A los efectos de realizar la revisación es preciso envolver el dedo en el “testigo” e introducirlo en la profundidad de la vagina sin que ello requiera de un esfuerzo especial, y checar con calma en los orificios y las grietas, esto es, adjuntar el “testigo” a todas las paredes interiores de la vagina, para que, si solo hubiere sangre en los pliegues vaginales, pueda ser visible sobre el “testigo”. Tras la revisación la mujer deberá observar el “testigo”. De haber sangre sobre este, la revisación quedará invalidada. De no haber sobre la tela ninguno de los colores de sangre prohibidos (ver arriba 2:3), aunque hubiere sobre ésta secreciones poseedoras de otras coloraciones, la revisación resultará válida, y la mujer podrá comenzar el conteo de los siete días limpios.
En caso de que sobre el “testigo” se encontrare sangre o algo sobre lo cual se duda si lo es, conviene limpiar nuevamente la vagina con una tela mojada e intentar realizar nuevamente la revisación de cese de la impureza antes de la puesta del sol, para así, tras el ocaso, poder comenzar el conteo de los siete días limpios. Por ello, conviene efectuar la revisación de la interrupción de la impureza un tiempo prudencial antes de la puesta del sol, de modo tal que en caso de ser necesario haya cuándo realizar una higienización suplementaria para repetir el procedimiento.
Aquella mujer que no pudiere introducir el dedo al interior de su vagina, por ejemplo, en el caso de una virgen, que revise con el “testigo” hasta el sitio del himen (ver adelante 8:3). Asimismo, una mujer que padeciere de una herida vaginal que pudiere sangrar durante la revisación, que revise hasta el sitio de la lastimadura puesto que lo más importante es que revise hasta donde le resulte posible.