Leyes referentes a los lapsos de separación entre carne y leche – 26

01 – La ingestión de carne tras haber comido leche

Dado que nuestros sabios prohibieron comer carne con leche, aunque no se hayan cocido juntos, quien ingiera un alimento lácteo y posteriormente desee ingerir carne deberá retirar los restos de leche de su boca limpiándose y enjuagándose la boca y solamente después de ello podrá comer la carne. La limpieza de la boca se lleva a cabo mediante la ingesta de un alimento sólido tal como pan o una fruta y el enjuagado se efectúa bebiendo agua. Sin embargo, no se debe limpiar la boca comiendo harina, dátiles o vegetales de hojas verdes porque estos se pegan a los dientes y no limpian los restos de la comida anterior como corresponde (Tratado de Julín 104(B), Shulján Aruj Yoré Deá 89:2). El cepillado de dientes y el posterior enjuague bucal actualmente acostumbrados sirven a modo de limpieza y enjuague e inclusive son mejores que los formatos originales porque limpian mejor la boca de los restos de leche.

Además de limpiar y enjuagar la boca, antes de comer la carne es preciso observar los dedos y en el caso de que crasitud láctea se encontrare pegada a éstos –será preciso lavarlos (ídem Julín, ídem Shulján Aruj).

Cuando en medio de una comida se desea pasar de alimentos lácteos a cárnicos, tal como muchos acostumbran a hacer en la festividad de Shavu’ot, además de limpiar la boca, enjuagarla y revisar los dedos es preciso retirar de la mesa los alimentos lácteos, los utensilios utilizados para ingerirlos, limpiar la mesa o cambiar el mantel y recién después se podrá servir la carne (Pninei Halajá Mo’adim 13:14).

02 – La ingestión de leche tras haber comido carne

Si bien tras la ingestión de leche se permite limpiar la boca, enjuagarla y comer carne, tras haber ingerido carne está prohibido comer leche porque la digestión de la carne es prolongada, su fuerte sabor perdura por largo tiempo, y quien come leche tras haber ingerido carne puede llegar a sentir sabor a carne y a leche conjuntamente. Además, como la carne es dura, puede quedar atrapada entre los dientes y solamente pasado un tiempo se desprende de estos o se disipa su sabor. Sin embargo, en el Talmud no se especifica cuánto tiempo es preciso esperar entre las ingestas de carne y leche, y solamente se mencionan las palabras de Mar Ukva, quien fuera uno de los primeros sabios amoraítas, y diera testimonio personal de que en esa cuestión era una suerte de “vinagre hijo de vino”[1] pues su padre solía esperar veinticuatro horas entre carne y leche al tiempo que él se contentaba con esperar hasta la siguiente comida (Tratado de Julín 105(A)).

Según la opinión mayoritaria de los sabios medievales o rishonim la intención de Mar Ukva es enseñarnos que entre carne y leche es preciso esperar al menos el tiempo que pasa entre las dos comidas que se solía comer a diario, la primera por la mañana y la segunda de noche (Rabenu Jananel y Rabí Ytzjak Alfasi). Cuando se calcularon las horas, resultó que entre ambas comidas no pasaban menos de seis horas, ya que quienes desayunaban tarde, casi al mediodía, esperaban unas seis horas hasta la cena que tenía lugar después del rezo de Arvit. Resulta entonces que el tiempo que una persona precisaba esperar entre carne y leche era de seis horas (Rambám, Ytur, Rosh, Rashbá, Rabenu Nisim y Gaón de Vilna). Así acostumbran a proceder los judíos de origen sefaradí y la mayoría de los ashkenazíes (Shulján Aruj y Ramá 89:1).

Por su parte, algunos de los grandes sabios medievales ashkenazíes sostienen que de las palabras de Mar Ukva se aprende que está prohibido ingerir carne y leche en la misma comida, pero en la subsiguiente, sin importar cuándo sea, se permite ingerir leche. Por lo tanto, inmediatamente después de finalizada una comida de carne y recitado el Birkat HaMazón se puede asear la mesa, limpiarse la boca, enjuagarla e ingerir una comida láctea (Tosafot, Rabí Eliezer ben Yoel HaLeví). Quienes detentaban esta opinión acostumbraban a esperar cuanto menos una hora entre la ingestión de carne y la de leche ya que de esa manera quedaba claro que se trataba de dos comidas distintas o separadas. Dado que esperaban una hora, ya no resultaba necesario tener el recaudo de limpiar la boca y enjuagarla, y solo en caso de que se supiera que efectivamente habían quedado restos de carne entre los dientes -era preciso retirarlos antes de ingerir la comida láctea. Y así es como proceden algunos de los judíos ashkenazíes (Ramá 89:1, Siftei Cohen 7). Entre estos, hay quienes acostumbran a esperar tres horas entre carne y leche, y su razonamiento es que a partir del momento en que se comenzó a ingerir tres comidas diarias, tres horas pasó a ser el lapso más breve que se acostumbra a esperar entre comidas.

Muchas de las eminencias halájicas ashkenazíes de las últimas generaciones instaron a todos a esperar seis horas entre carne y leche (Ramá 89:1, Siftei Cohen 8). Sin embargo, en la práctica consideramos que dado que el fundamento de esta halajá se origina en las palabras de los sabios, y dado que corresponde honrar las costumbres del pueblo de Israel que fueron establecidas por eminencias de la Torá, no es procedente convencer a quienes adoptan una actitud flexible y esperan una o tres horas que modifiquen su proceder. Pero en el caso de todo aquel cuya familia no detente claramente la usanza de adoptar la actitud flexible, es preciso que tenga el recaudo de cuidar seis horas, tal como lo hace la mayoría del pueblo de Israel.


[1]. Expresión lingüística originada en el Talmud que significa que una persona determinada es de peor conducta que su padre.

03 – Las distintas usanzas en la espera de seis horas

Tal como aprendimos, la costumbre más difundida es la de esperar seis horas entre carne y leche, pero no es necesario esperar ese lapso desde la conclusión de la comida cárnica hasta el inicio de la láctea (Dagul Mirevavá 89:1).

Hay quienes entienden que los rabinos medievales no tenían la intención de que esperemos seis horas enteras ya que no poseían relojes y resulta que no obligaron a ser puntillosos en esta cuestión, por lo que habiendo pasado cinco horas y habiendo comenzado la sexta -se puede ya comer leche. Y hay quienes consideran que pasadas cinco horas y media ya se puede comer leche, dado que pasó la mayor parte de la sexta. Según la opinión de muchas de las autoridades halájicas de las últimas generaciones, es preciso tener el recaudo de que hayan pasado seis horas enteras. Y proceder así nos parece correcto ya que desde que los relojes se volvieron comunes y el orden del día se define según horarios exactos, es preciso cumplir también con exactitud las palabras de los sabios medievales que indicaron esperar seis horas. Además de ello, aprendimos que en la práctica la mayoría de las personas solían esperar ocho horas entre las dos comidas (Tratado de Shabat 10(A)), e incluso quien ingería tarde la comida de la mañana, esperaba unas seis horas o más hasta la cena, y por ende, no corresponde flexibilizar la actitud y esperar menos de seis horas.

Sin embargo, en caso de necesidad es posible adoptar una actitud flexible y comer tras haber esperado cinco horas y media, y en caso de gran necesidad o apremio (sheat hadjak) se podrá alivianar, incluso si pasaron más de cinco horas. Quien desee adoptar una actitud flexible a priori, comiendo leche pasadas más de las cinco horas -tiene en quien respaldarse, y quienes deseen cumplir con excelencia –que adopten la actitud estricta de esperar seis horas completas incluso en situación de gran necesidad y apremio.

04 – El motivo de la prohibición y los detalles de las normas

Se esgrimieron dos motivos principales para la espera entre la ingestión de carne y la de leche. 1) El sabor de la carne es fuerte y puede sentirse hasta seis horas después de haber sido ingerida (Rashi). 2)  La carne es dura y algunos de sus trozos pueden quedarse atrapados entre los dientes y pasadas seis horas se liberan de allí o su sabor se disipa (Rambám). En la práctica, se tiene cuidado por los dos motivos, por lo tanto, quien masticó carne para dársela a un bebé debe igualmente esperar seis horas, dado que pudo quedar carne alojada entre sus dientes. Y asimismo, quien comió carne blanda debe esperar seis horas ya que su sabor puede perdurar durante ese lapso (Tur 89:1).

Quien comió carne y pasado un tiempo encontró carne retenida entre sus dientes deberá retirar estos restos de su boca para observar las seis horas de separación entre carne y leche. A posteriori, si la tragó, no interrumpió el conteo de las seis horas porque no cabe preocuparse por el sabor que pudiera haber despedido. En caso de que una persona encontrase carne entre sus dientes seis horas después de haberla ingerido, si desea comer lácteo de inmediato, tras retirar el resto de su boca deberá limpiarla y enjuagarla o cepillar sus dientes (tal como se explicó anteriormente en la halajá 1) e inmediatamente después podrá ingerir el producto lácteo. A posteriori, aunque hubiere tragado la carne, podrá limpiar su boca e inmediatamente después ingerir el alimento lácteo (Ramá 89:1, Siftei Cohen 3-4).

05 – Alimento cocido cárnico y la potencialidad cárnica o láctea (jezkat besarí o jalaví)

[2]
Se acostumbra también que quien come un alimento cocido que se cocinó con carne de animal doméstico o ave, dado que poseía sabor a carne, no comerá ni leche ni un platillo con sabor a leche durante seis horas. Por lo tanto, quien comiere papas cocidas con carne, o tomare un caldo límpido que fue cocido con carne -deberá esperar seis horas antes de ingerir papas que fueron cocidas con leche (Beit Yosef Oraj Jaím 173:1, Ramá Yoré Deá 89:3).

Un alimento que posee un estatus potencialmente cárnico (bejezkat besarí), aunque no sea perceptible en él sabor alguno a carne, estará prohibido comerlo junto con lácteos, pero sí se podrá comer lácteos inmediatamente después de concluir su ingestión. Por ejemplo, quien come ensaladas que fueron servidas en una comida cárnica con los mismos cubiertos que se usaron para la carne y efectivamente las personas se sirvieron de estas, se considerará a las ensaladas como potencialmente cárnicas (bejezkat besarí) por lo que no se podrá ingerirlas junto con lácteos. Pero dado que en las ensaladas el sabor a carne es imperceptible, en la misma comida se permite ingerir lácteos inmediatamente después de haberlas comido. Lo mismo ocurre cuando se fríe con el mismo aceite una vez carne, y la otra, falafel, siempre y cuando en el falafel no se perciba sabor a carne se lo considerará con estatus potencialmente cárnico y no se podrá ingerirlo con lácteos, pero tras su ingestión no será preciso esperar seis horas.

Esta es la regla: todo alimento que sea potencialmente considerado cárnico, pero al cual no se le sienta sabor a carne, no podrá ser ingerido junto con lácteos, pero tras su ingesta sí se podrá comer lácteo. Asimismo, tras haber comido carne, se podrá ingerir un alimento potencialmente lácteo (bejezkat jalaví) siempre y cuando el sabor a leche resulte imperceptible.


[2]. “Jazaká”: una suposición o bien un estatus asumido de antemano, algo “casi” seguro (N. de E.).

06 –El queso duro

Entre los grandes rabinos medievales ashkenazíes hubo quienes adoptaron una actitud estricta, y tras haber comido queso duro esperaban lo mismo que de carne para leche, por cuanto que su sabor es fuerte y perdura no menos que el de una comida cocida con carne, y así como se adopta una actitud estricta por efecto de la cual tras la ingestión de una comida cárnica que no tenía carne se espera seis horas, es igualmente preciso esperar el mismo lapso tras la ingestión de un queso duro. Además, pequeños trozos de queso duro pueden quedar entre los dientes tal como ocurre con la carne. Lo que ocurre, es que estos sabios europeos instruyeron esto según su costumbre de esperar una hora entre carne y leche, y por ende, ordenaron esperar una hora entre el queso duro y la carne.

Luego que muchos de los ashkenazíes aceptaron sobre sí la costumbre de esperar seis horas entre carne y leche, muchos de ellos adoptaron también la actitud estricta de esperar seis horas entre queso duro y carne. Sin embargo, su medida estricta recaía sobre los quesos duros cuya elaboración llevaba seis meses o un lapso menor, pero su proceso se veía intensificado por medio de gusanos y moho que generaban una fermentación que acrecentaba considerablemente el sabor del queso. Y hay quienes adoptaron la actitud estricta con todos los tipos de queso duro, aunque su elaboración haya llevado unos pocos días, como es el caso del queso amarillo, por si acaso quedaren restos de este queso atrapados entre los dientes.

En la práctica, la halajá final es conforme a la opinión mayoritaria de los juristas, según la cual por queso duro no es preciso esperar más que por queso común. Y quienes deseen cumplir con excelencia – que esperen una hora entre queso duro y carne.

07 – Los niños pequeños

La Torá prohibió dar de comer alimentos prohibidos a niños pequeños. Todo aquel que deposita en la mano de un niño pequeño un alimento prohibido se considera que lo alimenta con éste y transgrede una prohibición de la Torá, pues así es como se le suele dar de comer a los pequeños (Tratado de Yevamot 114(A), Tratado de Shabat 90(B)). Además de ello, es preceptivo para los padres educar al niño en la observancia de los preceptos. Por eso, padres que ven que su hijo come por sí solo un alimento prohibido deben apartarlo de este (Rambám, Shulján Aruj Oraj Jaím 343:1).

Asimismo, es preceptivo educar a los niños a esperar entre la ingestión de carne y la de leche. En principio, es preciso educarlos a hacerlo a partir del momento en que comprenden el precepto y pueden calcular las horas que resulta necesario esperar entre carne y leche. No obstante, es conocida la regla de que no se educa a los niños de un modo que pudiera hacerles sufrir o afectar negativamente su salud. Por este motivo, no se educa a niños de siete u ocho años a ayunar algunas horas en Yom Kipur (Pninei Halajá Yamim Noraím 9:8).

De acuerdo con estas reglas, describiremos el proceso de educación en la observancia de la espera entre carne y leche. Niños pequeños que aún no comprenden la diferencia entre carne y leche, se les puede dar de comer leche después de carne siempre y cuando se limpie su boca y sus manos de los restos cárnicos para que no los ingiera junto con los lácteos. Cuando los niños pequeños comienzan a entender la diferencia entre carne y leche, pero aún no alcanzaron la edad en la cual pueden discernir entre lapsos breves y largos, esto es, entre los tres y los cinco años, cuando resulte posible, será correcto que esperen una hora entre carne y leche. Cuando resulta necesario darles leche para que se vayan a dormir o para que no lloren, se podrá limpiar sus bocas y manos y darles la leche sin esperar una hora.

Ni bien llegan a una edad en la que son capaces de diferenciar entre lapsos, alrededor de los cinco o seis años, es preciso comenzar a acostumbrarlos a hacer una interrupción entre la ingestión de carne y la de leche. Y dado que a menudo su comida siguiente es antes de pasadas seis horas desde que ingirieron carne, es posible conformarse con esperar tres horas.

Ni bien llegan a la edad de nueve o diez, dado que entonces ya saben calcular las horas y pueden esperar más tiempo entre las comidas, cuando resulta posible es bueno acostumbrarlos a esperar seis horas. En caso de necesidad, por ejemplo, si comen junto a sus hermanos más pequeños y resultará complicado darles de comer más tarde, cabe que esperen tres horas entre comidas. Solamente un año antes de alcanzar la edad en la que deben observar los preceptos que se acostumbren a esperar seis horas.

08 – Las personas enfermas

Todo alimento prohibido que es necesario con el fin de sanar a una persona enferma que está en situación de riesgo (jolé sheiesh bo sakaná) –está permitido, dado que la salvaguarda de la vida (pikuaj nefesh) antecede en importancia a todos los preceptos de la Torá. Pero en el caso de una persona enferma cuya afección no reporta situación de riesgo (sheein bo sakaná) no se permite darle de comer alimentos prohibidos.

Sin embargo, respecto de la costumbre aceptada de esperar seis horas, si la persona enferma precisa ingerir leche tras haber comido carne, podrá esperar solo una hora, mas deberá tener el recaudo de cepillarse los dientes y enjuagar la boca antes de hacerlo (Aruj HaShulján 89:7).

09 – El motivo de la prohibición de carne con leche

Los preceptos de la Torá se dividen en dos tipos, ordenanzas y leyes, mishpatim y jukim. Las ordenanzas o mishpatim son preceptos cuyo significado o motivo le son conocidos al ser humano, e incluso de no mediar el mandato Divino, podría cada persona haberlos alcanzado por medio del intelecto que HaShem le otorgó, como es el caso de los preceptos del hombre para con su prójimo o los mandamientos que se refieren a la fe tales como el de rezar o usar filacterias. Por su parte, las leyes o jukim son preceptos cuya explicación o motivo trascienden la comprensión humana, por ejemplo, la prohibición de carne y leche, y los cuales pudimos recibirlos únicamente por medio de la revelación profética (Rambám Hiljot Me’ilá 8:8).

A pesar de ello, los jukim pueden ser también una fuente de inspiración para ideas profundas, las cuales son también parte del precepto del estudio de la Torá. Hay quienes explicaron que esta prohibición está destinada a aplacar el deseo y la crueldad, ya que no corresponde ensañarse con los animales tomando su carne y su leche y cociéndolas juntas, en semejanza con el precepto que prohíbe comer a un animal y a su cría en un mismo día (Rashbam e Ibn Ezra a Shemot-Éxodo 23:19, Rambán a Devarim-Deuteronomio 14:21, el Rav Kuk en su artículo Jazón Hatzimjonut Vehashalom 14).

Además, los comentaristas escribieron también que la prohibición de carne y leche se incluye en las prohibiciones de mezclas o hibridaciones (kilaim) destinadas a preservar la singularidad de cada especie y a no desdibujarla mezclándola con otra (Sefer Hajinuj 92, Rabenu Bejaié y Rabí Shimshon Rafael Hirsch a Shemot-Éxodo 23:19, ver arriba 3:1).

En la prohibición de la carne con la leche aplica una actitud estricta suplementaria, y es la prohibición de obtener beneficio de la mezcla, semejante a la que recae sobre la hibridación de un viñedo (con siembra de trigo) (ver arriba 5:5). En efecto, la diferencia entre carne y leche resulta notable. La carne es un alimento importante cuya kasherización conlleva un proceso difícil y complejo. Debe provenir de un animal de una especie pura que sea faenado conforme a la Halajá, debe ser revisado de que no tenga ningún defecto que la inhabilite o torne no apta (taref), es preciso limpiarla de sangre, sebo y tendones prohibidos. Incluso después de haber sido kasherizada de acuerdo con la Halajá, debe ser preparada para su ingestión por medio de su cocción o asado, y aún después de ello, su masticado y digestión resultan pesados. Por su parte, la leche es un alimento liviano y simple que en las especies puras es naturalmente kasher y beberla resulta sencillo. La carne es un alimento para adultos, al tiempo que la leche lo es para los bebes y los niños.

La carne se genera a través del nacimiento, y por ende expresa una nueva etapa en la vida, al tiempo que la leche se genera para hacer crecer la vida que ya existe. La carne expresa vitalidad al más alto nivel, ya que fue realmente un ser vivo, al tiempo que la leche manifiesta una vitalidad de menor nivel. Por lo tanto, cabe decir que la carne expresa valores y consideraciones existenciales y trascendentes, al tiempo que la leche manifiesta valores y consideraciones menores y más leves. Cada uno de estos elementos es oportuno en su sitio, pero quien los mezcla peca al insertar valores y ponderaciones de diferente envergadura y escala malogrando los órdenes vitales y la conciencia moral. Dado que esta cuestión es tan importante como riesgosa, resulta comprensible el por qué nuestros sabios agregaron numerosos límites alrededor de la prohibición de la cocción de carne con leche (Likutei Halajot de Rabí Natán, Basar Vejalav 5).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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