Con el correr del tiempo, a raíz del temor a confundirse con los dos tipos de conteo que Rabí instituyó y otros recaudos, las hijas de Israel agregaron un día más, adoptando sobre sí una actitud estricta, forzándose a contar siempre siete días limpios. O sea, su incremento en la severidad consistía en que, aunque tan solo vieran sangre por un día o dos, contaban siete días limpios en vez de los seis que instituyó Rabí. Unas tres generaciones con posterioridad al decreto de Rabí, la costumbre de las mujeres ya se había extendido a todo el pueblo de Israel, y tal como dijera Rabí Zeira: “Las hijas de Israel adoptaron para sí una actitud estricta por la cual, aunque tan solo vean una gota de sangre del tamaño de una semilla de mostaza, cuentan por ella siete días limpios” (ídem, ídem). Y nuestros sabios aceptaron su práctica y le dieron estatus de norma obligatoria y dictamen halájico (Tratado de Berajot 31(A), Shulján Aruj Yoré Deá 183:1). En la práctica, el peso del suplemento de tiempo adoptado por las hijas de Israel resulta pequeño, y representa un agregado de días prohibidos que no asciende a más que un dos o tres por ciento del total de los días que resultaron agregados por efecto del decreto de Rabí.
Como continuación de ello, en un proceso gradual, se aceptó la costumbre de adoptar una actitud estricta y considerar también a la sangre pura que es secretada con posterioridad al nacimiento (dmei tohar) como sangre que impurifica para toda cuestión (ver adelante 9:8).