Pninei Halajá

09. Recitación audible únicamente al propio oído y la regla referente al pensamiento.

Hay preceptos que se cumplen mediante la palabra tales como el rezo, la recitación del Shemá y el agradecimiento por las comidas («Birkat Hamazón»). Los amoraítas debatieron respecto de si se puede cumplir con estos preceptos, a posteriori, pensando la bendición sin recitarla con la boca.

En opinión de Ravina el pensamiento es considerado como el recitado, por lo que quien piensa el rezo o la bendición cumplió con su deber. En cambio Rav Jisda considera que el pensamiento no equivale a la palabra pronunciada (Talmud Babilonio Tratado de Brajot 20(B)).

Si bien hay quienes sostienen que el pensamiento equivale al recitado (Rambám, Sefer Mitzvot Guedolot, Rabí Ieshaiá ben Rabí Eliá Haajarón), en la práctica la opinión de la mayoría de los sabios medievales (rishonim) es como la sostenida por Rav Jisda, de que el pensamiento no equivale a la palabra pronunciada (Rabenu Jananel, Talmidei Rabenu Ioná, Or Zarúa, Rabenu Asher ben Iejiel, Rabí Abraham ben David y otros). El Shulján Aruj sentenció de esta manera respecto de la recitación del Shemá (63:3) y  de las bendiciones (185:2, 206:3).

Si movió sus labios articulando las palabras mas no emitió sonido alguno siquiera audible para su propio oído, de hecho cumplió, puesto que el movimiento de los labios implica una acción.  Empero, a priori, en todos los preceptos que se cumplen mediante la palabra, quien recita debe emitir una voz audible a su propio oído.

Hay pasajes del rezo que son recitados por toda la congregación como en el caso de responder «Amén» o la «Kedushá» en las cuales se le responde al Jazán pero que a priori se recitan en voz alta. Especialmente es importante poner especial cuidado de responder en voz alta durante el «Kadish», ya que el mismo contiene el Honor a Hashem y en el que toda la congregación debe responder al unísono «Amén» (Shulján Aruj 56:1). Dijeron nuestros sabios que al responder «Amén Iehé Shmé Rabá» («Sea Su gran Nombre bendecido») en voz alta, los decretos celestiales adversos son anulados. Asimismo se acostumbra a leer el primer versículo del «Shemá» en voz alta para despertar la intención del recitado (Shulján Aruj 61:4).

Las demás partes del rezo tales como los salmos de alabanza (pesukei dezimrá), el recitado del «Shemá» y sus bendiciones así como el resto de los cánticos, se pronuncian con voz normal y al menos a un volumen audible al propio oído. Si sólo movió los labios al articular las diferentes palabras sin emitir sonido alguno  ni siquiera uno perceptible a su propio oído, cumplió con su deber.

El rezo de la «Amidá» (de pie y en silencio) que es el más interior y profundo de todos, se recita en silencio. De acuerdo con la opinión de la mayoría de los juristas, también en el recitado silencioso la persona debe pronunciarlo audible a sus propios oídos, empero debe tener cuidado de que su vecino no le escuche (Shulján Aruj 101:2, Mishná Berurá 5-6). De acuerdo con la costumbre de la mayoría de los cabalistas, en el recitado silencioso, a priori los labios deben moverse articulando las diferentes palabras sin que sean audibles a los propios oídos (Kaf HaJaím 101:8).

De esta regla se puede aprender una idea general y es la de que no alcanza únicamente con el puro pensamiento, una buena intención sin una acción que la acompañe no es suficiente. El alma que anida en el seno del corazón es pura, el desafío es revelar esa pureza y bondad hacia afuera y corregir el mundo, por lo tanto se debe expresar la plegaria emitiendo voz y por lo mínimo moviendo los labios (Maharal Nativ Haavodá cap. 2).

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