Dijeron nuestros sabios (Tratado de Shevu’ot 18(B)) que es preceptivo para los cónyuges abstenerse de mantener relaciones en el transcurso del tiempo en el que la mujer pudiera recibir el período. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 15:31): “Y habréis de separar a los hijos de Israel de su impureza, para que no mueran con su impureza, al impurificar ellos Mi Tabernáculo, que está entre ellos”. Por lo tanto, nuestros sabios establecieron que cuando llegare el período (que se define como “oná” – עונה) en los que la mujer pudiera recibir la menstruación, los cónyuges se abstengan de efectivizar su unión, no sea que la menstruación comience durante esta. A estos efectos, se define el lapso (“oná” – עונה) como un día o una noche (tal como se explicará a continuación en la halajá 4).
Tras exponer el precepto de separar al pueblo de Israel de sus impurezas, presentamos algunos versículos que refuerzan esta idea. Fue dicho (Vaikrá-Levítico 16:1): “Habló HaShem a Moshé después de la muerte de los dos hijos de Aharón, quienes perecieron al acercarse ante HaShem”, para enseñarnos que incluso una persona grande y justa puede resultar castigada si no tiene el recaudo de apartarse de la santidad en el momento que ello resulta necesario (ver Tratado de Shevu’ot 18(B)).
La intención de los hijos de Aharón fue buena, deseaban acercarse a HaShem, pero irrumpieron o sobrepasaron el límite y murieron. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 10:1-2): “Tomaron los hijos de Aharón, Nadav y Avihú cada cual su incensario y pusieron en ellos fuego sobre el cual colocaron el incienso y ofrecieron ante HaShem un fuego profano que Él no les había prescripto. Empero salió un fuego de ante HaShem que los consumió y ellos murieron ante HaShem”. De igual manera, el precepto de oná (la cohabitación placentera de los cónyuges, N. de T.) es uno por medio del cual la Divina Presencia reposa (Tratado de Sotá 17(A), Rambán en Igueret HaKodesh). Sin embargo, cuando se observa sin el suficiente cuidado de no transgredir la prohibición, impurifica a los miembros de la pareja y retira la Divina Presencia de en medio de ellos. Respecto de esto, la Torá advirtió: “Y habréis de separar a los hijos de Israel de su impureza, para que no mueran con su impureza, al impurificar ellos Mi Tabernáculo (mishkaní, vinculado al vocablo Shejiná o Presencia Divina), que está entre ellos”.
Cónyuges que se santifican por medio del precepto de oná, esto es, observan el mandamiento de cohabitar con alegría, fidelidad y amor, y aun así tienen el recaudo de separarse durante el lapso en el cual pudiera llegar la menstruación, tendrán hijos que sabrán autocontrolarse e incrementar el bien y la bendición. Y sus hijos serán sabios conocedores (ba’alei da’at), responsables y diligentes, dignos de instruir dictámenes en el ámbito de la Torá. Y sus hijas serán poseedoras de entendimiento, dignas de captar la Palabra de HaShem y revelarla en todos los ámbitos de la vida (según Shevu’ot 18(B)).