02 – El precepto de apartarse de cosas repulsivas
De la prohibición de la ingestión de sheratzim aprendemos otro precepto y es que la persona tiene prohibido realizar acciones repugnantes y repulsivas, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:43-44): “no habréis de mancillar vuestras almas”. Esto es, la Torá tuvo la intención de incluir en la prohibición de los sheratzim la de alejarnos de toda cosa que sea considerada repulsiva a ojos de los seres humanos. Por lo tanto, está prohibido ingerir alimentos repugnantes o comer de modo tal que genere sensación de asco (Rambám Hiljot Maajalot Asurim 17:29-30, Shulján Aruj 116:6, Pninei Halajá Berajot 13:5-6, 13).
Todos los alimentos prohibidos son denominados impuros, su ingestión impurifica el alma y la obstruye en su capacidad de captar cuestiones vinculadas a la santidad, por cuanto que la palabra tumá (טומאה) proviene del vocablo timtúm (טמטום – que alude a la afectación de la capacidad de discernimiento) (Tratado de Yomá 39(A)).
La impureza implícita en la prohibición de los sheratzim es especialmente grave, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:43-45): “No haréis impuras a vuestras almas con todo reptil que repta, y no os mancillaréis con ellos ya que ellos os impurificarán. Ya que Yo soy HaShem vuestro D’s, y habréis de consagraros y seréis consagrados, ya que Yo soy Santo. Y no habréis de mancillar vuestras almas con todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Ya que Yo soy HaShem, el que os hizo ascender a vosotros desde la tierra de Egipto para ser vuestro D’s, y habréis de ser consagrados, ya que Yo soy Santo”.
Dijeron nuestros sabios (Tratado de Baba Metziá 61(B)): “Dijo el Santo Bendito Él: Me hubiese alcanzado con hacer ascender a los hijos de Israel de Egipto tan solo por una cosa, para que no se impurifiquen con sheratzim”. Esto se debe a que la ingesta de sheratzim es sumamente repulsiva ya que crecen en sitios infectos y el proceso de su crecimiento afecta negativamente al alma, y al abstenernos de su consumo, HaShem nos elevó por sobre la impureza de Egipto. O sea, nos hizo ascender de la impureza que impulsa al ser humano a renunciar a sus valores en aras de la satisfacción de sus pasiones físicas, al grado que, a los efectos de acumular bienes y deleites, convierte a otros seres libres en esclavos, y a los efectos de aplacar sus deseos físicos viola el pacto de fidelidad existente entre marido y mujer por medio de todo tipo de adulterios (según el Maharal, Pninei Halajá Pesaj 1:3-4).
Cabe explicar que entre los sheratzim no se distinguen rasgos de conducta singulares, sino que toda su vitalidad y laboriosidad se centra en el más físico de los objetivos: conseguir alimento y multiplicarse. Para ello, se contaminan con todas las cosas más repugnantes que hay, y en cada sitio en el que aparece la podredumbre y la muerte allí se multiplican, e incluso se comen el propio cadáver del ser humano. Sin embargo, esa vitalidad atiende a una necesidad básica de supervivencia que tiene también un lugar importante en el mundo. No obstante, a los sagrados hijos de Israel que precisan elevar y encumbrar la realidad de la impureza de Egipto y revelar en cada aspecto y cuestión el valor de lo Divino, se les ordenó que no comieran los sheratzim ya que estos expresan la materialidad más repelente.