Pninei Halajá

02- La costumbre de la aravá en los días del Templo y en nuestros días

Además del precepto de la Torá de tomar las aravot como parte de las cuatro especies (arriba 4:1) existe otro mandamiento originado en una halajá que le fue transmitida a Moshé en Sinai y es el de traer al Templo ramas largas de sauce y pararlas a los lados del altar con sus extremos superiores inclinados sobre éste. Cuando se traían las aravot, los cohanim tocaban los sonidos de teki’á, teru’á y teki’á. Así se solía proceder durante todos los días de la festividad de Sucot, salvo en Shabat. Sin embargo, si Hoshaná Rabá caía en Shabat se cumplía igualmente el precepto de la aravá, ya que ese es el principal día para su observancia. Pero a los efectos de no profanar el Shabat, se cortaban las aravot en las vísperas del día sagrado y se las colocaba en remojo en palanganas de oro llenas con agua para que no se resequen, y al día siguiente se las paraba a los lados del altar (Tratado de Sucá 45(A)).

A modo de continuación de esta práctica, los profetas establecieron que las aravot se tomen no solamente en el Templo sino en todas partes, y que además se golpee con ellas (lajvot). Tras la destrucción del Templo, los judíos continuaron con la costumbre de los profetas de tomar aravot el séptimo día como recordatorio del Santuario. Y si bien en los días del Templo se las solía tomar durante los siete días de Sucot, tras su destrucción se acostumbró a hacerlo solamente en uno. Y para ello, escogieron el séptimo día ya que es el más importante para el precepto y en él se realizaban siete vueltas o hakafot alrededor del altar del Santuario. Los sabios esotéricos explicaron que existe un nexo interior entre el séptimo día y el precepto de la aravá.

El precepto de la aravá es muy importante, al grado de que hubo sabios amoraítas que consideraron que incluso tras la destrucción del Templo, cuando aún se consagraba el mes en el Tribunal Rabínico (observando el novilunio), había que evitar que Rosh HaShaná pudiese caer un domingo, para que el séptimo día de Sucot no fuera Shabat y entonces no quedara sin efecto la costumbre de las aravot de Hoshaná Rabá (Tratado de Sucá 43(B)). Asimismo, se fijó en el calendario hebreo instaurado por el último Beit Din de la tierra de Israel, que Hoshana Rabá jamás cayera en Shabat para no dejar sin efecto la costumbre de las aravot (Rabenu Nisim, Levush. Ver en Pninei Halajá Zmanim 1:3).

Aparentemente, la aravá alude al tipo más simple de judío, el cual carece de sabor y aroma, sin Torá ni buenas acciones, por lo que la Torá ordenó amarrarla o unirla en un manojo junto a las otras tres especies para que no se perdiese de este mundo (Vaikrá Rabá 30:12, arriba 4:2-3). Entonces, cabe preguntar, ¿cuál es el motivo por el cual la tomamos sola? En efecto, la aravá posee otra arista, y es que justamente por carecer de sabor y de aroma representa a la persona que retorna en arrepentimiento, que reconoce su poca valía y sus carencias, y sabe que puede salvarse únicamente por medio del Santo Bendito Él. En ese aspecto, el ba’al teshuvá, la persona que retorna en arrepentimiento está más conectada a HaShem que los justos íntegros, ya que estos últimos se sostienen por mérito de sus buenas acciones y no requieren de una ayuda especial del Cielo, al tiempo que el ba’al teshuvá sabe que depende completamente de HaShem, Bendito Sea, que a pesar de sus pecados le extiende una mano para aceptar su retorno y de ese modo resulta estar más conectado con D’s. Respecto de ello nuestros sabios dijeron (Tratado de Berajot 34(B)) que “el sitial en el que se encuentran las personas que retornaron en arrepentimiento no es alcanzado por los justos íntegros”.

En el día de Hoshaná Rabá, tras haber intentado con todas nuestras fuerzas llevar a cabo todo el orden establecido para alcanzar la teshuvá y el rezo de Rosh HaShaná y Yom Kipur, venimos a pedir humildemente nuestra salvación empuñando las aravot, cual ba’alei teshuvá que saben que toda su redención depende únicamente de HaShem. Por ello, las aravot son llamadas ‘hoshanot’, (‘hoshaná’ lit. ‘Salva, por favor’), pues somos salvados por el mérito de la humildad insinuada en éstas. La costumbre de golpear las aravot contra el suelo (‘javatá) expresa nuestra disposición de anularnos y eliminar nuestra inclinación al mal para servir a D’s con un corazón íntegro.

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