02. El significado del precepto

El significado del precepto es honrar a HaShem con los primeros frutos del árbol, para ingerirlos con santidad en Jerusalém, y por su intermedio, alabarlo por todo el bien que nos ha prodigado. Dado que por lo general las frutas que crecen en los tres primeros años no son ni abundantes ni de buena calidad, no corresponde utilizarlas para loar a HaShem, y por ello la Torá prohibió su uso, para que nuestra primera ingestión en el cuarto año, que es cuando crecen más y mejores frutas, esté imbuida de santidad y agradecimiento a D’s.

En virtud de ello, la bondad de HaShem y Su bendición reposarán sobre las frutas que habrán de crecer a lo largo de todos los años, y su ingesta estará conectada a la fe, otorgando la vitalidad necesaria destinada a incrementar el bien y la bendición en el mundo. De igual manera, la Torá nos ordenó consagrar todo primogénito humano, todo primogénito animal y las primicias de los frutos. Asimismo, ese es el significado de los preceptos de jadash, terumá (ofrendas), jalá y reshit haguez (la primera esquila) (ver en Rambán a Vaikrá allí, Sefer Hajinuj 246-247).

Del precepto de orlá aprendemos también el valor de la autocontención, que es importante y sumamente útil. La capacidad de autocontenerse y de posponer la satisfacción del deseo hasta que llegue el momento indicado es una condición indispensable para el éxito del ser humano tanto en este mundo como en el Venidero. Por ejemplo, es sabido que una persona que es estudiosa desde joven posteriormente será más exitosa en su vida personal y económica, y a pesar de ello, numerosos jóvenes no logran controlarse viéndose arrastrados tras sus instintos y pierden su tiempo en diferentes pasatiempos. Asimismo, es sabido que los noviazgos entre muchachos y muchachas que no tienen por objetivo el establecimiento de una familia afectan negativamente su capacidad de contraer matrimonio y erigir un hogar con amor y fidelidad. Sin embargo, son muchos los que no logran contenerse y se ven arrastrados hacia relaciones pasionales que no conducen al pacto verdadero.

Además, hay personas que no logran abstenerse de gastar su dinero en productos suntuarios tales como un apartamento más caro de lo que sus posibilidades económicas permiten y no logran ahorrar dinero para ayudar a sus hijos a adquirir una profesión o a casarse, ni consiguen mantenerse a sí mismas durante la vejez.

El primer Adam se vio también arrastrado tras su instinto y pecó por no abstenerse de comer del árbol del conocimiento del bien y el mal, y de esa manera, causó su propia muerte y la de sus descendientes. Por medio del precepto de orlá el individuo aprende a contemplar el crecimiento de sus frutos y a dominar su impulso por disfrutar de ellos. Sobre esto, dijeron nuestros sabios (Vaikrá Rabá 25:2): «¿Quién habrá de despejar el polvo de tus ojos, primer Adam, que no pudiste obedecer por una hora la orden que recibiste, y tus hijos esperan por la orlá tres años?» (ver Tratado de Beitzá 25(B)).

Nuestros sabios agregaron que las frutas de los primeros años expresan el deseo de entrar en acción antes de tiempo, sin que medie la mesura adecuada, por ello no son completas y la impureza se aferra a ellas. Las frutas de los primeros tres años se corresponden con tres klipot[1] negativas y duras que obstruyen y tapan el flujo de la luz Divina. El cuarto año se corresponde con una klipá más fina o sutil en la que se mezclan el bien y el mal, y sus frutas se reparan al ser transportadas y elevadas a Jerusalém para ser ingeridas con santidad (Zohar III 87:1, Sha’arei Orá Sha’ar 5, Pardes Rimonim Sha’ar 25:7).


[1]. Klipot (plural de klipá), se traduce del hebreo como «cáscara» o «caparazón», y son las barreras metafísicas entre nosotros y la Luz del Creador que nosotros mismos hemos creado mediante nuestras propias acciones egoístas (N. de E.).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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