Tal como ya aprendimos (en la halajá 3), el mero parto impurifica: en caso de dar a luz un varón la mujer se impurifica por siete días y luego tiene treinta y tres días de pureza. En caso de que hubiera dado a luz una niña su impureza durará dos semanas y luego tendrá sesenta y seis días de pureza.
Es decir, según la ley de la Torá, una parturienta puede realizar una inmersión ritual y purificarse de la impureza del parto a la semana de haber dado a luz un varón o a las dos de haber dado a luz una niña, aunque todavía siga experimentando sangrados originados en su útero. Pues toda la sangre que salga de la parturienta hasta los cuarenta días posteriores a haber dado a luz un varón u ochenta de haber dado a luz una niña es “sangre de pureza” (dmei tohar), una sangre que no torna a la mujer en impura para su marido. Sin embargo, durante la totalidad de los cuarenta días posteriores al alumbramiento de un varón u ochenta del de una niña, la parturienta tiene prohibido ascender al Templo de Jerusalém y comer allí de la carne de las ofrendas, y en caso de ser la hija de un cohen, tendrá prohibido ingerir de las ofrendas (terumot) o de la jalá (ofrenda del pan) en toda la tierra de Israel.
Tras los días de pureza (tohar), la parturienta regresa al régimen habitual de toda mujer, y es preceptivo que ascienda al Templo y traiga una ofrenda ígnea u holocausto (korbán olá) para agradecer por el nacimiento, y un sacrifico por la expiación de un pecado (korbán jatat) para limpiarse de las carencias o faltas que se adhirieron a ella durante el parto. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 12:1-8): “Habló HaShem a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: Una mujer cuando engendrare y diere a luz un varón, habrá de permanecer impura siete días, como en los días de sus dolores menstruales habrá de permanecer impura. Empero en el día octavo, habrá de ser circuncidada la carne de su prepucio. Empero durante treinta y tres días habrá de permanecer en sangre de pureza: nada sacro habrá de tocar ni al Santuario habrá de venir hasta cumplirse los días de su purificación. Empero si diere a luz una hembra, habrá de permanecer impura por dos semanas como en su estado menstrual; y sesenta y seis días permanecerá en sangre de pureza. Empero cuando se cumplan los días de su purificación por un hijo o por una hija, habrá de traer un cordero primal como holocausto (olá) y un palomino o una tórtola como jatat a la entrada de la Tienda de Reunión, al cohen, y él lo ofrecerá ante HaShem y hará la expiación por ella y quedará pura del origen de su sangre. Esta es la ley que rige para la parturienta, que tuviere varón o hembra. Empero si no alcanzaren sus medios para un cordero, tomará dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y uno para jatat, el cohen hará la expiación por ella y quedará pura”.
Puede decirse que la diferencia entre una mujer que dio a luz un varón y otra que dio a luz una niña radica en que en la primera la impureza y su reparación son más manifiestos o evidentes, tanto en la impureza que expresa el prepucio como en la corrección que implica la circuncisión y todo el proceso resulta más breve. Al tiempo que quien da a luz una niña, la impureza y su purificación son más ocultas y profundas, y por ello se extienden por el doble del tiempo.
En la práctica, las hijas de Israel acostumbran a tomar en cuenta cada gota de sangre como si fuese de “zavá” y guardar por ella siete días limpios, y su práctica fue aceptada por los sabios como dictamen halájico. A raíz de esto, todo Israel acostumbró también a considerar las «sangres de pureza» como sangre que impurifica, por lo que se deben contar siete días limpios, y así quedó establecido en la halajá.
Por lo tanto, solo después de concluido el sangrado que sigue al parto, la parturienta interrumpirá la impureza, contará siete días limpios y luego efectuará una inmersión ritual. Asimismo, si tras purificarse viere nuevamente sangre en los días de la pureza (tohar) post parto, ésta la impurificará, y una vez que el sangrado cesare, interrumpirá la impureza, contará siete días limpios y volverá a efectuar una inmersión ritual para purificarse (en caso que se diera el caso poco frecuente que la parturienta de una niña lograre completar los siete días limpios antes de que se cumplan dos semanas desde el parto, esperará hasta que concluyan las dos semanas y solamente entonces habrá de efectuar la inmersión ritual).
La mujer que diere a luz por medio de una cesárea no se impurificará de la impureza del parto (tumat leidá) y no tendrá días de sangre de pureza (dmei tohar) (Tratado de Nidá 40(A)). Pero, dado que en la práctica tras el parto sale sangre del útero a través de la vagina, la mujer se impurifica tal como según las normas de la nidá, por lo que una vez que interrumpa la impureza (tifsok tahará) y cuente siete días limpios efectuará la inmersión ritual y se purificará.