Kashrut II – Los alimentos y la cocina

01- Las prohibiciones de ingerir nevelot y trefot

La Torá autorizó ingerir carne de los animales domésticos, no domésticos y aves que sean puros a condición de que sean faenados conforme la Halajá. Pero en caso de que un animal muriera por causa de una enfermedad, un accidente o fuera faenado de un modo contrario a la Halajá –ha de ingresar en la categoría de ‘nevelá’ y quedará prohibido ingerir su carne. Incluso si fuera correctamente faenado, si en alguno de sus órganos se encontrare un defecto o una herida que pudieran provocar la muerte del animal, la faena ritual no podrá tornar la carne apta para su ingestión dado que la muerte ya estaba consumiendo su cuerpo, y por ello ingresa en la categoría de ‘trefá’. Tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 22:30): “Hombres consagrados habréis de ser para Mí. Carne devorada en el campo (trefá) no habréis de comer, a los perros habréis de arrojarla”.

Dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 43(A)): “Ocho tipos de trefá (defectos inhabilitantes) le fueron comunicados a Moshé en Sinai”. Ellos son: 1) Drusá – que el animal fue muerto por las garras de un ave de rapiña. 2) Nekuvá – que surgió un orificio (nekev) en uno de sus órganos vitales como el pulmón, el cerebro, el esófago o el corazón. 3) Jaserá – que carece congénitamente de uno de los órganos vitales, por ejemplo, uno de los lóbulos pulmonares. 4) Netulá – que carece de uno de sus órganos vitales -por ejemplo, el hígado- a raíz de una enfermedad o un accidente. 5) Kru’á – que ocurrió un desgarro en partes vitales de su cuerpo, por ejemplo, la carne que recubre el abdomen. 6) Nefulá – que sus órganos resultaron aplastados a raíz de una caída. 7) Psuká – que sus órganos vitales fueron cortados a lo ancho, por ejemplo, su columna vertebral o la tráquea. 8) Shvurá – por ejemplo, si se quebraron la mayoría de las costillas del animal o si el muslo se salió de su lugar.

En forma más detallada, nuestros sabios señalaron que existen dieciocho tipos de trefá (Tratado de Julín 42(A)) y más detalladamente aún, el Rambám escribió (Hiljot Shejitá 10:9-11) que hay setenta tipos de trefá en el animal doméstico (behemá) y en el no doméstico (jaiá), y setenta y dos en las aves (Hiljot Trefot están explicadas en el Shulján Aruj, Yoré Deá 29-60).

Animales domésticos y aves que agonizan por causa de su vejez, o porque perdieron sus bríos sin que adolezcan de un defecto específico en ninguno de sus órganos, no son considerados trefá ya que están por morir tal como el resto de los seres vivos, y tras faenarlos es posible comer de su carne. Esto y más, incluso un animal que se hubiese enfermado y se encontrase en estado peligroso al grado de que se apresuran en faenarlo para que no se muera por sí solo y resultase prohibido en su carácter de nevelá, estará permitido ingerirlo por cuanto que no hay certeza absoluta de que habría de morir. No obstante, el abstenerse de ingerir su carne es una práctica piadosa (Tratado de Julín 44(B), Rambám Hiljot Maajalot Asurot 4:11-12).

Se puede explicar la prohibición de ingerir una trefá diciendo que en la carne de las bestias anidan fuerzas animales que pueden arrastrar al ser humano que la ingiera hacia un escalón inferior, hacia la materialidad, alejándolo de la espiritualidad y la santidad. Cuando el cuerpo de un animal está completo, el precepto de la faena ritual (shejitá) tiene la capacidad de elevar su carne del nivel animal para que pueda ayudar a los hijos de Israel a vivir una vida de santidad dentro de este mundo. No obstante, cuando el animal no está entero a raíz de un defecto, la muerte comienza a carcomerlo, entonces, la faena ritual no puede elevar su carne, y en caso de que los hijos de Israel lo ingieran, sus almas se verán afectadas y no podrán ser hombres sagrados.

02- Reglas generales referentes a las trefot

A pesar de que los ocho tipos de defectos invalidantes fueron entregados a Moshé en Sinai, los sabios tanaítas debatieron respecto de cuánto tiempo puede continuar viviendo un animal taref. Hay quien sostiene que solamente treinta días. Por otra parte, están los que entienden que puede vivir hasta dos o tres años. Según la opinión mayoritaria de los sabios, un animal que ingresó en la categoría de taref puede seguir viviendo hasta doce meses, no más. Además, nuestros sabios debatieron si una hembra que ingresó en la categoría de ‘trefá’ puede o no quedar preñada y dar a luz, y en caso de tratarse de un ave, de portar huevos y ponerlos. Algunos opinan que sí y otros que no (Tratado de Julín 57(B)).

A los efectos de la Halajá se sentenció que cada vez que dudemos si un animal determinado ingresó o no a la categoría de taref, esto es, si habrá de vivir o no doce meses más, o en el caso de la hembra, si podrá o no quedar preñada y dar a luz, o en el caso de la hembra de las aves si podrá o no portar huevos y ponerlos –esto es señal de que no se trata de una trefá, ya que la enorme mayoría de las trefot no pueden vivir doce meses ni dar a luz. Pero cuando resulta claro que el animal o el ave fueron afectados por un defecto que los vuelve trefá, ingresarán en esa categoría aunque continúen viviendo más de doce meses, den a luz o pongan huevos, ya que las reglas de trefá que le fueran entregadas a Moshé en Sinai y los detalles halájicos que nuestros sabios aprendieron de ellas son la norma principal, mientras que la regla de que una trefá no vive más de doce meses y no da a luz, únicamente está destinada a ayudar en casos de duda (Shulján Aruj 57:18).

De igual manera, si los veterinarios sostienen que uno de los tipos de trefá establecidos por nuestros sabios no causa la muerte del animal dentro de los siguientes doce meses, este conservará aun su carácter de poseedor de un defecto inhabilitante -trefá. Y por el contrario, si afirman que padece de un tipo de defecto que según nuestros sabios no le otorga al animal el carácter de taref y en realidad le provoca la muerte en el lapso de un año, según la Halajá ese defecto en cuestión no le otorgará el estatus de taref. Esto obedece a que la Torá les confirió a los sabios la autoridad de definir en cuestiones relativas a sus leyes, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 17:11): “De acuerdo con la Torá que te hayan de enseñar y según el juicio que ellos te digan habrás de hacer; no te apartes -de la sentencia que te habrán de aclarar- ni a la derecha ni a la izquierda” (Rambám Hiljot Shejitá 10:12-13). Por lo tanto, aquello que los sabios establecieron que se trata de una trefá –lo es, y lo que fijaron que no –no lo es.

03-Leyes dudosas respecto del estatus de trefá

En el caso de un veterinario que realizó una operación en el curso de la cual efectuó un corte en un sitio que transforma al animal en trefá, y luego lo cosió de modo que no le infligió daño alguno, hay juristas que sostienen que el animal ingresó en la categoría de trefá por cuanto que lo fue durante una hora y por tanto, la costura efectuada por un humano no lo devuelve a su estado inicial de aptitud. Otros juristas entienden que por cuanto que el veterinario cosió el corte, de modo tal que no le infligió al animal daño alguno, éste no ingresará en la categoría de trefá.

Cuando el corte de la cirugía se encuentra en un sitio respecto del cual las autoridades halájicas debatieron si le genera o no inaptitud al animal, por ejemplo, si se le realizó una cesárea o si se le perforó el abdomen para que salgan de éste gases acumulados que hacen peligrar su vida (como se explicará en el inciso 10), si en la práctica el animal operado continuó viviendo doce meses o parió, incluso según la opinión de los juristas más estrictos se lo puede considerar apto (kasher). Esto y más, para la mayoría de los juristas, en caso de que se sepa que todos los animales que pasan por esta cirugía continúan viviendo doce meses y pueden quedar preñados, tal como ya ocurriera con miles de bestias, entonces la realidad define la discusión en cuanto a que el dictamen final sea conforme a la opinión más flexible y no resulte necesario esperar doce meses después de este tipo de intervención quirúrgica.

Sin embargo, por otra parte, hay quienes adoptan una actitud más estricta y entienden que solamente aquellos animales que ya vivieron más de doce meses o quedaron preñados, salieron del carácter de trefá y se volvieron aptos. Pero no se debe determinar sobre la ‘base de miles de casos’ que la halajá final es conforme la opinión más flexible (mekelím). Y hay quienes son aún más estrictos y entienden que si el estatus del animal está debatido por los juristas, no cabe adoptar la actitud flexible ni siquiera en el caso de un animal que continuó viviendo doce meses y logró la preñez, sino que se debe fijar la halajá final únicamente según las reglas de dictamen halájico (psiká). Esto es así ya que según la opinión de quienes lo prohíben, estos animales son comprobadamente trefá, y en un caso así, aunque el animal viva doce meses y alcance la preñez, continuará detentando ese estatus. Esta cuestión es decisiva en la discusión respecto de las mucosidades adheridas al pulmón (sirjot) y el estatus de “kasher” y “jalak” (adelante halajá 8).

04- La revisación de las señales de inaptitud y la examinación de los pulmones

Todo animal que es faenado conforme la Halajá detenta el estatus de ‘permitido’ (heter), y su carne puede ser ingerida a priori sin que sea necesario revisar las señales de inaptitud o trefá que enumeraran nuestros sabios. Si bien en un pequeño porcentaje de los animales existen defectos que conllevan a su inaptitud, mientras que no sepamos de su existencia -no están prohibidos. Esto es así ya que la norma indica que nos guiamos de acuerdo con la mayoría, y dado que la mayoría absoluta de los animales carece de defectos que los inhabiliten, todo animal que haya sido faenado de acuerdo con la Halajá es considerado kasher. Si bien por lo general, cuando cabe la posibilidad de revisar si algo en particular está permitido o prohibido nuestros sabios nos ordenaron que adoptemos una actitud estricta y no nos apoyemos en la mayoría, en este caso, en el que por una parte la mayoría absoluta de los animales son aptos, y por la otra revisarlos a todos resulta un trabajo excesivo, nuestros sabios no adoptaron la actitud estricta de revisar cada animal respecto de cada uno de los defectos inhabilitantes (trefot) posibles. Solamente si se despertare una duda concreta respecto de un órgano determinado, será preciso revisar al animal. Por ejemplo, en el caso de un animal que resultó alcanzado por una flecha, es menester revisar la zona afectada no sea que se haya generado una perforación que lo inhabilite. Otro tanto en el caso de un animal que se hubiere caído, es preciso revisar si sus órganos se han dañado o no. Asimismo, si de manera casual, mientras se corta la carne quedare a la vista algún defecto, será preciso revisar si este resulta o no inhabilitante. Empero de no despertarse una duda concreta, no resulta necesario revisar a los animales en busca de los defectos inhabilitantes enumerados por nuestros sabios. Asimismo, aprendemos del principio de la prohibición de defectos inhabilitantes (trefá) de la Torá, como fue dicho (Shemot-Éxodo 22:30): “Hombres consagrados habréis de ser para Mí, y carne devorada en el campo no habréis de comer”. Esto es, cuando una bestia salvaje ataca a un animal, pero no logra matarlo, este último precisa ser revisado, no sea que padezca de un defecto que lo inhabilite. De esto se desprende que cada vez que surgiere una duda respecto de si el cuerpo del animal sufrió o no algún daño, será preciso revisarlo para saber si quedó inhabilitado o no, pero de no despertarse sospecha alguna, no es necesario revisar (Tratado de Julín 9(A)).

Sin embargo, en lo que respecta a los pulmones, la instrucción es que deben ser revisados por si hay en estos unas mucosidades o adherencias llamadas sirjot (tejido benigno) que podrían indicar la existencia de un orificio en el pulmón. Si bien la mayoría de los animales no son inaptos y por ello a todas las vacas las consideramos a priori como aptas -motivo por el cual todos los hijos de Israel pueden beber leche vacuna sin temor a que en el pulmón de alguno de los animales ordeñados hubiere algún tipo de sirja que los inhabilite- no obstante, una vez que el animal es faenado se instruye que sus pulmones sean revisados. Ello obedece a dos motivos: 1) Los defectos inhabilitantes en los pulmones son más frecuentes y se los considera como una ‘minoría que es dable de encontrar’ (mi’ut hamatzui) la cual, según los sabios, en caso de resultar posible es obligatorio revisarla (Rashi). 2) Dado que las adherencias (sirjot) son visibles y prominentes, el no revisarlas podría conducir a situaciones complicadas, ya que cuando sean detectadas por los consumidores estos precisarán acudir a un rabino para consultarle, y en caso de que la carne no resulte ser apta, resultará necesario llegar a todos los compradores de la carne del animal en cuestión para evitar que transgredan una prohibición. Y aquel que comience a cocinar de esta carne precisará arrojar a la basura todo cuanto cocinó con esta y kasherizar la olla utilizada (mediante la hag’alá), y quizás en virtud del daño económico y el esfuerzo que implica hacerlo la persona en cuestión podría llegar a conducirse negligentemente. Por lo tanto, nuestros sabios ordenaron que no se coma ni se comercialice carne de un animal doméstico o no doméstico si sus pulmones no fueron previamente revisados.  Además, los pulmones son visibles y prominentes, y de no ser revisados parecerá como si se hiciera caso omiso de una prohibición (Rashbá al Tratado de Julín 9(A)).

Si previo a que se alcanzó a revisar los pulmones, estos fueron arrojados a la basura por equivocación o vino un perro y se los comió, se permitirá ingerir la carne del animal doméstico o no doméstico en cuestión ya que en una situación así se regresa a la regla fundamental que debemos seguir a la mayoría, y la mayoría de los animales resultan ser aptos. Hay quienes adoptan a este respecto una actitud flexible únicamente en caso de que se produjese una pérdida económica de importancia (Shulján Aruj y Ramá 39:2). En caso de que previo a su revisación se perdieren los pulmones del animal intencionalmente, estará prohibido ingerir la carne del animal en cuestión (Siftei Cohen 6).

05- ¿Qué son las adherencias en los pulmones

Las sirjot son tejidos que se pegan, aferran y expanden por la pared del pulmón generando adherencias que se extienden desde un sitio a otro sobre la pared del pulmón, o generan adherencias entre la pared del pulmón y la pared del tórax o alguno de los órganos contiguos a los pulmones.

El motivo por el cual esta adherencia inhabilita es que surge a partir de un orificio que se encontraba en el pulmón, y si bien la sirja lo tapa, posteriormente se separa, lo cual hace que el orificio vuelva a estar abierto causando así la muerte del animal (Rashi). Hay quienes dicen que la sirja no tiene su origen en esa perforación, sino que, al sufrir una tensión, la sirja puede desprenderse del pulmón dejando debajo de sí un orificio que cause la muerte del animal (Tosafot). Sin embargo, la sirja resulta inhabilitante únicamente cuando es “irregular” (sheló kesidrán), porque se extiende entre dos sitios que no están contiguos, lo cual hace que la pared del pulmón se tense cada vez que el animal respira, hasta que al final la sirja se desprende y bajo esta queda una perforación que es la que causará la muerte del animal. Pero si la sirja es “regular” (kesidrán), esto es, si se extiende entre dos sitios que sí son contiguos, será apta, ya que la respiración del animal no provocará una tensión no natural de la pared del pulmón y por ende no cabe temer que se genere un orificio (Tratado de Julín 46(B)).

En términos generales, existen dos controversias (majlokot) en lo que concierne a la norma de la sirja. La primera, ¿dónde se encuentran las adherencias regulares que son aptas (kesidrán) y dónde las irregulares que inhabilitan (sheló kesidrán)? La segunda, y es la principal a los efectos prácticos, es si la sirja irregular (sheló kesidrán) es siempre inhabilitante (trefá) o solo cuando tiene debajo suyo una perforación, y para aclararlo es preciso realizar la revisión del burbujeo (bitzbutz), o la revisión del aplastamiento (mi’uj) y la del palpado (mishmush). En lo que respecta a la primera discusión, Rabí Yosef Caro adopta la actitud flexible y el Ramá la actitud estricta. En lo que respecta a la segunda -que es la que define el destino de la mayoría de los animales- Rabí Yosef Caro adopta la actitud estricta y el Ramá la flexible.

La primera controversia: el pulmón del animal está dividido en lóbulos (onot), esto es, espacios en los cuales ingresa el aire. El vocablo ‘oná’ (singular de onot) es arameo y significa ‘oreja’, en virtud del parecido existente entre las partes del pulmón y las orejas cuando están caídas. Del lado derecho hay cuatro lóbulos y del izquierdo tres, al tiempo que en cada uno de los lados hay un lóbulo más grande que es denominado “uma”, vocablo que proviene de la palabra “em”, madre, ya que es la madre de los lóbulos. Cuando el pulmón se llena de aire los lóbulos se acercan entre sí y solo se ve una fina ranura entre estos.

Hay quienes dicen que mientras que las adherencias (sirjot) se extiendan entre dos partes contiguas de modo tal que no se perciba desde afuera -por ejemplo, dos lóbulos que están pegados el uno al otro, o si en el sitio angosto del tórax las sirjot pegan el pulmón a la caja toráxica- no inhabilitan en absoluto y no resulta necesario revisarlas (Rashbá, Shulján Aruj 39:4, 18).

Por otra parte, hay quienes detentan una opinión estricta y entienden que solo si la sirja conecta dos lóbulos contiguos en la mitad interior de la hendidura que los separa, se la considera regular y no puede inhabilitar. Pero si se encuentra en la mitad exterior o si se extiende desde el pulmón a la pared del tórax, incluso en la parte delantera que es estrecha, al respirar el animal puede generarse un determinado tensado en la pared del pulmón, y por ello se la considera irregular (sheló kesidrán) e inhabilitante (matrifá) (Rabí Ya’aov ben Yehudá Weil y Ramá 39:4, 18).

06- Revisión por medio del burbujeo

La segunda controversia está vinculada a las sirjot irregulares (sheló kesidrán), que son las inhabilitantes, y está asociada a dos cuestiones: 1) Si resulta o no posible pelar la sirja y revisar si debajo de esta hay una perforación, determinando tras dicha revisación si se puede declarar apta a la sirja. 2) Si las sirjot que pueden ser retiradas por medio del aplastamiento (mi’uj) y el palpado (mishmush) son consideradas o no inhabilitantes (matrifot).

Comencemos por la primera cuestión. Hay autoridades halájicas que sostienen que cuando una sirja es irregular, de todas maneras, el animal queda inhabilitado. Y aun cuando se retire la adherencia y se descubra que debajo suyo no hay perforación, el animal queda inhabilitado porque, aunque ahora el orificio haya sido ocluido, en un futuro volverá a abrirse (Rabenu Guershom, Rif, Rashi y Tosafot al Tratado de Julín 48(A)).

Por otra parte, otras autoridades halájicas entienden que el hecho de que la adherencia o sirja sea irregular no implica que sea inhabilitante, sino que es necesario revisarla, y en caso de que bajo esta se encuentre una perforación, entonces el animal será trefá (quedará inhabilitado). A los efectos de revisarla es posible pelarla con un cuchillo o cortarla en franjas y pelarlas manualmente con mucho cuidado, ya que la sirja se asemeja al nylon y es posible deshacerla en finos hilos y tensarlos hasta que estos son despegados de la superficie del pulmón. Una vez que la superficie del pulmón queda lisa, este es inflado e introducido en el agua, en caso de que haya burbujeo, ello indicará que hay un orificio y el animal quedará inhabilitado. En caso de que no haya burbujeo (bitzbutz), ello indicará que no hay una perforación y el animal será apto ya que la única sirja inhabilitante es aquella que tiene debajo suyo una perforación (Maharitz según Rambám Hiljot Shejitá 11:6-9, Aruj HaShulján 110-111).

07- La revisación de la sirja mediante aplastado y palpado

La segunda controversia está vinculada a las sirjot irregulares (sheló kesidrán), que son las inhabilitantes, y está asociada a dos cuestiones: 1) Si resulta o no posible pelar la sirja y revisar si debajo de esta hay una perforación, determinando tras dicha revisación si se puede declarar apta a la sirja. 2) Si las sirjot que pueden ser retiradas por medio del aplastamiento (mi’uj) y el palpado (mishmush) son consideradas o no inhabilitantes (matrifot).

Comencemos por la primera cuestión. Hay autoridades halájicas que sostienen que cuando una sirja es irregular, de todas maneras, el animal queda inhabilitado. Y aun cuando se retire la adherencia y se descubra que debajo suyo no hay perforación, el animal queda inhabilitado porque, aunque ahora el orificio haya sido ocluido, en un futuro volverá a abrirse (Rabenu Guershom, Rif, Rashi y Tosafot al Tratado de Julín 48(A)).

Por otra parte, otras autoridades halájicas entienden que el hecho de que la adherencia o sirja sea irregular no implica que sea inhabilitante, sino que es necesario revisarla, y en caso de que bajo esta se encuentre una perforación, entonces el animal será trefá (quedará inhabilitado). A los efectos de revisarla es posible pelarla con un cuchillo o cortarla en franjas y pelarlas manualmente con mucho cuidado, ya que la sirja se asemeja al nylon y es posible deshacerla en finos hilos y tensarlos hasta que estos son despegados de la superficie del pulmón. Una vez que la superficie del pulmón queda lisa, este es inflado e introducido en el agua, en caso de que haya burbujeo, ello indicará que hay un orificio y el animal quedará inhabilitado. En caso de que no haya burbujeo (bitzbutz), ello indicará que no hay una perforación y el animal será apto ya que la única sirja inhabilitante es aquella que tiene debajo suyo una perforación (Maharitz según Rambám Hiljot Shejitá 11:6-9, Aruj HaShulján 110-111).

08- Las costumbres prácticas de las diferentes comunidades

En todos los alrededores de la tierra de Israel -incluidos Siria, Irak y Egipto- se acostumbró a adoptar la actitud estricta de no aplastar ni pelar las adherencias o sirjot, sino que inhabilitaron a cualquier animal que poseyese adherencias irregulares (sirjot sheló kesidrán). Por otra parte, en el Yemen, en Persia, Marruecos y muchas comunidades de Libia y Túnez, así como en muchas de las comunidades ashkenazíes, se acostumbró a adoptar la actitud flexible de pelar las sirjot y cuanto menos aplastarlas y palparlas.

Aparentemente, las diferentes costumbres entre los distintos países surgieron en su mayor parte a causa de la pérdida económica que ello involucraba. Dado que la cuestión de las sirjot fue controversial tanto en tiempos de los sabios amoraítas (del tiempo de la Guemará) como en el de los rishonim (de la Edad Media) y dado que la duda aplica a una prohibición de la Torá, la instrucción más común fue adoptar una actitud estricta. Sin embargo, en lugares en los cuales no resultaba posible vender los animales no aptos a un gentil, la inhabilitación (declarar al animal como trefá) podía reportar desgracia y asolación para el dueño del animal, ya que declarar al animal ‘taref’ equivalía a perder el salario de uno o varios meses, y para los pobres ello era una cuestión vital. Por lo tanto, en caso de premura o gran necesidad, se respaldaban en la opinión de las autoridades que habían adoptado una actitud flexible.

En lugares en los cuales residían musulmanes sunitas, todos procedían según la actitud estricta ya que los musulmanes locales estaban dispuestos a adquirir los animales inhabilitados, tal como lo atestigua el Rambám (Hiljot Shejitá 11:11). Empero, en los sitios gobernados por musulmanes chiitas como el Yemen o Persia, consideraban a todo alimento tocado por un judío como impuro, por lo que no estaban dispuestos a adquirir los animales inhabilitados y en virtud de la necesidad imperante las comunidades de esos países acostumbraron a proceder conforme las opiniones flexibles (el Maharitz en Makor Jaím 31:96).

Otro tanto ocurrió en los países cristianos de Ashkenaz en los que la situación de los judíos en tiempos de los sabios medievales o rishonim era muy precaria y a menudo les resultaba difícil vender los animales inhabilitados a los gentiles por lo que acostumbraron a adoptar una actitud flexible, revisando las sirjot finas y medianas por medio de aplastado y palpado y las sirjot gruesas por medio del burbujeo. En España, mientras la guerra entre cristianos y musulmanes no se definió para uno u otro bando, los cristianos solían tener una actitud relativamente tolerante hacia los judíos por lo que estos podían conducirse de acuerdo con la actitud estricta, tal como lo demuestra la sentencia halájica del Rashbá (vivió en Barcelona y falleció aproximadamente en 1310). Sin embargo, en la medida en que los cristianos se fortalecieron, creció la hostilidad y el odio hacia los judíos, al grado que, en caso de gran necesidad, precisaron respaldarse en la actitud de las autoridades halájicas más flexibles y revisaban las sirjot por medio de burbujeo (Beit Yosef Yoré Deá 39:22).

En los países norafricanos, se procedió durante muchas generaciones de acuerdo con la opinión de las autoridades halájicas que habían adoptado una actitud estricta, pero una vez que los monarcas españoles católicos expulsaron a los judíos (5252 – 1492), y muchos de ellos emigraron al Norte de África, entonces volvió a despertarse el debate de cómo proceder. En Marruecos, donde se desarrolló la mayor comunidad judía de todos los países islámicos, el debate se generó en su máxima expresión. Los residentes con mayor antigüedad en el país desearon conducirse de acuerdo a la actitud estricta tal como era su costumbre ancestral, pero los expulsados de España entendieron que la halajá debía ser conforme la opinión de las autoridades que adoptaron una actitud flexible, de modo tal que aunque no medie una gran necesidad o situación de apremio, se revisen todas las sirjot pelándolas y aplicándoles la prueba del burbujeo. Esta controversia se prolongó por unos cincuenta años hasta que se impuso la opinión de los rabinos de los judíos expulsados y la halajá se definió en favor de la opinión más flexible, y por ende se revisan las sirjot. Así, esta es la costumbre extendida entre las comunidades norafricanas, salvo en los casos de Argelia y la isla de Djerba en Túnez, donde se acostumbró a adoptar la actitud estricta.

Otro tanto ocurrió en Ashkenaz, en los días de los sabios de las últimas generaciones o ajaronim ya era posible venderles a los gentiles un animal inhabilitado, y hubo rabinos que salieron rotundamente contra la práctica más flexible del aplastamiento y el palpado de las sirjot (Shnei Lujot Habrit, Gaón de Vilná), y hubo otros que, si bien se inclinaron por adoptar una actitud más estricta, no quisieron dejar sin efecto la costumbre más flexible (Ramá, Kretí Upletí, Levushei Srad). Por otra parte, hubo autoridades halájicas que entendieron que en esta cuestión la opinión principal de la Halajá era la de los flexibles (Rabí Shlomó Luria, Siftei Cohen 39:33, Simlá Jadashá 36). Muchos continuaron permitiendo pelar las sirjot gruesas y revisarlas por medio del burbujeo tal como se acostumbra en el Yemen y en Marruecos (Jatam Sofer, Beit David, Aruj HaShulján 39:110).

O sea, en los días de los sabios de las últimas generaciones, incluso cuando no se trataba de una situación de gran necesidad o apremio, se acostumbró en muchos países a proceder conforme a la opinión flexible ya que se consideró que se trataba de la opinión central o principal de la Halajá. Esto es así ya que la regla indica que un animal inhabilitado (trefá) no sobrevive más de doce meses, y en la práctica, se percataron que la mayor parte de las adherencias pulmonares no devienen en la muerte de los animales. El hecho es que en el 80% de las vacas adultas se encuentran sirjot, y se sabe que, de no faenarlas, estas seguirán viviendo durante años hasta morir de vejez. E incluso en el caso de los terneros jóvenes, a veces se les encuentran sirjot al 50% de los animales, y es claro que de no ser faenados continuarán viviendo muchos años. Y ya aprendimos (halajá 3 nota al pie de página 4 solo en la edición hebrea) que, según la opinión mayoritaria, en caso de haber una controversia entre los juristas respecto de si un defecto determinado inhabilita o no, si se percatan que en la práctica los animales no suelen morir a causa del mismo, se debe definir la halajá de acuerdo con la realidad, en cuanto a que la norma es de acuerdo a la opinión de los juristas que detentan una actitud flexible. Por su parte, los que detentan una opinión más estricta responden que no se debe dictaminar la halajá según la realidad, ya que lo que se estableció con claridad como inhabilitante, habrá de inhabilitar a ese animal, aunque resulte que los animales no mueren a raíz del defecto en cuestión.

Así continuó el debate hasta nuestros días. Sin embargo, la costumbre del pueblo de Israel es Torá, por lo que se acostumbra a denominar a la carne apta según la opinión flexible “kasher” y a la que resulta apta según la opinión más estricta “jalak” o “glatt” (lit. ‘lisa’).

09 – Kasher y Jalak – Glatt

Resulta entonces que existen tres niveles de kashrut en la carne de los animales domésticos y no domésticos: 1) Kasher según la usanza ashkenazí, yemenita y marroquí –se adopta la actitud flexible, por lo que se pelan las sirjot y solo si resulta que debajo de estas había una perforación, el animal es declarado inhabilitado (trefá). 2) Jalak ‘Beit Yosef’, según el método de Rabí Yosef Caro. En este nivel se adopta la actitud estricta y no se aplastan, palpan ni pelan las sirjot en absoluto. Sin embargo, cuando estas se encuentran en determinados sitios del pulmón -no inhabilitan al animal. 3) Glatt (que en idioma yiddish significa ‘liso’) y es la tradición ashkenazí según el dictamen del Ramá –se adopta una actitud estricta en cuanto a que no se aplastan, palpan ni se pelan la sirjot en lo más mínimo, e incluso se tiene el recaudo de inhabilitar al animal por sirjot que según el Beit Yosef son aptas por ser consideradas regulares (kesidrán) (arriba 6). Sin embargo, si la sirja es endeble o floja y se desprende con gran facilidad, aunque se la considere irregular, se la retira, al tiempo que, según la opinión del Beit Yosef, solo en circunstancias muy especiales se puede flexibilizar en un caso así, pero como regla general no se retiran las sirjot endebles o flojas.

En la práctica, en la actualidad se acostumbra a dividir la kashrut de la carne de los animales domésticos en dos niveles: 1) “Kasher” según la opinión de los que adoptaron la actitud más flexible y tal como acostumbraron numerosas comunidades en Ashkenaz, Yemen, Persia, Marruecos y la mayoría de las comunidades del Norte de África. 2) “Jalak” (o ‘glatt’ en yiddish), en este nivel es preciso tener el recaudo de cuidar simultáneamente las exigencias de las opiniones del Beit Yosef y el Ramá ya que si se atiende solamente las ‘jumrot’ (los aspectos rigurosos) del Beit Yosef, resultará que muy esporádicamente se habrá de dar con animales que considerados ‘trefot’ (inhabilitados) por los ashkenazíes de opinión estricta. Y en caso de atender únicamente las exigencias del Ramá, habrá animales que solamente en caso de gran necesidad o apremio (sheat hadjak) resultarán aptos o kasher según la opinión del Beit Yosef.

Si bien existen tribunales rabínicos que proceden solamente de acuerdo con la opinión del Ramá y otros que lo hacen únicamente según la opinión del Beit Yosef, en caso de necesidad (sheat hatzorej) quien acostumbra a comer jalak solo según una de estas dos opiniones podrá respaldarse en la otra, debido a que se trata de un caso de duda doble (sfek sfeika).

A los efectos de la halajá práctica, una persona puede conducirse de acuerdo con la opinión de las autoridades halájicas que detentan la opinión más flexible o leve, ya que esta se sostiene sobre razonamientos sólidos y por eso esta carne recibe el nombre de “kasher” (apta). A priori, es bueno cumplir con excelencia y tener el recaudo de comer “jalak”, ya que este detalle es el más importante en lo que refiere a la excelencia en el cumplimiento de las leyes de la kashrut, y quien se apegue a esta práctica evitará incurrir en numerosas situaciones dudosas, ya que en todos los sistemas de kashrut la observancia de jalak significa una supervisión seria y responsable en todas las áreas. Esto es así especialmente en el caso de quien los miembros de su congregación o sus padres acostumbran a comer jalak –que continúe haciéndolo.

10 – Otras cuestiones vinculadas a los animales domésticos

Las autoridades halájicas debatieron respecto del caso de la hembra de un animal doméstico (behemá) a la cual se le dificulta parir al grado de que entra en situación de peligro, y por medio de una cesárea se le abre el útero y se le retira su cría. La Halajá indica que un animal al cual se le retira su útero es apto (kasher) (Shulján Aruj Yoré Deá 45:1). Sin embargo, en lo que respecta a la situación en la cual el útero ha sido cortado y perforado hay quienes detentan opiniones más estrictas o rigurosas (Bait Jadash), y hay quienes consideran que a priori corresponde adoptar una actitud estricta y en caso de gran necesidad o apremio (sheat hadjak) se puede adoptar una actitud más flexible (Ramá), mientras que otros adoptan una actitud más flexible a priori (Prí Jadash y Gaón de Vilna). Y hay otras eminencias que sostienen que también aquellos que adoptan una actitud estricta en el caso de una perforación en el útero habrán de flexibilizarse si este fuese efectuado en el marco de una intervención quirúrgica realizada por un veterinario (Hagahot Isur Veheter HaAroj 55:7:2). A los efectos de la halajá práctica, consideramos que estas hembras son aptas a priori, dado que de hecho continúan viviendo doce meses, quedan preñadas y paren, y según la opinión de muchos de los juristas se puede habilitar a la generalidad de las hembras que pasan por una cesárea. Además, hay quienes sostienen que todo animal que fue intervenido quirúrgicamente por un veterinario y que finalmente habrá de recuperarse, aunque el corte fuese en un sitio que provocaría su inhabilitación, el animal no resulta prohibido (arriba halajá 3).

Surgió otra interrogante respecto de un animal doméstico que comió hierbas que le produjeron una acumulación de gases que en caso de no poder liberarlos provocarían la perforación de su vientre y en consecuencia su muerte. En estos casos, la práctica común es realizar una punción en la zona de las costillas para liberar así los gases y tras esto el animal continúa viviendo, y en el caso de la hembra, esta queda preñada y pare.

El problema es que existe una controversia sobre si ese orificio en el vientre inhabilita o no al animal y la opinión mayoritaria de las autoridades es adoptar una actitud estricta.

En la práctica, también en este tema la halajá es de acuerdo con la opinión más flexible (arriba halajá 3), dado que cuando existe una duda de trefá (safek trefá), si el animal continúa viviendo por espacio de doce meses o si la hembra quedó preñada, no se los considera inhabilitados o trefá. Y si se constató que esta es la situación para con todos los animales, se debe establecer la halajá de acuerdo con la opinión más flexible o leve (ver arriba halajá 3). No obstante, en la práctica, por temor a la opinión de los que detentan la actitud estricta, se desarrollaron métodos de liberación de los gases peligrosos que no perforan el estómago, sino que introducen un tubo a través del esófago. Y así se procede en la actualidad con todos los animales domésticos que se crían para su consumo en Israel.

Cuando se crían animales domésticos junto a una residencia humana, estos comen todo cuanto se presenta ante ellos, y por eso pueden tragar clavos que lleguen hasta lo que se denomina “beit hakosot” (uno de los estómagos de la vaca). Entonces, si el clavo en cuestión perfora completamente la pared del “beit hakosot” (nekev mefulash) el animal quedará inhabilitado (Shulján Aruj 48:1, 6y7) y es oportuno que quienes revisen los pulmones le presten atención a esta cuestión.

11 – La kashrut del ave y la cuestión de las vacunas

A raíz de la necesidad existente de vacunar a las aves contra diferentes enfermedades, surge el temor de que el pinchazo de la inyección en el pecho del ave llegue al esófago, al estómago o a los pulmones y la inhabilite (Shulján Aruj Yoré Deá 33:3 y 35:1). En efecto, hubo casos en los que trabajadores no experimentados aplicaron las inyecciones y numerosos polluelos murieron a causa de estas. Sin embargo, en virtud de los problemas que se dieron en un inicio, los criadores de aves mejoraron las directivas y establecieron que la inyección sea aplicada en la nuca del polluelo de modo tal que la posibilidad de que lo dañe sea prácticamente nula. En virtud de esto, los grandes rabinos han ordenado que no se debe temer que las inyecciones inhabiliten a las aves ya que los criadores y las empresas dedicadas a su inoculación desean ganar dinero, por ende, se preocupan de aplicar las inyecciones de acuerdo con la normativa vigente, de modo tal, que no afecten a los polluelos (Yabía Omer VII Yoré Deá 3).

Aun así, hay quienes temen que las inyecciones inhabiliten a las aves y por ello hay comités de kashrut que ordenaron que se aplique la inyección en el muslo del polluelo y nombran un supervisor que lo fiscalice. Por otra parte, hay comités de kashrut que encontraron que inyectar en el muslo puede generar infecciones que llegan a disolver los tendones en su punto de unión en la pata inhabilitando así al ave (ver adelante halajá 14). Por ello, ordenaron aplicar la inyección con una aguja corta, en el pecho que es donde hay abundante carne y nombran además a un supervisor que lo fiscalice.

Si bien la opinión principal es de acuerdo con la de los grandes rabinos en cuanto a que no es necesario temer por las inyecciones, en la práctica, en virtud de los temores de los que detentan una actitud estricta, se estableció que las inyecciones sean aplicadas con agujas cortas que no pueden inhabilitar al ave.

12 – El transporte de las aves y el cuidado de que no se caigan

Cuando llega el momento de transportar las aves al matadero es preciso introducirlas en una jaula, cargarla a un camión, descargarla al llegar a destino y llevar a cabo todas estas acciones con calma, ya que si un animal doméstico o un ave se caen de una altura superior a los diez palmos (unos 76 cm.) o son arrojados desde una altura menor, se teme que alguno de sus órganos pudiese resultar dañado lo cual devendría en su inhabilitación. Si el animal que resultó caído pudiese luego caminar bien por sí mismo –esto será señal de que es apto. En caso de que no pudiera caminar, pero sí pudiera pararse o sobrevivir por veinticuatro horas, será preciso revisar todos sus órganos con posterioridad a la faena. En caso de que el animal o el ave fueran faenados antes de pasadas las veinticuatro horas posteriores a su caída, quedarán inhabilitados (trefá) y no servirá de nada revisación alguna, pues se teme que adolezcan de un defecto que los inhabilite y no pueda ser descubierto en la revisión (Shulján Aruj 58:1-6).

En la práctica, la labor de cargar las aves es complicada, porque estas pueden alborotarse y provocar rasguños a los empleados. Hay trabajadores que pierden la paciencia y desquitan su enojo (por el alboroto y los rasguños) conduciéndose con estas con violencia, pisándolas y arrojándolas a la jaula, y en un caso así, todas las aves tratadas por estos funcionarios en cuestión deberán ser revisadas.

En la medida en que la supervisión sea más especializada, los empleados tendrán mayor recaudo de conducirse con moderación y tendrán más cuidado a la hora de cargar y descargar las jaulas para que estas no se caigan. En el año 5772 el Ministerio de Agricultura estableció directivas respecto de cómo deben ser recogidas y transportados los pollos a los efectos de minimizar su sufrimiento y dejar sin efecto las dudas respecto si padecen de defectos inhabilitantes. En la práctica, en la actualidad una buena supervisión de kashrut debe fiscalizar que se cumplan efectivamente con las directivas estatales.

13 – El ritmo de la faena y la revisación de los cuchillos

La instrucción principal en lo referente a la revisación de los cuchillos especialmente diseñados para la shejitá era que con anterioridad y posterioridad a la faena el matarife revisara el cuchillo en sus tres lados con gran concentración y atención (kavanat halev), de ida y vuelta, tanto por medio de la uña como de la yema del dedo. Si tras la faena se encontrase un defecto en el cuchillo y se temiese que la piel o el cuero del animal doméstico o del ave lo hubiesen afectado, la faena realizada resulta desechada (arriba 18:6). Sin embargo, en el caso de los pollos, no resulta conveniente revisar el cuchillo tras cada faena ya que el costo del tiempo de la revisación supera al de muchas aves, por lo tanto, es preferible que en caso de que apareciese un defecto en el cuchillo se inhabiliten todos los pollos faenados desde la última revisación. Por ello, se estableció que se revise el cuchillo cada media hora. En la medida que la supervisión de la kashrut resulte más estricta se acortará el lapso que medie entre las revisaciones del cuchillo y se tendrá el recaudo de mantener por separado a los pollos que cada matarife faenó, para que en caso de que se encontrase que un cuchillo es defectuoso, se sepa qué aves resultaron inhabilitadas.

No obstante, en la práctica, mientras que el matarife sea confiable y temeroso del cielo no es preciso ser tan puntillosos en esa cuestión ya que los cuchillos que utilizamos en la actualidad están elaborados con metal resistente y casi que no hay probabilidad de que resulte inapto para la faena. Esto es así ya que el defecto que desecha al cuchillo para ser utilizado en la faena es el denominado “ogueret”, esto es, que si se pasa un cabello por el cuchillo este se tranca en el lugar del defecto (Tratado de Julín 17(B), Shulján Aruj 18:2) y por lo tanto, la probabilidad de que a lo largo de las distintas faenas le sobrevenga al cuchillo un defecto de este tipo tiende a cero.

Nuestros sabios se extendieron en las leyes de la revisación de los cuchillos porque según la halajá esencial, en caso de necesidad, está permitido faenar con cuchillos de piedra o madera y era necesario tener el recaudo de que estos no tuviesen defecto alguno. En el pasado, ni siquiera los cuchillos de metal eran bien filosos, prueba de ello es que nuestros sabios nos ordenaron revisarlos con la uña y la yema del dedo y en las últimas generaciones se revisan únicamente con la uña porque hacerlo con la yema del dedo produce cortes (arriba 18:6).

Otra cuestión respecto de la cual se duda es el ritmo de la faena. Por una parte, en la medida que se faena más rápido, se reduce el costo del ave. Por la otra, en la medida que la faena es más veloz, aumenta el temor de que en vez de que el corte se realice en un movimiento (holajá) sin presión alguna, el matarife presione con el cuchillo sobre el pescuezo e inhabilite al pollo bajo el criterio de derisá (Shulján Aruj 24:1-6, arriba 18:2). Asimismo, tras la faena el matarife precisa ver que procedió correctamente (Shulján Aruj 25:1, arriba 18:2:1) y en la medida que se apresure más, más difícil le resultará cerciorarse si faenó como corresponde.

En la actualidad, en los mataderos comunes se faenan entre 15 y 20 aves por minuto y en los sitios que aplican normas de excelencia halájica 12, y los que lo hacen con mayor excelencia (mehadrín) llegan a faenar 10. Además, tienen el recaudo de que los matarifes faenen media hora de corrido y luego descansen la siguiente media hora. En las organizaciones de supervisión de la kashrut más exigentes se tiene el recaudo de que los matarifes trabajen un máximo de seis horas diarias de modo que puedan descansar de su labor y concentrarse adecuadamente a la hora de ejercer su función. De todas maneras, en las supervisiones de kashrut comunes, siempre y cuando el matarife sea confiable, aunque faene a gran velocidad, no cabe temer que presione el cuchillo sobre el pescuezo o que no corte la tráquea y el esófago (shnei simanim), y dado que en la actualidad los chuchillos son filosos y resistentes la acción de la faena se efectúa con gran facilidad sin que resulte necesario presionar.

Por lo tanto, se puede confiar en la supervisión de cualquier rabinato autorizado y solo en casos muy raros, cuando resulta que un determinado ente supervisor procede incorrectamente, se publicita que no se debe confiar en él.

14 – La revisación del cruce de tendones – tzomet haguidim

El tzomet haguidim es un grupo de tendones que provienen de los músculos del muslo y se prolongan hacia la parte inferior de la pata. En el caso de la pata del ave, este cruce incluye a dieciséis tendones por medio de los cuales el pollo dirige el movimiento de su pata y sus dedos. En caso de que uno de los tendones se rompa –el pollo resultará inhabilitado (taref) (Shulján Aruj Yoré Deá 56:8). Sin embargo, desde los tiempos de nuestros sabios y hasta hoy no surgió la necesidad de revisarlos, y la actitud hacia estos no difirió de la que se tuvo hacia la generalidad de los 72 defectos inhabilitantes (trefot) del ave, esto es, se procede de acuerdo con la mayoría absoluta que es apto (kasher).

Solamente en caso de que surgiera un problema específico en el aspecto de una parte determinada del cuerpo del ave (ri’uta) resulta necesario revisarlo. Sin embargo, en la última generación comenzaron a presentarse más casos de rotura de tendones del tzomet haguidim. Ello obedece a una enfermedad contagiosa que genera infecciones en los tendones, y cuando se crían las aves con alto grado de hacinamiento la afección puede llegar a extenderse y contagiar a muchas de las aves.

En la práctica, incluso en la actualidad que este problema se ha tornado más frecuente, solamente un pequeño porcentaje de las aves de gallinero tienen algún tendón roto y la mayoría de las crías se mantienen limpias de este problema, y muy infrecuentemente se encuentran algunas en las que la incidencia de esta afección alcanza a decenas de puntos porcentuales.

Hay quienes dicen que dado que el porcentaje general de los casos afectados entra en la categoría de “minoría que no es dable encontrar” (mi’ut sheeinó matzui), y dado que se trata de un defecto difícil de detectar, no es preciso revisar el tzomet haguidim en absoluto (Minjat Yehudá 8:65). Por otra parte, hay quienes sostienen que dado que a veces hay crías o bandadas en las cuales la afección en el cruce de los tendones es un ‘caso minoritario’ que sí es dable encontrar, es preciso revisar todas las aves (Shevet HaLeví 4:81). En la práctica, consideramos que, dado que a veces aparecen crías o bandadas en las cuales se presentan problemas de este tipo y no resulta difícil efectuarle la revisación a un muestreo de las aves, corresponde llevarla a cabo, tal que en caso de encontrarse ejemplares con los tendones rotos se deberán checar la totalidad de las aves de la cría, y en caso de que el muestreo no arroje casos de pollos afectados, no se precisará revisar a la totalidad de la bandada. Quienes adoptan una actitud más estricta de todas maneras revisan a todas las aves.

Surgió otra interrogante y es cómo revisar el tzomet haguidim. Hay quienes se toman el trabajo de cortar las patas de todas las aves y tensar sus tendones para cerciorarse que están enteros. Por otra parte, hay rabinos y expertos que sostienen que este tipo de revisación no resulta efectiva pues en la medida que haya un tendón roto el corte dificulta verlo. E incluso hay quienes entienden que, dado que son pocos los expertos en la revisión del tzomet haguidim desde el interior, es preferible no abrir la pata para revisarla, sino que es mejor mirar desde afuera, y en caso de que mediante la vista y el palpado parezca que la pata se ha ensanchado, ello indicará que se ha infectado y hay en su interior tendones rotos. En la práctica, ambas metodologías desechan el mismo porcentaje de pollos, pero en opinión de los que revisan desde el exterior, las decisiones de quienes revisan por medio del corte del muslo resultan menos exactas.

15 – Revisaciones suplementarias

Una interrogante semejante surgió respecto de la revisación de los pulmones de las aves. En principio, la instrucción básica fue que no se revisan los setenta defectos inhabilitantes del animal doméstico ni los setenta y dos de las aves salvo en el caso de los pulmones del animal doméstico (Shulján Aruj 39:1). Sin embargo, esporádicamente se producen epidemias que afectan los pulmones de las aves endureciéndolos como la madera, o inflamándolos, o cambiando su aspecto, adjudicándoles color carne o produciéndoles burbujas o tumores que los inhabilitan (Shulján Aruj 36-38). Sin embargo, el porcentaje de inhabilitaciones (trefot) producidas por este fenómeno es muy bajo, inferior al 1%, por lo que desde la perspectiva de la Halajá no es necesario revisar los pulmones de las aves. No obstante, dado que en crías o bandadas determinadas el porcentaje de inhabilitaciones es mayor, y no resulta difícil efectuar la revisación de un muestreo, corresponde hacerlo.

En la actualidad, existe una máquina que extrae los órganos internos del ave y los cuelga sobre una cinta transportadora y el supervisor puede fácilmente mirar los pulmones, así como el resto de las menudencias. Si en la revisación de un muestreo se ve que la bandada no padece de problemas pulmonares, no resultará necesario continuar revisando. En caso de constatarse que existe un porcentaje determinado de casos problemáticos, se deberán revisar todas las aves. Quienes adoptan a este respecto una actitud estricta acostumbran a revisar los pulmones de todos los pollos, habiendo supervisores que realizan la inspección a mayor y menor velocidad.

Hay quienes proceden con excelencia (mehadrim) y revisan las patas de los pollos para ver si se salieron de su sitio (buka deatma), y en caso de que sí –el ave queda inhabilitada o taref (Shulján Aruj 55:2). Sin embargo, en la práctica, dado que se trata de un problema infrecuente, no es preciso revisar para descartarlo y solo si durante el tratamiento de los pollos se viera a uno afectado por este problema será preciso inhabilitarlo.

16 – Preguntas respecto de pollos que se venden con supervisión

A veces, quien compra un pollo con sello de kashrut encuentra en uno de sus huesos una de las fracturas que lo inhabilita. Sin embargo, dado que muchas de las fracturas son causadas con posterioridad a la faena, mientras los pollos son desplumados o a raíz de una caída, las roturas no son problemáticas. No obstante, en casos muy esporádicos percibimos que el sitio que se encuentra alrededor de la fractura tiene un color intensamente negro o rojo por efecto de la abundante sangre que allí se acumuló (nitzrar) y entonces, se teme que la fractura se hubiera producido mientras el pollo estaba aún con vida y quizás esto lo inhabilite. Por ello, de no mediar la consulta de un rabino que sea entendido en esta materia, no se debe autorizar un pollo de este tipo.

Quien compra un pollo que fue salado y kasherizado y le encuentra un sitio en el cual la sangre se encuentra acumulada, es preciso cortarlo y tirarlo (adelante 22:4). En caso de haber duda respecto de la veracidad de la acumulación de sangre, o si se trata únicamente de un color rojo que quedó con posterioridad al salado, no será preciso cortar el sitio en cuestión.

En caso de que la acumulación de sangre sea real, si la persona se equivocó y no cortó la parte en cuestión y cocinó el pollo –este será apto (kasher). Ello obedece a que no se tiene la certeza de si la acumulación de sangre se produjo con anterioridad a la kasherización del pollo –ante lo cual su consumo estaría prohibido- o si el sangrado tuvo lugar después de la kasherización por lo que no habría prohibición alguna. Dado que la sangre cocida está prohibida por prescripción rabínica (adelante 22:4:4), en caso de duda corresponde adoptar la actitud flexible.

01 –La prohibición del sebo

Los sebos son parte de las grasas del animal, y cuando se ofrenda uno de estos a HaShem, es preceptivo quemarlos y asperjar la sangre de la bestia sobre el altar. A modo de continuación de este mandato, la Torá prohibió también ingerir tanto el sebo como la sangre, ya que el primero es digno de ser ofrendado a HaShem y la segunda se debe asperjar sobre el altar, por lo tanto, los hijos de Israel no pueden ingerirlos. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 3:14-17): “…y rociarán los hijos de Aharón su sangre sobre el altar en derredor. Y acercará de él su sacrificio -sacrificio ante HaShem-: el sebo que recubre las entrañas y todo el sebo que está sobre las entrañas, y los dos riñones y el sebo que está sobre ellos, que está sobre los flancos, y el lóbulo cuadrado del hígado, con los riñones habrá de quitarlo y los hará consumir el cohen en el altar, alimento para el sacrificio al fuego para aroma grato, todo el sebo ante HaShem. Ley perpetua por vuestras generaciones en todas vuestras residencias, ni sebo ni sangre habréis de comer” (esta prohibición será explicada en el capítulo siguiente).

La prohibición del sebo recae sobre tres tipos de animal doméstico: el toro, el cordero y la cabra los cuales son aptos para ser ofrendados en el altar, tal como fue dicho (ídem 7:23): “Habla a los hijos de Israel diciendo: ningún sebo de toro, ni de cordero ni de cabra comeréis”. Sin embargo, la prohibición del sebo (jelev) no aplica sobre las grasas de las siete especies de los animales no domésticos (jaiá) que son puros, ya que de estos no se ofrendan sacrificios. Asimismo, la prohibición del sebo no aplica a las especies de aves puras, y si bien algunas de estas son aptas para la ofrenda de sacrificios, sus grasas carecen de singularidad, ya que la ofrenda de olá (holocausto) se consume completamente sobre el altar, y en el caso del ave que se trae como ofrenda expiatoria por un pecado (jatat haof), los cohanim ingieren la totalidad de su carne (Tratado de Julín 117(A)). Respecto del sebo, está prohibido ingerirlo, pero se permite obtener beneficio del mismo realizando con éste labores o efectuando transacciones comerciales (ver adelante 37:10).

Las prohibiciones de la ingestión del sebo y de la sangre son más graves que las de los demás alimentos vedados, ya que el castigo aplicado por la ingesta de animales no domésticos impuros o reptiles, conlleva la pena de azotes (malkot), al tiempo que quien consume sebo y/o sangre el castigo es de caret, dado que son dignos de ser ofrendados sobre el altar como sacrificio ante HaShem, y quien los come denigra las ofrendas sagradas (kodashim) y desconecta (coret) su alma de la fuente de la vida. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 7:25-27): “Ya que todo el que comiere sebo del animal del cual se ofrece sacrificio consumido por el fuego ante HaShem, será truncada la persona que lo comiere de entre su pueblo… Toda persona que comiere alguna sangre, será truncada de entre su pueblo”.

02 –¿Qué es el sebo?

Los sebos se asemejan en su forma y en su textura a las grasas del animal doméstico, con la diferencia de que los primeros son trozos de grasa consolidados y relativamente grandes que se encuentran en tres sitios y resulta relativamente sencillo retirarlos en bloque (Shulján Aruj 64:4), y cuando se ofrenda un sacrificio, se nos ordenó quemarlos sobre el altar. Por su parte la grasa común está más absorbida en la carne y resulta difícil retirarla como un bloque, y cuando se ofrenda el animal como ofrenda de paz (shelamim) esta se come junto a la carne del sacrificio.

Dado que los sebos y la grasa del animal se asemejan, una vez cortados y extraídos del cuerpo del animal resulta difícil distinguirlos, y por ello, la ingestión de un trozo del que se duda si se trata de grasa o de sebo es el caso más habitual de una ingesta que se duda o sospecha que esté prohibida (safek isur), por la cual es preciso después ofrendar un sacrificio denominado ofrenda por culpa en caso de duda (asham talui) como forma de expiación (Mishná Keritot 4:1).

El significado del vocablo sebo, “jelev”, significa “selecto, excelente y grasoso”. Tal como le dijera Faraón a Yosef cuando le pidió traer a su padre Ya’akov y a sus hermanos a residir en Egipto: “Tomad a vuestro padre y (a las personas de) vuestras casas, venid a mí y os daré lo mejor de la tierra de Egipto, comeréis de la grosura (jelev) de la tierra” (Bereshit-Génesis 45:18). O tal como se dijera de Hevel, quien trajera un sacrificio de lo selecto de su rebaño: “Y Hevel trajo también de los primogénitos de sus ovejas -de las más gruesas (jelveihen)- y HaShem atendió (o aceptó) a Hevel y a su ofrenda” (ídem 4:4). Asimismo, cuando se le entrega la ofrenda (terumá) al cohen, se nos ordenó separar la parte mejor de las frutas, tal como fue dicho (Bemidbar-Números 18:30): “Cuando separéis lo mejor (jelbó) de ello”.

Resulta entonces que el sebo del animal es la parte mejor y más gorda del animal doméstico, ya que la grasa es la parte más blanda y rica en calorías, y los sebos son los mejores trozos de grasa, y por ello se nos ordenó sacrificarlos sobre el altar.

Existen tres tipos de sebo: 1) El sebo que se encuentra sobre las entrañas (kerev) – sobre los estómagos que son llamados kerabaim. 2) El sebo que se encuentra sobre los riñones. 3) El sebo que se encuentra sobre los lados de la cadera (kesalim), contiguo al sebo que se encuentra sobre los riñones. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 3:3-5): “Del sacrificio de shelamím habrá de ofrendar como sacrificio ígneo ante HaShem el sebo que recubre las entrañas, todo el sebo que está sobre las entrañas y los dos riñones y el sebo que está sobre ellos, sobre los flancos…”.

03 – Las reglas del sebo en la práctica

Se dieron dos definiciones respecto del jelev, la primera que está extendido cual prenda de vestir y posee una membrana que al despegarse se desprende con ella el sebo (totav krum veniklaf) (Tratado de Julín 49(B)). La segunda, que todo aquel que la carne lo recubre al grado de que parece estar absorbido por ella -se trata de grasa y su ingestión está permitida (ídem 93(A)).

Además, nuestros sabios prohibieron también las grasas que están adheridas y se extraen a partir de estos sebos, a pesar de que están como incorporadas en la carne, porque se nutren del sebo. Asimismo, prohibieron los hilos (jutim) y las membranas que se extraen a partir de los sebos prohibidos por la Torá, porque se nutren de estos. Y tal como dijeran nuestros sabios (ídem) hay cinco sitios en los cuales se encuentran hilos y membranas que deben ser retirados, tres de ellos por tratarse de sebo y estos son: en el bazo, en los flancos de las caderas (kesalim) y en los riñones. En diferentes comunidades se acostumbra a tener el recaudo de abstenerse de otras grasas suplementarias por su cercanía o su semejanza a los sebos prohibidos.

Además de ello, a raíz de la destrucción de las comunidades y de los exilios surgieron dudas respecto de otras grasas en el cuerpo del animal, y en todo caso de duda sobre una prohibición de la Torá – debe adoptarse la actitud más estricta. En el caso de las dudas respecto de prohibiciones prescritas por los rabinos u originadas en la costumbre, desde la perspectiva legal sería posible permitirlas, pero en la práctica, a raíz de la gravedad de la prohibición del sebo y la dificultad que se presenta a la hora de diferenciar sebo de grasa, por lo general se acostumbra a adoptar la actitud más estricta (adelante halajot 8 y 9).

Una vez separado el sebo de las demás partes de carne o grasa del animal es preciso colocarlo en un sitio en el cual no se tema que pudiera mezclarse con las carnes y las grasas aptas. En la actualidad no se suele utilizar sebo para la elaboración de velas y semejantes, y se acostumbra a arrojarlo al sitio al cual se botan los trozos de carne inhabilitados (trefot).

04 – La prohibición de la ingesta del nervio ciático (guid hanashé)

Es precepto de la Torá que no ingiramos el nervio ciático que se encuentra en la articulación de los muslos derecho e izquierdo de los animales domésticos (behemot) y no domésticos (jaiot), tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 32:33): “Por eso hasta el día de hoy los hijos de Israel no comen el nervio ciático, el que está en la articulación del muslo”. El ciático es un nervio grande a través del cual pasan la mayoría de los nervios de la pata (Nervus ischiadicus). Se origina en la columna vertebral y culmina al final de la pata, y la Torá prohibió ingerir la parte que se encuentra sobre la articulación del muslo (kaf haiarej), esto es, sobre la carne prominente que cubre el hueso del muslo que posee la forma de un cucharón (kaf) de olla, o sea, una forma redondeada que se eleva en el medio. Esta formación existe en todo animal doméstico o no doméstico, al tiempo que, en el caso de las aves, si bien poseen carne en el muslo, este no es redondo cual cucharón sino llano. Por lo tanto, el nervio ciático está prohibido en el caso de los animales domésticos y no domésticos pero permitido en el caso de las aves.

En el caso de un toro grande, la longitud de la parte prohibida por la Torá es como máximo unos ocho centímetros y en el caso de un cordero grande unos cuatro (Ramá 100:1, Turei Zahav 3). Esta parte del nervio resulta sencilla de extraer porque tras desmontar la carne de la articulación del muslo, sobresale de la carne.

Nuestros sabios añadieron y prohibieron también el comienzo de este nervio en la columna vertebral y su continuación hasta el final de la (pantorrilla de la) pata. Asimismo, prohibieron los zarcillos del nervio ciático, esto es, las ramificaciones que se expanden dentro de la carne del muslo.

Los sagrados hijos de Israel acostumbran a prohibir también la grasa que rodea al nervio ciático y a los zarcillos (knokanot). Existe otro nervio o tendón llamado externo (jitzón) el cual también fue prohibido por nuestros sabios. Este se origina en la columna vertebral, dos vértebras antes del inicio del nervio ciático, y de allí se extiende sobre el lado exterior de la carne del muslo y penetra en su interior (Shulján Aruj 65:8). Este nervio es el segundo en importancia en la transmisión nerviosa en la pata.

La extracción de todas las partes prohibidas por prescripción rabínica y originadas en la costumbre de Israel, es una labor compleja que requiere estudio, a los efectos de saber cómo cortar la carne de modo tal que con relativamente pocas incisiones se pueda retirar el nervio, sus ramificaciones y su grasa.

A pesar de que el nervio ciático es bastante insulso, dado que fue prohibido por la Torá, quien lo coma junto al muslo, aunque no disfrute de su sabor –transgrede una prohibición de la Torá cuyo castigo son azotes. En el caso de los zarcillos (knokanot) y la carne que rodea al nervio, los cuales están prohibidos por prescripción rabínica y por la costumbre, estos tienen sabor y por ello en caso de ser cocidos en una comida, si el sabor fuera perceptible -estará prohibido ingerir el alimento. En el caso del nervio ciático, se prohíbe su ingestión y se permite obtener beneficio de él (Shulján Aruj 65:9-10).

05 – El fundamento de la prohibición es la lucha de nuestro patriarca Ya’akov

El fundamento de la prohibición del nervio ciático está explicado en la Torá (Bereshit-Génesis 32:23-33). Después que nuestro patriarca Ya’akov se salvara de su suegro, Labán el arameo, quien procurara matarlo, comenzó a preparar su encuentro con su hermano Esav el cual también deseaba darle muerte. “Se levantó en aquella noche, tomó a sus dos esposas y a sus dos siervas y a sus once hijos y pasó el vado de Yabok. Los tomó y los hizo pasar el torrente e hizo pasar todas sus pertenencias”. Dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 91(A)) que volvió a cruzar el rio para traer unos cacharros pequeños que se habían quedado olvidados allí, pues los justos se preocupan más por sus pertenecías (mamonam) que por su integridad corporal ya que se abstienen de las ganancias indebidas (y por ende cada centavo les resulta crucial, N. de T.). “Habíase quedado Ya’akov solo y luchó un hombre con él hasta despuntar el alba. Cuando vio que no podía prevalecer sobre él, tocó la articulación de su muslo y se dislocó la articulación del muslo de Ya’akov en su luchar con él. Dijo: ¡Déjame ir, pues ya ha despuntado el alba! Dijo: No te dejaré ir, hasta que me bendigas. Le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Dijo: Ya’akov.  Dijo: ¡No más Ya’akov será llamado tu nombre, sino Israel pues has contendido ante D’s y con los hombres y has prevalecido! Preguntó Ya’akov y dijo: Dime, por favor, tu nombre Dijo él: ¿Por qué es que preguntas mi nombre? Y lo bendijo allí. Llamó Ya’akov el nombre del lugar Peniel, pues ¡he visto al enviado de D’s cara a cara, empero mi vida ha sido salvada! Le salió el sol, cuando hubo pasado Penuel y él cojeaba sobre su muslo. Por eso no comen los hijos de Israel el nervio ciático que está en la articulación del muslo hasta el día de hoy. Pues él había tocado la articulación del muslo de Ya’akov, en el nervio ciático”. O sea, por el hecho de que no ingerimos el nervio ciático en el cual fuera herido Ya’akov recordamos su legado, el hecho de que con entrega y valentía formó la familia de Israel y la devolvió a la tierra prometida.

Si bien el motivo del precepto está vinculado al episodio ocurrido con nuestro patriarca Ya’akov, no fue hasta que Moshé recibió la Torá en el Monte Sinai que se nos ordenó que no comamos el nervio ciático, y en ella, se le adjuntó al precepto el relato de lo ocurrido para enseñarnos su motivo (Tratado de Julín 100(B)). Sin embargo, tal como parece, antes de la entrega de la Torá la familia de Ya’akov ya se abstenía de ingerir el nervio ciático, pero su práctica se basaba en un sentimiento interior y no en un precepto de carácter obligatorio (ver Rambám comentario a la Mishná Julín 7:6, Hiljot Melajim 9:1, Kesef Mishné ídem).

06 – El significado oculto del nervio ciático

Dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 91(A), Bereshit Rabá 77:3) que el ángel que se enfrentó a Ya’akov era el emisario de Esav y que su lucha ascendió hasta el Trono de la Gloria Celestial, porque esta contienda afectó a los fundamentos de la fe. El ángel regente de Esav deseaba que el mundo se condujera según su naturaleza, al tiempo que Ya’akov deseaba repararlo por medio de la fe, los valores y la Torá. Cuando el ángel de Esav vio que no lograba superar a Ya’akov en virtud de la firmeza de su fe, lo hirió en su sitio débil, en el nervio ciático, y a pesar de ello Ya’akov se hizo de fuerzas y no lo liberó hasta que este reconoció su derrota y lo bendijo.

Por el guid hanashé pasan los nervios centrales de la pierna, y desde el punto de vista espiritual, es aquel que conecta tanto la cabeza como el corazón que son los que expresan los pensamientos y los sentimientos, hacia las piernas que son aquellas que manifiestan las acciones. La herida en el nervio ciático manifestó el argumento de Esav de que si bien las palabras sobre fe y valores son elevadas y bellas, en la práctica no resulta posible conducir el mundo de acuerdo con los principios sagrados, pues en este mundo los pecados son siempre más fuertes que los valores y los ideales. Esto y más, todo intento de dirigir el mundo según los principios sagrados conlleva en cierta forma una profanación de lo sacro, pues lo sagrado está destinado a existir en el cielo, y por ello los justos que desean seguir la senda de HaShem en este mundo incurren en transgresiones. El vocablo hebreo nashé significa debilidad, olvido y cambio, de modo que al pasar a las piernas y con ello, al mundo de la acción, las buenas ideas se debilitan, son olvidadas e incluso son modificadas en su detrimento, ya que el nervio ciático pasa junto a la zona del cuerpo donde tienen asiento las pasiones carnales.

Dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 91(A)) que el motivo del regreso de nuestro patriarca Ya’akov en la oscuridad de la noche a la otra ribera del rio era el de traer pequeños cacharros olvidados, y fue entonces que el ángel lo atacó. Estos cacharros pequeños aluden a los hijos de Israel que son débiles e incurren en pecados, a los cuales Ya’akov no quiso renunciar, porque sin ellos la totalidad de la congregación de Israel, Kneset Israel, estará incompleta y no podrá reparar el mundo.

Esto es así ya que su debilidad no obedece a que sus corazones sean malvados sino a que la misión que tienen encomendada resulta muy difícil, esta es, revelar la santidad en el seno de la realidad práctica y material, y a veces, hasta que ellos logran reparar todas las tendencias materialistas resultan superados por las pasiones mundanas las cuales les hacen incurrir en pecados.

El sitio más propicio para afectar a estas almas en el cuerpo de Ya’akov -el padre de Israel- es en el nervio ciático que se encuentra contiguo al lugar del deseo, y una herida en él genera una desconexión entre los pensamientos, los sentimientos superiores y el mundo práctico con todas sus pasiones. Por ello, nuestros sabios dijeron que la herida que le asestó el ángel regente de Esav a nuestro patriarca Ya’akov afectó a las personas de acción que mantienen a los estudiosos de la Torá, debilitándolos en su convicción, haciéndoles olvidar la importancia de su participación en el mantenimiento del estudio de la Torá y llevándolos a cesar en su apoyo a los estudiosos (Zohar I 171(A)).

El nervio ciático insinúa algo más, y es que a pesar de su enorme importancia -ya que a través suyo pasan los nervios a las piernas- carece de sabor, lo cual se asemeja a las personas que se dedican a los quehaceres prácticos y a menudo, cuando comienzan a desear estudiar Torá y observar los preceptos, no tienen una buena sensación, pues este mundo con sus pasiones oculta la luz de la Torá e impide la revelación del placer y la alegría asociadas a los preceptos.

Esto se asemeja a las hojas de sauce (aravá) que carecen tanto de sabor como de aroma, pero precisan formar parte de las cuatro especies y toda la reparación depende de estas (Pninei Halajá Sucot 4:2-3). Dado que a veces las personas dedicadas a las actividades prácticas no disfrutan del cumplimiento de los preceptos, muchas de estas tienden a pecar. Sin embargo, al final, el sol salió para nuestro patriarca Ya’akov y logró doblegar al ángel, de la misma manera, al final de cuentas los malvados del pueblo de Israel serán corregidos y los valores sagrados se manifestarán en el mundo práctico, así también, las pasiones se verán corregidas y se tornarán positivas, e incluso el sauce y los demás árboles no frutales de la tierra de Israel darán frutos (Tratado de Ketuvot 112(B)).

No obstante, a los efectos de que no nos veamos arrastrados tras las debilidades y las transgresiones, se nos ordenó que no comamos del guid hanashé, cuya misión sagrada es conectar los valores superiores al mundo de la acción, y su ingestión expresa el olvido de esta idea y su debacle.

Dijeron nuestros sabios (Bereshit Rabá 77:3) que la herida en el nervio ciático afectó a “los hombres y mujeres justos, a los profetas y a las profetisas que en un futuro habrán de surgir de Ya’akov”. Esto es así ya que de no mediar los hombres de acción que estén completamente conectados a ellos, los justos no podrán manifestar sus ideas en la realidad, ni los profetas podrán expresar de un modo coherente y preciso el mensaje de sus profecías. A raíz de ello, abundaron los pecados, lo cual causó la muerte de los justos junto al resto de los miembros de su pueblo durante los tiempos en los que imperó el genocidio y el terror, cuando la oscuridad cubrió la tierra. Y a pesar de ello, nuestro patriarca Ya’akov resistió valientemente al ángel emisario de Esav hasta el amanecer, y cuando comenzó a aclarar, se dio cuenta que Ya’akov tenía razón, hecho que debió aceptar y reconocer, y acto seguido debió bendecirlo.

Los hechos acaecidos a los padres son una señal para los hijos, para que resistan heroicamente a todos aquellos que se alcen contra ellos para exterminarlos hasta que la luz de su redención aclare. Entonces, todos los acusadores desearán bendecirlos y el reino del mal se esfumará. Así, el nervio ciático que se saliera de su lugar regresará a su sitio, y de ese modo se completará la conexión entre los mundos del espíritu y el de la acción.

07 – El orden de la extracción del sebo y el nervio ciático de la carne

El nikur es la labor de limpieza de la carne del animal doméstico del sebo y del nervio ciático. A los efectos de estudiar esta importante área de la Halajá de la cual depende la kashrut de la carne, es preciso conocer bien los órganos internos del animal, ver en la práctica cuáles son los sebos prohibidos, cuál es el nervio ciático con sus ramificaciones y su grasa prohibidas y aprender de un menaker experimentado cómo cortar tanto los órganos del animal como su carne para extraer las partes prohibidas.

Tal como escribiera el Ramá respecto de la extracción de los sebos y del nervio ciático (64:7, 65:8): “Se debe aprender el nikur solamente por medio de la observación de la labor de un especialista experto mientras la realiza”.

Dado que las leyes del nikur se aprenden a través de la tradición, la continuidad de su transmisión de generación en generación se vio afectada por los sobresaltos del exilio, y en la medida que este se prolongó, se multiplicaron los casos de comunidades enteras que fueron destruidas por lo que la transmisión de sus tradiciones se vio afectada por lo que surgieron más dudas con relación a las halajot de nikur.

A los efectos de superar estas dudas, los sagrados judíos se vieron en la necesidad de adoptar una actitud cada vez más estricta. Es así como vemos que al inicio de la era de los sabios medievales (rishonim), a raíz de las dudas, los sabios tendían a adoptar una actitud más estricta que la que el deber básico de la Halajá indicaba, y tal como lo dijera Rabí Ya’akov ben HaRosh (vivió hace unos 700 años), quien en su libro “Arbaá Turim” (Yoré Deá 65) copió el orden de las leyes del nikur que escribiera Rabí Ytzjak Ba’al Haitur (vivió hace unos 850 años), y al final del texto realizó la siguiente observación: “Este sabio adoptó una actitud estricta, y quien así proceda -será bendecido”. En su comentario Beit Yosef, Rabí Yosef Caro explicó: “Varios de los lugares de los cuales hay que efectuar nikur y extraer carecen de fundamento y raíz, tal como lo expliqué en cada caso en su lugar…”

Y, aun así, los hijos de Israel faenaban y sabían extraer los sebos y el nervio ciático y los capilares sanguíneos, y en reiteradas ocasiones las mujeres eran responsables por el nikur de la carne y su kasherización por medio de la extracción de la sangre. Tal como escribiera Rabenu Yerujam (Toldot Adam VeJavá 15:5:14, vivió hace unos 700 años), que todos los juristas halájicos están de acuerdo en que se puede confiar el nikur de la carne a una mujer tanto como respecto a la faena. Hay sabios rishonim entre los que se encuentra Rabí Abraham ben Natán (vivió hace 800 años) que en sus libros llegaron a criticar la práctica común entre las mujeres de adoptar una actitud excesivamente estricta, por lo cual retiran de la carne grasas permitidas por temor a que se trate de sebo. Por otra parte, en el libro Haagur (escrito hace unos 600 años) su autor escribió sobre un determinado tipo de grasa en la zona de la cadera que es preciso retirarla, pero muchos no tienen el recaudo de hacerlo “salvo algunas mujeres piadosas que extraen también el sebo que se encuentra debajo de esa membrana y las felicito por ello” (Beit Yosef 64:7, 64:12:2).

En la medida que el exilio se fue prolongando, más comunidades fueron destruidas, y hasta que lograron recomponerse y establecer nuevas congregaciones, surgieron nuevas dudas respecto de la tradición del nikur y se debió adoptar una actitud aún más estricta, por lo que para realizar esta tarea se requirió de un mayor profesionalismo y expertez. Tal como escribiera el Rabino Shlomó Luria  (Yam Shel Shlomó al Tratado de Julín 1:2, hace unos 450 años), si bien en tiempo de los rishonim se le confiaba la tarea del nikur a todo judío piadoso, en la actualidad no se confía ya que “en tiempo de los antiguos no se tenía una actitud tan estricta respecto del nikur como en la actualidad, porque según el Talmud no se trata de una labor tan complicada, pero luego se le fueron agregando cuestiones, tal como el Ba’al Haitur que adoptó una actitud estricta en el procedimiento del nikur, y en tierras de Ashkenaz se adoptó una actitud cada vez más estricta respecto de la revisación de los zarcillos y la cobertura de la carne del sebo, así como una serie de venas por la cuestión de la sangre”.

Continuó explicando que si bien la mayoría de las medidas estrictas son por prescripción rabínica y para esos casos se puede confiar en quien no fuese muy entendido, en el caso de estas halajot, las normas son complejas, y por lo tanto, el público no sabe qué está prohibido por decreto de los sabios y qué por la misma Torá, qué se prohíbe para evitar el sebo y qué para evitar el nervio ciático o los zarcillos o qué se prohíbe a causa de la prohibición de la sangre. Por ello, solo se puede confiar en un menaker que sea reconocido como “temeroso de D’s y ducho en la labor del nikur”.

08 – Las costumbres respecto de la parte trasera

En virtud de la dificultad que encierra el nikur, en numerosas comunidades durante las últimas generaciones prefirieron vender la parte trasera del animal doméstico -que es donde se encuentran casi todos los sebos prohibidos y el nervio ciático con sus ramificaciones- a un gentil. El primero en mencionar esta costumbre (hace unos 500 años) fue Rabí David ben Zimrá (Radbaz 1:162) quien escribiera que así se acostumbró a hacer en Egipto y resultó ser “una práctica adecuada, ya que no todos son duchos en la tarea del nikur”. Y otro tanto escribió el autor del libro Shnei Lujot Habrit (Shelá Hakadosh – Rabí Yshaiahu Haleví Horowitz) que es así como se debía proceder, y de esa manera se actuaba en numerosas comunidades de Europa.

Sin embargo, no lo establecieron como norma obligatoria, y por ello, cuando no se encontraban suficientes gentiles que adquiriesen los cortes traseros -volvían a realizar el nikur y a comer esa carne.

La renuncia a los cortes traseros es significativa, ya que en esa parte se encuentra aproximadamente la mitad de la carne de la vaca y allí hay una carne especialmente buena y selecta. Sin embargo, la pérdida no es tan cuantiosa porque en la medida en que se adopta una actitud más estricta en lo referente al nikur de los sebos y el nervio ciático, la calidad de la carne que los rodea se ve más afectada, porque es preciso cortarla en más pedazos y mayores superficies de esta quedan al descubierto, por lo que es necesario sumergirlos en agua para kasherizarlos y salarlos, y el agua afecta muy negativamente la calidad y el aspecto de la carne. Además de ello, el esfuerzo requerido para la realización del nikur es muy considerable. El nikur de una sola pata trasera, especialmente del nervio ciático y sus ramificaciones, lleva entre una y dos horas y luego la carne queda tan cortada que sirve principalmente para ser picada o molida.

Hay otros que acostumbran a vender la mayor parte de los cortes traseros a los gentiles y llevan a cabo el nikur únicamente de los trozos más selectos (filé y lomo) en los que el procedimiento es relativamente sencillo y conveniente.

09 – Orden del procedimiento del nikur jerosolimitano

A raíz del encuentro que se dio en Jerusalém hace unos ciento cincuenta años entre los inmigrantes europeos (Ashkenaz) con las tradiciones sefaradíes del occidente y los judíos orientales, los rabinos ashkenazíes de Jerusalém instituyeron el “seder hanikur haierushalmi” o el ‘orden del procedimiento del nikur jerosolimitano’ de acuerdo con todas las medidas estrictas combinadas de los judíos sefaradíes, de los judíos de los países orientales y de los judíos europeos, cuando de hecho, la estrictez (jumrot) provino de las comunidades de los judíos de Ashkenaz, que pasaron por más destrucciones y destierros.

Dado que este procedimiento incluía a todas las congregaciones, de Jerusalém salió la instrucción, hasta que paulatinamente fue aceptada en todo el país, así como también en las diásporas. En este tipo de nikur se pierde entre un 13 y un 25 % del peso de los cortes traseros. Aún hoy hay comunidades tales como la yemenita y la marroquí en las que se continúa llevando a cabo el nikur de acuerdo con la tradición de sus ancestros sin tomar en cuenta las medidas estrictas de las demás congregaciones. Mediante estos procedimientos se pierde entre un 5 y un 10% del peso de los cortes traseros y quien desee confiar en estos puede hacerlo, sin embargo, en las supervisiones de kashrut destinadas al público en general, se suele tomar en cuenta a todas las tradiciones, y por ello se efectúa el nikur jerosolimitano.

Sin embargo, cuando se reconstruya el Templo, prontamente en nuestros días, será necesario tomar una decisión definitiva respecto a todas las dudas para definir con exactitud cuáles son los sebos y el nervio ciático, ya que en los sacrificios de shelamim, jatat, asham y pesaj es preceptivo quemar únicamente los sebos sobre el altar y el resto de la carne es preceptivo que sea ingerida, y no cabe adoptar una actitud estricta con la grasa del animal que desde la perspectiva legal está permitida. Nuevamente, de Jerusalém saldrá la Torá, cuando en el Gran Tribunal se definan todas las interrogantes.

01 – La prohibición de la ingestión de sangre

Junto a la autorización de comer carne, aunque ello no sea en el marco de un sacrificio, se nos prohibió ingerir la sangre, como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 12:20-23): “Cuando ensanche HaShem tu D’s tu territorio, como Él te lo ha hablado y digas: ‘He de comer carne’, … sacrificarás de tus vacunos y de tus ovinos que te ha dado HaShem a ti como te he ordenado. Comerás en tus ciudades con todo el deseo de tu ser… Empero ¡sé fuerte! para no comer la sangre, ya que la sangre es la vida; y no habrás de comer la vida con la carne…”. Esto es, la sangre tiene un cometido especial y es el de mantener con vida al alma (nefesh) del animal, y por ello, si bien la Torá nos permitió comer carne no nos autorizó a ingerir la sangre.

Hay dos tipos de sangre: “la sangre del alma” (dam hanefesh) y el resto de la sangre. Dam hanefesh es aquella que se expulsa a presión tras la faena y en esta sale el alma del animal, y quien la ingiere intencionalmente es pasible del castigo de caret, al tiempo que quien come del resto de la sangre es pasible de azotes (Tratado de Keritot 20(B), Shulján Aruj 67:1). En dam hanefesh resalta más claramente la vitalidad de los animales y por ello, cuando se ofrenda un sacrificio, esta sangre es asperjada para expiar por el alma (la vida de quien ofrenda).

De esto resulta que quien la ingiere atenta también contra la dignidad celestial (Kevod Shamaim), pues está comiendo de la sangre que debería ser asperjada sobre el altar. Tal como fuera dicho en la parashá que versa sobre los sacrificios (Vaikrá-Levítico 17:10-11): “Y cualquier hombre de la casa de Israel o del extranjero que morare entre ellos, que comiere cualquier sangre, dirigiré Mi furor contra la persona que come la sangre y la truncaré del seno de su pueblo. Ya que la vida de la carne en la sangre está, y Yo la he asignado a vosotros para expiar por vuestras vidas sobre el altar, ya que la sangre expía por el alma”.

Dado que la sangre está destinada a mantener el alma vital de los animales y no para ser ingerida por el hombre, los sabios medievales (rishonim) escribieron que quien come sangre puede adquirir características animales y el rasgo de la crueldad (Rambán, Sefer Hajinuj 148).

02 – Los límites para la prohibición de la ingesta de sangre

La prohibición de la ingesta de sangre recae sobre las especies más desarrolladas: los animales domésticos (behemot), los no domésticos (jaiot) y las aves, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 7:26): “Ninguna sangre comeréis en todas vuestras moradas, ni de ave ni de animal (doméstico)”, y los no domésticos están incluidos en los domésticos (Tratado de Keritot 21(B)). Sin embargo, en lo referente a especies menos desarrolladas tales como los peces y las langostas (no marinas sino los grillos o chapulines permitidos, N. de T.) no aplica la prohibición de ingerir su sangre. Esto es, la prohibición de la ingesta de sangre recae sobre las especies que requieren de faena y no sobre aquellas que no la precisan.

Tal como aprendimos (arriba 18:11) uno de los motivos del precepto de la faena ritual o shejitá es el de reducir el sufrimiento de las especies cuya carne consumimos, y el precepto aplica sobre aquellas especies que poseen un cerebro y un sistema nervioso más desarrollados en virtud de lo cual son más pasibles de sufrir. En cambio, en el caso de las especies menos desarrolladas como los peces y las langostas que sufren menos, no es preceptivo faenarlas ni se prohíbe consumir su sangre.

La sangre que está naturalmente impregnada o absorbida en la carne –se puede ingerir. Por lo tanto, se permite ingerir un trozo de carne cruda. Sin embargo, dado que al cortar la carne pudiera manar sangre sobre el sitio de corte, es preciso lavarlo y solamente después de ello se podrá comer la carne sin que medie una kasherización adicional (Shulján Aruj 67:1-2).

Cuando se cocina carne que no fue kasherizada, se prohíbe en su totalidad en virtud de la sangre que sale al ser cocida y que vuelve a impregnarse en la carne. Si se cocinase este trozo de carne en cuestión en un guisado, dado que no tenemos la posibilidad de estimar cuánta sangre contenía, adoptamos una actitud más estricta y consideramos a la totalidad del trozo como sangre, y en caso de que no hubiere sesenta veces más de volumen de guisado que de carne, el guiso entero quedará prohibido (Shulján Aruj 69:11).

Por lo tanto, es preciso kasherizar la carne con anterioridad a su cocción. Sin embargo, según la opinión de la mayoría de las autoridades halájicas medievales y de las últimas generaciones, rishonim y ajaronim, la kasherización de la carne está destinada a evitar una prohibición rabínica, ya que la sangre que se coció o fue salada está prohibida únicamente por prescripción rabínica, en virtud de que cambió de naturaleza y ya no es apta para ser asperjada sobre el altar.

03 – Modos de volver a la carne libre de la prohibición de sangre

Existen cuatro formas de kasherizar a la carne de la sangre que contiene: 1) salado, 2) asado, 3) inmersión en agua hirviendo, 4) inmersión en vinagre de vino.

El salado y el asado son procedimientos destinados a extraer la sangre de la carne. En el caso del salado, porque que la sal absorbe la sangre de la carne. Asimismo, el asado extrae los líquidos y la sangre de la carne y los quema. Sin embargo, después del salado o el asado queda aún en la carne un líquido rojo, pero según la Halajá este no está prohibido y no se lo considera sangre sino “jemar basar” o literalmente “vino de sangre”.

Más aun, aunque digamos que el salado y el asado no lograron extraer toda la sangre del interior de la carne, mientras el salado o el asado se hayan efectuado conforme a las reglas, no hay ya prohibición alguna sobre el líquido rojo que permanece en la carne y está permitido cocinarlo, ya que no corresponde que la prohibición recaiga sobre una sangre que los seres humanos no consiguen extraer de la carne, puesto que la Torá no fue entregada a los ángeles. Además, según la opinión mayoritaria de las autoridades halájicas, sangre que fue salada o cocida está prohibida únicamente por prescripción rabínica, y ellos (los sabios) nos ordenaron que tras el salado o el asado conforme a las normas ya no cabe temer más de la sangre que quede en la carne, y si llegase a fluir hacia afuera, estará permitido ingerirla (Rabenu Nisim).

A diferencia del salado y el asado que extraen la sangre de la carne, la inmersión en agua hirviendo o en vinagre no está destinada a extraer la sangre de la carne sino a aglutinarla en su interior de modo tal que ya no pueda moverse de allí ni siquiera por medio de la cocción. Dado que no hay prohibición respecto de la sangre que está absorbida o impregnada en el interior del trozo o corte, tras la inmersión, es posible cocinar la carne.

Sin embargo, los gaonitas (gueonim, grandes maestros de las yeshivot de Babilonia, N. de T.) prohibieron kasherizar la carne por medio de su inmersión en agua hirviendo o vinagre por temor a que el hervido no esté bien hecho. Esto se debe a que la inmersión en agua hirviendo depende de que esta consiga aglutinar la sangre por medio de un golpe de calor intenso, pero en caso de que el agua no haya hervido lo suficiente, o que no se sumerja a la totalidad del corte de una sola vez, o que el agua hirviendo resulte escasa en relación con la cantidad de carne –el agua hirviendo no logrará aglutinar la sangre en el interior de la carne.

Otro tanto ocurre la inmersión en vinagre, se teme que este no sea lo suficientemente fuerte para la tarea. Además, cabe temer que el vinagre se enrojezca un tanto, lo cual sería señal de que la inmersión no resultó exitosa, por lo cual quedarían prohibidos tanto la carne como el vinagre, y quizás las personas involucradas en la tarea no se percaten de ello (Tratado de Julín 111(A), Shulján Aruj 67:5, 73:2). Por lo tanto, quien desee cocinar carne, deberá kasherizarla inicialmente por medio de su salado o de su asado.

04 – La preparación de la carne para su salado

Antes de que pasemos a detallar el orden del salado en sus tres etapas, a saber, lavado, salado y enjuagado, es preciso anticipar que el salado sirve para extraer la sangre que está impregnada en la carne, pero no sirve para el caso de la sangre acumulada en los conductos sanguíneos importantes como por ejemplo los del hombro, la quijada o la lengua, porque esta sangre se considera como si estuviera acopiada en un recipiente. Por lo tanto, es preciso cortar estas venas previo al salado para que la sangre acumulada pueda salir (Shulján Aruj 65:1). El salado no sirve para los conductos sanguíneos que se encuentran en las meninges ni en los testículos del animal macho, a los cuales es preciso retirar o cuanto menos cortar para que la sangre pueda salir durante el salado (Tratado de Julín 93(A)).

Carne en la cual se hubiere acumulado sangre a raíz de un golpe que provocare un enrojecimiento, precisará ser cortada previo a su salado, a los efectos de abrir un pasaje por el cual la sangre pudiera salir. En caso de que tras el salado la carne continuase roja, ello no implicará prohibición. Cuando se kasheriza la carne por medio de su asado, no resulta necesario cortarla pues este método puede extraer la sangre acumulada sin necesidad de efectuar una incisión (Shulján Aruj 67:4, Kaf HaJaím 16).

Los gaonitas instruyeron que el salado resulta efectivo a condición de que no hubieren pasado más de tres jornadas (72 horas) desde el momento de la faena. En caso de que hubieran transcurrido, cabe temer que la sangre se haya secado al grado de que el salado no la pueda quitar. En un caso así, la carne podrá kasherizarse únicamente por medio de su asado, porque lo que el asado no logre extraer, posteriormente ya no habrá de salir. Sin embargo, a priori no se debe cocinar esta carne asada, no sea que hubiere quedado en ella sangre que el asado no pudiere extraer y saliere posteriormente durante la cocción.

A posteriori, si la carne fue cocinada después de haber sido asada –es kasher. A los efectos de no llegar a este tipo de complicaciones y evitar el error de kasherizar por medio del salado carne que lleva ya tres días de faenada, es oportuno tener la precaución de no dejar que la carne quede 72 horas sin ser kasherizada con posterioridad a la faena (Shulján Aruj y Ramá 69:12). El hígado puede ser dejado en espera ya que de todas maneras se kasheriza únicamente por medio de su asado (Jamudei Daniel, Pitjei She’arim 26).

Si antes de que pasen tres días de la faena se pone la carne en agua, el proceso de secado de la sangre se detendrá por lo que se permitirá kasherizar la carne por medio del salado tres días más tarde. A posteriori, si se retiran de la carne los hilos de sangre, nos podremos conformar con su enjuagado (shtifá), lo cual permitirá su salado durante los próximos tres días (Shulján Aruj 69:13, 16:33).

Hay quienes prohíben dejar la carne (sin kasherizar) durante tres días, aunque parte del tiempo esté congelada, por temor a que durante el lapso del congelamiento la sangre se seque y se adhiera a la carne (Yaskil Avdí I Yoré Deá 3; Shevet Haleví 2:25). Sin embargo, en la práctica, dado que durante el congelamiento la sangre no se seca, sino que se hiela, en caso de necesidad es posible congelar la carne durante largos meses y luego salarla, ya que el período de congelamiento no se suma a la cuenta de los tres días (Aruj HaShulján 69:79, Yad Yehudá 59, Yabía Omer II Yoré Deá 4 y 7:4).

Mientras que la carne se mantenga congelada, el salado y el asado no sirven para kasherizarla porque no pueden extraer la sangre que se encuentra en su interior. A los efectos de descongelarla, está permitido ponerla en agua caliente a una temperatura que no hace ‘retirar la mano’ (yad soledet bó) y evitar así que cocine la carne y le haga absorber la sangre hasta quedar prohibida (Beit Yosef 69:1).

05 – El lavado (hadajá)

La kasherización de la carne consta de tres etapas: lavado (hadajá), salado (melijá) y lavado (enjuagado), tal como dijeran nuestros sabios: “La carne no pierde su sangre a menos que primero se la lave con agua, acto seguido sea bien salada y luego, nuevamente, sea muy bien lavada, para de esa manera quitarle la sal con la sangre que hay en ella (Tratado de Julín 113(A)).

Hay varios motivos para lavar la carne antes de salarla. En primer lugar, para ablandarla, especialmente su superficie, y permitir así que la sangre fluya hacia afuera con mayor facilidad (Rabenu Nisim y Sha’arei Dura). A priori, para que el reblandecimiento sea profundo, se acostumbra a poner la carne en agua por media hora. Sin embargo, en caso de gran necesidad o apremio, cuando no hay tiempo para ello, cabe contentarse con un buen enjuague (Ramá 69:1). Además de ello, de no lavarse la carne de la sangre que se encuentra sobre su superficie, cabe temer que la sal absorba la sangre superficial y ya no tenga capacidad de absorción disponible para la que se encuentra al interior del trozo (Rabí Eliezer ben Yoel Haleví y Rabí Eliezer ben Natán).

Otro motivo es que quizás haya sangre adherida a la carne y de no ser retirada por medio de su lavado, se teme que en vez de que la sal absorba la sangre que se encuentra en el interior del trozo de carne, haga que la sangre superficial se infiltre en el interior de la carne por medio de un efecto que se asemeja al de la cocción, ya que la sal posee la propiedad que a veces cocina como si estuviese hirviendo (roteaj) (ver adelante 35:8), y entonces, el salado ya no habrá de poder extraer la sangre de la carne (Sefer Mitzvot Gadol y Sefer Mitzvot Katán). Sin embargo, en caso de gran necesidad no se prohíbe el consumo de carne que fue salada sin previo lavado, sino que se la vuelve a lavar y a salar (Shulján Aruj y Ramá 69:2).

Previo al salado es menester esperar hasta que el agua gotee de la carne, ya que, de no ser así, el agua habrá de disolver la sal y así esta se escurrirá de la carne y la sal restante no tendrá la capacidad de absorber la sangre de dentro. No obstante, está prohibido esperar hasta que la carne se seque, pues entonces, la sal no habrá de adherirse a la carne y no podrá absorber la sangre (Ramá 69:1, Siftei Cohen y Turei Zahav).

06 – El salado

Se esparce la sal sobre la carne hasta que no quede un sitio visible que no esté cubierto por el mineral, y se sala la carne hasta que llegue a un estado en el cual no sea comestible en virtud de su salobridad. Luego, ya no es necesario agregar más.

La sal precisa ser mediana, puesto que, si es fina como la harina, se teme que pueda verse absorbida en la carne y pierda su capacidad de extracción, y en caso de que sea demasiado gruesa, se teme que pudiera caerse de la carne (Shulján Aruj 69:3). La sal recomendada es denominada “sal gruesa para cocinar” (melaj gas lebishul). A posteriori, se puede utilizar también sal fina cual harina (Ramá), y obviamente se puede emplear nuestra sal de mesa que no es fina como la harina.

Se sala el trozo de carne en todos sus lados, y a posteriori, si se saló la carne de un solo lado y se cocinó –la carne estará autorizada. El salado de todos los lados del trozo de carne no aplica a los órganos interiores, y cada uno de estos precisará ser salado por separado. Por eso, en el caso del pollo, se extraen sus menudencias y se lo sala por fuera y por dentro, y a su vez las menudencias son saladas por separado en todos sus lados.

La carne que es salada debe ser puesta en un recipiente con orificios o sobre una bandeja colocada en pendiente, para que la sangre de la carne vaya goteando o fluya, ya que, de permanecer contigua a la carne, se teme que sea reabsorbida, y también se teme que pudiera bloquear la salida de aquella sangre que aún se encuentra en el interior del corte (Shulján Aruj 69:16-18).

A priori, es preciso dejar la carne con sal durante una hora, y en caso de necesidad, cabe conformarse con dieciocho minutos. En caso de que la carne hubiese estado con sal por menos de dieciocho minutos y fuese cocinada, por cuanto que aun contiene sangre, quedará prohibido ingerirla (Shulján Aruj 69:6, Ramá 11 y Turei Zahav 30).

La carne permanece con sal el mismo período de tiempo tanto si se trata de un trozo del tamaño de una aceituna o si el espesor del corte es de medio metro, ya que nuestros sabios no establecieron diferencias en los lapsos. Esto es así ya que la sal extrae toda la sangre que puede fluir libremente hacia afuera de la carne, y los líquidos que no sean absorbidos por esta, aunque sean de color rojo, para los efectos de la Halajá ya no se los considera como sangre.

Se puede salar numerosos trozos de carne y colocarlos en una pila, uno sobre el otro, hasta que la sangre salga de ellos. Incluso si entre estos se encuentran pedazos de carne de toro de los cuales sale abundante sangre, y otros que son de pollo de los cuales sale poca, y no se teme que la sangre que salga de la carne de toro ingrese a la del pollo, ya que la carne expulsa su sangre o su liquido durante las doce horas posteriores al salado, y durante ese lapso no absorbe sangre que caiga sobre ella. Incluso si en la pila hay un trozo que posee un receptáculo que hace que allí se concentre la sangre que sale de los demás pedazos, este no se lo prohíbe, y tras el salado se lo lavará junto a los demás trozos y quedará habilitado. No obstante, a priori, es preciso colocar el trozo en cuestión con su receptáculo orientado hacia abajo para que no se acumule allí la sangre que sale durante el salado (Shulján Aruj y Ramá 70:1, 5 y 6).

07 – El lavado posterior al salado

Tras la conclusión del salado es preciso lavar (enjuagar) la carne con agua, y en la práctica, las autoridades halájicas instruyeron hacerlo tres veces, y cada una de estas con un agua diferente que no contenga restos de sangre. Cuando se enjuaga la carne bajo el flujo del agua de la canilla no es preciso hacerlo tres veces, alcanza con enjuagar hasta que no quede sobre la carne nada de sal ni de sangre.

La sal con la cual se saló la carne, aunque se hubiere secado y no resultase visible que tenga sangre impregnada en su interior, quedará prohibida para su uso y no deberá ser utilizada para salar otro trozo de carne (Ramá 69:9).

Una carne que ha sido salada como corresponde y luego sale de esta un líquido rojo, desde el punto de vista de la Halajá no se lo considera sangre sino “jemar basar” o “vino de sangre”, esto es, el líquido rojo que sale de la carne. Incluso, si se hubiere cortado la carne y del sitio de la incisión saliere un líquido rojo, según la gran mayoría de las autoridades halájicas este no estará prohibido, ya que tras el salado todo líquido rojo que queda en la sangre es apto para su consumo.

Sin embargo, según la opinión del Rambám (Hiljot Maajalot Asurot 6:10), el salado sirve únicamente para extraer la sangre de la parte exterior de la carne, pero en el interior continúa habiéndola. Por ello, tras el segundo enjuague, es preciso sumergir la carne que ya fue salada en agua hirviendo, para que la sangre que quedó en su interior se adhiera y se pegue a la carne y ya no salga durante la cocción, y por lo tanto, entrará en la categoría de ‘sangre de los órganos que no ha sido derramada’ (dam eivarim sheló parash), lo que quiere decir que no está prohibida. En caso de que no se hubiere sumergido la carne en agua hirviendo, el líquido rojo que sale de esta por sí solo o a raíz de un corte quedará prohibido por tratarse de sangre. Y en caso de que la carne fuere cocida, será prohibida. Sin embargo, si tras la inmersión en agua hirviendo saliere de la carne un líquido rojo, se tratará de ‘jugo’ (mohal) y no estará prohibido.

En la práctica, la costumbre extendida es de no temer de lo sostenido por el Rambám (Ramá, Bait Jadash, Levush y Prí Jadash) y solo entre los inmigrantes del Yemen hay quienes sí acostumbran a adoptar una actitud más estricta y proceder según la posición del Rambám. Hay quienes sostienen que las palabras del Rambám fueron dichas respecto del salado de dieciocho minutos, pero que, si se deja a la carne en sal durante una hora, tal como se acostumbra a hacer hoy en día, toda la sangre sale o se aglutina en la carne, y en un caso así, según el Rambám no es necesario sumergir posteriormente la carne en agua hirviendo. E incluso si saliere de la carne un líquido rojo este no estará prohibido (Aruj HaShulján 69:36-40), y hasta los judíos procedentes del Yemen que acostumbran a sumergir la carne en agua hirviendo, en caso de necesidad, pueden confiar en este procedimiento.

08 – Órganos especiales

Huesos que contengan médula deben pasar por lavado, salado y lavado al igual que la carne, y el salado que se lleva a cabo sobre el hueso sirve para la médula que se encuentra en su interior. En caso de que la carne hubiese sido salada junto con los huesos, el salado de la carne es también válida para estos (Ramá 71:3, Siftei Cohen 11).

Corazón: en el interior de las cavidades del corazón se acumula cuantiosa sangre, por ello primeramente es preciso cortarlo y lavar la sangre remanente al interior de las cavidades para luego salarlo o asarlo. A posteriori, si el corazón fuese salado o asado sin ser lavado, deberá ser cortado para enjuagar la sangre acumulada en las cavidades (Mishná Tratado de Julín 109(A), Shulján Aruj 72:1-2).

Las vísceras, desde el estómago hasta el recto no requieren de salado por cuanto que no son considerados órganos que contengan sangre. Esto es, su sangre es tan escasa al grado que no es perceptible, y por lo tanto, no se teme que salga de estas. Solamente en caso de que se vea un sitio de las vísceras con un aspecto rojo –ello significará que allí se ha acumulado sangre por lo que habrá que salarlo. La grasa que se encuentra sobre las vísceras, así como el resto de la grasa y de la carne requieren de salado. En el caso de la panza o rumen, el retículo o redecilla y el omaso o librillo, si bien hay quienes adoptan una actitud más flexible y los consideran parte de las tripas que no requieren de salado (Shulján Aruj 75:1), en la práctica es preciso salarlos como al resto de la carne (Ramá, Pri Jadash, Mejaber (Majazik Berajá) del Rav Jaím Yosef Azulay, Zivjei Tzedek del Rav Abdala Somej).

Hígado y bazo: la totalidad del hígado es sangre, y por ello es kasherizado únicamente por medio de su asado (adelante 12).  Sin embargo, el bazo del animal, si bien es rojo como el hígado, entra en la categoría del resto de la carne y puede ser kasherizado por medio del salado. El bazo del animal doméstico precisa ser pelado del sebo que está adherido a él (Shulján Aruj y Ramá 74:1). Dado que ello implica un gran esfuerzo, se acostumbra a no kasherizarlo y venderlo a los gentiles.

09 – La cuestión de la sal en el caso de las personas enfermas

Hay personas enfermas a las que la sal les perjudica la salud, por ejemplo, aquellas que padecen de hipertensión, y la carne salada, según la norma, no les resulta saludable. Pues si bien la carne es lavada después de su salado, parte de la sal es absorbida por la carne y ello torna al corte peligroso para ellos. La primera solución es kasherizar la carne por medio de su asado. ya que de ese modo no resulta necesario hacer uso de sal. Si bien a priori, previo a su asado, se sala un poco la carne, en caso de necesidad cabe adoptar hacia ello una actitud flexible (adelante halajá 10). Cuando la persona enferma no puede comer de la carne asada, tras asarla se la puede cocinar para así ablandarla.

Asimismo, es posible kasherizar un trozo de carne muy grande por medio de su salado y luego cortar la capa exterior en la que el sabor salado es perceptible y darle a la persona que no tolera la sal la parte interior que carece de esta.

En caso de que estas soluciones no resulten apropiadas, se podrá kasherizar la carne por medio de su inmersión en agua hirviendo (jalitá, arriba 3). Si bien los gaonitas adoptaron a priori una actitud estricta e indicaron que no se kasherice por medio de jalitá, en caso de gran necesidad o apremio (sheat hadjak) instruyeron que se kasherice por medio de la inmersión de la carne trozada en trozos pequeños en agua hirviendo, teniendo el recaudo de que al colocar cada trozo el agua hierva y genere vapor (Kneset Haguedolá, Majazik Berajá del Rav Jaim Yosef David Azulay 69:51). De esta manera es posible realizar la jalitá para una persona enferma (Yeshuat Moshé 47, Shmirat Shabat Kehiljatá 40:100).

10 – El asado

Así como el salado kasheriza la carne por medio de la extracción de sangre, de igual manera el asado la extrae y la quema. El poder del asado es mayor que el del salado ya que este último procedimiento no es relevante para carne que tras la faena haya permanecido tres días sin ser kasherizada, puesto que la sangre en su interior se ha secado, al tiempo que en esa situación el asado sí resulta efectivo (ver arriba 4). Asimismo, el salado no puede extraer sangre que se hubiere acumulado en la carne sin que se efectúe un corte en el sitio de la acumulación, al tiempo que el asado logra extraerla sin que resulte necesario cortar ese lugar (ver arriba 4). El salado no sirve para el caso del hígado ya que todo este es sangre, empero el asado sí logra kasherizarlo (adelante 12).

Así es el orden del asado: se lava la carne de los restos de sangre que tenga sobre su superficie. Inmediatamente antes de asar la carne es oportuno salarla un poco. Se la asa hasta que esté comestible y de ese modo se vuelve kasher. Ahora pasemos a explicarlo con mayor detalle:

Previo a la kasherización de la carne por medio del asado se enjuaga la carne de la sangre que se encuentra en su superficie, pues hay quienes dicen que cabe temer que el procedimiento del asado haga que esta se vea absorbida al interior de la carne. A posteriori, si se asó la carne sin enjuagarla previamente, mientras se trate de sangre que hubiere salido del trozo mismo –será kasher, pero en caso de que la sangre que estaba en la superficie proviniese de otro trozo –la carne asada se prohibirá (debiéndose cortar una capa de la carne a lo largo de todo el lado en cuestión, “kedei netilá”, o inhabilitándose la totalidad del pedazo).

A priori, previo al asado se echa un poco de sal sobre la carne para que esta ayude al fuego a extraer la sangre. En caso de no haberse echado sal, la carne es apta o kasher. Tras el salado de la carne, es preciso colocarla de inmediato sobre el fuego pues si permanece en sal por varios minutos la sangre comenzará a salir y será necesario volver a enjuagar el trozo de carne antes de ponerlo a asar.  No obstante, a posteriori, en caso de que se hubiere olvidado de enjuagarlo, el asado será kasher porque este procedimiento tiene la capacidad de volver apta a la carne, aunque la sangre que salga de esta se encuentre por encima de la carne (Shulján Aruj y Ramá 76:2).

Hay quienes acostumbran a enjuagar la carne tras su asado para asegurarse de que no quede ni una pizca de sangre (Ramá 73:5, 76:2). Sin embargo, cuando se desea comer carne asada, el enjuagado o lavado afecta negativamente su sabor, por lo que es posible ingerirla sin enjuagar ya que se confía y se asume como cierto que el fuego quemó toda la sangre que salió del trozo en cuestión.

11 – Cuánto asar y cómo

El asado que torna apta la carne es aquel que asa hasta que el trozo sea comestible para la mayoría de las personas en caso de gran necesidad o apremio, esto es, la mitad de su asado, o sea, la mitad del tiempo que lleva el asado completo, que es el punto óptimo en el cual la carne está en su mejor condición para todas las personas. Luego, aunque salga jugo rojo de la carne, desde el punto de vista de la Halajá no se lo considera sangre sino “jemar basar” o “vino de carne” (en español le llamaríamos jugo), y puede ser ingerido (Ramá 76:2).

Cuando se desea cocinar la carne con posterioridad a su asado, es bueno asarla por completo.

Se permite, e incluso se recomienda dar vuelta la carne asada de un lado a otro para que se ase bien. Asimismo, se permite hacerlo varias veces. No obstante, a priori, es bueno abstenerse de girarla rápidamente y de forma continua pues cabe temer que de ese modo la sangre que salga de la carne gire sobre esta y vuelva a ingresar (Ramá 76:2, Minjat Ya’akov 9:6). Sin embargo, a posteriori, si se asó de esa manera, la carne será apta, pues también de este modo el fuego quema la sangre que sale de la carne (Yad Yehudá Aroj 7).

Se permite asar de una vez numerosos trozos de carne y no se teme que la sangre que salga del trozo superior sea absorbida por el que se encuentra por debajo, ya que naturalmente la sangre que es extraída de la carne por medio del asado o el salado se desliza y no es absorbida (mishrak sharek).

Cuando se asa de una vez una pila de trozos de carne, cada pedazo que se torna apropiado de ser ingerido para la mayoría de las personas en caso de gran necesidad o apremio –es apto (kasher). Es posible extraer al pedazo de la pila e ingerirlo a pesar de que aun haya encima suyo y a su lado trozos que aún no fueron kasherizados.

12 – El hígado

El hígado está lleno de sangre, al grado de que afirmaron que es “todo sangre”, y pesar de ello es posible comerlo, ya que la Torá no prohibió sino la sangre que se vierte cual agua, y al hígado se lo considera como sangre coagulada (Levush).

Según la opinión de Rabenu Tam, se puede kasherizar el hígado por medio de su salado, pero dado que está lleno de sangre, previo al salado es preciso cortarlo a lo largo y ancho (shti vaerev – cuadriculado) y colocarlo con los cortes hacia abajo para que salga la sangre. Sin embargo, en la práctica se sentenció que no se kasherice el hígado por medio de su salado ya que está lleno de sangre y el salado carece del vigor necesario para extraer toda la sangre que resulta necesario sacar de acuerdo con la Halajá. Por lo tanto, se puede kasherizar el hígado únicamente por medio de su asado y tras haber sido asado como corresponde puede ser cocinado.

Es preciso cortar los conductos sanguíneos grandes del hígado previo a su asado, para que la sangre pueda salir de estos con facilidad. En la práctica, dado que se corta la vesícula biliar adherida al hígado, se genera la apertura necesaria y por ello no es obligatorio efectuar cortes suplementarios en el hígado previo a su asado.

A priori, cuando se asa hígado junto a un trozo de carne común, no se debe colocar al primero sobre el segundo por cuanto que el hígado contiene mucha sangre que se secretará sobre la carne. A posteriori, la carne que se encuentra bajo el hígado es apta para su ingestión, ya que la abundante sangre que sale del hígado se desliza (mishrak sharek) o resbala y no es absorbida por el trozo de carne que se encuentra debajo suyo, el cual a su vez también se va kasherizando por medio de su asado (Tratado de Julín 111(A), Shulján Aruj 73:4).

13 – El fuego y los utensilios para asar

El asado puede efectuarse sobre un fuego descubierto mientras la carne está sujetada por una red o un pincho o brocheta, y la sangre que sale de esta cae sobre el fuego. Es también posible asar la carne colocándola directamente sobre una superficie metálica muy caliente en virtud de un fuego o de calentadores eléctricos que arden bajo esta.

Si esta superficie metálica es lisa, la sangre sale de la carne y fluye hacia los costados y lo poco que queda bajo la carne se quema y elimina. Pero si la superficie es rugosa o si posee concavidades, es correcto inclinarla para que la sangre que salga de la carne fluya hacia abajo y no quede atrapada debajo de la carne. Está prohibido asar sobre un utensilio o una superficie que posean un receptáculo, porque entonces la sangre no puede fluir hacia los costados, y por ende se verá absorbida por la carne y la tornará prohibida definitivamente, tal como la cocción de una carne que no fue salada la torna prohibida para siempre.

Se permite asar carne dentro de un horno a gas o eléctrico y se permite cerrarlo durante el asado. No hace diferencia si los calentadores se encuentran debajo de la carne, a los costados o por encima de esta.  Siempre y cuando la carne se ase como corresponde y la sangre tenga hacia donde fluir -será apta. A los efectos de que el piso del horno no se ensucie ni quede prohibido en virtud de haber absorbido sabor a sangre, es preciso colocar un receptáculo que recoja la sangre que salga de la carne.

Hay quienes son estrictos (majmirím) y tienen el recaudo de no cortar la carne que está sobre el fuego con un cuchillo hasta que no concluya su kasherización, porque entonces, ese cuchillo habrá de absorber de la sangre y será necesario kasherizarlo por medio de su exposición a un calor intenso (libún) sobre el fuego. Y hay quienes adoptan una actitud más estricta y prohíben la brocheta sobre la cual se asó la carne porque esta absorbe sangre, y por ello, antes de que vuelva a ser empleada con otra carne es preciso kasherizarla por medio de su exposición a un fuego intenso (libún). Por último, están los que adoptan una actitud estricta e instruyen retirar la carne de la brocheta inmediatamente después de sacarla del fuego, pues de no hacerlo así, se teme que la carne pudiera absorber de la brocheta sabor a sangre.

Sin embargo, en la práctica se sentenció de acuerdo con la opinión flexible en estas tres normas, ya que la acción de asar es kasherización, y si vuelve apta la carne prohibida cuánto más que no torna en prohibidos los utensilios que estuvieron en contacto con esta durante el proceso (Rosh, Shulján Aruj 76:4). En efecto, hay quienes dicen que a priori se debe tomar en cuenta la opinión de los que detentan la actitud estricta, y esta es la costumbre de muchos de los ashkenazíes. Pero en la práctica, estos últimos pueden también adoptar la postura flexible que se condice con la opinión de la mayoría de los sabios medievales y volver a utilizar la brocheta, la red y el cuchillo sin necesidad de exponerlos previamente a un calor intenso de fuego (libún).

14 – Sangre de peces, langostas y seres humanos

La prohibición de la ingestión de sangre recae sobre la de todas las especies que por ser puras es preciso faenarlas para que su carne sea apta para ser ingerida, esto es, la sangre de las especies de animales domésticos, no domésticos y aves, pero no aplica para la de los pescados y las langostas (grillos o chapulines) (arriba halajá 2). Sin embargo, por el principio de que no se hace algo que, aunque esté permitido pueda ser vista o percibida como una acción indebida (mar’it ain, literalmente ‘la vista del ojo’), queda prohibido ingerirlo por prescripción rabínica, (si no resulta claro y evidente que la sangre en cuestión es de peces o langostas), no sea que las personas por error aprendan así a comer sangre prohibida. Por ello, cuando se reúne sangre de peces en un recipiente, está prohibido beberla por prescripción rabínica, y ello estará permitido solamente si resulta claro y evidente que lo es, por ejemplo, si se colocó en el recipiente algo de escamas o trozos de pescado (Shulján Aruj 66:9). En caso de que se hubiese mezclado en el alimento sangre de peces o langostas, mientras no resulte perceptible –la mezcla estará permitida (Ramá 66:10).

La ingesta de sangre humana no está prohibida por la Torá, pero nuestros sabios vedaron comerla por el principio de ‘mar’it ain’ (especificado en el párrafo anterior). Por lo tanto, quien da un mordisco a un trozo de pan o a una manzana y queda sobre éstos sangre de su boca, es preciso raspar la sangre del pan o de la manzana para posteriormente poder seguir comiendo de ellos. Sin embargo, sangre que salió de entre los dientes está permitido succionarla por cuanto que aún no salió del cuerpo, y por ende, no recae sobre esta prohibición alguna. Más aún, una persona tiene permitido succionar o lamer sangre que sale de un dedo por cuanto que resulta visible que no se trata de la sangre de un animal doméstico o de un ave (Shulján Aruj 66:10, Kaf HaJaím 47).

01 – La prohibición

Es precepto de la Torá no ingerir sheratzim, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:43-44): “No haréis impuras a vuestras almas con todo reptil (sheretz) que repta, y no os mancillaréis con ellos ya que ellos os impurificarán. Ya que Yo soy HaShem vuestro D’s, y habréis de consagraros y seréis consagrados, ya que Yo soy Santo. Y no habréis de mancillar vuestras almas con todo reptil (sheretz) que se arrastra sobre la tierra”.

Existen tres tipos de sheratzim: los del agua, los de la tierra y los de las aves, y la Torá ordenó por separado respecto de cada uno de ellos.

Respecto de los del agua, fue dicho (ídem 10-11): “Empero todo el que no tiene aletas y escamas en los mares y en los ríos, de todo lo que pulula en las aguas (sheretz hamaim), y de todo lo que vive en las aguas, abominable será para vosotros y abominables serán para vosotros, de su carne no podréis comer y su cadáver abominaréis”. Entre los sheratzim del agua se incluyen cangrejos, sanguijuelas, gusanos acuáticos e incluso lobos marinos. Empero todo aquel que posea forma de pez y nade como un pez, si carece de aletas y escamas está prohibida su ingestión por ser un pez impuro y no por ser un sheretz acuático (Rambám Hiljot Maajalot Asurim 2:12).

Respecto de los sheratzim de la tierra, fue dicho (Vaikrá-Levítiico 11:41-44): “…y todo reptil que repta sobre la tierra (hasheretz hashoretz al haaretz), abominación es, no habrá de ser comido. Todo lo que se arrastra sobre el vientre y todo lo que anda sobre cuatro (patas) -y todo lo que tiene muchos pies- entre todo reptil que repta sobre la tierra (hasheretz hashoretz al haaretz), no podréis comerlos ya que son abominación… Y no habréis de mancillar vuestras almas con todo reptil que se arrastra sobre la tierra”.

Entre los sheratzim de la tierra se incluyen los gusanos, las arañas, las hormigas, los escarabajos, los lagartos o lagartijas, las serpientes, los escorpiones y los ratones. Empero todo aquel que se vea como animal doméstico (behemá) o no doméstico (jaiá), si carece de las señales de pureza, su ingestión estará prohibida por tratarse de un animal impuro y no por caer en la categoría de sheretz de la tierra.

En lo que refiere a los sheratzim entre las aves, fue dicho (Devarim-Deuteronomio 14:19): “Todo bicho alado, impuro es para vosotros, no podrán ser comidos”. Esto incluye a las moscas, los mosquitos, las abejas, las avispas, los saltamontes impuros y similares. Empero aquel que se vea que vuela como un ave, si no pertenece a la familia de las aves puras, estará prohibida su ingestión por tratarse de un ave impura y no por ser un sheretz volador.

Del hecho de que la Torá haya traído numerosas veces la prohibición de los sheratzim bajo diferentes denominaciones nuestros sabios aprendieron que el castigo para quien ingiera un sheretz acuático es de cuatro series de azotes, para quien ingiera un sheretz de la tierra cinco series de azotes y para quien ingiera un sheretz volador seis series de azotes (Tratado de Macot 16(B)).

En esto vemos que la prohibición de ingerir sheratzim es más grave que el resto de las prohibiciones alimentarias, pues quien come un pescado impuro, un animal impuro como el cerdo o un ave impura como el cuervo es pasible de una sola serie de treinta y nueve azotes al tiempo que quien ingiere sheratzim debe pasar por varias. Además, por lo general solo quien ingiere el volumen equivalente a un kazait es pasible del castigo establecido por la Torá, pero en el caso del sheretz estamos ante un rigor suplementario, ya que se trata de un ser vivo entero (briá) y todo aquel que come un sheretz, por pequeño que sea, es pasible de recibir el castigo estipulado por la Torá (Mishná Macot 13:1, Tratado de Shevu’ot 21b).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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