07 – La consulta a un rabino y la revisación médica

01 – La responsabilidad de la mujer y la consulta a un rabino

La responsabilidad de determinar los estados de impureza y pureza recae sobre la mujer. Ella es quien al momento de observar que el flujo menstrual se inicia, es responsable de informar a su marido que se ha impurificado. En caso de que observe una secreción cuyo aspecto resulte dudoso, es su deber de consultar a un sabio ya sea de manera directa o bien, recurriendo a la ayuda de su marido. Una vez que se hubiere impurificado, recae sobre ella el precepto de purificarse lo antes posible, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 15:28): “Y cuando cesaré su flujo, habrá de contar para sí siete días y después será considerada pura”, vemos que es ella quien “habrá de contar para sí” (Tratado de Ketuvot 72(A)).

Una vez que los sabios convinieron prohibir todos los tipos de sangre relacionados con el útero, la diferenciación entre esta y cualquier otro tipo de secreción se tornó más sencilla, porque todo lo que quedó por hacer es observar las secreciones provenientes del útero y ver si contienen o no restos de sangre. Para ello, la mujer precisa aprender a reconocer el color de la sangre de su período menstrual mientras aún está fresca. Una vez que ya se secó, y a partir de ello podrá saber cuándo en la secreción proveniente de su útero hay sangre, por lo que está prohibida para su marido, y cuando no, por ende, estará permitida, y en caso de duda deberá consultar a un rabino. Dado que las novias jóvenes no están habituadas a este tipo de diferenciación, ni tampoco están prácticas en todo tipo de consultas halájicas suplementarias en lo referente a la pureza familiar, la instrucción apropiada para las parejas jóvenes es que consulten a un rabino ante toda duda que pudiera surgirles, y tras un período de consultas y con la experiencia de observar la sangre del período, la mujer aprenderá a discernir entre lo que está permitido y lo que está prohibido y solamente en determinadas oportunidades en las que surgiera alguna duda, habrá de consultar a un rabino.

Hay mujeres a las que le resulta difícil tomar decisiones, ya sea porque no tienen una percepción clara, o porque, por su naturaleza, tienden a ver frecuentemente secreciones dudosas, por lo que deben continuar consultando en toda situación en la que vacilen. De todas maneras, es preciso tener el recaudo de no adoptar una actitud estricta cuando ello no resulta necesario, y cada vez que exista la posibilidad de que la secreción sea pura -ya sea en virtud de su color, de su tamaño o porque se origina en una herida- se debe consultar a un rabino, porque está prohibido adoptar una actitud estricta en estos casos, ya que el hacerlo causa el incumplimiento del precepto de oná que es un gran mandamiento de la Torá.

02 – El rabino y cómo consultarle

A los efectos de dictaminar halajá para el público en cuestiones vinculadas a la observación de (manchas de) sangre (mar’ot damím), los jóvenes eruditos de la Torá aprenden de rabinos experimentados, quienes comparten con ellos la observación de manchas que les llegan a modo de consulta. Tras observar cientos y miles de preguntas provenientes de mujeres poseedoras de diferentes tonalidades de sangre, los jóvenes estudiosos aprenden a distinguir entre lo prohibido y lo permitido.

Es preferible que cada pareja tenga un rabino fijo al cual consultan siempre, y tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Avot 1:16): “Hazte de un maestro (rav) y aléjate de la duda”. Esto es así ya que cuando se consulta a un rabino fijo uno se acostumbra a analizar las preguntas de un modo sistemático y entender sus resoluciones, pero cuando se acude a diferentes rabinos, no se aprende el método, y en numerosas oportunidades quedan dudas sin aclarar. Además, en caso de que se presenten problemas, el rabino -por su familiaridad y experiencia con la pareja- podrá identificar el origen de la dificultad y podrá proponer una solución adecuada. A veces, a raíz de las preguntas que le son formuladas entenderá que se encuentra ante un problema médico, y enviará a la mujer a efectuar una revisación médica acelerando así la resolución del tema en cuestión. En caso de que el rabino al que los cónyuges están vinculados no sea experto en cuestiones de pureza familiar o esté demasiado ocupado, es preferible que adopten un rabino adicional al cual consultar de manera constante en cuestiones vinculadas a la pureza familiar.

Cuando una mujer duda respecto de lo que ve en el paño de la revisación (ed habdiká) es recomendable dejarlo que se seque y luego guardarlo en un sobre para que su aspecto se preserve adecuadamente. Dado que a veces surgen varias interrogantes, es preciso saber la fecha de cada pregunta, por lo que es preciso escribir la fecha junto a cada paño de revisación guardado. En Shabat estos paños no resultan muktzé.

Cuando se consulta a un rabino, es necesario precisar todos los detalles vinculados a la pregunta, por ejemplo, si la mujer está embarazada, si está amamantando o si cuenta con un dispositivo intrauterino, amén de si toma o no píldoras hormonales.  Si se trata de una revisación interior, es preciso saber si corresponde al lapso cercano a la menstruación o de los siete días limpios, y de ser así, de cuál de estos. En caso de tratarse de una mancha (ketem), es preciso saber si su aparición vino acompañada de algún tipo de sensación o no. Asimismo, es preciso señalar si hay alguna herida en la vagina o en el útero o si se teme que pudiera haberla, por ejemplo, al sentir dolor durante la revisación.

Durante muchas generaciones, en diferentes lugares era comúnmente aceptado que las mujeres llevaran sus preguntas a los rabinos y ello no les reportaba incomodidad alguna. Sin embargo, en nuestros días, dado que hay mujeres que se sienten incómodas al hacerlo, es preferible que cuando el rabino reciba las consultas, sea el marido quien traiga los sobres con las diferentes revisaciones. En aquellos lugares en los que la rabanit colabora con la tarea del rabino, es preferible que la mujer presente a esta sus consultas, y en caso de que la rabanit dude, ella le pasará la consulta al rabino. De nuestra experiencia aprendimos que a veces, cuando la mujer consulta con la rabanit, en el curso de la conversación se le resuelven otras cuestiones vinculadas a la pureza y a la familia. No obstante, cuando no existe la posibilidad de que la mujer consulte a la rabanit, o que el marido sea quien consulte al rabino, la mujer puede consultar directamente al rabino ya que a estos efectos el rabino actúa como un experto que se ocupa de manera profesional de la pregunta que le es formulada. Así como en caso de necesidad es preciso superar la vergüenza y acudir donde el médico, de igual manera es preciso superar la incomodidad y consultar al rabino. Hay rabinos que a los efectos de facilitarle el trámite a quienes consultan y evitarles incomodidades, colocan en la puerta de sus casas un buzón en el cual hombres y mujeres pueden dejar sobres con sus consultas adjuntándoles un número de teléfono. Hay quienes prefieren preguntar por teléfono a rabinos y a rabaniot de diferentes institutos especializados. Sin embargo, tal como he escrito, de ser posible, es preferible consultar siempre a un mismo rabino que conoce a la familia y cumplir de esa manera con la premisa de “hazte de un maestro”. Esto es así particularmente en preguntas vinculadas a la vida familiar y su orientación.

03 – La iluminación adecuada para observar los paños de las revisaciones

En el pasado, cuando los sabios distinguían entre sangre pura e impura, en numerosas ocasiones precisaban de las mejores condiciones, por lo que tenían el recaudo de observar los paños de las revisaciones que les traían a la luz del sol, la cual permite ver todas las tonalidades de un modo equilibrado. No obstante, el paño lo colocaban en la sombra, ya que, de no ser así, la refracción de los fuertes rayos solares molestaba para percibir las tonalidades del paño observado. Sin embargo, en caso de necesidad, consultas sencillas, casos sencillos eran también observados a la luz de la vela, mas no a la de la luna o las estrellas. También después que se convino adoptar una actitud más estricta y prohibir todas las tonalidades o colores de la sangre, a priori se observaban los paños de las revisaciones durante el día, y solo en caso de necesidad ordenaron hacerlo a la luz de la vela, y cuando dudaban, se abstenían de dictar halajá a la luz de la vela y esperaban hasta la mañana. Cuando se comenzó a utilizar la luz eléctrica, los sabios ya pudieron responder a consultas suplementarias durante la noche. Aun así, en situaciones límites o dudosas, es preciso aguardar a la mañana dado que la luz de un tubo fluorescente es demasiado blanca, y a veces, bajo esa luz, muestras impuras pueden parecer puras. Por otra parte, los focos eléctricos de filamento incandescente tienden a proveer de una luz amarillo-rojiza, la cual a veces, bajo su influjo, produce una muestra que en realidad es pura, y pueda parecer impura. El rabino debe ser consciente de estas cuestiones, y en la medida que no pueda equilibrar la distorsión del color, debe esperar hasta la mañana. Con el perfeccionamiento de la iluminación eléctrica, es posible generar una luz de tonalidades promedio, que sea semejante a la luz natural del día, y bajo la cual sea posible responder a casi todas las consultas dudosas.

Es preciso prestar atención, tanto de día como de noche, cuando nos encontramos en una habitación que posee paredes, cortinas, muebles y libros de tonos rojos o marrones, que el aspecto de los paños de revisación puede verse alterado y estos tienden a verse prohibidos. No obstante, cuando las paredes, las cortinas y los muebles son blancos, el aspecto de los paños de revisación no se ve tan influenciado.

Es importante también que cada mujer esté consciente de la influencia de cómo la iluminación afecta el aspecto del paño de revisación, ya que, si ella se revisa por la noche en un sitio con iluminación de color amarillo, o en horas del día cerca de una toalla roja o marrón, las revisaciones tenderán a verse más rojas. Y en caso de que la revisación se efectúe con luz blanca, las revisaciones se verán menos rojas de lo que en realidad son, y cuando surge una duda leve, es preciso esperar hasta la mañana u observar el paño de la revisación bajo una iluminación equilibrada.

04 – Cambios en el aspecto de la mancha y sus reglas

Es posible preguntar respecto de una mancha tanto cuando está húmeda como cuando está seca. Si bien muy esporádicamente ocurre que, tras secarse el paño, el color cambia, pasando de una apariencia prohibida a una permitida y viceversa, dado que se trata de casos infrecuentes, cabe dictaminar sobre la base del aspecto de la revisación cuando aún se encuentra húmeda sin precisar esperar a que se seque, ya que “el juez no tiene sino de aquello que sus ojos ven” (Tratado de Nidá 20(B)). Asimismo, las mujeres acostumbran a dictaminar si la revisación es pura o impura sobre la base de su aspecto cuando aún está húmeda, y en caso de que les surja una duda respecto de lo que ven, no se apresuran a llevarla al rabino mientras aún se encuentra húmeda.

A veces, una revisación (es decir, el aspecto de la mancha) que se veía pura mientras estaba húmeda, al secarse, el color tenue y difuso que tenía se concentra sobre sus bordes hasta que adopta un aspecto de impuro. Sin embargo, según la Halajá es preciso autorizarla, porque si al momento que el paño de la revisación salió del útero su aspecto era puro, y solo a raíz de la concentración de los pigmentos en los bordes estos parecen impuros, pero si volviéramos a mezclarlos tal como se disponen en su estado natural, la revisación resultaría pura (Aruj HaShulján 188:15).

05 – Quien formula la misma pregunta a dos rabinos

Si un sabio dictaminó que la revisación que vio es impura, ningún otro podrá sentenciar que es pura, ya que nuestros sabios dijeron (Tratado de Nidá 20(B)): “Lo que un sabio impurificó, su colega no lo puede purificar. Lo que prohibió, su colega no puede permitirlo”. Por lo tanto, quien consulta a un rabino y este le dictaminó que la revisación expuesta tiene aspecto prohibido, no podrá consultar a otro para que dictamine que su aspecto indica que es permitido (Tratado de Avodá Zará 7(A)). Esto obedece a dos motivos: 1) dado que el dictamen halájico ya fue emitido y el aspecto de la revisación fue decretado prohibido, recae sobre la revisación una prohibición y no resulta posible dictar que está permitida; 2) por la salvaguarda del honor del primer rabino, ya que no corresponde poner en tela de juicio su dictamen.

Sin embargo, en caso de necesidad, por ejemplo, si quien consulta procura intensamente que su pregunta sea respondida con una autorización, o si quien formula la pregunta es un estudioso de la Torá que desea aclarar su consulta con mayor profundidad, podrá consultar a otro rabino a condición de que le diga que ya le preguntó a uno anteriormente y le dio un dictamen negativo. Entonces, si el segundo rabino convence al primero que corresponde permitir el caso, en tal circunstancia, ello podrá ocurrir.

Lo que aprendimos en cuanto a que está prohibido consultar un segundo rabino se refiere justamente al quid de la pregunta original, pero si surgiere una nueva interrogante, cabrá consultar a un segundo rabino que autorice, ya que la prohibición recae solamente sobre el cuerpo mismo de la pregunta formulada y respecto de la cual el primer rabino emitió un dictamen prohibitivo (Ritba, Radbaz 3:466, Ramá Yoré Deá 242:31).

Si quien consulta aclara que lo que él desea es escuchar una opinión y no recibir un dictamen, y el primer rabino opinó que está prohibido, podrá consultar a un segundo rabino, y este último tendrá permitido autorizar por cuanto que el primero no emitió una sentencia prohibitoria formal sobre la cuestión. Y hay rabinos que cuando ven que de acuerdo con su parecer la consulta que recibieron tendrá una respuesta negativa o prohibitoria, pero es posible que otro erudito la autorice, no dictaminan una prohibición, sino que responden diciendo: “No puedo autorizarlo”. Entonces, en caso de que quien consulta así lo desee, podrá preguntarle a otro rabino que quizás emita un veredicto que lo autorice.

06 – Guía y recomendaciones para la elección de un médico

Es preceptivo para todo ser humano cuidar de su salud, especialmente en el caso de una mujer que está por dar a luz, la cual debe cuidarse aún más, porque de su salud depende también el bienestar de su embarazo. En el pasado, los médicos efectuaban una revisión vaginal interna únicamente en caso de que la mujer se quejase por dolores intensos o un sangrado abundante. Sin embargo, en las últimas generaciones, en virtud del desarrollo de la medicina y su ramificación en subespecialidades, se estableció una especialidad separada para la ‘atención médica de mujeres’ a la que se denominó ginecología estableciéndose protocolos de revisaciones tanto internas como externas con el objetivo de prevenir afecciones previas al embarazo, durante su curso y posteriores al alumbramiento, e incluso durante la menopausia, a los efectos de evitar enfermedades tales como el cáncer. En el caso de una mujer que tiene dificultades para concebir, existen revisaciones y terapias suplementarias. En el marco del deber de cuidar la salud, es preciso efectuar todas las revisaciones recomendadas sin excederse en las preocupaciones y sin llevar a cabo estudios que no son necesarios de acuerdo con la opinión mayoritaria de los médicos. En la actualidad, en el Estado de Israel que cuenta con un buen servicio de salud, cabe decir que es preciso efectuar aquellos estudios que están incluidos en el financiamiento básico de los seguros médicos públicos, pero no otros estudios suplementarios. Ya que si los seguros médicos públicos no lo cubren cabe suponer que por lo general no resultan indispensables, y están destinados a dolencias o problemas especiales o para personas que temen por su salud más de lo comúnmente aceptado. Quienes gozan de un seguro poseedor de una cobertura mayor, cabe efectuar todos los estudios que la póliza en cuestión cubre, pues dado que el titular del seguro optó por adoptar una cobertura más amplia, de ello se deduce que para él estas revisaciones también se consideran como parte del seguimiento estándar.

Una mujer puede revisarse con un doctor varón ya que el doctor en cuestión se dedica a su profesión y su contacto con la paciente persigue un objetivo puramente médico y destinado a curar. Además, si fuese descubierto procediendo con sus pacientes de sexo femenino de un modo improcedente, su sustento se vería perjudicado. El doctor y la paciente deben tener el recaudo de no permanecer a solas en una habitación cerrada con llave. O, en su defecto, que se sea sabido que un miembro del equipo médico puede tener que ingresar en cualquier momento, y en caso de que golpee la puerta y no se le abra de inmediato, se despertaría sospecha. Cuando un médico atiende en un sitio en el cual no hay otras personas, y tampoco su esposa está allí presente, la paciente deberá venir a la consulta acompañada de su marido, su hermana o su madre.

Se debe preferir recurrir a un médico temeroso del cielo, ya que el área ginecológica requiere de una sensibilidad especial hacia los aspectos halájicos. Por ejemplo, cuando una mujer precisa evitar el embarazo durante el amamantamiento o con posterioridad a él, las píldoras destinadas a ello suelen generar sangrados que conllevan la impurificación, y el médico debe ser consciente de ello y hacer todo lo posible por evitarlos. Asimismo, cuando se requiere de un tratamiento de fertilización o practicar una interrupción de embarazo, es preciso conocer la halajá a los efectos de proponer la terapia adecuada. No obstante, en caso de necesidad, se puede acudir a cualquier doctor, y en caso de que surgiera cualquier tipo de pregunta consultar a un rabino competente.

En el Estado de Israel, donde la medicina pública es de las mejores del mundo, en el caso de tratamientos rutinarios es preferible acudir a un médico que atiende en el marco del sistema de salud público (kupat jolim), ya sea porque no es preciso incurrir en gastos cuando la persona cuenta ya con la cobertura, o ya sea porque cuando una persona que no es especialmente adinerada acude a un tratamiento privado, cabe temer que a los efectos de evitar desembolsos suplementarios, se prive de exámenes o de tratamientos necesarios.

Es preferible acudir al doctor o a la doctora de siempre -médico de cabecera-, porque hay diferentes problemas que se resuelven mediante el proceso de ensayo y error, y en la medida que el médico conozca mejor a la paciente, podrá ajustar el mejor tratamiento. Pero si cada vez que a la paciente se le presente un problema habrá de acudir a otro médico, a la postre resultará que tomará más tiempo resolverlo. No obstante, en casos especiales se necesita recibir una segunda opinión de otro médico, y en ese caso, es importante coordinarlo con el médico habitual.

07 – La pureza tras revisaciones y tratamientos médicos

En un principio, cuando los juristas no tenían claro cuáles eran las directivas de los protocolos de las revisaciones médicas, surgió el temor de que quizás a veces los médicos provocaban una abertura del útero durante sus chequeos, de modo tal que ello provocaba la salida de sangre. Por ello, a toda mujer que había pasado por una revisación interna le indicaban que le preguntara al médico qué le había hecho, y luego, que consultara con un rabino para saber si la revisación en cuestión la había impurificado o no. Sin embargo, en el interín se aclaró que toda revisación que se lleva a cabo sin anestesia no incluye la apertura del útero en una medida tal que pudiera provocar impureza, y la mujer en cuestión está pura sin precisar consultar a un rabino. También cuando a raíz de la revisación sale sangre, siempre y cuando esta no haya tenido lugar durante el período menstrual (onat haveset), la mujer sigue siendo considerada pura. Esto se debe a que debemos suponer y considerar que se trata de un tipo de sangre que no impurifica, por cuanto que se trata de un sangrado originado en un golpe que salió de una herida o un corte que se produjera durante la revisación. No obstante, si el sangrado tuviera lugar durante el tiempo en el que tiene que llegar su período menstrual, la mujer solo será considerada pura cuando exista la certeza, -ya sea por una sensación corporal o por el testimonio de un médico- de que la sangre observada se originó a raíz de la revisación y no es producto de la menstruación. Pero en caso de que el galeno dudare, dado que la sangre salió en el tiempo en el que la mujer tiene que recibir su menstruación -estará impura.

También cuando el tratamiento tiene lugar en el interior del útero, por ejemplo, al introducir o retirar un dispositivo intrauterino, o cuando el tratamiento está destinado a la extracción de tumores, la mujer no se impurifica, porque la sangre que sale se origina en el corte y no en el período menstrual. No obstante, si el procedimiento tiene lugar en días en los que la mujer tiene que recibir su menstruación, cabe temer que se trata de una sangre que tiene mezclada sangre menstrual, y por ello, siempre que la mujer carezca de certeza respecto de que la sangre vista no se origina en el período menstrual, estará impura (ver arriba 2:13-14).

El único tratamiento médico que ciertamente impurifica es el del raspado correspondiente a un aborto, en el marco del cual se retira la mucosa del útero (endometrio) que es el tejido que estaba destinado a sostener al embrión, y el sangrado producido por este procedimiento entra en la categoría de sangrado menstrual, en el cual también se desprende y elimina mucosidad uterina.

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