Tal como aprendimos, la costumbre más difundida es la de esperar seis horas entre carne y leche, pero no es necesario esperar ese lapso desde la conclusión de la comida cárnica hasta el inicio de la láctea (Dagul Mirevavá 89:1).
Hay quienes entienden que los rabinos medievales no tenían la intención de que esperemos seis horas enteras ya que no poseían relojes y resulta que no obligaron a ser puntillosos en esta cuestión, por lo que habiendo pasado cinco horas y habiendo comenzado la sexta -se puede ya comer leche. Y hay quienes consideran que pasadas cinco horas y media ya se puede comer leche, dado que pasó la mayor parte de la sexta. Según la opinión de muchas de las autoridades halájicas de las últimas generaciones, es preciso tener el recaudo de que hayan pasado seis horas enteras. Y proceder así nos parece correcto ya que desde que los relojes se volvieron comunes y el orden del día se define según horarios exactos, es preciso cumplir también con exactitud las palabras de los sabios medievales que indicaron esperar seis horas. Además de ello, aprendimos que en la práctica la mayoría de las personas solían esperar ocho horas entre las dos comidas (Tratado de Shabat 10(A)), e incluso quien ingería tarde la comida de la mañana, esperaba unas seis horas o más hasta la cena, y por ende, no corresponde flexibilizar la actitud y esperar menos de seis horas.
Sin embargo, en caso de necesidad es posible adoptar una actitud flexible y comer tras haber esperado cinco horas y media, y en caso de gran necesidad o apremio (sheat hadjak) se podrá alivianar, incluso si pasaron más de cinco horas. Quien desee adoptar una actitud flexible a priori, comiendo leche pasadas más de las cinco horas -tiene en quien respaldarse, y quienes deseen cumplir con excelencia –que adopten la actitud estricta de esperar seis horas completas incluso en situación de gran necesidad y apremio.