08 – La novia

01 – Los preparativos de la novia

De cara a la boda, la novia debe aprender los fundamentos del precepto de la alegría de la unión marital (simjat oná) y las leyes de la pureza familiar, y es bueno que lo haga recurriendo a la asistencia de las guías o asesoras para novias (madrijot kalot).

Como en todo ámbito del quehacer, hay asesoras o madrijot mejores y otras menos. Una señal de la virtud de una buena madrijá es que está versada en las halajot y sabe exponerlas bien, a la vez que se explaya en la enseñanza del precepto de la alegría de la unión y explica adecuadamente su valor (tal como se explica en Pninei Halajá – La alegría del hogar y su bendición caps. 1-3). Y a partir de ello, continúa aclarando a la novia las leyes de pureza e impureza que están destinadas a orientar, enaltecer y potenciar el amor y la alegría conyugal. Por el contrario, una asesora menos exitosa, invierte el orden de los factores, y no basa su asesoría en el quid del precepto que es alcanzar la unión completa ni tampoco explica las halajot con nitidez.

En la actualidad la gran mayoría de las novias acostumbran a recurrir al uso de píldoras hormonales con el fin de regular la fecha del último período menstrual previo al casamiento, de modo que este tenga lugar un momento que le permita a la novia purificarse antes del enlace, y a la vez que ello ocurra al menos tres semanas antes de la boda. De ese modo, ni bien la novia se impurifique por el sangrado de la pérdida de la virginidad y suspenda el uso de píldoras, el siguiente período menstrual llegue poco después, de manera que el lapso de impureza se acorte.

Conviene saber que existen diferentes tipos de píldoras y cada una de estas es buena para la mayoría de las mujeres y afecta negativamente a una minoría, provocándoles pequeños sangrados o malos estados de ánimo. Por lo tanto, la novia debe asesorarse con una doctora que conozca del tema con suficiente antelación, de modo tal que alcance a tomar las píldoras en cuestión durante dos períodos menstruales previos al casamiento, para que, en caso que viera que no le sientan bien, la doctora pueda modificarle el tipo de pastillas o su dosis, y así la novia llegue a su enlace tranquila y pura.

02 – Los cuidados necesarios en el caso de una jupat nidá (boda en la cual la novia está nidá)

La novia debe esforzarse lo máximo posible a los efectos de llegar al día de su casamiento en estado de pureza, pues de no ser así, ello afectará negativamente la alegría del enlace y los novios deberán observar todas las medidas de alejamiento o distanciamiento que estudiamos anteriormente (capítulo 4). En el marco de las precauciones debidas, los cónyuges no podrán tomarse de la mano ni pasarse objetos entre sí. No obstante, durante la ceremonia nupcial, a los efectos de evitar incomodidades, el novio podrá cubrir a la novia con el velo, colocar el anillo en su dedo índice, darle de beber vino de la copa y entregarle el documento nupcial (la ketuvá) procurando hacerlo sin tocarla. Además, recae sobre la pareja la prohibición de estar a solas en una habitación (ijud) hasta que la novia se purifique, y deberán dormir en habitaciones separadas en la casa de los padres o en otra residencia en la que haya más gente (tal como se explicará más adelante en la halajá 13). Asimismo, tras la ceremonia nupcial (la jupá), tendrán prohibido permanecer a solas en la llamada “habitación de la reunión” (jeder ijud).

Además de ello, hay quienes dicen que la validez de los esponsales depende de que el novio y la novia puedan unirse completamente de un modo apropiado para el cumplimiento del precepto de oná, por lo que cuando la novia está nidá, esto no puede ocurrir, y por ende, el matrimonio no tiene vigencia (Rambám). No obstante, dado que posponer la boda generaría pérdidas cuantiosas y una gran angustia, se procede conforme a la opinión mayoritaria de los juristas y se llevan a cabo los esponsales, aunque la novia no esté en estado de pureza.

03 – Las revisaciones vinculadas al período en el caso de una joven virgen

De cara a su casamiento la novia debe purificarse de la sangre de su período menstrual, así como también del sangrado que pudiera haberse producido por la ansiedad romántica previa al enlace («sangre del deseo» – dam jimud), tal como lo aprenderemos en la siguiente halajá.

A los efectos de comenzar con el proceso de purificación, la novia debe efectuar la revisación de interrupción de la impureza (hefsek tahará) cuanto menos ocho días antes del casamiento. Después de esto, al ponerse el sol, comenzará el conteo de los siete días limpios. Durante estos, la novia deberá revisarse diariamente dos veces, una por la mañana y otra tras el atardecer. En caso de que ello le resultare difícil, se revisará a diario una sola vez. Ya sea que por olvido se hubiere revisado solamente dos veces a lo largo de los siete días, habrá cumplido igualmente con su deber de efectuar las revisaciones (tal como se explicara anteriormente 4:8).

Las revisaciones de interrupción de la impureza y de los siete días limpios se llevan a cabo por medio de un paño blanco denominado “testigo de la revisación” (ed bediká) y tienen por cometido asegurar que ya no haya sangrado alguno proveniente del útero (ver arriba 4:2). Por lo general es preciso efectuar estas revisaciones en la profundidad de la vagina, así como también en los “huecos y grietas”, esto es, en todos los costados de la vagina (ver arriba 4:3). Sin embargo, en virtud de la presencia de la membrana del himen, la novia no tiene la posibilidad de revisar en el interior de su vagina sino únicamente en su abertura, evitando provocar dolor alguno, para que no salga sangre del himen.

Los siete días llegan a su término exactamente una semana después de la interrupción de la impureza, de modo tal que, si esta fue efectuada al final del martes, y en la noche del miércoles comenzó el conteo de los siete días limpios, de igual manera, los ‘siete limpios’ culminarán la semana siguiente al final del martes e inmediatamente después, al salir las estrellas, lo que quiere decir que, en la noche del miércoles, la novia podrá realizar la inmersión ritual purificadora.

04 – La purificación de la sangre originada en la ansiedad romántica previa al enlace (dam jimud)

Nuestros sabios establecieron que cuando la novia acepte casarse, cuente siete días limpios y realice una inmersión ritual, porque quizás en virtud de la comprensión del hecho de que está a punto de contraer matrimonio y unirse a su novio de un modo completo, su corazón se estremezca de amor hacia él y a raíz de esa sensación salga un sangrado de su útero (dam jimud) y se impurifique (Tratado de Nidá 66(A)). Y aunque se hubiere revisado y no hubiere encontrado sangrado alguno, es probable que haya salido muy poca sangre y esta se haya mezclado con la humedad natural existente en la vagina.

El momento en el que se teme que pudiera ocurrir este tipo de sangrado es en la aceptación de la propuesta matrimonial, pues es entonces que la novia toma consciencia del hecho de que se va a casar. En caso de que la aceptación tuviere lugar mucho tiempo antes del enlace, el momento propicio para que la novia perciba este tipo de sangrado es al comenzar con los últimos preparativos, unas dos o tres semanas antes de la boda (Tratado de Nidá 66 (A)).

También una mujer que no ve menstruaciones, como por ejemplo una mujer mayor que ya dejó de ver sangre menstrual, dado que recibió propuesta de matrimonio y aceptó, puede ser que se emocione y vea ‘sangre del deseo’, y por ello deberá contar siete días limpios e ir a la inmersión antes de su boda (ídem).

Si bien lo más probable es que la novia no haya visto sangre, dado que nuestros sabios lo establecieron, debe contar siete días limpios y llevar a cabo una inmersión ritual previa a su casamiento (por dam jimud) la cual deberá ir acompañada del recitado de la bendición correspondiente.

En el caso de una novia que puede purificarse de su última menstruación una semana o dos antes de su casamiento, corresponde que posponga los siete días limpios de modo tal que realice su inmersión ritual un día o dos antes de su enlace, y como mucho cuatro días antes. Esto obedece a que hay juristas que entienden que a medida que se acerca la fecha de la boda, se incrementa la probabilidad de que la novia se emocione y tenga un sangrado originado por su ansiedad romántica, y por ello, resulta conveniente que lleve a cabo su inmersión ritual purificadora con proximidad a la fecha de los esponsales. Además, es bueno que tras la inmersión se revise a diario hasta el día del casamiento aplicando el paño exteriormente para asegurarse de que no ha comenzado a ver sangre a causa del ‘deseo’.

En caso de que la novia ya hubiere realizado su inmersión ritual y a raíz de una discusión subida de tono o disputa hubieren cancelado la boda, y posteriormente los novios volvieron a acordar casarse, la novia deberá volver a contar siete días limpios y realizar la inmersión ritual, pues quizás en el momento de volver a fijar la fecha del enlace pudiera experimentar un sangrado producto de la ansiedad romántica (Shulján Aruj 192:3).

Otro tanto ocurre con quien regresa con la mujer de la cual se ha divorciado (hamajzir et grusható), e incluso aunque ella estuviere embarazada de él, deberá contar siete días limpios y efectuar la inmersión ritual correspondiente por si hubiere experimentado un sangrado producto de la ansiedad romántica (Shulján Aruj 192:5, Radbaz 3:423, Torat HaShelamim 9).

De manera similar, cuando se casan dos personas ancianas. La novia precisa contar siete días y purificarse. Pero en caso de que resulte claro que el novio ya carece por completo de vigor viril, y el objetivo del enlace es solamente el hacerse compañía y brindarse ayuda mutua, la mujer no deberá estar atenta a este tipo de sangrado (dam jimud) ni contar siete días limpios.

05 – Una explicación espiritual para la abstención de los novios a encontrarse una semana antes del matrimonio

De acuerdo con las reglas de la Halajá y las restricciones que fijaron nuestros sabios en lo que refiere a las leyes relativas a las manchas, la norma debería indicar que la novia se impurifique únicamente en caso de que viera sangre producto de su ansiedad romántica, pero en su defecto, si en la práctica no viere sangre alguna salvo la correspondiente a sus períodos menstruales regulares, no debería temer por una sangre adicional del ‘deseo’ (dam hajimud).  Sin embargo, los sabios endurecieron más en esta norma y temieron que tal vez salga ‘sangre del deseo’ y ella no la vea porque esta se perdió, y por eso instituyeron que toda novia se purifique por temor a la sangre del deseo.

Al parecer, los sabios tuvieron una razón espiritual para ello y es que, de cara a su enlace, la novia debe purificarse de la etapa de las dudas y las búsquedas en la cual no logró completarse por medio de la vida de pareja, y solo pudo anhelar y desear. Por medio de los siete días limpios y la inmersión, la novia se habrá de purificar previo a la unión con su marido con amor y alegría. El conteo de estos días se asemeja a las siete semanas que contara el pueblo de Israel previo a la entrega de la Torá, evento al que se considera ‘el día del enlace’ entre el Santo Bendito Él y el pueblo de Israel.

Como continuación de esto, en las últimas generaciones se ha difundido una bonita costumbre en el pueblo de Israel y es la de que los novios no se encuentren durante la semana previa a la boda, y hay muchos que se esmeran por tampoco hablar por teléfono. Parece que el fundamento halájico de esta práctica se origina en lo dicho por las autoridades medievales (rishonim) en cuanto a que a medida que se acerca la fecha del enlace, sin que este se pueda aun concretar, se intensifica el temor por el sangrado causado por la ansiedad romántica, y en caso de que los novios se vean durante la última semana, el temor a que ello ocurra se torna aun mayor. La explicación espiritual de esta práctica es que, en esta última semana tan especial, por medio del anhelo y el deseo por llegar a la alegría nupcial, los novios se habrán de purificar de cara a su casamiento con alegría y amor.

06 – El retorno en arrepentimiento previo a la boda

Es preceptivo que el novio y la novia se despierten a la ‘teshuvá’ (retorno en arrepentimiento) previo a su matrimonio, especialmente en el mero día de su enlace, le recen a HaShem y le pidan tener el mérito de vivir juntos en amor y alegría, dedicarse al estudio de la Torá y a la observancia de los preceptos, ayudarse mutuamente para efectivizar todas sus cualidades y talentos y concretar todas sus buenas aspiraciones, para esplendor de la Torá y en aras de la construcción de la nación y el país. Pedirle tener el mérito de honrar a sus padres, tener hijos y criarlos en la Torá, los preceptos, la jupá y las buenas acciones. Tener una salud buena y un sustento digno. Que puedan recibir los Shabatot y las festividades con alegría y tranquilidad. Y es bueno que recen también por sus familias y por sus amigos.

Nuestros sabios dijeron (Tratado de Yevamot 63(B)): “Cuando un hombre desposa a una mujer sus pecados quedan sin efecto (nistamim, lit. se bloquean o sellan) tal como fue dicho (Mishlei-Proverbios 18:22): “Quien ha hallado una mujer (virtuosa) ha hallado el bien, y ha obtenido la gracia de HaShem”. Y también la novia logra esto en el día de su enlace, ya que todo lo que nuestros sabios dijeran respecto del novio aplica también para la novia.

La razón por la cual los pecados de los novios son condonados obedece a que mientras estaban solteros eran cual dos mitades que no hallaban su complemento, tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Yevamot 63(A)): “Todo hombre que carece de mujer, no es un hombre (Adam)”. Aun solteros, se encontraban carentes de alegría, de bendición, de bien, de Torá, de muro protector, de paz (ídem 62(B)). Al casarse con fidelidad y amor de acuerdo con las leyes de Moshé e Israel, se unen, completándose mutuamente y es como si volvieran a nacer, y los pecados cometidos que influían negativamente sobre su personalidad y su carácter se ocultan y se eliminan. Y si logran retornar en arrepentimiento completo, sus pecados se habrán de convertir en méritos, crecerán y florecerán junto a todas sus virtudes logrando así potenciar y profundizar su amor y enaltecer sus vidas. No obstante, en caso de que volvieran a incurrir en transgresiones, sus pecados habrán de retornar a su sitio y las inclinaciones y los aspectos negativos del carácter volverán a aflorar cual espinas que amargarán sus vidas.

En Yom Kipur nos esforzamos en gran manera por retornar en arrepentimiento de un modo franco y recto, y en el día de los esponsales, en virtud de la gran santidad del evento, los novios pueden alcanzar este nivel sin precisar realizar esfuerzos especiales. Porque a partir de ese momento ellos realmente desean vivir con fidelidad y amor, formar una buena familia y realizar buenas acciones. Por ese motivo, en ese día, su retorno –teshuvá– es aceptada de un modo especial, y en virtud de ello, sus plegarias son escuchadas y respondidas.

07 – La costumbre de ayunar en el día de la boda

En la mayoría de las comunidades judías se acostumbró que el novio y la novia ayunen en el día de sus esponsales, para que se purifiquen y refinen por medio del retorno en arrepentimiento, y en ese contexto le recen a HaShem pidiéndole que con Su gran benevolencia les conceda el mérito de efectivizar todas sus buenas aspiraciones. Además, se temía que, en virtud de la tensión previa a la boda, hubiese novios que comiesen o bebiesen en exceso, y no llegasen al enlace con la actitud y la seriedad apropiadas, e incluso no pudiesen concentrarse en la ceremonia a raíz de la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas.

Hay comunidades sefaradíes y orientales en las que no se acostumbra a ayunar en el día de la boda y otras en las que los novios ayunan, pero las novias no, y el retorno en arrepentimiento de la novia tiene lugar durante la inmersión ritual previa al enlace. En la práctica, corresponde que cada novio proceda de acuerdo con la tradición de su padre, y toda novia según la de su madre. Y quienes hayan hecho teshuvá –ba’alei teshuvá– y carezcan de una tradición familiar específica, que escojan la usanza que consideren sea la mejor para ellos.

También en familias en las que se acostumbra a ayunar, no lo hacen en aquellos días en los que está prohibido abstenerse de comer, por ejemplo, en Rosh Jodesh, en Janucá y durante el mes de Nisán. Si un novio o una novia temen que el ayuno pudiera debilitarlos o causarles dolor de cabeza, no están obligados a hacerlo. En el pasado muy pocas personas adoptaban una actitud flexible en este asunto, pero en la actualidad que las personas están acostumbradas a vivir en la abundancia y el confort, desde el punto de vista psicológico los ayunos se han tornado más difíciles de efectuar, y por ello, en caso de que provoquen sufrimiento, se adopta la actitud flexible, ya que el objetivo del ayuno es despertar a la persona a retornar en arrepentimiento y no fungir a modo de expiación de sus pecados ni de refinamiento personal por medio de la aceptación de sufrimientos.

En ese contexto, en los demás ayunos vemos que en el pasado muchos solían efectuarlos como forma de expiación de los pecados y refinamiento personal a través del sufrimiento, al tiempo que en nuestros días se instruye a las personas a abundar en actos caritativos, estudio de Torá y retorno en arrepentimiento en lugar de ayunar.

Por lo tanto, quienes teman que el ayuno pudiera afectarles, no tienen el deber de hacerlo, y podrán comer y beber cuanto precisen, se abstendrán de ingerir bebidas alcohólicas y se despertarán para retornar en arrepentimiento por medio del estudio de Torá y los aportes para la tzedaká que realicen en el mero día de su enlace. De ser ello posible, que ayunen hasta el mediodía.

El ayuno se prolonga hasta después de la ceremonia nupcial o hasta que salgan las estrellas, escogiéndose la opción más temprana (Jojmat Adam 129:2, Sdei Jemed Maarejet Jatán Vekalá 4).

08 – La primera unión preceptiva (be’ilat mitzvá)

La primera unión física de la pareja tiene un carácter especial, y es denominada cópula preceptiva (be’ilat mitzvá), en la cual el novio y la novia alcanzan a unirse por completo estableciendo así un pacto eterno entre ellos. Tal como dijera el primer Adam tras encontrar a su mujer y desposarla: “Dijo el hombre: Esta vez: hueso de mis huesos y carne de mi carne. A ésta se la llamará: Ishá (mujer), pues del Ish (hombre) fue tomada ésta. Por ello, el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer y se tornarán una sola carne” (Bereshit-Génesis 2:22-24). A partir de ello, podrán continuar manifestando su unión por medio del precepto de oná, con amor y alegría durante todos los días de sus vidas. En ese contexto, podrán cumplir también con el precepto de procrear (“creced y multiplicaos”) (Tosafot al Tratado de Ketuvot 4(A)).

La virginidad expresa el cuidado que ha tenido la novia de preservarse para su novio, para que él sea quien abra el manantial de la vida que hay en ella, y pueda así dar a luz hijos e hijas de él con deleite y alegría. La unión que abre la virginidad implica placer, y a veces también dolor, que expresa el pacto que el novio y la novia establecen entre sí.

Este pacto se mantendrá siempre, en las buenas y en las malas. Tal como fuera dicho (Yejezkel-Ezequiel 16:6): “Y yo pasé junto a ti, y te vi revuelta en tus sangres, y te dije: en tus sangres vivirás, en tus sangres vivirás”. O sea, a pesar de que el mundo está colmado de carencias, y los novios tampoco son completos, la disposición de la novia a abrirse a su novio para unirse con él y la del novio a comprometerse en procurar la felicidad de su elegida, cubren o compensan cualquier posible carencia. De ese modo se establece entre ellos un pacto eterno, mediante el cual podrán continuar su vida común para siempre, en este mundo, a través de su descendencia y en el Venidero por medio de la unión de sus almas.

09 – La virginidad en el pasado y en la actualidad

El documento nupcial (ketuvá) que establecieron nuestros sabios tiene por objetivo asegurar los derechos de la novia, y en su centro se encuentra la suma de dinero que esta habrá de recibir en caso de que el matrimonio llegue a su fin, ya sea a raíz de un divorcio o del fallecimiento del marido.

En lo que respecta al monto de la ketuvá, nuestros sabios establecieron que quien desposare una mujer virgen, dado que tiene el privilegio de saber que es el único hombre en su vida, deberá comprometerse cuanto menos a doscientos zuz. Quien desposare una novia no virgen, deberá comprometerse cuanto menos a cien zuz (Tratado de Ketuvot 10(B)).

En el pasado, si tras la cópula preceptiva no salía sangre, resultaba que la novia no era virgen y el novio podía argüir que, dado que la desposó bajo la suposición de que era virgen, era preciso dejar los esponsales sin efecto o reducir el monto fijado en la ketuvá. Pero en la actualidad, cuando no se encuentra señal de sangre tras la cópula preceptiva, no cabe realizar semejante afirmación, ya que, dado que la novia es mayor de edad (dieciocho), a veces de modo natural el himen se tensa solo, generándose así una rotura, por lo que en la primera unión no se perciben señales de sangrado.

Cuanto mayor sea la novia, mayor es la probabilidad que en la primera cópula no se vea rastros de sangre, y en caso de que la novia soliese usar tampones durante sus períodos menstruales, lo más probable es que estos hayan tensado al himen, por lo que no verá sangre en su primera unión.

A pesar de que debido al retraso en la edad promedio de las novias al casarse el himen suele tensarse previo al enlace y no se rompe durante la cópula preceptiva, la virtud de la primera unión sigue en pie, ya que por su intermedio los novios establecen entre sí un pacto eterno.

10 – El sangrado producido por la pérdida de la virginidad y la impureza que genera

Nuestros sabios establecieron que luego de que el novio se une a su novia virgen, cumpliendo ambos plenamente con la cópula preceptiva, la novia queda impura a raíz del sangrado producido por la pérdida de la virginidad. No obstante, una vez que el novio eyaculó, no debe tener prisa en apartarse, pudiendo continuar abrazando a su esposa y manteniendo la misma postura de la cópula. Cuando así lo decidan, el novio habrá de separarse, comenzando entonces las prácticas de separación propias de los días de nidá.

Según la Torá, la sangre producida por la rotura del himen se considera sangre de una herida o de un golpe, o sea, sangre producida por una lesión, que por ende, no impurifica. Sin embargo, los sabios temieron que a raíz del entusiasmo de la primera unión y ante la pérdida de la virginidad, junto con el sangrado producto de la rotura del himen, salga del útero otra sangre que sí impurifica.

Al parecer, también temieron que, en caso de adoptar una actitud flexible en lo concerniente a la sangre producida por la pérdida de la virginidad, este sangrado podría mantenerse en las siguientes uniones de manera ininterrumpida, por lo que la herida no tendría cuándo cicatrizar; y así, al llegar el período menstrual, podría haber quien se equivocare al pensar que sigue tratándose de sangre producto de la pérdida de la virginidad, y transgredan la prohibición de “caret”. Particularmente en los días inmediatamente posteriores al casamiento en los que el deseo de los novios se incrementa, y de no establecer un cerco protector que prohíba cualquier tipo de sangre, podrían llegar a incurrir en una conducta prohibida.

Incluso si después de la unión la novia no hubiere visto sangre, los novios deberán apartarse siguiendo las normas de la nidá, ya que como la novia es virgen, resulta probable que se haya producido algún tipo de sangrado que pudiera haberse disipado o resultado cubierto por el semen. Esto es así a condición de que ambos cónyuges estén seguros de que entre ellos hubo una unión completa, de modo tal que el órgano masculino haya entrado completamente en la vagina y eyaculado en su interior. Pero en caso de que dudaren al respecto, si vieren sangre sobre la sábana o sobre el paño con el cual se limpiaron, la novia quedará impura, y si no vieren sangre, seguirá estando pura. Solamente tras haber mantenido una unión completa, aunque no hubieren visto sangre, la novia quedará impura, pues quizás se haya producido un sangrado que los novios no lograron percibir. A los efectos de salir de toda duda, es preferible que utilicen sábanas y prendas de colores oscuros sobre las que no resulta posible ver manchas de sangre, de modo tal que en caso de que dudaren si mantuvieron o no una unión completa, no precisarán apartarse.

En el caso de una novia no virgen, por ejemplo, una viuda, una divorciada o una soltera que ya mantuvo anteriormente relaciones sexuales por fuera del marco de la santidad, esta no se impurifica en la primera unión ya que no experimenta el sangrado producido por la pérdida de la virginidad (dam betulím).

11 – La purificación de la novia tras el sangrado producto de la pérdida de la virginidad

Una vez que los novios se apartan tras la cópula preceptiva, no se puede comenzar a contar de inmediato siete días puros puesto que ya estudiamos (ver arriba 4:5-7) que mientras que el semen pueda salir de la vagina la mujer no puede comenzar a purificarse. Dado que ello puede ocurrir durante tres días, la novia deberá esperar al cuarto día desde la primera unión y al final de este podrá interrumpir la impureza (hefsek tahará) y comenzar a contar los siete días limpios. Y si desea, al día siguiente de la cópula preceptiva podrá limpiarse bien la vagina para dejarla libre de todo resto de semen, y en ese mismo día, previo a la puesta del sol podrá interrumpir la impureza y comenzar a contar los siete días limpios.

Sin embargo, en la práctica, la costumbre más extendida es que la novia tome píldoras para posponer el período menstrual, e inmediatamente después de la unión completa deje de tomarlas, y así en contados días le llegará la menstruación. Entonces, solamente tras la finalización del sangrado menstrual podrá interrumpir la impureza y comenzar a contar los siete días limpios.

Si una vez que la novia se purifica y se une a su marido vuelve a ver sangre producida por la pérdida de la virginidad, volverá a impurificarse, y otro tanto la tercera vez, porque mientras queden restos de su virginidad y ella vea sangre, quedará impurificada. En un caso así, la desazón que ello provoca es muy grande, por lo que es preciso hacer todo lo posible para evitar que aparezca nuevamente sangre vinculada a la pérdida de la virginidad. Para ello, una recomendación es que, al día siguiente de la cópula preceptiva, en la cual la novia se impurifica por efecto del sangrado vinculado a la pérdida de la virginidad, se pase un paño húmedo por el sitio del himen y retire sus restos. La experiencia indica que, tras este procedimiento, la probabilidad de que la novia vuelva a ver sangre es sumamente baja. Entonces, si de todas maneras volviere a ver sangre de este tipo en días en los cuales no tiene que recibir su período menstrual, esta ya no será considerada como asociada a la pérdida de la virginidad y poseedora de un efecto de impureza, sino como sangre proveniente de una herida en las paredes laterales de la vagina producto de la pérdida de la virginidad y que no impurifica.

12 – El retiro del himen por medio de un procedimiento médico

Cuando la unión de la pareja resulta sumamente dolorosa, y tras varios intentos los novios ven que no logran romper la membrana del himen, ya sea porque resulta ser particularmente gruesa o porque los cónyuges son especialmente temerosos, es preciso dirigirse a una doctora para que ella abra el himen por medio de un sencillo procedimiento quirúrgico.

En la práctica, si bien saldrá sangre producto de esta intervención -la novia no se impurificará, ya que el decreto rabínico indica que la novia habrá de impurificarse por efecto del sangrado que se produce durante la unión, ya que quizás, en virtud de la excitación que le produce la unión al novio salga también de su útero sangre menstrual o producto de la ansiedad romántica o ‘sangre del deseo’ (dam jimud), pero cuando el himen es abierto por medio de un procedimiento médico no hay lugar para temer que ello ocurra. Luego, aunque la novia viere sangre producto de haber mantenido relaciones, se tratará de sangre proveniente de una herida que no impurifica, ya que se deriva de la lesión que quedó en la propia vagina y no del himen en sí.

Asimismo, quien no lograre seguir la recomendación aquí expuesta en el inciso anterior, podrá acudir donde una doctora para que revise si su himen se abrió o no por completo, y en caso de que viere que una parte de este aun bloquea la entrada, habrá de abrir el remanente. Entonces, si tras este procedimiento la novia viere sangre en su siguiente unión, la sangre será considerada proveniente de una herida, por lo que la novia no se impurificará.

13 – ¿Cuándo aplica sobre los novios la prohibición de estar juntos a solas (ijud)?

En términos generales, un hombre y una mujer que están prohibidos el uno para la otra no deben quedar a solas en un sitio en el cual nadie pueda verlos, para evitar la posibilidad de incurrir en una transgresión. Esta restricción se denomina ‘la prohibición de ijud’. Supuestamente, un marido y una mujer que está nidá no deberían poder estar a solas en su casa, pero como ya pudieron alegrarse conjuntamente por medio del cumplimiento del precepto de oná, y dado que podrán volver a cumplirlo una vez que la mujer se purifique, tienen las fuerzas como para sobreponerse a su instinto y esperar hasta que la mujer se purifique.

Ya aprendimos (ver arriba 3:1) que el Talmud cuenta (Tratado de Sanedrín 37(A)) que un sacerdote cristiano le preguntó a Rav Kahana lo siguiente: Ustedes sostienen que un hombre puede permanecer en una casa cerrada junto a su esposa cuando esta se encuentra en estado de nidá (impura), “pero ¡¿acaso es posible que el fuego prenda en la paja y esta no arda?! ¡¿Acaso muchachos jóvenes son capaces de sobreponerse a sus impulsos instintivos y no pecar?! Rav Kahana le respondió: “La Torá testifica sobre nosotros ‘sugá bashoshanim’ –’un vallado de rosas- (Shir HaShirim-Cantar de los Cantares 7:3); es decir que no se abrirán brechas incluso a un cerco, aunque esté constituido solamente por rosas”. O sea, las medidas de apartamiento dispuestas por nuestros sabios, que se asemejan a un cerco endeble de rosas, evitan que los miembros de la pareja incurran en una transgresión. Esto es así a condición de que ya hayan mantenido relaciones una vez.

Pero en caso de que tuviere lugar una ceremonia nupcial en la cual la novia se encontrare en su período menstrual (jupat nidá) o si antes que los novios alcanzaren a unirse la novia hubiere visto sangre menstrual y quedare impurificada, tendrán prohibido quedar a solas (isur ijud) hasta que la novia realice la inmersión ritual, se purifique y la pareja pueda efectivizar la unión.

Si la pareja se hubiere recostado en cercanía física sin que medie entre ambos nada que los separe, ni siquiera ropa interior, ya no recaerá más sobre ellos la prohibición de ijud. Pero en caso de que uno de los cónyuges, en virtud de un cuidado excesivo evitare la cercanía física sin que nada medie entre ellos, y la mujer viere sangre menstrual, tendrán prohibido quedarse a solas.

El consejo más práctico para un novio y una novia que tienen prohibido quedarse a solas, es que tras el casamiento vayan a la casa de los padres de uno de los dos y vivan con ellos hasta la noche en la que a la mujer le toque realizar su inmersión ritual. Durante ese período, deberán dormir en habitaciones separadas, de tal manera que no sea posible ir de una habitación a la otra sin pasar antes por un corredor exterior por el cual transiten los padres u otros miembros de la familia (ver Tratado de Ketuvot 4(A), Shulján Aruj 192:4).

Cuando no duerman, deberán tener el recaudo de no quedarse a solas en una habitación cerrada. Durante el día, el cuidado principal es que la puerta de la habitación no esté cerrada con llave, de modo que, en cualquier momento los familiares puedan ingresar. Por la noche, deberán ser más cuidadosos, teniendo el recaudo de que la puerta esté abierta y la habitación iluminada. Si los novios quisieren estar en su propia casa, el modo de evitar el ijud es que se hospeden allí junto a ellos un niño y una niña de la familia que sean mayores de seis años, de manera que, por la noche el novio duerma con el niño en una habitación y la novia con la niña en otra.

14 – La postergación de la unión preceptiva (be’ilat mitzvá)

En la práctica común, los novios y las novias deseen alegrarse durante los siete días de la alegría preceptiva, y sienten gran pesar por el hecho de que la novia quede impura tras la primera noche por causa de la sangre producida por la pérdida de la virginidad (dam betulim). Además, a muchos les cuesta de sobremanera pasar de una etapa prenupcial en la cual todo contacto físico estaba prohibido a cumplir de inmediato con la mitzvá de manera plena, lo cual puede devenir en el hecho de que la primera unión venga acompañada de incomodidades.

Además, en caso de que los novios no hubieren alcanzado a conocerse y a alegrarse mutuamente, el recuerdo que les quedará de los primeros días del matrimonio -que se supone deben ser especialmente alegres- podría tornarse en sombrío. Asimismo, si la novia no va a alcanzar a deleitarse y de su primera unión solo habrá de quedarle una vivencia dolorosa, cabe temer que le costará liberarse del mal recuerdo y abrirse posteriormente al cumplimiento del precepto de oná con alegría.

Por lo tanto, la indicación más adecuada es que pospongan la unión preceptiva para el último de los siete días de la alegría nupcial, y mientras tanto, se alegren mutuamente con mucho amor. Dado que cuando el novio y la novia se alegran el uno con la otra, naturalmente al novio le resulta difícil contenerse de emitir su semen, y cuando este sienta que su deseo se incrementa, podrán llevar a cabo la unión por medio de un leve roce del órgano masculino sobre la zona de entrada a la vagina, de modo tal, que el semen sea eyaculado en dirección a ella sin que medie ningún tipo de presión sobre el himen.

No obstante, hay quienes consideran que es preferible apresurarse a cumplir con la cópula preceptiva lo antes posible, a pesar de que acto seguido la novia quedará impura y los novios deberán apartarse el uno de la otra. Según su opinión, en la postergación de la cópula preceptiva se corren ciertos riesgos, y muchos son los que proceden según este parecer. No obstante, de acuerdo con nuestra experiencia, consideramos que la instrucción correcta para nuestros días es postergar la cópula preceptiva para que los novios cultiven abundantemente la alegría de su amor.

15 – La unión preceptiva en Shabat

Está permitido llevar a cabo la unión preceptiva en Shabat, y no debe prohibirse bajo el argumento de que en ese día está prohibido realizar acciones que generen dolor, porque la alegría por el cumplimiento del precepto de la unión conyugal supera al dolor producido por la rotura del himen. Tampoco corresponde prohibirla por la prohibición de “lastimar o herir” (jovel), ya que esta prohibición implica que no se puede infligir al cuerpo una herida que sangre, y en el caso del sangrado producto de la pérdida de la virginidad, este se encuentra guardado y concentrado en su lugar para proteger la entrada de la vagina, y la penetración que deja sin efecto la virginidad no es considerada como una lastimadura que provoca un sangrado corporal.

Tampoco se considera a la cópula como una labor prohibida de ‘tikún’ (reparar o confeccionar) destinada a hacer un orificio, porque el estado de virginidad se considera como más completo, y al romperse el himen, se considera que se estropea el estado de virginidad, ya que corresponde renunciar a esta únicamente en aras de la unión virtuosa de los cónyuges (Tratado de Ketuvot 5(B) – 7(A), Shulján Aruj Oraj Jaim 280:2).

16 – Revisaciones posteriores al casamiento

Hay quienes sostienen que una novia que no tiene un período menstrual fijo o regular debe cerciorarse de que la unión no le genere la aparición de la menstruación. Para ello, una vez que le quede claro que el sangrado producto de la pérdida de la virginidad ha cesado, durante las tres primeras veces en las que cumplan con la unión, los novios deberán revisarse. Así es como habrán de proceder: prepararán paños blancos para la revisación, previo a la unión la novia se revisará para cerciorarse de que está limpia para de esa manera tener la certeza de que no le ha llegado aún el período.

Tras la cópula, los novios se revisarán con un paño para asegurarse de que no tienen sangre sobre sí, o sea producto de esta. Tras haber realizado este control tres veces de esta manera, tendrán la certeza de que mantener relaciones no le produce a la novia la aparición del flujo menstrual (Shulján Aruj 186:2, según el Rif, y muchos de entre los juristas de las últimas generaciones [ajaronim]).

Por otra parte, hay quienes dicen que no es preciso llevar a cabo estas revisaciones, porque según la opinión de la mayoría de los sabios medievales (rishonim) no cabe temer que mantener relaciones produzca la llegada del período sin que medie un motivo fundamentado (Rashi, Tosafot, Rabí Zerajiá Haleví, Ritbá y otros). Y también en la práctica, el temor a que la unión provoque la llegada del período es prácticamente nula. Y así es como se procedió en varias comunidades (Siftei Cohen 186:1).

En la práctica, la halajá es de acuerdo con la opinión más flexible en cuanto a que una vez culminado el sangrado producido por la pérdida de la virginidad no resulta necesario efectuar más revisaciones. Y quienes deseen actuar con excelencia, podrán proceder según la opinión más estricta.

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