09 – El significado de la impureza del parto

En todo descenso al mundo de una gran idea, se hacen presentes determinados aspectos de la muerte. Así fue durante la creación del mundo, tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 1:3): “Y dijo Eloh-im haya luz, y hubo luz”. Nuestros sabios explicaron que la idea original era que haya una gran luz, pero en la práctica, a raíz de las carencias del mundo, para que los malvados no disfrutaran de la gran luz y no la usaran para sus viles propósitos, a la hora de que descendiera sobre la creación, fue atenuada y contraída, lo cual se refleja en el hecho de que la expresión “y hubo” (vaiehí) alude a penuria o dolor (Zohar I 30b, 31b y otros sitios). Sin embargo, el descenso tiene por propósito un ulterior ascenso y tras la conclusión del proceso de reparación, la palabra de HaShem se cumplirá, la gran luz se revelará e incluso se potenciará en virtud del suplemento de bendición que le darán las creaturas. De igual manera, siempre ocurre que toda visión es infinitamente más grande que su concreción, y solo tras un largo proceso de reparación, la visión se materializa en su totalidad, e incluso la trasciende.

Lo mismo ocurre en todo parto. Las esperanzas son infinitas, el corazón tiende a creer que tras el milagro del nacimiento todo el mundo cambiará para bien y que el nuevo niño será perfecto, maravilloso, alegre, sabio y sano, y en sus días llegará el Mashíaj. En la práctica, tras el nacimiento se cae en la rutina diaria de la vida, en los dolores y el agotamiento. También el bebé deberá enfrentarse a retos y a momentos de crisis como todos los demás seres humanos. También el cuerpo de la parturienta lo siente, se trata de depresión posparto que muchas mujeres suelen experimentar tras haber dado a luz, durante el período posterior al alumbramiento.

La impureza que acompaña al nacimiento expresa el dolor por las esperanzas y los sueños que no se cumplirán. En los días de impureza en los que hay una suerte de duelo por la caída o el derrumbe de la gran visión al suelo de la realidad, la parturienta podrá reconciliarse con las carencias que presenta la realidad, aceptar a su niño con alegría, hacerse de fuerza y vitalidad para enfrentar los desafíos que acompañarán al crecimiento y a la crianza de su vástago, así como llenarse de regocijo por el maravilloso e inigualable privilegio de ser madre. En esos días, el padre atraviesa un proceso similar, en los que debe mantenerse a un costado y ayudar a su mujer a descansar lo más posible, y en virtud de ello, asimilar el gran rol con el cual ha sido agraciado, ser padre.

En una primera etapa, la impureza es más severa, y expresa el vaciamiento de sus sueños que sufre la madre y la caída del bebé desde el maravilloso mundo en el cual se encontraba en el útero de su madre, a este mundo con todo el dolor y el llanto que hay en él. En una segunda etapa, la de la sangre de la pureza (dmei tohar), la impureza es menos aguda y expresa una situación intermedia, en la cual la vida se fortalece junto con la consciencia de que la existencia viene acompañada de dificultades y crisis, que solamente por medio de su enfrentamiento resulta posible avanzar en la concreción de los sueños. Por ello, en esta etapa, según la ley de la Torá la mujer no está prohibida para su marido, mas tiene prohibido tocar cualquier cosa sagrada e ingresar al Santuario. Según la costumbre de Israel, si en esos días la mujer viere sangre, quedará impura cual nidá.

A modo de continuación del significado de las leyes de impureza, la parturienta y su familia deben prestar atención a su estado físico y emocional, y generarle condiciones adecuadas para que descanse, para que la parturienta pueda dormir lo más posible, y por medio de ese sueño reparador recuperarse rápidamente, y sin lo cual, la melancolía que suele tener lugar en el período posterior al parto, D’s no lo quiera, puede convertirse en depresión.

Cuando la parturienta sufre de un decaimiento que no pasa, es preciso dirigirse al médico de familia (general) para recibir de éste medicinas leves que aplaquen un poco este estado de ánimo en cuestión y eviten un deterioro, y todo esto además de recibir el estímulo y la ayuda correspondiente de parte de su familia. En un estado más grave de “depresión postparto” es preciso recurrir a la ayuda de medicamentos más fuertes que solo pueden ser recetados por un psiquiatra (al cual se puede llegar a través del seguro médico público) para que curen la depresión y eviten un deterioro que pudiera tornar a la depresión en crónica e incluso llegar a resultar peligroso para la vida de la mujer. En este estado de cosas, no hay que demorarse en recurrir a la ayuda médica ni contentarse con terapias de medicina alternativa, dado que se trata de una enfermedad peligrosa.

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