01- El permiso de comer carne
En un inicio, la intención era que el alimento del ser humano proviniera del reino vegetal, tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 1:29): «Dijo Elokim: He aquí que os doy a toda planta que porta simiente — que hay en toda la faz de la tierra — y todo árbol que contiene fruto portador de simiente, para vosotros será como alimento», por lo que la ingestión de animales le fue prohibida a Adam (Tratado de Sanhedrín 59(B)). Los comentaristas escribieron que en aquel entonces también los animales salvajes se conformaban con alimento de origen vegetal y no se comían unos a otros (Rashí y Rambán a Bereshit-Génesis ídem).
Sin embargo, los pecados se incrementaron y el mundo entero se deterioró. Ello comenzó con el pecado del primer Adam, a raíz del cual fue expulsado del Gan Eden y fue decretada la mortalidad sobre él y sobre su descendencia, e incluso la tierra descendió de su nivel y comenzó a producir espinas y cardos. Sin embargo, el castigo no condujo al aprendizaje de enseñanza alguna. Cain asesinó a su hermano Hevel. En la generación de Enosh -el nieto del primer Adam- se comenzó a incurrir en el pecado de la idolatría, luego, las transgresiones avanzaron hacia el robo, el adulterio y el asesinato. En paralelo a los pecados de los seres humanos, la naturaleza de los animales se tornó más insensible y cruel, comenzaron a devorarse unos a otros hasta que se decretó la destrucción de todo ser vivo. Tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 6:11-14): «Se pervirtió la tierra ante Elokim y se colmó la tierra de violencia. Vio Elokim la tierra y he aquí que estaba pervertida, pues pervirtió toda creatura su senda sobre la tierra. Dijo Elokim a Noaj: ‘El fin de toda creatura ha llegado ante Mí, pues se ha colmado la tierra de violencia, por causa de ellos, por eso los voy a destruir con la tierra. Haz para ti un arca de madera resinosa…'»
Solamente Noaj, sus hijos y quienes con él entraron al arca lograron salvarse de las aguas del diluvio, y al salir se les encargó la misión de volver a construir el mundo desde sus cimientos, teniendo el recaudo de observar siete leyes fundamentales que son la base de la moral humana. Solamente después de que el sistema ético básico entre el hombre y su prójimo se construya como corresponde, el ser humano podrá continuar elevándose en sus vínculos morales hacia los demás seres vivos. Para ello, es necesario establecer un límite claro entre el ser humano que fue creado a imagen y semejanza de D’s y los animales, a los efectos de realzar la misión y la responsabilidad del hombre, el hecho de que solamente sobre este recae el deber de reparar y elevar el mundo.
Una manifestación clara de ello es que tras el diluvio se les permitió a los hombres comer carne animal, bajo la severa advertencia de que no se asesinen seres humanos que fueron creados a imagen y semejanza de D’s. Tal como fue dicho (ídem 9:1-6): «Bendijo Elokim a Noaj y a sus hijos y les dijo: ‘Fructificaos y multiplicaos y colmad la tierra. Vuestro temor y vuestro predominio sea sobre todo animal de la tierra y sobre todo ave de los cielos y en todo lo que se arrastra sobre la tierra y en todos los peces del mar. En vuestra mano han sido dados. Todo lo que se mueve, todo lo que vive, para vosotros será para comer, como la verdura y las plantas, a vosotros os he entregado todo. Pero, carne con su vida — su sangre — no habréis de comer. Pero vuestra sangre — vuestra vida — demandaré: de todo animal la demandaré y del hombre: — de mano del hombre y su prójimo — inquiriré por la vida del hombre. El que derramare la sangre del hombre, por medio del hombre su sangre será derramada. ¡Pues a la Imagen de Elokim, hizo al hombre!'» (de acuerdo con nuestro maestro el Rav Kuk en su artículo ‘Jazón Hatzimjonut Vehashalom’ 6-9).
Es preciso agregar que a raíz de los pecados del primer Adam y de las generaciones que precedieron al diluvio los ecosistemas colapsaron y los vegetales ya no resultaron suficientes para nutrir al ser humano. Esto es, el descenso moral llevó a la conformación de una nueva situación ecológica en la cual los seres humanos precisaban ingerir carne. Si bien ello no es el ideal, se trata de una causa de fuerza mayor que no es reprochable. Ello también implica un cierto grado de justicia, ya que gracias a Noaj los animales se salvaron del exterminio del diluvio, por lo que sus descendientes tienen el derecho a comerlos para subsistir.
En el estado actual de cosas, si dejamos de consumir carne, no resulta claro que ello redundaría en el beneficio de las especies cuya carne acostumbramos a consumir, ya que si no las continuamos criando para fines comestibles su número se habrá de reducir considerablemente. En la actualidad, su número está en ascenso, y si se liberase a todos los animales y a todas las aves de corral, en poco tiempo quedarían escasos ejemplares de estas especies (ver en Rabenu Bejaié, Radak, Malbim a Bereshit-Génesis 1:29 y Malbim y Rabí Shimshón Rafael Hirsch a ídem 9:3).