10 – La mikve en nuestros días

En el pasado, eran muchos los que acostumbraban a efectuar sus inmersiones rituales en manantiales, en el mar y en los ríos, ya que en el tiempo en el que no existía un sistema de tuberías para el suministro de agua, las personas se veían en la necesidad de residir en la cercanía de una fuente de agua, y por ende, recurrían a esta para sus inmersiones. En aquello sitios que no se encontraban cercanos a una fuente de agua disponible, se acostumbraba a excavar en los patios un pozo para almacenar agua de lluvia, y uno de estos pozos era destinado a las inmersiones. En virtud de la aparición de soluciones para el transporte de agua y a raíz del incremento en la población urbana, surgió la necesidad de construir baños rituales que atendieran a muchas personas, por lo que si todos realizaran sus inmersiones en la misma mikve, el agua se contaminaría, y por ello se pasó a separar entre el depósito de agua de lluvia (otzar) y la pileta donde se efectúa la inmersión, la cual era tornada apta o por medio del “cultivo” (zriá) del depósito de agua de lluvia o a través de su contacto con este (hashaká). De este modo, resultaba posible cambiar el agua de la pileta en la que se efectúa la inmersión con frecuencia.

En las últimas generaciones, con el aumento en el nivel de vida de las personas, muchos comenzaron a cumplir la norma con excelencia y tornar en apta el agua de la pileta de inmersión por los dos medios, zriá y hashaká. Es decir, se habilita la mikve por medio de la creación de dos depósitos que contienen cada uno 40 seá de aguas de lluvia. 1) Un depósito para el “cultivo” (otzar zriá), a cuyo interior fluye agua de la canilla y del cual el agua se desborda y pasa por medio de una canaleta conectada a la tierra de al menos tres palmos (hamshajá) al interior de la pileta de la inmersión. 2) Un depósito de contacto (otzar hashaká) que se ubica de manera contigua a la pileta de inmersión para que su agua trabe contacto con la de esta a través de un orificio cuyo diámetro es cuanto menos 5 cm.

Al momento de efectuar la inmersión, se abre el orificio y cuando no hay quien precise sumergirse, se lo vuelve a tapar, para que las aguas del depósito (otzar hashaká) no se ensucien con las aguas en las que se sumergieron. De todas maneras, aunque el orificio estuviere tapado durante la inmersión ritual, esta será válida, ya que la apertura del tapón durante la inmersión es una excelencia en el cumplimiento y no un requerimiento básico de la norma (ver Igrot Moshé Yoré Deá 1:112).

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