Pninei Halajá

21. Beit Kneset, Tzitzit y Tefilín.

01. El precepto de construir un Beit Kneset.

En todo lugar donde viven diez judíos deben dedicar un sitio especial en el cual rezar y que sea para ellos un pequeño santuario. A este recinto se le llama «Beit Kneset» o sinagoga (Rambám Hiljot Tefilá 11:1).

Es importante destacar que la sinagoga no es solamente un sitio que posibilita llevar a cabo rezos con «Minián» sino que tiene un valor propio e intrínseco pues se trata de un recinto destinado a cuestiones relativas a la santidad y la Divina Presencia reposa en él. Construir una sinagoga es un precepto muy importante, tal como está escrito (Shemot 25:8): «Y Me harán un santuario y moraré en medio de ellos». Este versículo se refiere principalmente al precepto de construir el sagrado Templo de Jerusalém, pero un desprendimiento de este mandamiento refiere al deber de construir sinagogas (Peninei Halajá Likutim 1:1). Sobre esto dijo el profeta Ezequiel (11:16): «He sido para ellos como un pequeño santuario o santuario en miniatura» y Rabí Itzjak explica (Talmud Babilonio Tratado Meguilá 29(A)) que se refiere a las sinagogas y casas de estudio.

Las sinagogas y casas de estudio cobraron una especial importancia tras la destrucción del Templo de Jerusalém, por cuanto que al salir al exilio junto con la Divina Presencia ya no podemos peregrinar y presentarnos ante Hashem y por lo tanto en estos recintos tenemos la posibilidad de preservar el recuerdo de la revelación de la Divinidad que experimentábamos antaño. Asimismo, los rezos que se recitan en las sinagogas fueron establecidos de acuerdo con las ofrendas que se sacrificaban en el Templo de Jerusalem. De esto inferimos que la construcción o establecimiento de una sinagoga cumple un doble propósito: por una parte ayuda a que se lleven a cabo regularmente los diferentes rezos y por la otra funge como «pequeño santuario», esto es, como suerte de recuerdo de la santidad que irradiaba el sagrado Templo de Jerusalém (ver Peninei Halajá Likutim I cap. 6 sobre leyes referentes  a la sinagoga y aquí se traen únicamente aquellas que corresponden a la mujer).

Dada la gran importancia que encierra la institución sinagogal todos los miembros de la congregación están obligados a participar en el financiamiento de su construcción. En caso de haber judíos que no están interesados en aportar para la construcción, los líderes comunitarios pueden  forzarlos a hacerlo (Shulján Aruj 150:1, ver allí que se acostumbraba a dividir los aportes según el nivel de ingresos y en otros sitios según el tamaño de la familia).

Entendemos que la mujer también forma parte del precepto de construir la sinagoga y es bueno que haga aportes económicos con este fin. Si bien la mujer no está preceptuada de rezar en la sinagoga, como es considerada miembro de la comunidad debe participar del precepto de erigir el «pequeño santuario». En la generación del desierto las mujeres donaron sus joyas para el tabernáculo. Además, las mujeres asisten de tanto en tanto a la sinagoga y tal como vimos anteriormente (20:2) ello realza y eleva particularmente sus plegarias. De todas maneras, si una mujer no quiere participar del financiamiento de la construcción de una sinagoga, entendemos que no se le puede obligar a contribuir por cuanto que no está preceptuada de rezar en ella.

02. ¿Cómo elegir sinagoga?

Es preceptivo escoger un sitio fijo en el cual rezar, esto aplica también para la mujer que debe tener una sinagoga fija a la cual asistir en sábados y días festivos, y de ser posible es bueno tener un sitio fijo dentro de la misma (Peninei Halajá Tefilá 3:2).

Cuando existe la posibilidad de rezar en más de una sinagoga es bueno elegir de acuerdo con las reglas estipuladas por nuestros sabios. Una casa de estudio (Beit Midrash) es más sagrada que una sinagoga (Shulján Aruj Oraj Jaím 90:18). Una sinagoga en la cual se llevan a cabo más clases de Torá antecede a aquella en la que se estudia menos. Además, es preferible asociarse a aquella congregación en la que se estudia más Torá.

En un sitio donde hay dos sinagogas, en una rezan muchos y en la otra pocos, es preferible escoger la más concurrida pues «a mayor presencia popular mayor es la Gloria del Rey» (Mishná Berurá 90:55). Sin embargo, si en la sinagoga más grande es difícil escuchar con claridad al oficiante, es mejor escoger aquella en la que se lo pueda oír cabalmente (Mishná Berurá 90:28). Vemos entonces que la regla es la siguiente: es preferible que las sinagogas sean lo más grandes posible ya que de esa manera aumenta la Gloria Celestial. Empero hay un límite a partir del cual, por ser tantos los feligreses, no se oye bien al oficiante.

Si en una sinagoga se acostumbra a hablar durante el rezo  y en la otra no, es preferible rezar en aquella en la que se respeta más el servicio ya que es más fácil concentrarse durante el mismo (Sefer Jasidim 770).

La regla más importante indica que lo principal es la concentración o intención (kavaná) y por lo tanto más allá de todas las reglas estipuladas por nuestros sabios, el sitio donde la persona logra concentrarse mejor es el preferido (ver Ridbaz III: 702).

Es preferible elegir un beit kneset en el cual se ora según la costumbre de los padres. Pero cuando la mujer sabe con certeza que podrá concentrarse mejor en uno en el cual se reza según otras costumbres, que vaya al que se pueda concentrar mejor.

En el caso de que el marido prefiera una sinagoga y la esposa otra y éstas tengan diferentes horarios de rezo, la mujer debe ir junto a su marido ya que él reza fijo en su sinagoga por estar preceptuado de hacerlo. Además en todo lo referente a costumbres y halajot se actúa de acuerdo a la usanza del marido, tal como se verá más adelante (24:4).

La mujer es recompensada por cada paso que da al ir a la sinagoga. Por lo tanto, si la sinagoga predilecta se encuentra un poco distante de su casa es mejor asistir a ésta y no debe lamentarse del esfuerzo que implica la caminata, ya que a cada paso recibe un gran  beneficio. Esta cuestión fue revelada a una mujer, tal como lo vimos anteriormente (20:2, Tratado de Sotá 22(A)).

03. La santidad de la sinagoga.

Es preceptivo conducirse con temor reverencial en la sinagoga de acuerdo con lo que reza el versículo (Vaikrá 19:30): «Y mi santuario habréis de temer» ya que la santidad de la sinagoga se deriva y asemeja en cierta forma a la del Templo de Jerusalém.

Todo aquel que hace uso de la sinagoga para necesidades profanas denigra su santidad, ya que este recinto tiene como único cometido albergar cuestiones relativas a la santidad, estudio de Torá, rezo y cumplimiento de preceptos. Por esta razón no se debe hablar de temas económicos en el Beit Hakneset y por supuesto que no se pueden hacer bromas o contar chismes. Está permitido llevar a cabo en una sinagoga reuniones por cuestiones relativas al cumplimiento de un precepto por ejemplo: colectar dinero para los pobres o juntar donativos para una Yeshivá.

Es preceptivo honrar el espacio físico de la sinagoga y mantenerla siempre limpia. Quien tiene barro en las suelas de sus zapatos debe quitarlo antes de entrar (Shulján Aruj 151:6-7).

No se debe entrar a la sinagoga si no es a los efectos de estudiar Torá o rezar. Incluso si afuera llueve no se puede entrar para tomar resguardo. En verano está prohibido entrar para sentarse en un sitio sombreado. Si la mujer que entra tiene la intención de estudiar o rezar, aunque también procura ponerse a resguardo de las inclemencias del tiempo, tiene permitido ingresar.

Una persona que necesita ingresar a la sinagoga para llamar a alguien por una cuestión urgente puede hacerlo, pero antes de ello, deberá sentarse unos instantes y recitar algún versículo, de modo que no haya entrado únicamente por sus asuntos privados (Meguilá 28, Shulján Aruj Oraj Jaím 151:1).

En una sinagoga en la que no se acostumbra a llevar a cabo comidas alusivas al cumplimiento de preceptos, es preferible, a priori, guiarse según la opinión del «Maguén Abraham» en cuanto a que no se deben celebrar banquetes por el cumplimiento de preceptos, tales como Brit Milá, Rescate del Primogénito, Bar Mitzvá o banquete nupcial (Sheva Berajot) en los que se sirva vino. Sin embargo según esta opinión se permite servir un bocadillo para celebrar la finalización del estudio de un tratado del Talmud. En caso de que en la sinagoga en cuestión se acostumbra, desde su fundación, a celebrar banquetes de celebración por el cumplimiento de preceptos, éstos pueden ser llevados a cabo según todas las opiniones. Esto siempre y cuando se tenga cuidado de evitar toda conversación vana, conductas inapropiadas y el abuso del alcohol. Asimismo se debe tener cuidado de no sentar juntos hombres y mujeres en la sinagoga. Aquellos que procuran actuar de un modo más flexible, pueden llevar a cabo banquetes de celebración por el cumplimiento de preceptos también en sinagogas en las que no se acostumbró a hacerlo desde su fundación, ya que la mayoría de los juristas lo permite (Peninei Halajá Likutim I 6:8, ver allí todo el capítulo).

04. No traer a la sinagoga niños que puedan perturbar el rezo.

Una mujer no puede pararse a rezar con un niño delante suyo pues éste puede distraer su concentración (Mishná Berurá 96:4). Obviamente, tampoco se puede traer a la sinagoga en horario de rezos a bebés o niños pequeños que no saben rezar  pues pueden molestar a los orantes.

Quien trajo a su hijo a la sinagoga y éste comienza a molestar al rezo público, aunque se encuentre en medio de la Amidá deberá tomarlo de la mano, retirarlo y continuar rezando afuera. Otro tanto ocurre con la señora que trajo a su hijo a la sección de las mujeres de la sinagoga (ver arriba 14:2).

Si bien se considera una costumbre piadosa traer niños a la sinagoga para que absorban el ambiente de santidad que de ésta se desprende, la tradición aplica en los horarios en los que no hay rezos.

A los efectos de clarificar la importancia de esta cuestión, he de recordar aquí los conceptos de Rabí Ieshaiahu Horowitz (השל»ה הקדוש) quien escribió en nombre del autor del libro «Orjot Jaím»:

«La conversación de los niños en la sinagoga es una gran prohibición. En nuestros días los niños pequeños vienen a la sinagoga a los efectos de traer castigo sobre quienes los traen, ya que con su asistencia profanan la santidad de la casa de nuestro D´s al jugar en esta como si se tratase de una calle cualquiera de la ciudad. Un niño juega con el otro, otro golpea a su compañero, uno ríe y otro llora, uno habla y el otro grita, uno corre para aquí y el otro corre para allí. Hay incluso quienes hacen sus necesidades en la sinagoga haciendo que todos comiencen a gritar «¡agua!  ¡agua!». En otros casos el padre le da al niño un libro y este lo tira al piso o lo rompe en una docena de pedazos. En resumen, los juegos de los niños en la sinagoga devienen en la pérdida de concentración de quienes rezan, profanándose así el Nombre Divino. Por lo tanto, quien trae un niño pequeño a la sinagoga no debe de esperar recibir por ello recompensa, sino más bien le es dable esperar una desgracia. Lo peor de todo es que estos niños pequeños al crecer continuarán faltando el respeto a la sinagoga y luego a la Torá; de modo tal que una trasgresión constantemente repetida se transforma a ojos del trasgresor, en permitida y en hábito que no abandonará ni siquiera en su vejez. Para concluir, no se debe traer a los niños muy pequeños a la sinagoga pues al hacerlo se perjudicará y no se beneficiará. Empero una vez que el niño llega a la edad en la que se le comienza a enseñar el cumplimiento de los preceptos (jinuj), habrá de traerlo a la sinagoga y le enseñará a sentarse allí con temor reverencial y respeto sin permitirle moverse del mismo, y le instará a responder «Amén», al «Kadish» y a la  «Kedusha» (Shnei Lujot Habrit, Tratado de Tamid Ner Mitzvá, Mishná Berurá 98:3).

05. Mujeres con tzitzit.

Las mujeres están exentas del tzitzit pues se trata de un precepto positivo marcado por el tiempo, ya que el deber rige durante el día y no durante la noche (Talmud Bailonio Tratado de Menajot 43(A), Shulján Aruj Oraj Jaím 17:2, arriba 2:7).

Aquella mujer que quiera vestir un talit puede hacerlo en privado. Según la usanza ashkenazí habrá de recitar la bendición correspondiente y según la sefaradí no habrá de recitarla.

06. Mujeres con tefilín.

Las mujeres están exentas del precepto de colocar tefilín ya que se trata de un precepto positivo sujeto al tiempo. Es preceptivo colocarlos en días de la semana y en Shabat está prohibido hacerlo (arriba 2:7).

Si bien hay casos de varios preceptos positivos marcados por el tiempo como  el caso de lulav o shofar, donde muchas  mujeres acostumbran a participar de los mismos si bien no están obligadas, si lo hacen voluntariamente se les cuenta como cumplimiento.

De todas maneras en el caso del tefilín la costumbre es que mujeres no los coloquen ya que los judíos temieron grandemente por la honorabilidad de sus filacterias. A tal punto fueron cuidadosos que si bien se pueden llevar colocadas las filacterias todo el día, dado que portarlas requiere de concentración continua sólo las usaban durante el rezo de Shajarit, con la finalidad única de cumplir con el precepto. Entonces, las mujeres que no están preceptuadas de colocar tefilín, ¿para qué precisan entrar en el área de duda respecto de si los respetaron o no suficientemente? Por lo tanto la costumbre es que mujeres no los colocan (Maguén Abraham, Aruj Hashulján).

Por lo tanto, si una mujer quiere superarse en el cumplimiento de los preceptos y consulta si es bueno para ella colocar tefilín la instrucción es que no los coloque. Si de todas formas su deseo es muy intenso  y quiere colocárselos en privado, no corresponde reprenderla ya que muchos juristas opinaron que se le debe reprochar por esto y otros opinan que no y la regla general es que no se debe reprender a alguien cuya conducta está avalada por alguna autoridad halájica.

Hay mujeres que no observan los preceptos relativos al recato y muchos otros y solamente quieren perfeccionarse mediante el uso de talit y tefilín. En este caso se les debe objetar el hecho de transformar el cumplimiento de un precepto en un ámbito de conflicto social, ya que el cumplimiento de los preceptos debe ser con pureza de intención (leshem shamaim), esto es para cumplir con la Voluntad Celestial y no como herramienta para la promoción de todo tipo de otros intereses.

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