Pninei Halajá

Tfilát Nashim (La Plegaria Femenina)

01. La Tefilá.

Rezar es una de las expresiones  fundamentales de la fe en Dios. El ser humano no es perfecto, padece de carencias y anhela completarlas razón por la cual se dirige al Creador  mediante la plegaria.

La incompletitud humana se manifiesta en dos niveles. La mayoría de las personas siente necesidad de dirigirse a Dios cuando su vida cotidiana se ve afectada. Por ejemplo, cuando una persona se enferma o sufre algún daño y los dolores que padece se intensifican, comprende que todos los médicos del mundo no pueden garantizarle su salud y bienestar, y solo Dios, en cuyas manos se halla la existencia  de todo ser viviente, puede sanarle y concederle buena y larga vida. Es en ese momento cuando la persona implora  a Dios desde lo más profundo de su corazón rogándole lo cure. Y así, en toda circunstancia que la persona sufre un contratiempo, una desgracia o su sustento se ve afectado, o bien cuando sus adversarios lo acosan o sus amigos le dan la espalda, entiende que su vida pende de un hilo, entonces se dirige al Eterno en pos de ayuda y salvación. Empero, cuando la vida cotidiana se desenvuelve con normalidad,  la mayoría de las personas no percibe carencia alguna, y por lo general no siente necesidad de orar.

Quienes logran profundizar más en esta cuestión, entienden que su vida cotidiana dista de ser perfecta. Aun gozando de buena salud y siendo su sustento suficiente, cuando la situación familiar es estable, sus amistades fieles y la situación del país donde residen es favorable, aquellas personas que experimentan un nivel elevado de sensibilidad y un alto grado de conciencia, sienten un vacío existencial. Saben que sus vidas son limitadas. Aunque todo vaya bien llegará el día en que mueran por vejez. Ni siquiera siendo todavía jóvenes y sanos logran comprender cada una de sus acciones, ni realizar plenamente la mayor parte de sus aspiraciones. Es a partir de esta sensación de finitud que las personas se dirigen a Dios, Señor del cielo y la tierra, El Único capaz de redimirlos de sus imperfecciones. En el mero acto de comunicación con D´s mediante la plegaria, el ser humano inicia un camino de crecimiento y redención.

02. Las plegarias de los patriarcas y los profetas.

En el Tanaj aprendemos que cada vez que alguno de los patriarcas o profetas precisaron de ayuda, se dirigían a Dios en su plegaria. Abraham Avinu suplicó para que Sodoma no sea destruida. Hashem le respondió que de haber en  la ciudad diez justos ésta se habría de salvar. Sin embargo, no habitaban la ciudad diez justos y esta fue destruida (Génesis 18).

Nuestro patriarca Itzjak y nuestra matriarca Rivká ansiaban concebir un niño por lo que oraron a HaShem, su pedido fue concedido y tuvieron a los gemelos Yaakov y Esav (Génesis 25). Yaakov le rezó a HaShem para que lo salve de la mano de su hermano Esav,  quien venía a enfrentarlo al mando de cuatrocientos guerreros, HaShem escuchó su pedido salvándole (Génesis 32).

Tras el pecado del becerro de oro, HaShem se enfureció con el pueblo de Israel y Moshé hubo de suplicar insistentemente  hasta que D´s reconsideró el castigo que iba a aplicar sobre Su pueblo (Éxodo 32). Cuando su hermana Miriam contrajo lepra, Moshé pidió a HaShem por ella implorando: «Ruégote, oh Dios, le devuelvas la salud» y se curó (Números 12). Aharón rezó mediante la quema de incienso, y la epidemia se detuvo (Números 17). Tras la derrota en la conquista de la ciudad de Ai, Iehoshúa se prosternó y oró.  HaShem le respondió instruyéndole cómo reparar el pecado de Aján y luego los hijos de Israel salieron victoriosos de la siguiente batalla (Josué 7). Cuando los filisteos salieron a la guerra contra Israel, Shmuel le clamó a D´s y Él le respondió favorablemente, tal que los israelitas derrotaron a los filisteos y los forzaron a rendirse (Samuel I 7). El rey David oraba con frecuencia y sus plegarias están recopiladas en el libro de los Salmos. El rey Shlomó, tras concluir la construcción del sagrado Templo de Jerusalém, pidió a HaShem que la Divina Presencia (Shejiná) siempre repose sobre éste y que todos los pedidos que desde él se formulen sean atendidos. HaShem aceptó su plegaria (Reyes I 8-9). Cuando el profeta Eliahu luchó contra los profetas del dios cananeo Baal  en el Monte Carmel, rezó pidiendo que descienda fuego del cielo y su pedido fue atendido (Reyes I 18). Asimismo cuando el profeta Elishá oró pidiéndole a HaShem que reviva al hijo de la shunamita, éste efectivamente lo hizo (Reyes II 4). De la misma forma, el rey Ezequías en su lecho de muerte oró a HaShem implorando por su vida y se curó (ídem 20).

Una de las plegarias que marcó a todas las generaciones fue la de Jana, quien por largos años fue estéril y oraba con frecuencia en el tabernáculo en Shiló, siendo la primera en dirigirse a D´s mediante el calificativo «HaShem Tzva-ot» (Señor de los Ejércitos). Finalmente su ruego fue escuchado y dio a luz un hijo que sería de adulto el profeta Shmuel (Samuel I 2)

Respecto de este último se lo ha equiparado a Moshé y Aharón. Por medio de éstos últimos se revelaba la Palabra de HaShem en el marco de la realidad sobrenatural del desierto, mientras que a través de Shmuel se manifestó la palabra de HaShem en la realidad concreta del pueblo de Israel en la Tierra de Israel. Shmuel erigió la dinastía real de la Casa de David, profetizó y formó a muchos profetas en Israel. Por su intermedio sería construido el Templo de Jerusalém.

Dado que Shmuel poseía un alma tan excelsa y elevada era difícil hacerla descender a la tierra, por lo que su  madre Jana hubo de abundar en plegarias hasta que consiguió darle a luz. Tan potente fue su ruego, que nuestros sabios, de bendita memoria, dedujeron  del mismo numerosas leyes relativas al rezo (Talmud Babilonio, Tratado de Berajot 31(A) y tal como se explicará más adelante 12:6).

03. El efecto de la Tefilá.

El Santo Bendito Él, estableció entre las leyes de la Creación una en particular, por la cual al despertarse entre los seres humanos en los ámbitos terrenales su afán por acercarse al Creador e implorar por Su Bendición, ello habrá de llevar a un «despertar» de los Ámbitos Celestiales. De este modo Él nos prodiga Su bondad, acorde a nuestras necesidades y las del universo todo. Este tema está mencionado en el Zohar en distintos pasajes.

Esto significa que más allá que HaShem prodigue de Su bien al universo o a la persona, ocurre que dicha realidad puede ser postergada o retrasada a la espera de que la persona tome conciencia de su carencia, y ore desde la profundidad de su corazón.

Existen dos tipos de plegaria, una dirigida a la continuidad del mundo ya que de no mediar ésta el mundo cesaría de existir. Esta plegaria es comparable a la ofrenda perpetua (korbán hatamid) que se sacrificaba en el Templo de Jerusalém, y por cuyo mérito se sostenían los Cielos y la tierra (Talmud Babilonio Tratado de Ta’anit 27(B)).

El otro tipo de plegaria es aquella motivada por necesidades o deseos particulares y específicos, como ser salvarse de un contratiempo o recibir una bendición suplementaria.

Cada rezo actúa e influye, y tal como aseveró Rabí Janina: «Todo aquél que se extiende en su plegaria, su pedido no es ignorado» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 32(B)). Empero, algunas veces el efecto del rezo es inmediato y otras es a largo plazo, a veces la oración es respondida en su totalidad y otras solo parcialmente, tal como dijeron nuestros sabios (Devarim Rabá 8:1): «Grande es la plegaria a los ojos de HaShem. Dijo Rabí Elazar: ¿quieres saber el poder de la oración? Has de saber que si no logra su propósito completo, al menos obtiene la mitad». Y HaKadosh Baruj Hú, es Quien sabe cómo ayudar y socorrer a cada ser humano, y a veces por razones que desconocemos, la situación que embarga a  la persona es sólo por su bien y es por ello que El Creador no recibe su plegaria. Sin embargo, ésta ha sido beneficiosa y su resultado positivo se habrá de revelar en cualquier otra circunstancia.

Incluso los más grandes justos, cuyas plegarias normalmente son aceptadas, en ciertas ocasiones no lo fueron. ¡Quién entre los justos supera a Moshé Rabenu!, que intercedió exitosamente por el pueblo de Israel con su plegaria para evitar que fuésemos destruidos tras el pecado del becerro de oro y el de los espías (Éxodo 32, Números 14). Sin embargo a la hora de interceder y rogar ante HaShem que le permitiera ingresar a la Tierra de Israel, el Eterno le dijo «Basta para ti. No sigas hablándome de eso» (Deuteronomio 3:26).

Por lo tanto el individuo deberá esmerarse mucho en su rezo, y no debe pensar que si ora, con seguridad HaShem debe colmar su deseo, sino que habrá de seguir orando a sabiendas de que HaShem escucha su plegaria y sin dudas ella habrá de tener un efecto positivo, sólo que no sabemos cómo, cuándo ni dónde.

04. ¿Es acaso rezar un deber de la Torá o decreto de los sabios?

Los sabios medievales (rishonim) debatieron respecto de si hay un precepto de la Torá que ordene rezar a diario. En opinión del Rambám (Sefer Hamitzvot Mitzvá 5) es un precepto de la Torá, tal como está escrito (Éxodo 23:25): «Y serviréis al Eterno», y asimismo está escrito (Deuteronomio 6:13): «Temerás al Eterno tu Dios y Le servirás».

Si bien en estos versículos se menciona en forma general el deber de servir a HaShem, se alude de modo específico el deber de rezar ya que nuestros sabios entendieron el vocablo «servir» como orar, tal como está escrito (Deuteronomio 11:13): «amando al Eterno vuestro Señor para servirle con todo vuestro corazón» a lo que el Talmud se pregunta (Talmud Babilonio Tratado de Ta’anit 2(A)): «¿Cuál es el servicio del corazón? Deberás responder: el rezo».

Es así que orando una vez al día la persona cumple con el deber de la Torá. El precepto de la Torá consiste en lo siguiente: que comience su rezo alabando a HaShem, pasando luego a pedir sus necesidades y concluya agradeciendo por el bien recibido. Algunos extendían su plegaria y otros la abreviaban, mas todos cumplían con el precepto puesto que la Torá no establece una extensión mínima para la oración (Rambám, Tefilá 1: 2-3). Más adelante los miembros de la Gran Asamblea establecieron una versión unificada del rezo, tal como se explicará más adelante (halajá 6).

Sin embargo, el Rambán sostiene (en sus comentarios allí)  que la Torá no preceptúa rezar a diario, ya que los versículos citados y explicados por el Rambám no son un argumento legal determinante, sino simplemente actúan como inspiración general. Los miembros de la Gran Asamblea («Anshei Hakneset Haguedolá«) fueron quienes instituyeron los tres rezos diarios y basaron sus palabras en el mencionado versículo. De acuerdo a Najmánides, sólo en caso de desgracia o emergencia colectiva,  es precepto de la Torá el dirigirse a HaShem en plegaria.  Esto lo aprendemos del precepto de la elaboración de las trompetas (Números 10:9): «Cuando fuereis a la guerra contra el adversario que os oprime, tocareis estridentemente las trompetas y el Eterno vuestro Dios se acordará de vosotros y seréis salvados de vuestros enemigos».

De esto se desprende que la plegaria que una persona eleva en tiempo de desgracia es un precepto de la Torá, de acuerdo a todas las opiniones. Por lo tanto cuando la orante o su compañera se hallen ante una situación problemática, deberán  agregar en su rezo un pedido especial referido a la dificultad en cuestión, puesto que es precepto de la Torá orar a D´s en tiempos de desgracias. De esto se deduce que cuando un público determinado o todo el pueblo se encuentran en problemas, es mitzvá llevar a cabo un rezo público y hasta fijar a estos efectos ayunos para toda la colectividad.

Continuaremos con el estudio del orden de los rezos estipulado por los sabios de la Gran Asamblea, y en el próximo capítulo veremos cuáles de las plegarias son obligatorias para las mujeres.

05. La institución del rezo por parte de los miembros de la Gran Asamblea.

Los miembros de la Gran Asamblea establecieron los rezos y las bendiciones (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 33(A)). Esto significa que fijaron la redacción del rezo de «Shemoné Esré» y de las diferentes bendiciones, entre ellas, las bendiciones correspondientes al recitado del «Shemá» y las del disfrute (nehenín). Asimismo establecieron los tres rezos: el matutino (Shajarit), el vespertino (Minjá) y el nocturno (Arvit), tal que Shajarit y Minjá eran obligatorios y Arvit opcional.

A los miembros del tribunal de Ezra el escriba, que se estableció en los inicios de la era del Segundo Templo, se los denomina «Los Sabios de la Gran Asamblea». Se trataba del mayor tribunal jamás establecido en el seno del pueblo de Israel. Ciento veinte ancianos tomaban parte de sus deliberaciones entre los que se encontraban profetas y sabios tales como Jagai, Zejariá, Malají, Daniel, Jananiá, Mishael, Azariá, Nejemia hijo de Jajaliá y Mordejai, Bilshán y Zerubabel, siendo el último de ellos Shimón Hatzadik (Prólogo del Rambám a Mishné Torá).

En días del Primer Templo, el pueblo de Israel alcanzó imponentes logros espirituales, la Divina Presencia reposaba en el Santuario y los grandes maestros accedieron al nivel de profecía. Sin embargo, en el seno de las clases populares se arraigaron trasgresiones graves tales como idolatría, relaciones incestuosas y derramamiento de sangre, por causa de las cuales, a final de cuentas, el Templo fue destruido y el pueblo de Israel salió al exilio. Por lo tanto, cuando los miembros de la Gran Asamblea tuvieron el mérito de poder reconstruir el Templo, instituyeron el Gran Tribunal y establecieron vallados a la Torá, legislaron decretos, redactaron y dieron forma definitiva a los diferentes rezos y bendiciones ordenándolos, concediéndole así a la vida judía un marco general y completo. Todo lo anterior permitió que se expresen los valores de la Torá  de modo armónico y estructurado en el seno de lo cotidiano, alejando así al pueblo del pecado y acercándolo al servicio Divino.

Obviamente, también en los días del Primer Templo, el pueblo de Israel rezaba a HaShem, bendecía y agradecía por el bien dispensado y los placeres disfrutados. Empero, estos agradecimientos carecían de formato establecido y por lo tanto los piadosos oraban y recitaban bendiciones con gran fervor, mientras que el grueso del pueblo se contentaba con rezos escasos. Si bien el ideal es que cada individuo se dirija al Todopoderoso de modo espontáneo utilizando sus propias palabras al rezar, en la práctica las ocupaciones diarias van desgastando a las personas, y si carecemos de rezos ordenados y prestablecidos el público se irá alejando y desconectando tanto de la práctica de la oración como del Creador. Al establecerse formatos fijos para las plegarias la generalidad del pueblo comenzó a rezar reforzándose así de sobremanera su confianza en HaShem. Tal es así  que con el correr de los años se creó una ligazón en los corazones, que inclusive dos mil años de exilio no lograron dejarla sin efecto.

Más aún, en días del Primer Templo muchas personas, erróneamente, vieron en los sacrificios y ofrendas del Templo una actividad idolátrica con poderes de brujería, la cual habría de traer buena fortuna en la actividad económica, en la salud, sirviendo también para anular decretos adversos entre otros.

Los profetas lucharon por cambiar esta perspectiva errónea y enseñaron que los sacrificios tienen por cometido expresar el deseo de acercamiento a Dios, el cual se concreta por medio del esfuerzo personal. Esta es la meta última del hombre en su vida, tal como está escrito (Deuteronomio 10:12): «¿qué requiere de ti el Eterno tu Dios sino que Le temas y sigas Sus caminos amándole y sirviéndole con todo tu corazón y toda tu alma…?» Si quien trae la ofrenda al Templo no tiene la intención de  apegarse a HaShem y corregir su conducta, no solo que su sacrificio es inútil sino que el mismo es abominable a los ojos de D´s, tal como está escrito (Isaías 1:11-13): «¿Para qué sirven tantos sacrificios que me hacéis? Dice el Eterno. Harto estoy de holocaustos de carneros  y de sebos de animales cebados. No me complazco con la sangre de toros, ni de ovejas, ni de machos cabríos. Cuando venís a presentaros ante Mí, ¿quién ha requerido eso de vuestras manos, para hollar Mis atrios? No traigáis más vanas oblaciones: ofrendas abominables son para Mi…»

Mediante el establecimiento de rezos, los sabios de la Gran Asamblea restituyeron al servicio sagrado su orden correcto, orden en el cual la fe, la intencionalidad  y el apego son el fundamento y se manifiestan más nítidamente en la plegaria. A este respecto dijo Rabí Elazar: «La plegaria es superior al sacrificio de ofrendas» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 32(B)). Por lo tanto nosotros oramos para que el Templo de Jerusalém sea construido a la brevedad en nuestros días y tengamos el mérito de expresar nuestro apego a Hashem de manera completa, mediante rezos y sacrificios.

06. La versión fija del rezo.

En el hecho de que exista una versión única del rezo, que se reitera tres veces al día, hay cierta desventaja. El rezo corre riesgo de transformarse en rutinario, y perder del entusiasmo  que se despierta en quien reza ante HaShem con sus propias palabras. Por otra parte, si los sabios no hubiesen establecido una versión fija, si bien los piadosos elevarían hermosas plegarias desde lo más profundo de su corazón, el grueso del pueblo rezaría veloz y descuidadamente.

El Rambám (Hiljot Tefilá 1:4) nos explica que, justamente, tras la destrucción del Primer Templo y el exilio del pueblo de Israel entre las naciones se agudizó el problema, pues muchos de los judíos no estaban versados en el idioma sagrado en el cual corresponde orar. Los exiliados carecían de una versión agradable del rezo en otra lengua, por lo tanto los sabios de la Gran Asamblea establecieron una versión para todos los rezos y todas las bendiciones. De esta manera estas estarían ordenadas y a disposición de todos los judíos, de modo tal que la temática que toca cada bendición esté clara en la boca de los no doctos en el idioma hebreo.

Otra ventaja de la fijación de una versión unificada del rezo, es que incluye todos los pedidos generales y particulares que corresponde formular. De no mediar una versión ordenada, naturalmente cada persona rezaría por otro área del quehacer, los médicos por sus pacientes y los agricultores por la lluvia, de modo tal que con el tiempo cada quien oraría únicamente por aquello que le es inmediatamente cercano a sus intereses, desconectándose del sentir del público en general. Es por esta razón que nuestros sabios redactaron dieciocho bendiciones que abarcan la totalidad de las aspiraciones colectivas del pueblo de Israel, tanto en lo material como en lo espiritual. De esta forma, tres veces al día, quien ora sintoniza sus pedidos y aspiraciones con las necesidades y deseos colectivos de la nación toda.

Además de lo que nosotros entendemos del texto del rezo, éste incluye en su interior un sinnúmero de profundas significaciones, algunas de las cuales son explicadas en la sabiduría de la kabalá. El Rabino Jaim de Volozhin (Nefesh Hajaim 2:10) explica: «el entendido ha de comprender que no fue en vano que se necesitara de ciento veinte sabios, algunos de los cuales eran profetas, para redactar una plegaria breve como esta en cuestión. Estos la idearon imbuidos en espíritu de santidad («ruaj hakodesh«) y mediante su elevada profecía que les permitió ver con claridad las diferentes sendas del orden primigenio de la creación y los capítulos correspondientes al Carruaje Celestial (Maasé Mercabá del profeta Iejezkel cap. 1). En virtud de estos conocimientos, es que se acuñaron cada plegaria y cada bendición con esas palabras específicas, pues percibieron cómo habría de reposar la iluminación de cada vocablo en particular a los efectos de la corrección de cada uno de los mundos, fuerzas superiores y la Carroza Celestial Agregó además (ídem 2:13) que todas las meditaciones adicionales  («kavanot«) que recibimos de los sagrados maestros y el Arí z’l, no son sino una gota en el mar comparadas a la profundidad interior de las de los miembros de la Gran Asamblea, los redactores del rezo. Mediante la profecía y el espíritu de santidad que se les reveló en el momento de la redacción de la versión del rezo y las bendiciones, lograron incluir en breves palabras la corrección de todos los mundos, de modo tal que cada día se  puede atraer a cada uno de los mundos una corrección nueva y suplementaria.

07. La institución de los tres rezos.

Además de los rezos especiales que nuestros ancestros solían realizar en tiempos de dificultades, acostumbraban a fijar para sí un tiempo en el cual oraban a HaShem (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 26(B)). Nuestro patriarca Abraham estableció el rezo de Shajarit (matinal) ya que él fue quien comenzó a iluminar al mundo con su fe, por lo que fijó su momento de oración cuando el sol comenzaba a brillar. Nuestro patriarca Itzjak estableció el rezo de Minjá (vespertino). La particularidad de Itzjak es que continuó el camino iniciado por su padre Abraham. A veces es más fácil iniciar un nuevo camino que continuar andando por éste. La fuerza de Itzjak se manifiesta en haber continuado el camino de la fe y se corresponde con el rezo de la tarde que expresa la continuidad, ya que todo el día se sostiene por fuerza de la fe. Nuestro patriarca Yaakov estableció el rezo de Arvit (nocturno) pues tuvo que enfrentarse a enormes dificultades y complicaciones, y de todas salió fortalecido. Por esta razón instituyó el rezo de la noche ya que también en la oscuridad, cuando la realidad carece de toda luminosidad, es posible conectarse con Hashem y así revelar esa Luz Superior Eterna.

Una vez que los patriarcas del mundo trazaron el camino mediante estas plegarias, hombres piadosos y justos que siguieron transitando por esa senda rezando Shajarit, Minjá y Arvit, tal como lo expresó el rey David (Salmos 55:17-18): «En cuanto a mí, invocaré a Dios y el Eterno me salvará. Clamaré a Dios de tarde, de mañana y a mediodía. Él ha de oír mi voz»

Como continuación de la costumbre o tradición patriarcal, los miembros de la Gran Asamblea instituyeron los tres rezos: Shajarit, Minjá y Arvit. Los establecieron de acuerdo a los sacrificios públicos del Templo ya que la plegaria viene a expresar el significado interior de las ofrendas. Dado que los sacrificios públicos (Tamid) del amanecer y atardecer son de carácter obligatorio, fijaron los rezos de Shajarit y Minjá como tales. Asimismo determinaron el rezo de Arvit como correspondiente a la quema de sebos y órganos que se realizaba por la noche en el altar. Dado que esta quema no tiene un carácter perentorio cuya no realización pueda implicar la suspensión de los demás rituales (meakev), el rezo de Arvit es opcional. Empero, a lo largo del tiempo los hombres acostumbraron a rezar Arvit obligatoriamente (ver adelante 25:2). Dado que en Shabat, Yom Tov (días festivos) y Rosh Jodesh (novilunios) se nos ordenó ofrendar el sacrificio de Musaf, instituyeron en esos días un rezo de igual nombre, empero las mujeres están exentas del mismo (de acuerdo a la opinión mayoritaria de los juristas tal como se explicará adelante 2:9).

Dado que los rezos se corresponden con los sacrificios, los horarios de los primeros se fijaron acorde a los de los últimos (como se explicará más adelante 8:1, 18:1). En el próximo capítulo veremos cuáles rezos son obligatorios para la mujer y cuáles son opcionales.

08. La intención en el rezo y aquellas a quienes les cuesta concentrarse.

El rezo es el servicio a Dios con el corazón, y por lo tanto su efectividad depende de la intención de quien ora. «Así solían hacer los piadosos y los hombres de recto actuar, se apartaban y meditaban en la intención de su rezo hasta que sus almas se separaban de sus cuerpos físicos y, su poder mental se acrecentaba, al punto que casi alcanzaban el nivel de la profecía. Si en medio del rezo se le aparecía un pensamiento extraño entonces habría de callar hasta que el mismo se disipase» (Shulján Aruj, Oraj Jaim 98:1).

En el rezo hay dos tipos de intención: una general que implica tomar conciencia de que uno está ante el Rey de los Reyes y de esta manera uno se verá invadido por sentimientos de temor reverencial y amor. La otra es particular y es que su corazón sienta lo que su boca pronuncia.

Es necesario saber que los seres humanos son diferentes por naturaleza. Están aquellos a quienes concentrarse les resulta sencillo, y a pesar que recitan a diario el mismo texto, pueden seguirlo y su corazón sentir su contenido. Hay otros a quienes les resulta difícil la concentración y cuanto más conocido les resulta el tema más difícil se les hace, y si bien intentan mantener la concentración, su pensamiento deambula de un tema a otro. Logran concentrarse en la bendición de los patriarcas (avot), luego se distraen y de repente ya están en la bendición del perdón («selaj lanu«). Nuevamente intentan concentrarse durante una bendición y media, y otra vez su pensamiento parte a otras latitudes y de repente se ven inclinándose en la bendición de agradecimiento («modim«).

Hubo amoraítas que se lamentaron por las dificultades de concentración durante el rezo, tal como relata el Talmud Jerosolimitano (Tratado de Berajot 2:4) sobre Rabí Jía quien dijo que nunca logró concentrarse durante todo el servicio. Una vez que intentó hacerlo, comenzó a pensar quién era más importante en la corte real, fulano o mengano. Shmuel dijo: Yo conté polluelos durante el rezo. Rabí Bun Bar Jía dijo: yo conté «los edificios de la ciudad» durante el rezo. Rabí Mataniá dijo: yo le agradezco a mi cabeza que aun cuando no pongo atención en lo que estoy diciendo, sabe sola inclinarse en la bendición del agradecimiento («modim»). De lo dicho por estos grandes amoraítas aprendemos que es difícil mantener la concentración desde el principio hasta el final del rezo, y si bien la persona debe esforzarse al máximo para lograr mantener la intención de la plegaria, que no se desanime cuando ve que no logra hacerlo en su completitud. Y aunque haya soñado durante la mayor parte del rezo, no habrá de desesperarse sino que habrá de concentrarse en lo que resta del mismo.

Que no diga una mujer que si no logra concentrarse quizás sea mejor no rezar,  ya que al pararse ante HaShem en su plegaria expresa lo más profundo de su ser, que es su deseo de estar conectado con Él y orarle.

Cada mujer se mide según su carácter, y a veces la virtud de quien difícilmente logra concentrarse, y a pesar de ello logra hacerlo en algunas bendiciones, tiene más valor que aquella que tiene mayor facilidad durante todo el rezo por poseer facilidad natural para ello. Además, aquellas que logran concentrarse fácilmente durante los rezos comunes, generalmente en las ocasiones especiales o cuando les acontece alguna desgracia continúan rezando sin entusiasmo especial. Por el contrario, justamente aquellas a quienes les cuesta concentrarse en el rezo de rutina, en circunstancias especiales logran elevarse a niveles superiores de concentración.

Se dijo en nombre del Arí Z’l que la intención (kavaná) es comparada a las alas por  medio de las cuales la plegaria se eleva y es aceptada. Y cuando una mujer reza sin intención o concentración, la plegaria carece de alas para elevarse  y queda en espera hasta que ella ore correctamente. Y cuando lo concrete, junto a su plegaria se elevarán ante HaShem todos los rezos que realizó anteriormente sin la concentración o intención debidas. La razón de esto es clara, ya que el mero hecho de que una mujer se propone rezar, expresa su voluntad de conexión con HaShem para alabarlo y pedirle sus necesidades. Tal es así que  no logra concentrarse debidamente en una ocasión, al volver a rezar y concentrarse debidamente abre el portón para que todas las plegarias se eleven.

A los efectos de la halajá, toda aquella mujer que se concentró en la primera bendición de la Amidá aunque no logró hacerlo durante el resto de la plegaria, cumplió con su deber (Shulján Aruj Oraj Jaím 63:4, 101:1 y adelante 12:8).

01. Síntesis de los preceptos que aplican a las mujeres.

Según la opinión de la mayoría de los juristas, las mujeres están equiparadas a los hombres en la obligación de rezar, por lo que deben recitar la Amidá en Shajarit y Minjá, siendo la de Arvit únicamente opcional. Hay quienes opinan que la mujer debe rezar solamente una Amidá al día y es bueno que lo haga en el rezo matinal de Shajarit para así iniciar el día con plegarias. Además, hay quienes opinan que las mujeres pueden cumplir con su deber mediante una plegaria breve, por lo que alcanza  con que reciten las bendiciones matinales y las relativas a la Torá.

A priori, es bueno que las mujeres recen Shajarit y Minjá diariamente por cuanto que va en concordancia con la opinión mayoritaria de los juristas (poskim). En caso de que reciten un solo rezo, se les considera como cumplido su deber y en caso de necesidad o apremio cumplen con su obligación recitando solamente las bendiciones matinales y las de agradecimiento por el recibimiento de la Torá. Una mujer ocupada en el cuidado de sus hijos, en principio queda eximida recitando las bendiciones matinales y las de la Torá.

De todas maneras, una mujer que reza la Amidá debe también recitar las bendiciones matinales y de agradecimiento por el recibimiento de la Torá (ver adelante 6:1 y 7:3).

Hubo mujeres que acostumbraban recitar a diario la ofrenda de sacrificios («Korbanot») y hay quienes opinan que las mujeres deben recitar la ofrenda diaria permanente  («Tamid»). Sin embargo, según la halajá no están obligadas  a ello (ver adelante 15:1).

Hay quienes sostienen que las mujeres deben, también, recitar los salmos de alabanza («Pesukei de Zimrá») ya que son un preparativo para la plegaria de la Amidá, empero de acuerdo a la halajá no están obligadas a hacerlo (ver adelante 15:4).

Las mujeres están exentas del recitado del Shemá y sus bendiciones por cuanto que se trata de un precepto sujeto a un tiempo fijo, siendo bendecida la mujer que lo haga.  Sin embargo, hay quien opina que las mujeres están preceptuadas de recordar la salida de Egipto de día y de noche por lo que es bueno que lo hagan recitando las bendiciones de «Emet Veiatziv» en Shajarit y «Emet Veemuná» en Arvit. De todas maneras la opinión mayoritaria de los juristas exime a la mujer de estos recitados. Si bien la mujer está exenta del precepto del recitado del Shemá, es bueno que recite a diario los dos primeros versículos, a saber,  «Shemá Israel» y «Baruj Shem» para aceptar, por su intermedio, el Yugo Celestial (ver adelante 16:1).

Las mujeres están exentas de recitar todas las súplicas de perdón y los diferentes pasajes posteriores al rezo de Amidá.

Las mujeres deben recitar el Shemá antes de ir a dormir así como la plegaria «Hamapil» (se explicará más adelante 19:1).

Las mujeres están exentas de rezar la plegaria de Musaf en Shabat, días festivos («Iamim Tovim«) y novilunios («Rosh Jodesh«). Si bien hay quienes opinan que así como la mujer tiene el deber de rezar Shajarit y Minjá, también debe rezar Musaf.  Si bien, a priori, es bueno actuar según esta opinión, de todas maneras la mayoría de los juristas considera que las mujeres están exentas del deber de rezar Musaf. Todos coinciden en cuanto a que las mujeres están eximidas del recitado del Halel (ver adelante 2:9).

 

Hay quien opina que las mujeres deben escuchar la lectura de la Torá en Shabat, empero en la práctica la halajá es según la opinión de la mayoría de los juristas que consideran que las mujeres están exentas de ello (ver adelante 2:10).

02. La mayoría de los juristas opinan que las mujeres están preceptuadas de rezar Shajarit y Minjá.

Nuestros sabios dijeron en la Mishná (Berajot 20:2) que las mujeres tienen el deber de rezar y según la opinión de la mayoría de los juristas este deber aplica a hombres y mujeres por igual. De los tres rezos diarios que establecieron nuestros sabios, Shajarit, Minjá y Arvit, los dos primeros son obligatorios y el tercero opcional. Con el correr del tiempo, los hombres asumieron el compromiso de rezar a diario también Arvit y por lo tanto para éstos, hoy día, Arvit ya no es opcional sino preceptivo. Sin embargo las mujeres no asumieron ese compromiso, y por lo tanto Arvit sigue siendo opcional para éstas.

Aparentemente, si seguimos la regla de que «las mujeres están exentas de los preceptos positivos a los cuales se les asigna un tiempo fijo», ellas  deberían éstas estar exentas de todo rezo pues se trata de un deber vinculado con el tiempo; por ejemplo, la de Shajarit se debe recitar de mañana y la de Minjá por la tarde. Empero, dado que el rezo tiene por cometido pedir piedad ante Hashem y las mujeres deben hacerlo igual que los hombres, los sabios establecieron que el deber de rezar es para ambos géneros por igual y por lo tanto las mujeres están preceptuadas de rezar tanto Shajarit como Minjá.

También en Shabat y fiestas («Iamim Tovim«) las mujeres deben rezar Shajarit y Minjá. La razón de esto deviene a que si bien en la Amidá de estos días se omiten las trece bendiciones centrales que concentran el principal pedido de piedad, en la versión sabática y festiva de la Amidá hay suficientes pedidos de misericordia Divina; por ejemplo: «conságranos con Tus preceptos y danos una porción en Tu Torá, cólmanos de Tu bien y regocija nuestras almas con Tu redención…» etc.

03. Juristas que consideran que la mujer debe rezar una vez al día.

Hay quienes opinan que según el método analítico de Rambám las mujeres deben recitar únicamente un rezo diario, puesto que el deber de rezar tiene origen en la Torá y en virtud de éste, cada judío debe dirigir su plegaria  al Creador  una vez al día. Este precepto no está vinculado al tiempo y por lo tanto recae también sobre las mujeres, ya que éstas están exentas, únicamente, de los preceptos positivos que dependen de un tiempo fijo. Los preceptos no vinculados al tiempo las obligan igual que al hombre. Dado que todos los días se renueva el deber de rezar, no se lo considera marcado por el tiempo, ya que a estos efectos todos los días son iguales entre sí, sin que medie diferencia entre Shabat fiestas o días hábiles. Además, la Torá no estipula en qué momento del día se debe rezar, y por lo tanto según este razonamiento el rezo es un precepto bíblico diario sin tiempo fijo.

Resulta entonces que el decreto rabínico que establece tres rezos diarios para los hombres no aplica en el caso de las mujeres, mas el deber de la Torá de rezar a diario un rezo sí recae sobre éstas. Dado que los sabios establecieron un texto fijo para la Amidá que contiene dieciocho bendiciones, las mujeres cumplen con su deber recitando este formato. Además, como establecieron un horario específico para cada rezo, las mujeres deben de rezar en uno de estos tiempos prefijados, esto es, en el horario de Shajarit, en el de Minjá o en el de Arvit.

04. Opiniones de quienes entienden que las mujeres cumplen con su deber de rezar recitando, únicamente, las bendiciones matinales y las de la Torá.

Hay juristas más flexibles, que entienden que según el método analítico del Rambám, sólo el precepto de la Torá recae sobre las mujeres, o sea, rezar una vez al día algún tipo de plegaria. Por lo tanto, en todo pedido que sea elevado a HaShem cumplen con su deber y el formato de dieciocho bendiciones establecido por los sabios recae únicamente sobre los hombres y no sobre las mujeres.

Hay quienes discreparon arguyendo cómo es posible cumplir con el deber de rezar mediante un pedido o plegaria cualquiera, si según Rambám (Tefilá 1:2) el orden del rezo tiene su origen en la Torá, esto es, debe iniciar con alabanzas, luego debe pedir e implorar por las diferentes necesidades y debe finalizar dando gracias y loas a D´s. Esto es si no se ora según este orden no se cumple con el precepto de rezar y por lo tanto no es razonable sostener que mediante una plegaria cualquiera las mujeres cumplan con su deber (Prí Megadim, Maguén Guiborim).

Algunos de los sabios de las últimas generaciones explican que las mujeres cumplen con su deber recitando las bendiciones matinales y las de la Torá. Esto obedece a que las bendiciones de la Torá comienzan con alabanza: «Bendito eres Tu Dios nuestro Rey del Universo, que nos consagraste con Tus preceptos», luego incluyen un pedido: «Y haz por favor, D´s nuestro, que las palabras de Tu Torá sean agradables en nuestra boca… y que nosotros y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos… seamos conocedores etc.» y concluyen con agradecimiento: «Bendito eres Tu… que nos ha elegido entre todas las naciones y nos ha dado Su Torá».

Otro tanto ocurre con las bendiciones matinales; en todas hay alabanza, luego en la bendición de «que quitas la somnolencia» hay un pedido «sea Tu voluntad D´s nuestro… que nos adiestres a tu Torá y nos apegues a Tus preceptos y no nos permitas caer en la transgresión etc.» concluyendo con agradecimiento «Bendito eres Tu que otorgas abundante benevolencia a Tu pueblo Israel»

05. En la práctica.

A priori, es bueno que las mujeres recen a diario tanto la Amidá de Shajarit como la de Minjá. Empero si rezaron una sola de ellas en el día cumplieron igualmente con su deber si bien según la  opinión de la mayoría de los juristas las mujeres deben rezar Shajarit y Minjá. De todas maneras, como se trata de una ley decretada por los sabios, quienes quieran guiarse por la opinión más flexible, pueden a priori seguir la indicación de los que entienden que las mujeres sólo deben rezar una vez al día. Es bueno que en este caso, el rezo sea el de Shajarit para así iniciar el día con plegarias. En el caso de quien no puede recitar Shajarit que recite Minjá, y a posteriori, si no alcanzó a rezar Minjá que rece Arvit.

Aquellas mujeres que acostumbran a recitar únicamente las bendiciones matinales y las de agradecimiento por la Torá tienen un margen mínimo de juristas en el cual apoyarse, empero no es ideal actuar así ya que según la opinión mayoritaria de los juristas es obligatorio rezar por lo menos una Amidá al día.

06. Mujeres con niños pequeños a su cargo.

Mujeres que tienen a su cargo el cuidado de niños pequeños y están agobiadas por los quehaceres domésticos pueden, a priori, cumplir con su deber de rezar recitando, únicamente, las bendiciones matinales y las de agradecimiento por la Torá. Ya aprendimos (inciso 4) que hay quienes entienden que por el principio legal las mujeres pueden cumplir recitando solamente estas bendiciones en cuestión, y si bien a priori no es bueno basarse en esta opinión, en el caso de mujeres agobiadas por las tareas del hogar y el cuidado de los niños pequeños, pueden cumplir, a priori, de esta manera.  El Rav Arie Leib hijo del Rav Israel Meir autor del libro «Jafetz Jaim» testifica que su madre casi no rezaba en los años en que los niños estaban bajo su cuidado y le dijo que su padre le explicó que estaba exenta del precepto de rezar por cuanto que tiene la crianza de los niños a su cargo.

Si la mujer sale a trabajar ya que la economía familiar así lo requiere, o si envía a sus hijos pequeños a guarderías, jardines de infantes o la escuela y por lo tanto se queda en la casa un rato para ordenarla o descansar, puede cumplir con su deber de rezar mediante el recitado de las bendiciones matinales y las de la Torá. Si puede concentrarse en la plegaria de la Amidá es mejor que la rece, empero puede decidir por sí misma si el peso del cuidado de los niños es tal que le permite o no rezar la Amidá. Si le cuesta decidir sola puede asesorarse con un rabino o con la esposa de un rabino.

Sin embargo, en el caso de una mujer que sale a trabajar, no en virtud de una imperiosa necesidad económica sino porque cuenta con tiempo libre, no corresponde que se base en la opinión más flexible sino que debe poner cuidado en rezar a diario una Amidá, amén de las bendiciones matinales y las de la Torá.

Una mujer que está a cargo de la crianza de niños pequeños y se conforma con un rezo breve, debe tener en cuenta que cuando los niños crezcan y la intensidad del esfuerzo de la crianza disminuya, deberá volver a rezar una Amidá diariamente.

07. Reglas generales respecto de los preceptos que recaen sobre las mujeres y aquellos de los que éstas se hallan exentas.

En términos generales las mujeres deben cumplir los preceptos al igual que los hombres salvo en el caso de los preceptos positivos marcados por el tiempo. Tal como dijeron nuestros sabios en la Mishná (Tratado de Kidushín 29:1): «Todos los preceptos marcados por el tiempo recaen sobre los hombres, mas no sobre las mujeres»

Estos son los preceptos positivos marcados por el tiempo de los cuales las mujeres se hallan exentas: a) Recitado del Shemá en Arvit y en Shajarit (incluida la mención de la salida de Egipto, ver adelante 16:3). b) Tefilín de la cabeza. c) Tefilín del brazo. d) Tzitzit. e) Sucá. f) Lulav. g) Shofar. h) Conteo del Omer.

Hay preceptos positivos marcados por el tiempo que la Torá nos enseña que recaen igualmente sobre las mujeres, y son: a) Ingerir matzá en la primera noche de Pesaj (Talmud Babilonio Tratado de Pesajim 43(B)). b) Alegría festiva (ídem Pesajim 109(A)). c) Kidush de Shabat (Berajot 20(B)). d) Restricciones adicionales («tosefet inui«) en Yom Kipur (Tratado de Sucá 28(B)).

De acuerdo con la opinión de la mayoría de los juristas esto es así ya que todo lo decretado por los sabios fue establecido en el espíritu de las leyes bíblicas. Por esta razón las mujeres están exentas de recitar el Halel en los novilunios («Rosh Jodesh«).

Hay otros juristas que opinan que los preceptos rabínicos sujetos a un tiempo fijo  son obligatorios para las mujeres. De todas maneras hay consenso en cuanto a que los preceptos instituidos por nuestros sabios a raíz de milagros que acaecieron al pueblo de Israel, recaen también sobre las mujeres, ya que ellas también estuvieron presentes durante los mismos. Se trata de: a) Las cuatro copas de vino de la noche del Seder, b) La lectura del libro de Ester en Purim, c) El encendido de las velas de Jánuca.

Sin embargo, en el resto de los preceptos no hay diferencias entre hombres y mujeres, tal como lo explicita la Mishná (Kidushín 29:1): «En el caso de todos los preceptos positivos no determinados por el tiempo, son obligatorios tanto para hombres como para mujeres». Mencionemos algunos ejemplos: las mujeres tienen el deber de fijar una mezuzá en la puerta igual que el hombre, deben separar diezmos y ofrendas, dar préstamos y tzedaká (caridad) al igual que los hombres.

Además, allí nos dijeron que «todos los preceptos restrictivos, tanto sean o no condicionados por el tiempo, son igualmente obligatorios para hombres  y mujeres». Por ejemplo, las mujeres deben cuidarse de las prohibiciones del jametz en Pesaj o abstenerse de comer y beber en Yom Kipur al igual que los hombres. Si bien se tratan de prohibiciones determinadas por el tiempo, dado que se trata de preceptos restrictivos recaen por igual tanto sobre hombres como sobre mujeres.

Existen algunos preceptos restrictivos que recaen únicamente sobre los hombres, por ejemplo no afeitar las patillas o no afeitar la barba con navaja o en el caso de los cohanim varones, no impurificarse con un muerto (Tratado de Kidushín ídem).

En el siguiente capítulo explicaremos D´s mediante, el porqué de la diferencia de género en el cumplimiento de los preceptos.

08. ¿Pueden las mujeres recitar la bendición de un precepto determinado por el tiempo?

Una mujer que, voluntariamente, desea cumplir con un precepto positivo determinado por el tiempo, recibe recompensa mas no como la del hombre. Tal como dijo Rabí Janina: » es mayor la recompensa de quien fue ordenado y cumple, que la de aquel que no fue preceptuado y lleva igualmente acabo la acción» (Talmud Babilonio Tratado de Kidushín 31(A)). El Ritba (Rabí Iom Tov ben Abraham Ashbili) explica que esto obedece a que quien tiene el deber de cumplir un precepto, el Satán entorpece su accionar y debe enfrentarse a su inclinación al mal que busca impedírselo, por lo tanto su recompensa es mayor, tal como dijeron nuestros sabios (Pirkei Avot 5:23): «la recompensa es proporcional al esfuerzo».

Sin embargo, los sabios medievales debatieron respecto de si una mujer puede recitar la bendición por un precepto positivo marcado por el tiempo. Según Rambám y otros medievalistas (rishonim) las mujeres no deben hacerlo ya que el texto reza: «que nos consagraste con Tus preceptos y nos ordenaste», y a las mujeres no les fue ordenado, por lo que se trataría de una bendición pronunciada en vano. Así sentenció el Shulján Aruj (Oraj Jaím 589:6) y esta es la costumbre extendida entre la mayoría de los judíos sefaradíes.

Empero, según la opinión de Rabenu Tam y la mayoría de los sabios medievales, las mujeres pueden recitar la bendición por un precepto positivo marcado por el tiempo ya que estos, en cierta medida también les pertenecen, y la prueba es que son recompensadas por su cumplimiento. En cuanto al formato de la bendición, no se teme que se recite erradamente ya que el texto no indica «que me ordenaste» sino «que nos ordenaste», a todo el pueblo de Israel y las mujeres son parte del pueblo. Por lo tanto ellas pueden alabar y agradecer a D´s por la santidad con la que dispensó a Israel, tal como se expresa en ese precepto concreto. Así sentenció el Ramá (Rabí Moshé Isserles) y esta es la costumbre entre los judíos de origen ashkenazí.

En el caso de las bendiciones de loas y agradecimiento que están determinadas por el tiempo, tal como en el caso de las de los salmos de alabanza o las anteriores y posteriores al Shemá, dado que no incluyen la expresión «que nos ordenaste», las mujeres sefaradíes tienen permitido orarlas y su recitado se  considera preceptivo. Empero hay quien opina que según la tradición sefaradí las mujeres están exentas de recitarlas y por ende no deben hacerlo. Por lo tanto, en los colegios en los que estudian juntas niñas ashkenazíes y sefaradíes es deber de las maestras el indicar a las alumnas sefaradíes que no reciten las bendiciones finales de los salmos de alabanza y las del Shemá (Rav Ovadia Iosef). En la práctica, muchos juristas son de la opinión de que también las mujeres sefaradíes pueden orarlas y es preceptivo para estas recitarlas, por cuanto que su contenido es alabanza y agradecimiento, siendo ésta la práctica más extendida. Por lo tanto, las maestras no deben indicar a las alumnas sefaradíes a conducirse distinto que las ashkenazíes, ya que esto puede generar confusión en el salón de clase.

09. Musaf y Halel.

Es precepto de la Torá en días especiales ofrendar sacrificios públicos suplementarios llamados «musafim». Los sabios decretaron que se rece la plegaria de Musaf como sustituto de esta. Musaf se reza los siguientes días: Shabat, Novilunios, festividades de la Torá («Iom Tov«) y los días intermedios de Pesaj y Sucot («Jol Hamoed»).

Los juristas debatieron respecto de si las mujeres deben o no rezar Musaf. Hay quienes opinan que dado que en el rezo de Musaf también se le implora clemencia a D´s, es igual de obligatorio que los demás rezos y en opinión del Rambán las mujeres deben recitarlo. Además, dado que el rezo fue instituido en honor a la santidad particular del día, las mujeres tienen el deber de recitarlo así como tienen el deber de recitar Kidush en Shabat (Maguén Guiborim). Hay otros juristas que entienden que dado que el rezo de Musaf está determinado por el tiempo, las mujeres están exentas del mismo (Tziún Lenefesh Jaiá). En la práctica, por tratarse de un precepto de origen rabínico, la halajá final es de acuerdo con la opinión más flexible, por lo que las mujeres no tienen obligación de rezar Musaf, mas aquella que quiera hacerlo se le considera un mérito y es recompensada. En Rosh Hashaná y en Yom Kipur es bueno que toda mujer rece Musaf ya que este rezo encierra la mayor parte de los pedidos  de clemencia Divina de estos días.

Nuestros sabios instituyeron que los hombres reciten Halel en Jánuca y las fiestas de la Torá. Asimismo, se acostumbra a recitar Halel en Rosh Jodesh. Dado que se trata de un precepto determinado por el tiempo las mujeres están exentas del mismo, mas aquella que voluntariamente lo recita cumple con un precepto. Según la tradición de las mujeres ashkenazíes y algunas de las sefaradíes, ellas recitan la bendición correspondiente al Halel, mas en opinión de la mayoría de los juristas sefaradíes no ha de hacerlo.

10. La lectura de la Torá.

Según todas las opiniones, las mujeres están exentas de la lectura de la Torá en los días de semana y en los de fiesta. Empero, según la opinión del Maguén Abraham, en Shabat las mujeres deben escuchar la lectura de la Torá ya que los sabios decretaron que se escuche toda la Torá cada año. Empero, según la opinión de la mayoría de los juristas las mujeres están exentas de escuchar la lectura de la Torá en Shabat, dado que se trata de un precepto determinado por el tiempo. Y así es la halajá final. De todas maneras, si una mujer puede escuchar la lectura en Shabat es bueno que lo haga, ya que según todas las opiniones, si bien está exenta, al escucharla tiene un gran mérito (la discusión respecto de si la mujer tiene o no el deber de escuchar la lectura de la porción de Zajor se explicará más adelante 23:5).

En el momento de levantar el rollo de la Torá para mostrarlo a la congregación («Hagbahá«), es deber tanto de hombres como de mujeres mirar el pergamino escrito, inclinarse y recitar «VeZot haTorá» etc (Shulján Aruj Oraj Jaím 134:2). Hay mujeres que son estrictas, de modo tal que si ven sangre menstrual no miran al Sefer Torá al tiempo que hay otras más flexibles que si lo hacen. Quien quiera optar por la usanza flexible puede hacerlo ya que no se trata de algo prohibido por la base de la ley.

01. La mutua complementación entre el hombre y la mujer.

En términos generales existe una igualdad entre hombres y mujeres, ya que  la imagen y semejanza Divinas fueron concedidas a ambos géneros por igual. Asimismo, la virtud esencial y particular del pueblo de Israel reside en judías y judíos indistintamente puesto que la Torá fue entregada a hombres y mujeres conjuntamente (como se verá adelante 7:1). Esto lo dedujeron nuestros sabios del versículo (Shemot- Éxodo 21:1): «Y estas son las leyes que habrás de exponer ante ellos», de lo cual se aprende que la Torá ha equiparado tanto hombres como mujeres en lo referente a sus leyes» (Talmud Babilonio Tratado de Kidushín 35:1).

Sin embargo es imposible pasar por alto diferencias existentes entre los géneros tanto a nivel físico como mental o emocional, ya sea desde la perspectiva de la creación como de la halájica, por ejemplo en lo referido a los preceptos positivos que dependen de un tiempo fijo. Estas diferencias les permiten a hombres y mujeres complementarse.

A los efectos de poder descubrir la cuestión relativa a la Divinidad en el mundo físico, es necesario que se revelen estas dos facetas diferentes y se complementen. Cada creatura es limitada y por lo tanto no puede percibir o asimilar la completitud Divina, empero mediante la generalidad del pueblo de Israel, la perfección Superior puede revelarse en el mundo. Es por esta razón que la unidad del pueblo de Israel es tan importante, ya que solo las distintas partes de esta nación conjuntamente pueden recibir la Torá y actuar en pos de la corrección del mundo. Así como hay diferencias entre las almas, así también existen diferentes explicaciones a las palabras de la Torá, tal como está escrito (Salmos 62:12): «D´s ha hablado una vez. Dos veces he oído esto».

Asimismo está escrito (Irmiahu 23:29): «¿No es Mi palabra como el fuego –dice el Eterno- y como un martillo que rompe la roca en añicos?». Nuestros sabios explican estos versículos de la siguiente manera: «así como el martillo al batir la piedra libera múltiples chispas, de la misma forma cada palabra que sale del Santo Bendito Sea se divide en setenta idiomas» (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 88(B)). «Así como el martillo al batir la piedra libera múltiples chispas, de la misma manera un solo versículo encierra varios significados» (Talmud Babilonio Tratado de Sanhedrín 34(A)). Es así que respecto de las discusiones y divergencias entre las escuelas de Hilel y Shamai está escrito «Ambas son palabras del D´s viviente» (Talmud Babilonio Tratado de Eruvín 13(B)).

 

La complementación recíproca más trascendente para la persona es la referida a lo masculino con lo femenino, ya que por su intermedio puede el ser humano revelar la imagen y semejanza Divinas que anidan en él y así alcanzar la integridad. No sólo en la especie humana sino que en toda la creación, desde los mundos superiores hasta este nuestro mundo material existe la división entre lo femenino y lo masculino, de modo tal que ningún género puede subsistir sin complementarse con el otro. Este principio está extensamente explicado en la sabiduría de la Kabalá. Por esta razón Rabí Elazar dijo (Talmud Babilonio Tratado de Ievamot 63(A)) que «un hombre (Adam) que carece de mujer no es hombre (Adam)», tal como está escrito (Bereshit 5:2): «Varón y hembra los creó y los bendijo y les llamó Adam». Además, nuestros sabios dijeron que «todo hombre que carece de mujer, carece de alegría, de bendición, de bien… de Torá y de muro protector».

Así como la diferencia entre varón y mujer les permite a ambos casarse y procrear, asimismo su diferencia espiritual y mental o emocional les permite unirse, complementarse e inspirarse mutuamente en lo que a espíritu se refiere.

Según esto nos es posible entender la razón básica y fundamental de las diferencias halájicas entre los preceptos de los hombres y los de las mujeres.

02. La razón por la cual las mujeres están exentas de los preceptos positivos sujetos a un tiempo fijo.

La razón simple y más comúnmente aceptada de que las mujeres estén exentas de los preceptos positivos determinados por el tiempo es permitirles cumplir con su principal cometido que es construir una familia. Las mujeres cargan con una pesada responsabilidad y es la de construir y mantener unida una familia de la que dependen tanto el futuro personal como el nacional. Esta responsabilidad se desprende de su naturaleza, ellas dan a luz y amamantan, además poseen el carácter femenino y maternal que resultan esenciales para la conformación y desarrollo de la familia. Muchas veces, la responsabilidad de la dirección de un hogar amén de la crianza y educación de los niños exige una dedicación que absorbe todas las horas del día y la noche. Por ello, si se le impusiese a las mujeres el deber de cumplir con los preceptos marcados por el tiempo que demandan muchas veces la suspensión de una tarea para ejecutarlas, no podrían dedicarse adecuadamente a su familia (Según Abudraham y Sefer Hajasidim 1011).

Desde esta perspectiva, es posible explicar el hecho de que las mujeres estén exentas del precepto del estudio de la Torá. Este exige total y absoluta dedicación, tanto durante la temprana juventud en la que se adquieren las herramientas básicas de aprendizaje, como durante la vida adulta en la que se dedican extensas horas al estudio. Si las mujeres tuviesen el deber de estudiar Torá no podrían entregarse a la conformación de una familia. Si bien es claro que las mujeres deben también aprender a vivir de acuerdo a ella, no tienen la obligación de estudiarla de modo exhaustivo y puntilloso a fin de alcanzar la profundización teórica. De esta manera se libera a las mujeres de la tensión permanente que acompaña a los hombres que están preceptuados a dedicarse permanentemente al avance en la comprensión de la Torá.

De aquí resulta comprensible cuán valiosa es la familia, que en pos de conformarla y desarrollarla la Torá eximió a las mujeres tanto del precepto de su estudio como de los preceptos positivos determinados por el tiempo.

Es pertinente agregar que el hecho de que la Torá haya eximido a las mujeres del deber de su estudio y de los preceptos positivos sujetos a un tiempo fijo, implica que éstas tienen menos necesidad de cumplirlos y también sin ellos pueden alcanzar su pleno desarrollo personal (tal como se explicará adelante en el inciso 5, ver Ialkut Shimoní Shmuel 78). De acuerdo a esto se puede entender que también una mujer que carece de familia está exenta de estos preceptos.

03. Intelecto y emoción.

Nuestro maestro, el Rabino Tzví Iehuda Kuk, de bendita memoria, solía poner énfasis en la regla general de la igualdad entre los géneros. Empero, una vez que establecía este principio general inquiría en las diferencias entre hombres y mujeres, «el intelecto es más dominante en el hombre, sin embargo la emoción humana se destaca más en la mujer» (Sijot Haratzia Bamidbar p. 413). Por supuesto que tanto hombres como mujeres poseen emoción e intelecto, sin embargo los hombres tienden más hacia el segundo y las mujeres más hacia el primero. Esta postura ha sido reforzada recientemente por la investigación científica en lo referente al cerebro y la mente, de la cual se desprende que existen dos tipos de inteligencia: intelectual (IQ) y emocional (EQ).

En virtud de esta diferencia en ciertas áreas del quehacer humano, resulta que el hombre es más activo y la mujer más pasiva. Una vez que el intelecto saca conclusiones procede a crear y a construir, mientras que la emoción se caracteriza por captar impresiones de los acontecimientos circundantes, no inicia los eventos pero si recibe las impresiones de estos. Es así que encontramos en las enseñanzas de los sabios de la Torá de las generaciones anteriores que el hombre tiende más a influir y la mujer a recibir influencia.

Mediante estas dos características mutuamente complementarias podemos conectarnos armónicamente con el ámbito espiritual, crecer en nuestra fe, vivir una vida de Torá y ordenar el mundo conforme a la voluntad Divina.

Mediante el intelecto analítico y conceptual fijamos los principios según los cuales guiar nuestras vidas y mediante la emoción natural, viva, podemos captar mejor la fe y la vitalidad que habitan en nuestra Torá.

En los incisos siguientes intentaré, con la ayuda de D´s, continuar explicando esta idea según las enseñanzas de nuestro maestro el Rav Abraham Itzjak Hacohen Kuk y su hijo Rabí Tzví Iehuda, ambos de bendita memoria.

04. El intelecto y lo masculino.

El intelecto es aquello que diferencia a los seres humanos de los animales, mediante éste el hombre es capaz de investigar, sacar conclusiones, planificar su quehacer y generar cambios significativos en el mundo. Mediante el intelecto los seres humanos somos capaces de cooperar, organizarnos comunitariamente y obtener increíbles logros. Por lo tanto, rige tanto al individuo como a la sociedad. Por su intermedio se establecen los principios rectores y las bases de la vida humana. En este aspecto el intelecto es general. Por el contrario, la emoción es particular y depende de la impresión recibida por el individuo y no de reglas generales y necesarias. El intelecto le da a cada idea una definición general permanente mientras que cuando estas ideas son asimiladas por la emoción adquieren un sinnúmero de matices, de acuerdo a las características de cada una de las personas. Más aún, estos matices en cada persona dependen del cambiante estado de ánimo en el que ésta se encuentra en cada momento en particular.

De acuerdo a esto se puede entender la cardinal importancia del estudio de la Torá que se lleva a cabo por intermedio del intelecto. Mediante el estudio puntilloso y exhaustivo se conforma la percepción lógica de la Torá, a partir de la cual nos es posible conducir el mundo y corregirlo. Este es el cometido de los preceptos positivos determinados por el tiempo, que guían de modo concreto los grandes ideales a cuya luz se debe encaminar el pueblo de Israel. El recitado del Shemá, a modo de ejemplo, nos recuerda los fundamentos de la fe y la Torá, el tzitzit que se usa durante el día nos recuerda mediante su vestimenta todos los preceptos y nos despierta la cautela respecto de la inclinación al mal. De este modo, todos los preceptos determinados por el tiempo ponen de relieve los valores de la Torá que deben dirigir nuestros pasos.

De acuerdo a esta idea es posible entender por qué la conducción o el gobierno están detentados mayormente por los hombres: reyes, jueces, rabinos, policías y militares. Respecto de esto dijeron nuestros sabios que «la más virtuosa de las mujeres es la que cumple la voluntad de su marido» (Eliahu Rabá 10, Yalkut Shimoní Shoftim 42).

05.  La emoción y lo femenino.

A diferencia del intelecto, la emoción es capaz de recibir y aprehender, puede captar la fe con mayor naturalidad y vitalidad. En ese aspecto la mujer está mucho más cercana a lo Divino y en este sentido es más general que el hombre, ya que de la Revelación general de la Divinidad que concede vida al universo se desprenden posteriormente las definiciones y los principios que el intelecto posteriormente procesa y discierne. Esta virtud de la  mujer se origina en el material del cual fue creada. El hombre fue formado a partir de la tierra mientras que la mujer tiene su origen en un material más refinado, la costilla o el costado de Adam[1]. Dado que  el material del cual fue conformada la mujer es más sofisticado, puede captar lo Divino de manera natural. La intuición femenina está más cercana a la fe y por lo tanto las mujeres pueden conectarse de manera profunda con la Torá sin que necesiten mediar los discernimientos intelectuales o los preceptos concretos determinados por el tiempo. En cambio, los hombres necesitan estudiar Torá y cumplir dichos preceptos para afianzar así su conexión con la fe y la Torá.

Es así que encontramos que en todos los eventos significativos que acaecieron al pueblo de Israel, salió a relucir la virtud espiritual femenina que las llevó a escoger antes que los hombres el camino de la fe. El análisis intelectual masculino alcanza para las situaciones rutinarias, mas en los momentos en los que se precisan facultades espirituales especiales, una mayor elevación de la expresión de la fe, se hacen necesarias las cualidades femeninas. «Estudió Rabí Akiva: por mérito de mujeres justas salieron los judíos de Egipto» (Yalkut Shimoní Tehilim 795, ver Rashi  a Éxodo 38:8). En el momento de la entrega de la Torá D´s se dirigió primero a las mujeres (Rashi a Éxodo 19:3 según nuestros sabios). De la misma manera, el respeto por la Torá lo aprendemos de una mujer (ver adelante 7:1). Los hombres estudian Torá gracias al profundo  reconocimiento de las mujeres (ver Berajot 17(A) y adelante 7:1). Las mujeres no participaron del pecado del becerro de oro (Pirkei de Rabí Eliezer 45), ni del pecado de los espías (Tanjuma Pinjas 7). Respecto del futuro, nuestros sabios dijeron que «por el mérito de mujeres justas los judíos serán redimidos» (Midrash Zuta Rut 4:11).

La virtud de la mujer tiene su expresión también en el idioma hebreo, la lengua sagrada, puesto que los temas generales se expresan en femenino, como ser «jadashot» (lo nuevo), «niflaot» (lo maravilloso), «nisgavot» (lo excelso). También otros vocablos como «haemuná» (la fe), «haTorá» (La Torá), «hamitzvot» (los preceptos), «hatefilá» (la plegaria), «hasegulá» (la virtud), «haiahadut» (el judaísmo), «hakehuná» (el sacerdocio), «hamelujá» (el reinado) son en femenino. Esto se debe a que la naturaleza femenina está más próxima a lo Divino (Sijot Haratzia, Bereshit p. 77).

Esta misma cualidad la cual permite a la mujer captar y recibir sobre sí las cuestiones espirituales, les posibilita también asimilar los principios masculinos y aplicarlos a la vida diaria. Los hombres son capaces de definir mejor una idea, mas las mujeres pueden efectivizarla mejor en la vida real. El inicio de la concepción de un niño está en el hombre, sin embargo la mujer desarrolla el embrión en su útero, lo hace nacer, lo amamanta y lo cría. Por ello la mujer es el principal miembro del hogar y es quien tiene el mérito de dedicarse más al gran ideal de la conformación de una familia.

06. El orden de la revelación de los diferentes niveles.

En un principio debe existir el reconocimiento del valor de la Torá y su estudio, así como también del valor de los preceptos marcados por el tiempo que son los que iluminan nuestras vidas a diario. El rol de los hombres es el de ser responsables por la preservación de los valores generales que tienen expresión en estos preceptos y proclamarlos públicamente en tiempos fijos tal como indica la Torá. A partir del reconocimiento del rol masculino, las mujeres pueden atraer la luz de estos preceptos  a todos los ámbitos de la vida.

A primera vista el status de los hombres aparenta ser superior al de las mujeres, los hombres dirigen e influencian mientras que las mujeres aceptan y son influenciadas. Sin embargo, en la medida que lo miremos a largo plazo, comprobaremos que la influencia femenina está en franco ascenso. Nuestros sabios (Bereshit Rabá 17:7) nos cuentan que «Un piadoso se casó con una piadosa y no podían tener familia. Se dijeron para sí: no contribuimos en nada con el Creador. Decidieron divorciarse. Él se casó con una malvada que lo llevó por mal camino, ella se casó con un malvado y lo transformó en justo, ¡Ay,  todo proviene de la mujer!»

El hombre se destaca más en los aspectos humanos, el intelecto es la cúspide de la humanidad, sin embargo la mujer se destaca más en la percepción de lo Divino. Por lo tanto a pesar de que el marido tiene el precepto de estudiar Torá y fijar los valores, la actitud general ante estos depende más de la mujer, de su respeto o falta de él por estos principios que se proyectan posteriormente en su marido. En el largo plazo, la actitud general ante la fe es la más decisiva. Si la mujer es piadosa y la relación con su marido es buena, al final éste se hará piadoso, en cambio si ella se comporta con maldad, al final su marido también lo será.

Y así está insinuado en la literatura esotérica, al principio se manifiesta más la cualidad del hombre, empero en el futuro se manifestará más la cualidad de la mujer, tal como insinúa el versículo (Irmiahu 31:21): «Porque el Eterno ha creado algo nuevo en la tierra, una mujer cortejará a un hombre». En este mundo material nuestra visión es superficial y por lo tanto vemos que el status del hombre que estudia y dirige es superior al de la mujer. Empero en el futuro, nuestra percepción será más aguda y profunda y entonces se revelará la cualidad de la fe y la percepción intuitiva hasta que las posiciones de hombres y mujeres se inviertan y el status de la mujer sea superior al del hombre. En ese entonces todavía habrá necesidad de estudiar la Torá analíticamente mediante definiciones racionales mas la percepción emocional femenina será de mayor importancia.

Se puede decir que tras el pecado de Adam y Javá y el ingreso en el seno del ser humano de la inclinación al mal («ietzer hará«) es más difícil confiarse en la intuición y las emociones naturales. La principal herramienta a los efectos de superar la inclinación al mal es el uso del intelecto racional que debe dominar a la emoción y dirigirla. Empero cuanto más corregido y ordenado esté el mundo y tanto la fe como la ética se difundan a todos sus confines, paulatinamente habrá de declinar el temor de que la emoción natural irrumpa de manera incontrolada y  dañina y por lo tanto los frenos a su manifestación serán retirados, su virtud se revelará y junto a ésta la de la mujer.

No se debe decir que el mundo venidero está lejano y no influye en nuestras vidas pues ya hoy está oculto en la profundidad de nuestra intimidad. El espíritu exterior (nefesh) se corresponde con este mundo físico, mientras que el espíritu interior (ruaj) se corresponde con el mundo futuro (atid lavó) y el alma (neshamá) que es más interior aún, se corresponde con el mundo venidero. Por lo tanto, hoy día, cuanto más profundicemos mejor veremos la influencia de la mujer. Empero, el orden correcto es que la humildad de la mujer al aceptar el status del hombre y su influencia le permiten revelar más y más sus virtudes y atributos.

Podríamos explayarnos en este tema, mas no corresponde hacerlo aquí. Simplemente señalaremos, brevemente, que la relación entre el Sol que ilumina y la Luna que es iluminada se corresponde con la relación entre el hombre y la mujer. En un inicio eran iguales y en virtud de su vanidad la Luna fue empequeñecida. Sin embargo, si lo vemos en profundidad vemos que su virtud es superior ya que capta la luz del Sol aquí en la Tierra. En cierta manera esa es la relación entre los cielos y la tierra, ya que en una primera instancia los cielos son superiores, empero desde la perspectiva del objetivo final la creación toda tiene por finalidad la tierra y el acto final se encuentra incluido en el primer pensamiento («Sof maasé bemajshavá tejilá«). Asimismo, esta es la relación entre la tribu de Iehudá y la tribu de Iosef. Por un lado la tribu de Iehudá es la que detenta el cetro real empero el hijo más querido es Iosef, que era bello como una mujer y tenía la capacidad de manifestar los más excelsos ideales en este mundo, con esplendor y riqueza.

07. El amor y el compartir.

En toda cualidad particular vista separadamente de las demás radica una carencia. El intelecto que investiga y define puede perder su vitalidad derivada de su conexión con su origen Divino. Así es que  de tanto ocuparse de los principios generales este puede perder contacto con la vida real. Por otra parte, la intuición emocional, a la hora de organizar la vida en el mundo puede equivocarse y verse arrastrada desviándose del justo juicio.

Por lo tanto, se le confirió al hombre el rol de establecer las reglas generales y los principios, se le ordenó dedicarse al estudio de la Torá y cumplir los preceptos positivos marcados por el tiempo y de esa manera fijar las bases de la vida israelita. En cambio, las mujeres revelan la conexión general con la fe natural y la vida concreta inspirada en la Torá. En mérito de éstas, los hombres también logran conectarse con la fe natural y entienden mejor el valor del estudio.

Exteriormente percibimos que el rol masculino es más importante ya que desde el punto de vista del cumplimiento de los preceptos recibieron el deber de estudiar la Torá y de cumplir las mitzvot positivas marcadas por el tiempo. Por esta razón el liderazgo está confiado en manos de los hombres. Empero si observamos más profundamente veremos que el valor de las mujeres es mayor, ya que si bien el hombre se dedica a fijar las reglas generales y a la conducción, la formación de la familia que es lo más importante en la vida está confiada en las manos de las mujeres. Más aún, el objetivo final de la creación es captar la luz Divina y plasmarla en la vida real experimentándola en toda su potencia, y en esto, las mujeres llevan ventaja y son más meritorias.

Es justamente la cualidad de la humildad de la mujer la que le permite captar lo Divino, percibir la luminosidad que se desprende del estudio de la Torá y de los preceptos positivos marcados por el tiempo, y de esta manera revelar sus virtudes superiores. Por lo tanto, no es casual que la virtud masculina es más manifiesta mientras que la femenina es más oculta e interior. «Toda la gloria de la hija del Rey, dentro de sus aposentos» (Salmos 45:14). De esta forma se puede entender el significado de la bendición matinal «Que me hizo conforme a Su voluntad» (ver adelante 6:2).

Cuando se desdibuja la particularidad de cada género o se induce a la fricción entre estos, no hay mutuo enriquecimiento entre hombre y mujer, los jóvenes tienen dificultad en construir sus hogares y las familias existentes se desarman.

Por el contrario, cuando se percibe cabalmente el valor de cada género y a partir de esta valoración se llega a la unión y al amor, la Divina Presencia reside en el seno de la pareja (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 17(A)), la fe y la alegría abundan en el mundo y las cualidades intelectuales y emocionales se desarrollan y unifican. Entonces el pueblo de Israel y todas sus familias se construye y relata la gloria del único D´s en el mundo.

08. El fundamento general frente al personal a la hora de rezar.

Según lo ya estudiado podemos entender mejor el significado del rezo femenino. La plegaria contiene dos fundamentos centrales, uno general y el otro personal. El fundamento personal implica el dirigirse a la fuente de la vida, a HaShem, y pedir ante Él clemencia. El fundamento general tiene por cometido manifestar la conexión permanente entre el Creador y el pueblo de Israel, y de esa manera consagrar Su Nombre en el mundo y prodigar bendición para las creaturas. Es también la continuación de la labor de los sacrificios en el Templo de Jerusalém y por esa razón los rezos fueron establecidos en correspondencia con las ofrendas permanentes («Korbán Hatamid«) que eran sacrificadas sobre el altar a diario, al amanecer y al atardecer.

A veces surge algún tipo de tensión entre el fundamento personal y el general. Desde el punto de vista personal podría ser bueno que el rezo  se derrame espontáneamente desde el corazón sin límite ni forma pre establecida, sin tiempos fijos, y de esa forma expresar con calidez y emoción los anhelos por acceder a la cercanía Divina. Esa era la práctica en los días del Primer Templo. Sin embargo, los miembros de la Gran Asamblea («Anshei Hakneset Haguedolá«) pusieron en sus decretos un marcado énfasis en el fundamento general, pues entendieron que sin un orden fijo la mayoría de las personas irían cayendo presas de su propia rutina, y al final no rezarían ni siquiera una plegaria personal al día. Más aún, a veces el sentimiento individual adolece de defectos y carencias, mas cuando la persona reza con el  público, en mérito de la virtud general, sus carencias personales son compensadas y su plegaria resulta íntegra. Por esta razón los sabios decretaron que se rece en tiempos fijos que se corresponden con los horarios de los sacrificios permanentes en el Templo. A la plegaria le adjudicaron una redacción exacta que incluye todos los valores importantes para el pueblo de Israel en su totalidad. El rezo fue redactado en plural y se estableció que se recite en la sinagoga con Minián (quórum de diez). Esta es la mayor virtud del pueblo de Israel, la capacidad de revelar la santidad en público y de esa manera revelar el Nombre Divino en el mundo y corregirlo.

Sin embargo, por efecto del énfasis puesto en los fundamentos generales y fijos  del rezo se corre el riesgo de que la plegaria pueda perder su calidez  y espontaneidad iniciales. Respecto de esto advirtió Rabí Shimón: «No hagas de tu plegaria un acto rutinario sino un ruego de piedad y una súplica ante D´s» (Mishná Avot 2:13). En el mismo sentido dijo Rabí Eliezer: «Quien hace de su plegaria un acto rutinario su ruego carece de piedad (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 2(B)).

 

A pesar de esto, nuestros sabios establecieron que se ponga énfasis en el fundamento general del rezo, para que de esta forma afianzar los principios de la fe en la vida. Desde este punto de vista el rezo es la continuación de las ofrendas del Templo, y así como los sacrificios expresaban la estrecha relación entre el pueblo de Israel  y el mundo entero con el Creador de la misma manera las plegarias expresan esto en todas las comunidades judías. En los días del Segundo Templo, en el área del Monte del Templo había también una sinagoga. Si bien los rezos pre establecidos pueden causar que la calidez y el sentimiento de la plegaria pasen a un segundo plano, la influencia benéfica de rezos públicos ordenados sobre el mundo entero y sobre cada individuo en particular es enorme. Por esta razón los sabios prefirieron conferirle al rezo un marco definido (ver arriba 1:8).

09. La plegaria de la mujer.

En el rezo de la mujer sobresale el fundamento personal. Esto se debe a que la mujer está exenta de los preceptos positivos marcados por el tiempo, razón por la cual no tiene necesidad de recitar los salmos de alabanza o el recitado del Shemá y sus bendiciones, ni todos los demás pasajes del rezo que los hombres deben recitar. Sin embargo, las mujeres deben rezar la Amidá («Shemoné Esré«) tal como fue redactada por los sabios de la Gran Asamblea, y dado que el conjunto de su plegaria es más breve existe menos temor a que la rutina desgaste el fervor  y la concentración. En la práctica, respecto de la Amidá la mujer puede decidir rezarla dos veces al día según la opinión más estricta o una sola de acuerdo con la opinión más flexible (ver arriba 2:5).

Además, dado que la mujer no necesita rezar en la sinagoga o con Minián, puede decidir el momento de su plegaria cuando considere que pueda concentrarse mejor y el ritmo de su rezo no está dictado por el público sino que ella lo escoge. Todo esto trae como consecuencia que en el rezo femenino sobresalen con mayor notoriedad las súplicas y los ruegos. Más aún, para los hombres que no saben rezar, nuestros sabios establecieron que acudan a la sinagoga y cumplan con su deber respondiendo la repetición del oficiante. En cambio, mujeres que no saben rezar no tienen la necesidad de escuchar la repetición del oficiante, esto implica que no se le puede causar esfuerzo con ese deber, empero se puede también decir que en la plegaria de las mujeres sobresale más la intención del corazón y se destaca menos el deber de la minuciosidad, de modo tal que quien no sabe recitar la versión fija pre establecida puede orar con sus propias palabras, ya que lo más importante en los ruegos femeninos son las súplicas y pedidos de clemencia ante D´s.

01. Despertar «cual león»

«Habrá de sobreponerse  cual león para levantarse por la mañana y servir a su Creador, de modo tal que sea él quien despierta a la aurora» (del comienzo del Shulján Aruj Oraj Jaím 1:1).

La manera en la  que una persona se levanta por la mañana guarda estrecha relación con su estado anímico general, e influencia sobre su actuación a lo largo del día. Una mujer que tiene un objetivo en la vida se levanta de buena gana y se dirige diligentemente al encuentro de una nueva jornada. Generalmente ella se ha de levantar temprano por la mañana para alcanzar a hacer más cosas durante el día.

Sin embargo, una mujer que siente que perdió sus valores y su rumbo en la vida, perdió el  sentido de su existencia y carece de un desafío que la impulse a levantarse temprano. Por lo tanto, por la mañana siente cansancio y angustia y solo cuando no tiene más remedio se levanta tarde, y lentamente se encamina hacia otro día gris y tenebroso. En cambio, si se refuerza en su fe y se levanta velozmente, se despertarán en su interior la  vitalidad y la  alegría que le permitirán comenzar su día enérgicamente.

Los sabios de las últimas generaciones (Ajaronim) nos enseñan que al despertarse es bueno recitar: «Doy gracias a Ti, Rey viviente y eterno, pues Tú has restituido misericordiosamente mi alma dentro de mí; Tu fidelidad es grande» (Seder Haiom, Mishná Berurá 1:8). La fe le confiere al Hombre un objetivo en su existencia. Si D´s decidió concederle la vida, implica que ésta es de un gran valor y esta certeza le permite levantarse por la mañana, veloz y diligentemente. Nuestros sabios nos dijeron que había que sobreponerse cual león ya que éste simboliza a quien se quiere a sí mismo y reconoce su valor propio, y por esto se enfrenta a todos los obstáculos que se presentan en su camino (ver Likutei Halajot LeMoharán).

02. Vestirse con recato.

Cuando una persona se viste, aunque se encuentre sola en su casa, corresponde que se conduzca con recato y cubra su cuerpo. No habrá de decir: dado que estoy entre cuatro paredes ¿quién puede verme? Pues el Creador, Bendito Sea, es omnipresente y corresponde que la persona honre al Eterno y a la imagen y semejanza Divinas que anidan en su seno y cubra su cuerpo con ropas. Respecto a los hombres, corresponde que al estar solo cubra todas las partes que suele mantener cubiertas cuando se encuentra con su familia o amigos cercanos. En cuanto a las mujeres, dado que las reglas del recato han sido definidas, se les indica que las mangas alcancen el codo y la falda llegue más debajo de las las rodillas. Así es correcto que se encuentre vestida en su casa aunque esté sola.

En el caso de muchachas que viven en colegios con dormitorios o internados, aunque todas allí sean mujeres es apropiado que estén en sus habitaciones vestidas según las reglas del recato. A la hora de vestirse, es bueno cuidarse de no cambiarse la ropa interior en la habitación sino en el cuarto de baño, toilette o bajo cobertura (Peninei Halajá Tefila 7:1)

En cuanto a la cobertura del cabello de la mujer casada cuando está en su casa, hay quienes sostienen que puede estar con la cabeza descubierta ya que la obligatoriedad de cubrirla es menor que la de cubrir el cuerpo, la prueba es que muchachas solteras no están preceptuadas de cubrir sus cabezas mas si su cuerpo. Hay otros juristas más estrictos que consideran que la mujer debe cubrir su cabeza también cuando está sola en su casa (Peninei Halajá Likutim 3:6 y 18). Empero, cuando la mujer está en su dormitorio sola, o con su marido en los días en los que está pura, no necesita cubrir la cabeza.

 

A los efectos de aclarar el tema del recato es importante prologar que cuando el Primer Hombre fue creado era puro y limpio, tanto física como espiritualmente, y no sentía necesidad alguna de vestirse. Sin embargo, tras el pecado primigenio comenzó a avergonzarse de su desnudez y desde entonces todos nos vestimos y cubrimos nuestro cuerpo, especialmente aquellas partes del mismo que guardan estrecha relación con el deseo sexual y la evacuación de residuos.

El cuerpo al descubierto pone en extrema evidencia el aspecto material y animal del ser humano. Es cierto que en el cuerpo humano y la multiplicidad de sus órganos encontramos una vasta serie de profundas y maravillosas insinuaciones respecto del alma, de las cuales la Kabalá se ocupa extensamente, amén de que el objetivo del mismo es materializar todas esas excelsas ideas. Empero en virtud del pecado primigenio, nuestra visión se tornó mucho más superficial, y a primera vista nuestros ojos solamente perciben el aspecto físico del cuerpo que nos hace olvidar su intimidad espiritual. Por lo tanto se deben ocultar las partes cubiertas del cuerpo para de esa manera poner de relieve la espiritualidad interior, ya que ella es la fuente de la verdadera belleza, y de esa manera una sutil hermosura se ha de expandir a todo el físico. Por esta razón nuestros sabios, de bendita memoria, dijeron que el recato preserva la belleza dado que estimula su fuente eterna (ver Midrash Rabá 1:3).

Además de poner énfasis en el aspecto espiritual del hombre expresado en la contención que hay en el recato, las reglas del decoro ofrecen un aporte importantísimo a la tarea de concentrar las energías vitales corporales con el fin de fortalecer el vínculo entre el hombre y su mujer. El recato transforma la pasión en amor. Muchos creen erróneamente que el recato tiene por propósito ocultar la belleza y reprimirla alegría de vivir. Todo lo contrario es verdad, el recato preserva la belleza y la vitalidad para la pareja con la cual contrajo el lazo nupcial a los efectos de que abunde el amor, el apego y la vida.

03.  La costumbre de los piadosos a la hora de vestirse y calzarse.

Es costumbre de los piadosos de anteponer en todos los aspectos  la derecha a la izquierda, dado que la Torá dio mayor importancia a la derecha (por ejemplo al rociar  el Cohen en el Santuario, sobre el dedo gordo de la mano o el pie derechos en primera instancia). Según la Kabalá, la derecha alude al «jesed» o generosidad mientras que la izquierda alude al «din» o rigor, por lo que es importante imponer la generosidad por sobre el rigor. Por lo tanto, los píos se cuidan de comer con la mano derecha, al lavarse o untarse una crema, anticipan la mano derecha a la izquierda así como el pie derecho al pie izquierdo.

Quien lava todo su cuerpo, comenzará por su cabeza y luego seguirá anticipando la derecha. A la hora de vestirse, los píos suelen colocar primero la manga derecha así como también antecederán el pie derecho en el pantalón y en los calcetines. Al desvestirse, se quitarán la ropa primeramente  del lado izquierdo.

Respecto de los zapatos la ley es más compleja. Por una parte corresponde anteceder la derecha y por la otra vemos del tefilín que se amarra en el brazo izquierdo, por lo que en todo lo relacionado con la acción de atar la izquierda precede a la derecha. Por lo tanto se ha de colocar primero el zapato derecho y luego el izquierdo sin amarrar los cordones y de esa manera antecedió derecha a izquierda;  luego, a la hora de atar los cordones que comience por el zapato izquierdo y luego amarre le derecho (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 61(A), Shulján Aruj Oraj Jaím 2:4).

Si una mujer es zurda de mano o pie habrá de preceder la derecha tanto para calzar como para amarrar los cordones. Esto lo aprendemos del precepto de los tefilín, el zurdo amarra su filacteria en el brazo derecho, por lo que vemos que también el caso de un zurdo la derecha antecede a la izquierda a los efectos de amarrar.

La idea de la halajá es que toda acción que realicemos, aunque sea totalmente rutinaria como calzar zapatos, se lleve a cabo de la manera más exacta. De hecho, todas calzan a diario sus zapatos y por lo tanto ¿por qué no habrían de aprender a hacerlo de la manera correcta? Es claro que quien calzó o ató sus cordones en orden inverso no debe descalzarse para volver a hacerlo en el orden correcto.

Mediante estas reglas, nuestros sabios de bendita memoria nos enseñan a conferirle importancia a cada acción que realizamos. De esta manera aprendemos a comprender más profundamente todos los detalles que conforman nuestra vida.

01. Lavado de manos matinal.

Nuestros sabios establecieron que nos lavemos las manos cada mañana y acto seguido recitemos la bendición: «que nos consagraste con Tus preceptos y nos ordenaste lo concerniente al lavado de manos» («al netilat iadaim«).

Mediante sus manos  el hombre suele actuar en el mundo; a través de éstas toma y entrega, negocia y mercadea, hace uso de sus utensilios y se ocupa de su cuerpo. Por una parte, son órganos de una enorme utilidad pero al mismo tiempo, al ocuparse de todos los quehaceres de este mundo tienden también a ensuciarse y contaminarse. Por lo tanto cuando es necesario apartarse un poco de las cuestiones mundanas para dedicarse a la santidad, lavamos nuestras manos. Esa es la intención básica del lavado o ablución de manos en general, y el de la mañana en particular.

Los sabios medievales (rishonim) debatieron respecto de cuál es la intención particular del lavado matinal.

Según el Rosh, por cuanto que las manos son sumamente activas, es probable que durante la noche hayan tocado partes del cuerpo que normalmente van cubiertas, y entonces el lavado fue establecido por nuestros sabios para purificarlas de caras al rezo de Shajarit.

Según el Rashbá, cada mañana la persona es como una nueva creatura, tal como reza el versículo (Eijá-Lamentaciones 3:23): «Se renuevan cada mañana. ¡Muy grande es Su Fidelidad!». Una persona se va a dormir cansada y entrega su alma al Creador y por la mañana se levanta con renovadas fuerzas. Esta nueva creatura debe ser santificada y consagrada al servicio Divino mediante la ablución matinal de manos.

En otras palabras, según el Rosh el lavado de manos de Shajarit es una preparación para el rezo, mientras que para el Rashbá se trata de una consagración o preparación previa al servicio de D´s de toda la jornada por venir.

Los juristas debatieron respecto de qué ocurre en el caso de quien estuvo despierto toda la noche. Hay quienes piensan que dado que no durmió, no aplica para él el recitado de la bendición matinal instituida por los sabios, por lo que se ha de lavar previo al rezo mas sin bendecir, siendo esta la tradición sefaradí (Shulján Aruj 4:13). Por otra parte, hay quienes dicen que por el mero hecho de haberse renovado el día corresponde lavarse las manos con recitado de bendición. Pero aquellos quienes consideran que sólo se debe bendecir por la higiene de las manos previo al servicio religioso (Rosh), es bueno hacer sus necesidades antes del rezo lo cual le implicará tocar partes cubiertas del cuerpo, y de esa manera se podrá lavar las manos y recitar la bendición. Esta es la costumbre de los ashkenazíes. (Mishná Berurá 4:30, ver adelante 6:7, 7:7 en las reglas relativas a las bendiciones matinales y las de agradecimiento por el recibimiento de la Torá).

02. Espíritu de impureza.

Además de las razones ya mencionadas, nuestros sabios dijeron (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 108(B)) que es menester cuidarse de no tocar la boca, nariz, ojos y oídos previo al lavado de manos, pues tras dormir, reposa sobre éstas un espíritu de impureza y éste puede afectar los órganos mencionados. Solamente una vez que las manos fueron lavadas vertiendo agua tres veces sobre cada una intercaladamente, este espíritu de impureza se retira y entonces ya no hay riesgo de tocar alguno de los orificios del rostro.

Y más allá de que la razón fundamental por la que nos lavamos las manos por la mañana es la de prepararnos y consagrarnos de cara al rezo de la mañana y el servicio a D´s de la nueva jornada, y por ello los sabios estipularon que se recite la bendición «al netilat iadaim«. Amén de esto, también tomamos precaución del espíritu de impureza que reposa en nuestras manos, razón por la cual las lavamos vertiendo agua tres veces en cada mano intercaladamente. Primeramente vertemos agua sobre la mano derecha y luego sobre la izquierda y así sucesivamente hasta completar tres veces.

Asimismo es importante tomar la precaución de no tocar los orificios o cavidades faciales tales como la boca, la nariz, los oídos y los ojos antes del lavado (Shulján Aruj Oraj Jaím 4:3-4, Mishná Berurá 13). Asimismo es menester cuidar de no tocar ningún alimento o bebida previo a la ablución de manos (Mishná Berurá 4:14).

La razón de este cuidado está explicada en la Kabalá (Zohar I 184:2). Según ésta, en la noche, al dormirse la persona y permanecer inmóvil o inactiva y carente de todo pensamiento y acción, es como si probase algo del sabor de la muerte y entonces reposa sobre él espíritu de impureza. Respecto de esto dijeron nuestros sabios en el Talmud Babilonio (Tratado de Berajot 57(B)) que el sueño es una sesentava parte de la muerte. Esto se debe a que la principal virtud del hombre es su capacidad de pensar, sentir y actuar en pos de la corrección del mundo. Al dormirse, cuando el abatimiento se expande por todo su cuerpo, el individuo pierde en cierta forma su imagen Divina, y por ende el espíritu de impureza reposa sobre él. Al despertarse y retornar a éste su conciencia, el espíritu de impureza se retira de todo su cuerpo y sólo permanece en la punta de los dedos de las manos. Mediante el lavado de manos  intercalado tres veces este espíritu de impureza se retira también de éstas. A los efectos de eliminarlo por completo es necesario anteponer la mano derecha que insinúa la cualidad de la generosidad (jesed). Por esta razón se toma la jarra primeramente con la mano derecha y para lavar primero esta mano es menester pasarla a la mano izquierda, y así se vierte el agua primero sobre la diestra y luego sobre la izquierda, y así intercalada y sucesivamente se vierte tres veces sobre cada mano (ver Kaf HaJaím 4:12).

Hay quienes entendieron que el mayor daño que el espíritu de impureza provoca tiene lugar sobre las cualidades espirituales de la persona y que por lo tanto, si se toca los oídos o los ojos antes de lavarse las manos por la mañana, se pueden ver afectadas la vista o la audición interiores y entonces en ese día en cuestión la persona puede estar «ciega» o «sorda» en temas espirituales. Asimismo si toca su boca  o su nariz afectará el potencial espiritual de su ingestión de alimentos o su olfato (Kaf HaJaím 4:19 según Solet Belulá).

03. El espíritu de impureza en nuestros días.

Según el libro del Zohar y los sabios de la Kabalá, es necesario lavarse las manos junto al sitio donde se durmió para no prolongar la permanencia del espíritu de impureza sobre nuestras manos. Asimismo hay que tener la precaución de no caminar  más de cuatro codos antes de la ablución matinal de manos, razón por la cual es necesario preparar agua antes de ir a dormir y colocarla junto a la cama, para así hacerlo inmediatamente después de levantarse (Shaarei Teshuvá 1:2). Hay quienes fueron de una posición más flexible en este respecto, ya que piensan que todo el hogar de la persona debe ser considerado como una distancia de cuatro codos, y mientras la persona no salga y se aleje de su casa más que esta distancia para lavarse las manos, no se lo considera como quien demora la permanencia del espíritu de impureza sobre éstas (Responsa Shevut Yaakov 3:1).

Hay otros juristas que son de la opinión de que este tipo de espíritu de impureza desapareció ya del mundo. Los autores de las «Tosafot» (al Tratado de Yomá 77(B)) mencionaron una idea según la cual ese tipo de espíritu de impureza no reposa en los países de Europa Central y Occidental (Ashkenaz). El autor del libro Lejem Mishné escribió que se entiende de lo escrito por el Rambám que este último no le temía al espíritu de impureza mencionado en el Talmud (Shvitat Heasor 3:2). El Maharshal, que vivió hace unos cuatrocientos años y fue uno de los mayores juristas europeos ashkenazíes de la época, escribió que el espíritu de impureza no está presente en estos días (Iam shel Shelomó Julín 8:31). Otro tanto escribieron otros juristas.

Aparentemente, la diferencia entre las generaciones radica en que antiguamente el poder mental y/o emocional, espiritual y místico era más intenso y notorio. Esto se refleja, por una parte, en la capacidad de alcanzar logros importantes y  significativos en el ámbito espiritual como es el caso de la profecía; y por otra parte se refleja también en la aparición de impureza, brujerías e idolatría. A lo largo del tiempo la fuerza intelectual se hizo preponderante en el hombre a cuenta de lo espiritual de modo tal que junto con la suspensión de la profecía, las fuerzas de la impureza también se debilitaron y desaparecieron y en su lugar surgieron ideas falsas e incorrectas.

Hay una tradición sorprendente vinculada al Duque  (Graf) Pototzki, el hijo de una familia de nobles polacos que decidió convertirse al judaísmo. Dado que esto estaba prohibido en esos días, se convirtió en secreto y se dedicó al estudio de la Torá. Al final, los cristianos lo encontraron y le dieron dos opciones: volver al cristianismo o morir en la hoguera. El justo prosélito eligió morir en la hoguera y consagrar el Nombre Divino públicamente. Según el Gaón de Vilna, en ese preciso momento, el espíritu de impureza perdió de su poder en el mundo y esto se refleja fundamentalmente en el que impera durante las mañanas. Por lo tanto, los alumnos del Gaón de Vilna no ponen cuidado en no caminar más de cuatro codos antes de lavarse las manos.

En la práctica, según el Rabino Jaim David Azulay, la Mishná Berurá (1:2) y el Ben Ish Jai, hay que poner atención en no caminar más de cuatro codos sin lavarse las manos por la mañana al levantarse. Por otra parte, existen juristas que son más flexibles en esta cuestión, tanto sea porque cada casa es considerada dentro del área de cuatro codos o porque hoy en día el espíritu de impureza desapareció (ver Beur Halajá 4:1, Otzrot Iosef 2), siendo esta la práctica más extendida. Empero, también quienes opinan que hoy día no existe el espíritu de impureza, tienen el cuidado de cumplir todo lo que se menciona en el Talmud, esto es, lavan sus manos vertiendo el agua sobre cada mano tres veces intercaladamente no tocando ningún orificio facial antes de esto.

04. ¿Cuándo se recita la bendición por el lavado de manos- «al netilat iadaim»?

El momento indicado para el recitado de la bendición es inmediatamente después de haberse lavado las manos y antes de secarlas. La regla general indica que en el caso de las bendiciones por el cumplimiento de preceptos, primero se bendice y luego se realiza la acción. Por esta razón, primero se recita la bendición de la separación de la «jalá» y sólo después ésta se realiza, así como primero se recita la bendición por la «mezuzá» y luego se coloca. Sin embargo, en el caso del lavado de manos, la norma varía ya que no corresponde recitar la bendición cuando las manos están aún sin lavar, y por lo tanto se posterga el recitado para después de la ablución. De todas maneras, no se debe alejar demasiado la bendición del acto preceptivo, por lo que bendecimos inmediatamente después de la ablución y antes de secarnos las manos.

En la práctica, no se acostumbra a recitar la bendición inmediatamente después del lavado de manos matinal, porque normalmente, las personas necesitan evacuar tras haber dormido y no es correcto bendecir cuando uno está urgido fisiológicamente. Además, en opinión del Rosh, la razón principal del lavado es la preparación para el rezo, y según esta idea se tiene que recitar la bendición por el lavado, previo al servicio religioso. Por lo tanto, tras haber evacuado, se deben lavar de nuevo las manos con la jarra de ablución («natlá«). Dado que el espíritu de impureza ya salió con la ablución inicial, esta vez no es necesario verter agua tres veces intercaladamente y se recita la bendición antes de secarlas. Una persona que no necesita evacuar por la mañana, recitará la bendición inmediatamente después de la primera ablución (Shulján Aruj Oraj Jaím 6:2, Mishná Berurá 4:4).

A priori, es preferible recitar las bendiciones matinales lo más temprano posible e inmediatamente después de levantarse, y paso seguido rezar la Amidá. Esto obedece a que es correcto alabar al Creador mediante las bendiciones matinales en el mero inicio de la jornada y además es procedente rezar la Amidá antes de comenzar con otras ocupaciones (ver adelante 8:4). Además, es bueno no interrumpir la secuencia entre el lavado de manos matinal con su bendición «al netilat iadaim» y nuestro rezo ya, que hay juristas que sostienen que la ablución tiene como propósito preparar a la persona para su plegaria (Rosh). Aquella mujer que no acostumbra rezar por la mañana por causa del trajín de las labores domésticas, debe hacer el esfuerzo e intentar, al menos, recitar las bendiciones matinales inmediatamente después que se levantó y lavó sus manos. De esta manera la ablución sirve de preparación para el recitado de éstas.

En el caso de una mujer que se levanta antes de que despunte el alba, deberá lavar sus manos y recitar la bendición «al netilat iadaim» y luego todas las bendiciones matinales. Esto a condición de que la mujer en cuestión se levantara pasada la medianoche, sin embargo, si lo hizo antes de esta hora no podrá recitar las bendiciones matinales, y por lo tanto tampoco la bendición por el lavado de manos. En este caso se debe esperar a que pase la medianoche y cuando vaya al baño y evacúe deberá lavar sus manos y recitar la bendición correspondiente y luego todas las demás bendiciones matinales.

05. El lavado de manos tras haber dormido durante el día y el caso de quien se mantuvo despierto toda la noche.

Se genera una duda respecto de cuál es la causa principal de que el espíritu de impureza repose sobre las manos: ¿acaso el dormir que hace que se esfume la conciencia del hombre quedando la persona sin posibilidad alguna de actuar y entonces también quien duerme durante el día debe lavarse las manos tres veces intercaladas?; o si ¿es la noche oscura en la que el mundo detiene su andar la que genera que el espíritu de impureza repose sobre las personas, y entonces también quien haya estado despierta toda la noche tiene que lavarse?

En la práctica, cuando ambos factores actúan conjuntamente, la persona duerme en la noche un período prolongado (por lo menos una media hora) entonces el espíritu de impureza se posa con toda su contundencia, por lo que al despertarse es necesario lavar las manos inmediatamente tres veces sin tocar ningún orificio facial o alimento.

Un nivel por debajo de este, es el caso de una mujer que duerme prolongadamente durante el día y si bien el espíritu de impureza no se posa sobre ésta en toda su intensidad, de todas maneras corresponde que se lave las manos tres veces intercaladamente, mas sin apurarse en hacerlo y sin que medie la prohibición de tocar orificio facial alguno.

Un nivel aún menor de gravedad en cuanto a impureza y las precauciones necesarias es cuando una mujer permanece despierta toda la noche. Hay quienes entienden que quizás es la noche misma y su finalización las que ocasionan que el espíritu de impureza se pose sobre sus manos, por lo que es bueno lavarse las manos tres veces al despuntar el alba. Asimismo, una mujer que se levanta en la mitad de la noche y ya se lavó las manos tres veces, es bueno que lo vuelva a hacer intercaladamente después que haya despuntado el alba (Peninei Halajá Tefilá 8).

06. Levantarse en medio de la noche por causa de un bebé o cualquier otro motivo.

Una mujer que se levanta en la mitad de la noche para tapar a sus hijos o colocarles el chupete en la boca no precisa antes de ello lavarse las manos, pero sí cuidarse de no tocar con sus manos la boca o cualquier otro orificio facial del pequeño en cuestión.

Empero si ella se levanta para prepararle al bebé alimentos o cambiarle el pañal, es mejor que primero se lave las manos para no tocar la comida o algunos de los orificios faciales del pequeño con manos no lavadas. Una mujer que se levanta en la mitad de la noche para amamantar a su bebé, es preferible que primero se lave las manos. Si le es difícil hacerlo las manos, puede respaldarse en las opiniones halájicas que más alivianan, que no exigen lavado de manos para quienes se levantan en la mitad de la noche (Eshel Abraham Butschatch 4:1, ver en la halajá 3 que hay quienes sostienen que hoy en día no existe le espíritu de impureza). De todas maneras, según todas las opiniones, no se necesita recitar bendición por el lavado de manos en la mitad de la noche, ya que los sabios dispusieron bendecir únicamente por el lavado matinal el cual nos prepara para el rezo y para la nueva jornada.

Quien se incorpora en la mitad de la noche para beber algo, es bueno, a priori, que vierta agua sobre sus manos tres veces sin recitar la bendición, después que recite «shehakol» y recién entonces beba. Asimismo quien se levanta en la mitad de la noche para evacuar, es bueno que primero vierta agua sobre sus manos tres veces para poder tocar cualquier orificio corporal sin temor. Una vez que la persona evacuó, debe lavar sus manos para recitar la bendición de «asher iatzar«. Esta mujer, si así lo desea, podrá sostenerse en la opinión de los juristas que entienden que se debe lavar las manos vertiendo agua tres veces intercaladamente sólo después de levantarse por la mañana, y para evacuar en la mitad de la noche no se requiere ablución. De todas maneras, después de evacuar deberá lavarse las manos para recitar la bendición «asher iatzar«. En caso de carecer de agua, la mujer en cuestión podrá limpiar sus manos frotándolas sobre su ropa y luego recitar la bendición (Shulján Aruj 4:22).

07.  Alimentos que fueron tocados previo al lavado de manos.

Tal como aprendimos, dado que después del sueño nocturno reposa sobre las manos  un espíritu de impureza, está prohibido tocar alimentos o bebidas antes de lavárselas (halajá 2). Si un judío que aún no se lavó las manos toca algún alimento sólido como una fruta, que se puede lavar, ésta se ha de enjuagar tres veces tal que así como verter agua tres veces purifica las manos, asimismo habrá de purificar a la fruta en cuestión.

Si esta misma señora toca, por error, algún líquido o algún alimento que se estropea si es enjuagado, hay quienes opinan que deben ser arrojados a la basura por causa del espíritu de impureza que reposa en ellos (Od Iosef Jai- Toledot 6). Sin embargo, según la opinión mayoritaria de los juristas se pueden ingerir también alimentos que no es posible lavarlos.

Esto obedece a dos razones: en primer lugar, ya que según la opinión de la mayoría de los juristas el espíritu de impureza que reposa en las manos no puede afectar los alimentos por lo que, a posteriori, estos pueden ser ingeridos (Jaiei Adam 2:2, Mishná Berurá 4:14, Aruj Hashulján 4:15). De todas maneras, respecto de bebidas alcohólicas hay juristas que toman una postura más estricta por temor a que se sufra algún tipo de perjuicio, mas en cuanto al resto de los alimentos prevalece el acuerdo que no pierden su aptitud al ser tocados por manos que no fueron lavadas (Beur Halajá 4:5 ‘לא’). Además, aprendimos (halajá 3) que hay quienes consideran que el espíritu de impureza desapareció del mundo por lo que no cabe ya temer que ocasione algún tipo de daño. Por lo tanto no se debe tirar a la basura un alimento por haber sido tocado con manos que aún no fueron lavadas.

Asimismo, está permitido comprar pan y demás alimentos que estaban colocados sobre un estante en la tienda, aunque quepa la  duda de si fueron o no tocados por las manos de un judío que no efectuó su lavado de manos matinal, ya que aprendimos de que según la mayoría de los juristas, los alimentos no pierden su aptitud por contacto con manos no lavadas. Además, en este caso, existe la duda de si en la práctica, alguien con manos no lavadas tocó o no los alimentos, ya que casi todas las personas acostumbran a lavar sus manos por la mañana. Se dice en nombre del Aríz»l (Od Iosef Jai- Toledot 8) que verter agua una sola vez alcanza para debilitar el poder del espíritu de impureza.

08. Niños

Algunos de los más conspicuos sabios de las últimas generaciones (Ajaronim) escribieron que es importante que niños pequeños, aunque no hayan llegado aun a la edad en que se les instruye en los preceptos, laven sus manos por la mañana. Esto se debe a que ellos toman sus alimentos con las manos y si no realizan la ablución matinal, esto hace que el espíritu de impureza afecte a la comida (Jida, Prí Megadim Mishbetzot Zahav 4:7, Mishná Berurá 4:10). Los piadosos cuidan de lavar las manos de los bebés desde que nacen para, de esa manera, criarlos imbuidos de pureza y santidad.

En la práctica, muchas personas no pusieron cuidado en verter tres veces agua sobre las manos de bebés al despertarse pues, en opinión de muchos de los sabios de las últimas generaciones, el espíritu de impureza reposa solamente sobre las manos de los varones mayores de trece años y para las niñas mayores de doce. Esto se debe a que cuanto mayor es la capacidad de conexión que tiene la persona con la santidad, para actuar en el mundo y corregirlo, como contraparte mayor es el esfuerzo que hace el espíritu de impureza por afectarlo. Por lo tanto, este espíritu de impureza no reposa en los gentiles, puesto que no están obligados a cumplir preceptos. Otro tanto ocurre en el caso de los niños, todo tiempo que no recae sobre ellos la santidad de las mitzvot, el espíritu de impureza tampoco reposa sobre ellos en toda su intensidad. Empero, se impone el deber de educarlos en el cumplimiento de los preceptos y a partir de que ellos comienzan a conectarse progresivamente con éstos, el espíritu de impureza reposa sobre ellos en cierto grado. Por esta razón, a partir de que alcanzan la edad en la que se los puede instruir en los preceptos («guil jinuj») y ya pueden entender cómo se debe realizar la ablución de manos, es preceptivo acostumbrarlos en el lavado (según Shulján Aruj HaRav 4:2, Eshel Abraham Butschatch 3:4, Tzitz Eliezer VII 2:4).

En resumen, se debe acostumbrar a los niños a partir de la edad del aprendizaje de los preceptos, a que viertan agua tres veces sobre sus manos tras levantarse por la mañana. En el momento de llegar a la edad de cumplir mitzvot, deberán lavarse las manos por la mañana. Hay quienes tienen el cuidado de lavar las manos de los bebés a partir del momento que estos ya toman la comida con las manos (Mishná Berurá 4:10). Hay quienes tienen cuidado de lavar las manos de los bebés a partir de la circuncisión y otros desde su primer día de vida, pues ya desde entonces comienza a vislumbrarse en el recién nacido el resplandor de la santidad inherente del pueblo de Israel (tal como se trae entre paréntesis en Shulján Aruj HaRav, ídem, ver Kaf HaJaím 4:22).

01. Bendiciones de agradecimiento.

Nuestros sabios instituyeron numerosas oraciones para recitar ni bien nos levantamos cada mañana, para así agradecer al Creador por el bien que nos dispensa a diario. El Talmud Babilonio nos dice (Tratado de Berajot 60(B)) que al despertarnos por la mañana debemos agradecer a D´s y decir: «D´s mío, el alma que me otorgaste es pura, Tú la creaste… Bendito eres Tú que devuelves las almas a los cuerpos muertos»; al escuchar el canto del gallo que anuncia una nueva jornada debemos recitar: «Bendito eres Tú D´s nuestro Rey del universo que diste al gallo discernimiento para diferenciar el día de la noche»; al abrir los ojos debemos recitar: «que da visión a los ciegos»; al tensar nuestras extremidades e incorporarnos, sentándonos sobre la cama tras habernos liberado de las amarras del sueño recitamos: «que libera a los prisioneros»; al vestirnos recitamos el agradecimiento por «que viste a los desnudos»; al ponernos de pie agradecemos porque D´s «yergue a los encorvados»; al apoyar nuestros pies sobre el suelo agradecemos a D´s que «establece la tierra sobre las aguas»; al calzar nuestros zapatos agradecemos a D´s por «haberme provisto de todas mis necesidades»; al comenzar a caminar debemos agradecer a D´s porque «dispone el andar del hombre»; al ajustar el cinturón alrededor de la cintura debemos recitar: «que ciñe al pueblo de Israel con Su poder»: al cubrirnos la cabeza debemos agradecer porque D´s «corona al pueblo de Israel con Su gloria»; al lavarnos las manos debemos recitar «que nos ordenaste el lavado de manos (al netilat iadaim)» y tras lavarnos la cara debemos agradecer porque D´s «retira la pesadez del sueño de mis ojos» etc.

La rutina diaria de la vida tiende a hacer perder al hombre su sensibilidad para con todas las bondades que D´s le prodiga y en virtud de esa falta de agradecimiento, las bendiciones recibidas no lo hacen feliz, tornándose así su vida en monótona y vacía. Es así que comienza a buscar todo tipo de nuevas y negativas sensaciones y se deja llevar tras satisfacciones temporales que disipen ese dolor existencial. A los efectos de no ser desagradecidos, nuestros sabios de bendita memoria, instituyeron las bendiciones matinales por medio de las cuales le agradecemos a nuestro Creador por todas las grandes y pequeñas cosas que hacen posible nuestra vida en el mundo. Mediante la conciencia y el agradecimiento a D´s por el bien recibido, tenemos el mérito de contemplar el mundo desde una perspectiva valiosa y completa, aprendemos que cada detalle de nuestra vida posee un valor Divino intrínseco y se despierta en nosotros la voluntad de actuar correctamente en la nueva jornada.

Las mujeres están preceptuadas de recitar las bendiciones matinales al igual que los hombres para así agradecer al Creador por las bondades que se renuevan a diario.

02. Que me creó conforme a Su voluntad.

Nuestros sabios dispusieron que en el marco de las bendiciones matinales se reciten tres de especial agradecimiento que son: «que no me hizo gentil», «que no me hizo siervo» y la tercera «que no me hizo mujer». Las mujeres recitan «que me hizo conforme a Su voluntad»

La bendición especial de las mujeres tiene dos interpretaciones. La primera sostiene que la bendición implica una justificación de la justicia Divina ante el adverso designio de la condición femenina y a pesar de que las mujeres recibieron menos mandamientos para cumplir, alaban a D´s con la convicción de que todo es para bien y recitan «que me hizo conforme a Su voluntad» (Tur Oraj Jaím 46:4). Por otra parte, otros comentaristas interpretan que en esta precisa bendición se manifiesta la cualidad excelsa de la mujer por sobre el hombre, y que justamente ella fue creada «conforme a Su voluntad».

El hecho de que las mujeres tienen menos preceptos para cumplir se debe a que naturalmente son más completas y por ende requieren de menos acciones correctivas. Esta diferencia entre los géneros en favor del sexo femenino se manifiesta en el hecho de que el hombre fue creado a partir del polvo de la tierra, mientras que la mujer fue creada a partir de un material más depurado, la costilla o costado del hombre. Esto implica que la mujer expresa un desarrollo adicional por sobre el nivel del hombre (Sijot Haratzia Bereshit pág. 77-78, Shemot pág. 380, Olat Reaiá I pág. 71-72).

No es mera casualidad que la interpretación simple le da preferencia a los hombres, mientras que la más profunda le da preferencia a las mujeres. Esto se debe a que en una mirada superficial, los hombres aparentan tener un mayor grado de elevación mientras que para percibir la elevación femenina es necesario mirar en profundidad. Por lo tanto, el recato (tzniut) pone énfasis en la cualidad o virtud interior que es más importante en la mujer (ver arriba 3:6-7).

En la práctica, las mujeres ashkenazíes acostumbran a recitar «Baruj Atá Hashem Eloheinu Melej Haolam Sheasani Kirtzonó», mientras que la mayoría de las mujeres sefaradíes acostumbran a recitar la bendición sin pronunciar el Nombre Divino (HaShem) ni Su reino (Melej Haolam) y dicen solamente «Baruj Sheasani Kirtzonó». Si bien el Shulján Aruj (46:4) sentenció que esta bendición se recite con Nombre Divino y Su reino, de todas maneras la mayoría de las mujeres sefaradíes acostumbró siempre a recitarla sin estos agregados por temor a que se trate de una bendición en vano ya que no es mencionada en el Talmud (Kaf HaJaím 46:41).

En el caso de las bendiciones de agradecimiento por no haber sido creado gentil o siervo, «Shelo Asani Goi» y «Shelo Asani Aved», las mujeres sefaradíes sustituyen «Goi» por «Goiá» y «Aved» por «Shifjá» mientras que las mujeres ashkenazíes pronuncian la bendición con igual redacción que la de los hombres ya que las palabras «Goi» y «Aved» incluyen a ambos géneros.

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