14 – La ingestión de carne

01- El permiso de comer carne

En un inicio, la intención era que el alimento del ser humano proviniera del reino vegetal, tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 1:29): «Dijo Elokim: He aquí que os doy a toda planta que porta simiente — que hay en toda la faz de la tierra — y todo árbol que contiene fruto portador de simiente, para vosotros será como alimento», por lo que la ingestión de animales le fue prohibida a Adam (Tratado de Sanhedrín 59(B)). Los comentaristas escribieron que en aquel entonces también los animales salvajes se conformaban con alimento de origen vegetal y no se comían unos a otros (Rashí y Rambán a Bereshit-Génesis ídem).

Sin embargo, los pecados se incrementaron y el mundo entero se deterioró. Ello comenzó con el pecado del primer Adam, a raíz del cual fue expulsado del Gan Eden y fue decretada la mortalidad sobre él y sobre su descendencia, e incluso la tierra descendió de su nivel y comenzó a producir espinas y cardos. Sin embargo, el castigo no condujo al aprendizaje de enseñanza alguna. Cain asesinó a su hermano Hevel. En la generación de Enosh -el nieto del primer Adam- se comenzó a incurrir en el pecado de la idolatría, luego, las transgresiones avanzaron hacia el robo, el adulterio y el asesinato. En paralelo a los pecados de los seres humanos, la naturaleza de los animales se tornó más insensible y cruel, comenzaron a devorarse unos a otros hasta que se decretó la destrucción de todo ser vivo. Tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 6:11-14): «Se pervirtió la tierra ante Elokim y se colmó la tierra de violencia. Vio Elokim la tierra y he aquí que estaba pervertida, pues pervirtió toda creatura su senda sobre la tierra. Dijo Elokim a Noaj: ‘El fin de toda creatura ha llegado ante Mí, pues se ha colmado la tierra de violencia, por causa de ellos, por eso los voy a destruir con la tierra. Haz para ti un arca de madera resinosa…'»

Solamente Noaj, sus hijos y quienes con él entraron al arca lograron salvarse de las aguas del diluvio, y al salir se les encargó la misión de volver a construir el mundo desde sus cimientos, teniendo el recaudo de observar siete leyes fundamentales que son la base de la moral humana. Solamente después de que el sistema ético básico entre el hombre y su prójimo se construya como corresponde, el ser humano podrá continuar elevándose en sus vínculos morales hacia los demás seres vivos. Para ello, es necesario establecer un límite claro entre el ser humano que fue creado a imagen y semejanza de D’s y los animales, a los efectos de realzar la misión y la responsabilidad del hombre, el hecho de que solamente sobre este recae el deber de reparar y elevar el mundo.

Una manifestación clara de ello es que tras el diluvio se les permitió a los hombres comer carne animal, bajo la severa advertencia de que no se asesinen seres humanos que fueron creados a imagen y semejanza de D’s. Tal como fue dicho (ídem 9:1-6): «Bendijo Elokim a Noaj y a sus hijos y les dijo: ‘Fructificaos y multiplicaos y colmad la tierra. Vuestro temor y vuestro predominio sea sobre todo animal de la tierra y sobre todo ave de los cielos y en todo lo que se arrastra sobre la tierra y en todos los peces del mar. En vuestra mano han sido dados. Todo lo que se mueve, todo lo que vive, para vosotros será para comer, como la verdura y las plantas, a vosotros os he entregado todo. Pero, carne con su vida — su sangre — no habréis de comer. Pero vuestra sangre — vuestra vida — demandaré: de todo animal la demandaré y del hombre: — de mano del hombre y su prójimo — inquiriré por la vida del hombre. El que derramare la sangre del hombre, por medio del hombre su sangre será derramada. ¡Pues a la Imagen de Elokim, hizo al hombre!'» (de acuerdo con nuestro maestro el Rav Kuk en su artículo ‘Jazón Hatzimjonut Vehashalom’ 6-9).

Es preciso agregar que a raíz de los pecados del primer Adam y de las generaciones que precedieron al diluvio los ecosistemas colapsaron y los vegetales ya no resultaron suficientes para nutrir al ser humano. Esto es, el descenso moral llevó a la conformación de una nueva situación ecológica en la cual los seres humanos precisaban ingerir carne. Si bien ello no es el ideal, se trata de una causa de fuerza mayor que no es reprochable. Ello también implica un cierto grado de justicia, ya que gracias a Noaj los animales se salvaron del exterminio del diluvio, por lo que sus descendientes tienen el derecho a comerlos para subsistir.

En el estado actual de cosas, si dejamos de consumir carne, no resulta claro que ello redundaría en el beneficio de las especies cuya carne acostumbramos a consumir, ya que si no las continuamos criando para fines comestibles su número se habrá de reducir considerablemente. En la actualidad, su número está en ascenso, y si se liberase a todos los animales y a todas las aves de corral, en poco tiempo quedarían escasos ejemplares de estas especies (ver en Rabenu Bejaié, Radak, Malbim a Bereshit-Génesis 1:29 y Malbim y Rabí Shimshón Rafael Hirsch a ídem 9:3).

02- ¿Es correcto educar al vegetarianismo?

Nuestro maestro el Rav Kuk escribió que, si bien desde un punto de vista ideal sería bueno que el ser humano no se alimentara de carne de animales, de todas maneras, en vistas de nuestro estado moral presente no se debe inducir a las personas a abstenerse de su consumo, pues tras el diluvio, al verificarse cuán bajo puede caer el hombre, la Torá procuró orientarlo hacia su rol principal, que es el de la reparación de las relaciones con su prójimo. Esto es así en virtud de que resulta claro que existe una enorme diferencia entre el nivel del ser humano y el del animal, por cuanto que Adam fue creado a imagen y semejanza de D’s, y por ende posee una consciencia y un aparato emocional desarrollados, y cuando se le comete una injusticia se siente infinitamente más dolido que un animal, al tiempo que cuando los seres humanos se tratan entre sí con honestidad y cariño, se genera entre estos una sinergia que puede traer la redención al mundo.

Por lo tanto, a los efectos de poner de manifiesto como corresponde la demanda moral que encierran las máximas «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Vaikrá-Levítico 19:18) y «aquello que es odioso para ti no se lo hagas a tu compañero» (Tratado de Shabat 31(A)), la Torá nos ordenó que, de momento, renunciemos al ideal moral de no dañar a los animales (el Rav Kuk en Jazón Hatzimjonut Vehashalom 6-7). Así, está permitido faenar animales para comerlos, y tal como dijeran nuestros sabios, de bendita memoria (Tratado de Kidushín 82(A)), todos los seres vivos fueron creados para servir al ser humano, y en el actual nivel ético-moral del mundo ello se refiere a que también está permitido comerlos.

Más aun, si nos dedicásemos intensamente a educar en la compasión y el amor a los animales, en vez de beneficiarlos, destruiríamos los vínculos éticos entre los seres humanos, ya que aquellas personas que carecen de una moral suficientemente desarrollada pensarían para sí: «Dado que de todas maneras no nos cuidamos de no matar animales ni nos abstenemos de comerlos, podemos también matar a aquellos seres humanos que se interpongan en nuestro camino y quizás también comer de su carne». A su vez, otros malvados dedicarían todas sus virtudes al cuidado de los animales, ya que todo villano posee una chispa de buen corazón en su interior, y una vez que hubieren acallado su consciencia por medio de una conducta benevolente con sus mascotas, se permitirían robar, expoliar y matar a los seres humanos. Por lo tanto, en la actualidad no se debe impulsar a las personas a que no consuman carne. Se puede decir que mientras los seres humanos posean el deseo de ingerirla, ello es una señal de que todavía no llegamos a la etapa en la cual abstenerse de su consumo resulte ser un valor ético (Jazón Hatzimjonut Vehashalom 4:6:11).

Sin embargo, en un futuro el mundo en su totalidad habrá de elevarse, y tal como dijeran los sabios de la Cabalá, los animales se elevarán y se desarrollarán a un grado en el cual podrán hablar (Sha’ar Hamitzvot del Arízal a Parashat Ekev). E incluso su nivel moral se modificará por completo, tal como dijera el profeta (Ishaiahu-Isaías 11:6-9): «Morará el lobo con el cordero y el leopardo con el cabrito yacerá. El becerro y el cachorro y el cebón juntos estarán y un joven mozo los conducirá. Y la vaca y la osa pacerán, juntas yacerán sus crías, y el león cual vacuno comerá paja.  Y te deleitará el infante en la madriguera de la víbora y hacia la hura del basilisco el destetado su mano tenderá. No harán el mal y no dañarán en toda la montaña de Mi Santuario; ya que estará colmada la tierra del conocer a HaShem tal como las aguas del mar al lecho recubren».    Entonces, todos comprenderán que no es correcto matar animales y no habrá quien desee ingerir su carne. Tal como dijera el profeta (Oshea-Oseas 2:20): «y les concertaré un pacto en aquel día, con las fieras del campo y con las aves de los cielos y con los reptiles de la tierra, el arco, la espada y la guerra quebraré de la tierra» (Jazón Hatzimjonut Vehashalom 12:32).

03- El precepto de ingerir carne en Shabat y en las comidas de mitzvá

Es preceptivo ingerir carne en Shabatot y festividades, ya que es mandato de la Torá el deleitarse en el día sagrado y alegrarse en el festivo, y la mayoría de las personas se deleitan y regocijan por medio de la ingesta de carne (Shulján Aruj Oraj Jaím 250:2, Mishná Berurá 242:1, Pninei Halajá Shabat 7:2, Mo’adim 1:9). En tiempos en los que el Templo de Jerusalém estaba en pie, era incluso preceptivo comer la carne proveniente de los sacrificios.

Aparentemente, cabe preguntarse ¿cómo es posible que la ingestión de carne que según el ideal inicial estaba prohibida se transformó en precepto? La respuesta es sencilla: dado que nuestra situación moral cambió, en la práctica, comer carne en la actualidad no conlleva problema ético alguno, y dado que es preceptivo alegrarnos en Shabat y en los días festivos, y dado que su ingesta alegra, por ende, resulta preceptivo consumirla.

Los sabios de la Cabalá explicaron además que en nuestra actual situación comer carne resulta valioso, ya que a raíz del pecado el mundo entero descendió de nivel. Tanto el mundo mineral como el vegetal, el animal y el parlante cayeron de nivel y se entremezcló en ellos el mal. Cuando los hijos de Israel comen carne de animales según las reglas de la kashrut y con la intención de fortalecerse en el servicio a D’s, el aspecto negativo de la carne se separa del bueno, quedando como desperdicio, al tiempo que el aspecto positivo se eleva, es absorbido por el cuerpo y da al comensal bríos para realizar buenas acciones. Este es el orden de la reparación: el reino vegetal se nutre del reino mineral y de ese modo eleva el bien de este último al suyo propio. Cuando el animal se nutre de un vegetal, eleva el bien de la planta a su propio nivel. Y cuando el hombre come del reino animal, se conduce éticamente y se apega a HaShem, la carne ingerida se eleva al nivel humano. De este modo, por medio de esta escalera alimentaria se devuelve al mundo entero a su nivel original (Sha’ar Hamitzvot del Arízal a Parashat Ekev).

Esta reparación de la carne tiene lugar de manera muy especial durante las comidas sabáticas y festivas, en las comidas de mitzvá, por ejemplo, por la celebración de un casamiento o de un Brit Milá. Entonces, la carne se transforma en partícipe de la alegría preceptiva y ayuda a su concreción. Sin embargo, en las comidas opcionales (reshut), dijeron los sabios cabalistas que la reparación no siempre se lleva a cabo, ya que, tras la ingesta, el individuo no siempre se comporta adecuadamente, resultando que la carne ingerida no participa de ninguna corrección o elevación. Por ello, hay personas piadosas que se abstienen de comer carne en comidas no preceptivas (se’udot reshut) por temor a no poder elevar la carne como es debido.

04- El permiso dado al pueblo de Israel para comer carne

En un inicio, cuando los hijos de Israel estuvieron cuarenta años en el desierto viviendo en la cercanía del Tabernáculo y su altar, les fue autorizado comer carne animal solamente en el marco de los sacrificios pacíficos (korbán shelamim). Una vez que la ofrenda era faenada, y los cohanim asperjaban su sangre sobre el altar, quemaban los sebos (jelev) sobre el fuego y tomaban su parte del animal sacrificado, los hijos de Israel podían comer de su carne en estado de pureza.

A partir del momento en que ingresaron a la tierra de Israel y se establecieron a lo largo y a lo ancho de su territorio, ya lejos del sitio del Santuario, se les permitió faenar animales en todo lugar y comer de su carne sin ofrendarla a modo de sacrificio sobre el altar. Tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 12:21): «Pero si estuviere distante de ti el lugar que habrá de elegir HaShem tu D’s, para establecer Su Nombre allí; sacrificarás de tus vacunos y de tus ovinos -lo que te ha dado HaShem a ti- como te he ordenado. Y comerás en tus ciudades con todo el deseo de tu ser». De esto resulta que en un inicio la carne que comieron los hijos de Israel en el desierto estaba consagrada por la santidad de la ofrenda de shelamim, y cuando pudieron entrar a la tierra sagrada, tuvieron el privilegio de que la santidad se expandiera en todos los confines del país, por lo que se les autorizó ingerir carne en todas partes por medio de su faena de acuerdo con la Halajá.

Puede decirse, que por el mérito de que los hijos de Israel se santifican por medio del servicio a D’s, tienen un nivel superior al de los animales, y es por ello por lo que pueden ingerir carne, aunque no sea en el marco de la ofrenda de un sacrificio. Más aún, gracias a que los hijos de Israel pudieron ofrendar sacrificios a HaShem por precepto de la Torá, pueden extender la santidad del sacrificio a su comida, pues cuando los judíos comen en aras de servir al Cielo, su ingesta se asemeja a la de un sacrificio en el Santuario, el alimento se eleva a un nivel vinculado al servicio Divino y asciende de este un aroma grato para HaShem, similar al de una ofrenda en el Templo.

En el caso de Noaj vemos que gracias a los sacrificios ofrendados se le permitió ingerir carne, ya que antes del diluvio le fue dicho (Bereshit-Génesis 7:1-3): «Dijo HaShem a Noaj: Entra tú y toda tu familia al arca, pues a ti te he visto justo ante Mí, en esta generación. De todo animal puro tomarás siete parejas: macho y su hembra, y de los animales que no son puros, dos: macho y su hembra. También de las aves de los cielos siete parejas: macho y su hembra, para hacer vivir simiente sobre la faz de toda la tierra». Después que concluyera el diluvio y Noaj saliera del arca entendió que HaShem le había ordenado traer al arca de las especies puras siete parejas para poder ofrendarlas. Y así lo hizo: «Erigió Noaj un altar para HaShem, tomó de todos los animales puros y de todas las aves puras y ofreció holocaustos en el altar» (ídem 8:20). Tras ello, se le permitió tanto a Noaj como a su simiente comer carne (ídem 9:2-3).

05- El permiso de comer carne y el peligro de la exacerbación del instinto

Si bien al hombre se le permitió comer carne, este debe cuidarse de sobremanera del deseo exacerbado (taavá) que se involucra en su ingestión, ya que vimos que este hizo pecar a los hijos de Israel (Bamidbar-Números 11:4): «Empero el vulgo que estaba en su seno deseó intensamente, volvieron y lloraron también los hijos de Israel y dijeron: ‘¿Quién nos dará de comer carne?'» Y Moshé Rabenu se quejó por ello ante D’s: «De dónde tengo yo carne para dar a todo este pueblo? Ya que ellos lloran ante mí diciendo: ‘Danos carne para que comamos‘. No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, ya que es muy pesado para mí» (ídem 13-14).

Entonces, le fue ordenado a Moshé responder a los hijos de Israel que su castigo consistirá en que su pedido se habría de cumplir «hasta que os salga (la carne) de vuestras narices y sea extraño para vosotros. Puesto que habéis aborrecido a HaShem, que está en vuestro seno, y habéis llorado ante Él diciendo: ¿Para qué es esto que hemos salido de Egipto?» (ídem 20). «Empero un viento se había desencadenado -de HaShem- e hizo volar codornices del mar, …  Se levantó el pueblo, todo el día aquél y toda la noche y todo el día siguiente, y recogieron codorniz; el que poco, recogió diez jomarím (medida de volumen muy abundante) y las tendieron y las desparramaron para ellos en derredor del campamento.  La carne aún estaba entre sus dientes, todavía no se había cortado, empero el furor de HaShem se encendió contra el pueblo y acarreó HaShem sobre el pueblo una plaga muy grande. Llamó el nombre de aquel lugar – Kivrot Hataavá –’las tumbas del deseo’- pues allí habían sepultado a la gente que había tenido deseo» (ídem 31-34).

De esto aprendemos para todas las generaciones cuán severa y peligrosa puede ser la pasión exacerbada de la ingesta de carne, que logra extinguir la vela del alma y ocasionar la muerte al cuerpo.

A los efectos de alejarnos de la posibilidad de ser arrastrados en exceso por la ingesta de carne, la Torá llamó a esta pasión ‘taavá’, ‘deseo excesivo’, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 12:20): «Cuando ensanche HaShem tu D’s tu territorio, como Él te lo ha hablado, y digas: ‘Voy a comer carne’, -cuando desee (teavé) tu ser comer carne- con todo el deseo (avat) de tu ser, podrás comer carne». Y, si como vemos aquí, la ingesta de carne se ve acompañada de un deseo desmedido, resulta oportuno contenerlo. En ese sentido, dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 84(A)): «La Torá nos enseña una conducta apropiada y es que una persona no ingiera carne a menos que le apetezca», esto es, cuando realmente desea comerla.

De estos versículos nuestros sabios nos enseñaron también que es preciso tener el recaudo que el deseo por la carne no haga que la persona dilapide en él su dinero, tal como fue dicho «Cuando ensanche HaShem tu D’s tu territorio, como Él te lo ha hablado, y digas: ‘Voy a comer carne'», solamente cuando se alcance el bienestar económico corresponde que una persona se permita a sí misma comprar carne.

Asimismo, nuestros sabios detallaron, en base a lo que fuera dicho «sacrificarás de tus vacunos y de tus ovinos» – comerás solo una parte de tu rebaño y de tu ganado para que estos puedan seguir creciendo y multiplicándose. Esta es una buena regla general para aplicar al consumo de productos suntuarios, que una persona gaste solo un poco de su dinero en lujos y ahorre la mayoría para cuestiones más importantes o para invertirlo inteligentemente (según Tratado de Julín 84(A)).

06- Preceptos que expresan compasión durante la faena de los animales

Si bien se permite ingerir carne de animales, la Torá nos enseña a tratarlos de manera compasiva por medio de una serie de preceptos, con la intención de dirigir nuestra atención a la existencia de un problema de índole moral vinculado a su ingesta, y prepararnos así para la era futura en la cual dejaremos de comerla. Repasaremos brevemente seis preceptos de la Torá que se ocupan de esta cuestión:

1) La prohibición de comer un trozo de un animal vivo –“ever min hajai”-, esto es, se prohíbe arrancar un órgano de un animal mientras este se encuentra aún con vida y comerlo. El motivo es sencillo, cortar un trozo de un animal vivo, contemplar su dolor y su sufrimiento y posteriormente disfrutar del sabor de su carne es de una crueldad espantosa. Este precepto recae también sobre los hijos de Noaj (los gentiles), pues si bien tienen permitido comer cualquier animal, de todas maneras, pueden hacerlo solamente después de haberlo matado.

2) Faena. Se nos ordenó faenar el animal doméstico (behemá, por ejemplo, vacas y ovejas) aplicándole un corte en el cuello, y todo animal que no sea degollado entra en la categoría de nevelá (cadáver impuro) y su ingestión queda prohibida. Lo mismo ocurre con las aves y los animales salvajes (jaiá, se refiere, por ejemplo, a ciervos). Si bien el precepto de faenar es una ley (jok) cuyo motivo o significado no comprendemos por completo, resulta claro que encierra una expresión de compasión, tal como se explicará más adelante (18:3).

Respecto de las aves, dado que se encuentran en un nivel de desarrollo más bajo que el de los animales domésticos o salvajes, se nos ordenó cortar solamente uno de los conductos del pescuezo (simanim) y no los dos. En el caso de los peces y los saltamontes o langostas, cuyos sistemas nerviosos están menos desarrollados y su percepción del dolor es más amorfa – no se nos ordenó faenarlos en absoluto y no se incluyen en la prohibición de comer un trozo de un animal vivo (ver adelante 15:1 en la segunda regla general, 17:7-8 y 18:11).

3) No ingerir la sangre de un animal o un ave. El autor de Sefer Hajinuj explicó (precepto 148) que la ingesta de sangre resalta la crueldad, ya que la sangre de animales y de las aves se asemeja a la humana, y en esta reside la vitalidad de los seres vivos.

4) Es preceptivo cubrir la sangre de los animales o las aves tras su faena (ver adelante 18:9-10). Puede decirse que comer carne mientras la sangre del animal o el ave se encuentra derramada sobre el suelo implica un elemento de crueldad. Asimismo, cubrir la sangre expresa un determinado sentimiento de vergüenza por haber tenido que matar animales para comer su carne.

5) No faenar a un animal y a su cría en un mismo día (ver adelante 18:8). Esto es, a pesar de que se nos permite faenar animales para comer su carne, la Torá nos ordenó que no degolláramos en un mismo día a la madre y a su cría pues ello implica un aspecto de crueldad (Hajinuj 294). Asimismo, se teme que el matarife degüelle a la cría frente a su madre o viceversa intensificando así su sufrimiento (Moré Nevujim 3:48).

6) También el precepto de ahuyentar a la madre del nido antes de tomar los huevos (shiluaj haken), según muchos de los comentaristas, está destinado a evitar su sufrimiento (ver adelante cap. 16).

Vemos entonces que, si bien la Torá nos autorizó a comer carne, quiso evitar que en virtud de ello nos deteriorásemos moralmente incurriendo en la crueldad y la insensibilidad hacia el sufrimiento de los animales. Por ello, nos enseñó una serie de preceptos dirigidos a no incrementar su dolor (ver adelante 15:9 en lo que respecta al sufrimiento de los animales en la industria alimentaria).

Contents

Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
Ordenar ahora