y recóndito, que ‘se hace presente’ a cada momento que puedo disfrutar de éste, Su Mundo. Tenerlo ‘presente’ significa reconocerlo. “En todos tus caminos, habrás de conocerlo” reza el versículo. Allí la tarea más sublime de cada uno de nosotros. ‘Bejol derajéja…’. Todos los caminos y encrucijadas del vivir. Allí donde estemos, allí portar Su Nombre. Allí, enaltecerlo y glorificarlo.

Entonces podremos comprender la esencia de cada brajá y brajá. Porque ellas son el hilo conductor. Las ‘huellas’ me animaría a decir, que nos ha delineado el Santo Bendito Sea, para que hallemos ese camino y para que alcancemos ese conocimiento.

“Be-jol yom abarejeca…” canta David el rey. ‘En cada día y día habré de bendecirte’. Porque expresar una bendición es volver a descubrir al Creador. Su Obra. Su Bondad. Su Generosidad. Y eso genera una obligación: agradecer. Porque de lo contrario, la afirmación de nuestros sabios que ‘todo aquel que disfruta de este mundo sin expresar una bendición, es como si le estuviera robando al Creador’, estaría presente entre nosotros, ¡D’s no lo permita!

Es por ello que, sensibilizar al ser humano, es generar en él y quienes le rodean un sentido profundo de gratitud y reconocimiento por todo aquello que ha de disfrutar y compartir.

Al ingresar al mundo de las Bendiciones, nos proponemos cambiar. Pretendemos ser sensibles a cada aspecto que nos beneficia y nos complace. Es poder conectarnos con el origen mismo de lo creado; es regresar a un escenario donde disfrutar del mundo material nos prepara para un deleite en la realidad espiritual.

El yehudí es ante todo y por sobre todo un agradecido. Yehudá nace de aquella percepción única de su madre Leáh, quien al tenerlo en sus brazos dijo: “Ha-pa’am hodé et HaShem”… ‘Esta vez agradeceré al Creador’. Nuestra esencia y nuestra trascendencia parte de allí. Y las Berajot, en su conjunto son el arte singular del ser agradecidos por la vida. De por vida.

Con agradecimiento al Todopoderoso, que nos ha dado la vida y nos ha sostenido hasta este momento, nos sentimos honrados en ser parte de esta magna obra del sabio Rab –nuestro maestro- Eliezer Melamed shelita; del poder abrevar de sus aguas tan pletóricas de sabiduría y recorrer los vastos campos del conocimiento de la halajá, con su expertez, claridad de conceptos y excelencia en el transmitir.

El Libro de Berajot –Bendiciones- es el décimo que llevamos en nuestra tarea de traducción y edición en español, y junto a todos los restantes, sentimos que hemos crecido no tan sólo en el saber sino y por sobre todo en la práctica cotidiana, y por sobre todo, en la enseñanza a nuestros alumnos y miembros comunitarios, los primeros en disfrutar de esta obra excepcional.

Quiero agradecer una vez más, la sensibilidad y dedicación del Rab Israel Diament, Shelita, con quien compartimos la tarea desde el comienzo. Su vasto conocimiento, su dedicada labor en la búsqueda de conceptos claros en la traducción y su buen humor siempre presente, hacen que la tarea más allá de un desafío intelectual se torne en placentera y llevadera. ¡Jazak uBaruj querido amigo!

A la Profesora Janá Levin, por su dedicada labor en la corrección de estilo y sus sabios y necesarios aportes. ¡Quiera HaShem enviarle refuá shelemá y una rápida y pronta mejoría!

A ustedes lectores del idioma español, agradecerles vuestras sugerencias, críticas y correcciones. Nuestro deber es aprender cada día. De cada uno y uno de vosotros. Gracias entonces por ayudarnos a evaluar cada aspecto desde vuestra sabia mirada.

Que podamos alcanzar la dimensión del ser ‘Jasid’…con todas las letras, y por sobre todo, con cada brajá que fluya de nuestras bocas y labios, naciendo de nuestros corazones…Porque acercarnos al Creador, es llevar Sus Palabras en nuestro corazón, para luego, ponerlas en el corazón de nuestros hijos y nietos, haciendo de nuestras personas y nuestros hogares, la residencia definitiva de la sagrada Torá.

אֲבָרֲכָה אֶת יְהוָה בְּכָל עֵת תָּמִיד תְּהִלָּתוֹ בְּפִי

“Bendeciré a HaShem en todo momento…

¡Su alabanza permanecerá por siempre en mi boca”!

 

Con la Bendición de la Torá y la Paz,

Mordejai Maarabi

Tiempos de Tevet de 5780

Ra’anana, Israel

01) El precepto de agradecer

El ser agradecido es un valor moral de primerísima importancia. Se trata de un fundamento tan evidente, al punto que nuestros sabios, de bendita memoria, dijeron (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 35(A)) que la Torá no nos ordenó recitar bendiciones en virtud de los placeres experimentados o a experimentar, y no resulta necesario preceptuarlo, dado que esto se comprende por la sencilla lógica de que el ser humano debe agradecer por todo aquello que recibe de su Creador.

A los efectos de comprender mejor el valor implícito que encierra el ser agradecidos, refirámonos a esta virtud en el marco de las relaciones interpersonales. Quién sabe valorar a sus amigos por el bien que estos le prodigan, es una persona humilde que reconoce el hecho de que él no es el centro del mundo y por lo tanto los demás no tienen el deber de ayudarle y otorgarle obsequios. Sin embargo, es insuficiente con que se sienta agradecido en su corazón siendo necesario que lo exprese con palabras de gratitud, para que de esa manera se incremente el cariño entre quien realiza el acto bondadoso y quien lo recibe, y así habrá de intensificarse el deseo entre ambos de prodigarse buenas acciones. Además, una persona que sabe ser agradecida está contenta y disfruta en el mundo, presta atención a todas las cosas buenas de su vida y no las percibe como obvias o sobre entendidas, sino que se maravilla nuevamente cada vez por todas las acciones tanto grandes como pequeñas que los demás realizan en su favor y cada sonrisa o palabra amable regocijan su corazón.

Por el contrario, el desagradecido peca de soberbia al considerarse a sí mismo como la persona más importante y por ende pensar que todos los demás deben estar a su servicio. Además de pecar, este individuo no experimentará la felicidad pues siempre sentirá que no fue atendido como corresponde y que no se le dispensó un trato suficientemente bueno. El desagradecido afecta también negativamente a su entorno ya que hace que personas buenas se sientan mal y se desmotiven en realizar acciones generosas.

El mayor de los agradecimientos corresponde dispensarlo al Eterno que creó el mundo todo con Su bien, con gracia, generosidad y misericordia. Alabad a HaShem que es bueno, pues Su generosidad es eterna. Muchas personas saben que el mundo tiene un Creador, pero mientras no Le agradecen por el bien que les dispensa no se conectan a la fe misma. De no mediar el agradecimiento, el hecho de saber que D´s creó el mundo es un concepto carente de contenido y de sentido constructivo. El agradecimiento a D´s es la expresión concreta de la fe, y por su intermedio la persona se acostumbra a percibir la gracia Divina que lo acompaña permanentemente; así pasa a ser capaz de apegarse a su Creador, andar por Sus sendas y cumplir su cometido superior que es reparar el mundo de acuerdo con la Voluntad de HaShem. Incluso el Amo del universo nos enseñó ver el lado bueno del mundo, tal como fuera dicho al concluir la creación (Bereshit-Génesis 1:31): «Y vio Elokim todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno». De esta manera, podremos elevarnos y acceder a la virtud del agradecimiento a HaShem y apegarnos a Su forma de proceder.

En cierta manera, el pecado primigenio de Adám comenzó a consecuencia de haber sido desagradecido. HaShem le había concedido todos los árboles del jardín y solamente le había ordenado abstenerse de ingerir el fruto del árbol del conocimiento. Si Adám y Javá hubiesen sido agradecidos por todo lo bueno que HaShem les concedió podrían haber disfrutado del mundo, de los maravillosos árboles y las sabrosas frutas y no habrían sentido deseo alguno de ingerir el fruto del árbol del conocimiento. Pero como no fueron agradecidos, todos los buenos presentes que habían recibido se tornaron para ellos obvios y sobrentendidos sin hallar en estos satisfacción, permaneciendo sólo el resentimiento de por qué no podían ingerir el fruto del árbol prohibido. Cuando llegó la serpiente para incitarlos a rebelarse cayeron en su ardid y transgredieron. Después de la transgresión, Adám continuó en su actitud desagradecida y dijo (Bereshit-Génesis 3:12): «La mujer que me diste junto a mí, ella me dio del árbol y comí». Quién sabe, quizás si se hubiese confesado y dicho: «Tú HaShem me has dado una mujer para alegrarme junto a ella y yo en vez de agradecerte me encerré en pensamientos egoístas y en virtud de ello nos deterioramos y pecamos», a lo mejor HaShem los habría perdonado y no los habría expulsado del Jardín del Edén. Vemos entonces que mediante el recitado consciente de las bendiciones nosotros corregimos el pecado primigenio.

A partir de todo esto se entiende por qué nuestros sabios fueron tan minuciosos con las leyes de las bendiciones estipulando una bendición especial para cada tipo de placer, y fueron muy exactos respecto de la cantidad a ser consumida para recitar la bendición final, de modo tal que por cada disfrute se le agradezca a HaShem de la mejor y más bella forma posible.

02) Quien come y no bendice comete perjurio y roba

Los cielos relatan la gloria de D´s y la tierra está plena de Su magnificencia. Los árboles y las hierbas le entonan cánticos de alabanza, los seres vivos andan y reptan ante Él, las aves vuelan en Su presencia y todo ser existente se mueve y se estremece en Su honor. Todos juntos y cada ser por separado recitan poesía delante Suyo.

Cada ser vivo creado por D´s en Su mundo tiene un cometido propio y revela un aspecto suplementario del bien infinito con el que HaShem prodiga al universo, ya que el Eterno no crea ser alguno sin propósito.

Las uvas poseen una particularidad propia, otro tanto los higos y de igual manera cada una de las frutas. Hay de estas que son dulces y otras más ácidas, algunas son nutritivas y otras estimulantes, unas son de pulpa dura y otras más blandas, y cada forma y color de cada una de estas generan una atmósfera y un ambiente particular. Cada fruto de la vid que creció en el mundo de HaShem posee una singularidad y ninguna uva puede reemplazar a otra. Si bien desconocemos los secretos de cada uno de los frutos, el Eterno que los creó introdujo en cada uno de ellos una chispa especial que lo vivifica y le hace crecer.

Todo aquel que toma algo del mundo sin pedir permiso altera la armonía general del universo y es considerado un ladrón. Empero si recita una bendición y reconoce la bondad recibida de parte del Santo Bendito Él, se considera que lo tomó con permiso. Respecto de esto dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 35(A)): «El ser humano tiene prohibido disfrutar del mundo sin recitar bendición, y todo aquel que disfruta del mundo sin hacerlo comete perjurio… y es como si disfrutase (indebidamente) de aquello que es consagrado al Cielo». Asimismo, dijeron que «Todo aquel que disfruta de este mundo sin recitar una bendición, es como si hurtase al Santo Bendito Él y a la Grey de Israel» (ídem 35(B)). Esto obedece a que la tendencia general de toda la Creación es revelar la Palabra de D´s en el mundo, y este es también el cometido del pueblo de Israel, tal como está escrito (Ishaiahu-Isaías 43:21): «Este pueblo que formé para Mí habrá de relatar Mi gloria». Y cuando el ser humano disfruta del mundo sin recitar bendición es como si arrebatase tanto a D´s como a Israel.

Empero, si bendice a HaShem no sólo que no afecta a la Creación, sino que, por el contrario, la bendición es considerada como una revelación del Nombre Divino en un nivel superior al de la mera existencia de ese ser. La bendición revela la raíz superior del alimento sabroso y bonito creado por D´s. Ese es el cometido superior de todo ser creado, que el Nombre de HaShem se vea consagrado en el mundo por su intermedio, e incluso quien recita la bendición accede entonces a elevarse y conectarse con el Eterno.

Sobre esto, nuestros sabios dijeron (ídem Berajot 35(B)) que previo al recitado de una bendición toda la tierra y su contenido le pertenecen a D´s y nadie tiene derecho a disfrutar de ella, tal como está escrito (Tehilim-Salmos 24:1): «De HaShem es la tierra y cuanto ella contiene, el mundo y los que en él habitan.» Empero, tras pronunciar la persona una bendición, es la Voluntad del Creador que pueda el ser humano disfrutar de todo cuanto Él creó en la tierra, como fue dicho (Salmos 115:16): «Los cielos pertenecen a HaShem y la tierra la concedió a los hombres».

Además, el Talmud explica allí que quien no sabe recitar las bendiciones debe acudir donde un sabio y aprenderlas. Aparentemente, no es suficiente estudiar las bendiciones superficialmente, sino que es menester ir donde el sabio para aprender todas las reglas referentes, así como su significado oculto y su sentido, para así saber cómo, por su intermedio, santificar correctamente el Nombre de D´s.

03) El fundamento de la bendición

El Eterno ha obrado generosamente para con nosotros al revelarnos que es bueno ante Sus ojos que le bendigamos y le agradezcamos, tal como está escrito (Deuteronomio 8:10): «Comerás y te saciarás y bendecirás a HaShem Tu D´s». Por supuesto que Él no requiere de nuestras alabanzas, sino que el Eterno quiso nuestro bien y nos obsequió el mayor de los presentes, la posibilidad de agradecerle y bendecir ante Él. Se trata de un privilegio maravilloso, el poder recitar bendiciones ante HaShem y saber que para Él poseen un gran valor. Por su intermedio la vida toda adquiere otra significación, ya no somos más cual animales que nacen, viven y mueren sin comprensión o sentido, sino como seres humanos que acceden a conectarse con el Amo del universo y recitar ante Él bendiciones, para de esa forma incrementar la plenitud de la vida en el mundo.

El fundamento de la bendición es el conocimiento de que HaShem es la fuente de la misma, y por ello en cada bendición que recitamos mencionamos Su Nombre: «Ad-onai Dios nuestro». A los efectos de que sea claro que el D´s al cual nos dirigimos no solamente es elevado e inconmensurable en sus alturas, sino que vivifica el mundo, es providente con sus creaturas y las dirige, mencionamos Su reinado al decir: «Rey del universo». Nuestros sabios dijeron que toda bendición que es recitada y en la cual nos olvidamos de mencionar Su Nombre y Su reinado no es una bendición cabal (ídem Berajot 40(B)).

Es necesario saber que, si bien HaShem se reveló a nosotros en la salida de Egipto y en la entrega de la Torá y nos enseñó cómo bendecirle, solamente una parte ínfima de Su luz se manifestó pues una creatura no está capacitada para captarla en su completitud. Es por ello por lo que en la versión de la bendición nuestros sabios insinuaron estos dos niveles, aquello que se manifiesta ante nosotros y aquello que nos trasciende.

Al mencionar Su Nombre pronunciamos dos Nombres: el primero «HaShem» que insinúa el escalón más elevado, del que sólo una ínfima porción se revela ante nosotros, y el segundo «Elokeinu», D´s nuestro, insinúa aquello que sí se manifiesta ante nosotros. Más aún, al inicio de la bendición nos dirigimos al Eterno de manera directa y decimos: «Bendito eres Tú HaShem D´s nuestro», empero posteriormente pasamos a hablarle como a un D´s oculto y decimos: «…que todo fue creado por Su palabra», «que nos consagró con Sus preceptos y nos ordenó», pues entonces nuestra intención es dirigirnos a un plano que trasciende plenamente nuestra percepción y comprensión.

La palabra bendición («berajá») significa adición e incremento, tal como está escrito (Shemot-Éxodo 23:25): «Y bendecirá tu sustento» con la intención de que HaShem lo incremente y lo multiplique. Asimismo, está escrito (Devarim-Deuteronomio 7:13): «Y te amará y te bendecirá («berajejá») e incrementará y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu trigo, tu mosto, tu aceite y tus rebaños sobre la tierra que juró a tus padres darte». La intención del vocablo «berajejá» es que HaShem aumente y multiplique el fruto de tu vientre y tu tierra. Entonces, ¿a qué nos referimos cuando decimos «bendecir a HaShem»? ¿Acaso Él no es completo e infinito? ¿Qué se le puede agregar o aumentar? La intención del uso de este vocablo es la de incrementar la manifestación de Su Divina Presencia («Shejiná») en el mundo, ya que al disfrutar de las bondades de este mundo y recordar que todo proviene del Eterno expresándolo con palabras, Su Luz y Su Divina Presencia se revelan aún más en la creación (Nefesh HaJaím II cap. 2-4).

De esa manera se incrementa vitalidad al mundo, ya que ésta y todo lo que el mundo contiene dependen de su relación con el Creador que es la fuente de toda vida. Es así como, con cada bendición que recitamos, se conforma o establece un conducto para el flujo de la abundancia a través del cual descienden rocío de bendición y la vida al universo. Probablemente esto es lo que insinuaban nuestros sabios, de bendita memoria, al decir que quien desee ser una persona piadosa deberá ser minucioso en cuestiones relativas al recitado de bendiciones (Talmud Babilonio Tratado de Baba Kama 30(A)), ya que por medio de estas se incrementan el bien y la generosidad en el mundo.

04) Las bendiciones previas a la ingestión

Existen dos tipos de bendiciones sobre los alimentos: previo a la ingestión y posterior a esta. La bendición anterior a la ingestión es aquella en la cual se bendice a HaShem por disfrutar del alimento, y la lógica indica que el ser humano no debe tomar algo del mundo del Eterno para su disfrute sin pedir previamente permiso y reconocer que HaShem lo ha creado. Esta razón resulta tan simple y comprometedora al punto que la Torá no necesitó mencionarla, pues corresponde que la persona lo haga por su propio entendimiento o criterio.

Así como corresponde que quien recibe presentes de su prójimo le agradezca de modo particular por cada uno de los obsequios, y quien agradece de manera general demuestra que no logró percibir la esencia del regalo, entonces su agradecimiento pierde significación, de igual manera corresponde actuar en relación con D´s. Por lo tanto, nuestros sabios establecieron que se agradezca por medio de una bendición particular por cada tipo de alimento (adelante 8:4).

Por el pan se bendice: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Hamotzí Lejem Min HaAretz» (adelante 3:1). Por alimentos elaborados a base de los cinco cereales («mezonot») se bendice: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Boré Minei Mezonot» (adelante 6:1). Por el vino se bendice: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Boré Prí Hagafen» (adelante 7:3). Por frutas del árbol se bendice: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Boré Prí HaEtz». Por productos originados en la tierra se bendice: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Boré Prí HaAdamá» (adelante 8:1-2). Por los demás alimentos que no crecen sobre la tierra, como por ejemplo la carne y la leche se bendice: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Shehakol Nihiá Bidvaró» (adelante 8:3). Cada una de las bendiciones revela la raíz Divina particular del alimento en cuestión y por ello es muy importante ser exactos en su recitado para no confundirlas.

05) La bendición posterior a la ingestión

La bendición posterior a la ingestión implica una innovación, ya que tras haber agradecido a HaShem por medio de la bendición anterior al consumo aparentemente no habría necesidad de volver a agradecerle. Por ello, la Torá nos ordenó que también tras haber comido y habernos satisfecho, reflexionemos sobre todas las bondades que HaShem nos ha prodigado tanto a nosotros como a todo el pueblo de Israel y que por ello le agradezcamos y le bendigamos, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 8:10): «Comerás y te saciarás y bendecirás a HaShem tu D´s por la tierra buena que te ha dado». De esta manera, por efecto de lo que hemos comido se incrementan la bendición y el bien en el mundo.

Este precepto encierra una enseñanza muy importante. En general, cuando una persona está hambrienta es consciente de que precisa ayuda y por ello le clama a HaShem. Empero, cuando se siente satisfecha puede llegar a contentarse con la alegría simple y material que le provoca la comida y olvidarse de HaShem y de los ideales excelsos que están en juego: incrementar la fe, revelar la Divina Presencia en la buena tierra que D´s nos concedió, conectarse al pacto existente entre el Creador y el pueblo e Israel, conectarse a la sagrada Torá, orar por el pueblo de Israel, por Jerusalém y por el sagrado Templo y reparar el mundo a la luz del ideal Divino. Todos estos fundamentos se manifiestan por medio de las bendiciones que recitamos durante el «Birkat HaMazón» o bendición posterior a la ingestión de alimentos, tal como lo explicaremos posteriormente (4:1-4).

El «Birkat HaMazón» en su formato completo es recitado únicamente por quien ingirió pan. Quien comió productos de las siete especies con los que la tierra de Israel fue bendecida, y en esta regla ingresan también los cinco cereales, tiene el mérito de recitar una bendición que es un resumen del Birkat HaMazón y que por ello recibe el nombre de «Me´ein Shalosh» o «similar a tres» por resumir las tres primeras bendiciones del principal agradecimiento por la ingestión de alimentos.

Los juristas debatieron respecto de si recitar «Birkat HaMazón» es un precepto de la Torá o de origen rabínico (adelante 10:1-2).

A continuación de esto, nuestros sabios establecieron que quien comió o bebió y disfrutó de alimentos que no pertenecen a las siete especies, que recite tras su ingesta una breve bendición al Eterno, esta es «Boré Nefashot» (adelante 10:4).

A los efectos de que una persona recite la bendición posterior a la ingestión de un alimento o una bebida, es necesario que haya consumido al menos una medida equivalente a un «kezait» de alimento o un «reviít» de líquido para que de esa forma quede o perdure en su interior una sensación agradable en virtud de la cual pueda recitar la bendición (la cantidad será analizada adelante 10:5-10).

Cabe agregar aquí que a veces, después de comer, se genera en la persona una sensación de una baja en su estado de ánimo. Esto puede deberse quizás por las esperanzas que tenía cifradas en que el sabor exquisito del alimento en cuestión disipe en algo su pesar y le haga sentir satisfecho, empero tras la ingesta resulta que su abatimiento persiste. A veces la sensación de pesadez que sobreviene después de comer lleva a la persona a una sensación depresiva. En otros casos, la persona se lamenta por haber comido nuevamente en exceso y ahora su vientre está pesado y se siente desanimado y enojado consigo mismo. Por medio del recitado consciente del «Birkat HaMazón» una persona puede elevarse por encima de estas sensaciones negativas y otorgarle a su ingesta un valioso significado. Incluso si se excedió en su comer, al recitar el «Birkat HaMazón» tiene la posibilidad de reparar aquello que dañó y transformar su pesadez y desánimo en vitalidad y alegría (ver Midot HaReaiá, Ha´alaat Nitzotzot 6). Este es el sentido de la copa de vino sobre la cual se bendice el «Birkat HaMazón» en las comidas importantes, para finalizar la ingesta con una sensación de elevación por efecto del agradecimiento y la alegría ante HaShem (ver adelante 5:13).

06) La versión de las bendiciones

Los miembros de la Gran Asamblea y su líder Ezra HaSofer, establecieron la redacción de las bendiciones y de los rezos (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 33(A)). Empero, el precepto de recitar «Birkat HaMazón» se fundamenta en la Torá y lo principal de sus bendiciones fue redactado por Moshé, Iehoshúa Bin Nún, el Rey David y el Rey Shelomó tal como se explicará posteriormente (4:1). Sin embargo, la redacción final y definitiva lleva el sello de los miembros de la Gran Asamblea o «Kneset HaGuedolá» (Sefer HaJinuj 430).

Nuestros sabios establecieron tres tipos de bendiciones: a) Bendiciones por el disfrute o «Birkot Hanehenín», que son alabanzas por el placer que obtiene el ser humano en el mundo del Creador y el presente libro está principalmente dedicado a estas. b) Bendiciones por el cumplimiento de preceptos, que tienen por cometido enfocar la atención de la persona en el mandamiento que está a punto de cumplir. c) Bendiciones de agradecimiento y alabanza, como por ejemplo, las bendiciones matinales o las que se recitan ante la observación de determinados fenómenos (adelante capítulo 15). Existen también bendiciones de alabanza que incluyen un pedido, como por ejemplo, en el caso de las bendiciones de la Amidá (Rambám Hiljot Berajot 1:4).

No se debe modificar la redacción de las bendiciones y en caso de haberlo hecho, omitiendo por ejemplo la palabra Baruj, o no habiendo mencionado el Nombre Divino (Ad-onai o Eloh-einu) o Su soberanía (Melej Haolám), u omitiendo lo principal del contenido de la bendición – no cumplió con el deber (Shulján Aruj 214:1 y como se explica más adelante 12:6).

Quien recita la bendición traducida a otra lengua cumple con su deber (Shulján Aruj 185:1). De todas maneras, a priori todas las bendiciones deben recitarse en hebreo, que es la lengua sagrada y es aquella en la cual nuestros sabios las redactaron (Mishná Berurá 185:1). Quien no comprende hebreo puede a priori, mientras no haya aprendido el idioma, recitar la bendición traducida (ver Pninei Halajá Tefilá 17:8).

07) El modo de recitar una bendición y el respeto debido que se le debe dispensar

Quien recita una bendición debe pronunciarla en voz lo suficientemente fuerte como para, al menos, poder escucharse con sus propios oídos. A priori, es bueno recitarla en voz alta, pues ello despierta la intención, estimula la concentración y en virtud de ello quienes rodean a quien la recita pueden tener el privilegio de responder «Amén» y de esa manera acrecienta la santificación del Nombre Divino en el mundo. A posteriori, si pronunció la bendición con los labios, pero tan tenuemente que sus oídos no la oyeron- cumplió con su deber. Empero si no pronunció la bendición con los labios y únicamente la pensó, no cumplió y debe volver a recitarla (Shulján Aruj 185:2-3, Mishná Berurá 2-3).

Dado que las bendiciones por el disfrute fueron establecidas a los efectos de agradecer y elogiar a HaShem, corresponde recitarlas de una manera respetuosa. Dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 47(A)): «no se debe arrojar una bendición de la boca», esto es, no se debe decir rápidamente como si se tratase de una pesada carga de cuya obligación uno desea deshacerse.

Parte del respeto debido a la bendición pasa por no realizar otra labor mientras se recita. Incluso una labor liviana se prohíbe, por ejemplo, no se debe acomodar los cubiertos y los platos durante el «Birkat HaMazón» (Shulján Aruj 191:3, ver adelante 4:12). Se permite recitar una bendición mientras se camina y solamente el «Birkat HaMazón», en virtud de su importancia, debe recitarse estando sentados. Hay juristas que opinan que a la bendición de «Me´ein Shalosh» se le aplica la misma regla que al «Birkat HaMazón» y debe también ser recitada estando sentados (adelante 4:12, 10:3).

No se puede hablar en medio de una bendición y en caso de haber interrumpido a la mitad de una bendición breve, dado que la interrupción deja sin efecto el sentido del recitado – esta queda sin efecto. En caso de haber interrumpido en medio de una bendición larga en una parte que no deja sin efecto el sentido de esta – se podrá continuar con el recitado (Jaié Adám 5:13).

Mientras se recita una bendición las partes pudorosas de la persona deben hallarse cubiertas, y en el caso del hombre es necesario que haya algo que marque una separación entre el pubis y el corazón, y todo aquello que esté en contacto con el cuerpo y se encuentre entre estos, se lo considera como separación (Shulján Aruj Oraj Jaím 74). A priori, es preferible vestir pantalones y camisa mientras se recita una bendición, y durante el recitado de «Birkat Hamazón», por tratarse de una bendición importante, corresponde estar vestido honorablemente (Mishná Berurá 183:11, adelante 4:12). Los hombres deben cubrir su cabeza mientras recitan una bendición y otro tanto las mujeres casadas, empero si una mujer se encuentra sola o en compañía de su familia nuclear – no requiere tener la cabeza cubierta al recitarla (Pninei Halajá Tefilat Nashim 10:5-6).

08) Aseo y pureza durante el recitado de una bendición

Si una persona necesita ir al baño con una premura tal que no se siente capaz de poder contenerse durante setenta y dos minutos – no puede recitar una bendición. En caso de que la haya recitado, a posteriori – cumplió con su deber. En caso de poder contenerse setenta y dos minutos tiene permitido recitarla (tal como se explica en Pninei Halajá Tefilá 5:9).

Una persona embriagada o «entonada» puede recitar una bendición. Un ebrio que no consigue mantenerse de pie de manera respetable ante el Rey – a priori que no bendiga, empero si hasta que se le pase su estado etílico ya culminó el tiempo correspondiente para recitar la bendición – podrá hacerlo aún estando borracho. Sin embargo, una persona ebria como Lot, que no sabe qué pasa con él, se lo considera como carente de lucidez mental («shoté»), y por ende está exento del cumplimiento de todos los preceptos y, aunque haya recitado una bendición esta no es considerada válida en absoluto (tal como se explica allí 5:11).

Una persona que hizo sus necesidades o tocó con su mano partes cubiertas del cuerpo, debe lavar sus manos con agua antes de recitar una bendición. En caso de carecer de agua, deberá frotar sus manos sobre una prenda u otro objeto que las limpie y recién después podrá recitar la bendición. Cuando la persona ignora qué uso dio a sus manos y no sabe si se han contaminado o no («stam iadaim»), no requieren de lavado previo a bendecir (Shulján Aruj 4:23, Mishná Berurá 59:61).

Está prohibido recitar cuestiones relativas a la santidad frente a una desnudez (tal como se explica en Pninei Halajá Tefilá 3:11). Asimismo, está prohibido recitar cuestiones relativas a la santidad en un sitio en el cual hay excrementos y demás materiales malolientes similares. La prohibición aplica a los cuatro codos inmediatos a la persona, por lo que, en caso de haber materiales malolientes es necesario alejarse de los mismos cuatro codos hasta el sitio en el cual cesa el mal olor. A posteriori, si una persona recitó una bendición en un sitio en el cual había excrementos, si bien actuó de un modo prohibido – no habrá de volver a bendecir. Empero, si rezó la Amidá en un sitio en el cual había heces – no cumplió con su deber (ídem 3:9-10).

Un bebé menor a un año, por cuanto que su deposición no es tan maloliente, en caso de necesidad es posible recitar una bendición junto a él. Si el bebé ya alcanzó la edad de un año y defecó en sus ropas, y mientras su madre recita una bendición el pequeño se dirige hacia ella, en caso de encontrarse esta en el medio de una bendición breve – que se aleje a un sitio en el cual no perciba el olor y termine de recitarla. Y si se encuentra en medio de «Birkat HaMazón», bendición cuyo recitado insume un tiempo mayor y no puede alejarse o colocar a su niño en otra parte hasta culminar las cuatro bendiciones correspondientes, dado que tiene prohibido seguir bendiciendo mientras huele los excrementos de su hijo – que lo limpie y le cambie el pañal, lave sus manos y continúe el «Birkat HaMazón» desde el comienzo de la bendición en la cual interrumpió (Shulján Aruj Oraj Jaím 65:1, Beur Halajá 183:6 אפילו, Pninei Halajá Tefilat Nashim 11:9).

09) El precepto de responder «Amén»

Quien escucha a un judío que recita una bendición – debe responderle «Amén» (Shulján Aruj 215:2, ver adelante 12:8). Quien responde Amén con intención – es digno de elogio. Dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 119(B)): «Todo aquél que responde Amén con todas sus fuerzas – le son abiertas las compuertas del Jardín del Edén, tal como está escrito (Isahiahu-Isaías 26:2): ‘Abrid los portones y entrará una nación justa y fiel’ (Shomer Emunim)». En la Guemará explican que el vocablo Amén es una sigla resultante de «El Melej Neemán» («Dios es el Rey Fiel»), o sea, al responder Amén expresamos nuestra fe en D´s. Quien a pesar del ocultamiento de la Divinidad que prevalece en este mundo sigue siendo fiel a D´s y responde Amén con todas sus fuerzas, resulta que está verdaderamente apegado al Creador y por lo tanto se abren ante él las compuertas del Jardín del Edén.

El responder Amén «con todas sus fuerzas» se refiere a hacerlo con toda su capacidad de concentración. Sin embargo, es también importante responder Amén en voz alta, pues de esa manera todas las fuerzas de la persona son partícipes de la acción. Además, responder en voz alta estimula la concentración e incrementa la santificación del Nombre Divino en el mundo. Sin embargo, quien responde Amén no debe elevar su voz por encima del tono de quien bendijo (Shulján Aruj 124:12). En caso de que quien responde Amén desee instar a los presentes a responder también en voz alta, podrá alzar su tono de voz por encima del de quien recita la bendición (Mishná Berurá 47).

Dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 53(B)): «Es más grande quien responde Amén que quien recita la bendición». Sin embargo, quien recita la bendición es recompensado primero, ya que en mérito de su recitado los demás pudieron responder Amén, aunque el grado alcanzado por quien responde Amén es más elevado que el que obtiene quien bendice. Esto obedece a que quien recita la bendición lo hace refiriéndose a algo específico mientras que quien responde Amén con intención y concentración se eleva por intermedio de su respuesta a la totalidad de la fe (esto se encuentra insinuado en el vocablo Amén, cuyo valor numérico equivale al de dos Nombres Sagrados, el Tetragramatón y Ad-onai, los cuales conforman la unión del Kadosh Baruj Hú y Su Divina Presencia, según Majzor Vitri 126).

Además de la generalidad de la fe que se manifiesta al responder Amén, el vocablo tiene un significado específico y es el de afirmar la veracidad del contenido de la bendición recitada. Si escuchó, por ejemplo, que D´s «extrae el pan de la tierra», al responder Amén debe dirigir su pensamiento a decir: «es verdad que HaShem extrae el pan de la tierra». Cuando la bendición implica también un pedido, como por ejemplo, en el caso de la bendición por el discernimiento que se recita en la Amidá («Jonén HaDa´at»), al responder Amén debe dirigir su intención a decir: «es verdad que HaShem concede el discernimiento», y también, «ojalá que nos conceda el discernimiento» (Shulján Aruj 124:6, Mishná Berurá 25).

Responder Amén expresa la actitud del ser humano hacia la fe en D´s, y cuando esa condición de fe resulta defectuosa, se ve dañada nuestra capacidad de percibir la vida que HaShem nos concede. Respecto de esto dijo Ben Azai: «Todo aquel que responde un Amén «huérfano», sus hijos habrán de ser huérfanos; quien responde un Amén apresurado, sus días pasarán apresuradamente; quien responde un Amén breve, sus días serán abreviados, empero todo aquel que prolonga su «Amén», sus días serán prolongados» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 47(A)).

Por lo tanto, no se debe apresurar a responder Amén antes que quien recita la bendición la concluya. Tampoco se habrá de abreviar el Amén omitiendo alguna de sus letras o terminar de pronunciarlo en voz tenue. Asimismo, no se habrá de distanciar la respuesta Amén del recitado de la bendición pues entonces se lo considera un Amén huérfano (Shulján Aruj 124:8).

Empero, es menester responder «Amén» con un tono de voz agradable, sin prolongarlo o acortarlo en demasía, sino que debe llevar el tiempo necesario para decir «El Melej Neemán» (ídem, ídem). Quien recita la bendición debe asimismo poner intención en el Amén que se responde tras su bendición (Ramá 167:2).

10) Reglas para hacer cumplir a otros con su obligación mediante el recitado de una bendición

En el caso de dos personas que comieron juntas, una puede recitar la bendición en voz alta y su compañero responder Amén y de esa forma cumplir con su deber, a condición de que quien escucha tenga la intención de cumplir mediante la misma. Y aunque quien oye el recitado de la bendición se haya descuidado y no haya respondido Amén, siempre y cuando haya tenido la intención de cumplir con su deber mediante la escucha- cumplió (Shulján Aruj 213:2-3, adelante 3:4 y 12:7).

Empero, es necesario saber que existe una diferencia fundamental entre las bendiciones del disfrute y las del cumplimiento de un precepto. En el caso de las bendiciones por el cumplimiento de un precepto, es posible que uno recite por su compañero, aunque él mismo no precise hacerlo. Por ejemplo, en el caso de una persona que se coloca los tefilín y no sabe recitar las bendiciones correspondientes, su amigo podrá recitar las mismas en su lugar aunque él mismo no se los coloque y de ese modo se aplica la regla a todos los preceptos. El motivo de esta norma es que todos los judíos somos responsables los unos por los otros, y cada judío es partícipe del precepto que cumple otro judío y por ello puede recitar la bendición en su lugar.

Empero, en el caso de las bendiciones del disfrute que recitamos por alimentos o bebidas, se trata de bendiciones opcionales, y quien disfruta debe bendecir por sí y quien no disfruta no está conectado a la ingestión efectuada por su compañero por lo que no puede recitar la bendición en su lugar. Por lo tanto, quien no come pan no puede recitar la bendición de «Hamotzí» por su compañero, y aunque éste último no sepa bendecir, no es posible hacerlo en su lugar, sino que debe decir la bendición lentamente para que su amigo pueda repetirla tras él palabra por palabra y así cumplir con su deber (Talmud Babilonio Tratado de Rosh HaShaná 29(B), Shulján Aruj 213:2).

A veces la bendición por el disfrute es también una bendición por el cumplimiento de un precepto como por ejemplo, en el caso del vino en el Kidush y la Havdalá de Shabat y Yom Tov. En ese caso, hablamos de Birkat haMitzvot – bendición por un precepto -, que rige sobre la ingesta de este vino y la normativa que se aplica es la de las bendiciones por el cumplimiento de un precepto. Por lo tanto, también quien no habrá de beber del vino podrá recitar la bendición por el vino del Kidush en lugar de quien habrá   de beberlo (Shulján Aruj 167:19-20).

01) La impureza de las manos

El lavado o ablución de manos es uno de los siete preceptos establecidos por nuestros sabios. A los efectos de comprender el origen de este decreto es necesario aclarar primeramente que según la Torá todo el cuerpo humano es considerado como una sola unidad a los efectos de las leyes de pureza e impureza, todo este puede estar puro o impuro en su totalidad. Esto es, si un solo órgano corporal tuvo contacto con algo impuro, entonces todo el cuerpo pasa a ser impuro. Por ejemplo, quien toca un muerto con su pie no sólo éste se torna impuro sino su cuerpo todo. Asimismo, el proceso de purificación deberá abarcar a todo el cuerpo, por esa razón, cuando una persona realiza una inmersión en la Mikve a los efectos de purificarse debe sumergirse por completo.

A modo de apéndice a esta regla, nuestros sabios estipularon que las manos poseen un status particular y diferenciado, en virtud de que estas se ocupan de todas las cuestiones relativas a la acción y al plano material, por lo que suelen ensuciarse más que el resto del cuerpo y por ende por descuido pueden tocar objetos impuros. En virtud de ello, nuestros sabios establecieron que las manos en su estado común o regular -«stam yadáim»- son consideradas impuras y el modo de purificarlas es por medio de su lavado o ablución con agua (ver Rashí a Shabat 14(A)).

Esta directiva pasó por diferentes etapas. En días del primer Templo el Rey Shelomó decretó la impureza de las manos a los efectos de la ofrenda de sacrificios, esto es, ordenó que cada persona que se disponga a tocar una ofrenda con sus manos deberá primeramente purificarlas y en caso de tocar la ofrenda sin haberlas abluido, ha impurificado la carne del sacrificio y lo transforma en ritualmente no apto para su ingestión. En días del segundo Templo, los sabios de la escuela de Shamai y los de la escuela de Hilel decretaron que las manos, en su estado normal están impuras también a los efectos de tocar las ofrendas o presentes que se otorgan al cohen, de modo tal que todo aquel que los tocaba sin abluir sus manos los transformaba en no aptos para su ingestión, y a los efectos de evitar comerlos por error era necesario incinerarlos (Tratado de Shabat 14).

Posteriormente, los sabios extendieron la vigencia de esta norma y establecieron que no se puede ingerir pan sin previamente lavarse las manos (Talmud Babilonio Tratado de Julín 106(A)).

El lavado de manos previo a la ingesta de pan fue fundamentado por dos razones. La primera, a causa del «seraj terumá». Es decir, a fin de que los cohanim se acostumbren a la ablución de sus manos previo al contacto con las ofrendas o presentes destinados a ellos, decretaron los sabios que todas las personas lavasen sus manos antes de comer pan, y de esta manera se impuso en el seno del pueblo esta práctica. Así se fomentó en los cohanim la costumbre de abluir las manos antes de comer de sus ofrendas o presentes. Y a pesar de que hoy el Templo está destruido y que carecemos de la posibilidad de purificarnos de la impureza de la muerte, y ya van muchas generaciones en las que los cohanim no comen sus ofrendas o presentes, el decreto de la ablución de manos no ha sido derogado pues pronto nuestro Santuario será reconstruido y por lo tanto debemos estar listos y habituados en el cumplimiento de las leyes de la pureza. La segunda razón esgrimida es que en virtud del carácter activo de las manos que las lleva a tocar sitios sucios no corresponde comer estando estas en ese estado. De esto resulta que, a los efectos de preservar la pureza y la santidad de la ingesta de alimentos, nuestros sabios decretaron la ablución previa de las manos basándola en el siguiente versículo (Vaikrá-Levítico 11:44): «Y os santificareis y seréis santos porque Yo Soy Santo». «Y os santificareis’ se refiere a las aguas primeras (lavado de manos antes de comer n. de t.)» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 53(B)). Incluso aquel cuyas manos están limpias por haber terminado de lavarlas con agua y jabón debe abluirlas antes de comer pan a los efectos de purificarlas y santificarlas de cara a la comida (ver Shulján Aruj Oraj Jaím 158:1, Mishná Berurá 1).

02) La explicación espiritual del precepto

Cuanto más esencial o indispensable es una acción para la persona, mayor es su influencia sobre ella tanto positiva como negativamente. Es por ello que en torno a la comida, un aspecto fundamental de la existencia humana, fueron legisladas numerosas halajot. Esto se debe a que la persona puede comer para obtener un placer momentáneo o para obtener las energías necesarias para vivir una vida plena de contenido y significado. Todas las halajot que se dictaron sobre temas vinculados al comer apuntan a un solo objetivo: que el alimento potencie en nosotros buenas sensaciones y nos de fuerzas para elevarnos y dedicarnos a la reparación del mundo, mas no nos haga caer en la baja pasión de la simple gula carente de todo contenido espiritual. Dado que el pan es el principal alimento humano nuestros sabios decretaron que lavemos nuestras manos antes de ingerirlo.

La mayor parte de las acciones humanas se llevan a cabo por medio de las manos y de los dedos. Las manos tienen el poder de realizar acciones buenas y útiles, así como también malas y perniciosas. Esto se manifiesta por su capacidad especial de movimiento, se las puede alzar por encima de la cabeza y también hacerlas descender. Las manos sostienen, tocan y palpan todo, y por ello pueden ensuciarse más que cualquier otro órgano del cuerpo. Dado que el objetivo final de la comida es incrementar la fuerza y la vitalidad, abluimos nuestras manos de la impureza que se adhirió a estas por medio de las diferentes ocupaciones mundanas y las santificamos previo a comer, para poder extraer del alimento la vitalidad necesaria para una vida llena de valores.

Sobre esto, nuestros sabios dijeron (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 4(B)): «Todo aquel que come pan sin abluir sus manos es como si copulase con una prostituta». Tanto la comida como el amor entre un hombre y una mujer son esenciales para la existencia humana, y al igual que todo en esta vida, se lo puede realizar con santidad o, D´s no lo quiera, del modo inverso. Así como la Torá prohíbe amar por medio de la prostitución y nos ordena hacerlo por medio del matrimonio («Jupá y Kidushín»), de igual manera nuestros sabios nos ordenaron que lavemos nuestras manos antes de comer para de esa forma purificar y santificar nuestra alimentación. Empero quien come sin abluir sus manos se asemeja a quien come pan impuro, pues se remite únicamente al aspecto material del pan (Maharal de Praga, Netiv HaAvodá 16).

El precepto de lavar las manos recae sobre todo aquel que come del pan, aunque no llegue a tocarlo con la mano y lo coma con cuchillo y tenedor o, aunque otra persona lo coloque directamente en su boca. Sin embargo, una persona que no se dispone a comer ella misma, aunque toque el pan para alimentar a otra persona- no precisa lavar sus manos. Esto se debe a que el decreto del lavado de manos está destinado a purificar y santificar a la persona previo a que esta coma y por ende debe abluir las manos únicamente aquel que se dispone a comer (Shulján Aruj Oraj Jaím 163:2).

03) Lugar del lavado de manos

Según Rashí, el Rosh y numerosos juristas el agua de la ablución debe lavar todos los dedos hasta su sitio de unión con la mano, empero no es necesario lavar esta última. Por el contrario, según la opinión de Rif, Rambám y otros juristas, el deber del lavado de manos incluye toda la mano, desde la punta de los dedos hasta la muñeca.

Si bien por la base de la norma es posible adoptar una actitud más flexible pues el precepto de lavar las manos es de origen rabínico, la sentencia halájica final indica que es bueno adoptar una actitud más estricta y abluir toda la mano hasta la muñeca. Esto se deriva de lo que explica el Talmud Babilonio (Tratado de Shabat 62(B)) en cuanto a que todo aquel que desprecia (no es cuidadoso) el lavado de manos cae en la indigencia, y Rav Jisda atestiguó de su persona que solía abluir sus manos con abundante agua y en mérito de ello se tornó una persona rica. Por lo tanto, corresponde esmerarse en lavar toda la mano con abundante agua y no hacerlo mezquinamente vertiendo agua solamente sobre los dedos (Beit Iosef y Shulján Aruj 161:4, ver Beur Halajá).

Sin embargo, en caso de necesidad, cuando hay poca agua o cuando la palma de la mano exhibe lastimaduras, se puede confiar en la opinión flexible y lavar únicamente los dedos recitando la bendición correspondiente (Mishná Berurá 161:22).

Es oportuno aclarar que todos coinciden en que los dedos deben ser abluidos, existiendo discusión únicamente respecto de la palma de la mano. La regla general indica que la impureza se adhiere más fuertemente a las extremidades del cuerpo humano y por ello es claro que esta reside en los dedos en mayor medida que en el resto de la mano. Esta norma admite también la explicación de que la esencia interior del ser humano es pura, su intención interior está orientada hacia el bien, siendo que los conflictos y la impureza surgen de su encuentro con el mundo exterior. Por esta razón, la impureza reside más intensamente en las extremidades del cuerpo humano, lejos de su centro, lejos del corazón que alude a su pureza interior.

La misión última y principal del ser humano es la de confrontar con el mundo exterior, repararlo y elevarlo, siendo esta una función ejercida principalmente por las manos, pues por su intermedio se actúa, se hace y se comercia. Empero, durante la salida a su enfrentamiento con el mundo exterior, el hombre puede contaminarse e impurificarse del mal existente. Esta impureza se adhiere a los dedos que son la extremidad del cuerpo y se ocupan de las cuestiones mundanas. Los juristas debatieron si toda la mano se considera como extremidad corporal que absorbe impureza o únicamente los dedos.

04) Bendición por el cumplimiento de un precepto rabínico

El lavado de manos es uno de los siete preceptos dictados por nuestros sabios. La Torá otorgó a nuestros sabios la potestad de establecer preceptos, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 17:10-11): «Y guardarás de hacer todo tal como te lo indiquen», «no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda». Por esta razón nosotros recitamos una bendición por la ablución de manos: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Asher Kideshanu Bemitzvotav Vetzivanu Al Netilat Iadaim» (Bendito eres Tú Adonai Rey del Universo que nos consagró con Sus preceptos y nos ordenó la ablución de manos). Si bien este precepto no figura en la Torá escrita, se nos ordenó cumplir con los decretos de los sabios.

En términos generales, los preceptos originados en la Torá escrita son más importantes que los originados en los sabios. Existe una regla halájica en virtud de la cual, para todo caso de duda, si el precepto es originado en la Torá escrita se debe adoptar una actitud estricta, en cambio si este es de origen rabínico, se debe adoptar una actitud flexible. Empero, desde cierto punto de vista los dictámenes de los sabios son más a preciados o valorados o más queridos que las palabras de la Torá (Talmud Jerosolimitano Tratado de Berajot 1:4), pues sus decretos expresan la voluntad de la grey de Israel de adoptar y aceptar sobre nosotros más preceptos para santificarnos y acercarnos más a la completitud.

Es necesario saber, que en virtud de la superioridad y santidad de la Torá escrita nos resulta difícil percibir la profundidad de sus ideas y por ello nos cuesta cumplir con sus preceptos. Para que podamos llevar la Torá a nuestras vidas, HaShem les ordenó a los sabios que establezcan un cerco en torno a esta y que emitan decretos por cuyo intermedio podamos observar todos sus mandamientos. O sea, los preceptos de los sabios son un puente necesario e indispensable entre el ser humano y la Torá celestial, pues estos mandamientos expresan la Idea Divina tal como se recibe en este mundo, por medio de la conciencia humana de los sabios de Israel.

A los efectos de que las personas no sean negligentes en el cumplimiento de los preceptos rabínicos nuestros sabios fueron más enérgicos en su aplicación que en la de los preceptos de la Torá (Talmud Babilonio Tratado de Eruvín 77(A)). Es así como la Mishná nos cuenta (Eduiot 5:6) que Elazar Ben Janoj dudó de la validez del decreto de la ablución de manos y en virtud de ello nuestros sabios lo excomulgaron. Cuando falleció, el Beit Din envió una piedra que fue colocada sobre su ataúd ya que todo aquel que muere excomulgado su féretro es apedreado. Asimismo, el Talmud nos relata (ídem Eruvín 21(B)) que Rabí Akiva, siendo ya anciano, fue encarcelado por los romanos y su ayudante Rabí Iehoshúa a diario le traía alimentos y agua para beber y abluir las manos. Un día el carcelero derramó la mitad del agua no dejándole suficiente como para beber y también lavarse las manos. Rabí Akiva prefirió usar el agua restante para abluir sus manos y no para beber. Si bien de acuerdo con la norma, en un caso de necesidad mayor como ese, Rabí Akiva estaba exento del deber de lavar sus manos y podía haberla bebido, prefirió adoptar para sí una actitud más estricta y prácticamente poner en peligro su vida con tal de cumplir con un precepto de los sabios quienes ordenaron lavar las manos antes de la comida. En virtud de su entrega Rabí Akiva nos enseñó a todos cuán importante es cumplir puntillosamente con los preceptos de los sabios.

05) Lavado de manos previo a la ingestión de un alimento sumergido en líquido

En el marco del decreto de lavar las manos antes de comer pan, nuestros sabios estipularon que se laven las manos antes de ingerir un alimento que está sumergido en un líquido. No hemos de explayarnos en detalle sobre todas las leyes de esta cuestión, solamente mencionaremos que el agua o cualquiera de los siete líquidos (vino, miel, aceite, leche, rocío, sangre y agua) causan que la impureza se transfiera y se incremente. Por ello, nuestros sabios establecieron que todo aquel que ingiere una fruta o un alimento portador de humedad proveniente de alguno de los siete líquidos antes mencionados deberá lavar sus manos para purificarlas, pues de no hacerlo, las manos estarán impurificando el fruto o el alimento a consumir.

Según la opinión mayoritaria de los juristas, incluso hoy en día que no están vigentes o no se aplican las reglas de pureza e impureza, es necesario abluir las manos antes de consumir un alimento embebido en alguno de los siete líquidos. De igual manera, según las opiniones de Rambám, Rashí, Rabenu Ioná, Rosh y otros juristas, la regla respecto de la ingestión de un alimento embebido en líquido sigue en pie también en nuestros días.

Sin embargo, según las opiniones del Maharam de Rotenburg, el Baal HaYtur y Tosafot (Pesajim 115(A)) existe una diferencia entre las abluciones de manos, pues la previa a la ingestión del pan fue establecida también en aras de incrementar la santidad y la higiene y por ello en nuestros días debemos santificar nuestras manos e higienizarlas antes de la comida. Empero la regla de la ablución de manos previo a ingerir un alimento sumergido o embebido en líquido es solamente una medida que viene a reforzar el cumplimiento de la purificación previa a la ingestión de sus ofrendas o presentes por parte de los cohanim («Seraj terumá»), y dado que hoy en día las reglas de pureza e impureza no se aplican, esta ablución ya no es necesaria.

La mayoría de los juristas de las últimas generaciones sentenciaron que la halajá final debe ser conforme la opinión mayoritaria de los eruditos medievales o rishonim, por lo que se debe lavar las manos previo a ingerir un alimento sumergido o embebido en uno de los siete líquidos antes mencionados. Empero, dado que hay autoridades que adoptan a este respecto una actitud más flexible, la ablución no es acompañada del recitado de la bendición correspondiente (Shulján Aruj 158:4, Mishná Berurá 158:20). Según esto, quien por ejemplo come uvas o manzanas que tienen todavía gotas de agua que quedaron de su lavado, es necesario que abluya sus manos sin recitar la bendición previo a ingerirlas.

Sin embargo, en la práctica, muchos acostumbran a no lavar sus manos antes de ingerir un alimento sumergido o embebido en líquido. Algunos juristas (Divrei Jamudot, Maguén Abraham 158:8) escribieron que quienes así proceden tienen en quien respaldarse por cuanto que el lavado de manos es un precepto de origen rabínico y como en cualquier caso de duda respecto de un precepto rabínico, también en este caso, la halajá se sentencia de acuerdo con la opinión más flexible.

06) ¿Qué cantidad de pan hace necesario lavar las manos para ingerirlo?

Los juristas debatieron respecto de cuál es la cantidad de pan que torna necesaria la ablución de las manos. Algunos dicen que la cantidad es similar a la necesaria para poder recitar la bendición de «Hamotzí» por lo que tal como quien ingiere una cantidad ínfima de pan debe recitar Hamotzí, de igual manera debe también lavar sus manos (Lejem Jamudot y Maguén Abraham). Otros opinan que la ablución fue establecida para quienes tienen la intención de ingerir por lo menos un «kezait» de pan. Según esta idea el lavado de manos está vinculado al recitado de Birkat HaMazón y entonces tal como se debe recitar bendición final por un alimento si se ingirió por lo menos un «kezait», de igual manera esta es la cantidad de alimento que torna necesario abluir las manos (Ritba y Gaón de Vilna). Hay también quienes consideran que el lavado de manos fue establecido para quienes tienen la intención de ingerir una cantidad equivalente a un volumen de «kabeitzá» (Beit Iosef según HaRokeaj).

A la hora de dictar halajá, es correcto tomar en cuenta todas las opiniones, por lo tanto, quien tenía la intención de ingerir una cantidad ínfima de pan debe también lavar sus manos. Empero la bendición la recitará únicamente quien tiene la intención de ingerir una cantidad equivalente a «kabeitzá», pues la regla general indica que en todo caso de duda relativo al recitado de bendiciones se ordena no recitarlas (Shulján Aruj 158:2-3, Mishná Berurá 10). Todas las personas saben cuál es el tamaño de un huevo («kabeitzá») y por ello quien considere que el trozo de pan a ingerir tiene por lo menos ese tamaño, habrá de recitar la bendición correspondiente al lavado (ver adelante 10:6).

Asimismo, quien tiene la intención de hacer su comida con alimentos que entran en la categoría de «mezonot», debe primeramente abluir sus manos recitando la bendición correspondiente y luego recitar tanto «Hamotzí» como «Birkat Hamazón» (tal como se explica en Mishná Berurá 158:8, Kaf HaJaím 158:7 y a continuación 6:7).

07) El agua

El lavado (Netilá) debe ser realizado empleando un recipiente que contenga por lo menos un «reviít halog» de agua, lo cual equivale al volumen de un huevo y medio (75 ml., adelante 10:11). Quien lava sus manos con una cantidad de agua inferior a esta, no cumplió con su deber (adelante en las halajot 11-12).

El agua debe ser transparente tal como se ve habitualmente y si su aspecto se vio alterado deja de ser apta para lavarse. Según esto, está prohibido lavar las manos con jugo pues se trata de agua cuyo color se vio alterado (Shulján Aruj Oraj Jaím 160:1).

Agua que fue empleada para alguna labor, deja de ser apta para lavar las manos pues entra en la definición de aguas residuales. Por ello, no se puede lavar las manos con agua empleada para lavar los platos. Agua en la que se introdujo un biberón o mamadera a los efectos de atemperarlo y poder alimentar con este a un bebé, deja de ser apta para lavar las manos pues ya fue usada para una labor (Shulján Aruj 160:2).

A los efectos de explicar un poco la cuestión de la virtud purificadora del agua es necesario primeramente recordar que la impureza está vinculada a la muerte y el deceso, y por ello un cuerpo muerto es el origen de la impureza. Por el contrario, el agua es el líquido de la vida, por medio del cual todos los vegetales y animales subsisten. Más aún, el agua es anterior a la creación pues previo al inicio de la obra creadora leemos: «y el espíritu de Elokim flotaba sobre las aguas», de esto se desprende que el agua es un elemento primigenio. Quizás por ello la Torá ordenó que aquella persona que pecó y se alejó de la fuente de su vida – que sumerja su cuerpo completamente en una Mikve con agua que es el fundamento primero de la vida en la creación y en virtud de ello se despierten las raíces vitales que anidan en su interior y su alma pura se fortifique y la impureza adherida a su cuerpo se retire. Además, el agua sirve para limpiar la suciedad adherida al cuerpo por lo que el acto de la inmersión encierra un simbolismo especial que alude a que tal como por efecto del agua la suciedad se aparta del cuerpo, la impureza adherida a la faz exterior de la persona se retira.

Este motivo está vinculado también a la ablución de manos previo a la comida, pues el acto de comer puede degradar a la persona hacia el aspecto material, empero cuando purifica primeramente sus manos con agua que es el fundamento de la vida, eleva su ingestión llevándola a un plano ideal en el cual el alimento y su buen sabor le confieren energías y alegría para una vida plena de contenido.

Quizás por esta razón nuestros sabios alabaron a quien lava sus manos con abundante agua (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 62(B)). La intención de los sabios es alabar a quien cumple el precepto del lavado de manos con excelencia, de modo tal que el agua pasa por toda la mano. Sin embargo, su intención no fue alentar el desperdicio de agua por parte de quien lava sus manos, ya que en ese caso se incurre en la prohibición de malograr o «bal tashjit».

08) El recipiente

El lavado que purifica las manos antes de la comida debe realizarse mediante un recipiente, emulando a los cohanim quienes santificaban sus manos y pies con agua proveniente del «kior» que era un utensilio que contenía agua. De no mediar el uso de un recipiente, la ablución de manos no es válida. Por ejemplo, si una persona recoge agua en sus palmas y la vierte sobre las manos de su compañero este último no cumplió con su deber, por cuanto que en el lavado no medió un recipiente. Asimismo, quien llena una bolsa de nylon con agua y desde esta vierte agua sobre sus manos – no cumplió con su deber, por cuanto que la bolsa no es considerada un recipiente.

El recipiente debe contener por lo menos un «reviít» (un huevo y medio que equivale a unos 75 ml.). Si el recipiente no posee esta capacidad no es apto para la acción de la ablución (Shulján Aruj 159:1).

Un recipiente que está averiado o perforado, si al ser sumergido en líquido este puede ingresar a través del orificio de la avería («konés mashké») – no es apto para la acción de la ablución. Cuando el recipiente contiene en su interior agua y esta gotea de modo constante, sin dudas que esta avería entra en la categoría de «konés mashké», por lo que no es apto para ser usado en la ablución (Shulján Aruj 159:1, Mishná Berurá 7).

Si el orificio de la avería es más amplio y a través de este sale agua en una cantidad que permite lavar las manos y hasta la altura del orificio el recipiente puede contener un volumen equivalente a un reviít, se podrá realizar la ablución vertiendo el agua a través del orificio (Shulján Aruj 159:2).

De existir una quebradura en el borde del recipiente, este sigue siendo apto para realizar la ablución empero es necesario tener la precaución de verter el agua a través del sitio donde el borde se quebró, pues sólo hasta la altura de la rotura el agua permanece dentro del recipiente sin fluir hacia afuera; lo que está por encima de la rotura, por cuanto que no puede retener el agua en su interior, no se lo considera recipiente y no es apto para la ablución. Asimismo, se permite lavar las manos vertiendo agua de una jarra que tiene una suerte de embudo o tubo estrecho de salida en su borde, empero si este tubo se encuentra en un sitio de la jarra más bajo que su borde habitual se debe verter el agua sobre las manos a través del tubo. Asimismo, se permite verter agua sobre las manos desde una caldera o pava; sin embargo si el pico vertedor se encuentra más abajo que el resto del borde de la tapa, se deberá necesariamente verter el agua sobre las manos desde el pico vertedor, pues la pava o caldera retiene agua solamente hasta esa altura (Mishná Berurá 159:24).

Hay quienes dicen que, a priori, no se debe usar un vaso desechable de plástico o cartón para abluir las manos, dado que no se lo considera como recipiente duradero ya que será arrojado a la basura inmediatamente después de ser utilizado. Sin embargo, en la práctica, la opinión mayoritaria de los juristas considera que no hace diferencia si se usa un recipiente una o varias veces, y dado que el vaso desechable es usado como recipiente pues se bebe de él – se lo considera así a los efectos de abluir las manos (Tzitz Eliezer 12:23). Sin embargo, a los efectos de cumplir el precepto con excelencia, es mejor usar siempre un mismo recipiente que no esté destinado a ser arrojado a la basura (Az Nidberú 6:48, ver Pninei Halajá Shabat 5).

Está permitido lavarse las manos vertiendo agua desde una botella y aunque esto lleve algo más de tiempo la demora no implica problema alguno. De ser posible, es mejor que el agua fluya de modo continuo hasta alcanzar a mojar la totalidad de la mano (Mishná Berurá 162:30, ver Shaar Hatziún 27-28).

De esta halajá se puede aprender que todo ideal, por encumbrado que sea requiere de un marco definido que permite su concreción. El agua representa el contenido y el recipiente el marco sin el cual el agua no puede purificar las manos.

09) La fuerza que proviene de un hombre («Koaj Gavra») y la canilla o llave

Nuestros sabios establecieron que el agua debía ser vertida sobre las manos desde un recipiente y que el acto del vertido debía involucrar la acción (‘fuerza’) de la persona que se lava. Ellos respaldaron esta idea en el versículo que reza (Bamidbar-Números 19:17): «…cuando haya puesto sobre él agua surgente en una vasija«. Empero una persona que mojó sus manos bajo la lluvia no cumplió con su deber, pues el agua llegó a él sin que medie la vasija o recipiente y sin el concurso de su fuerza o accionamiento personal.

Por ejemplo, calentadores de agua («samovares») que poseen una canilla o llave en su parte inferior son unánimemente considerados recipientes, por lo que está permitido inclinar el calentador hasta que el agua salga del mismo y en un caso así se considera que medió la fuerza de la persona y por ende se cumplió con la ablución. Surge la pregunta de si es válido abluir las manos abriendo la canilla o llave del agua que se encuentra en la parte inferior del calentador. Por una parte, el agua sale por efecto de la fuerza personal de quien abrió la canilla o llave, por la otra, su acción solamente retiró un obstáculo que impedía la salida del agua y esta salió por sí sola. En un caso así surge la pregunta de si esta acción implica o no la participación de la fuerza de la persona o «Koaj Gavra». La halajá final considera la apertura de la canilla o llave como un acto en el cual participa el vigor personal, empero una vez que esta es abierta se considera que el agua fluye por sí sola por lo que no es apta para la ablución de las manos. Por lo tanto, quien desee lavar sus manos usando agua que sale de la canilla o llave del calentador, debe colocar su mano bajo esta, con la otra abrirla y una vez que el agua comenzó a fluir – deberá cerrarla y así repetir esta acción hasta que el agua alcance a mojar toda la mano, pues es posible culminar la ablución vertiendo agua varias veces de manera continua (Shulján Aruj 159:9, Mishná Berurá 162:30).

Todo esto aplica cuando se trata de una canilla o llave que es parte de un recipiente, empero de una canilla o llave común como la que tenemos en la pileta de la cocina o el fregadero, no se puede abluir las manos pues, aunque el agua que fluye tras abrir la canilla es el resultado de la fuerza personal, el caño o tubo del agua no entra en la categoría de recipiente y ya vimos que la ablución requiere del uso de este.

Se puede lavar las manos sin usar recipientes y sin recurrir a la fuerza personal introduciéndolas en una Mikve, en un manantial, en un río o en el mar. Esto obedece a que la Mikve posee un mayor poder purificador que la ablución pues purifica el cuerpo entero y por lo tanto obviamente que purifica las manos. Por la inmersión de las manos en una Mikve se debe recitar la bendición «Al Netilat Iadaim» (ver Shulján Aruj 159:14-20).

10) Objetos que se interponen entre el agua y las manos («jatzitzá»)

Si se adhiere a la mano suciedad o pintura estos se interponen entre el agua y la mano. Si esta interposición abarca la mayoría de la mano deja sin efecto la validez de la ablución.

Sin embargo, si la suciedad o mancha que se interpone cubre la minoría de la superficie de la mano – la decisión de si la ablución será o no válida dependerá de la percepción que las personas tengan de la mancha en cuestión. Si tanto la persona que porta la mancha así como las personas que lo rodean acostumbran a considerarla como interposición, por ejemplo en el caso de una mancha de pintura, aunque sólo ocupe una pequeña porción de la superficie de la mano será obligatorio lavarla antes de realizar la ablución. En caso de haber realizado la ablución sin retirar la mancha, esta no tiene validez y deberá eliminar la suciedad y posteriormente volver a abluir las manos recitando la bendición correspondiente.

En caso de que la mancha que lleva la persona en su mano es tal que la mayoría de las personas tienen el recaudo de retirarla antes de abluir sus manos y la persona en cuestión no acostumbra a hacerlo o, si en caso contrario, la persona en cuestión acostumbra a tener el recaudo de eliminar ese tipo de mancha antes de abluir sus manos y el resto de las personas no acostumbran a hacerlo – deberá retirar la mancha previo a la ablución. En caso de equivocarse y haber realizado la ablución sin retirar previamente la mancha, volverá a realizarla sin recitar la bendición correspondiente pues según la opinión de algunos de los juristas no se trata de una interposición («jatzitzá») que priva a la ablución de validez.

Personas que se dedican a pintar y poseen en sus manos, de modo permanente, manchas difíciles de retirar a diario, si bien para la mayoría de las personas se trata de una interposición que priva de validez a la ablución no es así para estos profesionales de la pintura, pues es sabido que para ellos no son manchas considerables. Lo mismo ocurre en el caso de «sofrei stam» («escribas rituales») cuyas manos suelen estar manchadas de tinta (Shulján Aruj 161:2).

Algo similar ocurre en el caso de las mujeres que pintan sus uñas, no se considera al esmalte como interposición pues se trata de una mancha deseada. En caso de que el esmalte se descascare en un grado tal que las mujeres no acostumbran a salir con este en ese estado – es su deber retirarlo previo a la realización de la ablución.

En el caso de un anillo que se lleva en el dedo y se acostumbra a no retirarlo nunca – se lo considera parte de la mano y no hace de interposición con el agua. Empero en el caso de anillos que en determinadas circunstancias sí son retirados – no se los considera parte de la mano por lo que en estas situaciones hay interposición con el agua de la ablución. Por lo tanto, una mujer que acostumbra retirar su anillo cuando amasa, debe quitárselo para la ablución de manos. Si bien de acuerdo con la norma en caso de colocar el anillo de manera holgada en el dedo no se considera que este se interponga entre la mano y el agua, dado que en la práctica es dificultoso definir con exactitud cuándo el anillo está holgado y cuándo está ajustado, se acostumbra adoptar una actitud más estricta y quitar antes de la ablución todo anillo que en alguna oportunidad es retirado para algún menester (Shulján Aruj y Ramá 161:3).

Quien se lastimó al grado de que tuvo que aplicarse una «curita», banda protectora o vendaje, si es posible retirarlos con facilidad para la ablución es necesario hacerlo. Empero si retirarlo implica dolor o afecta negativamente a la herida – que realice la ablución en el resto de la mano y cumpla así con su deber (Shulján Aruj 162:10). En este caso debe tenerse la precaución de verter de una sola vez un reviít de agua sobre la mano (un volumen equivalente al de un huevo y medio), pues de no ser así se despiertan dudas respecto de la validez de la ablución (tal como se explicará en la próxima halajá, en cuanto a que al verterse un reviít de modo continuo el agua no adquiere impureza).

En el caso de una lastimadura que cicatrizó, si la cascarilla o costra molesta y es fácil de retirar – deberá hacerlo previo a la ablución. Empero si la misma es tan diminuta que no molesta, o si retirarla puede reabrir la lastimadura y hasta doler – no es necesario quitarla previo a ella (Shulján Aruj HaRav 161:6).

11) Orden práctico de la ablución de manos

Así es el orden de la ablución: primero se lava la mano derecha dos veces ininterrumpidamente y luego se hace lo mismo con la mano izquierda. Se anticipa la mano derecha pues alude o insinúa la virtud del jesed o generosidad. Durante toda la ablución hasta el secado de las manos se acostumbra alzar levemente los dedos (hay quienes acostumbran lavar cada mano tres veces según la tradición del Aríz»al y luego elevan sus manos hasta la altura de la cabeza y recitan la bendición, Kaf HaJaím 162:2).

Esta ablución es diferente a la de la mañana pues en esta última se debe verter alternadamente el agua tres veces sobre cada mano, o sea, primero sobre la derecha y luego sobre la izquierda y así sucesivamente hasta completar las tres veces. Esto obedece a que tras dormir, reposa sobre las manos un espíritu negativo y nuestros sabios indicaron que la forma de quitarlo es justamente verter agua alternadamente tres veces (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 109(A)). Empero en el caso de la ablución previa a la comida, no sólo no es necesario verter el agua alternadamente, sino que por el contrario es preferible verter dos veces seguidas e ininterrumpidas sobre cada una de las manos. Esto obedece a la posibilidad que la primera vez que vertió agua lo hizo en una cantidad inferior a un reviít (menos que el volumen de un huevo y medio), si bien la mano habrá quedado purificada, mas el agua empleada (la que quedó sobre la mano) estará impura y solamente por medio de la segunda netilá, los restos del agua que permanecieron sobre la mano habrán de purificarse. A los efectos de acelerar el proceso de purificación, se tiene el cuidado de verter agua dos veces ininterrumpidamente sobre cada mano.

Si bien se vierte agua dos veces sobre cada mano, es bueno tener la precaución de que la primera vez caiga sobre cada una por lo menos un «reviít halog» (volumen equivalente al de un huevo y medio) y de esa forma, de acuerdo a la opinión de todos los juristas, se purifican completamente ambas manos.

El recipiente de uso común para la ablución posee un volumen aproximado de un litro y con la mitad de este se puede cumplir adecuadamente con el precepto con suma excelencia. El problema radica en el hecho de que no todos vierten el agua con eficiencia y exactitud, y entonces hay situaciones en las que por más que se vierta sobre la mano abundante cantidad de agua, esta no alcanza a mojar todos los dedos ni toda la mano y por ende la purificación no tiene lugar. Por ello, es necesario aprender a verter el agua correctamente, de modo tal que en cada vuelta alcance a mojarse la completitud de la mano.

Corresponde señalar que es posible abluir las manos con un vaso común. Acostumbramos a verter agua sobre toda la mano por lo que tenemos la precaución de utilizar cada vez por lo menos un reviít con cada mano y por ello el agua contenida en un vaso normalmente alcanza para una sola mano, por lo que tras abluir la mano derecha es posible volver a llenarlo para abluir la izquierda. Solamente es necesario poner atención en que mientras se rellena el vaso, la mano que ya fue lavada no toque la que aún no lo fue.

12) Detalles para tener en cuenta a la hora de lavar o abluir las manos

El proceso de eliminación de la impureza de las manos y su purificación es de carácter complejo y mientras este tiene lugar es necesario tomar precaución de no malograrlo. Por este motivo, quien terminó de abluir su mano derecha debe tener el recaudo de que esta no toque la otra mano, ya que, si la mano que aún no fue abluida toca la que ya lo fue, la primera habrá de impurificar los restos de agua que se encuentran sobre la segunda y por ende impurificará la mano ya abluida.

Dado que la impureza llega a cada una de las manos proveniente de la otra, no es posible continuar purificándolas mediante otra ablución, pues esta ablución suplementaria puede purificar únicamente el agua primera que fue impurificada al purificar la mano, pero el agua impurificada por contacto con la otra mano no puede ser purificada por efecto de otra ablución, sino que es necesario secar las manos y comenzar el proceso nuevamente. Tras la finalización del proceso de ablución de ambas manos, esto es, tras abluir cada mano dos veces, estas pueden tocarse y muchos acostumbran a restregarlas una con la otra. Empero si otro judío cuyas manos no fueron abluidas toca una de las manos ya lavadas, estas volverán a impurificarse y para purificarlas será necesario secarlas y volver a iniciar el proceso (Shulján Aruj 162:4, Mishná Berurá 45 y 48).

Tras secar las manos concluye el proceso de purificación y estas ya no vuelven a adquirir impureza, y aunque toque a otro judío que no abluyó sus manos, las manos abluidas y secas ya no se impurifican. Aunque las manos del judío que no las abluyó estén húmedas, las manos del que concluyó el proceso de purificación ya no se impurifican y puede continuar comiendo.

Hay quienes tienen el cuidado de secar por completo las asas del recipiente de ablución («natlá»), pues según su opinión quien emplee el recipiente posteriormente, al asirlo, el agua que permanece en el recipiente se verá impurificada y tras abluir su mano derecha tomará el recipiente con esa mano para abluir la mano izquierda, la mano derecha volverá a impurificarse del agua impura que se encuentra sobre el asa. A los efectos de evitar la impureza del agua que se encuentra sobre el recipiente se secan las asas de toda humedad (Pitjei Shearim y Shulján Shelomó).

Empero en la práctica, la opinión mayoritaria de los juristas indica que no es necesario secar el recipiente previo a la ablución y que toda la precaución de no tocar una mano que no fue aún abluida se refiere solamente al agua que se encuentra sobre las manos al momento mismo de la ablución. Empero el agua que se encuentra sobre las manos, previo al inicio de la ablución no se impurifica. Por ejemplo, quien tenía sucias las manos y las lavó previo a la ablución, el resto de agua que se encuentra sobre sus manos no está impura por lo que puede llenar el recipiente y abluir sus manos sin necesidad de haberlas secado previamente (Beur Halajá 162:2, ‘הנוטל’). Otro tanto ocurre con la cuestión de tocar el asa del recipiente («natlá») antes de la ablución; el agua que se encuentra sobre el asa no se impurifica por contacto con la mano aún no abluida y por lo tanto tampoco se impurificará después cuando, durante el proceso de purificación la mano toque la humedad que se encuentra en el asa. Sin embargo, es importante guardar recaudo de que cada mano sea abluida dos veces ininterrumpidamente, pues de ese modo el agua que queda sobre la mano se purifica por completo. Empero cuando se abluye la mano una sola vez con menos de un reviít, el agua impura que se encuentra sobre la mano pasa al asa y cuando la otra mano lo sostiene se impurifica por lo que será necesario secar las manos y comenzar nuevamente el proceso (Mishná Berurá 162:49, Sha´ar Hatziún 41).

13) El momento del recitado de la bendición

Se recita la bendición «Al Netilat Iadaim» tras la ablución y previo al secado de las manos. Aparentemente cabría preguntar por qué si comúnmente solemos recitar las bendiciones antes de realizar la mitzvá, de modo tal que consagramos nuestra intención ante la mitzvá, en el caso de la ablución de manos este orden se ve invertido.

Un motivo estriba en el hecho de que a veces no es posible recitar la bendición antes de la ablución, porque las manos están sucias y no corresponde bendecir en ese estado y por ello se bendice después del lavado. A los efectos de no generar confusión en el seno de quienes lavan sus manos, se fijó la costumbre de que todos deben recitar la bendición después de la ablución. Algo similar se da cuando un prosélito que se sumerge en la Mikve para completar su proceso de conversión recita la bendición por la inmersión después de realizarla, por cuanto que antes de la inmersión todavía era gentil y no podía recitar la bendición por la conversión (ver Tosafot Berajot 51(A)), Tur y Beit Iosef 158:11).

Además, el secado de las manos es parte del cumplimiento del precepto ya que no es agradable comer pan con las manos mojadas y la finalidad de la ablución es limpiar y purificar las manos antes de la comida (Rashí a Sotá 4(B), Mishná Berurá 158:45-46). Según esto, mientras se recite la bendición previo al secado de las manos se considera que se bendice antes de concluir el cumplimiento del precepto.

Dado que la bendición aplica o refiere a todo el proceso de la ablución, está prohibido interrumpir mediante el habla desde el comienzo de la ablución hasta la finalización del secado de las manos. Es necesario apresurarse en recitar la bendición inmediatamente después de la ablución así como apresurarse a secar las manos tras haber bendecido.

14) Interrupción entre el secado de las manos y el recitado de la bendición de «Hamotzí»

Los juristas debatieron respecto de si es o no permitido hablar entre el final del secado de manos y el recitado de la bendición de «Hamotzí». Según Rambám mientras la persona no se distraiga y olvide que está a punto de comer – puede hablar sobre cualquier tema sin que se lo considere interrupción. Empero en el caso de quien se distrajo tanto en virtud de palabras como de acciones, al punto de que olvidó que está por iniciar la comida – perdió la ablución de manos y deberá volver a efectuarla. Según la opinión del Rosh no se debe interrumpir hablando entre la ablución y el recitado de «Hamotzí», y sólo en caso de que las palabras se ocupen de algo relativo a la comida estará permitido hablar. Por ejemplo, si a la persona le hace falta sal, un cuchillo o pan podrá pedir que se lo traigan a la mesa.

En la práctica, los juristas escribieron que corresponde adoptar una actitud más estricta y no interrumpir entre la finalización del secado de las manos y el recitado de «Hamotzí», hablando de cosas no relativas o necesarias para la comida que se está por ingerir (Shulján Aruj 166:1, Mishná Berurá 2-3). Sin embargo, en este lapso está permitido responder «Amén» (Kitzur Shulján Aruj 41:2). Asimismo, si una persona importante pregunta algo y en caso de no responderle esto implicaría una ofensa – habrá de respondérsele brevemente.

Hay juristas que consideran (Ramá según Tosafot Sotá 39(A)) que es conveniente que el tiempo que transcurra entre que la persona culmine la ablución y recite la bendición de «Hamotzí» sea inferior al que lleva caminar veintidós codos, esto es, unos once metros. Empero si la pileta o fregadero se encuentra a una distancia de once metros de la mesa se puede lavar en esta las manos a priori sin que se lo considere como una interrupción. Esto obedece a que esta precaución extra se refiere a no interrumpir hablando sobre cosas innecesarias durante el lapso que lleva andar los once metros, empero de mediar necesidad, esto no se considera interrupción ni siquiera de acuerdo a la opinión más estricta (Aruj HaShulján 166:2).

15) Quien abluye sus manos tras haber hecho sus necesidades

A veces, una persona hace sus necesidades antes de sentarse a comer y entonces al salir del baño debe abluir sus manos por dos razones: la primera para purificarse tras haber evacuado y la segunda de cara a sentarse a comer. Surge entonces la pregunta de si es posible o no contentarse con una sola ablución.

Hay juristas que sostienen que es preferible abluir las manos dos veces, pues de hacerlo una sola vez deberá recitar dos bendiciones, «Asher Iatzar» y «Al Netilat Iadaim». Inmediatamente después de recitar «Al Netilat Iadaim» no podrá recitar «Asher Iatzar» pues está prohibido interrumpir entre la ablución de manos y la bendición correspondiente, y tampoco podrá recitar «Asher Iatzar» inmediatamente después de secarse las manos para no interrumpir entre la ablución y el recitado de la bendición por el pan («Hamotzí»). Postergar el recitado de «Asher Iatzar» para después de haber recitado la bendición del pan y comenzado a comer implica una demora excesiva. Por lo tanto, deberá lavarse las manos primeramente sin emplear para ello el recipiente o «natlá», de modo tal que el lavado no sea apto como ablución previa a comer y recitar la bendición de «Asher Iatzar». Luego, sin que medie necesidad de secarse las manos habrá de lavarlas por segunda vez empleando para ello el recipiente y recitará la bendición de «Al Netilat Iadaim» (ver Shulján Aruj Oraj Jaím 165:1 y Mishná Berurá 2).

Hay juristas que sostienen que es posible contentarse con una sola ablución empleando para ella el recipiente recitando la bendición de «Al Netilat Iadaim» antes de secarse las manos y tras secarlas recitar «Asher Iatzar» para recién después recitar la bendición por el pan y comer. Según esta opinión la bendición de «Asher Iatzar» no se considera una interrupción entre la ablución y la ingestión del pan. Según la opinión de algunos de los principales eruditos de las últimas generaciones se puede actuar de esta forma a priori. Quien desee respaldarse en esta opinión y actuar así puede hacerlo (Aruj HaShulján 165:2, ver Mishná Berurá 165:2).

16) Quien va al baño en medio de la comida

Una persona que durante la comida toca una parte cubierta de su cuerpo que tiene algo de transpiración, debe volver a abluir sus manos pues la intención del lavado es la de limpiar y santificarlas previo a comer, y al tocar una parte sucia del cuerpo se pierde la ablución ya realizada. Según la opinión de muchos, es necesario incluso recitar la bendición correspondiente tras esta nueva ablución (Rashbá, Shulján Aruj 164:2), empero dado que hay autoridades halájicas que disienten, habrá de lavarse las manos sin recitar la bendición (Rabí Shelomó Luria, Shiurei Kneset HaGuedolá). Aunque la persona haya ido al baño únicamente para orinar, al salir deberá abluir sus manos sin recitar la bendición.

Empero si fue al baño para ir de cuerpo y tiene la intención de continuar comiendo un volumen de pan equivalente a un huevo – deberá abluir sus manos y recitar la bendición. En un caso así se habrá de proceder de la siguiente forma: inmediatamente después de la ablución se habrá de recitar «Al Netilat Iadaim» y tras secarse las manos se recitará «Asher Iatzar». Si bien hay quienes dudan respecto de este proceder, el mismo es conforme a la opinión mayoritaria de los juristas y es la práctica habitual de muchos (Mishná Berurá 164:13, Beur Halajá ‘לחזור’).

Quien se ausentó del sitio donde se come por una hora o más y se distrajo del cuidado de la limpieza de sus manos, aunque tenía la intención de continuar comiendo pan, se lo considera como quien comienza a comer nuevamente y debe abluir sus manos y recitar la bendición de «Al Netilat Iadaim», empero no habrá de recitar «Hamotzí», ya que tenía la intención de continuar comiendo pan. Asimismo, quien se fue a dormir a su cama en medio de la comida durante más de media hora, en caso de que luego quiera continuar comiendo y desee ingerir pan – deberá abluir sus manos y recitar la bendición correspondiente (ver arriba 6). En caso de haber dormido menos de media hora, al retornar, que abluya sus manos sin recitar la bendición (Shulján Aruj 170:1, Mishná Berurá 170:9, Mishná Berurá 178:48, ver Piskei Teshuvá 164:5).

17) En caso de gran necesidad

Una persona que desea comer pan y carece de agua para la ablución de manos, nuestros sabios lo obligan a caminar una distancia de hasta un «mil» (aproximadamente un kilómetro), para cumplir con el precepto del lavado de manos. Empero si el agua se encuentra a una distancia aún mayor, que envuelva sus manos en guantes o alguna prenda que se interpongan entre estas y el pan, que recite la bendición de «Hamotzí» y coma (Shulján Aruj 163:1).

Quien va por el camino y sabe que hay agua a algunos kilómetros de distancia más adelante, si el agua está a menos de cuatro «mil» (unos 4 kilómetros) deberá continuar con su camino y al llegar al sitio del agua que abluya sus manos y coma.

En caso de que el agua se encuentre a los costados del camino o detrás suyo, siempre y cuando se trate de una distancia inferior a un «mil» (aproximadamente un kilómetro) deberá dirigirse hacia el sitio del agua y abluir sus manos.

Sin embargo, si el agua se encuentra delante suyo a una distancia superior a los cuatro «mil» o a sus costados a una distancia mayor de un «mil» y está hambriento – puede envolver sus manos en guantes o una prenda y comer sin abluir sus manos. En caso de carecer de una prenda para envolver las manos podrá comer el pan por medio de una cuchara o un tenedor para no tocarlo directamente (ver Ramá 163:1, Mishná Berurá 7).

01) La bendición por el pan

El pan está hecho de cinco tipos de cereal y por ello al ingerirlo, aparentemente sería necesario recitar la bendición por el fruto de la tierra, «Boré Prí Haadamá», tal como se hace con los diferentes tipos de alimentos que provienen de la tierra. Sin embargo, en virtud de su gran importancia y de ser el principal alimento del ser humano, nuestros sabios estipularon que se recite una bendición especial: «Baruj Atá Ad-onai Elo-heinu Melej HaOlam Hamotzí Lejem Min Haaretz«.

El pan es un alimento singular, mientras todos los animales del mundo comen alimentos naturales tales como hierbas, hojas, semillas, cereales, verduras, frutas y hasta carne el ser humano come pan que es un alimento que se produce por medio de un prolongado proceso. Muchos consideran al pan un alimento natural, sin caer en la cuenta de que para su elaboración se requiere de una larga cadena de labores. Es necesario arar la tierra, sembrar semillas, segar las espigas, separar las semillas de las espigas y los residuos mediante el trillado, el aventamiento y la selección. Es necesario moler los granos y transformarlos en harina, amasar esta con agua y hornear la masa hasta obtener pan. Además, es necesario saber que el horneado es un proceso más complejo y sofisticado que el de cocinar y por lo tanto manifiesta más cabalmente la especial capacidad del ser humano para elaborar sus alimentos (ver adelante 6:10, la norma que se refiere a un alimento cocido como de inferior jerarquía respecto a uno horneado).

Tal como el pan, así es el ser humano. Todos los animales existentes aprenden rápidamente a andar, a obtener su alimento por sí mismos y a procrearse, mientras que el ser humano requiere de largos años para aprender a conseguir su alimento, sus vestimentas, resguardarse del frio y del calor, así como formar una familia. Para el ser humano nada ocurre de manera natural, todo requiere de estudio y aprendizaje, empero una vez que aprende y observa detenidamente, es capaz de reclutar todas las potencialidades de la naturaleza para su servicio, construir casas a partir de tierra y piedras y calefaccionarlas empleando carbón o combustible líquido. Sabe cultivar campos y plantar árboles, extraer abundante alimento y producir variadas prendas de vestir. Logra construir carreteras, fabricar automóviles, barcos y aviones para transportar personas y mercancías.

Los animales casi que no precisan aprender a comunicarse con sus pares mientras que el ser humano requiere de años para aprender a hablar, entender las expresiones faciales y los diferentes sentimientos. Sin embargo, una vez que hubo adquirido estas habilidades, sus relaciones con familiares y amigos serán plenas de infinita significación. El mundo animal no formula interrogantes éticos respecto a sus vidas o sobre la naturaleza que los rodea, sino que se incorporan a esta. Por su parte, el ser humano duda, pregunta y se cuestiona por largos años, durante diferentes generaciones, y en virtud de ello es capaz de captar conceptos abstractos relativos al bien y al mal, la verdad y la mentira, la fe y el destino.

Se puede decir que todos los animales carecen de libre albedrío, así como también de la capacidad de crear algo en el mundo, comen alimentos sencillos tal como se presentan en la naturaleza. Empero el ser humano posee intelecto y capacidad de elección, sobre él recae la responsabilidad de la reparación del mundo y su alimento es producido mediante un largo proceso que requiere del conocimiento. Por esta razón, justamente el pan satisface al corazón del ser humano, tal como está escrito (Tehilim-Salmos 104:15): «Y el pan que sustenta el corazón del hombre».

Aparentemente, una vez que el hombre se esforzó tanto en preparar el pan podría enorgullecerse y pensar que él solo consiguió extraer el pan de la tierra. A los efectos de no incurrir en semejante error, nuestros sabios establecieron la bendición: «Bendito eres Tú HaShem D´s nuestro, rey del universo que extrae el pan de la tierra«. Pues en realidad, todas las propiedades especiales de los cinco cereales y de la tierra, así como también la inteligencia y capacidades humanas para elaborar el pan, provienen de Él Bendito Sea, y por ello Él es quien extrae el pan de la tierra. Y cuando la persona olvida a quien «habló y el mundo cobró existencia», se ve inclinado hacia sus lados más bajos así como tras sus peores instintos y pasiones. Entonces, todas sus habilidades y capacidades actúan en su perjuicio y emplea todos sus grandes emprendimientos para el mal, destruyendo y malogrando. En vez de incrementar la vida y la bendición, es causante de muerte y descomposición. Solamente si ha de recordar a HaShem su D´s y el magnífico propósito que le fue encomendado podrá encaminar todas sus habilidades en la senda del bien, aumentar la vida en el mundo y ser socio de D´s en su reparación y su construcción.

Es por esta razón que la bendición por el pan es tan importante, pues conecta al alimento en el cual se manifiesta la capacidad creativa del hombre con su origen Divino. En mérito de esta bendición la ingestión del pan nos proporciona la capacidad de entender y profundizar, cuidar y cumplir todas las palabras de la Torá.

02) Esmeros especiales en el recitado de la bendición por el pan

Cuando una persona se dispone a recitar la bendición por el pan, es correcto que lo tome con su mano derecha pues de esta forma habrá de bendecir con concentración y respeto (tal como se verá adelante 9:4). Respecto del pan existe una regla especial según la cual, en virtud de su singular importancia, es bueno sostenerlo con ambas manos y los diez dedos aludiendo así a los diez preceptos involucrados en su elaboración (Shulján Aruj 167:4, Mishná Berurá 24).

Tal como es sabido, cuanto más importante y esencial es el tema del que nos ocupamos, mayor es la posibilidad de que este nos eleve o – ¡D´s no lo permita!   – nos degrade. A los efectos de elevarnos y no degradarnos, la Torá nos dio preceptos para que nos guíen. Cuanto más importante es la cuestión, mayor es el número de preceptos que se involucran en ella. Por eso, a modo de ejemplo, alrededor de la vida matrimonial o de la labor sacra en el Templo encontramos numerosos preceptos. Otro tanto ocurre respecto del alimento que sustenta al ser humano. Numerosos preceptos acompañan al proceso de elaboración del pan: 1) Durante el arado del campo se nos ordenó que no pongamos a un toro junto a un burro (en yunta) a realizar la labor. 2) A la hora de sembrar se nos ordenó no hacerlo mezcladamente. 3) Al momento de cosechar el grano se nos ordenó dejar una parte para los pobres (Leket, Shijejá y Peá). 4) Si el trillado del grano es realizado por un animal se nos ordena no hacerlo sufrir tapando su boca de modo tal que le impida comer de la cosecha. 5) Se nos ordenó llevar al Templo las primicias de los frutos cosechados para ofrendarlas a los Cohanim. 6) Tras cosechar los frutos se nos ordenó separar una ofrenda y un diezmo para el cohen. 7) Se nos ordenó separar el primer diezmo para los levitas. 8) Separar un segundo diezmo para ingerirlo con santidad en la ciudad de Jerusalém (en los años 1, 2, 4 y 5 del ciclo de siete años). 9) Separar un diezmo para los pobres (años 3 y 6 del ciclo de 7). 10) Al momento de amasar se nos ordenó separar la «jalá» para el cohen (ver Tur, Beit Iosef y Mishná Berurá allí).

Quien tiene la intención de ingerir dos tipos diferentes de pan es bueno que recite la bendición por el más importante. Esta regla se aplica a todas las bendiciones por el disfrute («hanehenín») de modo tal que, por ejemplo, si se tiene delante dos manzanas corresponde recitar la bendición sobre la mejor de estas de manera que se manifieste la alabanza del modo más completo. Mucho más importante aún es proceder así en el caso del pan y por ello fueron establecidas numerosas y detalladas reglas respecto del orden de importancia y precedencia entre sus diferentes tipos. Las reglas del orden de precedencia en las bendiciones en los demás alimentos se aprendieron de este caso (adelante 9:9).

Este es el orden jerárquico: el pan de trigo antecede al pan de cebada porque el trigo es nombrado antes en el versículo que se refiere a las siete especies y además su sabor es mejor.

Quien desee comer de un pequeño panecillo entero y de un pan grande que ya se comenzó a rebanar, es mejor recitar la bendición sobre el panecillo por estar completo, pues el pan entero es preferible al tamaño del pan.

Para quien desee comer pan de harina integral y pan blanco, cabe recordar aquí que en el pasado se indicaba comer del segundo pues se lo consideraba de superior calidad. Empero en la actualidad muchas personas consideran que el pan integral es mejor. Por lo tanto, quien prefiere el pan integral – debe recitar sobre este la bendición por el pan, y quien no tiene una preferencia clara por uno de los dos tipos – que recite la bendición sobre el pan blanco.

Quien tiene delante suyo dos panes de igual valor y uno es más grande que el otro, es mejor recitar la bendición sobre el más grande por ser más importante (Shulján Aruj 168:1-4, Mishná Berurá 15; Shulján Aruj 211:1-2, Mishná Berurá 33).

03) El corte del pan y la prohibición de interrumpir entre el recitado de la bendición y la ingestión

Dado que el pan completo es más respetable, corresponde recitar la bendición sobre este mientras se mantiene entero. Sin embargo, por otra parte, corresponde que se coma inmediatamente después de haber recitado la bendición y si esta se lleva a cabo sobre un pan entero deberemos demorarnos con su rebanado generando un espacio de tiempo entre que bendecimos y comemos. Por lo tanto, nuestros sabios indicaron que se comience a cortar el pan antes de recitar la bendición y sin llegar hasta el final de la rebanada, de modo tal que si se toma el trozo cortado – esta se mantenga aún suficientemente unida al resto de la hogaza y así se pueda sostener la totalidad del pan. En un caso así el pan todavía se considera entero e inmediatamente después de recitada la bendición se podrá concluir el trozado y saborearlo.

Todo esto se refiere a un pan que demora en ser cortado, pero quien tiene delante suyo pan pita o un panecillo que se troza con suma facilidad no precisa comenzar a hacerlo antes de recitar la bendición, sino que deberá bendecir mientras el pan está aún entero y trozarlo inmediatamente después (Shulján Aruj 167:1, Beur Halajá ‘וצריך’).

En Shabat no secomenzará a cortar la jalá antes de recitar la bendición pues en ese día es especialmente preceptivo bendecir sobre dos panes enteros y en caso de comenzar a cortar – la jalá ya no se mantendrá completa (ver Ramá 167:1. Muchos escribieron que se debe señalar el sitio donde se habrá de cortar – Bait Jadash, Rabí Shelomó Luria, Mishná Berurá 274:5).

Se debe cortar el pan en un sitio que esté bien horneado para que la alabanza de la bendición recaiga sobre su mejor parte. En la actualidad los panes son horneados de un modo parejo y se los puede cortar en cualquier parte (Shulján Aruj 167:1).

Inmediatamente después de recitada la bendición se debe ingerir el pan. En caso de haber hablado, aunque tan sólo sea una palabra entre la bendición y la ingestión, se perdió la bendición por tratarse de una interrupción y debe volver a bendecir para poder comer. En caso de haber hablado después de que introdujo el pan en la boca – no se habrá de volver a recitar «Hamotzí» (ver adelante 9:3).

Quien entre el recitado de la bendición y la ingestión del pan habla de algo referente a la comida, por ejemplo, si recitó la bendición y acto seguido pidió que le traigan sal, o un cuchillo, o que le traigan pan al invitado – si bien actuó de un modo reñido con la norma, dado que sus palabras estaban vinculadas a la comida no se las considera una interrupción que se interpone entre la bendición y la ingestión – por lo que no es necesario volver a bendecir (Shulján Aruj Oraj Jaím 167:6).

Es bueno comer el equivalente a un «kazait» de pan (unos 29 gramos) de manera ininterrumpida e inmediatamente después de recitada la bendición a los efectos de darle importancia a la misma. Sin embargo, en caso de necesidad se puede hablar enseguida después de haber tragado algo de pan.

04) ¿Cuándo resulta conveniente que un comensal recite la bendición de «Hamotzí» por todos sus compañeros?

Dos personas que se sientan a comer pan y se pusieron de acuerdo en comer juntos, es conveniente que uno de ellos recite la bendición por el pan en voz alta y por intermedio de esta haga cumplir también a su compañero con su deber, ya que una bendición que se recita para dos personas es más notable o importante que cuando se recita para una sola. Dado que quien escucha el recitado de la bendición cumple de esta manera con su deber, tendrá prohibido hablar hasta que coma ya que eso se consideraría interrupción. Empero si cada uno come por separado y no se esperan el uno al otro – cada cual debe recitar su propia bendición (Shulján Aruj 167:11. Ver adelante 5:2).

Según esto se puede comprender por qué en Shabat cuando toda la familia come junta se espera a que todos hayan terminado de abluir sus manos; recién entonces el dueño de casa recita la bendición de «Hamotzí» en voz alta y los demás comensales responden «Amén» y de ese modo cumplen con su deber de bendecir. Esto se debe a que como se pusieron de acuerdo en comer conjuntamente, la práctica de mayor nivel de excelencia (en el cumplimiento) es que uno recite la bendición de «Hamotzí» para todos. Entonces, cada uno de los presentes debe tener el cuidado de no hablar hasta haber comido.

En el caso de una comida multitudinaria, si bien todos se reunieron para comer juntos es preferible que en cada mesa un comensal recite la bendición de «Hamotzí» para sus compañeros que abluyeron las manos junto a él, pues de esperarse a que todos laven sus manos se podría generar una demora excesiva entre la ablución y el recitado de la bendición.

05) ¿Es necesario agregar sal al pan?

En el pasado se acostumbraba hornear el pan sin sal y al momento de sentarse a comer esta se agregaba o, en su defecto, se lo untaba con ensalada o cualquier otro tipo de alimento. Por ello nuestros sabios, de bendita memoria, indicaron que tras el recitado de «Hamotzí» corresponde ingerir el pan del modo más excelso posible, para así enfatizar la alabanza implícita en la bendición. Por ello se acostumbró aderezar el pan ingerido con sal u otro alimento que realce su sabor. En esos días, quien deseaba comer el pan tal como estaba, sin agregados, no debía adicionar sal.

En la actualidad el pan que solemos comer viene ya con sal y otros condimentos incluidos por lo que se lo considera importante o de alta gama y, según la norma, se puede recitar sobre este la bendición de «Hamotzí» sin necesidad de agregar aderezo alguno (Shulján Aruj 167:5). Sin embargo, muchos acostumbran cumplir el precepto con especial excelencia y aderezan el pan con sal o alguna ensalada a los efectos de que la ingestión posterior al recitado de la bendición se lleve a cabo del modo más excelso posible.

Existe otro esmero especial en este precepto y es el de colocar la sal sobre la mesa durante la comida, tal como se ordenaba hacer en el Templo de Jerusalém donde se les agregaba sal a los sacrificios ofrendados, como está escrito (Vaikrá-Levítico 2:13): «pondrás sal sobre todos tus sacrificios». Esta práctica sugiere que la mesa donde se come es similar al altar del Santuario y el alimento ingerido se asemeja a un sacrificio ofrendado por cuanto que confiere al hombre del vigor necesario para poder servir a D´s (Ramá allí).

Hay quienes acostumbran agregar sal al pan guiándose por enseñanzas místicas (Maguén Abraham 167:15, Mishná Berurá 33). Esto se debe a que el pan alude a la cualidad del «jesed» o generosidad, pues por su intermedio el ser humano se nutre y por lo tanto vive, mientras que la sal alude o insinúa el «din» o el duro rigor, cualidad a la que cuando se le entrega el dominio del mundo este se ve destruido. Al aderezar el pan con sal sublimamos o corregimos el poder destructor de ella al transformarla en secundaria respecto del pan sumándose así al «jesed» que nutre al mundo y entonces en lugar de ser perjudicial resulta útil. Se acostumbra poner énfasis en esta práctica en Shabat y en días festivos.

06) ¿Por cuáles alimentos y bebidas se debe recitar una bendición durante la comida?

El pan es el alimento principal del ser humano. Vemos que nuestro patriarca Ya´akov al huir de su hermano Esav rezó por pan, tal como está escrito (Bereshit-Génesis 28:20): «Ya´akov formuló un voto diciendo: Si D´s habrá de estar conmigo y habrá de protegerme en esta senda, en la cual yo estoy encaminado y habrá de darme pan para comer y ropa para vestir«. Asimismo, encontramos que durante la hambruna en Egipto, los egipcios se dirigieron a Iosef y le dijeron (ídem 47:15): «Danos pan. ¿Por qué habremos de morir frente a ti?» y estaban dispuestos a vender todo cuanto tenían a cambio de pan. De igual manera, cuando Iosef abasteció de alimentos a la casa de su padre, todo cuanto les dio fue denominado como pan, tal como está escrito (ídem 12): «Sustentó Iosef a su padre y a sus hermanos y a toda la casa de su padre; con pan, de acuerdo al número de los infantes«. También en el libro de Daniel (5:1) nos encontramos con que el Rey Belshatzar, cuando ofreció un gran festín, el texto hebreo dice literalmente que «hizo un gran pan«.

Vemos que en general, el alimento del ser humano es denominado pan y por lo tanto la bendición de «Hamotzí» exime de recitar otras por todos los alimentos que forman parte de la comida, tales como la carne, el pescado, las papas, el arroz, las lentejas, el queso, la ensalada de verduras, las ensaladas cocidas y similares. Y aunque se coma estos alimentos solos, en ausencia de pan, la bendición de «Hamotzí» habilita la ingestión de todos estos. Esto se debe a que la bendición de «Hamotzí» no se refiere específica y únicamente a la ingestión de pan y aquello que ingerimos junto a este, sino a todos los alimentos destinados a satisfacernos, pues el objetivo principal del pan es colmar nuestro apetito. Por ende todo aquello que sea ingerido a los efectos de quedar satisfechos se considera secundario respecto al pan e incluido en su bendición. Es necesario destacar que a los efectos de que la bendición por el pan incluya a las referidas a los demás alimentos aun cuando sean consumidos solos, es necesario que se ingiera por lo menos el equivalente a un «kazait» de pan (unos 29 gramos) antes de pasar a ingerirlos por separado.

Empero alimentos destinados a fungir como postre, los cuales el hombre acostumbra ingerir en función de su buen sabor y no con el objetivo de aplacar el hambre, como por ejemplo: dátiles, uvas, sandía y similares- no están incluidos en la bendición inicial de «Hamotzí». Esto se debe a que la bendición de «Hamotzí» recae únicamente sobre alimentos destinados a alimentar y satisfacer a la persona y son el componente principal de la ingesta, empero los postres que se ingieren en virtud de su buen sabor y se suelen comer al final de la comida o entre las comidas – se consideran un agregado que requiere de una bendición separada.

Por esta razón, quien ingiere frutos del árbol recita «Boré Prí Haetz«, quien come sandía recita «Boré Prí HaAdamá» y quien saborea un flan o un helado recita «Shehakol Nihiá Bidvaró«. Todo esto es referido a la bendición inicial por los alimentos, empero respecto de la final no es necesario recitar ninguna bendición por cuanto que «Birkat HaMazón» exime de la necesidad de recitarlas por todos los alimentos consumidos durante la comida, tanto con el propósito de alimentarse o con el de saborear un postre (Shulján Aruj 177:1).

Líquidos que suelen beberse durante la comida tales como agua, jugo y bebidas alcohólicas quedan incluidos en la bendición de «Hamotzí». Asimismo, el café y el té que suelen beberse después de la comida se los considera parte integral de esta y quedan incluidos en el recitado de la bendición de «Hamotzí». Sin embargo en el caso del vino dada su importancia no queda incluido en la misma (adelante 7:3).

Respecto a bebidas alcohólicas que se beben después de la comida, en caso de ser digestivas y destinadas a brindar una buena sensación posterior a la ingesta quedan incluidas en la bendición de «Hamotzí». Empero cuando las bebidas alcohólicas están destinadas a servir como postre para ser saboreadas – se debe recitar por estas la bendición de «Shehakol».

07) Reglas detalladas referidas a la ingestión de frutas durante la comida

Todas las frutas y las verduras que se ingieren junto a los alimentos destinados a satisfacer el apetito, sean tanto crudas como cocidas – quedan incluidas en la bendición inicial de «Hamotzí». Esto incluye el caso de las ciruelas que vienen cocidas con la carne, las pasas de uva que vienen junto al arroz, un guiso dulce de zanahorias ciruelas y damascos («tzimes»), ensalada de zanahoria y ensalada Waldorf que acompañan las porciones principales. Empero, si se sirvió ensalada dulce de zanahorias, o ensalada Waldorf a modo de postre se debe recitar por estas la bendición inicial correspondiente. Otro tanto en el caso de la compota, o sea, frutas cocidas con azúcar que se sirven al final de la comida – requiere del recitado de la bendición inicial correspondiente.

Cuando se sirve al inicio de la comida melón o pomelo (toronja) se debe recitar la bendición inicial correspondiente, pues se trata de una suerte de postre que en vez de venir al final se sirve al principio a los efectos de comenzar la comida con un sabor agradable sin ser realmente parte de esta.  Empero alimentos que se sirven al inicio de la comida para despertar el apetito como en el caso de pickles – son parte integral de la comida y están incluidos en la bendición inicial de «Hamotzí».

En el caso de quien tiene la intención que uno de los platos a servirse esté conformado por frutas tales como uvas, mientras las coma junto con el pan, las uvas resultan secundarias a este y la bendición de «Hamotzí» las incluye. Empero si se tiene la intención de comer de las uvas sin mediar el pan surge la duda de si precisa o no recitar una bendición especial por estas. A los efectos de salir de toda duda es mejor que comience comiendo solamente uvas y recite la bendición de «Boré Prí Haetz» (Mishná Berurá 177:10).

08) Los pasteles y los productos elaborados con harina («mezonot») dentro de la comida

Existen tres opiniones diferentes respecto de la ingestión de alimentos elaborados a base de harina («mezonot») – destinados a formar parte del postre  durante la comida. Hay juristas que entienden que no se recita por este tipo de alimento la bendición de «Boré Minei Mezonot» por cuanto que se asemeja al pan y además llena y por lo tanto es parte integral de la comida y está incluido en la bendición inicial de «Hamotzí» (Rashbá). Por otra parte, están aquellos juristas que entienden que como estos artículos se suelen ingerir a modo de postre y no como parte integral de la comida, por lo que no están incluidos en la bendición inicial de «Hamotzí», se debe recitar por estos la bendición de «Boré Minei Mezonot» (Tosafot). Finalmente, hay juristas que entienden que se trata de una situación dudosa y puesto que en un caso así respecto del recitado de una bendición, se adopta la opinión más flexible («Safek Berajot Lehakel») –  quien come este tipo de alimentos durante la comida no habrá de bendecir por estos «Boré Minei Mezonot» (ver Shulján Aruj 168:7). Empero quienes quieran actuar con excelencia y salir de toda duda es mejor que eviten ingerir alimentos elaborados con harina durante la comida (Jidá).

En la práctica, quienes deseen ingerir «mezonot» con la comida deben decidir cómo encarar su comer. En caso de decidir que estos productos son parte integral de la comida, deben asumir en su pensamiento que la bendición de «Hamotzí» los incluye y por ende no requieren del recitado de una bendición suplementaria. En caso de decidir que esos «mezonot» fungen a modo de postre -deben fijar en su pensamiento que la bendición de «Hamotzí» no los incluye y deben recitar por estos la bendición correspondiente.

Mientras que en virtud de la duda existente no se decidan cómo considerarlos- que no reciten la bendición de «Boré Minei Mezonot» y quienes deseen actuar con excelencia- que se abstengan de consumir estos productos durante la comida.

Por productos elaborados con harina que fueron cocidos o fritos en aceite -que llamaremos «frituras profundas» (como sumergido en aceite) – que se sirven como postre, como por ejemplo, en el caso del snack llamado «Bisli», dado que no se asemejan al pan por cuanto que este último a diferencia de los primeros fue horneado- si se ingieren como postre se debe recitar por estos la bendición correspondiente. Empero en el caso de sufganiot (especie de donuts) que se sirven al final de la comida a modo de postre, aunque estén cocidas en aceite, no se recita por estas «Boré Minei Mezonot» porque hay juristas que entienden que están incluidas en la bendición de Hamotzí en virtud de que su masa es similar a la del pan (adelante 6:9). Además, las sufganiot llenan y su ingestión coincide con la intención general de la comida que es aplacar el apetito y todos los alimentos consumidos durante ella están incluidos en la bendición inicial de «Hamotzí». Empero, por cuanto que sobre esta cuestión pende la duda, a priori, es preferible comer las sufganiot al margen de la comida y recitar por estas «Boré Minei Mezonot» antes y «Al Hamijiá» después.

09) Después de la comida

En días de nuestros sabios se acostumbraba terminar la comida por completo, y como se tenía la intención de permanecer sentados a la mesa se posponía el recitado de «Birkat Hamazón» y si se servían otros alimentos su ingestión se consideraba separada absolutamente del resto de la comida por lo que se recitaban bendiciones antes y después de ingerirlos. Luego, se cumplía con el deber de recitar «Birkat Hamazón».

Empero en la actualidad, no acostumbramos a finalizar completamente la comida antes de recitar «Birkat Hamazón», pues mientras no lo hemos recitado existe aún la posibilidad de que comamos del pan (Shulján Aruj 177:2).

E incluso aunque se haya cambiado el mantel, dado que aún es posible que alguien quiera comer del pan, consideramos que estamos todavía dentro de la comida. Lo mismo ocurre en los casamientos, cuando los meseros levantan o retiran los cubiertos de la mesa como forma de dar por finalizada su labor, los comensales no están interesados en dar por terminada su comida hasta el «Birkat Hamazón» y es posible que quieran aun comer del pan o de los demás alimentos si les fuesen servidos. Por lo tanto, en nuestros días no existe el estatus de «tras la comida», y si se sirven alimentos a modo de postre se bendice previo a ingerirlos, pero no posteriormente (tal como se explicó arriba en las halajot 6 y 7).

10) ¿Cuál es alcance de la bendición de «Hamotzí»?

La bendición de «Hamotzí» por el pan incluye a todos los alimentos y bebidas que suelen consumirse durante la comida, y aunque esta dure largas horas la bendición inicial sigue vigente para todo cuanto se ingiera.

En el caso de quien decidió terminar de comer de forma definitiva y cambió de idea y deseó comer algo más, los juristas debatieron si debe o no recitar una bendición previo a continuar comiendo.

A los efectos de salir de duda es correcto que se abstenga de continuar comiendo. Y si tras el recitado de «Birkat Hamazón» desea comer o beber deberá recitar las bendiciones correspondientes tanto previas como posteriores.

En caso de ya haber abluido sus manos con las aguas posteriores («maim ajaronim») previo al recitado de «Birkat Hamazón», se lo considera como quien ya lo comenzó a recitar y aunque cambie de idea y quiera comer más, deberá primeramente recitar «Birkat Hamazón», y en caso de así desearlo, podrá comer y beber posteriormente recitando las bendiciones correspondientes tanto las anteriores a la comida como las posteriores (Shulján Aruj 179:1).

Un invitado que pensó que la comida llegó a su fin y en su mente se hizo a la idea que no comerá más y luego trajeron a la mesa más alimentos – podrá seguir comiendo sin recitar bendiciones suplementarias ya que él se respalda en el criterio del anfitrión. Otro tanto ocurre en el caso de quien confía o sigue el criterio de su mujer, o el caso de comensales que se hallan en un salón comedor y que confían o siguen el criterio del cocinero. Empero si el invitado decidió que, aunque le traigan más alimentos no habrá de comerlos y luego cambia de opinión y desea comer, es oportuno que se abstenga de hacerlo y recite «Birkat Hamazón» (Shulján Aruj 179:2).

Quien dejó de comer en medio de la comida a los efectos de rezar, al retornar a la mesa no precisa volver a recitar bendiciones pues no hubo interrupción en su intención de seguir comiendo (Shulján Aruj 178:6). Quien padece de somnolencia estando sentado a la mesa y dormita, aunque sea durante una hora, no se considera que hubo interrupción y podrá seguir comiendo sin necesidad de volver a recitar bendiciones. Empero quien se retiró a su cuarto y durmió en su cama, se considera que interrumpió su intención de seguir comiendo y al retornar a la mesa deberá abluir sus manos recitando «Al Netilat Iadaim» y bendecir antes de comer (Shulján Aruj 178:7, Mishná Berurá 48).

Quien tiene la intención de ingerir alimentos que tiene en su casa y en la mitad de la comida llegaron amigos y le trajeron más comida, o si tras terminar lo que tenía en su casa cambió de idea y pidió que le traigan más alimentos de la tienda o de los vecinos – debe recitar bendición previa por estos alimentos pues con seguridad no los tenía en mente cuando bendijo «Hamotzí» (Mishná Berurá 174:18).

11) ¿Está permitido salir de la casa en medio de la comida?

A priori, es necesario guardar el recaudo de no salir de la casa en medio de la comida pues hay juristas que entienden que todo aquél que lo hace de hecho la interrumpió y en caso de desear continuar comiendo deberá recitar primeramente «Birkat Hamazón» por lo ya comido y luego «Hamotzí» por lo que desea comer (Rambám). Sin embargo, a posteriori, si salió de su casa en medio de la comida tras haber ingerido aunque sea un «kazait» de pan -podrá volver a comer sin recitar «Hamotzí», pues a posteriori se confía en la opinión de los juristas que entienden que salir de la casa no se considera interrupción a los efectos de la comida. Esa es también la norma a aplicar en el caso de quien precisa salir de la casa en medio de la comida para cumplir con un precepto o cualquier otra cuestión de urgencia, si tiene claro que luego habrá de volver a la mesa a continuar comiendo -podrá salir sin recitar «Birkat Hamazón» y al regresar continuará comiendo sin recitar «Hamotzí» y recién al terminar de comer definitivamente bendecirá «Birkat Hamazón» (Rosh, Ramá 178:2). Empero si al salir de la casa se olvidó por completo de la comida, por ejemplo, si no tenía intención de volver a la mesa para continuar comiendo y además se ausentó por más de una hora -en caso de desear seguir comiendo deberá abluir sus manos y recitar «Hamotzí» (Shulján Aruj 170:1, Mishná Berurá 9).

Existe una situación en la cual según todas las opiniones estará permitido salir de la casa en medio de la comida y es cuando uno de los comensales habrá de quedarse en la mesa hasta el final de la comida. Entonces, de mediar necesidad como en el caso de salir a recibir a un novio y a una novia o a un invitado importante -los comensales tienen permitido salir de la casa. Al retornar a la mesa, según todas las opiniones, no necesitarán volver a recitar «Hamotzí» pues la persona que se quedó en la casa sentada a la mesa – mantiene para todos los demás el carácter continuo de la comida (Shulján Aruj 178:2).

Viajeros pueden, a priori, comenzar a comer en un sitio y continuar comiendo en el camino por cuanto que en virtud de su ocupación carecen de sitio fijo y la bendición que recitaron al principio aplica para todas partes (Shulján Aruj 178:4).

Según la opinión de muchas autoridades, una persona puede, a priori, comenzar a comer en un sitio y continuar haciéndolo en otro. Esto ocurre cuando alguien desea sumarse a un evento de «Sheva Berajot» después de haber comido o si se desea terminar de comer en compañía de amigos. Esta es la usanza de los ashkenazíes y parte de los sefaradíes. Para la otra parte de los sefaradíes la intención inicial en la bendición de «Hamotzí» no mantiene su vigencia y quien desee seguir comiendo en otro lugar deberá primeramente recitar «Birkat Hamazón» y luego habrá de comenzar una nueva comida en el otro sitio. Sin embargo, según esta usanza existe igualmente una alternativa y es la de recitar «Hamotzí» junto a la puerta de su casa y solamente después sentarse a comer a la mesa. Entonces, al haber iniciado su comida en la puerta de su casa demostró que su estatus es similar al del viajero y por ende podrá continuar con su comida en otra parte.

12) Alimentos que se ingieren antes de la comida

Quien desea acompañar la comida con pan, no deberá comer o beber antes, sino que abluya sus manos y recite «Hamotzí» y luego beba o coma todo cuanto desee, pues el ingerir alimentos o bebidas antes de sentarse a comer genera en reiteradas ocasiones el recitado de una bendición innecesaria. Esto se debe a que pudiendo incluir todas las diferentes bendiciones en la del «Hamotzí», al comenzar a comer o beber antes de recitarla termina recitando una bendición suplementaria innecesariamente. Esto y más, tras haber comido y bebido, esta persona ingresa en un ámbito de duda respecto de si debe o no recitar bendiciones finales. Es posible que deba recitar bendiciones finales por aquello que ingirió antes de sentarse a comer y por otra parte quizás sea conveniente que no las recite, pues el «Birkat Hamazón» posterior a la comida incluye todo cuanto se comió antes de «Hamotzí».

En caso de que todavía haya que esperar para sentarse a comer y mientras tanto la persona desea ingerir o beber algo, a los efectos de salir de duda -debe realizar una pausa de media hora o al menos quince minutos entre que termina su refrigerio y se sienta a comer. De esa forma todas las opiniones halájicas coinciden en que debe recitar las bendiciones finales correspondientes por lo ingerido antes de la comida. Otra posibilidad es que tras ingerir su refrigerio anterior a la comida recite la bendición final correspondiente, acto seguido salga a dar una breve vuelta a los efectos de generar una interrupción entre el refrigerio y la comida. Así es como se debe actuar en los banquetes de los casamientos en los que se sirve un aperitivo previo a la ceremonia religiosa. En un caso así se debe recitar bendición anterior y posterior por lo que se ingiere y entonces habrá una interrupción entre esa ingesta y la comida festiva posterior a la jupá. Lo mismo se debe hacer en caso de una ceremonia de Brit Milá. A veces se come algo de «mezonot» o se beben bebidas ligeras antes del banquete preceptivo. En este caso lo correcto es hacer una interrupción entre lo que se ingirió previo a la ceremonia y la comida preceptiva, y en caso de no poderse efectuar una interrupción de quince minutos es conveniente salir a dar una breve vuelta.

En el caso de quien comenzó a comer y a beber y enseguida debe sentarse para la comida principal sin tener la posibilidad de salir a dar un corto paseo, deberá hacer una interrupción entre las ingestas o esperar quince minutos- y para ello debe conocer los detalles de la norma que se explicitan en la nota al pie de página[a].


[a]. Si antes de comer ingirió carne, papas y demás alimentos que suelen formar parte de una comida por generar sensación de satisfacción y se suelen incluir en la bendición de Hamotzí, dado que decidió ingerirlos antes de la comida los transformó en una ingesta separada y debe recitar por estos alimentos las bendiciones finales correspondientes. En caso de haber olvidado recitarlas antes de comenzar la comida igualmente debe completarlas. En caso de ya haber recitado «Birkat Hamazón», se perdió la oportunidad de recitar las bendiciones finales de lo que ingirió antes de la comida principal en virtud de que ingresa en un terreno dudoso en cuanto a la norma. b) En caso de haber ingerido frutas antes de la comida – si tiene la intención de continuar comiéndolas durante la misma no debe recitar por estas la bendición final. En caso de no tener intención de ingerir frutas durante la comida debe actuar conforme al inciso a. c) En el caso de alimentos destinados a abrir el apetito, no se recita la bendición final sobre los mismos por cuanto que se ingresa en un ámbito de duda. d) Por agua se recita bendición final, en caso de haber olvidado hacerlo antes de comenzar la comida, si tiene la intención de continuar bebiéndola durante ella no habrá de recitar bendición final, mas en caso de no tener intención de beber agua durante la comida, debe completar la bendición final incluso después de haber recitado «Birkat Hamazón». e) Por productos panificados que ingresan en la categoría de mezonot de los cuales se duda si ingresan o no en la categoría de «pat habaá bejisanín» (masa rellena como en el caso del strudel de manzana, una masa que recibió un aditivo que la torna diferente a la del pan o una masa dura y crocante como en el caso de bagel o galletas cracker), en virtud de la duda existente no se recita sobre estos la bendición final. f) En el caso de «mezonot» cocidos como «ptitim» o aquellos que entran consensuadamente en la categoría de «pat habaá bejisanín» se deberá recitar por estos la bendición final, y en caso de haber comenzado ya la comida no habrá de hacerlo.

Arriba, escribí a modo de consejo que cuando una persona se ve en la necesidad de comenzar una comida y existe la duda de si debe o no recitar la bendición final que salga a dar una vuelta breve y en virtud de ello podrá recitar antes de salir la bendición final. Respecto de alimentos por los que no se requiere recitar la bendición in situ, salir del lugar en cuestión implica una interrupción, ver adelante 4:13 y 9:7. Respecto de alimentos que sí requieren de bendición in situ, si bien a los efectos prácticos se sentenció que la salida del lugar no implica interrupción, empero según Rambám y quienes coinciden con él sí se la considera interrupción. Además, según la opinión de Rashbá y quienes lo siguen los «mezonot» no requieren de bendición in situ y respecto de las siete especies con las que la tierra de Israel fue bendecida otros sabios medievales consideran que no requieren de bendición in situ (ver adelante 4:13, Shulján Aruj 178:5). Entonces, se puede sumar a quienes consideran que el cambio de lugar implica una interrupción (y esto es lo que escribe Keren LeDavid Oraj Jaím 59). Más aún, incluso para quienes consideran que al ingerir «mezonot» o las siete especies la salida del lugar no implica una interrupción, en este caso en el que se trata de dos ingestiones diferentes el paseo realizado tiene más importancia como interrupción por tratarse de una ocupación diferente, y por ello influye en tornar obligatoria la bendición final por lo ingerido antes de salir al paseo.

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