17 – La kashrut de los animales

01- Las limitantes y las prohibiciones asociadas a la ingestión de carne

Tal como ya aprendimos (capítulo 14) la ingesta de carne es un tema complejo y posee diferentes aristas. Por una parte, su consumo le confiere al ser humano grandes bríos, tanto físicos como mentales, y hacerlo en aras del Cielo encierra también un valor inherente de reparación y mejoramiento del mundo. Por otra parte, el deseo de comer carne puede arrastrar al ser humano a la pasión desmedida y a la crueldad. La regla es que en la medida que un alimento provee de mayor vitalidad, beneficio y deseo, la Torá le dedica más preceptos a los efectos de guiarnos y orientarnos hacia el lado virtuoso. Por ello, en lo que respecta a la ingestión de carne existe una mayor cantidad de preceptos y de prohibiciones.

Estos son los preceptos vinculados a la ingestión de carne: 1) No comer animales domésticos o salvajes (behemot o jaiot) impuros tales como el caballo o el león. 2) No comer aves impuras tales como el avestruz, el buitre o el halcón. 3) No comer peces impuros tales como el bagre. 4) No comer saltamontes o langostas impuros. 5) No comer gusanos y larvas (sheratzim) rastreros, voladores o acuáticos como el sapo, el camarón y la langosta. 6) Faenar animales domésticos, salvajes y aves. 7) No ingerir su sangre. 8) Cubrir la sangre de los animales salvajes y de las aves. 9) No ingerir el sebo de los animales domésticos. 10) No ingerir un animal muerto que no haya pasado faena (nevelá). 11) No comer un animal que al ser faenado se le haya descubierto un defecto a su cuerpo (trefá). 12) No comer un trozo de un animal vivo (ever min hajai). 13) No comer el nervio ciático (guid hanashé). 14) No cocinar carne con leche, no comer de la cocción conjunta de estos alimentos ni obtener de ella beneficio (Rambám en su introducción a sus Hiljot Maajalot Asurot detalló estos preceptos en veintiún mandamientos).

Hay preceptos cuyo significado se entiende, como es el caso de honrar a los padres, dar tzedaká, o la prohibición de asesinar, que aunque no estuvieran escritos en la Torá correspondería que los observáramos por propia iniciativa, y reciben el nombre de sentencias (mishpatim). Hay otros preceptos que si no estuvieran escritos en la Torá no se nos ocurriría observarlos, como es el caso de la prohibición de vestir una prenda confeccionada con lana y lino a la vez (shaatnez), o la prohibición de ingerir determinados alimentos, y estos son denominados leyes (jukim). En cierto aspecto, la observancia de los jukim expresa en mayor manera la fe y el apego a HaShem porque los cumplimos solamente por el hecho de que D’s, bendito sea, así lo ha ordenado y no por motivo humano alguno. Desde este punto de vista, por medio de este tipo de preceptos nos santificamos en mayor grado, y por ello corresponde tener el recaudo de no encontrarles motivos humanos que pudieran afectar negativamente su significancia divina y sagrada. En este sentido, nuestros sabios dijeron: “que una persona no diga no deseo comer carne de cerdo por ser desagradable, sino que diga: deseo ingerirla, pero ¿qué puedo hacer si mi Padre Celestial me lo prohibió?” (Sifra Kedoshim 128, Rashí Vaikrá 20:26).

Tras el reconocimiento fundamental de que no tenemos la posibilidad de comprender el motivo de las leyes de la Torá, sí está a nuestro alcance contemplar los valores y los significados que podemos aprender de ellas.

El fundamento más importante que está vinculado al mero hecho de que estos preceptos sean jukim, es la diferenciación que generan entre el pueblo de Israel y las demás naciones del mundo. El Santo Bendito Él creó numerosos animales en el mundo, y luego de autorizar a los seres humanos que coman de la carne de todos ellos, nos separó de las demás naciones, nos consagró con Sus preceptos y nos permitió ingerir únicamente a las especies puras prohibiéndonos las impuras. Tal como fue dicho (Vaikrá 20:23-26): “…y no os encaminéis en pos de las normas de la nación, la que Yo expulso de ante vosotros, ya que todo esto ellos han hecho, y los he repudiado. Empero os dije: vosotros poseeréis su tierra, y Yo os la daré a vosotros para poseerla, una tierra que mana leche y miel. Yo soy HaShem vuestro D’s, que os he distinguido a vosotros de entre los pueblos.  Habréis de distinguir entre el animal impuro y el puro, y entre el ave pura e impura. Y no haréis impuras vuestras almas con los animales y con las aves, y con todo lo que repta sobre la tierra, lo que Yo he hecho distinguir para vosotros, para declarar impuro. Seréis para Mí consagrados, ya que santo soy Yo HaShem, y os distinguí a vosotros de entre los pueblos, para que seáis para Mí”. Dijeron nuestros sabios (ídem en el libro de Sifra): “Así como Yo soy santo, de igual manera vosotros debéis serlo, así como Yo estoy apartado (de las cosas bajas) también ustedes habréis de estarlo… si es que habréis de separaros de las demás naciones – entonces estaréis consagrados a Mi Nombre, y si no, perteneceréis a Nabucodonosor rey de Babilonia y sus compañeros” (los monarcas de las demás naciones que sojuzgarán al pueblo de Israel). He aquí que previo a todo motivo o significado, las leyes de la kashrut generan una diferenciación entre los hijos de Israel y las demás naciones, lo cual les ayuda a preservar su identidad singular como pueblo de D’s y difusor de Su mensaje en el mundo.

02- Las especies puras y las impuras

La Torá dividió a los animales en cuatro categorías: 1) Animales domésticos y salvajes (behemot y jaiot, esto es, mamíferos). 2) Peces. 3) Aves. 4) Reptiles, larvas e insectos (sheratzim, incluidos aquellos que son rastreros, los acuáticos y los voladores, entre los que se encuentra los saltamontes o langostas que son puros). En todas estas categorías hay especies puras e impuras, tal como se explicará más adelante en el presente capítulo.

La Torá estableció señales para diferenciar entre los animales, los peces y los insectos tanto puros como impuros. Asimismo, enumeró una lista de aves que no son puras para enseñarnos que las demás sí lo son.

Algunas de las grandes eminencias medievales (rishonim) señalaron que las especies puras comparten una característica distintiva y es que se alimentan de hierbas y tienen un temperamento afable, al tiempo que las especies impuras son depredadoras e irascibles. Dado que el alimento que el ser humano ingiere influye sobre su alma, la Torá ordenó no comer especies que tienden a la crueldad (Rambán, Rabenu Bejaié y Abarbanel a Vaikrá-Levítico 11, Akedat Ytzjak Sheminí 60).

Hay quienes escribieron que las especies puras son sanas para su ingestión al tiempo que las impuras no lo son (Moré Nevujim 48). Muchos se opusieron a mencionar este argumento ya que no corresponde reducir la Torá a un mero libro medicinal. Además, no hemos visto que los gentiles sean menos sanos físicamente que los judíos, sino que el objetivo de los preceptos es santificar al pueblo de Israel y reparar sus almas, y un judío que ingiere alimentos prohibidos la impurifica. Por ese motivo la Torá denominó ‘impuras’ a las especies que no debemos comer (Akedat Ytzjak Sheminí 60, Abarbanel a Vaikrá-Levítico 11).

En este sentido, nuestros sabios explicaron (Tratado de Yomá 39(A)) que “el pecado atonta el corazón del hombre, tal como fue dicho (Vaikrá 11:43): “…no os mancillaréis con ellos ya que os impurificarán”, no leas ‘impurificarán’ sino ‘atontarán’ (en el vocablo hebreo נטמתם con diferente puntuación e idénticas letras pueden leerse ambas acepciones , N. de T.), esto es, que todas las transgresiones y especialmente la ingesta de alimentos prohibidos atontan al corazón impidiéndole captar cuestiones espirituales vinculadas a la santidad. Desde este punto de vista, la prohibición de ingerir alimentos prohibidos es más grave que las demás prohibiciones, porque cuando uno de estos ingresa al cuerpo se asimila en él y lo afecta negativamente (Rambán, Rabenu Bejaié, Akedat ytzjak, Abarbanel y Malbim a Vaikrá-Levítico 11).

03- Señales de pureza en animales domésticos (behemot) y salvajes (jaiot)

La Torá nos dio dos señales para diferenciar a los animales puros, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:2-3): “Estos son los animales que podréis comer de entre toda la fauna que está sobre la tierra. Todo animal de pezuña partida, hendida en mitades y que rumia -entre los animales- a él podréis comer”.

La primera señal: “pezuña partida hendida en mitades”. La pezuña es una cobertura dura, una especie de uña gruesa o hueso blando que crece sobre la planta de la pata del animal y por medio de la cual pisa sobre el suelo sin lastimarse. “Hendida en mitades” significa que la planta de la pata y su pezuña están partidas, o sea, divididas en dos partes.

La segunda señal: “que rumia”. Las especies puras que se alimentan de hierbas cuya digestión es difícil y prolongada, poseen un sistema digestivo especial compuesto de cuatro estómagos: 1) rumen, 2) retículo, 3) omaso y 4) abomaso o cuajar. En un inicio, los rumiantes arrancan el pasto y lo tragan. De allí desciende al rumen donde pasará una digestión primaria. De allí pasa al retículo donde cobra la forma de numerosas esferas. Luego asciende nuevamente a la boca donde pasará por una prolongada masticación y a eso se lo denomina ‘rumiar’. Posteriormente, desciende al omaso y de allí al abomaso.

Cuatro especies poseen una señal que las asemeja a los animales puros, pero por cuanto que no cuentan con las otras dos señales – resultan ser impuras. Estas son: el camello, el conejo, la liebre y el cerdo. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:4-6): “Empero éste no comeréis de entre los que rumian o los que tienen pezuña partida”. Tres de ellos son rumiantes, pero no poseen pezuña partida, tal como fue dicho: “el camello, pues él es rumiante empero no tiene pezuña partida; impuro es para vosotros, y el conejo, porque es rumiante empero no tiene pezuña partida, impuro es para vosotros, y la liebre, porque es rumiante empero no tiene pezuña partida, impura es para vosotros”. Sin embargo, en la práctica, la liebre y el conejo no son rumiantes en el sentido más aceptado del concepto, pero como sus bocas parecen estar permanentemente ocupadas masticando al igual que las de los rumiantes, y además la liebre come sus propias heces y parece rumiar, la Torá escribió que son impuros por cuanto que no poseen pezuña partida (Rabí David Tzví Hoffman ídem). El cerdo posee pezuña partida, pero no rumia, y por ello es impuro, tal como fue dicho (ídem 7): “Y el cerdo, porque tiene la pezuña partida, hendida en mitades, empero no es rumiante, impuro es para vosotros”.

Nuestros sabios nos indicaron otra señal patente en lo que respecta a las especies puras y es que carecen de dientes en la parte anterior de la mandíbula superior. Otra, que la carne que se encuentra debajo del hueso de la cola tiene forma cuadriculada. No obstante, el ‘asno salvaje africano’ (Equus africanus) también comparte esta característica y es impuro (Tratado de Julín 59(A)). Asimismo, nos dieron otra señal y es que la leche de los animales puros puede transformarse en queso mientras que la de las especies impuras no (Tratado de Avodá Zará 35(A)). Otra señal mencionada es que todo aquel que posee cuernos es puro, pero no hay consenso en cuanto a que se trate de un distintivo claro (Tratado de Nidá 51(B), Tratado de Julín 59 (A) y (B), Tosafot ‘אלו’).

En términos generales, las señales dadas por la Torá a las especies puras se refieren a que se alimentan de hierbas y no son depredadoras, y dado que el pasto es de difícil digestión en virtud de la abundante cantidad de celulosa que contiene, HaShem les prodigó un aparato digestivo sofisticado y la posibilidad de rumiar para que puedan continuar masticando su alimento y así digerirlo. En vez de garras para clavar en su presa poseen pezuñas partidas destinadas a ayudarles a correr por las montañas y trepar sobre altas rocas para encontrar allí pasto, comerlo con rapidez y escaparse ágilmente de los depredadores, para poder rumiar tranquilamente en un sitio seguro. También los dientes anteriores que le faltan en la mandíbula superior expresan el hecho de que no son depredadores y que están destinados a masticar hierbas. Otro tanto ocurre con los cuernos, los cuales están destinados a defenderse y no a atacar. A pesar de ello, las especies puras logran mantenerse bien en el mundo, para enseñarnos que, si estamos dispuestos a esforzarnos y contentarnos con poco, es posible encontrar un buen sustento sin tener que depredar.

04- Las especies puras y sus leyes

La Torá enumeró diez especies puras, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 14:4-5): “Estos son los animales que podréis comer: buey, cordero y cabra. Ciervo, gacela y gamo; cabra montesa, antílope, búfalo y gamuza”. Las tres primeras especies son domésticas (behemot) y las siete siguientes son salvajes (jaiot bar).

Si bien en la cuestión de las señales de pureza no hay diferencia entre los animales domésticos y los silvestres o salvajes, siendo todos aptos para su ingestión, de todas maneras, los sacrificios se ofrendan únicamente de los primeros. Como continuación de ello, existe un precepto especial en el caso de las behemot y es que se prohíbe ingerir su sebo, esto es, aquellas grasas que solían ser quemadas sobre el altar del Templo. Por otra parte, existe un precepto especial en lo que respecta a los animales salvajes o silvestres y las aves, en cuanto a que resulta necesario cubrir su sangre con tierra tras su faena (ver adelante 18:9-10).

Dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 63(B)): Es evidente y sabido para Quien creó el mundo con Su palabra que los animales impuros son más numerosos que los puros, por lo tanto, la Torá enumeró a los puros. No obstante, al igual que todas las demás especies de la naturaleza, las diez especies puras también se dividen en diferentes razas.

La identidad de las tres especies domésticas es conocida, dado que son criadas, y por ende su tradición no ha sido olvidada. En primer lugar, el buey, y en forma específica el macho que es denominado toro o buey, la hembra que recibe el nombre de vaca, los jóvenes llamados terneros y terneras y la familia en su conjunto es conocida como ganado vacuno (bakar). Esta especie cuenta con numerosas razas, entre ellas: Damascena, Holstein, Hereford y Brahman.

La segunda especie es el cordero. Al macho se lo llama carnero, a la hembra oveja y a los jóvenes borregos y borregas. Entre ellos hay diferentes razas, por ejemplo: Merino, Awasi y Oveja de Cola Gorda (Ovis orientalis).

La tercera especie es la cabra. Al macho se le llama chivo o macho cabrío, a la hembra chiva y a los más jóvenes cabritos y cabritas. También entre las cabras encontramos numerosas razas, entre ellas la criolla (báladi) y la alpina. A los corderos y a las cabras se las denomina ganado ovino o caprino (tzón).

La identidad de las siete especies de animales silvestres o salvajes que crecen en la naturaleza cayó en el olvido en virtud del paso de los años y los diferentes exilios, y en la actualidad tenemos la certeza de conocer mediante la tradición a dos especies: el ciervo y la gacela. No obstante, en la práctica, dado que las señales de pureza de los animales son claras, todo aquel que las posea estará permitido comerlo. Y así se dictó la halajá en lo que respecta al cebú (Kol Mevaser 1:9).

Según la división comúnmente aceptada por las ciencias zoológicas en la actualidad, todas las especies de animales puros pertenecen a los mamíferos de dedos pares en la subserie de los rumiantes. Sin embargo, en la práctica, a los efectos de declarar una especie como apta para ser ingerida, es preciso que personas expertas y temerosas del Cielo revisen detenidamente las características del animal, y en caso de que le encuentren las señales de aptitud, la especie será kasher.

05- Las aves

Respecto de las aves, la Torá no nos ha brindado señales de pureza, sino que únicamente ha listado las especies impuras. Tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 14:11-18): “Cualquier ave pura podréis comer. Y esto es lo que no comeréis de ellos: el águila y el quebrantahuesos y el águila marina. El buitre y el halcón y el milano en todas sus especies. Cualquier cuervo en todas sus especies.  El avestruz, la lechuza, la gaviota el gavilán en todas sus especies. El búho, el ibis y el cisne. El pelícano y el calamón y el somorgujo. La cigüeña y la garza en todas especies, y la abubilla y el murciélago” (otro tanto fue dicho en Vaikrá-Levítico 11:13-19).

Dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 63(B)): Es sabido y revelado ante Quien creó el mundo por medio de Su palabra, que las aves puras son más numerosas que las impuras, por lo tanto, el texto enumera las impuras, para así enseñarnos que todas las demás son puras.

Nuestros sabios resumieron la cuestión señalando que existen veinticuatro especies impuras y aquel que las conoce todas por sus nombres y las distingue por sus señales puede determinar que en efecto todas las demás especies son puras. Sin embargo, esta tradición se perdió durante los años del exilio. No obstante, nuestros sabios nos dieron algunas señales para diferenciar entre un ave pura y una impura. Toda ave que es de rapiña (dorés), o sea, que mata a su presa con sus garras, es impura. Y si cuando se la coloca sobre un hilo separa sus garras colocando dos de un lado del hilo y dos del otro, resulta claro que es impura.

Respecto de un ave sobre la cual se duda si es o no de rapiña, si posee una garra de más, y tanto su buche o pescuezo (zepek) como su estómago muscular (kurkeván) se pueden pelar, es sabido que es pura. Si se sabe que un ave determinada no es de rapiña, alcanza con que exhiba una sola señal de estas tres para que se la considere pura (Tratado de Julín 59(A), Tur Beit Yosef 82:2, Siftei Cohen 4).

Sin embargo, en la práctica, los sabios medievales escribieron que dado que siguiendo las señales mencionadas hubo casos en los cuales se consideró a pura un ave y luego se llegó a la conclusión de que se trataba de una de rapiña y era impura (ver Tratado de Julín 62(B)), en la actualidad no se acostumbra a confiar en las señales y se comen únicamente aquellas aves respecto de las cuales existe una tradición probada de pureza (Rashí, Rosh, Shulján Aruj y Ramá 82:2-3).

Recordemos algunas de las especies de aves puras que suelen ingerirse en la actualidad: la más común es el pollo, y es seguida por el pavo. Asimismo, se acostumbra a consumir el ganso y el pato domésticos, el cisne común, las palomas (la doméstica y la torcaz), la tórtola común, el gorrión y la codorniz.

Los comentaristas explicaron que dado que el ave es más espiritual que los animales silvestres (jaiot), la mayor parte de sus especies son puras. Sin embargo, es probable que por estar más lejos nuestro se perdieron las tradiciones respecto de su ingesta, al grado de que en la práctica se habilita para comer a unas pocas especies, aquellas respecto de las cuales existe una tradición demostrada de aptitud.

06- Casos dudosos

Cuando una comunidad judía detenta una tradición clara respecto de que un ave determinada es pura, las demás comunidades pueden confiar en ella, con la condición de que sea sabido que la tradición en cuestión es confiable y que el motivo por el cual el legado respecto de la pureza de la especie perduró únicamente en esa congregación obedece a que solamente en la región geográfica específica en la que solía habitar era dable encontrarla durante todos estos años.

No obstante, si las demás comunidades que no acostumbran a comer de la especie en cuestión tuviesen un motivo para abstenerse de hacerlo, por ejemplo, si las señales resultasen dudosas, o si considerasen que la comunidad que acostumbra a  ingerirla no ha sido suficientemente cuidadosa en la transmisión de la tradición, o si el ave se asemejase a otras pertenecientes a especies impuras tal que de ingerirse cabría temer que las personas pudieran llegar a ingerir por error las aves inadecuadas – deberán persistir en su costumbre (Siftei Cohén 82:11, según el Rosh y el Rashbá).

Sin embargo, los miembros de la comunidad que sí acostumbra a comerla pueden continuar haciéndolo, siempre y cuando cuenten con el visto bueno de sus rabinos.

Respecto del pavo, hubo quienes plantearon la pregunta ya que es aceptado que solamente se ingiere un ave respecto de la cual hay una tradición de que es pura desde los días de la Mishná, al tiempo que el pavo tiene su origen en el continente americano (tarnegol hodu) y fue descubierto en el 5252 (1492), por lo que resulta que se carece de una tradición respecto de su pureza. Si bien cuenta con todas las señales de pureza que indicaron nuestros sabios, hubo rabinos que no quisieron comerlo porque que no se detentaba una tradición a su respecto.

Sin embargo, en la práctica, se dictaminó que el pavo es puro, y en efecto, los judíos suelen ingerirlo (Kneset Haguedolá Yoré Deá 82:27). Tal como parece, los primeros rabinos que lo vieron no lo consideraron una nueva especie sino una variedad particular de pollo, por lo que no se requería que cuente con tradición. Empero, cabe suponer que, si la pregunta en cuestión se hubiese presentado ante otros rabinos, estos podrían haber adoptado una actitud más estricta y considerarla una especie separada respecto de la cual sí se requiere de una tradición especial.

Pero dado que los primeros rabinos que lo vieron dictaron que estaba permitido, y su sentencia se extendió a numerosas comunidades, todos los judíos tienen permitido ingerir pavo. Y hay quienes dicen que no se debe prohibir el pavo, ya que solamente en el caso de un ave rara no se la autoriza en virtud de sus señales requiriéndose de una tradición para permitirla, ya que se teme que a veces pudiera matar a otros seres vivos con sus garras y como no suele encontrarse entre nosotros, sencillamente aun no la hemos visto hacerlo. Pero cuando se trata de un ave que se encuentra entre nosotros por miles, y todo el mundo sabe que no es de rapiña, se puede comer de ella de acuerdo con las señales estipuladas por los sabios (Arugot Habosem 16, Meshiv Davar 2:22).

07- Peces

Todo pez que posee aletas y escamas es puro, tal como fue dicho (Vaikrá 11:9-11):

“Esto podréis comer de entre todos los que están en las aguas: todo el que tiene aletas y escamas, en las aguas, en los mares o en los ríos, ellos podréis comer.  Empero todo el que no tiene aletas y escamas en los mares y en los ríos, de todo lo que pulula en las aguas, y de todo lo que vive en las aguas, abominable será para vosotros y abominables serán para vosotros, de su carne no podréis comer y su cadáver abominaréis” (otro tanto vemos en Devarim-Deuteronomio 14:9-10).

La aleta se encuentra al costado del pez y le ayuda a navegar. Las escamas son la cobertura que crece sobre la superficie del pez y le sirven como protección suplementaria. Cada escama está a su vez conectada de un lado a la piel del pez y del otro reposa sobre la piel sin estar unida a esta. Alcanza con que el pez posea una sola aleta y una sola escama para que sea considerado apto para su consumo (Tratado de Julín 59(A), Shulján Aruj 83:1), a condición de que sepamos a ciencia cierta que la escama estaba conectada al cuerpo y no se cayó de otro pez quedando adherida a este (Siftei Cohen 83:1).

Dijeron nuestros sabios que es sabido que todo pez que posee escamas posee también aletas, por lo cual, de hecho, la señal de las escamas es la definitoria (Tratado de Julín 66(B), Shulján Aruj 83:3).

Hay peces que cuando son jóvenes poseen escamas y luego las pierden, y hay peces cuyas escamas se caen al momento de sacarlos del agua. Todas estas especies son aptas para su consumo ya que todo pez que posee escamas por un período de tiempo es puro (Tratado de Julín 66(A), Shulján Aruj 83:1).

En caso de que las escamas fuesen sumamente finas, mientras sean distinguibles a la vista – el pez será apto. A veces, en virtud de lo fino de la escama y la coloración del pez resulta difícil distinguirlas, para lo cual se permite enrollar al pez sobre una prenda para posteriormente revisarla, y de hallarse sobre esta una sola escama – el pez será puro (Tratado de Avodá Zará 39(A), Shulján Aruj 83:2).

Naturalmente, las escamas están unidas al cuerpo del pez, pero su conexión no es muy fuerte, por lo que es dable pelarlas con la mano o por medio de un utensilio y dejar entera la piel que se encuentra bajo estas. Pero si para quitar las escamas fuese preciso cortarlas, ello implicará que son parte de la piel, por lo que el pez será impuro (Ramá 83:1). Por este motivo muchos juristas prohíben ingerir el pez espada, ya que las escamas que se ven sobre él son parte de su piel.

No es preciso faenar los peces, ni recae sobre ellos la prohibición de comer un trozo de un animal vivo. Por lo tanto, se permite cortar un órgano del pez y comerlo mientras este está aún vivo. Sin embargo, se prohíbe morder a los peces mientras estén con vida, en virtud de la prohibición de no incurrir en abominaciones (bal teshaketzú) (Ramá 13:1), ya que se trata de una acción sumamente cruel (Da’at Cohen 12).

08- Langostas o saltamontes (jagavim)

Entre las especies de bichos alados (sheretz ha’of) prohibidos se incluyen todas las que poseen tres pares de patas amén de alas, entre ellas, las avispas, las abejas, las moscas, los grillos, la mantis y las langostas. Entre las langostas, cuya característica saliente es que saltan o rebotan sobre la tierra, hay algunas especies que son puras, tal como fue dicho (Vaikrá 11:20-21): “Todo bicho alado que anda sobre cuatro patas, abominable es para vosotros. Empero éste podréis comer entre todos los bichos alados que andan sobre cuatro patas: el que tiene zancas por sobre sus patas, para saltar con ellas sobre la tierra”.

De la Torá aprendimos dos señales de pureza en la langosta: 1) Que posee dos pares de patas comunes. 2) Patas traseras, un tercer par de patas traseras y elevadas destinado a rebotar. Nuestros sabios agregaron según la tradición dos señales más: 3) Poseen cuatro alas. 4) Sus alas cubre la mayor parte de su cuerpo (Tratado de Julín 59(A)).

En la Torá se mencionaron cuatro especies puras, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:22): “De éstos podréis comer: el arbé en todas sus especies y el sol’ám en todas sus especies y el jargol en todas sus especies y el jagav en todas sus especies”. Nuestros sabios aprendieron que cada una de estas cuatro posee una especie adjunta, al arbé la acompaña la espora de los viñedos, al sol’ám la acompaña la yojaná yerushalmit, al jargol la artzubiá, y al jagav la razbanit (Tratado de Julín 65(A), Rambám Maajalot Asurot 1:22).

Aunque a la langosta no le hubiesen surgido aun estas señales, si en un futuro habrán de hacerlo, se trata de una especie pura cuya ingestión está permitida.

Hay quienes sostienen que el nombre genérico de todas las especies puras es ‘jagav’, y cada especie que posee señales de pureza, pero su nombre general no es jagav – es impura y está prohibido ingerirla (Rabí Ytzjak ben Meir, Rosh, Rambán, Rashbá según la opinión de Rabí Yosei). Por ello, en la actualidad no se ingieren langostas por medio de la mera identificación de sus señales de pureza, sino que es preciso que exista una tradición según la cual se la denomine ‘jagav’ (Shulján Aruj 88:1). En caso de existir una tradición específica respecto de que una especie determinada es pura, es sabido que se llama ‘jagav’.

En las últimas generaciones se ha transmitido una tradición que las permite tanto en el Yemen como en Marruecos, que es donde se encuentra el jagav. El jagav está permitido según la tradición, es la especie que se denomina arbé en sus diferentes variaciones, que a veces se junta en imponentes bandadas que acaban con todo el manto vegetal.

Al igual que los peces, los jagavim no precisan ser faenados, ni se aplica sobre estos la prohibición de ingerir un trozo de un animal vivió (ever min hajai). Por lo tanto, está permitido cortarles un órgano y comerlo mientras están aún con vida. No obstante, se prohíbe morderlos mientras aún están vivos en virtud de la prohibición de “no incurrir en abominaciones”, y porque además se trata de una acción sumamente cruel (Da’at Cohen 12). Incluso, se prohíbe pasarlo junto a la boca como si se estuviese por consumirlo, para “no incurrir en abominaciones”, prohibición en virtud de la cual nos abstenemos de realizar acciones desagradables (Tratado de Shabat 90(B), Ramá 13:1).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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