Durante el parto, la dinámica de pareja se encuentra en un momento especial. Por una parte, durante su parto la mujer no tiene un compañero más importante que su marido, y por la otra, justo en ese momento el hombre tiene prohibido tocar a su esposa, ya que como ella se impurificó, está prohibida para él. Quizás ello exprese la dimensión del momento, que es trascendente y conmovedor, pleno de esplendor y de miedo. Dolor y alegría, temor y esperanza interactúan y se entremezclan.
En ese momento, la puerta entre la vida y la muerte se abre, nace un nuevo bebé, de repente prorrumpe en llanto y una nueva vida, con todo lo bueno y lo malo que esta contiene, comienza. Se abre un nuevo círculo de esperanzas, crisis y logros, y ningún contacto físico puede manifestar la dimensión de este momento reverente rayano en la eternidad, que resulta apropiado para la separación y la oración.
Quizás, dicho acontecimiento se pueda comparar con Yom HaKipurim, día en el cual por una parte se revela el pacto establecido entre marido y mujer, y por ello, cuando el Templo de Jerusalém estaba en pie, en este día sagrado las personas se ocupaban de compromisos matrimoniales. Sin embargo, por otra parte, en este día marido y mujer están prohibidos el uno para la otra. De igual forma, en Yom HaKipurim el cohen gadol (sumo sacerdote) ingresaba al Kodesh Kodashim (Santo Sanctorum) en nombre de todo el pueblo de Israel, sitio en el cual se manifiesta el valor del amor marital, y por ello, un cohen gadol cuya esposa hubiere fallecido no era apto para el servicio ritual del Día del Perdón. Pero, por otra parte, el cohen gadol debía separarse de su mujer siete días antes de Kipur a los efectos de prepararse de cara al sacro servicio (Tratado de Yoma 2(A)). (Pninei Halajá – La alegría del hogar y su bendición 1:6, Yamim Noraím 6:12, 9:7, 10:4).
Es bueno que la parturienta retorne en arrepentimiento (jazará bitshuvá) previo al alumbramiento, dado que el momento del parto es sumamente decisivo y conlleva posibles peligros, tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Shabat 31(B)): “Por tres transgresiones las mujeres fallecen al momento de dar a luz: por no ser cuidadosas en la nidá, en la separación de la jalá y en el encendido de las velas”.
Es bueno que la pareja rece para que el parto transcurra en paz, que el bebé salga sano y goce de una vida buena y larga. Y si bien el equipo médico es abnegado y diligente, corresponde recordar que tanto el nacimiento como la salud dependen directamente de HaShem, tal como dijeran nuestros sabios que HaShem ‘detenta en Sus manos’ la llave de los nacimientos, la llave de la lluvia y la llave de la resurrección de los muertos (Tratado de Ta’anit 10(B), Shevet Musar 24).
Existe una bonita costumbre en la que a partir de que la mujer ingresa en el noveno mes del embarazo se honra a su marido en la sinagoga con la apertura del Arca Sagrada, la extracción del rollo de la Torá y su devolución a esta, para que al encontrarse ante el Arca abierta rece por su mujer y le pida a HaShem que abra su matriz y nazca un bebé sano y completo que ilumine al mundo con su estudio de la Torá y su realización de buenas acciones (Rabí Jaim David Azulay – Moré Baetzba 3:90).
Tras el nacimiento es preceptivo para la parturienta y su marido agradecerle a HaShem por medio del recitado de una bendición de acción de gracias. Por el nacimiento de un varón se recita “HaTov Vehameitiv” y por el de una niña “Shehejainu Vekiemanu Vehiguianu LaZman Hazé”.