La Torá prohibió dar de comer alimentos prohibidos a niños pequeños. Todo aquel que deposita en la mano de un niño pequeño un alimento prohibido se considera que lo alimenta con éste y transgrede una prohibición de la Torá, pues así es como se le suele dar de comer a los pequeños (Tratado de Yevamot 114(A), Tratado de Shabat 90(B)). Además de ello, es preceptivo para los padres educar al niño en la observancia de los preceptos. Por eso, padres que ven que su hijo come por sí solo un alimento prohibido deben apartarlo de este (Rambám, Shulján Aruj Oraj Jaím 343:1).
Asimismo, es preceptivo educar a los niños a esperar entre la ingestión de carne y la de leche. En principio, es preciso educarlos a hacerlo a partir del momento en que comprenden el precepto y pueden calcular las horas que resulta necesario esperar entre carne y leche. No obstante, es conocida la regla de que no se educa a los niños de un modo que pudiera hacerles sufrir o afectar negativamente su salud. Por este motivo, no se educa a niños de siete u ocho años a ayunar algunas horas en Yom Kipur (Pninei Halajá Yamim Noraím 9:8).
De acuerdo con estas reglas, describiremos el proceso de educación en la observancia de la espera entre carne y leche. Niños pequeños que aún no comprenden la diferencia entre carne y leche, se les puede dar de comer leche después de carne siempre y cuando se limpie su boca y sus manos de los restos cárnicos para que no los ingiera junto con los lácteos. Cuando los niños pequeños comienzan a entender la diferencia entre carne y leche, pero aún no alcanzaron la edad en la cual pueden discernir entre lapsos breves y largos, esto es, entre los tres y los cinco años, cuando resulte posible, será correcto que esperen una hora entre carne y leche. Cuando resulta necesario darles leche para que se vayan a dormir o para que no lloren, se podrá limpiar sus bocas y manos y darles la leche sin esperar una hora.
Ni bien llegan a una edad en la que son capaces de diferenciar entre lapsos, alrededor de los cinco o seis años, es preciso comenzar a acostumbrarlos a hacer una interrupción entre la ingestión de carne y la de leche. Y dado que a menudo su comida siguiente es antes de pasadas seis horas desde que ingirieron carne, es posible conformarse con esperar tres horas.
Ni bien llegan a la edad de nueve o diez, dado que entonces ya saben calcular las horas y pueden esperar más tiempo entre las comidas, cuando resulta posible es bueno acostumbrarlos a esperar seis horas. En caso de necesidad, por ejemplo, si comen junto a sus hermanos más pequeños y resultará complicado darles de comer más tarde, cabe que esperen tres horas entre comidas. Solamente un año antes de alcanzar la edad en la que deben observar los preceptos que se acostumbren a esperar seis horas.