Taharat HaMishpajá

02 – Los cuidados necesarios en el caso de una jupat nidá (boda en la cual la novia está nidá)

La novia debe esforzarse lo máximo posible a los efectos de llegar al día de su casamiento en estado de pureza, pues de no ser así, ello afectará negativamente la alegría del enlace y los novios deberán observar todas las medidas de alejamiento o distanciamiento que estudiamos anteriormente (capítulo 4). En el marco de las precauciones debidas, los cónyuges no podrán tomarse de la mano ni pasarse objetos entre sí. No obstante, durante la ceremonia nupcial, a los efectos de evitar incomodidades, el novio podrá cubrir a la novia con el velo, colocar el anillo en su dedo índice, darle de beber vino de la copa y entregarle el documento nupcial (la ketuvá) procurando hacerlo sin tocarla. Además, recae sobre la pareja la prohibición de estar a solas en una habitación (ijud) hasta que la novia se purifique, y deberán dormir en habitaciones separadas en la casa de los padres o en otra residencia en la que haya más gente (tal como se explicará más adelante en la halajá 13). Asimismo, tras la ceremonia nupcial (la jupá), tendrán prohibido permanecer a solas en la llamada “habitación de la reunión” (jeder ijud).

Además de ello, hay quienes dicen que la validez de los esponsales depende de que el novio y la novia puedan unirse completamente de un modo apropiado para el cumplimiento del precepto de oná, por lo que cuando la novia está nidá, esto no puede ocurrir, y por ende, el matrimonio no tiene vigencia (Rambám). No obstante, dado que posponer la boda generaría pérdidas cuantiosas y una gran angustia, se procede conforme a la opinión mayoritaria de los juristas y se llevan a cabo los esponsales, aunque la novia no esté en estado de pureza.

03 – Las revisaciones vinculadas al período en el caso de una joven virgen

De cara a su casamiento la novia debe purificarse de la sangre de su período menstrual, así como también del sangrado que pudiera haberse producido por la ansiedad romántica previa al enlace («sangre del deseo» – dam jimud), tal como lo aprenderemos en la siguiente halajá.

A los efectos de comenzar con el proceso de purificación, la novia debe efectuar la revisación de interrupción de la impureza (hefsek tahará) cuanto menos ocho días antes del casamiento. Después de esto, al ponerse el sol, comenzará el conteo de los siete días limpios. Durante estos, la novia deberá revisarse diariamente dos veces, una por la mañana y otra tras el atardecer. En caso de que ello le resultare difícil, se revisará a diario una sola vez. Ya sea que por olvido se hubiere revisado solamente dos veces a lo largo de los siete días, habrá cumplido igualmente con su deber de efectuar las revisaciones (tal como se explicara anteriormente 4:8).

Las revisaciones de interrupción de la impureza y de los siete días limpios se llevan a cabo por medio de un paño blanco denominado “testigo de la revisación” (ed bediká) y tienen por cometido asegurar que ya no haya sangrado alguno proveniente del útero (ver arriba 4:2). Por lo general es preciso efectuar estas revisaciones en la profundidad de la vagina, así como también en los “huecos y grietas”, esto es, en todos los costados de la vagina (ver arriba 4:3). Sin embargo, en virtud de la presencia de la membrana del himen, la novia no tiene la posibilidad de revisar en el interior de su vagina sino únicamente en su abertura, evitando provocar dolor alguno, para que no salga sangre del himen.

Los siete días llegan a su término exactamente una semana después de la interrupción de la impureza, de modo tal que, si esta fue efectuada al final del martes, y en la noche del miércoles comenzó el conteo de los siete días limpios, de igual manera, los ‘siete limpios’ culminarán la semana siguiente al final del martes e inmediatamente después, al salir las estrellas, lo que quiere decir que, en la noche del miércoles, la novia podrá realizar la inmersión ritual purificadora.

04 – La purificación de la sangre originada en la ansiedad romántica previa al enlace (dam jimud)

Nuestros sabios establecieron que cuando la novia acepte casarse, cuente siete días limpios y realice una inmersión ritual, porque quizás en virtud de la comprensión del hecho de que está a punto de contraer matrimonio y unirse a su novio de un modo completo, su corazón se estremezca de amor hacia él y a raíz de esa sensación salga un sangrado de su útero (dam jimud) y se impurifique (Tratado de Nidá 66(A)). Y aunque se hubiere revisado y no hubiere encontrado sangrado alguno, es probable que haya salido muy poca sangre y esta se haya mezclado con la humedad natural existente en la vagina.

El momento en el que se teme que pudiera ocurrir este tipo de sangrado es en la aceptación de la propuesta matrimonial, pues es entonces que la novia toma consciencia del hecho de que se va a casar. En caso de que la aceptación tuviere lugar mucho tiempo antes del enlace, el momento propicio para que la novia perciba este tipo de sangrado es al comenzar con los últimos preparativos, unas dos o tres semanas antes de la boda (Tratado de Nidá 66 (A)).

También una mujer que no ve menstruaciones, como por ejemplo una mujer mayor que ya dejó de ver sangre menstrual, dado que recibió propuesta de matrimonio y aceptó, puede ser que se emocione y vea ‘sangre del deseo’, y por ello deberá contar siete días limpios e ir a la inmersión antes de su boda (ídem).

Si bien lo más probable es que la novia no haya visto sangre, dado que nuestros sabios lo establecieron, debe contar siete días limpios y llevar a cabo una inmersión ritual previa a su casamiento (por dam jimud) la cual deberá ir acompañada del recitado de la bendición correspondiente.

En el caso de una novia que puede purificarse de su última menstruación una semana o dos antes de su casamiento, corresponde que posponga los siete días limpios de modo tal que realice su inmersión ritual un día o dos antes de su enlace, y como mucho cuatro días antes. Esto obedece a que hay juristas que entienden que a medida que se acerca la fecha de la boda, se incrementa la probabilidad de que la novia se emocione y tenga un sangrado originado por su ansiedad romántica, y por ello, resulta conveniente que lleve a cabo su inmersión ritual purificadora con proximidad a la fecha de los esponsales. Además, es bueno que tras la inmersión se revise a diario hasta el día del casamiento aplicando el paño exteriormente para asegurarse de que no ha comenzado a ver sangre a causa del ‘deseo’.

En caso de que la novia ya hubiere realizado su inmersión ritual y a raíz de una discusión subida de tono o disputa hubieren cancelado la boda, y posteriormente los novios volvieron a acordar casarse, la novia deberá volver a contar siete días limpios y realizar la inmersión ritual, pues quizás en el momento de volver a fijar la fecha del enlace pudiera experimentar un sangrado producto de la ansiedad romántica (Shulján Aruj 192:3).

Otro tanto ocurre con quien regresa con la mujer de la cual se ha divorciado (hamajzir et grusható), e incluso aunque ella estuviere embarazada de él, deberá contar siete días limpios y efectuar la inmersión ritual correspondiente por si hubiere experimentado un sangrado producto de la ansiedad romántica (Shulján Aruj 192:5, Radbaz 3:423, Torat HaShelamim 9).

De manera similar, cuando se casan dos personas ancianas. La novia precisa contar siete días y purificarse. Pero en caso de que resulte claro que el novio ya carece por completo de vigor viril, y el objetivo del enlace es solamente el hacerse compañía y brindarse ayuda mutua, la mujer no deberá estar atenta a este tipo de sangrado (dam jimud) ni contar siete días limpios.

05 – Una explicación espiritual para la abstención de los novios a encontrarse una semana antes del matrimonio

De acuerdo con las reglas de la Halajá y las restricciones que fijaron nuestros sabios en lo que refiere a las leyes relativas a las manchas, la norma debería indicar que la novia se impurifique únicamente en caso de que viera sangre producto de su ansiedad romántica, pero en su defecto, si en la práctica no viere sangre alguna salvo la correspondiente a sus períodos menstruales regulares, no debería temer por una sangre adicional del ‘deseo’ (dam hajimud).  Sin embargo, los sabios endurecieron más en esta norma y temieron que tal vez salga ‘sangre del deseo’ y ella no la vea porque esta se perdió, y por eso instituyeron que toda novia se purifique por temor a la sangre del deseo.

Al parecer, los sabios tuvieron una razón espiritual para ello y es que, de cara a su enlace, la novia debe purificarse de la etapa de las dudas y las búsquedas en la cual no logró completarse por medio de la vida de pareja, y solo pudo anhelar y desear. Por medio de los siete días limpios y la inmersión, la novia se habrá de purificar previo a la unión con su marido con amor y alegría. El conteo de estos días se asemeja a las siete semanas que contara el pueblo de Israel previo a la entrega de la Torá, evento al que se considera ‘el día del enlace’ entre el Santo Bendito Él y el pueblo de Israel.

Como continuación de esto, en las últimas generaciones se ha difundido una bonita costumbre en el pueblo de Israel y es la de que los novios no se encuentren durante la semana previa a la boda, y hay muchos que se esmeran por tampoco hablar por teléfono. Parece que el fundamento halájico de esta práctica se origina en lo dicho por las autoridades medievales (rishonim) en cuanto a que a medida que se acerca la fecha del enlace, sin que este se pueda aun concretar, se intensifica el temor por el sangrado causado por la ansiedad romántica, y en caso de que los novios se vean durante la última semana, el temor a que ello ocurra se torna aun mayor. La explicación espiritual de esta práctica es que, en esta última semana tan especial, por medio del anhelo y el deseo por llegar a la alegría nupcial, los novios se habrán de purificar de cara a su casamiento con alegría y amor.

06 – El retorno en arrepentimiento previo a la boda

Es preceptivo que el novio y la novia se despierten a la ‘teshuvá’ (retorno en arrepentimiento) previo a su matrimonio, especialmente en el mero día de su enlace, le recen a HaShem y le pidan tener el mérito de vivir juntos en amor y alegría, dedicarse al estudio de la Torá y a la observancia de los preceptos, ayudarse mutuamente para efectivizar todas sus cualidades y talentos y concretar todas sus buenas aspiraciones, para esplendor de la Torá y en aras de la construcción de la nación y el país. Pedirle tener el mérito de honrar a sus padres, tener hijos y criarlos en la Torá, los preceptos, la jupá y las buenas acciones. Tener una salud buena y un sustento digno. Que puedan recibir los Shabatot y las festividades con alegría y tranquilidad. Y es bueno que recen también por sus familias y por sus amigos.

Nuestros sabios dijeron (Tratado de Yevamot 63(B)): “Cuando un hombre desposa a una mujer sus pecados quedan sin efecto (nistamim, lit. se bloquean o sellan) tal como fue dicho (Mishlei-Proverbios 18:22): “Quien ha hallado una mujer (virtuosa) ha hallado el bien, y ha obtenido la gracia de HaShem”. Y también la novia logra esto en el día de su enlace, ya que todo lo que nuestros sabios dijeran respecto del novio aplica también para la novia.

La razón por la cual los pecados de los novios son condonados obedece a que mientras estaban solteros eran cual dos mitades que no hallaban su complemento, tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Yevamot 63(A)): “Todo hombre que carece de mujer, no es un hombre (Adam)”. Aun solteros, se encontraban carentes de alegría, de bendición, de bien, de Torá, de muro protector, de paz (ídem 62(B)). Al casarse con fidelidad y amor de acuerdo con las leyes de Moshé e Israel, se unen, completándose mutuamente y es como si volvieran a nacer, y los pecados cometidos que influían negativamente sobre su personalidad y su carácter se ocultan y se eliminan. Y si logran retornar en arrepentimiento completo, sus pecados se habrán de convertir en méritos, crecerán y florecerán junto a todas sus virtudes logrando así potenciar y profundizar su amor y enaltecer sus vidas. No obstante, en caso de que volvieran a incurrir en transgresiones, sus pecados habrán de retornar a su sitio y las inclinaciones y los aspectos negativos del carácter volverán a aflorar cual espinas que amargarán sus vidas.

En Yom Kipur nos esforzamos en gran manera por retornar en arrepentimiento de un modo franco y recto, y en el día de los esponsales, en virtud de la gran santidad del evento, los novios pueden alcanzar este nivel sin precisar realizar esfuerzos especiales. Porque a partir de ese momento ellos realmente desean vivir con fidelidad y amor, formar una buena familia y realizar buenas acciones. Por ese motivo, en ese día, su retorno –teshuvá– es aceptada de un modo especial, y en virtud de ello, sus plegarias son escuchadas y respondidas.

07 – La costumbre de ayunar en el día de la boda

En la mayoría de las comunidades judías se acostumbró que el novio y la novia ayunen en el día de sus esponsales, para que se purifiquen y refinen por medio del retorno en arrepentimiento, y en ese contexto le recen a HaShem pidiéndole que con Su gran benevolencia les conceda el mérito de efectivizar todas sus buenas aspiraciones. Además, se temía que, en virtud de la tensión previa a la boda, hubiese novios que comiesen o bebiesen en exceso, y no llegasen al enlace con la actitud y la seriedad apropiadas, e incluso no pudiesen concentrarse en la ceremonia a raíz de la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas.

Hay comunidades sefaradíes y orientales en las que no se acostumbra a ayunar en el día de la boda y otras en las que los novios ayunan, pero las novias no, y el retorno en arrepentimiento de la novia tiene lugar durante la inmersión ritual previa al enlace. En la práctica, corresponde que cada novio proceda de acuerdo con la tradición de su padre, y toda novia según la de su madre. Y quienes hayan hecho teshuvá –ba’alei teshuvá– y carezcan de una tradición familiar específica, que escojan la usanza que consideren sea la mejor para ellos.

También en familias en las que se acostumbra a ayunar, no lo hacen en aquellos días en los que está prohibido abstenerse de comer, por ejemplo, en Rosh Jodesh, en Janucá y durante el mes de Nisán. Si un novio o una novia temen que el ayuno pudiera debilitarlos o causarles dolor de cabeza, no están obligados a hacerlo. En el pasado muy pocas personas adoptaban una actitud flexible en este asunto, pero en la actualidad que las personas están acostumbradas a vivir en la abundancia y el confort, desde el punto de vista psicológico los ayunos se han tornado más difíciles de efectuar, y por ello, en caso de que provoquen sufrimiento, se adopta la actitud flexible, ya que el objetivo del ayuno es despertar a la persona a retornar en arrepentimiento y no fungir a modo de expiación de sus pecados ni de refinamiento personal por medio de la aceptación de sufrimientos.

En ese contexto, en los demás ayunos vemos que en el pasado muchos solían efectuarlos como forma de expiación de los pecados y refinamiento personal a través del sufrimiento, al tiempo que en nuestros días se instruye a las personas a abundar en actos caritativos, estudio de Torá y retorno en arrepentimiento en lugar de ayunar.

Por lo tanto, quienes teman que el ayuno pudiera afectarles, no tienen el deber de hacerlo, y podrán comer y beber cuanto precisen, se abstendrán de ingerir bebidas alcohólicas y se despertarán para retornar en arrepentimiento por medio del estudio de Torá y los aportes para la tzedaká que realicen en el mero día de su enlace. De ser ello posible, que ayunen hasta el mediodía.

El ayuno se prolonga hasta después de la ceremonia nupcial o hasta que salgan las estrellas, escogiéndose la opción más temprana (Jojmat Adam 129:2, Sdei Jemed Maarejet Jatán Vekalá 4).

08 – La primera unión preceptiva (be’ilat mitzvá)

La primera unión física de la pareja tiene un carácter especial, y es denominada cópula preceptiva (be’ilat mitzvá), en la cual el novio y la novia alcanzan a unirse por completo estableciendo así un pacto eterno entre ellos. Tal como dijera el primer Adam tras encontrar a su mujer y desposarla: “Dijo el hombre: Esta vez: hueso de mis huesos y carne de mi carne. A ésta se la llamará: Ishá (mujer), pues del Ish (hombre) fue tomada ésta. Por ello, el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer y se tornarán una sola carne” (Bereshit-Génesis 2:22-24). A partir de ello, podrán continuar manifestando su unión por medio del precepto de oná, con amor y alegría durante todos los días de sus vidas. En ese contexto, podrán cumplir también con el precepto de procrear (“creced y multiplicaos”) (Tosafot al Tratado de Ketuvot 4(A)).

La virginidad expresa el cuidado que ha tenido la novia de preservarse para su novio, para que él sea quien abra el manantial de la vida que hay en ella, y pueda así dar a luz hijos e hijas de él con deleite y alegría. La unión que abre la virginidad implica placer, y a veces también dolor, que expresa el pacto que el novio y la novia establecen entre sí.

Este pacto se mantendrá siempre, en las buenas y en las malas. Tal como fuera dicho (Yejezkel-Ezequiel 16:6): “Y yo pasé junto a ti, y te vi revuelta en tus sangres, y te dije: en tus sangres vivirás, en tus sangres vivirás”. O sea, a pesar de que el mundo está colmado de carencias, y los novios tampoco son completos, la disposición de la novia a abrirse a su novio para unirse con él y la del novio a comprometerse en procurar la felicidad de su elegida, cubren o compensan cualquier posible carencia. De ese modo se establece entre ellos un pacto eterno, mediante el cual podrán continuar su vida común para siempre, en este mundo, a través de su descendencia y en el Venidero por medio de la unión de sus almas.

09 – La virginidad en el pasado y en la actualidad

El documento nupcial (ketuvá) que establecieron nuestros sabios tiene por objetivo asegurar los derechos de la novia, y en su centro se encuentra la suma de dinero que esta habrá de recibir en caso de que el matrimonio llegue a su fin, ya sea a raíz de un divorcio o del fallecimiento del marido.

En lo que respecta al monto de la ketuvá, nuestros sabios establecieron que quien desposare una mujer virgen, dado que tiene el privilegio de saber que es el único hombre en su vida, deberá comprometerse cuanto menos a doscientos zuz. Quien desposare una novia no virgen, deberá comprometerse cuanto menos a cien zuz (Tratado de Ketuvot 10(B)).

En el pasado, si tras la cópula preceptiva no salía sangre, resultaba que la novia no era virgen y el novio podía argüir que, dado que la desposó bajo la suposición de que era virgen, era preciso dejar los esponsales sin efecto o reducir el monto fijado en la ketuvá. Pero en la actualidad, cuando no se encuentra señal de sangre tras la cópula preceptiva, no cabe realizar semejante afirmación, ya que, dado que la novia es mayor de edad (dieciocho), a veces de modo natural el himen se tensa solo, generándose así una rotura, por lo que en la primera unión no se perciben señales de sangrado.

Cuanto mayor sea la novia, mayor es la probabilidad que en la primera cópula no se vea rastros de sangre, y en caso de que la novia soliese usar tampones durante sus períodos menstruales, lo más probable es que estos hayan tensado al himen, por lo que no verá sangre en su primera unión.

A pesar de que debido al retraso en la edad promedio de las novias al casarse el himen suele tensarse previo al enlace y no se rompe durante la cópula preceptiva, la virtud de la primera unión sigue en pie, ya que por su intermedio los novios establecen entre sí un pacto eterno.

10 – El sangrado producido por la pérdida de la virginidad y la impureza que genera

Nuestros sabios establecieron que luego de que el novio se une a su novia virgen, cumpliendo ambos plenamente con la cópula preceptiva, la novia queda impura a raíz del sangrado producido por la pérdida de la virginidad. No obstante, una vez que el novio eyaculó, no debe tener prisa en apartarse, pudiendo continuar abrazando a su esposa y manteniendo la misma postura de la cópula. Cuando así lo decidan, el novio habrá de separarse, comenzando entonces las prácticas de separación propias de los días de nidá.

Según la Torá, la sangre producida por la rotura del himen se considera sangre de una herida o de un golpe, o sea, sangre producida por una lesión, que por ende, no impurifica. Sin embargo, los sabios temieron que a raíz del entusiasmo de la primera unión y ante la pérdida de la virginidad, junto con el sangrado producto de la rotura del himen, salga del útero otra sangre que sí impurifica.

Al parecer, también temieron que, en caso de adoptar una actitud flexible en lo concerniente a la sangre producida por la pérdida de la virginidad, este sangrado podría mantenerse en las siguientes uniones de manera ininterrumpida, por lo que la herida no tendría cuándo cicatrizar; y así, al llegar el período menstrual, podría haber quien se equivocare al pensar que sigue tratándose de sangre producto de la pérdida de la virginidad, y transgredan la prohibición de “caret”. Particularmente en los días inmediatamente posteriores al casamiento en los que el deseo de los novios se incrementa, y de no establecer un cerco protector que prohíba cualquier tipo de sangre, podrían llegar a incurrir en una conducta prohibida.

Incluso si después de la unión la novia no hubiere visto sangre, los novios deberán apartarse siguiendo las normas de la nidá, ya que como la novia es virgen, resulta probable que se haya producido algún tipo de sangrado que pudiera haberse disipado o resultado cubierto por el semen. Esto es así a condición de que ambos cónyuges estén seguros de que entre ellos hubo una unión completa, de modo tal que el órgano masculino haya entrado completamente en la vagina y eyaculado en su interior. Pero en caso de que dudaren al respecto, si vieren sangre sobre la sábana o sobre el paño con el cual se limpiaron, la novia quedará impura, y si no vieren sangre, seguirá estando pura. Solamente tras haber mantenido una unión completa, aunque no hubieren visto sangre, la novia quedará impura, pues quizás se haya producido un sangrado que los novios no lograron percibir. A los efectos de salir de toda duda, es preferible que utilicen sábanas y prendas de colores oscuros sobre las que no resulta posible ver manchas de sangre, de modo tal que en caso de que dudaren si mantuvieron o no una unión completa, no precisarán apartarse.

En el caso de una novia no virgen, por ejemplo, una viuda, una divorciada o una soltera que ya mantuvo anteriormente relaciones sexuales por fuera del marco de la santidad, esta no se impurifica en la primera unión ya que no experimenta el sangrado producido por la pérdida de la virginidad (dam betulím).

11 – La purificación de la novia tras el sangrado producto de la pérdida de la virginidad

Una vez que los novios se apartan tras la cópula preceptiva, no se puede comenzar a contar de inmediato siete días puros puesto que ya estudiamos (ver arriba 4:5-7) que mientras que el semen pueda salir de la vagina la mujer no puede comenzar a purificarse. Dado que ello puede ocurrir durante tres días, la novia deberá esperar al cuarto día desde la primera unión y al final de este podrá interrumpir la impureza (hefsek tahará) y comenzar a contar los siete días limpios. Y si desea, al día siguiente de la cópula preceptiva podrá limpiarse bien la vagina para dejarla libre de todo resto de semen, y en ese mismo día, previo a la puesta del sol podrá interrumpir la impureza y comenzar a contar los siete días limpios.

Sin embargo, en la práctica, la costumbre más extendida es que la novia tome píldoras para posponer el período menstrual, e inmediatamente después de la unión completa deje de tomarlas, y así en contados días le llegará la menstruación. Entonces, solamente tras la finalización del sangrado menstrual podrá interrumpir la impureza y comenzar a contar los siete días limpios.

Si una vez que la novia se purifica y se une a su marido vuelve a ver sangre producida por la pérdida de la virginidad, volverá a impurificarse, y otro tanto la tercera vez, porque mientras queden restos de su virginidad y ella vea sangre, quedará impurificada. En un caso así, la desazón que ello provoca es muy grande, por lo que es preciso hacer todo lo posible para evitar que aparezca nuevamente sangre vinculada a la pérdida de la virginidad. Para ello, una recomendación es que, al día siguiente de la cópula preceptiva, en la cual la novia se impurifica por efecto del sangrado vinculado a la pérdida de la virginidad, se pase un paño húmedo por el sitio del himen y retire sus restos. La experiencia indica que, tras este procedimiento, la probabilidad de que la novia vuelva a ver sangre es sumamente baja. Entonces, si de todas maneras volviere a ver sangre de este tipo en días en los cuales no tiene que recibir su período menstrual, esta ya no será considerada como asociada a la pérdida de la virginidad y poseedora de un efecto de impureza, sino como sangre proveniente de una herida en las paredes laterales de la vagina producto de la pérdida de la virginidad y que no impurifica.

12 – El retiro del himen por medio de un procedimiento médico

Cuando la unión de la pareja resulta sumamente dolorosa, y tras varios intentos los novios ven que no logran romper la membrana del himen, ya sea porque resulta ser particularmente gruesa o porque los cónyuges son especialmente temerosos, es preciso dirigirse a una doctora para que ella abra el himen por medio de un sencillo procedimiento quirúrgico.

En la práctica, si bien saldrá sangre producto de esta intervención -la novia no se impurificará, ya que el decreto rabínico indica que la novia habrá de impurificarse por efecto del sangrado que se produce durante la unión, ya que quizás, en virtud de la excitación que le produce la unión al novio salga también de su útero sangre menstrual o producto de la ansiedad romántica o ‘sangre del deseo’ (dam jimud), pero cuando el himen es abierto por medio de un procedimiento médico no hay lugar para temer que ello ocurra. Luego, aunque la novia viere sangre producto de haber mantenido relaciones, se tratará de sangre proveniente de una herida que no impurifica, ya que se deriva de la lesión que quedó en la propia vagina y no del himen en sí.

Asimismo, quien no lograre seguir la recomendación aquí expuesta en el inciso anterior, podrá acudir donde una doctora para que revise si su himen se abrió o no por completo, y en caso de que viere que una parte de este aun bloquea la entrada, habrá de abrir el remanente. Entonces, si tras este procedimiento la novia viere sangre en su siguiente unión, la sangre será considerada proveniente de una herida, por lo que la novia no se impurificará.

13 – ¿Cuándo aplica sobre los novios la prohibición de estar juntos a solas (ijud)?

En términos generales, un hombre y una mujer que están prohibidos el uno para la otra no deben quedar a solas en un sitio en el cual nadie pueda verlos, para evitar la posibilidad de incurrir en una transgresión. Esta restricción se denomina ‘la prohibición de ijud’. Supuestamente, un marido y una mujer que está nidá no deberían poder estar a solas en su casa, pero como ya pudieron alegrarse conjuntamente por medio del cumplimiento del precepto de oná, y dado que podrán volver a cumplirlo una vez que la mujer se purifique, tienen las fuerzas como para sobreponerse a su instinto y esperar hasta que la mujer se purifique.

Ya aprendimos (ver arriba 3:1) que el Talmud cuenta (Tratado de Sanedrín 37(A)) que un sacerdote cristiano le preguntó a Rav Kahana lo siguiente: Ustedes sostienen que un hombre puede permanecer en una casa cerrada junto a su esposa cuando esta se encuentra en estado de nidá (impura), “pero ¡¿acaso es posible que el fuego prenda en la paja y esta no arda?! ¡¿Acaso muchachos jóvenes son capaces de sobreponerse a sus impulsos instintivos y no pecar?! Rav Kahana le respondió: “La Torá testifica sobre nosotros ‘sugá bashoshanim’ –’un vallado de rosas- (Shir HaShirim-Cantar de los Cantares 7:3); es decir que no se abrirán brechas incluso a un cerco, aunque esté constituido solamente por rosas”. O sea, las medidas de apartamiento dispuestas por nuestros sabios, que se asemejan a un cerco endeble de rosas, evitan que los miembros de la pareja incurran en una transgresión. Esto es así a condición de que ya hayan mantenido relaciones una vez.

Pero en caso de que tuviere lugar una ceremonia nupcial en la cual la novia se encontrare en su período menstrual (jupat nidá) o si antes que los novios alcanzaren a unirse la novia hubiere visto sangre menstrual y quedare impurificada, tendrán prohibido quedar a solas (isur ijud) hasta que la novia realice la inmersión ritual, se purifique y la pareja pueda efectivizar la unión.

Si la pareja se hubiere recostado en cercanía física sin que medie entre ambos nada que los separe, ni siquiera ropa interior, ya no recaerá más sobre ellos la prohibición de ijud. Pero en caso de que uno de los cónyuges, en virtud de un cuidado excesivo evitare la cercanía física sin que nada medie entre ellos, y la mujer viere sangre menstrual, tendrán prohibido quedarse a solas.

El consejo más práctico para un novio y una novia que tienen prohibido quedarse a solas, es que tras el casamiento vayan a la casa de los padres de uno de los dos y vivan con ellos hasta la noche en la que a la mujer le toque realizar su inmersión ritual. Durante ese período, deberán dormir en habitaciones separadas, de tal manera que no sea posible ir de una habitación a la otra sin pasar antes por un corredor exterior por el cual transiten los padres u otros miembros de la familia (ver Tratado de Ketuvot 4(A), Shulján Aruj 192:4).

Cuando no duerman, deberán tener el recaudo de no quedarse a solas en una habitación cerrada. Durante el día, el cuidado principal es que la puerta de la habitación no esté cerrada con llave, de modo que, en cualquier momento los familiares puedan ingresar. Por la noche, deberán ser más cuidadosos, teniendo el recaudo de que la puerta esté abierta y la habitación iluminada. Si los novios quisieren estar en su propia casa, el modo de evitar el ijud es que se hospeden allí junto a ellos un niño y una niña de la familia que sean mayores de seis años, de manera que, por la noche el novio duerma con el niño en una habitación y la novia con la niña en otra.

14 – La postergación de la unión preceptiva (be’ilat mitzvá)

En la práctica común, los novios y las novias deseen alegrarse durante los siete días de la alegría preceptiva, y sienten gran pesar por el hecho de que la novia quede impura tras la primera noche por causa de la sangre producida por la pérdida de la virginidad (dam betulim). Además, a muchos les cuesta de sobremanera pasar de una etapa prenupcial en la cual todo contacto físico estaba prohibido a cumplir de inmediato con la mitzvá de manera plena, lo cual puede devenir en el hecho de que la primera unión venga acompañada de incomodidades.

Además, en caso de que los novios no hubieren alcanzado a conocerse y a alegrarse mutuamente, el recuerdo que les quedará de los primeros días del matrimonio -que se supone deben ser especialmente alegres- podría tornarse en sombrío. Asimismo, si la novia no va a alcanzar a deleitarse y de su primera unión solo habrá de quedarle una vivencia dolorosa, cabe temer que le costará liberarse del mal recuerdo y abrirse posteriormente al cumplimiento del precepto de oná con alegría.

Por lo tanto, la indicación más adecuada es que pospongan la unión preceptiva para el último de los siete días de la alegría nupcial, y mientras tanto, se alegren mutuamente con mucho amor. Dado que cuando el novio y la novia se alegran el uno con la otra, naturalmente al novio le resulta difícil contenerse de emitir su semen, y cuando este sienta que su deseo se incrementa, podrán llevar a cabo la unión por medio de un leve roce del órgano masculino sobre la zona de entrada a la vagina, de modo tal, que el semen sea eyaculado en dirección a ella sin que medie ningún tipo de presión sobre el himen.

No obstante, hay quienes consideran que es preferible apresurarse a cumplir con la cópula preceptiva lo antes posible, a pesar de que acto seguido la novia quedará impura y los novios deberán apartarse el uno de la otra. Según su opinión, en la postergación de la cópula preceptiva se corren ciertos riesgos, y muchos son los que proceden según este parecer. No obstante, de acuerdo con nuestra experiencia, consideramos que la instrucción correcta para nuestros días es postergar la cópula preceptiva para que los novios cultiven abundantemente la alegría de su amor.

15 – La unión preceptiva en Shabat

Está permitido llevar a cabo la unión preceptiva en Shabat, y no debe prohibirse bajo el argumento de que en ese día está prohibido realizar acciones que generen dolor, porque la alegría por el cumplimiento del precepto de la unión conyugal supera al dolor producido por la rotura del himen. Tampoco corresponde prohibirla por la prohibición de “lastimar o herir” (jovel), ya que esta prohibición implica que no se puede infligir al cuerpo una herida que sangre, y en el caso del sangrado producto de la pérdida de la virginidad, este se encuentra guardado y concentrado en su lugar para proteger la entrada de la vagina, y la penetración que deja sin efecto la virginidad no es considerada como una lastimadura que provoca un sangrado corporal.

Tampoco se considera a la cópula como una labor prohibida de ‘tikún’ (reparar o confeccionar) destinada a hacer un orificio, porque el estado de virginidad se considera como más completo, y al romperse el himen, se considera que se estropea el estado de virginidad, ya que corresponde renunciar a esta únicamente en aras de la unión virtuosa de los cónyuges (Tratado de Ketuvot 5(B) – 7(A), Shulján Aruj Oraj Jaim 280:2).

16 – Revisaciones posteriores al casamiento

Hay quienes sostienen que una novia que no tiene un período menstrual fijo o regular debe cerciorarse de que la unión no le genere la aparición de la menstruación. Para ello, una vez que le quede claro que el sangrado producto de la pérdida de la virginidad ha cesado, durante las tres primeras veces en las que cumplan con la unión, los novios deberán revisarse. Así es como habrán de proceder: prepararán paños blancos para la revisación, previo a la unión la novia se revisará para cerciorarse de que está limpia para de esa manera tener la certeza de que no le ha llegado aún el período.

Tras la cópula, los novios se revisarán con un paño para asegurarse de que no tienen sangre sobre sí, o sea producto de esta. Tras haber realizado este control tres veces de esta manera, tendrán la certeza de que mantener relaciones no le produce a la novia la aparición del flujo menstrual (Shulján Aruj 186:2, según el Rif, y muchos de entre los juristas de las últimas generaciones [ajaronim]).

Por otra parte, hay quienes dicen que no es preciso llevar a cabo estas revisaciones, porque según la opinión de la mayoría de los sabios medievales (rishonim) no cabe temer que mantener relaciones produzca la llegada del período sin que medie un motivo fundamentado (Rashi, Tosafot, Rabí Zerajiá Haleví, Ritbá y otros). Y también en la práctica, el temor a que la unión provoque la llegada del período es prácticamente nula. Y así es como se procedió en varias comunidades (Siftei Cohen 186:1).

En la práctica, la halajá es de acuerdo con la opinión más flexible en cuanto a que una vez culminado el sangrado producido por la pérdida de la virginidad no resulta necesario efectuar más revisaciones. Y quienes deseen actuar con excelencia, podrán proceder según la opinión más estricta.

01 – Durante el embarazo

El precepto de oná (intimidad conyugal) se observa de manera regular durante todos los meses del embarazo, siendo el deber para la mayoría de los hombres cumplirlo dos veces por semana (Pninei Halajá – La alegría del hogar y su bendición 2:7). Sin embargo, en los primeros meses del embarazo la unión puede resultar un poco dificultosa para la mujer por causa de las náuseas y los diferentes dolores que pudieran sobrevenir, por lo tanto, es preciso proceder de un modo más moderado a los efectos de cumplir el precepto del modo más confortable posible, empero, el precepto sigue en pie en toda su vigencia.

Dijeron nuestros sabios que en los últimos seis meses del embarazo el cumplimiento del precepto de oná resulta también beneficioso para el feto ya que ello hace que salga bien formado (melubán). En los últimos tres meses, el cumplimiento del precepto de oná sirve también para que el parto resulte más leve.

A partir del momento en el que por medio de una revisación médica, la mujer ya sabe que está embarazada, ya no tiene más ciclos menstruales, y por ello su estatus es similar al de una mujer que ya no tiene el período (mesuleket damim) por lo que no precisa preocuparse más por sus lapsos de separación. Este estatus se prolonga hasta la finalización del período de amamantamiento o hasta que la mujer ve que le llega la primera menstruación post parto (ver arriba 6:10).

A veces durante el período del embarazo hay algún tipo de sangrado, por lo que hay que recurrir a un médico para que revise el estado en el que se encuentra. A los efectos prácticos de la halajá, si resulta que el sangrado proviene de una herida que se encuentra en la vagina o en el cuello uterino, este no impurifica. Y si el sangrado proviene del interior del útero -impurifica (tal como ocurre con la sangre o la mancha que son explicados en el capítulo 2). Sin embargo, en caso de que se cerciore que el sangrado proviene de una herida en el útero que no está relacionada con el embarazo, este no impurificará (arriba 2:14), pero mientras el médico no lo afirme con certeza, impurificará.

02 – Cuestiones médicas

Nuestros sabios dijeron (Tratado de Berajot 60(A)) que en los tres meses previos al parto es correcto que los cónyuges recen para que el feto salga (nazca) en paz.

Durante el embarazo es preceptivo para la mujer grávida cuidar su salud de un modo especial, pues la salud de su feto depende de la suya propia. En este contexto, tiene el deber de efectuar las revisaciones recomendadas por los médicos y las enfermeras que están básicamente cubiertas por los seguros médicos públicos en el Estado de Israel, donde la medicina pública es buena. No obstante, no es preciso llevar a cabo exámenes adicionales que los seguros médicos públicos no los cubren, de lo cual cabe asumir que no resultan indispensables y están destinados a casos en los que se presentan problemas especiales o para personas que temen más de lo habitual. En el caso de una mujer que posee una póliza de seguro médico que incluye una cobertura suplementaria, cabe que efectúe las revisaciones incluidas en su póliza aumentada (tal como se vio anteriormente 7:6).

Los chequeos médicos no impurifican a la embarazada. Ni siquiera la impurifica la sutura del cuello del útero destinada a evitar un aborto, ya que se trata de sangre proveniente de una herida. Además, no se trata de sangre que sale del útero sino del cuello uterino.

A partir de determinada edad o en determinadas situaciones, los médicos recomiendan llevar a cabo el examen del líquido amniótico (amniocentesis) u otro tipo de revisaciones destinadas a identificar problemas genéticos en el feto, y así se debe proceder (Pninei Halajá, La alegría del hogar y su bendición 9:9).

Cuando resulta que el feto está gravemente enfermo y adolece de un problema genético severo, las autoridades halájicas debatieron respecto si es posible, deseable o prohibido llevar a cabo una interrupción del embarazo, y la respuesta depende de la gravedad del problema y de la situación mental o emocional de los padres, por lo que es preciso consultar a un rabino experto en el tema (ídem 9:8).

Cuando el embarazo implica un riesgo para la vida de la mujer, según todas las opiniones es preceptivo realizar un aborto para salvarla (ídem 9:3).

Una mujer tiene permitido recurrir a la ayuda de todo lo que los médicos le recomienden, incluyendo la anestesia epidural para aliviar los dolores de parto.

Cuando el equipo médico recomienda inducir el parto o realizar una cesárea a raíz de un temor por el bienestar de la parturienta o del bebé, los cónyuges deben escuchar su consejo y llevar a cabo la inducción. En caso de que los cónyuges teman efectuarlo, siempre y cuando la demora no resulte riesgosa, podrán solicitar otra opinión médica. Pero no se debe rechazar la recomendación médica sobre la base de especulaciones metafísicas tales como que un cambio en el horario del parto podría afectar negativamente al bebé o a la mamá, ya que todo lo que se haga destinado a salvaguardar la vida de la madre o del bebé es preceptivo y obligatorio.

Quienes se manejan de acuerdo con especulaciones de tipo metafísico y en virtud de estas, no toman en cuenta la postura de los médicos, deberán rendir cuentas (ante el Cielo) por no haber cuidado de su vida adecuadamente.

03 – ¿Desde cuándo se impurifica una parturienta?

El parto en sí impurifica, y a partir del momento que salió la cabeza o la mayor parte del cuerpo del bebé, aunque no haya salido con él sangre, la parturienta queda impura según la Torá con la impureza del parto (tumat leidá). En el caso del nacimiento de un varón esta impureza durará una semana, en el caso de que se trate de una niña, dos semanas (Tratado de Nidá 28(A), Shulján Aruj 194:10, ver adelante halajá número 8).

En numerosas ocasiones, en virtud de la presión producida por las contracciones previas a la salida del bebé, comienza a salir sangre del útero, por lo que la parturienta se impurifica. Pero si de acuerdo con una opinión médica o de la partera, la sangre que sale proviene de la vagina o del cuello uterino, la mujer estará pura.

Sin embargo, hay quienes detentan al respecto una actitud estricta y entienden que, aunque la parturienta no haya visto sangre, ya desde el momento en que se sentó en el «mashber» (la silla de parto), es decir, cuando las contracciones son fuertes y frecuentes y ya no pueda caminar, se asume que está en un estatus de impureza (jezkat tumá) y se debe temer que haya salido una sangre que ya no se ve. Pero a los efectos del dictamen de la halajá, solo si efectivamente vio que salió de ella sangre, queda impurificada antes del parto.

Por lo tanto, incluso después de haberse acostado en la cama de parto y haber sido revisada, si resulta que el parto aún no ha comenzado, mientras no haya visto sangre estará pura. Y no necesita revisarse a sí misma con un examen interno, sino que alcanza con que no haya visto derramarse sangre sobre sus vestimentas o sobre la venda que ha colocado allí.

En esos casos, es preferible que no se chequee por medio de una revisación interior para no ingresar en una situación de duda. En caso de que haya visto una mancha de sangre que no impurifica, por ejemplo, si esta se encuentra sobre una prenda de colores o sobre una toallita higiénica, estará pura. No obstante, si hubiere abundante sangre, ya cabe temer que se trate de sangre proveniente del útero, y aunque vista una prenda de colores o lleve puesta una toallita higiénica -se impurificará.

04 – Preguntas previas al parto

La revisación de la apertura. En numerosas ocasiones, cuando la partera revisa el grado de dilatación del cuello uterino de cara al parto, aparece un pequeño sangrado en el guante, que generalmente se produce por efecto de una herida causada en el cuello uterino, ya que próximo al nacimiento este se torna muy sensible. En la práctica, cuando la partera le resulte claro que el origen de la sangre que ve en el guante proviene de una lastimadura en el cuello del útero, estará pura, y en caso de que dude, estará impura.

A veces, antes del parto ocurre la «ruptura de aguas», que son las aguas amnióticas que llenan el saco del embarazo en el que se encuentra el feto. En ocasiones, descienden lentamente y a veces de golpe. A los fines de la Halajá, la ruptura de aguas no impurifica, pues mientras no haya salido sangre del útero, la parturienta permanece pura.

El tapón mucoso. A veces, previo al parto, “el tapón mucoso” sale del cuello uterino, y si no tiene coloración de sangre, la mujer estará pura. En caso de que la coloración sea de sangre, hay quienes adoptan una actitud estricta por temor a que haya salido sangre del útero hacia el “tapón”. Y hay quienes adoptan una actitud flexible y entienden que la sangre que sale junto con el “tapón” se considera proveniente de una herida y por ende no impurifica. En la práctica, quienes deseen adoptar una actitud flexible podrán hacerlo.

El despegamiento de membranas (stripping) para inducir al parto. En numerosas ocasiones la parturienta o el médico llevan a cabo un procedimiento de despegamiento de membranas en la entrada del útero que provoca que el cuerpo libere sustancias que producen contracciones que hacen avanzar el proceso del parto. Por lo general este procedimiento es doloroso y produce un leve sangrado, por lo que hay autoridades halájicas que entienden que tras el despegamiento de las membranas la parturienta se impurifica y el contacto con su marido pasa a estar prohibido. No obstante, a los efectos prácticos, mientras no se trate de un flujo de sangre importante, resulta que se trata de un sangrado producido por una herida en el útero originada en esta acción médica, y por lo tanto no impurifica. Empero, si comenzare a sangrar abundantemente, se tratará de sangre proveniente del útero por causa de las contracciones, por lo que entonces, impurifica (ver Puá III 64:43).

05 – Asistencia del marido a la parturienta

Cuando la mujer que está por dar a luz ve sangre, y por ende queda impura, y resulta necesario sostenerla para que suba a la ambulancia o para que llegue al hospital, si hay en el lugar una mujer que pudiera ayudarla, que la parturienta se asista con ella. Pero si no hubiere una mujer presente, en caso de apremio, el marido podrá ayudar a su esposa ya que según la opinión mayoritaria de los juristas un contacto físico que no tiene por objetivo obtener placer ni es motivado por el deseo no está prohibido por la Torá sino únicamente por prescripción rabínica, por lo que en caso de apremio y en beneficio del paciente estará permitido (ver arriba 3:8).

Luego de que la parturienta se impurificó, el marido tiene prohibido ver los sitios cubiertos de su cuerpo (ver arriba 3:3). Por lo tanto, es correcto tener el recaudo de que hasta el comienzo del parto, la parturienta esté cubierta y el marido esté parado o sentado a la altura de su cabeza, de modo que cuando revisen a la señora los sitios cubiertos de su cuerpo no queden expuestos a la vista del marido. Y en el mismo momento del parto, cuando ya no resulta posible cubrir las partes cubiertas del cuerpo que suelen estar tapadas, quienes adoptan la actitud estricta tienden a salir de la habitación o pasar al otro lado de la cortina para evitar mirar las partes cubiertas de su señora. Y hay quienes permanecen junto a la parturienta teniendo el recaudo de pararse de tal manera de ver el rostro de su mujer y no las partes cubiertas.

En el pasado, los partos se llevaban a cabo en el hogar y las parteras asistían a la parturienta junto a las mujeres de la familia. Los hombres, incluido el esposo, no se encontraban cercanos a ella, de modo tal que no surgió la pregunta de si el marido podía o no asistir a su esposa durante el alumbramiento. Sin embargo, en las últimas generaciones el parto se trasladó a los sanatorios, aun así, en la mayoría de las familias tradicionales era aceptado que la madre o la hermana eran quienes acompañaban a la parturienta y la asistían en la sala de partos, al tiempo que el marido permanecía afuera.

A medida que cambiaron los hábitos de vida y las parejas jóvenes comenzaron a llevar un estilo de vida más independiente, lejos de los hogares de origen, de las madres o de las hermanas, en numerosas ocasiones es el marido quien se ha convertido en el acompañante principal o único de su mujer al dar a luz. Por lo tanto, hay quienes entienden que, durante las contracciones dolorosas y el parto, cuando la parturienta lo precisa en gran manera, el marido tiene permitido tomar su mano y asistirla. Ello se debe a que la prohibición de tener contacto físico fuera de un contexto de deseo es únicamente de prescripción rabínica, y en caso de apremio es posible adoptar una actitud flexible en beneficio del paciente.

No obstante, según la opinión de muchos juristas, dado que no es indispensable que sea justamente el marido quien asista a su mujer, no cabe adoptar una actitud flexible en esta cuestión. Y si bien quienes desean proceder según la opinión más flexible tienen en quien respaldarse, corresponde adoptar la actitud estricta. Y solo en caso de que la parturienta ingrese en un estado de angustia intensa y exija que justamente su marido sea quien sostenga su mano y la asista -cabrá adoptar la actitud flexible.

06 – El momento del parto

Durante el parto, la dinámica de pareja se encuentra en un momento especial. Por una parte, durante su parto la mujer no tiene un compañero más importante que su marido, y por la otra, justo en ese momento el hombre tiene prohibido tocar a su esposa, ya que como ella se impurificó, está prohibida para él. Quizás ello exprese la dimensión del momento, que es trascendente y conmovedor, pleno de esplendor y de miedo. Dolor y alegría, temor y esperanza interactúan y se entremezclan.

En ese momento, la puerta entre la vida y la muerte se abre, nace un nuevo bebé, de repente prorrumpe en llanto y una nueva vida, con todo lo bueno y lo malo que esta contiene, comienza. Se abre un nuevo círculo de esperanzas, crisis y logros, y ningún contacto físico puede manifestar la dimensión de este momento reverente rayano en la eternidad, que resulta apropiado para la separación y la oración.

Quizás, dicho acontecimiento se pueda comparar con Yom HaKipurim, día en el cual por una parte se revela el pacto establecido entre marido y mujer, y por ello, cuando el Templo de Jerusalém estaba en pie, en este día sagrado las personas se ocupaban de compromisos matrimoniales. Sin embargo, por otra parte, en este día marido y mujer están prohibidos el uno para la otra. De igual forma, en Yom HaKipurim el cohen gadol (sumo sacerdote) ingresaba al Kodesh Kodashim (Santo Sanctorum) en nombre de todo el pueblo de Israel, sitio en el cual se manifiesta el valor del amor marital, y por ello, un cohen gadol cuya esposa hubiere fallecido no era apto para el servicio ritual del Día del Perdón. Pero, por otra parte, el cohen gadol debía separarse de su mujer siete días antes de Kipur a los efectos de prepararse de cara al sacro servicio (Tratado de Yoma 2(A)). (Pninei Halajá – La alegría del hogar y su bendición 1:6, Yamim Noraím 6:12, 9:7, 10:4).

Es bueno que la parturienta retorne en arrepentimiento (jazará bitshuvá) previo al alumbramiento, dado que el momento del parto es sumamente decisivo y conlleva posibles peligros, tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Shabat 31(B)): “Por tres transgresiones las mujeres fallecen al momento de dar a luz: por no ser cuidadosas en la nidá, en la separación de la jalá y en el encendido de las velas”.

Es bueno que la pareja rece para que el parto transcurra en paz, que el bebé salga sano y goce de una vida buena y larga. Y si bien el equipo médico es abnegado y diligente, corresponde recordar que tanto el nacimiento como la salud dependen directamente de HaShem, tal como dijeran nuestros sabios que HaShem ‘detenta en Sus manos’ la llave de los nacimientos, la llave de la lluvia y la llave de la resurrección de los muertos (Tratado de Ta’anit 10(B), Shevet Musar 24).

Existe una bonita costumbre en la que a partir de que la mujer ingresa en el noveno mes del embarazo se honra a su marido en la sinagoga con la apertura del Arca Sagrada, la extracción del rollo de la Torá y su devolución a esta, para que al encontrarse ante el Arca abierta rece por su mujer y le pida a HaShem que abra su matriz y nazca un bebé sano y completo que ilumine al mundo con su estudio de la Torá y su realización de buenas acciones (Rabí Jaim David Azulay – Moré Baetzba 3:90).

Tras el nacimiento es preceptivo para la parturienta y su marido agradecerle a HaShem por medio del recitado de una bendición de acción de gracias. Por el nacimiento de un varón se recita “HaTov Vehameitiv” y por el de una niña “Shehejainu Vekiemanu Vehiguianu LaZman Hazé”.

07 – Cuando el parto tiene lugar en Shabat

Una parturienta entra en la categoría de persona enferma que está en peligro de vida, por lo tanto, cuando el médico indique que debe ir al hospital es preciso llevarla incluso en Shabat tal como se acostumbra en los días de semana.

Cargar objetos en el dominio público en un lugar carente de eruv. Todo aquello que resulte necesario transportar en aras de la salud de la parturienta se puede llevar de la casa al automóvil también en un sitio que carezca de eruv. Esto incluye los medicamentos necesarios, documentos médicos y documento de identidad. Objetos que son importantes para la parturienta pero que no son indispensables para su salud, por ejemplo, ropa suplementaria, alimentos y libros pueden ser llevados en un lugar sin eruv de un modo diferente al habitual (shinui), y deberán ser cargados de modo continuo desde la casa hasta ser colocados en el automóvil.

Traer objetos que son muktzé. En general está prohibido cargar o trasladar objetos que son muktzé, pero cuando es sabido que al concluir el Shabat serán muy necesarios, como en el caso de dinero o del teléfono celular, podrán ponerlos en el bolso de un modo diferente al habitual y traerlos al hospital dentro de este.

Cuando resulta necesario trasladar a la parturienta al hospital de emergencia y no hay tiempo para pensar sobre formas de transportar en Shabat, se pueden llevar todos los objetos necesarios, incluidos los muktzé sin esforzarse por hacerlo de un modo diferente al habitual. En caso de que los objetos muktzé ya estuvieren en el bolso junto con los enseres necesarios, aunque no se precisaren tanto, se podrá traer el bolso al hospital, con ellos en su interior. Por lo tanto, es bueno preparar el bolso previo al inicio del Shabat (Pninei Halajá Shabat 27:6).

El hospital más cercano. Es preciso viajar al hospital más cercano para no sumar profanaciones innecesarias al Shabat. Incluso cuando la parturienta prefiere otro sanatorio más distante porque está mejor conceptuado profesionalmente, o porque está administrado conforme a la Halajá -estará prohibido viajar a él en Shabat, ya que no se trata de una consideración de tipo médica que implique la salvaguarda de la vida. Ya que, si se tratara de algo vinculado a salvar la vida, a una parturienta que reside en el norte o en el sur le recomendarían que viaje a los mejores hospitales del centro del país también en días de la semana.

No obstante, si para llegar al hospital predilecto es preciso prolongar el viaje solo un poco, ello entra en la categoría de las cosas que se efectúan para calmar a la parturienta. Todo esto aplica cuando se trata de una situación común, pero cuando se presenta una necesidad especial, por ejemplo, una parturienta que se encuentra en una situación de riesgo particular y en el hospital más distante ya se ha establecido un procedimiento o un protocolo de cómo tratarlo se puede viajar hacia este nosocomio en Shabat, aunque quede muy lejos. En ese sentido, todo debe procesarse de acuerdo con la asesoría médica comúnmente aceptada, pues en la medida en que se trate de un caso más complejo y difícil, así queda permitido prolongar el viaje por su causa (ver Pninei Halajá Shabat 27:7).

El viaje de un acompañante. Una parturienta necesita que venga con ella un acompañante para ayudarla y encargarse de que incluso en momentos de gran carga asistencial, el equipo médico la trate como corresponde. Pero dado que no se precisa más que un solo acompañante, no podrán viajar dos junto a la parturienta. Otro tanto ocurre en el caso de una asistente de parto (doula), su presencia no es indispensable al nivel de la salvaguarda de la vida de la parturienta (pikuaj nefesh), y por ello, si ya hay un acompañante, por ejemplo, el marido o la madre de la parturienta, la asistente de parto tendrá prohibido viajar en Shabat.

Solamente en casos excepcionales, cuando la parturienta entra en estado de histeria y exige que tanto su marido como su madre la acompañen, ambos podrán viajar. Y si en un contexto de gran angustia exigiere que llamen a su asistente de parto o doula, cabrá atender su pedido. Pero no se puede planificar de antemano que en Shabat, junto a la parturienta, viaje más que un acompañante. Y en caso de que el viaje sea prolongado, y se estén transportando en un automóvil privado y el marido tenga la intención de conducir, podrán también sumar al viaje a la asistente de parto o a la madre de la parturienta, pues a veces es preciso que haya otra persona que ayude a la parturienta durante el trayecto.

08 – La impureza de la parturienta y su purificación

Tal como ya aprendimos (en la halajá 3), el mero parto impurifica: en caso de dar a luz un varón la mujer se impurifica por siete días y luego tiene treinta y tres días de pureza. En caso de que hubiera dado a luz una niña su impureza durará dos semanas y luego tendrá sesenta y seis días de pureza.

Es decir, según la ley de la Torá, una parturienta puede realizar una inmersión ritual y purificarse de la impureza del parto a la semana de haber dado a luz un varón o a las dos de haber dado a luz una niña, aunque todavía siga experimentando sangrados originados en su útero. Pues toda la sangre que salga de la parturienta hasta los cuarenta días posteriores a haber dado a luz un varón u ochenta de haber dado a luz una niña es “sangre de pureza” (dmei tohar), una sangre que no torna a la mujer en impura para su marido. Sin embargo, durante la totalidad de los cuarenta días posteriores al alumbramiento de un varón u ochenta del de una niña, la parturienta tiene prohibido ascender al Templo de Jerusalém y comer allí de la carne de las ofrendas, y en caso de ser la hija de un cohen, tendrá prohibido ingerir de las ofrendas (terumot) o de la jalá (ofrenda del pan) en toda la tierra de Israel.

Tras los días de pureza (tohar), la parturienta regresa al régimen habitual de toda mujer, y es preceptivo que ascienda al Templo y traiga una ofrenda ígnea u holocausto (korbán olá) para agradecer por el nacimiento, y un sacrifico por la expiación de un pecado (korbán jatat) para limpiarse de las carencias o faltas que se adhirieron a ella durante el parto. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 12:1-8): “Habló HaShem a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: Una mujer cuando engendrare y diere a luz un varón, habrá de permanecer impura siete días, como en los días de sus dolores menstruales habrá de permanecer impura. Empero en el día octavo, habrá de ser circuncidada la carne de su prepucio. Empero durante treinta y tres días habrá de permanecer en sangre de pureza: nada sacro habrá de tocar ni al Santuario habrá de venir hasta cumplirse los días de su purificación. Empero si diere a luz una hembra, habrá de permanecer impura por dos semanas como en su estado menstrual; y sesenta y seis días permanecerá en sangre de pureza. Empero cuando se cumplan los días de su purificación por un hijo o por una hija, habrá de traer un cordero primal como holocausto (olá) y un palomino o una tórtola como jatat a la entrada de la Tienda de Reunión, al cohen, y él lo ofrecerá ante HaShem y hará la expiación por ella y quedará pura del origen de su sangre. Esta es la ley que rige para la parturienta, que tuviere varón o hembra. Empero si no alcanzaren sus medios para un cordero, tomará dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y uno para jatat, el cohen hará la expiación por ella y quedará pura”.

Puede decirse que la diferencia entre una mujer que dio a luz un varón y otra que dio a luz una niña radica en que en la primera la impureza y su reparación son más manifiestos o evidentes, tanto en la impureza que expresa el prepucio como en la corrección que implica la circuncisión y todo el proceso resulta más breve. Al tiempo que quien da a luz una niña, la impureza y su purificación son más ocultas y profundas, y por ello se extienden por el doble del tiempo.

En la práctica, las hijas de Israel acostumbran a tomar en cuenta cada gota de sangre como si fuese de “zavá” y guardar por ella siete días limpios, y su práctica fue aceptada por los sabios como dictamen halájico. A raíz de esto, todo Israel acostumbró también a considerar las «sangres de pureza» como sangre que impurifica, por lo que se deben contar siete días limpios, y así quedó establecido en la halajá.

Por lo tanto, solo después de concluido el sangrado que sigue al parto, la parturienta interrumpirá la impureza, contará siete días limpios y luego efectuará una inmersión ritual. Asimismo, si tras purificarse viere nuevamente sangre en los días de la pureza (tohar) post parto, ésta la impurificará, y una vez que el sangrado cesare, interrumpirá la impureza, contará siete días limpios y volverá a efectuar una inmersión ritual para purificarse (en caso que se diera el caso poco frecuente que la parturienta de una niña lograre completar los siete días limpios antes de que se cumplan dos semanas desde el parto, esperará hasta que concluyan las dos semanas y solamente entonces habrá de efectuar la inmersión ritual).

La mujer que diere a luz por medio de una cesárea no se impurificará de la impureza del parto (tumat leidá) y no tendrá días de sangre de pureza (dmei tohar) (Tratado de Nidá 40(A)). Pero, dado que en la práctica tras el parto sale sangre del útero a través de la vagina, la mujer se impurifica tal como según las normas de la nidá, por lo que una vez que interrumpa la impureza (tifsok tahará) y cuente siete días limpios efectuará la inmersión ritual y se purificará.

09 – El significado de la impureza del parto

En todo descenso al mundo de una gran idea, se hacen presentes determinados aspectos de la muerte. Así fue durante la creación del mundo, tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 1:3): “Y dijo Eloh-im haya luz, y hubo luz”. Nuestros sabios explicaron que la idea original era que haya una gran luz, pero en la práctica, a raíz de las carencias del mundo, para que los malvados no disfrutaran de la gran luz y no la usaran para sus viles propósitos, a la hora de que descendiera sobre la creación, fue atenuada y contraída, lo cual se refleja en el hecho de que la expresión “y hubo” (vaiehí) alude a penuria o dolor (Zohar I 30b, 31b y otros sitios). Sin embargo, el descenso tiene por propósito un ulterior ascenso y tras la conclusión del proceso de reparación, la palabra de HaShem se cumplirá, la gran luz se revelará e incluso se potenciará en virtud del suplemento de bendición que le darán las creaturas. De igual manera, siempre ocurre que toda visión es infinitamente más grande que su concreción, y solo tras un largo proceso de reparación, la visión se materializa en su totalidad, e incluso la trasciende.

Lo mismo ocurre en todo parto. Las esperanzas son infinitas, el corazón tiende a creer que tras el milagro del nacimiento todo el mundo cambiará para bien y que el nuevo niño será perfecto, maravilloso, alegre, sabio y sano, y en sus días llegará el Mashíaj. En la práctica, tras el nacimiento se cae en la rutina diaria de la vida, en los dolores y el agotamiento. También el bebé deberá enfrentarse a retos y a momentos de crisis como todos los demás seres humanos. También el cuerpo de la parturienta lo siente, se trata de depresión posparto que muchas mujeres suelen experimentar tras haber dado a luz, durante el período posterior al alumbramiento.

La impureza que acompaña al nacimiento expresa el dolor por las esperanzas y los sueños que no se cumplirán. En los días de impureza en los que hay una suerte de duelo por la caída o el derrumbe de la gran visión al suelo de la realidad, la parturienta podrá reconciliarse con las carencias que presenta la realidad, aceptar a su niño con alegría, hacerse de fuerza y vitalidad para enfrentar los desafíos que acompañarán al crecimiento y a la crianza de su vástago, así como llenarse de regocijo por el maravilloso e inigualable privilegio de ser madre. En esos días, el padre atraviesa un proceso similar, en los que debe mantenerse a un costado y ayudar a su mujer a descansar lo más posible, y en virtud de ello, asimilar el gran rol con el cual ha sido agraciado, ser padre.

En una primera etapa, la impureza es más severa, y expresa el vaciamiento de sus sueños que sufre la madre y la caída del bebé desde el maravilloso mundo en el cual se encontraba en el útero de su madre, a este mundo con todo el dolor y el llanto que hay en él. En una segunda etapa, la de la sangre de la pureza (dmei tohar), la impureza es menos aguda y expresa una situación intermedia, en la cual la vida se fortalece junto con la consciencia de que la existencia viene acompañada de dificultades y crisis, que solamente por medio de su enfrentamiento resulta posible avanzar en la concreción de los sueños. Por ello, en esta etapa, según la ley de la Torá la mujer no está prohibida para su marido, mas tiene prohibido tocar cualquier cosa sagrada e ingresar al Santuario. Según la costumbre de Israel, si en esos días la mujer viere sangre, quedará impura cual nidá.

A modo de continuación del significado de las leyes de impureza, la parturienta y su familia deben prestar atención a su estado físico y emocional, y generarle condiciones adecuadas para que descanse, para que la parturienta pueda dormir lo más posible, y por medio de ese sueño reparador recuperarse rápidamente, y sin lo cual, la melancolía que suele tener lugar en el período posterior al parto, D’s no lo quiera, puede convertirse en depresión.

Cuando la parturienta sufre de un decaimiento que no pasa, es preciso dirigirse al médico de familia (general) para recibir de éste medicinas leves que aplaquen un poco este estado de ánimo en cuestión y eviten un deterioro, y todo esto además de recibir el estímulo y la ayuda correspondiente de parte de su familia. En un estado más grave de “depresión postparto” es preciso recurrir a la ayuda de medicamentos más fuertes que solo pueden ser recetados por un psiquiatra (al cual se puede llegar a través del seguro médico público) para que curen la depresión y eviten un deterioro que pudiera tornar a la depresión en crónica e incluso llegar a resultar peligroso para la vida de la mujer. En este estado de cosas, no hay que demorarse en recurrir a la ayuda médica ni contentarse con terapias de medicina alternativa, dado que se trata de una enfermedad peligrosa.

10 – Tras un aborto

Una mujer que abortó un embrión cuyos órganos aun no alcanzaron a formarse, esto es, dentro de los cuarenta días posteriores a la fecundación, no se impurifica con la impureza del nacimiento sino únicamente con la de nidá. Por lo tanto, cuando cese el sangrado, que interrumpa la impureza, cuente siete días limpios y proceda a efectuar la inmersión ritual y purificarse.

En caso de que el aborto hubiere tenido lugar cuando los órganos del feto ya se habían formado, esto es, tras haber pasado el desarrollo correspondiente a los cuarenta días posteriores a la concepción, el aborto causa impureza de nacimiento.

Si el feto era de un varón, la impureza durará una semana, y si fuera de una niña -dos. De haber duda respecto de si el feto era o no de una niña, tal como ocurre en numerosas ocasiones, la impureza durará dos semanas. En un caso así, lo más temprano que la mujer podrá interrumpir la impureza será tras siete días, para que en la práctica, la inmersión tenga lugar pasadas dos semanas (Shulján Aruj 194:3). Sin embargo, por lo general, tras un aborto en esta etapa, el sangrado se extiende por más de una semana, de modo tal que de todas maneras no resulta posible purificarse antes de que transcurran dos semanas.

Se profana el Shabat para salvar a un feto que se encuentra en el vientre de su madre, aunque tenga menos de cuarenta días de concebido (Pninei Halajá 27:3).

Un bebé que nace con problemas y fallece dentro de los treinta días posteriores al alumbramiento, hay juristas que entienden que no es preceptivo enterrarlo, por cuanto que se considera como un ‘nefel’ -nacido no viable- y no es mitzvá sepultar ‘nefalim’ (Or Zarúa, Shulján Aruj Oraj Jaím 526:9-10). Por otra parte, otras autoridades sostienen que es preceptivo enterrar a los ‘nefalim’ (fetos no viables), incluso en el caso de un bebé que nació meses antes de tiempo, en caso de que tenga forma humana -es preceptivo sepultarlo (Maguén Abraham 526:20, Shoel Umeshiv III 1:15). Se acostumbra a adoptar la actitud estricta y darle sepultura a un feto que tiene forma humana a través de la Jevra Kadisha y sin la participación de sus padres, para evitarles una angustia innecesaria.

En numerosas ocasiones, una vez que se produjo un aborto espontáneo, la recomendación médica es efectuar el raspado de los restos del embarazo (legrado) para asegurar la recuperación del útero. De no efectuarse este procedimiento, a veces el sangrado se prolonga por un lapso mayor, y posteriormente la mujer no logrará quedar embarazada a futuro.

Las leyes del duelo no rigen en el caso de la muerte de un feto, empero la pérdida puede venir acompañada de un gran dolor, por lo que los cónyuges deben recitar la bendición: “Bendito eres Tú HaShem, D’s nuestro, Rey del universo, el Juez verdadero” (Daián HaEmet). Y se permite que luego de que uno de los cónyuges la recite, el otro responda “Amén” (ver Pninei Halajá Berajot 17:8).

01 – La purificación en las aguas

Es un precepto de la Torá que todas las cuestiones vinculadas a la santidad en la labor del Templo de Jerusalém, así como todo contacto con la carne de los sacrificios, la jalá, los frutos de las ofrendas (terumot), los del segundo diezmo (ma’aser shení) y la ingestión de dichos alimentos, sean únicamente efectuados por personas en estado de pureza.

Tal como ya aprendimos (ver arriba 1:2), la impureza está vinculada a la muerte, por lo que la más grave de todas es la de un cuerpo muerto, a la que se la denomina: “padre de los padres”, es decir, “el principio de toda impureza” (aví avot hatum’á).

Una impureza más leve es la producida por las secreciones que podían haber traído vida al mundo, pero resultaron malogradas, como en el caso de la impureza menstrual, la de una eyaculación seminal, o las secreciones que expresan un daño en el sistema encargado de traer vida al mundo, como en los casos del zav y la zavá.

El orden del proceso de la purificación es acorde con la gravedad de la impureza: quien se impurifica de un muerto precisa esperar siete días, y en el tercero y el séptimo precisa que se le asperje del agua que contiene ceniza de la vaca roja, y en ese séptimo día realizará una inmersión ritual al final de la cual la persona en cuestión estará pura. El zav y la zavá precisan guardar siete días limpios y posteriormente realizar una inmersión ritual sin necesidad de que se asperje sobre ellos agua con ceniza de la vaca roja. Un hombre o una mujer que se impurifican a raíz de una eyaculación seminal, así como quienes tocan el cadáver de un animal doméstico, salvaje o un reptil quedan impuros hasta el final del día y se purifican por medio de una inmersión ritual.

Las leyes de la purificación son muy numerosas y ocupan uno de los seis órdenes de la Mishná (Taharot), no obstante, sobre todas las personas impuras rige una regla general y es la de que su proceso de su purificación no llega a su compleción si no está de por medio una inmersión ritual en agua.

En cuanto al motivo por el cual la purificación tiene lugar con agua puede decirse que la aparición del líquido elemento en la creación antecedió a la de la vida, tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 1:1-2): “En el comienzo creó Elokim los cielos y la tierra. Empero, la tierra estaba informe y desordenada, las tinieblas sobre la faz del abismo y el viento de Elokim soplaba por sobre las aguas”.

En el primer día D’s creó la luz para por su intermedio darle al mundo una dirección ya que aún se encontraba colmado de agua y rodeado por esta. En el segundo día (ídem 6-7) leemos: “Dijo Elokim: Haya firmamento en medio de las aguas para que separe entre aguas y aguas. Hizo Elokim el firmamento y separó entre las aguas que había debajo del firmamento y entre las aguas que había por encima del firmamento. Y fue así”.

Aun entonces la tierra estaba toda cubierta por agua. El tercer día leemos: “Dijo Elokim: Que se reúnan las aguas que están debajo de los cielos en un solo lugar y que aparezca la tierra seca. Y fue así. Llamó Elokim a lo seco: Tierra y a la reunión de las aguas llamó: Mares. Y vio Elokim que era bueno” (ídem 9-10).

Resulta que el agua es el fundamento a partir del cual comenzó la vida en el mundo, y el impuro, aquel que se alejó de la raíz de la vida, si vuelve a sumergirse por completo en las aguas, en virtud de ello retorna a la raíz de su vitalidad. Por lo tanto, es como si fuese creado de nuevo y se purifica (por más al respecto, ver arriba 1:11-12).

Luego de que se destruyera el Templo y el pueblo de Israel fuera exiliado de su tierra quedó sin efecto la pureza ritual en el pueblo de Israel, sin embargo, aún nos quedó una pureza importante y consagrada que es la purificación por la impureza de la nidá, ya que esta no está asociada únicamente al ingreso al recinto del Santuario ni a la ingesta de alimentos puros sino a la cercanía entre los cónyuges.

En efecto, en la relación conyugal consagrada entre marido y mujer subsistió la síntesis de la pureza y la santidad del pueblo de Israel, y tal como dijera Rabí Akiva respecto de un hombre y una mujer que tuvieron el mérito y el privilegio de vivir juntos con fidelidad, «que la Divina Presencia (Shejiná) reposa entre ellos» (Tratado de Sotá 17(A)), pues la raíz del amor, la vida y la unión entre marido y mujer se encuentra en el Kodesh HaKodashim (Santo Sanctórum) (ver arriba 1:9-10, Pninei Halajá, La alegría del hogar y su bendición 1:5-7).

En virtud de la gran importancia de la santidad del pueblo de Israel y a raíz del hecho de que la mikve sirve regularmente a un gran público femenino, se acostumbra a priori a proceder con excelencia en lo relativo a las leyes referentes a la mikve, y cuando ello resulta posible, se adopta la actitud estricta y se la construye de un modo tal que sea apta o kasher también de acuerdo con las opiniones minoritarias que no fueron sancionadas como ley (Tashbetz 1:17, Da’at Cohen 116).

No obstante, en caso de que la adopción de una exigencia extra (más estricta) pudiera causar dificultades a la hora de la construcción, no corresponde ser estrictos. Cuánto más aun que no se deben adoptar medidas estrictas nuevas que pudieran de alguna manera desprestigiar a las mujeres que realizaron sus inmersiones rituales en el pasado (Morenu Rabí Yosef de Colonia 56, Da’at Cohen 117:125).

En virtud de la gran importancia que tiene la mikve, toda comunidad debe construir una (Ramá Joshen Mishpat 163:3). Asimismo, es preceptivo construirla de modo tal que sea sumamente bonita, limpia y agradable (Jidushei Rabí Akiva Eiguer 39).

02 – Aguas puras en la tierra

La purificación de la impureza de una persona se lleva a cabo por medio de la inmersión de todo su cuerpo en aguas puras reunidas en la tierra, o sea, en aguas subterráneas que brotaron de un manantial o en agua de lluvias que se reunieron en la tierra. Esto es así ya que mientras el agua se encuentre en la tierra de manera natural, será pura y no podrá adquirir impureza, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:36): “Empero, solo el manantial o la cisterna -reunión de aguas- será pura”. Pero aguas que fueron desconectadas de la tierra por medio de la acción humana o a través de recipientes, pueden adquirir impureza, y por ende, cuando el individuo impuro entre en contacto con ellas, esas aguas se impurificarán y ya no podrán purificarlo (Jatam Sofer Yoré Deá 213).

Todo lugar en la tierra donde el agua puede reunirse es apto para mikve. Esto incluye al manantial, el mar y una cisterna que hubiera sido excavado en la tierra. También es apta una piscina o alberca que hubiere sido construida por medio de ladrillos y cemento en el interior de un edificio o en su azotea, aunque se encuentre en el piso cien, es apta para ser mikve. Esto es así dado que el edificio, como construcción, está conectado a la tierra, por lo que la piscina o alberca que se construyó sobre este se considera también lo está. No obstante, agua que fue reunida en el interior de un recipiente, aunque se trate de uno de enormes dimensiones como pudiera ser una piscina de plástico o un barco, puede adquirir impureza, ya que no se acumuló en un sitio que esté conectado a la tierra, y por ende no es apta para una mikve.

Quien desee hacer una mikve por medio de un recipiente grande tal como un tanque de plástico o de metal, en primer lugar, debe quitarle al objeto su condición de utensilio (klí), efectuando un orificio en su base que posea un diámetro de 8 centímetros. Además, deberá conectar el recipiente a la tierra por medio de cemento o un material similar, introduciéndolo en una excavación profunda en el suelo. Luego de que el recipiente perforado sea conectado con la tierra, el orificio se considera sellado con la propia tierra, y además, será posible taparlo con cualquier otro material (Rambám, Shulján Aruj 201:7).

Cuando se construye una mikve, está permitido usar hierro para reforzar el cemento -a pesar de que en determinadas condiciones este metal puede adquirir impureza- ya que todo aquello que esté conectado a la tierra y no sea un utensilio se considerará secundario o anulado respecto a la tierra.

Además del hecho de que las aguas de la mikve deben estar reunidas en la tierra, deben también cumplir con tres reglas generales (que se explicarán en las halajot 7 y 8): 1) Que no hayan sido extraídas por medio de recipientes (kelim). 2) Que su formación o creación no se haya producido por la acción del hombre sino de forma natural. 3) Que no se mantengan en su lugar por medio de algo pasible de absorber impureza.

03 – La cantidad mínima de agua que debe tener una mikve es 40 seá

Nuestros sabios aprendieron de los versículos de la Torá que la cantidad mínima de agua que debe contener una mikve debe ser tal que alcance para que una persona sumerja la totalidad de su cuerpo de una vez y no órgano por órgano. A estos efectos, es preciso que el volumen del agua sea como mínimo de un codo por un codo y de una profundidad de tres codos, ya que la estatura promedio de una persona (sin su cabeza) es de unos tres codos y al ingresar al agua y sumergirse, el nivel del agua se eleva. Además, quien se sumerge se inclina un poco de modo tal que su cabeza ingresa al interior del agua. El volumen de esta cantidad de agua equivale a (la medida talmúdica de) 40 seá (Tratado de Jaguigá 11(A), Tosafot a Yoma 31(A) en el párrafo que inicia con la palabra ‘אמה’). Una persona de baja estatura que puede sumergirse en una cantidad inferior de agua no puede purificarse en una mikve cuyo volumen de agua sea inferior a 40 seá, ya que una mikve es apta solamente si puede purificar a la generalidad de las personas.

Aunque a la mikve solo le faltare una cantidad nimia de agua para alcanzar las 40 seá, no será apta (Tratado de Ketuvot 104(A)). Por lo tanto, si la mikve tenía exactamente 40 seá y una persona se sumergió y se purificó, dado que al salir de la inmersión con las gotas de agua que se encuentran adheridas a su cuerpo, en la mikve ya no queda la medida de 40 seá y pierde su aptitud (Shulján Aruj 201:62).

En las últimas generaciones surgió una duda respecto de las diferentes medidas establecidas por los sabios, y ello incluyó a la de las 40 seá. De acuerdo con la opinión principal la mikve debe contener unos 310 litros de agua. Hay quienes sostienen que por lo menos 455 (Rav Jaím Naé), mientras que otros entienden que deben ser 650 (Jazón Ish). Sin embargo, en la práctica, a los efectos de salir de duda, y para que resulte cómodo sumergirse, se acostumbra a preparar mikvaot que contengan por lo menos mil litros de agua (un metro cúbico). También cuando surge la necesidad de hacer una mikve de tamaño reducido, nos alejamos en la medida de lo posible de la cantidad menor para apartarnos así de la duda.

Si bien el tamaño de la mikve se fijó que sea de un codo por un codo por una altura de tres codos, no resulta obligatorio que esa sea su forma. Esta es la regla general: toda mikve que contenga 40 seá de agua, y en la práctica, quien se sumerja podrá ingresar la totalidad de su cuerpo de una vez -es apta (kasher). No obstante, a priori, es preciso construir la mikve con una forma que resulte cómoda para la inmersión (Shulján Aruj 201:1, 61 y Ramá 201:66).

Solamente el agua es apta para la mikve, y el resto de los líquidos tales como el vino, el aceite o la leche –son inválidos. Y aunque a la mikve le faltare una mínima cantidad de agua, no se podrá completarla con vino, aceite o leche (Shulján Aruj 201:24).

04 – Las diferencias entre el manantial y la mikve

Existen dos tipos de acumulación de agua sobre la tierra: 1) El manantial cuyo origen es en aguas subterráneas, esto es, agua que brota de la tierra. 2) Un pozo en el cual se reúnen (nikavim) aguas de lluvia y recibe el nombre de mikve, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:36): “Empero, solo el manantial o la cisterna -reunión (mikve) de aguas- será pura”.

El agua del manantial es apta para la inmersión también cuando fluye, en cambio, las aguas de la mikve deben estar en reposo (ashboren), es decir, cuando permanecen en su lugar, ya que las aguas son aptas cuando se encuentran en su estado natural. Las aguas de la lluvia descienden del cielo, y mientras fluyen, su estado es transitorio y no fijo, y solo cuando se reúnen en un sitio, se mantienen allí y es posible usarlas. Por su parte, el manantial continuamente brota y fluye, y dado que ese es su estado natural y de uso, es apto para la inmersión también cuando sus aguas fluyen (Mishná Tratado de Mikvaot 1:7-8, Shulján Aruj 201:2).

Un manantial en cuyo interior cayere otro tipo de líquido, por ejemplo, vino tinto, si bien este pudiera haber alterado el aspecto del agua, dado que las aguas del manantial son consideradas “aguas vivas” (maim jaím), seguirá siendo apto para sumergirse. Por su parte, en el caso de una mikve en cuyo interior cayere vino tinto y este pudiera haber alterado el aspecto del agua, dado que el color del agua de la mikve se vio modificado por un líquido que no es agua, la mikve dejará de ser apta. Sin embargo, dado que en la mikve ya había previamente 40 seá de agua apta, se podrá agregar más agua extraída del aljibe (o de la canilla o grifo – sheuvim) hasta que el aspecto del agua de la mikve retorne a su estado inicial y entonces volverá a ser apta. En caso de que la apariencia del agua de la mikve cambió por causa de llevar mucho tiempo allí estancada o porque se lavaron allí utensilios -la mikve continuará siendo apta (Shulján Aruj 201:25-28).

El manantial, al igual que la mikve, precisa de una cantidad de 40 seá de agua para que una persona se sumerja en él, pero si las aguas fluyen, se suma la totalidad de esta desde donde brotan y hasta el final de su curso para calcular las 40 seá (Shulján Aruj 201:1).

05 – El mar y el rio

Todos los mares, grandes como pequeños, son aptos para la inmersión purificadora de personas y utensilios. Si bien el agua del mar se va moviendo de un sitio a otro por efecto del viento que genera las olas, o fluye por causa de los ríos que desembocan en el mar, el mar en sí no pierde por ello su aptitud, sino que al igual que el manantial, mantiene su carácter de apto cuando sus aguas fluyen por naturaleza, así también el mar es apto cuando sus aguas fluyen o se agitan en virtud de su naturaleza (Rashi, Tosafot al Tratado de Shabat 109(A)).

Un rio que se origina en un manantial tiene el estatus de manantial, y es apto para la inmersión, aunque sus aguas se arrastren o fluyan. Por otra parte, un arroyo que fluye solamente cuando llueve y luego cesa en su fluir (najal ajzav o arroyo estacional), tiene el estatus de mikve, y es apto para la inmersión ritual cuando sus aguas están reunidas y en reposo (ashboren). En el caso de un rio que se origina en un manantial, pero cuyo caudal se incrementa durante la temporada de lluvias o tras el deshielo de la nieve, se va de acuerdo con la mayoría. Cuando la mayor parte del caudal del rio proviene del manantial, es apto para la inmersión ritual, aunque sus aguas fluyan (zojalim). Cuando la mayor parte del caudal del rio proviene de la lluvia o del deshielo (notfim), su estatus es similar al de una mikve, y durante toda la temporada en la que fluye no es apto para la inmersión ritual.

Sin embargo, es posible sumergirse en un rio de este tipo mediante el cercado del lugar de la inmersión con una esterilla, de modo tal que la corriente del rio no sea perceptible dentro del área cercada, y así, el agua que se encuentra dentro de la esterilla será apta para la inmersión (Shulján Aruj 201:2).

06 – Una mikve que resulta inválida porque su agua fluye

Tal como ya aprendimos, una mikve es una reunión de aguas que provienen de la lluvia, y si su agua fluye (zojalim), no es apta para la inmersión ritual. Por lo tanto, es preciso tener el recaudo de que no haya una gotera o una pérdida de agua en la mikve. A posteriori, si apareciere en la mikve una grieta y el agua saliere por esta, si una vez salida el agua, hasta el nivel de la pérdida quedaren 40 seá, la mikve será apta también mientras el agua fluye (hacia afuera), dado que este flujo no causa la pérdida de su aptitud. Pero si tras la salida del agua hasta la altura de la grieta no quedaren en la mikve 40 seá, dado que a raíz del flujo de agua la mikve ya no puede fungir como tal, estará inapta durante el flujo, aunque entonces tuviere todavía 40 seá. Solamente en caso de que la grieta fuera tapada y quedaren en la mikve 40 seá podrá volver a ser apta. Cuando el agua fluye a través de un orificio es preciso taparlo con un material que no sea pasible de absorber impureza, por ejemplo, impermeabilizantes y tapones de plástico o madera que no tengan cavidad, pero no por medio de un tapón de metal o de una tela (Shulján Aruj 201:50).

Solamente un flujo perceptible que genera movimiento en el agua inhabilita a la mikve, pero si el agua fluye un poco o es absorbida por la tierra en una porción leve, mientras el flujo no sea perceptible y queden en el interior de la mikve 40 seá de agua -la mikve será kasher (Shulján Aruj 201:51). Hay quienes adoptan a este respecto una actitud estricta e inhabilitan la mikve aunque la pérdida sea imperceptible (Gaón de Vilna). Si bien la opinión principal es la de quienes detentan la actitud flexible, a priori se toma en cuenta la opinión estricta. No obstante, un leve descenso en el nivel de las aguas que resulta perceptible solamente tras varias horas, según todas las opiniones, no inhabilita a la mikve.

07 – La inhabilitación por agua fue extraída del suelo (sheuvim)

Aguas extraídas (sheuvim) del suelo, o sea, que fueron separadas de la tierra y pasaron a alojarse en recipientes, no es apta para una mikve. Incluso cuando las aguas no hayan sido extraídas por una persona, sino que llegaron al recipiente desde el cielo. Por ejemplo, si alguien colocó recipientes en el patio de su casa para captar en éstos agua de lluvia. En dicho caso las aguas acumuladas en los recipientes se considerarán extraídas (sheuvim) y no aptas para la mikve.

Aguas que fluyen a través de una cañería desde el manantial o desde los aljibes no se considera extraída (sheuvim), pero si el caño tuviere una “cavidad” (beit kibul) se ha de convertir en un recipiente y el agua que pasa a través suyo se considerará extraída y por ende, no apta para la mikve. Dado que en numerosas ocasiones las aguas que las compañías de agua hacen fluir por las cañerías pasan por cavidades (beit kibul) al agua de la canilla que llega a los hogares y los parques se considera extraída (tal como se explicará más adelante en la halajá 12).

No solo que las aguas extraídas no son aptas para la mikve sino que además, en caso de que una cantidad de tres log de esta (unos 900 mililitros) entraren en una cantidad de agua de la lluvia inferior a 40 seá, todas las aguas pluviales aptas para la inmersión quedarán inhabilitadas. También cuando los tres log de agua extraída cayeren sin intención sobre las de lluvia que son aptas, estas últimas resultarán inhabilitadas. Y aunque se le añada otras 40 seá de aguas aptas, la mikve continuará estando inhabilitada. La solución es vaciar la mikve de todas sus aguas y esperar a que vuelva a llenarse con aguas de lluvia. Pero si desde un principio había en la mikve aguas de lluvia en una cantidad de 40 seá, aunque se le ingresaren miles de litros de aguas extraídas, no quedará inhabilitada.

Las aguas extraídas invalidan las aguas de lluvia cuando la cantidad de estas últimas es inferior a 40 seá con la condición de que hayan caído directamente dentro de ellas,  pero si hubieren sido vertidas en un sitio contiguo a la mikve y desde allí se deslizaron sobre la tierra a lo largo de tres palmos (unos 23 centímetros) y luego ingresaron a las aguas aptas, pasarán a anularse respecto del suelo transformándose así en kasher, con la condición de que el agua de lluvia sea la mayoría de las 40 seá. Por lo tanto, si hubiere en la mikve más de veinte seá de agua de lluvia, será posible completarla con aguas extraídas que fueron vertidas cerca de la mikve y fluyó sobre la tierra hasta ingresar en ella (Shulján Aruj 201:44-45). Esta acción se denomina “hamshajá” (“hacer fluir sobre” o conducción de aguas). La forma en como esta debe efectuarse se explicará en el final de la siguiente halajá.

08 – Elementos inhabilitantes en la formación de una mikve por la acción humana o por impureza

Incluso cuando la mikve no fuere llenada por medio de recipientes -los cuales transforman al agua en extraída (sheuvim)- por ejemplo, si una persona la llenó por medio de un recipiente que contiene un orificio en su parte inferior (kli nakuv), o si junto a la mikve hubiere un charco de agua de lluvia y una persona salpicare con sus manos del charco al interior de esta, la mikve resultará inhabilitada (pasul) por cuanto que su formación tiene origen en la acción del hombre y no en el cielo, o sea, en las fuerzas de la naturaleza. Aunque hubieren llegado a una mikve que aún no alcanza a tener 40 seá de agua, tres log del líquido elemento proveniente de la mano de una persona, toda la mikve queda inhabilitada según la norma de las aguas extraídas (maim sheuvim) que cayeron a una mikve incompleta (Shulján Aruj 201:15, 39).

Otra condición que se requiere para que una mikve sea pura es que el agua se haya generado en pureza, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:36): “Empero, solo el manantial o la cisterna -reunión de aguas- será pura”, nuestros sabios estudiaron de ello (Tratado de Zvajim 25(B)): “Que se haya formado en pureza”. Pero si las aguas de la lluvia ingresaron a la mikve por medio de elementos que pudieran adquirir impureza, no serán aptas.

Por lo tanto, aguas que fluyeron a una mikve a través de tuberías o de cañerías metálicas que no están conectadas a la tierra, resultan inválidas, por cuanto que una tubería de metal no conectada a la tierra adquiere impureza. Todo esto es así a condición de que las aguas hayan llegado a la mikve directamente por medio de un elemento que adquiere impureza, pero después de salir de algo que recibe impureza, continuaron fluyendo sobre la tierra y después se vertieron en la mikve, serán aptas, ya que, en la práctica, entraron en la mikve sin que medie la ayuda de un elemento pasible de adquirir impureza (Shulján Aruj 201:48).

Se acostumbra a terminar el fluido del agua de lluvia que desciende del techo a la mikve a través de una canaleta de una longitud de tres palmos (unos 23 cm.), cuya parte inferior consiste en cemento blando que pueda absorber agua, y en ese caso, aunque el agua hubiere sido invalidada por tratarse de agua “extraída” (sheuvim), formada por la acción del hombre o en impureza, la inaptitud se verá reparada por medio del flujo del agua sobre esta canaleta (hamshajá).

09 – El “sembrado” de agua (zriá) y el contacto con la de lluvia (hashaká)

Una vez que tenemos una mikve apta, por su intermedio se puede hacer otras suplementarias empleando los métodos de «zriá» o de «hashaká», tal como lo explicaremos a continuación.

Zriá: Así como la mikve apta purifica a quienes se sumergen en ella, de igual forma purifica y habilita a las aguas extraídas que fueron “sembradas” (nizreú) en ella, esto es, que cayeron o fluyeron a su interior. Y aunque se hiciere fluir al interior de una mikve apta una cantidad mil veces superior a la que posee de aguas “extraídas”, todas las aguas derramadas se transformarán en aptas para la inmersión ritual. Y si se “cultivaren” en una mikve abundantes aguas de modo tal que desborden y llenen otras muchas piscinas, todas estas serán aptas para la inmersión ritual dado que el agua que se encuentra en su interior fue tornada en apta para ello por medio de su “cultivo” (zriá) en una mikve válida.

Si bien hay autoridades halájicas que entienden que si en la mikve original no quedaren más de veinte seá de aguas de lluvia originales esta resultará inhabilitada por prescripción rabínica (Raavad), de todas maneras, según la opinión de los demás sabios medievales (rishonim), por medio del “sembrado” (zriá) una mikve puede habilitar una cantidad ilimitada de agua, y no es preciso que quede en su interior aguas de lluvia originales, ya que todas las aguas que fueron “sembradas” en su interior se tornaron en aptas como las de lluvia. Y así es la halajá (Shulján Aruj 201:15, 24).

Hashaká: Aguas extraídas (sheuvim) que “besaron” (nashká) o tuvieron contacto con aguas de la mikve, se tornan en aptas para la inmersión ritual. O sea, si hubiere una mikve apta y a su lado una pileta de aguas extraídas y se conectare a ambas aguas por medio de un orificio que posea un diámetro de 5 cm. (“como el tubo de un odre”, shfoferet hanod), cuando las aguas de la pileta toquen a las de la mikve se habilitan y la pileta se transformará en una mikve apta (kasher). Y aunque luego se tape el orificio que conecta a la mikve con la pileta, las aguas de la pileta se habrán convertido en una mikve apta y ya no perderán ese estatus. Si bien hay quien considera que si se tapare el orificio que conecta a ambas aguas, la de la pileta resultará inhabilitada para la inmersión ritual (Rabenu Yerujam). Pero, a los efectos de la halajá, una vez que las aguas de la pileta hayan tocado «besado» a las de la mikve (o las del depósito de aguas de lluvia, otzar) las aguas de la pileta se mantendrán aptas para siempre para la inmersión ritual (Shulján Aruj 201:52, ver Siftei Cohen 112. En la actualidad que se llena las piscinas de inmersión por medio del pasaje por una canaleta conectada a la tierra de al menos tres palmos –hamshajá– incluso según la opinión más estricta la invalidación es solo rabínica, como se explicó más arriba en la halajá 7).

10 – La mikve en nuestros días

En el pasado, eran muchos los que acostumbraban a efectuar sus inmersiones rituales en manantiales, en el mar y en los ríos, ya que en el tiempo en el que no existía un sistema de tuberías para el suministro de agua, las personas se veían en la necesidad de residir en la cercanía de una fuente de agua, y por ende, recurrían a esta para sus inmersiones. En aquello sitios que no se encontraban cercanos a una fuente de agua disponible, se acostumbraba a excavar en los patios un pozo para almacenar agua de lluvia, y uno de estos pozos era destinado a las inmersiones. En virtud de la aparición de soluciones para el transporte de agua y a raíz del incremento en la población urbana, surgió la necesidad de construir baños rituales que atendieran a muchas personas, por lo que si todos realizaran sus inmersiones en la misma mikve, el agua se contaminaría, y por ello se pasó a separar entre el depósito de agua de lluvia (otzar) y la pileta donde se efectúa la inmersión, la cual era tornada apta o por medio del “cultivo” (zriá) del depósito de agua de lluvia o a través de su contacto con este (hashaká). De este modo, resultaba posible cambiar el agua de la pileta en la que se efectúa la inmersión con frecuencia.

En las últimas generaciones, con el aumento en el nivel de vida de las personas, muchos comenzaron a cumplir la norma con excelencia y tornar en apta el agua de la pileta de inmersión por los dos medios, zriá y hashaká. Es decir, se habilita la mikve por medio de la creación de dos depósitos que contienen cada uno 40 seá de aguas de lluvia. 1) Un depósito para el “cultivo” (otzar zriá), a cuyo interior fluye agua de la canilla y del cual el agua se desborda y pasa por medio de una canaleta conectada a la tierra de al menos tres palmos (hamshajá) al interior de la pileta de la inmersión. 2) Un depósito de contacto (otzar hashaká) que se ubica de manera contigua a la pileta de inmersión para que su agua trabe contacto con la de esta a través de un orificio cuyo diámetro es cuanto menos 5 cm.

Al momento de efectuar la inmersión, se abre el orificio y cuando no hay quien precise sumergirse, se lo vuelve a tapar, para que las aguas del depósito (otzar hashaká) no se ensucien con las aguas en las que se sumergieron. De todas maneras, aunque el orificio estuviere tapado durante la inmersión ritual, esta será válida, ya que la apertura del tapón durante la inmersión es una excelencia en el cumplimiento y no un requerimiento básico de la norma (ver Igrot Moshé Yoré Deá 1:112).

11 – Una mikve de nieve o de hielo descongelado

Tal como ya aprendimos (halajá 7) la extracción inhabilita al agua, pero si las aguas se solidificaron transformándose en nieve, granizo o hielo, perderán la inaptitud producto de su extracción (sheuvim), y aunque fueren puestas dentro de un recipiente, dado que puede mantenerse en su forma sin necesidad de este, no se las considera aguas extraídas (sheuvim) y son aptas para su uso en la mikve.

Mas aun, aguas extraídas que ya habían sido inhabilitadas para ser usadas en la mikve, al congelarse y transformarse en hielo pierden la inhabilitación producto de su carácter de ‘agua extraida’ (sheuvim), y tras descongelarse se tornarán en agua apta para la mikve. Por lo tanto, cuando resulta necesario hacer una mikve durante el verano, en vez de esperar a que lleguen las lluvias y llenen el depósito (otzar), se podrá llenarlo con aguas que se descongelaron.

Así es como esto se hace: se congela agua en una cámara de refrigeración y se la transforma en un bloque de hielo, se transporta los bloques hielo sobre superficies de madera que no son un recipiente (kli) y se los coloca junto a la mikve para que se descongelen, de modo que el agua que vaya saliendo fluya a través de la tierra y entre a la mikve. No obstante, hay quienes ponen en duda la validez de este proceder ya que temen a diversas opiniones individuales entre los juristas, y por ello, a priori es preferible hacer una mikve a partir de agua de lluvia. No obstante, en caso de necesidad, es posible preparar una mikve trayendo bloques de hielo (Da’at Cohen 94, 98).

12- El estatus del agua que fluye a los hogares por la cañería

El agua que fluye por el sistema de cañerías dispuesto a lo largo y ancho del país, por lo general se origina en aguas que son aptas para su uso en la mikve. En el pasado, estas provenían de aguas de lluvia que se acumulaban en los lagos, en las aguas subterráneas y los manantiales. Con el tiempo se comenzó a purificar aguas residuales, y dado que al final de su proceso estas son absorbidas por la tierra y se unen con las aguas subterráneas, se convierten en aptas (Shulján Aruj 201:47). En la actualidad, la mayor parte de las aguas que fluyen por las tuberías de Israel son aguas de mar desalinizadas, las cuales básicamente son aptas para la realización de inmersiones rituales dado que proviene del mar.

Surge la pregunta de si se puede o no hacer una mikve con aguas que fluyen por el sistema de tuberías. La respuesta depende de si las tuberías poseen o no un receptáculo (beit kibul). En caso de que posean, por ejemplo, un espacio para la recolección de residuos, las aguas que pasan a través de estas tuberías resultan inhabilitadas tal como ocurre con las aguas “extraídas” (ver arriba halajá 7, Mishná Tratado de Mikvaot 4:3, Shulján Aruj 201:36).

En la práctica, se suele considerar como “extraídas” a las aguas que la compañía del agua hace fluir por las tuberías hacia los hogares y los jardines, porque en numerosas ocasiones pasan por un receptáculo similar al que se hace a los efectos de instalar una máquina de bombeo, un medidor de agua o para separar residuos y sales. Con mayor razón, cuando las aguas pasan a través de tanques que se encuentran sobre torres o junto a estas, o cuando pasa a través de los tanques que se encuentran sobre los techos de las casas destinados a su almacenamiento o calentamiento. Y aunque se conecten las tuberías con el “beit kibul” (receptáculo) a la tierra, dado que los caños poseían receptáculos antes de ser conectados al suelo, incluso después de su conexión a la tierra todavía se los sigue considerando como recipientes (kelim), y por ende, las aguas que pasan a través de estos se las considera “aguas extraídas”.

13- La renovación de la pureza en el pueblo de Israel

Como consecuencia del pecado, se adhiere al individuo una impureza que bloquea su corazón y afecta negativamente su capacidad de conectar sus pensamientos, sentimientos y acciones con el origen de su vida. Dado que su vínculo con HaShem se ha visto deteriorado, se adhiere a él la muerte. El sistema de preceptos que se ocupan de todos los tipos de impurezas y su purificación, que está ligado principalmente con el Templo de Jerusalém, tiene por objetivo elevar al hombre por sobre la impureza que se ha adherido a él en sus aspectos materiales y conectarlo con la fuente de su existencia.

Por medio de la inmersión ritual en la mikve, la persona que se ha impurificado retorna al primer fundamento de la vida, y en virtud de ello podrá conectarse con HaShem -la fuente de todo ser-, ascender al Santuario, traer vida a la tierra y al cuerpo, a la imaginación y a los sentimientos y a todas las capacidades humanas, para que estén conectados a D’s y traigan bendición y reparación al mundo.

No obstante, a los efectos de estudiar Torá y observar los preceptos que están vinculados a los aspectos espirituales del hombre, no es preciso sumergirse, y los preparativos requeridos para dedicarse a estos son la fe y las buenas cualidades de la conducta sin que para ello resulte necesario preparar al cuerpo o a la carne. Tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Berajot 22(A)): “Las palabras de la Torá no reciben impureza, como dijera el profeta (Yrmiahu-Jeremías 23:29): ‘¿Acaso Mis palabras no son como el fuego? declara el Eterno’, así como el fuego no adquiere impureza de igual manera las palabras de la Torá no adquieren impureza” (ver Orot HaTjiá 35 de nuestro maestro el Rav Kuk).

Desde la destrucción del Templo de Jerusalém y desde que los hijos de Israel fueron exiliados de su tierra, la pureza quedó sin efecto en el pueblo judío y solo perduró una pureza que se asemeja a la del Santuario y es la de la inmersión ritual purificadora de la mujer, la cual está destinada a revelar la vida y la santidad que anidan en el cuerpo, en el amor y la alegría que florece entre los cónyuges, que es la cúspide de la observancia del precepto de “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, que equivale en importancia a la sumatoria del resto de los mandamientos de la Torá. Esto es así ya que el objetivo principal de la inmersión ritual es purificar a la vida concreta, con el cuerpo y la carne, con la imaginación y los sentimientos, para que todos ellos puedan conectarse a la fuente de la existencia y verse infinitamente potenciados.

Sea Su voluntad que en virtud de nuestro retorno a nuestra tierra tengamos el mérito de crecer en el estudio de la Torá de la tierra de Israel y su guía para la reparación del mundo, que a partir de la pureza y la alegría de la conexión entre el hombre y la mujer se expanda la bendición a todos los ámbitos de la vida y merezcamos la construcción del Tercer Templo. Que desde el Kodesh Hakodashim, su lugar más sagrado, se expanda la pureza de la fe israelita a todo el mundo, para purificar a todas las creencias que se revelan en los diferentes componentes de la vida material.

Tal como dijeran nuestros sabios (Tratado de Yoma 77(B)): “El manantial que brota del lugar del Kodesh Hakodashim al comienzo se asemeja en grosor a las antenas de una langosta, al llegar a la entrada del recinto del Templo se vuelve como el hilo de la urdimbre, al ingresar al recinto del Templo se vuelve como el hilo de la trama, y al llegar a la puerta que da al patio exterior adquiere la dimensión de la boca de un pequeño jarrón”.

La continuación de su flujo está descrita en la profecía de Yejezkel-Ezequiel (47:1-12): “He aquí que salía agua por debajo del umbral del Templo…”, y las aguas del arroyo se incrementaban: una vez que se alejaban mil codos llegaban a los tobillos del hombre, y tras mil codos más llegaban a sus rodillas, tras mil codos más llegaban a la cintura, y tras otros mil codos una persona ya no las podía atravesar, y así continuaban aumentando su caudal y su fuerza. Entonces se le dijo al profeta: “He aquí que a la orilla del arroyo hay muchos árboles a ambos lados… y estas aguas llegarán al mar de las aguas fétidas (Mar Muerto) y allí sanarán. Y ocurrirá que todo ser viviente por cualquier rio que viniere habrá de vivir, y habrá allí una gran multitud de peces porque estas aguas llegan allí para sanar, y todas las cosas que llegaren allí al arroyo vivirán… y a ambas riberas del arroyo se elevarán árboles frutales, cuyas hojas no se marchitarán y sus frutos no se caerán. Todos los meses darán frutos nuevos porque las aguas que los riegan provienen del Templo Sagrado y su fruto será para alimento y sus hojas para la cura”.

Dado que podremos purificarnos y conectarnos a HaShem con la plenitud de las fuerzas vitales, el sitio en el cual pecaron los hombres de Sdom (Sodoma) en su pasión desmedida por el dinero y demás deseos materiales, al grado de que esta ciudad se transformó en un sitio de muerte, regresará a ese lugar la vida. Allí los peces abundarán y a su alrededor crecerán árboles maravillosos que darán fruto durante todo el año, ya que cada mes crecerán nuevas frutas y sus hojas servirán como medicina.

Otro tanto leemos en la profecía de Yoel-Joel (4:18): “Y en ese día brotará de las montañas jugo de uvas, y de las colinas manará leche, y por todos los arroyos de Yehudá fluirá agua, y un manantial saldrá de la Casa de HaShem y regará el valle de Shitim”. El valle de Shitim es una alusión al pecado de lascivia en el que incurriera el pueblo de Israel, tal como fue dicho (Bemidbar-Números 25:1): “Y se asentó Israel en Shitím, y el pueblo empezó a prostituirse con las hijas de Moab”. Y el manantial que saldrá de la Casa de HaShem también purificará y reparará este deseo, el cual se transformará en pasión amorosa entre el hombre y su mujer, y por todas las cosas vinculadas a la santidad, y de ese modo abundará la bendición en toda la tierra.

Sin embargo, el manantial que brota en el Templo de Jerusalém purificará y sanará no solo al Mar Muerto, sino que tal como se insinúa en la profecía de Yejezkel (Ezequiel) y se explicita en la de Zejariá (Zacarías), una mitad de este se dirigirá al Mar Mediterráneo, y de esa forma se generará una conexión entre el manantial que sale del Santuario, -vía el Mar Mediterráneo- y el océano que rodea a todos los continentes, y por medio de ello todas las aguas del mundo se purificarán y santificarán. Tal como fue dicho (Zejariá-Zacarías 14:8-9): “Y ocurrirá que en aquel día saldrán aguas surgentes desde Jerusalém; la mitad de ellas hacia el mar oriental, y su otra mitad hacia el mar occidental; en el verano y en el invierno, así será. Y HaShem será Rey sobre toda la tierra; en aquel día HaShem Uno y Su Nombre Uno”.

Y la impureza de la nidá se anulará, tal como dijeran nuestros sabios: “No hay prohibición mayor que la nidá, en la que una mujer ve sangre y el Santo Bendito Él la prohíbe para su marido, en el futuro por venir la permitirá. Tal como fue dicho (Zejariá-Zacarías 13:2): “… y quitaré el espíritu de impureza de la tierra” (Shojer Tov a Tehilim-Salmos 146). E incluso la impureza de la muerte desaparecerá de la faz de la tierra, tal como dijeran nuestros sabios: “El Santo Bendito Él le dijo al pueblo de Israel: En este mundo ustedes se purifican y vuelven a impurificarse, pero en el futuro por venir Yo los voy a purificar para siempre y no se volverán a impurificar, tal como fue dicho (Yejezkel-Ezequiel 36:25): ‘Y arrojaré sobre ustedes agua pura y los purificaré’ (Midrash Tanjuma Metzorá 9). Y la muerte será eliminada del mundo, tal como fue dicho (Yshaiahu-Isaías 11:6-9): “El lobo morará con el cordero y el leopardo yacerá con el cabrito … y el león comerá heno cual vacuno. Y el infante se deleitará en la madriguera de la víbora y el destetado tenderá su mano hacia la hura del basilisco. No harán el mal y no causarán daño en toda la montaña de Mi Santuario; ya que la tierra estará colmada del conocimiento de HaShem cual aguas que recubren el mar”. Y fue dicho (ídem 25:8): “Y tragará a la muerte para siempre y HaShem Elokim secará las lágrimas de todo rostro, retirará el oprobio de Su pueblo de toda la faz de la tierra pues así lo ha dispuesto HaShem”.

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