02 – La dificultad existente a la hora de discernir

La distinción entre la sangre pura y la impura requiere de una gran expertez porque existen numerosos matices de sangre, y es preciso acostumbrarse a observar su tonalidad y su textura, para poder distinguir entre la permitida y la prohibida. Por ello, la Torá ordenó que en caso de duda se consulte a los sabios, y en casos excepcionales, se pregunte al Gran Tribunal de Jerusalém, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 17:8): “Cuando te quedare oculto a ti un caso para juicio: entre sangre y sangre” –“entre sangre pura e impura”- “…te levantarás y ascenderás al lugar que habrá elegido HaShem tu D’s” para escuchar la instrucción de los sabios respecto de qué tonalidad de sangre es pura y cuál impura. Por eso, tenían el recaudo de no observar sangre por la noche, para poder discernir con exactitud su color (Tratado de Meguilá 14(A)).

Por ejemplo, respecto del primer matiz, “el rojo semejante al de una herida”, nuestros sabios explicaron (Tratado de Nidá 19(B)) que se refiere a la sangre que sale del toro inmediatamente después de ser faenado, y no la que brota de este posteriormente. Además, dijeron que se asemeja a la sangre de un piojo de la cabeza y no a uno del cuerpo cuyo color es levemente diferente. Dijeron también que se asemeja a la sangre de la herida de un hombre joven y no a la de un hombre mayor. Todo ello para explicar el primer matiz. De igual manera, los sabios amoraítas debatieron respecto de los cuatro matices de rojo cuando estos se volvían un poco más claros o un poco más oscuros. Otro tanto dijeron nuestros sabios en la Mishná respecto de la sangre negra que se asemeja a la tinta, y explicaron que, si es un matiz menos profundo, esto es, si es el color negro del cuervo o del alquitrán, la sangre será pura (ídem 20(A)).

A raíz de la destrucción del Templo y la dispersión en el exilio las tradiciones se debilitaron, al grado de que también rabinos importantes tuvieron dificultades para diferenciar sangres puras de impuras. En este sentido, se narra sobre tres grandes sabios amoraítas: Ameimar, Mar Zutra y Rav Ashi que fueron a hacerse sangrías siguiendo el consejo de la medicina aceptada en aquel entonces. Luego de que la sangre comenzara a ser vertida en el primer recipiente, Ameimar, que era el mayor del grupo, dijo que era de un color “semejante al de una herida” que es el primer tipo de sangre impura. Luego, cuando la sangre fue vertida a un segundo recipiente, dijo que esa ya no se semejaba a la de una herida y por ende no generaba prohibición.

Rav Ashi, que era discípulo y amigo de Ameimar, dijo que no lograba diferenciar entre aquellos dos matices de sangre, y por lo tanto, no podía dictaminar halajá al respecto (ídem ídem). Con el correr del tiempo, numerosos sabios se abstuvieron de discernir entre las tonalidades de sangre pura e impura, por lo que adoptaron una actitud estricta y las prohibieron a todas. Esto fue así hasta llegar a la etapa de los sabios medievales, que es cuando en todo el pueblo de Israel era aceptado adoptar una actitud estricta sobre todas las tonalidades de la sangre roja y negra.

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