Está prohibido injertar una especie en otra, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 19:19): «Mis leyes habréis de observar. Tus animales no cruzarás en yuntas de distintas especies, tu campo no habrás de sembrar con mezcla de semillas». Así como la Torá tiene la intención de que no se crucen entre sí dos especies animales, de igual manera el sentido de las palabras «tu campo no habrás de sembrar con mezcla de semillas» es el de no mezclar dos especies vegetales entre sí, ni árboles ni verduras de diferentes especies, así como no injertar un árbol sobre un vegetal ni un vegetal sobre un árbol.
Los árboles que no producen frutos son considerados como pertenecientes a una misma especie, por lo tanto, se prohíbe realizar un injerto de un árbol frutal en uno no frutal. No obstante, se permite injertar un árbol no frutal en otro no frutal, ya que todos estos son considerados como una misma especie, pues la característica de que no producen frutos es la de mayor importancia en lo relativo a esta norma y es la que hace que se los considere a todos como casos de una misma categoría (Shulján Aruj 295:1-3, Ramá 6).
Esta prohibición rige también fuera de la tierra de Israel, y si bien aparentemente está vinculada a la tierra, en la práctica, se realiza por encima del suelo y se asemeja en ello a la cruza de animales que se menciona contiguamente en el versículo (Tratado de Kidushín 39(A)). La cruza de animales se asemeja al injerto de árboles en cuanto a que, a pesar de tratarse de acciones prohibidas, el producto de su realización puede a priori consumirse o utilizarse.
El objetivo del injerto es combinar las virtudes de dos especies o variedades de árboles. Esto es así ya que a menudo, los árboles que producen abundante y sabrosa fruta tienden a poseer raíces débiles, así como también a contagiarse con facilidad de plagas y a morir, al tiempo que los árboles robustos y resistentes por lo general producen poca fruta y de baja calidad. A los efectos de resolver este problema se injertan uno en el otro. Se acoda en la tierra una rama de un árbol resistente que recibe el nombre de ‘kaná’ (árbol patrón). Se le hace una hendidura o corte especial y sobre este se conecta o une otra rama de un árbol poseedor de buena fruta a la que llamamos ‘rojev’ (lit. ‘el que monta por encima’, el injerto propiamente dicho). Se vendan ambas partes conjuntamente hasta que se unan y así continuarán creciendo, de modo tal que las raíces y el inicio del tronco pertenecen a la variedad resistente, al tiempo que la continuación del tronco, las ramas y las frutas pertenecen a la de buena producción.
De esta manera, a pesar de que ambos árboles fueron injertados y unidos, cada parte continúa funcionando de acuerdo con sus características naturales originales. El árbol patrón o ‘kaná’ que está conectado a la tierra pone en funcionamiento sus raíces según su naturaleza y el ‘rojev’ da frutas tal como suele hacerlo, de modo que casi no hay diferencias entre las frutas que crecen sobre el ‘rojev’ que fue injertado sobre otra especie y aquel que crece en la tierra de modo natural.
Si el injerto y el patrón pertenecen a dos especies diferentes, quien realiza el injerto transgrede una prohibición de la Torá cuyo castigo correspondiente eran los azotes. Si son variedades de una misma especie, está permitido realizarlo. Por lo tanto, se permite injertar un manzano de fruto grande, rojo y dulce sobre otro que da manzanas pequeñas verdes y ácidas, ya que ambos son manzanos. Sin embargo, está prohibido injertar una rama de durazno en un almendro por tratarse de especies diferentes.
A los efectos de los injertos, la definición de especie es amplia. Esto es, la división en especies se fija según las características del árbol tal como se presenta ante nuestros ojos, incluida la forma de su fruto, su sabor, el aspecto de sus ramas, de sus hojas y su modo de cultivo. Por lo tanto, resulta razonable que ciertos árboles sean considerados por la ciencia o las personas como especies diferentes al tiempo que según la Halajá se los considere como una misma. Cuando el pueblo de Israel vivía en su tierra y el Gran Sanhedrín resolvía todas las preguntas y definía todas las dudas, la tradición respecto de la división de las especies en lo referente a su mezcla era clara y conocida. Pero con el pasar del tiempo y en virtud de los numerosos exilios, surgieron interrogantes de difícil dilucidación respecto de diferentes árboles.