Pninei Halajá

05. Lavado (ablución) de manos matinal.

01. Lavado de manos matinal.

Nuestros sabios establecieron que nos lavemos las manos cada mañana y acto seguido recitemos la bendición: «que nos consagraste con Tus preceptos y nos ordenaste lo concerniente al lavado de manos» («al netilat iadaim«).

Mediante sus manos  el hombre suele actuar en el mundo; a través de éstas toma y entrega, negocia y mercadea, hace uso de sus utensilios y se ocupa de su cuerpo. Por una parte, son órganos de una enorme utilidad pero al mismo tiempo, al ocuparse de todos los quehaceres de este mundo tienden también a ensuciarse y contaminarse. Por lo tanto cuando es necesario apartarse un poco de las cuestiones mundanas para dedicarse a la santidad, lavamos nuestras manos. Esa es la intención básica del lavado o ablución de manos en general, y el de la mañana en particular.

Los sabios medievales (rishonim) debatieron respecto de cuál es la intención particular del lavado matinal.

Según el Rosh, por cuanto que las manos son sumamente activas, es probable que durante la noche hayan tocado partes del cuerpo que normalmente van cubiertas, y entonces el lavado fue establecido por nuestros sabios para purificarlas de caras al rezo de Shajarit.

Según el Rashbá, cada mañana la persona es como una nueva creatura, tal como reza el versículo (Eijá-Lamentaciones 3:23): «Se renuevan cada mañana. ¡Muy grande es Su Fidelidad!». Una persona se va a dormir cansada y entrega su alma al Creador y por la mañana se levanta con renovadas fuerzas. Esta nueva creatura debe ser santificada y consagrada al servicio Divino mediante la ablución matinal de manos.

En otras palabras, según el Rosh el lavado de manos de Shajarit es una preparación para el rezo, mientras que para el Rashbá se trata de una consagración o preparación previa al servicio de D´s de toda la jornada por venir.

Los juristas debatieron respecto de qué ocurre en el caso de quien estuvo despierto toda la noche. Hay quienes piensan que dado que no durmió, no aplica para él el recitado de la bendición matinal instituida por los sabios, por lo que se ha de lavar previo al rezo mas sin bendecir, siendo esta la tradición sefaradí (Shulján Aruj 4:13). Por otra parte, hay quienes dicen que por el mero hecho de haberse renovado el día corresponde lavarse las manos con recitado de bendición. Pero aquellos quienes consideran que sólo se debe bendecir por la higiene de las manos previo al servicio religioso (Rosh), es bueno hacer sus necesidades antes del rezo lo cual le implicará tocar partes cubiertas del cuerpo, y de esa manera se podrá lavar las manos y recitar la bendición. Esta es la costumbre de los ashkenazíes. (Mishná Berurá 4:30, ver adelante 6:7, 7:7 en las reglas relativas a las bendiciones matinales y las de agradecimiento por el recibimiento de la Torá).

02. Espíritu de impureza.

Además de las razones ya mencionadas, nuestros sabios dijeron (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 108(B)) que es menester cuidarse de no tocar la boca, nariz, ojos y oídos previo al lavado de manos, pues tras dormir, reposa sobre éstas un espíritu de impureza y éste puede afectar los órganos mencionados. Solamente una vez que las manos fueron lavadas vertiendo agua tres veces sobre cada una intercaladamente, este espíritu de impureza se retira y entonces ya no hay riesgo de tocar alguno de los orificios del rostro.

Y más allá de que la razón fundamental por la que nos lavamos las manos por la mañana es la de prepararnos y consagrarnos de cara al rezo de la mañana y el servicio a D´s de la nueva jornada, y por ello los sabios estipularon que se recite la bendición «al netilat iadaim«. Amén de esto, también tomamos precaución del espíritu de impureza que reposa en nuestras manos, razón por la cual las lavamos vertiendo agua tres veces en cada mano intercaladamente. Primeramente vertemos agua sobre la mano derecha y luego sobre la izquierda y así sucesivamente hasta completar tres veces.

Asimismo es importante tomar la precaución de no tocar los orificios o cavidades faciales tales como la boca, la nariz, los oídos y los ojos antes del lavado (Shulján Aruj Oraj Jaím 4:3-4, Mishná Berurá 13). Asimismo es menester cuidar de no tocar ningún alimento o bebida previo a la ablución de manos (Mishná Berurá 4:14).

La razón de este cuidado está explicada en la Kabalá (Zohar I 184:2). Según ésta, en la noche, al dormirse la persona y permanecer inmóvil o inactiva y carente de todo pensamiento y acción, es como si probase algo del sabor de la muerte y entonces reposa sobre él espíritu de impureza. Respecto de esto dijeron nuestros sabios en el Talmud Babilonio (Tratado de Berajot 57(B)) que el sueño es una sesentava parte de la muerte. Esto se debe a que la principal virtud del hombre es su capacidad de pensar, sentir y actuar en pos de la corrección del mundo. Al dormirse, cuando el abatimiento se expande por todo su cuerpo, el individuo pierde en cierta forma su imagen Divina, y por ende el espíritu de impureza reposa sobre él. Al despertarse y retornar a éste su conciencia, el espíritu de impureza se retira de todo su cuerpo y sólo permanece en la punta de los dedos de las manos. Mediante el lavado de manos  intercalado tres veces este espíritu de impureza se retira también de éstas. A los efectos de eliminarlo por completo es necesario anteponer la mano derecha que insinúa la cualidad de la generosidad (jesed). Por esta razón se toma la jarra primeramente con la mano derecha y para lavar primero esta mano es menester pasarla a la mano izquierda, y así se vierte el agua primero sobre la diestra y luego sobre la izquierda, y así intercalada y sucesivamente se vierte tres veces sobre cada mano (ver Kaf HaJaím 4:12).

Hay quienes entendieron que el mayor daño que el espíritu de impureza provoca tiene lugar sobre las cualidades espirituales de la persona y que por lo tanto, si se toca los oídos o los ojos antes de lavarse las manos por la mañana, se pueden ver afectadas la vista o la audición interiores y entonces en ese día en cuestión la persona puede estar «ciega» o «sorda» en temas espirituales. Asimismo si toca su boca  o su nariz afectará el potencial espiritual de su ingestión de alimentos o su olfato (Kaf HaJaím 4:19 según Solet Belulá).

03. El espíritu de impureza en nuestros días.

Según el libro del Zohar y los sabios de la Kabalá, es necesario lavarse las manos junto al sitio donde se durmió para no prolongar la permanencia del espíritu de impureza sobre nuestras manos. Asimismo hay que tener la precaución de no caminar  más de cuatro codos antes de la ablución matinal de manos, razón por la cual es necesario preparar agua antes de ir a dormir y colocarla junto a la cama, para así hacerlo inmediatamente después de levantarse (Shaarei Teshuvá 1:2). Hay quienes fueron de una posición más flexible en este respecto, ya que piensan que todo el hogar de la persona debe ser considerado como una distancia de cuatro codos, y mientras la persona no salga y se aleje de su casa más que esta distancia para lavarse las manos, no se lo considera como quien demora la permanencia del espíritu de impureza sobre éstas (Responsa Shevut Yaakov 3:1).

Hay otros juristas que son de la opinión de que este tipo de espíritu de impureza desapareció ya del mundo. Los autores de las «Tosafot» (al Tratado de Yomá 77(B)) mencionaron una idea según la cual ese tipo de espíritu de impureza no reposa en los países de Europa Central y Occidental (Ashkenaz). El autor del libro Lejem Mishné escribió que se entiende de lo escrito por el Rambám que este último no le temía al espíritu de impureza mencionado en el Talmud (Shvitat Heasor 3:2). El Maharshal, que vivió hace unos cuatrocientos años y fue uno de los mayores juristas europeos ashkenazíes de la época, escribió que el espíritu de impureza no está presente en estos días (Iam shel Shelomó Julín 8:31). Otro tanto escribieron otros juristas.

Aparentemente, la diferencia entre las generaciones radica en que antiguamente el poder mental y/o emocional, espiritual y místico era más intenso y notorio. Esto se refleja, por una parte, en la capacidad de alcanzar logros importantes y  significativos en el ámbito espiritual como es el caso de la profecía; y por otra parte se refleja también en la aparición de impureza, brujerías e idolatría. A lo largo del tiempo la fuerza intelectual se hizo preponderante en el hombre a cuenta de lo espiritual de modo tal que junto con la suspensión de la profecía, las fuerzas de la impureza también se debilitaron y desaparecieron y en su lugar surgieron ideas falsas e incorrectas.

Hay una tradición sorprendente vinculada al Duque  (Graf) Pototzki, el hijo de una familia de nobles polacos que decidió convertirse al judaísmo. Dado que esto estaba prohibido en esos días, se convirtió en secreto y se dedicó al estudio de la Torá. Al final, los cristianos lo encontraron y le dieron dos opciones: volver al cristianismo o morir en la hoguera. El justo prosélito eligió morir en la hoguera y consagrar el Nombre Divino públicamente. Según el Gaón de Vilna, en ese preciso momento, el espíritu de impureza perdió de su poder en el mundo y esto se refleja fundamentalmente en el que impera durante las mañanas. Por lo tanto, los alumnos del Gaón de Vilna no ponen cuidado en no caminar más de cuatro codos antes de lavarse las manos.

En la práctica, según el Rabino Jaim David Azulay, la Mishná Berurá (1:2) y el Ben Ish Jai, hay que poner atención en no caminar más de cuatro codos sin lavarse las manos por la mañana al levantarse. Por otra parte, existen juristas que son más flexibles en esta cuestión, tanto sea porque cada casa es considerada dentro del área de cuatro codos o porque hoy en día el espíritu de impureza desapareció (ver Beur Halajá 4:1, Otzrot Iosef 2), siendo esta la práctica más extendida. Empero, también quienes opinan que hoy día no existe el espíritu de impureza, tienen el cuidado de cumplir todo lo que se menciona en el Talmud, esto es, lavan sus manos vertiendo el agua sobre cada mano tres veces intercaladamente no tocando ningún orificio facial antes de esto.

04. ¿Cuándo se recita la bendición por el lavado de manos- «al netilat iadaim»?

El momento indicado para el recitado de la bendición es inmediatamente después de haberse lavado las manos y antes de secarlas. La regla general indica que en el caso de las bendiciones por el cumplimiento de preceptos, primero se bendice y luego se realiza la acción. Por esta razón, primero se recita la bendición de la separación de la «jalá» y sólo después ésta se realiza, así como primero se recita la bendición por la «mezuzá» y luego se coloca. Sin embargo, en el caso del lavado de manos, la norma varía ya que no corresponde recitar la bendición cuando las manos están aún sin lavar, y por lo tanto se posterga el recitado para después de la ablución. De todas maneras, no se debe alejar demasiado la bendición del acto preceptivo, por lo que bendecimos inmediatamente después de la ablución y antes de secarnos las manos.

En la práctica, no se acostumbra a recitar la bendición inmediatamente después del lavado de manos matinal, porque normalmente, las personas necesitan evacuar tras haber dormido y no es correcto bendecir cuando uno está urgido fisiológicamente. Además, en opinión del Rosh, la razón principal del lavado es la preparación para el rezo, y según esta idea se tiene que recitar la bendición por el lavado, previo al servicio religioso. Por lo tanto, tras haber evacuado, se deben lavar de nuevo las manos con la jarra de ablución («natlá«). Dado que el espíritu de impureza ya salió con la ablución inicial, esta vez no es necesario verter agua tres veces intercaladamente y se recita la bendición antes de secarlas. Una persona que no necesita evacuar por la mañana, recitará la bendición inmediatamente después de la primera ablución (Shulján Aruj Oraj Jaím 6:2, Mishná Berurá 4:4).

A priori, es preferible recitar las bendiciones matinales lo más temprano posible e inmediatamente después de levantarse, y paso seguido rezar la Amidá. Esto obedece a que es correcto alabar al Creador mediante las bendiciones matinales en el mero inicio de la jornada y además es procedente rezar la Amidá antes de comenzar con otras ocupaciones (ver adelante 8:4). Además, es bueno no interrumpir la secuencia entre el lavado de manos matinal con su bendición «al netilat iadaim» y nuestro rezo ya, que hay juristas que sostienen que la ablución tiene como propósito preparar a la persona para su plegaria (Rosh). Aquella mujer que no acostumbra rezar por la mañana por causa del trajín de las labores domésticas, debe hacer el esfuerzo e intentar, al menos, recitar las bendiciones matinales inmediatamente después que se levantó y lavó sus manos. De esta manera la ablución sirve de preparación para el recitado de éstas.

En el caso de una mujer que se levanta antes de que despunte el alba, deberá lavar sus manos y recitar la bendición «al netilat iadaim» y luego todas las bendiciones matinales. Esto a condición de que la mujer en cuestión se levantara pasada la medianoche, sin embargo, si lo hizo antes de esta hora no podrá recitar las bendiciones matinales, y por lo tanto tampoco la bendición por el lavado de manos. En este caso se debe esperar a que pase la medianoche y cuando vaya al baño y evacúe deberá lavar sus manos y recitar la bendición correspondiente y luego todas las demás bendiciones matinales.

05. El lavado de manos tras haber dormido durante el día y el caso de quien se mantuvo despierto toda la noche.

Se genera una duda respecto de cuál es la causa principal de que el espíritu de impureza repose sobre las manos: ¿acaso el dormir que hace que se esfume la conciencia del hombre quedando la persona sin posibilidad alguna de actuar y entonces también quien duerme durante el día debe lavarse las manos tres veces intercaladas?; o si ¿es la noche oscura en la que el mundo detiene su andar la que genera que el espíritu de impureza repose sobre las personas, y entonces también quien haya estado despierta toda la noche tiene que lavarse?

En la práctica, cuando ambos factores actúan conjuntamente, la persona duerme en la noche un período prolongado (por lo menos una media hora) entonces el espíritu de impureza se posa con toda su contundencia, por lo que al despertarse es necesario lavar las manos inmediatamente tres veces sin tocar ningún orificio facial o alimento.

Un nivel por debajo de este, es el caso de una mujer que duerme prolongadamente durante el día y si bien el espíritu de impureza no se posa sobre ésta en toda su intensidad, de todas maneras corresponde que se lave las manos tres veces intercaladamente, mas sin apurarse en hacerlo y sin que medie la prohibición de tocar orificio facial alguno.

Un nivel aún menor de gravedad en cuanto a impureza y las precauciones necesarias es cuando una mujer permanece despierta toda la noche. Hay quienes entienden que quizás es la noche misma y su finalización las que ocasionan que el espíritu de impureza se pose sobre sus manos, por lo que es bueno lavarse las manos tres veces al despuntar el alba. Asimismo, una mujer que se levanta en la mitad de la noche y ya se lavó las manos tres veces, es bueno que lo vuelva a hacer intercaladamente después que haya despuntado el alba (Peninei Halajá Tefilá 8).

06. Levantarse en medio de la noche por causa de un bebé o cualquier otro motivo.

Una mujer que se levanta en la mitad de la noche para tapar a sus hijos o colocarles el chupete en la boca no precisa antes de ello lavarse las manos, pero sí cuidarse de no tocar con sus manos la boca o cualquier otro orificio facial del pequeño en cuestión.

Empero si ella se levanta para prepararle al bebé alimentos o cambiarle el pañal, es mejor que primero se lave las manos para no tocar la comida o algunos de los orificios faciales del pequeño con manos no lavadas. Una mujer que se levanta en la mitad de la noche para amamantar a su bebé, es preferible que primero se lave las manos. Si le es difícil hacerlo las manos, puede respaldarse en las opiniones halájicas que más alivianan, que no exigen lavado de manos para quienes se levantan en la mitad de la noche (Eshel Abraham Butschatch 4:1, ver en la halajá 3 que hay quienes sostienen que hoy en día no existe le espíritu de impureza). De todas maneras, según todas las opiniones, no se necesita recitar bendición por el lavado de manos en la mitad de la noche, ya que los sabios dispusieron bendecir únicamente por el lavado matinal el cual nos prepara para el rezo y para la nueva jornada.

Quien se incorpora en la mitad de la noche para beber algo, es bueno, a priori, que vierta agua sobre sus manos tres veces sin recitar la bendición, después que recite «shehakol» y recién entonces beba. Asimismo quien se levanta en la mitad de la noche para evacuar, es bueno que primero vierta agua sobre sus manos tres veces para poder tocar cualquier orificio corporal sin temor. Una vez que la persona evacuó, debe lavar sus manos para recitar la bendición de «asher iatzar«. Esta mujer, si así lo desea, podrá sostenerse en la opinión de los juristas que entienden que se debe lavar las manos vertiendo agua tres veces intercaladamente sólo después de levantarse por la mañana, y para evacuar en la mitad de la noche no se requiere ablución. De todas maneras, después de evacuar deberá lavarse las manos para recitar la bendición «asher iatzar«. En caso de carecer de agua, la mujer en cuestión podrá limpiar sus manos frotándolas sobre su ropa y luego recitar la bendición (Shulján Aruj 4:22).

07.  Alimentos que fueron tocados previo al lavado de manos.

Tal como aprendimos, dado que después del sueño nocturno reposa sobre las manos  un espíritu de impureza, está prohibido tocar alimentos o bebidas antes de lavárselas (halajá 2). Si un judío que aún no se lavó las manos toca algún alimento sólido como una fruta, que se puede lavar, ésta se ha de enjuagar tres veces tal que así como verter agua tres veces purifica las manos, asimismo habrá de purificar a la fruta en cuestión.

Si esta misma señora toca, por error, algún líquido o algún alimento que se estropea si es enjuagado, hay quienes opinan que deben ser arrojados a la basura por causa del espíritu de impureza que reposa en ellos (Od Iosef Jai- Toledot 6). Sin embargo, según la opinión mayoritaria de los juristas se pueden ingerir también alimentos que no es posible lavarlos.

Esto obedece a dos razones: en primer lugar, ya que según la opinión de la mayoría de los juristas el espíritu de impureza que reposa en las manos no puede afectar los alimentos por lo que, a posteriori, estos pueden ser ingeridos (Jaiei Adam 2:2, Mishná Berurá 4:14, Aruj Hashulján 4:15). De todas maneras, respecto de bebidas alcohólicas hay juristas que toman una postura más estricta por temor a que se sufra algún tipo de perjuicio, mas en cuanto al resto de los alimentos prevalece el acuerdo que no pierden su aptitud al ser tocados por manos que no fueron lavadas (Beur Halajá 4:5 ‘לא’). Además, aprendimos (halajá 3) que hay quienes consideran que el espíritu de impureza desapareció del mundo por lo que no cabe ya temer que ocasione algún tipo de daño. Por lo tanto no se debe tirar a la basura un alimento por haber sido tocado con manos que aún no fueron lavadas.

Asimismo, está permitido comprar pan y demás alimentos que estaban colocados sobre un estante en la tienda, aunque quepa la  duda de si fueron o no tocados por las manos de un judío que no efectuó su lavado de manos matinal, ya que aprendimos de que según la mayoría de los juristas, los alimentos no pierden su aptitud por contacto con manos no lavadas. Además, en este caso, existe la duda de si en la práctica, alguien con manos no lavadas tocó o no los alimentos, ya que casi todas las personas acostumbran a lavar sus manos por la mañana. Se dice en nombre del Aríz»l (Od Iosef Jai- Toledot 8) que verter agua una sola vez alcanza para debilitar el poder del espíritu de impureza.

08. Niños

Algunos de los más conspicuos sabios de las últimas generaciones (Ajaronim) escribieron que es importante que niños pequeños, aunque no hayan llegado aun a la edad en que se les instruye en los preceptos, laven sus manos por la mañana. Esto se debe a que ellos toman sus alimentos con las manos y si no realizan la ablución matinal, esto hace que el espíritu de impureza afecte a la comida (Jida, Prí Megadim Mishbetzot Zahav 4:7, Mishná Berurá 4:10). Los piadosos cuidan de lavar las manos de los bebés desde que nacen para, de esa manera, criarlos imbuidos de pureza y santidad.

En la práctica, muchas personas no pusieron cuidado en verter tres veces agua sobre las manos de bebés al despertarse pues, en opinión de muchos de los sabios de las últimas generaciones, el espíritu de impureza reposa solamente sobre las manos de los varones mayores de trece años y para las niñas mayores de doce. Esto se debe a que cuanto mayor es la capacidad de conexión que tiene la persona con la santidad, para actuar en el mundo y corregirlo, como contraparte mayor es el esfuerzo que hace el espíritu de impureza por afectarlo. Por lo tanto, este espíritu de impureza no reposa en los gentiles, puesto que no están obligados a cumplir preceptos. Otro tanto ocurre en el caso de los niños, todo tiempo que no recae sobre ellos la santidad de las mitzvot, el espíritu de impureza tampoco reposa sobre ellos en toda su intensidad. Empero, se impone el deber de educarlos en el cumplimiento de los preceptos y a partir de que ellos comienzan a conectarse progresivamente con éstos, el espíritu de impureza reposa sobre ellos en cierto grado. Por esta razón, a partir de que alcanzan la edad en la que se los puede instruir en los preceptos («guil jinuj») y ya pueden entender cómo se debe realizar la ablución de manos, es preceptivo acostumbrarlos en el lavado (según Shulján Aruj HaRav 4:2, Eshel Abraham Butschatch 3:4, Tzitz Eliezer VII 2:4).

En resumen, se debe acostumbrar a los niños a partir de la edad del aprendizaje de los preceptos, a que viertan agua tres veces sobre sus manos tras levantarse por la mañana. En el momento de llegar a la edad de cumplir mitzvot, deberán lavarse las manos por la mañana. Hay quienes tienen el cuidado de lavar las manos de los bebés a partir del momento que estos ya toman la comida con las manos (Mishná Berurá 4:10). Hay quienes tienen cuidado de lavar las manos de los bebés a partir de la circuncisión y otros desde su primer día de vida, pues ya desde entonces comienza a vislumbrarse en el recién nacido el resplandor de la santidad inherente del pueblo de Israel (tal como se trae entre paréntesis en Shulján Aruj HaRav, ídem, ver Kaf HaJaím 4:22).