02 – El rabino y cómo consultarle

A los efectos de dictaminar halajá para el público en cuestiones vinculadas a la observación de (manchas de) sangre (mar’ot damím), los jóvenes eruditos de la Torá aprenden de rabinos experimentados, quienes comparten con ellos la observación de manchas que les llegan a modo de consulta. Tras observar cientos y miles de preguntas provenientes de mujeres poseedoras de diferentes tonalidades de sangre, los jóvenes estudiosos aprenden a distinguir entre lo prohibido y lo permitido.

Es preferible que cada pareja tenga un rabino fijo al cual consultan siempre, y tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Avot 1:16): “Hazte de un maestro (rav) y aléjate de la duda”. Esto es así ya que cuando se consulta a un rabino fijo uno se acostumbra a analizar las preguntas de un modo sistemático y entender sus resoluciones, pero cuando se acude a diferentes rabinos, no se aprende el método, y en numerosas oportunidades quedan dudas sin aclarar. Además, en caso de que se presenten problemas, el rabino -por su familiaridad y experiencia con la pareja- podrá identificar el origen de la dificultad y podrá proponer una solución adecuada. A veces, a raíz de las preguntas que le son formuladas entenderá que se encuentra ante un problema médico, y enviará a la mujer a efectuar una revisación médica acelerando así la resolución del tema en cuestión. En caso de que el rabino al que los cónyuges están vinculados no sea experto en cuestiones de pureza familiar o esté demasiado ocupado, es preferible que adopten un rabino adicional al cual consultar de manera constante en cuestiones vinculadas a la pureza familiar.

Cuando una mujer duda respecto de lo que ve en el paño de la revisación (ed habdiká) es recomendable dejarlo que se seque y luego guardarlo en un sobre para que su aspecto se preserve adecuadamente. Dado que a veces surgen varias interrogantes, es preciso saber la fecha de cada pregunta, por lo que es preciso escribir la fecha junto a cada paño de revisación guardado. En Shabat estos paños no resultan muktzé.

Cuando se consulta a un rabino, es necesario precisar todos los detalles vinculados a la pregunta, por ejemplo, si la mujer está embarazada, si está amamantando o si cuenta con un dispositivo intrauterino, amén de si toma o no píldoras hormonales.  Si se trata de una revisación interior, es preciso saber si corresponde al lapso cercano a la menstruación o de los siete días limpios, y de ser así, de cuál de estos. En caso de tratarse de una mancha (ketem), es preciso saber si su aparición vino acompañada de algún tipo de sensación o no. Asimismo, es preciso señalar si hay alguna herida en la vagina o en el útero o si se teme que pudiera haberla, por ejemplo, al sentir dolor durante la revisación.

Durante muchas generaciones, en diferentes lugares era comúnmente aceptado que las mujeres llevaran sus preguntas a los rabinos y ello no les reportaba incomodidad alguna. Sin embargo, en nuestros días, dado que hay mujeres que se sienten incómodas al hacerlo, es preferible que cuando el rabino reciba las consultas, sea el marido quien traiga los sobres con las diferentes revisaciones. En aquellos lugares en los que la rabanit colabora con la tarea del rabino, es preferible que la mujer presente a esta sus consultas, y en caso de que la rabanit dude, ella le pasará la consulta al rabino. De nuestra experiencia aprendimos que a veces, cuando la mujer consulta con la rabanit, en el curso de la conversación se le resuelven otras cuestiones vinculadas a la pureza y a la familia. No obstante, cuando no existe la posibilidad de que la mujer consulte a la rabanit, o que el marido sea quien consulte al rabino, la mujer puede consultar directamente al rabino ya que a estos efectos el rabino actúa como un experto que se ocupa de manera profesional de la pregunta que le es formulada. Así como en caso de necesidad es preciso superar la vergüenza y acudir donde el médico, de igual manera es preciso superar la incomodidad y consultar al rabino. Hay rabinos que a los efectos de facilitarle el trámite a quienes consultan y evitarles incomodidades, colocan en la puerta de sus casas un buzón en el cual hombres y mujeres pueden dejar sobres con sus consultas adjuntándoles un número de teléfono. Hay quienes prefieren preguntar por teléfono a rabinos y a rabaniot de diferentes institutos especializados. Sin embargo, tal como he escrito, de ser posible, es preferible consultar siempre a un mismo rabino que conoce a la familia y cumplir de esa manera con la premisa de “hazte de un maestro”. Esto es así particularmente en preguntas vinculadas a la vida familiar y su orientación.

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