En términos generales, un hombre y una mujer que están prohibidos el uno para la otra no deben quedar a solas en un sitio en el cual nadie pueda verlos, para evitar la posibilidad de incurrir en una transgresión. Esta restricción se denomina ‘la prohibición de ijud’. Supuestamente, un marido y una mujer que está nidá no deberían poder estar a solas en su casa, pero como ya pudieron alegrarse conjuntamente por medio del cumplimiento del precepto de oná, y dado que podrán volver a cumplirlo una vez que la mujer se purifique, tienen las fuerzas como para sobreponerse a su instinto y esperar hasta que la mujer se purifique.
Ya aprendimos (ver arriba 3:1) que el Talmud cuenta (Tratado de Sanedrín 37(A)) que un sacerdote cristiano le preguntó a Rav Kahana lo siguiente: Ustedes sostienen que un hombre puede permanecer en una casa cerrada junto a su esposa cuando esta se encuentra en estado de nidá (impura), “pero ¡¿acaso es posible que el fuego prenda en la paja y esta no arda?! ¡¿Acaso muchachos jóvenes son capaces de sobreponerse a sus impulsos instintivos y no pecar?! Rav Kahana le respondió: “La Torá testifica sobre nosotros ‘sugá bashoshanim’ –’un vallado de rosas- (Shir HaShirim-Cantar de los Cantares 7:3); es decir que no se abrirán brechas incluso a un cerco, aunque esté constituido solamente por rosas”. O sea, las medidas de apartamiento dispuestas por nuestros sabios, que se asemejan a un cerco endeble de rosas, evitan que los miembros de la pareja incurran en una transgresión. Esto es así a condición de que ya hayan mantenido relaciones una vez.
Pero en caso de que tuviere lugar una ceremonia nupcial en la cual la novia se encontrare en su período menstrual (jupat nidá) o si antes que los novios alcanzaren a unirse la novia hubiere visto sangre menstrual y quedare impurificada, tendrán prohibido quedar a solas (isur ijud) hasta que la novia realice la inmersión ritual, se purifique y la pareja pueda efectivizar la unión.
Si la pareja se hubiere recostado en cercanía física sin que medie entre ambos nada que los separe, ni siquiera ropa interior, ya no recaerá más sobre ellos la prohibición de ijud. Pero en caso de que uno de los cónyuges, en virtud de un cuidado excesivo evitare la cercanía física sin que nada medie entre ellos, y la mujer viere sangre menstrual, tendrán prohibido quedarse a solas.
El consejo más práctico para un novio y una novia que tienen prohibido quedarse a solas, es que tras el casamiento vayan a la casa de los padres de uno de los dos y vivan con ellos hasta la noche en la que a la mujer le toque realizar su inmersión ritual. Durante ese período, deberán dormir en habitaciones separadas, de tal manera que no sea posible ir de una habitación a la otra sin pasar antes por un corredor exterior por el cual transiten los padres u otros miembros de la familia (ver Tratado de Ketuvot 4(A), Shulján Aruj 192:4).
Cuando no duerman, deberán tener el recaudo de no quedarse a solas en una habitación cerrada. Durante el día, el cuidado principal es que la puerta de la habitación no esté cerrada con llave, de modo que, en cualquier momento los familiares puedan ingresar. Por la noche, deberán ser más cuidadosos, teniendo el recaudo de que la puerta esté abierta y la habitación iluminada. Si los novios quisieren estar en su propia casa, el modo de evitar el ijud es que se hospeden allí junto a ellos un niño y una niña de la familia que sean mayores de seis años, de manera que, por la noche el novio duerma con el niño en una habitación y la novia con la niña en otra.