03- Peá

El precepto de peá consiste en que el dueño del campo o la plantación de árboles frutales deje al menos una sesentava parte de la cosecha para los pobres. Si bien la Torá no establece para este precepto una cantidad mínima, y alcanza con dejar una sola espiga al final del campo para cumplir con el deber, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 19:9): «no habrás de concluir de segar el rincón (peá) de tu campo», y con dejar una sola espiga ya no se concluye la siega; de todas maneras, nuestros sabios instituyeron que se deje al menos un sesentavo que es aproximadamente un 2% de la cosecha.

Dijeron los sabios, además, que en tres situaciones determinadas corresponde dejar una proporción aún mayor: 1) Cuando abundan las personas necesitadas. 2) Cuando el dueño de la parcela ha sido extraordinariamente bendecido con el volumen de la cosecha. 3) Cuando el campo es pequeño y un sesentavo de este no reporta prácticamente beneficio alguno para el menesteroso (Mishná Tratado de Peá 1:1-2, Rambám Hiljot Matanot Laevionim 1:15).

La peá debe obsequiarse al culminar la siega o la recolección, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 19:9): «no habrás de concluir de segar el rincón (peá) de tu campo». Esto obedece a varios motivos: 1) Evitar la usurpación a los pobres, ya que solo el dueño del campo puede separar el rincón cuando quiera, y podría acordar con un amigo o un pariente pobre que viniera a recolectar a una hora convenida en la que ya no hay otros menesterosos en la zona, con lo que separaría el rincón solo para su pobre apadrinado, robándole así a todos los demás. 2) Evitar la pérdida de tiempo de los pobres permitiéndoles calcular cuándo se habrá de terminar la siega en tal o cual campo y puedan así dedicarse a sus asuntos o ir a recolectar a otras parcelas. 3) Protegerse de los embusteros, ya que, si el dueño del campo pudiera dejar el rincón en cualquier parte, los mentirosos podrían argüir que ya lo separaron, o los propietarios podrían separar el rincón de los peores sitios y el precepto es dejar lo que queda al final de la parcela, sea su producto bueno o malo. 4) Por una cuestión de visibilidad o apariencia (marit ayin), ya que, si el dueño de la parcela deja la peá en el medio del campo, quienes observen no la verán y pensarán que no la dejó (Talmud Jerosolimitano Tratado de Peá 4:3, Rambám 2:12).

No se deja peá de una especie por otra ni en un campo en vez de otro, aunque se trate del mismo cultivo, pues el precepto implica compartir con los pobres la bendición de cada campo por medio de un rincón especial. Aunque los dos campos fuesen contiguos y todo lo que divida entre estos sea un arroyo, un sendero o cualquier otra separación, de modo tal que no se los are ni coseche juntos, dado que se ven como dos parcelas, se debe dejar peá en cada una de ellas (Rambám 3:1-3). En un campo de árboles frutales, un sendero o un arroyo no se consideran separación, porque a la vista de la totalidad del área se percibe una sola plantación y únicamente en caso de haber una cerca entre ambas partes es preciso dejar un rincón de cada parcela por separado (Rambám 3:19).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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