La tevilá se lleva a cabo sumergiendo la totalidad del cuerpo en agua (ver adelante 5:1, 10:1). Tal como aprendimos (halajá 2), todo lo concerniente a la impureza está vinculado con la muerte, y por ende, se entiende que, a través de la inmersión, por medio de la cual la persona impura se libra de su impureza, es como si fuese creada nuevamente y retornase a la vida (Sefer Hajinuj 173). Esto es así ya que, en el momento de la inmersión, mientras se encuentra en el agua, el individuo no puede respirar ni continuar viviendo, y en virtud de ello, al emerger del líquido elemento es como si volviera a nacer. O sea, la persona impura, a la cual se le ha adherido algo de la muerte, se sumerge por completo en el agua, y así, al salir de esta, su vida se renueva en ausencia de la impureza y de la muerte que se le había adherido.
Sin embargo, si la persona se sumergiere en el agua por decisión propia, la inmersión no le servirá de nada, empero por medio del precepto que HaShem dio, esta la purifica, ya que la vida, el mandato Divino y la pureza, todos ellos provienen de D’s. HaShem, que creó el cielo, la tierra y todo cuanto ellos contienen, nos otorgó el precepto de la inmersión ritual por medio del cual podemos conectarnos con el origen de nuestra vida, y purificarnos de la impureza que se nos ha adherido. Así, a pesar de que una persona vive en este mundo, un lugar en el cual la inclinación al mal se halla junto a la inclinación al bien, en el que tanto las debilidades como las carencias acompañan a cada virtud y la muerte se encuentra junto a la vida, debemos saber que por medio de la Torá y los preceptos la persona logrará conectarse con HaShem y librarse de la muerte. “Empero vosotros, los que estáis adheridos a HaShem vuestro D’s, estáis vivos, todos vosotros hoy” (Devarim-Deuteronomio 4:4).
De esto resulta que el significado básico de la inmersión ritual es que, al sumergirse en el agua, tal como la Torá lo ordena, el individuo ingresa con la totalidad de su ser al seno de la fe, y en virtud de ello, D’s lo purifica de su impureza, y sale del líquido elemento como si hubiera vuelto a nacer. Y en él se cumplen las palabras del profeta (Yejezkel-Ezequiel 36:25-26): “Y arrojaré sobre vosotros agua pura y os purificareis de todas vuestras impurezas y de todas vuestras suciedades os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré en vuestro seno, y retiraré el corazón de piedra de vuestra carne y os daré un corazón de carne”.
Dijo Rabí Akiva: Felices de ustedes hijos de Israel, ¿ante Quién se purifican y Quién los purifica? ¡Vuestro Padre Celestial! Tal como fue dicho (Yejezkel-Ezequiel 36:25): “Y arrojaré sobre vosotros agua pura y os purificareis”, y fue dicho (Yrmiahu-Jeremías 17:13): “HaShem es la esperanza (mikvé) de Israel”. Así como la mikvé purifica a los impuros, de igual manera el Santo Bendito Él purifica a Israel” (Mishná Tratado de Yomá 8:9). De esto resulta que quien realiza su inmersión ritual logra incluirse en la generalidad de la congregación de Israel (Kneset Israel), que está destinada a conectar a todo el mundo con HaShem y purificarlo.
Los sabios medievales (rishonim) dijeron que si bien el precepto de la inmersión no requiere que quien se sumerja retorne en arrepentimiento, de todas maneras, corresponde que dirija su corazón al pensamiento de que así como por medio de su tevilá su vida se renueva, que de igual forma se renueven sus pensamientos y sus acciones para bien. Y así como el agua tiene la capacidad de limpiar la suciedad de su cuerpo, que la inmersión limpie su alma de la inmundicia de su pecado (Sefer Hajinuj 173, Rambám Hiljot Mikvaot 11:12). En ese sentido, los sabios dijeron que el retorno en arrepentimiento, la teshuvá, se asemeja al agua (Raavad 2:4).