Pninei Halajá

06 – Hoshaná Rabá

01- Hoshaná Rabá

El séptimo día de Sucot se denomina ‘Hoshaná Rabá’ ya que en esta festividad somos juzgados en lo referente al agua, y el veredicto es dictado el último día. Dado que tanto la vida vegetal como animal y humana dependen del agua, se recitan abundantes súplicas a HaShem, las cuales comienzan con las palabras ‘Hoshá Na’ (lit. Salva, por favor). En este día se toman aravot, ya que [estas precisan del agua más que las demás especies y en ellas la sequedad resulta sumamente evidente. Nuestros sabios tuvieron el recaudo de que Hoshaná Rabá no caiga en Shabat, para que los hijos de Israel puedan suplicar y clamar por agua (Rokeaj 221).

Tal como el líquido elemento mantiene la vida en este mundo, de igual manera el agua espiritual que es la Torá sostiene al mundo del espíritu, y sobre esto dijeron nuestros sabios (Tratado de Baba Kama 17(A)): “No hay agua sino la Torá”. De esto resulta que el dictamen final por el agua incluye también la sentencia por toda la vida humana, tanto física como espiritual. Nuestros sabios dijeron que hay tres fechas para el juicio, la primera es en Rosh HaShaná, la segunda en Yom Kipur y la tercera en Hoshaná Rabá (Zohar II 142a). Así le dijo el Santo Bendito Él a nuestro patriarca Abraham: Si tus hijos no habrán de ser expiados en Rosh HaShaná, lo serán en Yom Kipur, y si no – en Hoshaná Rabá (Maté Moshé 957:2, Kaf HaJaím 664:2).

En otras palabras, dijeron que, si bien el veredicto es sellado en Yom Kipur, su orden de ejecución no se expide hasta Hoshaná Rabá. Esto se asemeja a un tribunal que ya emitió su veredicto, pero hasta que el dictamen se escriba bajo la forma de documento judicial y sea pasado a los enviados para que lo entreguen a los responsables de ejecutarlo, puede todavía ser modificado para bien. Esta es la cuestión de Hoshaná Rabá, que es el día en el cual se escriben las notas con los dictámenes y [estas son entregadas a los enviados que salen del Tribunal Celestial para traerlas a los ángeles encargados de ejecutarlas. Dado que las notas no han sido escritas aun, y que los enviados no han salido, todavía resulta posible mejorar el contenido de la sentencia. Por ello, es apropiado retornar en arrepentimiento (teshuvá) en Hoshaná Rabá (Zohar III 31b). Es preciso saber que aun después de escrita la esquela (pitká) en Hoshaná Rabá, no se permite ejecutar la sentencia hasta que haya finalizado Sheminí Atzeret, y por lo tanto hasta entonces resulta útil el retorno en arrepentimiento a los efectos de dejar el dictamen sin efecto y mejorarlo (Zohar I 220a, II 142a, Sha’ar HaKavanot Drushei Jag HaSucot pág. 314-316).

Hubo quienes acostumbraban en Hoshaná Rabá llevar a cabo celebraciones al igual que en las demás noches festivas (Zera Emet 2:157). Sin embargo, la práctica más extendida es estudiar Torá en la noche de Hoshaná Rabá, y de esa manera combinar el estudio con la alegría festiva, pero no se celebra con bailes ni con orquestas. Existe una costumbre piadosa y es la de estudiar Torá durante toda la noche de Hoshaná Rabá para reparar así las falencias del alma y refinarse de caras a la sentencia final. Hay quienes acostumbraban a leer en esta noche toda la Torá (Shibolei HaLeket 371), y según el Arí se dispuso un ‘tikún’ u orden de estudio que consiste básicamente en la lectura de los libros de Devarim (Deuteronomio) y Tehilim (Salmos) (Kaf HaJaím 664:3-4).

Tal como ya aprendimos (5:10) cada día se realiza una hakafá o rodeo sosteniendo las cuatro especies, y tanto antes como durante y después de ésta se recitan algunas súplicas. En Hoshaná Rabá se realizan siete hakafot o vueltas en el mismo orden y tras su finalización se recitan numerosas súplicas.

En virtud de la santidad y del precepto especial que se cumple en ese día, se acostumbra a realizar una comida importante (Aruj HaShulján 664:13).

02- La costumbre de la aravá en los días del Templo y en nuestros días

Además del precepto de la Torá de tomar las aravot como parte de las cuatro especies (arriba 4:1) existe otro mandamiento originado en una halajá que le fue transmitida a Moshé en Sinai y es el de traer al Templo ramas largas de sauce y pararlas a los lados del altar con sus extremos superiores inclinados sobre éste. Cuando se traían las aravot, los cohanim tocaban los sonidos de teki’á, teru’á y teki’á. Así se solía proceder durante todos los días de la festividad de Sucot, salvo en Shabat. Sin embargo, si Hoshaná Rabá caía en Shabat se cumplía igualmente el precepto de la aravá, ya que ese es el principal día para su observancia. Pero a los efectos de no profanar el Shabat, se cortaban las aravot en las vísperas del día sagrado y se las colocaba en remojo en palanganas de oro llenas con agua para que no se resequen, y al día siguiente se las paraba a los lados del altar (Tratado de Sucá 45(A)).

A modo de continuación de esta práctica, los profetas establecieron que las aravot se tomen no solamente en el Templo sino en todas partes, y que además se golpee con ellas (lajvot). Tras la destrucción del Templo, los judíos continuaron con la costumbre de los profetas de tomar aravot el séptimo día como recordatorio del Santuario. Y si bien en los días del Templo se las solía tomar durante los siete días de Sucot, tras su destrucción se acostumbró a hacerlo solamente en uno. Y para ello, escogieron el séptimo día ya que es el más importante para el precepto y en él se realizaban siete vueltas o hakafot alrededor del altar del Santuario. Los sabios esotéricos explicaron que existe un nexo interior entre el séptimo día y el precepto de la aravá.

El precepto de la aravá es muy importante, al grado de que hubo sabios amoraítas que consideraron que incluso tras la destrucción del Templo, cuando aún se consagraba el mes en el Tribunal Rabínico (observando el novilunio), había que evitar que Rosh HaShaná pudiese caer un domingo, para que el séptimo día de Sucot no fuera Shabat y entonces no quedara sin efecto la costumbre de las aravot de Hoshaná Rabá (Tratado de Sucá 43(B)). Asimismo, se fijó en el calendario hebreo instaurado por el último Beit Din de la tierra de Israel, que Hoshana Rabá jamás cayera en Shabat para no dejar sin efecto la costumbre de las aravot (Rabenu Nisim, Levush. Ver en Pninei Halajá Zmanim 1:3).

Aparentemente, la aravá alude al tipo más simple de judío, el cual carece de sabor y aroma, sin Torá ni buenas acciones, por lo que la Torá ordenó amarrarla o unirla en un manojo junto a las otras tres especies para que no se perdiese de este mundo (Vaikrá Rabá 30:12, arriba 4:2-3). Entonces, cabe preguntar, ¿cuál es el motivo por el cual la tomamos sola? En efecto, la aravá posee otra arista, y es que justamente por carecer de sabor y de aroma representa a la persona que retorna en arrepentimiento, que reconoce su poca valía y sus carencias, y sabe que puede salvarse únicamente por medio del Santo Bendito Él. En ese aspecto, el ba’al teshuvá, la persona que retorna en arrepentimiento está más conectada a HaShem que los justos íntegros, ya que estos últimos se sostienen por mérito de sus buenas acciones y no requieren de una ayuda especial del Cielo, al tiempo que el ba’al teshuvá sabe que depende completamente de HaShem, Bendito Sea, que a pesar de sus pecados le extiende una mano para aceptar su retorno y de ese modo resulta estar más conectado con D’s. Respecto de ello nuestros sabios dijeron (Tratado de Berajot 34(B)) que “el sitial en el que se encuentran las personas que retornaron en arrepentimiento no es alcanzado por los justos íntegros”.

En el día de Hoshaná Rabá, tras haber intentado con todas nuestras fuerzas llevar a cabo todo el orden establecido para alcanzar la teshuvá y el rezo de Rosh HaShaná y Yom Kipur, venimos a pedir humildemente nuestra salvación empuñando las aravot, cual ba’alei teshuvá que saben que toda su redención depende únicamente de HaShem. Por ello, las aravot son llamadas ‘hoshanot’, (‘hoshaná’ lit. ‘Salva, por favor’), pues somos salvados por el mérito de la humildad insinuada en éstas. La costumbre de golpear las aravot contra el suelo (‘javatá) expresa nuestra disposición de anularnos y eliminar nuestra inclinación al mal para servir a D’s con un corazón íntegro.

03- Las reglas del golpe (‘Jibut’) de la aravá

Es costumbre del pueblo de Israel golpear la aravá en el séptimo día de Sucot como recordatorio del Templo. La aravá se golpea contra el suelo o sobre un utensilio, tal como establecieron los profetas en los días en que el Templo existía (Rambám Hiljot Lulav 7:22). Los amoraítas debatieron respecto de si los profetas establecieron esta práctica bajo el formato de decreto, por lo cual requeriría de ir acompañada del recitado previo de una bendición, o a modo de costumbre, que no lo requiere (Tratado de Sucá 44(A) y (B) y Rashí). En la práctica, se dictaminó que se trata de una costumbre por lo que no se bendice (Shulján Aruj 664:2).

La longitud de la aravá a golpear debe ser de tres palmos, al igual que la que acompaña al lulav. Según la base de la Halajá, cabe contentarse con una sola aravá para el golpeo (‘Jabatá’, ‘Jibut’), y en la actualidad se procede conforme a la usanza del Arí quien tomaba cinco (Shulján Aruj 664:4, Mishná Berurá 16). Hubo quienes prefirieron amarrarlas juntas, y así se procede en la actualidad (Mishná Berurá 664:17, Kaf HaJaím 35).

A pesar de que, en el precepto de las cuatro especies, en caso de que se hayan caído la mayor parte de las hojas de una rama de sauce esta deja de ser apta, en lo que respecta a la costumbre del golpeo de las aravot, alcanza con que quede en ésta una única hoja. Sin embargo, no es correcto flexibilizarse tanto en lo que respecta a este precepto y resulta apropiado proceder con excelencia y hacerlo con aravot hermosas y aptas para su uso con el lulav (Shulján Aruj Ramá 664:4, Kaf HaJaím 664:34).

A priori, para el golpeo de las aravot se suelen tomar ramas nuevas que aún no han sido utilizadas para golpear, empero a los efectos de la Halajá, se permite que varias personas golpeen con las mismas ramas de sauce. Esto es así ya que el golpeo no afecta su aptitud, y mientras que el largo de la rama continúe siendo como mínimo de tres palmos y les quede, aunque tan solo sea una hoja, otras personas podrán cumplir con ella la costumbre preceptiva.

Se golpean las aravot dos o tres veces sobre el suelo o sobre un recipiente (Rambám, Shulján Aruj 664:4). Y según el Arí, se acostumbra a golpearlas cinco veces sobre el suelo. Algunos de los sabios de las últimas generaciones (ajaronim) escribieron que es bueno golpearlas primeramente sobre el piso según la usanza del Arí y luego sobre utensilios tales como bancos, ya que hay quienes entienden que es bueno que por medio de los golpes sean arrancadas hojas de las aravot, y al hacerlo sobre utensilios es más probable que esto ocurra (Bejorí Ya’akov 664:16, Mishná Berurá 19).  Quienes siguen cuidadosamente las usanzas del Arí, tiene el recaudo de golpear las aravot cinco veces sobre un suelo no embaldosado, y, además, se cuidan de que las aravot se mantengan aptas para su uso con el lulav hasta el último golpe (Kaf HaJaím 664:37).

Se acostumbra a no tomar juntas a las cuatro especies con las aravot, por lo que se dan las siete vueltas solamente con el lulav y las otras tres, y luego se continúa recitando con éstas los poemas religiosos y las plegarias, para posteriormente dejarlas y tomar las aravot, con las cuales se recitan algunos otros himnos y rezos para luego golpearlas (Ramá 664:7, Mishná Berurá 26, según el Arí, Kaf HaJaím 32).

Según la costumbre yemenita las hakafot o vueltas de Hoshaná Rabá se hacen sosteniendo juntas a las cuatro especies con las aravot (y así aparece en Shulján Aruj 664:3).

No se cumple con el deber de golpear las aravot haciéndolo con las del lulav, ya que mientras que se encuentren amarradas a éste no es posible observar el precepto de golpearlas. Pero si tras tomar el lulav y cumplir con el precepto de las cuatro especies las aravot son desprendidas del manojo, se las podrá emplear para el precepto de golpearlas (Shulján Aruj 664:5, Mishná Berurá 21).

04- Las cuatro especies y las hoshanot posteriores a la festividad

Tal como ya aprendimos (arriba 5:8), las cuatro especies están ‘apartadas’ para el cumplimiento de un precepto, y durante los siete días festivos está prohibido darles su uso habitual. Por lo tanto, incluso después que una persona haya cumplido en Hoshaná Rabá con el deber de tomar el lulav, tendrá prohibido comer del etrog u oler el aroma de su hadas (y si previamente estableció como condición que lo haría – podrá hacerlo). Una vez concluido el séptimo día queda sin efecto la prohibición, por lo que quedará permitido comerlas, aprovecharlas o disfrutar de ellas (Tosafot al Tratado de Sucá 10(B) ‘עד’, Beur Halajá 665:1 ‘אתרוג’).

En caso de no precisar de las especies, tras haber cumplido el precepto en el séptimo día, se pueden dejar en el patio o en el sitio en el cual se depositan los residuos de la poda de los árboles y las hierbas cortadas, ya que al ser “objetos para el cumplimiento de un precepto” (tashmishei mitzvá) y no “objetos de santidad” (tashmishei kedushá) no precisan ser llevados a la guenizá. Pero no deben ser arrojadas a un recipiente de basura maloliente o en un sitio donde vayan a ser pisadas, ya que está prohibido denigrarlas por cuanto que se cumplió por su intermedio con un precepto (Shulján Aruj 664:8).

Respecto de las Hoshanot con las cuales se golpea, hay quienes acostumbraban a ocultarlas sobre el Arca Sagrada. Quizás originalmente lo hacían para no arrojar las aravot fuera de la sinagoga lo cual podría acarrear que fueran pisadas y por ende denigradas. Pero en la práctica, es preferible preservar el honor del Arca Sagrada y colocar las aravot a los costados del patio o donde se acostumbra a apilar ramas podadas. Hay también quienes acostumbran a cuidarlas hasta Pesaj para quemar con ellas el jametz u hornear las matzot (Ramá 664:9), y hay quienes acostumbraban a colocarlas en la casa o en el patio como objeto propicio para la protección.

05- La salida de la sucá

No se debe desarmar la sucá hasta que concluya la festividad de Sucot. Incluso quien terminó de ingerir la comida de Hoshaná Rabá y no tiene la intención de dormir durante el día, no debe desarmar su sucá porque el precepto de habitarla se prolonga hasta el final de la jornada, y en caso de querer estudiar o conversar con alguien es preceptivo que lo haga en la sucá. Sin embargo, unas dos horas y media antes de la puesta del sol, está permitido retirar los muebles de la sucá de cara a Sheminí Atzeret (Shulján Aruj 666:1).

Es correcto permanecer en la sucá al concluir Hoshaná Rabá para, en la medida de los posible, permanecer a la sombra del precepto del cual estamos a punto de separarnos por un año entero. Hay quienes acostumbran a besar la sucá cuando se despiden de ella al concluir Hoshaná Rabá (Shelá, Mishná Berurá 477:5). Y hay quienes acostumbran a recitar una plegaria de despedida, tal como aparece en los sidurim (Shulján Aruj 667:1, arriba 2:16).

El sejaj de la sucá, las paredes y los adornos están destinados específicamente al cumplimiento de un precepto, y hasta finalizada la celebración queda prohibido utilizarlos para otro fin. Y a pesar de que en el octavo día no debemos habitar la sucá, por cuanto que la prohibición se extiende hasta el final del crepúsculo (‘bein hashmashot’) del séptimo día – cuando ya ha de comenzar el octavo, la prohibición se prolonga hasta el final del octavo (Shulján Aruj 667:1, ver arriba 3:16).

Y dado que el sejaj, las paredes y los adornos son en sí mismos ‘objetos de uso de santidad’ (tashmishei kedushá) no requieren ser dejados en la guenizá, pero está prohibido denigrarlos, esto es, usar los papeles de los adornos para la higiene en el baño o pisar las ramas de la sucá de un modo irrespetuoso (Mishná Berurá 638:24).

Está prohibido comer en la sucá en el octavo día, y todo aquel que lo hace en aras de cumplir un precepto en cualquier día que no sea uno de los siete de la festividad transgrede una prohibición de la Torá, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 13:1): “Toda la palabra que Yo os ordeno a vosotros, eso habréis de cuidar para hacer. No habrás de añadir sobre ello ni habrás de menguar de ello”. Y aunque no se tenga la intención de cumplir con el precepto de habitar la sucá, está prohibido por prescripción rabínica comer en la sucá el octavo día, porque se ve como quien tiene la intención de añadir al precepto. Quien no tenga otro sitio donde comer, a los efectos de que no parezca que desea añadir al precepto, antes del octavo día debe retirar del sejaj una superficie de cuatro palmos por cuatro palmos (unos 32 cm.) por cuatro palmos para que quede claro que no está interesado en el techo de la sucá. El temor de que parezca que la persona desea añadir al precepto aplica únicamente para el octavo día, pero quien desee comer en la sucá después del octavo día, no precisa abrir hueco alguno en el sjaj ya que no se teme que quienes lo vean allí piensen que tiene la intención de agregar a la observancia del precepto (Ramá 666:1).

Fuera de la tierra de Israel, también se come en la sucá en el octavo día porque allí se está bajo la duda de si en realidad se trata o no del séptimo, pero no se recita la bendición por habitarla, ya que en ese día nos conducimos de acuerdo con las normas festivas de Yom Tov de Sheminí Atzeret, y en caso de recitar la bendición por la sucá, su proceder resultaría problemático al ser contradictorio (Tratado de Sucá 47(A), Shulján Aruj 668:1).

No obstante, en el noveno día, que en el extranjero recibe el nombre de ‘Simjat Torá’, está prohibido comer en la sucá porque quien lo hace parece querer añadir al precepto. Quien carezca de sitio donde comer no podrá retirar parte del sjaj previo al noveno día ya que en Yom Tov está prohibido desarmar lo construido. A los efectos de que no parezca que transgrede la prohibición de “no agregarás”, que ingrese a la sucá ollas y platos sucios, que es algo que está prohibido hacer en ella, y de esa manera resultará claro que no tiene la intención de sentarse allí a los efectos de cumplir con el precepto de habitar en la sucá (Shuján Aruj 666:1).

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