La finalidad de la pureza es conectar el cuerpo y a todos los ámbitos de la vida terrenal con la alegría y el regocijo, la imaginación y el sentimiento, que son aquellos que los acompañan rumbo a la santidad. Ya que para estudiar Torá y cumplir preceptos no es necesario purificarse sino prepararse por medio del refinamiento de las virtudes, pues el aspecto espiritual del ser humano no se impurifica (Tratado de Berajot 22(A)). Sin embargo, los aspectos materiales de la vida pueden impurificarse, y ocluirse ante la bendición Divina, y cuando los hijos de Israel consiguen purificarse, logran traer vida y bendición a la tierra y a todos los ámbitos de la existencia que tiene lugar en ella (Orot Hatjiá 35).
En los días en los que el Templo de Jerusalém estaba en pie y los hijos de Israel residían en su tierra, todos ellos estaban conectados al manantial de vida Divina del Santuario, y en virtud de ello, la bendición se expandía a toda la extensión de la tierra en todos sus aspectos materiales. Para ello, la Torá les indicó a los hijos de Israel que se enfrentaran a todos los tipos de impureza que hay en el mundo, para purificarse de ella y peregrinar al Templo tres veces por año. Y los cohanim precisaban guardar su estado de pureza en todos los confines del país, porque están preceptuados de ingerir las ofrendas y la jalá que reciben del pueblo de Israel en estado de pureza.
Empero a causa de nuestros pecados el Templo fue destruido, fuimos exiliados de nuestra tierra y quedó sin efecto la pureza en el pueblo de Israel, suspendiéndose todos los procedimientos purificatorios de la impureza de la muerte (humana) y de la impureza de los animales muertos o de los reptiles, la impureza del zav (quien padeció de la secreción de un determinado flujo a través del pene), la de la polución y la del metzorá (que suele mal traducirse como “leproso”), y así, la impureza quedó adherida a todos los aspectos del mundo material. Solo quedó una pureza en el pueblo de Israel, la de la mujer para con su marido, por medio de la cual los cónyuges atraen la santidad del Templo sobre sus hogares, y por su intermedio, los hijos de Israel consiguen elevar y consagrar los aspectos físicos de la alegría preceptiva que tiene lugar entre marido y mujer, agregando así vida y bendición al mundo. Quiera D’s que por el mérito de la observancia del precepto del cuidado de la pureza por parte de las mujeres del pueblo de Israel, el Templo de Jerusalém sea reconstruido pronto en nuestros días, la Divina Presencia repose sobre toda la obra de nuestras manos, y la pureza se extienda a todo el mundo para repararlo y purificarlo.