Pninei Halajá

07 – Sheminí Atzeret

01- Sheminí Atzeret es una festividad en sí misma

Por una parte, el día festivo de Sheminí Atzeret es considerado como la continuación de Sucot, y por la otra, como una festividad en sí misma. Por el hecho de que es llamado ‘Sheminí’, octavo, resulta que se lo considera la continuación de los siete días festivos de Sucot. Lo mismo ocurre con la cuestión de la peregrinación a Jerusalém, con la ofrenda del sacrificio por visitar el Templo (Olat Reiá) y con las ofrendas de agradecimiento festivas (Shalmei Jaguigá). En todas estas cuestiones el día es considerado como una continuación de la festividad de Sucot, ya que todo aquel que trajo las ofrendas antemencionadas en Sucot no precisa volver a hacerlo en Sheminí Atzeret. En caso de que no haya alcanzado a ofrendar en Sucot puede hacerlo durante Sheminí Atzeret (Tratado de Rosh HaShaná 4(B)).

Por otra parte, en varias cuestiones el día es considerado una “festividad separada”.

En primer lugar, los preceptos especiales de la festividad de Sucot no rigen en este día, pues en Sheminí Atzeret no es preceptivo habitar la sucá, tomar el lulav y libar o verter agua sobre el altar durante la ofrenda permanente. Por lo tanto, su nombre también es diferente, ya que no se denomina ‘Sucot’ sino ‘Sheminí Atzeret’, tal como lo decimos durante el rezo, al recitar el Kidush y la bendición posterior a la ingestión de alimentos (Birkat HaMazón).

En segundo lugar, existe una diferencia entre ambas festividades en lo referente a las ofrendas públicas en el Templo, ya que en Sucot cada día se sacrifican catorce corderos y dos cameros, mientras que en Sheminí Atzeret se sacrifican siete corderos y un camero. Otro tanto ocurre con la ofrenda de novillos, durante los siete días festivos de Sucot se sacrifican numerosos novillos, el primer día trece, el segundo doce y así sucesivamente hasta que en el séptimo día se sacrifican siete. Si Sheminí Atzeret fuese la continuación de Sucot en este día se deberían sacrificar seis novillos, y por el hecho de que se nos ordenó ofrendar uno solo resulta que es una festividad en sí misma (Bamidbar-Números 29:32-39).

Dado que bajo distintos aspectos se la considera una festividad separada, en el Kidush nocturno de Sheminí Atzeret se recita la bendición de ‘Shehejeianu’. O sea, la bendición de Shehejeianu que es recitada en el Kidush de la primera noche de Sucot no incluye a Sheminí Atzeret (Tratado de Sucá 47(B), Shulján Aruj 668:1).

02- La esencia de Sheminí Atzeret

Dijeron nuestros sabios: Los setenta novillos que se ofrendan en Sucot se corresponden con las setenta naciones, y uno solo es ofrendado en Sheminí Atzeret para una nación singular – el pueblo de Israel. “Esto se asemeja a un rey de carne y hueso que les dijo a sus siervos: Preparadme un gran banquete. El último día le dijo a su amado: Prepárame una pequeña comida para que pueda disfrutar de ti” (Tratado de Sucá 55(B)).

Algo similar se explica en el Midrash (Bamidbar Rabá 21:24): “Esto se asemeja a un rey que llevó a cabo un banquete durante siete días e invitó a todos sus súbditos a participar del mismo. Una vez transcurridos los siete días le dijo a su amado: Ya cumplimos con todos los súbditos del reino, comamos (lit. enrollemos en un pan) ahora yo y tú lo que encontremos, una libra (medida romana equivalente a 358 gramos) de carne, de pescado o una verdura. Así le dijo el Santo Bendito Él al pueblo de Israel: ‘En el día octavo: asamblea habrá para vosotros, preparad aquello que encontréis, un novillo y un camero’”.

Y en el Zohar (III Emor 104b) dijeron que ese día es exclusivamente del Rey, aquel en el cual Él se alegra con Israel. Esto se asemeja a un monarca que invitó a comensales, y todos los residentes del palacio (los hijos de Israel) se esmeraron en atenderlos. Luego, el rey dijo: Hasta ahora ustedes y yo nos esmeramos en atender a los invitados, cada día sacrificasteis novillos por las setenta naciones. A partir de ahora Yo y ustedes nos alegraremos por un día, tal como está escrito (Bamidbar-Números 29:35): “En el día octavo: asamblea habrá para vosotros”, pues las ofrendas son para vosotros.

“Cuando los hijos de Israel escucharon esto comenzaron a alabar al Santo Bendito Él y dijeron: Este es el día que hizo HaShem, alegrémonos y regocijémonos en él (Tehilim-Salmos 118:24). Dijo Rabí Abín: No sabemos por qué alegrarnos, ¿por el día o por el Santo Bendito Él? Vino Shelomó y explicó (Shir HaShirim-Cantar de los Cantares 1:4): “Alegrémonos y regocijémonos en Ti”, en Tu Torá, en Tu salvación” (Yalkut Shim’oní Pinjás 782).

Esta es la esencia particular de Sheminí Atzeret, es un día que carece de todo precepto específico salvo el de regocijarnos en HaShem, en Su Torá y en Su salvación.

03- El significado de Atzeret

El vocablo Atzeret proviene de la palabra ‘Atzará’ (lit. congregación, reunión o asamblea), día en el cual nos reunimos en una asamblea final para resumir y despedirnos del ciclo festivo anual. Este ciclo se inicia con la festividad de Pesaj en la cual salimos de Egipto, continúa con Shavu’ot que es el día de la entrega de la Torá, sigue con Rosh HaShaná y Yom Kipur, los días del recuerdo, del retorno en arrepentimiento y de la expiación, y culmina con la festividad de Sucot, la fiesta de la recolección, en la cual recogemos todos los frutos materiales y espirituales del año, nos regocijamos con ellos, y por su mérito la alegría y la bendición se expanden al mundo entero. En el octavo día tenemos una asamblea, ‘Atzeret’, esto es, previo a la finalización del ciclo volvemos a reunirnos en un cónclave de despedida. “Esto se asemeja a un rey que invitó a sus hijos a un banquete por un determinado número de días, y al llegar el momento de despedirse dijo: Hijos míos, os pido por favor, quedaos un día más ya que vuestra partida me resulta dolorosa” (Rashí a Vaikrá-Levítico 23:36).

Desde ese punto de vista, en Sheminí Atzeret corresponde alegrarnos más que en el resto de las festividades, porque es el día en el cual queda sellado el ciclo de la elevación festiva y alcanzamos la máxima cercanía y el máximo apego a HaShem. La alegría de este día no depende del cumplimiento de un precepto específico como es el caso de la sucá o de las cuatro especies, sino del simple hecho de que somos el pueblo de HaShem y nos considera Sus hijos. Tal como dijera el Gaón de Vilna, el precepto es únicamente el de alegrarse por el día, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:15): “Sé pues, alegre”. Asimismo, se cuenta sobre el Gaón de Vilna que en Sucot estaba sumamente jubiloso, y más aún en Sheminí Atzeret, porque de acuerdo con el esoterismo judío es el más dichoso de todos los días festivos (Ma’asé Rav 233).

En esta asamblea festiva de despedida, en la cual nos aunamos con HaShem nuestro D’s de un modo singular, Él nos concedió la posibilidad de atesorar y guardar eternamente en nuestras almas toda la luz que logramos captar a lo largo del año que pasó, y en virtud de ello continuar elevándonos en el siguiente. A diferencia del séptimo día festivo de Pesaj, respecto del cual fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:8): “…empero en el día séptimo, día de asamblea ante HaShem tu D’s”, esto es, que toda la luz que recogemos y captamos en Pesaj se la entregamos al Creador para que Él la cuide para nosotros, pues aún no somos dignos de atesorarla en nuestro seno. En Sheminí Atzeret, con la conclusión de ciclo festivo alcanzamos el nivel en el cual podemos tener el mérito de atesorar para siempre en nuestro seno toda la luz y todo el bien que captamos a lo largo del año, tal como fue dicho (Bamidbar-Números 29:35): “En el día octavo: asamblea habrá para vosotros (ver en Pninei Halajá Mo’adim 13:6 que es también el motivo por el cual Shavu’ot se denomina ‘Atzeret’).

El octavo día es el indicado para ello, pues el mundo de la naturaleza está vinculado al número siete, ya que toda la naturaleza fue creada en siete días y en el universo todo tiene un límite y un final. A los efectos de acumular todo el bien y toda la luz Divina que en él se revela, es preciso santificarse y elevarse a un nivel que está por encima de la naturaleza y del tiempo, dicho nivel está vinculado al número ocho. En virtud de este estadio supra natural podemos reparar el mundo. Así, por ejemplo, se nos ordenó realizar la circuncisión que repara la naturaleza en el octavo día, ya que el pacto es eterno, y trasciende la naturaleza y el tiempo. De igual manera, la Torá fue entregada en el octavo día, esto es, tras contar siete semanas. Por ello, el día de Sheminí Atzeret es el indicado para celebrar la alegría de la Torá, Simjat Torá (Maharal de Praga Tiferet Israel 2).

04- La plegaria por la lluvia

Por medio de la lluvia que es la que trae el agua al mundo, todos los vegetales, animales y seres humanos se mantiene con vida, y por ello, corresponde agradecer a HaShem por su descenso, y rezar ante Él para que nos otorgue precipitaciones para bendición. Por ello, nuestros sabios establecieron en la redacción del rezo de la Amidá que, durante el invierno, en la segunda bendición, recordemos lo magnánimo que es el Creador que “Hace soplar el viento y descender la lluvia”, y en la novena, le pidamos que nos brinde rocío y precipitaciones para bendición.

Si bien desde el punto de vista de las estaciones del año cabría pedir por lluvia desde el inicio de la festividad de Sucot, ya que es entonces que se inicia la temporada de las precipitaciones, sin embargo, durante estos días festivos la lluvia es percibida como una señal de maldición porque su descenso impide el cumplimiento del precepto de habitar la sucá, y, por lo tanto, se pospuso su mención hasta después de la festividad.

Los sabios estipularon que se comience a recordar las lluvias en el rezo de Musaf de Sheminí Atzeret, porque entonces todo el público se encuentra en la sinagoga, y es posible anunciar a todos que comiencen a mencionar la lluvia. Empero, no todos asistían al rezo de Arvit, y antes del de Shajarit no se puede anunciar porque no se debe interrumpir entre el relato de la redención en Egipto y la Amidá (Beit Yosef y Shulján Aruj 114:1-2).

Junto al inicio de la mención de las precipitaciones, se recita la plegaria por la lluvia, en la cual pedimos que las precipitaciones del año entrante desciendan para bendición. Para su recitado, se acostumbra a abrir el Arca Sagrada y este es acompañado de una gran intención meditativa y de súplicas. Según la usanza ashkenazí, esta plegaria se asemeja a la de los Días Solemnes, por lo que el oficiante viste un ‘kitel’ o túnica blanca y entona el rezo con una melodía similar a la que se canta en éstos.

Según la usanza de los sefaradíes y la de algunos de los ashkenazíes esta plegaria se recita previo al rezo de Musaf. Según la costumbre mayoritaria entre los ashkenazíes, la plegaria se recita durante la repetición del oficiante de la Amidá de Musaf junto a la mención de las lluvias en la segunda bendición. Según esta tradición, el gabai o encargado de la sinagoga anuncia en voz alta previo a la Amidá silenciosa “¡Hace soplar el viento y descender la lluvia!” (“Mashiv Haruaj Umorid HaGueshem”) y entonces, aunque aún no se haya recitado la plegaria por la lluvia, se la menciona en la segunda bendición de Musaf.

Aparentemente, en el rezo de Arvit de la conclusión de la festividad se debería comenzar a pedir por lluvia, sin embargo, nuestros sabios se preocuparon por los peregrinos que llegaron a Jerusalém desde lejos, y por ello la pospusieron en quince días hasta la noche del séptimo día del mes de Marjeshván, para que el último de los peregrinos proveniente del Rio Éufrates alcance a regresar a su hogar sin que le llueva en el camino (Shulján Aruj 117:1). Incluso en la actualidad mantenemos esta querida costumbre que nos recuerda los días del Templo de Jerusalém.

Quien se olvida de mencionar las lluvias en Musaf y también en el rezo posterior, por cuanto que dijo “Hace descender el rocío” – no precisa volver a rezar. Si tras llegar a la noche del siete de Marjeshván se olvida de pedir lluvias – debe completar la petición en la bendición por la respuesta a la oración (‘Shome’a Tefilá’). En caso de olvidarse, debe regresar a la novena bendición, por la prosperidad (‘Birkat HaShanim’), y si ya terminó de rezar debe volver a hacerlo desde el principio (ver en Pninei Halajá Tefilá 18:4-5).

La Torá fue comparada con el agua, “Así como el agua da vida al mundo, de igual manera las palabras de la Torá dan vida al mundo” (Sifrei Ekev 48), ya que el agua da vida al cuerpo y la Torá da vida al alma. Por ello, corresponde que en la plegaria por la lluvia se tenga la intención de incluir también al agua espiritual, para que el año que se inicia para bien sea bendito con Torá.

También en el extranjero, donde se celebran los dos días de Yom Tov de las Diásporas, se comienza a mencionar las lluvias en Sheminí Atzeret, y en el segundo día, que recibe el nombre de ‘Simjat Torá’, se completa la lectura de los cinco libros del Pentateuco.

05- La conclusión de la lectura de la Torá

Cada Shabat, todos los hijos de Israel acostumbran a leer una porción de la Torá y a concluir el ciclo de su lectura en Sheminí Atzeret, y por ello ese día es también denominado ‘Simjat Torá’ (lit. ‘la alegría de la Torá’). A los efectos de completar la lectura en un año, en unos cuatro Shabatot se leen dos porciones, y en los años embolismales, en los cuales se agrega un mes, cada Shabat se lee una sola porción.

A pesar de que en el resto de los días festivos suben a la lectura de la Torá cinco personas, en este día se reparte la porción a leer entre siete lectores. Esto y más, en honor a la compleción del ciclo de lectura se acostumbra a hacer subir a la Torá a todos los varones presentes en la sinagoga. Para ello, se lee una y otra vez las cinco primeras secciones hasta que todos los presentes alcancen a bendecir, salvo cuatro personas que están destinadas a subir posteriormente: dos para las dos últimas ‘aliot’, uno para la lectura de Bereshit, el Génesis, y otro para leer el Maftir y la Haftará.

A priori, cada vez que se vuelve a leer la porción se lo hace de acuerdo con el orden aceptado, primero un cohen, luego un leví y los siguientes tres israelitas. En caso de resultar necesario llamar a más cohanim o leviím se los sube también en la cuarta o quinta aliá. De ser posible, es preferible hacerlos subir de acuerdo con el orden fijo, esto es, que en cuarto lugar suba un cohen y en el quinto un leví (Mishná Berurá 135:37). En caso de haber numerosos cohanim y escasos leviím, cada vez que se vuelve a leer se puede subir primero a un cohen y segundo a un israelita (Meshiv Davar 2:48). Si todos los cohanim y leviím ya subieron, se suben israelitas a las cinco secciones.

Cuando hay muchas personas en la sinagoga se acostumbra a dividirlas en varios minianim para la lectura de la Torá, y así abreviar el tiempo que lleva subir a todos, para posteriormente volver a juntar a todos para las últimas aliot en las cuales se finaliza la lectura anual.

En este día se acostumbra a subir a la Torá también a los niños que aún no alcanzaron la edad de cumplir preceptos. La práctica más extendida es la de subir por separado a cada niño que sabe recitar las bendiciones correspondientes y que lea en voz baja junto al Ba’al Koré. En el caso de los niños que aún no lo pueden hacer, se los sube a todos juntos en compañía de una de las personas prominentes de la congregación en lo que se ha dado en llamar ‘aliat kol hane’arim’ o la aliá de todos los jovencitos. Entonces, la persona adulta recita las bendiciones despacio y en voz alta, y los niños pequeños las repiten palabra por palabra. Esta es la penúltima aliá.

Con el hecho de que todos suben a la Torá demostramos que cada individuo en el pueblo de Israel tiene su porción en ella, sea anciano o joven, sabio o simple.

06- Los Jatanei Torá o ‘Novios de la Torá’

En esta celebración tenemos cuatro aliot especialmente importantes, y la más importante de todas es aquella en la cual se termina la lectura de la Torá, y quien sube es denominado ‘Jatán Torá’, el ‘Novio de la Torá’.

También la aliá previa resulta importante, porque quien asciende bendice junto a todos los niños y ésta recibe el nombre de ‘aliat kol hane’arim’ o ‘la aliá de todos los jovencitos’.

Inmediatamente después de concluir la lectura de la Torá se trae otro rollo y se hace subir a otra persona más para que lea la porción de Bereshit o Génesis. Es un gran privilegio ser honrado con esta aliá, y quien sube es denominado ‘Jatán Bereshit’ o ‘Novio de Bereshit’. Esta aliá expresa nuestro apego a la Torá, pues, aunque ya terminamos de leerla no nos separamos de ella ni un momento, sino que de inmediato volvemos a iniciar su lectura (Mishná Berurá 668:10).

Una vez que subió el Jatán Bereshit, se trae un tercer rollo y con él se hace subir al Maftir, que es quien habrá de leer la Haftará, y se leen los sacrificios que se ofrendan en el Templo que aparecen en la porción de Pinjás (Shulján Aruj 668:2).

A modo de Haftará se suele leer el inicio del libro de Yehoshúa o Josué, ya que todo el propósito de la Torá es su observancia en la tierra de Israel y por ello, tras la conclusión de su lectura, es apropiado comenzar la lectura del libro que le sigue, ya que ello “destaca el valor de la tierra de Israel” (ver Tratado de Nedarim 22(B)). Otro motivo para leer este pasaje es que en él aparecen versículos que realzan el valor de la Torá: “Empero sé muy fuerte y valiente, para cuidar y cumplir toda la Torá que te ha prescripto Moshé, Mi servidor; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda; para que prosperes por doquier hayas de ir. Que no se aparte este rollo de la Torá de tu boca; habrás de meditar en él día y noche” (Yehoshúa-Josué 1:7-8). Además, es correcto que ni bien se termine de estudiar Torá se comience con el estudio de la sección de los Profetas.

En muchos sitios se acostumbra a vender estas cuatro aliot de importancia a quienes más donen para la sinagoga y para los estudiosos de la Torá. En otros, se acostumbra a honrar con estas aliot a los estudiosos de la Torá o a los líderes comunitarios.  En caso de que ello pudiera provocar pleitos, ya que resulta difícil establecer quién es digno de ser honrado y quién no, es preferible ‘vender’ las aliot a quien esté dispuesto a donar por ellas la suma mayor. Es bueno que quien las adquiera sea también un estudioso de la Torá o una de las personas prominentes de la comunidad (Kneset HaGuedolá, Bejorí Ya’akov 669:3). Y hay sitios en los cuales las personas pudientes compran las aliot y honran con ellas a los estudiosos, para que sean éstos los que suban, y ello les reporta un gran mérito ya que hacen un aporte de importancia y ensalzan a la Torá.

Hay quienes acostumbran que de entre las personas que suben a la Torá en Simjat Torá, quienes puedan aportar, acepten hacerlo a los efectos de apoyar materialmente el estudio de la Torá y al mantenimiento de la sinagoga (Mishná Berurá 669:7).

Quien ya subió a la Torá junto a la totalidad del público y luego es honrado con una aliá especial, sea esta la de Jatán Torá, Kol HaNea’arim, Jatán Bereshit o Maftir (para leer la Haftará) puede volver a subir y no se teme que incurra en una bendición en vano (berajá lebatalá). Pero quien subió para Jatán Torá, que acto seguido no lo haga para Jatán Bereshit, ya que proceder así implica un cierto desprecio por el primer rollo, puesto que parece como si hubiese tenido que subir de nuevo al segundo rollo porque el primero no era apto para la lectura (Eliahu Rabá, Prí Megadim, Bejorí Ya’akov 669:4).

Los ashkenazíes acostumbran a hacer subir a la Torá a tres personas para leer la porción de Zot HaBerajá en la noche de Simjat Torá tras las hakafot, y bendicen por su lectura (Mishná Berurá 669:15).

07- Costumbres en lo referente a las hakafot

En la noche de Simjat Torá se acostumbra a efectuar siete vueltas o hakafot, y otro tanto se realiza por la mañana. En toda ocasión en la que se realizan hakafot se alude a la luz envolvente, al ‘or makif’, esto es, a una luminosidad superior que nos cubre, nos encumbra e inspira, pero que, por efecto de su carácter sublime, no somos capaces de captarla de un modo ordenado en nuestro intelecto (arriba 1:7, 5:9). Todo lo que estudiamos y logramos comprender a lo largo de los años entra en la categoría de luz interior, ‘or pnimí’, que fue aprehendido de un modo ordenado por nuestro intelecto, y en virtud de ello, al concluir la lectura anual de la Torá logramos captar algo de la luz envolvente que de esta surge. Reforzarse en la alegría de la Torá es de suma utilidad para poder lograrlo.

Previo a las hakafot se acostumbra a retirar todos los rollos de la Torá, incluidos aquellos que no son aptos para su lectura.

Según la usanza ashkenazí se acostumbra a cargar todos los rollos durante todas las hakafot y bailar con ellos, y en caso de que haya más rollos que personas bailando, se retiran del Arca solo aquellos que pueden ser cargados durante las danzas.

Según la usanza sefaradí, durante la mayor parte del tiempo que duran las hakafot, se colocan los rollos de la Torá sobre la bimá o mesa de lectura, una persona sostiene uno de los rollos y el resto del público los rodea y danza alrededor de estos.

Y según el Arí se acostumbraba a rodear una sola vez la bimá con un rollo de la Torá en cada una de las siete hakafot (ver Ben Ish Jai VeZot HaBerajá 17).

Todas las costumbres son buenas.

Desde el punto de vista de la tradición de las hakafot, alcanza con dar solamente siete vueltas, pero desde la perspectiva de la alegría de la Torá y su honor, que es lo principal y central del día, corresponde bailar abundantemente. Y no es necesario que el resto de las danzas sean bajo el formato de una vuelta o hakafá.

Se acostumbra que durante las hakafot se entonen cánticos religiosos (piyutim), cada congregación conforme su costumbre, pero su no recitado no es un impedimento para el cumplimiento del precepto.

Las hakafot de la noche se acostumbran a efectuar tras la finalización del rezo de Arvit. Respecto de las de la mañana, hay quienes acostumbran a efectuarlas tras la finalización del rezo de Musaf, y hay quienes suelen efectuarlas tras la finalización de la lectura de la Torá (Jidá Le David Emet al final del inciso 26). En la mayoría de las comunidades se acostumbra a efectuarlas tras la finalización del rezo de Shajarit y previo a la lectura de la Torá.

En numerosos lugares se acostumbra a llevar a cabo un Kidush durante las hakafot, en el cual se bebe vino copiosamente hasta embriagarse, pero teniendo el recaudo de no emborracharse. Asimismo, debe prestarse atención que el efecto del vino pase hasta el momento de comenzar con los rezos de Musaf y de Minjá, de modo tal que hasta entonces las personas estén sobrias, pues una persona ebria no puede rezar la Amidá (Shulján Aruj 99:1, Pninei Halajá 5:11). De igual manera, está también prohibido que un cohen suba a bendecir a la congregación en estado de ebriedad (Shulján Aruj 128:38).

A priori, todas las personas que se encuentran en la sinagoga deben permanecer de pie todo el tiempo que se dan las vueltas y se baila con los rollos de la Torá. En caso de que a alguien esto le resulte dificultoso, podrá permanecer sentado e incorporarse únicamente cuando se inicie cada una de las hakafot.

Hay quienes siguen las costumbres de los kabalistas de la época del Arí de efectuar hakafot con la conclusión de Sheminí Atzeret, las cuales reciben el nombre de ‘hakafot shniot’. Éstas también son en honor a la Torá, por lo que son preceptivas. Nuestro maestro el Rav Kuk, de bendita memoria, ordenó que durante estas hakafot se toque música para que resulte evidente que ya salió Yom Tov y no parezca que se está añadiendo un segundo día festivo del exilio en la tierra de Israel (Oraj Mishpat 142).

08- La magnitud de la alegría

Acostumbramos a regocijarnos de sobremanera en el día de Simjat Torá, ya que no hay alegría mayor que esta. Vemos que cuando el rey Shelomó fue meritorio de la sabiduría (que había pedido a HaShem en su sueño en Guiv’ón, N. de E.) ofrendó sacrificios a modo de agradecimiento y realizó un gran banquete para todos sus súbditos. De aquí que se efectúa una comida festiva en honor a la conclusión del ciclo de la lectura de la Torá” (Shir HaShirim Rabá 1:9).

En efecto, Abaié, uno de los grandes sabios amoraítas, se preciaba de que cada vez que uno de los alumnos terminaba de estudiar un tratado de la Torá Oral, ofrecía una comida festiva a los sabios y todos se conducían como en un día festivo (Tratado de Shabat 118(B)).

Asimismo, en Simjat Torá se acostumbra a llevar a cabo una comida, y en muchas partes se estila que tanto el Jatán Torá como el Jatán Bereshit conviden a todo el público con un Kidush o agreguen vino a la comida festiva que se lleve a cabo.

Es tan importante esta alegría que a pesar de que nuestros sabios decretaron que no se dance ni se batan palmas en Shabat y en Yom Tov por temor a que ello devenga en la reparación de un instrumento musical (Tratado de Beitzá 36(B), Shulján Aruj 339:3), los gaonitas instruyeron que para Simjat Torá está permitido hacerlo. En las últimas generaciones, luego de que grandes figuras del mundo jasídico hicieron énfasis en la importancia del precepto de la alegría y su carácter indispensable, muchos acostumbraron a adoptar una actitud más flexible en esta cuestión tanto en Shabat como en Yom Tov (ver Pninei Halajá Shabat 22:18).

Los hijos de Israel acostumbraron a que tanto mujeres como niños pequeños acudan a la sinagoga en honor a la alegría de la Torá. Y dijeron que en la alegría de la Torá hay un elemento similar al del precepto de ‘Hakhel’, que se llevaba a cabo en la festividad de Sucot al concluir el año sabático. Y tal como el pueblo de Israel solía reunirse a escuchar al rey leer la Torá, de igual modo todos los judíos se reúnen hoy en honor a la alegría de la Torá.

Muchos de los grandes maestros de Israel acostumbraron a bailar en Simjat Tora hasta alcanzar el éxtasis. Se cuenta sobre el Gaón de Vilna (Ma’asé Rav 233) que “en la festividad de Sucot estaba muy alegre, y más aún en Sheminí Atzeret, ya que de acuerdo con el esoterismo de la Torá es el día festivo más jubiloso… y caminaba tras el rollo de la Torá pleno de vigor y deleite, ya que la sabiduría es la que ilumina el semblante del hombre cual antorcha ardiente, por lo que aplaudía, danzaba y brincaba enérgicamente ante el rollo de la Torá. Y luego de que los que entonaban los cánticos terminaban una rima, él la repetía…”

Hay quienes durante los bailes acostumbran a dejar de lado su investidura o su estatus, tal como lo hiciera el rey David cuando trajo el Arca del Pacto a Jerusalém, que vestía su mejor prenda con aplicaciones de oro, y bailaba y brincaba enérgicamente ante el Arca, y saltaba elevando sus pies al punto de que sus muslos se descubrían levemente, y las aplicaciones de oro de su vestimenta se movían y sonaban (Bamidbar Rabá 4:20). Cuando lo vio su mujer Mijal, que era la hija del rey Shaúl, lo despreció para sus adentros, y cuando David regresó a su casa lo recibió con un rezongo porque en su opinión había denigrado la honra de la institución real comportándose ante sus siervos y sus siervas como una persona trivial. David le respondió: “Dijo David a Mijal: Ante HaShem, el que me ha elegido a mí más que a tu padre y más que a toda su familia para establecerme como gobernante sobre el pueblo de D’s, ¡sobre Israel!, he celebrado ante HaShem. Y me rebajaré aún más que esto y me humillaré ante mis propios ojos y con las criadas que dijiste, con ellas seré honrado” (Shmuel-Samuel II 6:21-22).

Dijeron que todo aquel que baila y se alegra con todo su ser en honor a la Torá se le asegura que ésta no se verá interrumpida entre en su descendencia (Rabí Ytzjak Algazi Shalmei Jaguigá 294:2).

Y hay quien dijo que todas las plegarias y las súplicas que no alcanzaron a elevarse a lo largo de todo el año y en los Días Solemnes a raíz de sus aspectos defectuosos e incompletos, ascienden y son bien recibidas por medio de los bailes de Simjat Torá (Maharshash de Belz).

Dijeron sobre el sagrado Arí, que alcanzó los niveles más encumbrados y al mayor grado de revelación de los secretos de la Torá por el mérito de regocijarse con todo su ser en una alegría preceptiva (Mishná Berurá 669:11).

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