La novia debe esforzarse lo máximo posible a los efectos de llegar al día de su casamiento en estado de pureza, pues de no ser así, ello afectará negativamente la alegría del enlace y los novios deberán observar todas las medidas de alejamiento o distanciamiento que estudiamos anteriormente (capítulo 4). En el marco de las precauciones debidas, los cónyuges no podrán tomarse de la mano ni pasarse objetos entre sí. No obstante, durante la ceremonia nupcial, a los efectos de evitar incomodidades, el novio podrá cubrir a la novia con el velo, colocar el anillo en su dedo índice, darle de beber vino de la copa y entregarle el documento nupcial (la ketuvá) procurando hacerlo sin tocarla. Además, recae sobre la pareja la prohibición de estar a solas en una habitación (ijud) hasta que la novia se purifique, y deberán dormir en habitaciones separadas en la casa de los padres o en otra residencia en la que haya más gente (tal como se explicará más adelante en la halajá 13). Asimismo, tras la ceremonia nupcial (la jupá), tendrán prohibido permanecer a solas en la llamada “habitación de la reunión” (jeder ijud).
Además de ello, hay quienes dicen que la validez de los esponsales depende de que el novio y la novia puedan unirse completamente de un modo apropiado para el cumplimiento del precepto de oná, por lo que cuando la novia está nidá, esto no puede ocurrir, y por ende, el matrimonio no tiene vigencia (Rambám). No obstante, dado que posponer la boda generaría pérdidas cuantiosas y una gran angustia, se procede conforme a la opinión mayoritaria de los juristas y se llevan a cabo los esponsales, aunque la novia no esté en estado de pureza.