01 – La responsabilidad de la mujer y la consulta a un rabino
La responsabilidad de determinar los estados de impureza y pureza recae sobre la mujer. Ella es quien al momento de observar que el flujo menstrual se inicia, es responsable de informar a su marido que se ha impurificado. En caso de que observe una secreción cuyo aspecto resulte dudoso, es su deber de consultar a un sabio ya sea de manera directa o bien, recurriendo a la ayuda de su marido. Una vez que se hubiere impurificado, recae sobre ella el precepto de purificarse lo antes posible, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 15:28): “Y cuando cesaré su flujo, habrá de contar para sí siete días y después será considerada pura”, vemos que es ella quien “habrá de contar para sí” (Tratado de Ketuvot 72(A)).
Una vez que los sabios convinieron prohibir todos los tipos de sangre relacionados con el útero, la diferenciación entre esta y cualquier otro tipo de secreción se tornó más sencilla, porque todo lo que quedó por hacer es observar las secreciones provenientes del útero y ver si contienen o no restos de sangre. Para ello, la mujer precisa aprender a reconocer el color de la sangre de su período menstrual mientras aún está fresca. Una vez que ya se secó, y a partir de ello podrá saber cuándo en la secreción proveniente de su útero hay sangre, por lo que está prohibida para su marido, y cuando no, por ende, estará permitida, y en caso de duda deberá consultar a un rabino. Dado que las novias jóvenes no están habituadas a este tipo de diferenciación, ni tampoco están prácticas en todo tipo de consultas halájicas suplementarias en lo referente a la pureza familiar, la instrucción apropiada para las parejas jóvenes es que consulten a un rabino ante toda duda que pudiera surgirles, y tras un período de consultas y con la experiencia de observar la sangre del período, la mujer aprenderá a discernir entre lo que está permitido y lo que está prohibido y solamente en determinadas oportunidades en las que surgiera alguna duda, habrá de consultar a un rabino.
Hay mujeres a las que le resulta difícil tomar decisiones, ya sea porque no tienen una percepción clara, o porque, por su naturaleza, tienden a ver frecuentemente secreciones dudosas, por lo que deben continuar consultando en toda situación en la que vacilen. De todas maneras, es preciso tener el recaudo de no adoptar una actitud estricta cuando ello no resulta necesario, y cada vez que exista la posibilidad de que la secreción sea pura -ya sea en virtud de su color, de su tamaño o porque se origina en una herida- se debe consultar a un rabino, porque está prohibido adoptar una actitud estricta en estos casos, ya que el hacerlo causa el incumplimiento del precepto de oná que es un gran mandamiento de la Torá.