Pninei Halajá

13. Las ofrendas («Korbanot»).

01. ¿Es obligatorio recitarlas?

Los judíos tuvieron como costumbre recitar, por la mañana previo al rezo, el capítulo de la ofrenda permanente (korban hatamid). Empero, como los sabios no lo dispusieron, no se considera una obligación absoluta. De todas maneras, dado que la costumbre del recitado de la ofrenda permanente se basa en lo dicho por lo sabios en el Talmud Babilonio (como se explicará más adelante) y dado que además éstos fijaron el horario de Shajarit en relación con el horario de la ofrenda matinal, los judíos acostumbraron a recitar el capítulo de la ofrenda permanente todos los días hasta que se transformó en obligatoria.

Por lo tanto es bueno recitar cada mañana, previo al rezo, el capítulo de la quema del incienso pues éste era ofrendado todos los días y además el Zohar (Vaiakhel 218:2) alaba vehementemente a quien lo recita a diario. Incluso en el caso de quien tiene prisa, es bueno que intente, por lo menos, leer los capítulos de la ofrenda permanente y del incienso.

Es bueno recitar los demás capítulos de la sección de las ofrendas, amén de las plegarias adjuntas, mas no hay obligación de hacerlo.

Quien no tiene tiempo de recitar el capítulo de la ofrenda permanente, los versículos de la quema del incienso y todos los cánticos de alabanza (pesukei dezimrá) es mejor que se saltee el salmo 30 («Mizmor shir janukat habait» que para los sefaradíes comienza con «Aromimjá HaShem») para así poder recitarlos. Si el tiempo no le ha de alcanzar, que saltee también «Hodu laHashem». Incluso puede omitir «Vaibarej David«, el «Cántico del Mar» y «Vihí Jebod» para así poder recitar la ofrenda permanente y los versículos de la quema del incienso. Este orden de preferencias se debe a que el origen del recitado tanto de la ofrenda permanente como de la quema del incienso es talmúdico, mientras que los pasajes del rezo antes mencionados fueron agregados a los cánticos de alabanza por los sabios saboraítas y los gaonitas[1]. Sin embargo, el núcleo central de los cánticos de alabanza, esto es, «Baruj Sheamar«, «Ashrei» (salmo 145) hasta el final de las «Aleluyas» e «Ishtabaj«, no habrá de ser salteado a los efectos de recitar los versículos de las ofrendas. Esto se debe a que el núcleo de los cánticos de alabanza fue instituido como obligatorio, e incluso se redactaron especialmente las bendiciones que los acompañan.

[1] Posteriores en el tiempo y por ende inferiores en la jerarquía de los sabios ya que cuanto más cercano en el tiempo a la revelación de Sinai la generación de maestros se encuentre, mayor es su peso legislativo (n. de t.)

02. El motivo del recitado de las ofrendas y las distintas fases del rezo.

Las ofrendas expresan la conexión absoluta entre el pueblo de Israel y su Padre Celestial. Esta relación de intenso anhelo por conectarse con el origen de la vida y la completa perfección, llega al punto de estar dispuestos a entregarlo todo a D´s, inclusive la vida misma. A veces, cuando el ser humano percibe la profunda contradicción entre su alma pura y su cuerpo físico cargado de deseos que lo empujan a la bajeza y al pecado, surge en él la voluntad de expiación en pos de la cual la persona llega a estar dispuesta a morir santificando el Nombre Divino, sacrificándose así a D´s. Empero, El Santo Bendito Sea creó al hombre para que viva y sea un socio activo en la corrección del mundo, por lo que el anhelo de apegarse y conectarse a lo divino tiene su expresión en la ofrenda de sacrificios. En lugar de que la persona se sacrifique a sí misma, ofrece un animal de su propiedad. Esto se asemeja a lo ocurrido con nuestro patriarca Abraham, que estaba dispuesto a cumplir con el decreto divino de sacrificar a su único hijo Itzjak hasta que D´s le ordenó no tocarlo y ofrendar en su lugar un carnero.

En el orden del rezo hay cuatro fases, siendo la primera el recitado de las ofrendas. En virtud del sueño nocturno el hombre se hunde en su materialidad y para poder pararse ante D´s y rezar necesita despertarse y ofrendar su alma al Creador mediante el recitado de los Korbanot. Por medio de ellos podrá después purificarse con canciones y alabanzas. Así también podrá aceptar sobre sí el Yugo Celestial durante el recitado del Shemá y sus bendiciones. De esta forma podrá elevarse al nivel superior de la plegaria durante la Amidá, en la cual la persona se para ante D´s para alabarlo, pedirle y agradecerle. De esta manera se incrementa la bendición en el  mundo.

En la Kabalá se explica que estas cuatro fases del rezo se corresponden con los cuatro mundos, y a través de ellos se asciende desde el inferior al superior. Las ofrendas se corresponden con el mundo de la acción (olam haasiá), los cánticos de alabanza se corresponden con el de la formación (olam haietzirá), las bendiciones del Shemá con el mundo de la creación (olam habriá) y la Amidá con el mundo superior, el de la emanación (olam haatzilut).

El comienzo de la labor espiritual pasa por que el hombre acepte de modo claro y contundente que D´s es el soberano y por lo tanto la materialidad de este mundo, así como la vida en éste, carecen de todo valor mientras se encuentren desconectados del servicio al Eterno. El presentar ofrendas es la expresión más palpable del sacrificio de la materialidad y la vida mundana ante D´s. Por lo tanto, el recitado de las ofrendas tiene que ver con el mundo de la acción (olam haasiá), puesto que en éste se manifiestan de modo concreto todas las grandes ideas.

Luego recitamos los cánticos de alabanza que tienen que ver con el mundo de la formación (olam haietzirá). Luego de sacrificar la materialidad, el espíritu (ruaj) se libera de sus ataduras y puede contemplar las maravillas de la creación y entonar alabanzas a D´s.

Desde ese estado de elevación espiritual que se alcanza en el recitado de los cánticos de alabanza, somos capaces de reconocer el Origen Divino y aceptar sobre nosotros el Yugo Celestial por completo. En las ofrendas aún no percibimos por completo los principios de la fe, solamente expresamos nuestra predisposición de entregarlo todo en pos de esta. Empero, una vez que completamos las ofrendas y los cánticos de alabanza, somos capaces de elevarnos y alcanzar la fe completa en el Creador, tal como está postulada en el recitado del Shemá y explicitada en sus bendiciones. Esto se corresponde con el mundo de la creación (olam habriá), en el cual percibimos las raíces espirituales de las cosas.

Es así que ascendemos al nivel más encumbrado, el del mundo de la emanación o proximidad (olam haatzilut), en el cual nos apegamos al Creador y nos identificamos plenamente con los ideales de la Divinidad. Previamente nos paramos ante Él y estuvimos dispuestos a sacrificarnos en sus aras.  Elevamos cánticos ante Él, aceptamos el Yugo Celestial y ahora en el rezo de la Amidá alcanzamos el mayor punto de fusión e identidad con Su Voluntad, que es la de revelar Su Nombre en el mundo, por lo que Le bendecimos y atraemos así bendición sobre el universo todo.

Posteriormente descendemos por los distintos mundos. El Tajanún nos encuentra todavía en el nivel del mundo de la emanación (atzilut). En el Ashrei y la Kedushá de Sidrá hacemos descender  la influencia del rezo al mundo de la creación; luego en el cántico del día desciende al mundo de la formación (ietzirá) y en la quema del incienso, finalmente, al mundo de la acción (asiá) (ver en Kaf HaJaím 48:1 al final en el párrafo que inicia con las palabras ודע הקדמה»).

03. El origen del recitado de las ofrendas.

Nuestros sabios dijeron (Talmud Babilonio Tratados de Ta´anit 27(B) y Meguilá 31(B)) que cuando D´s estableció el pacto con Abraham prometiéndole a él y a su descendencia heredar la tierra de Israel, le preguntó nuestro patriarca al Eterno: Soberano del Mundo, si el pueblo de Israel llega a pecar ante Ti, ¿les aplicarás el mismo castigo que usaste con la generación del diluvio o la de la torre de Babel? Le respondió el Eterno: no procederé así con ellos. Le preguntó Abraham: ¿cómo he de saber que no los eliminarás de la faz de la tierra? D´s le respondió: «toma para mí una novilla de tres años…» De esta forma le insinuó que las ofrendas serán los testigos de que existe una conexión eterna entre D´s y el pueblo de Israel, de modo tal que aunque  cometan pecados, ellos provendrán sólo por causa de una influencia externa, mas en su raíz interior, se mantendrán justos y conectados al Eterno. Por lo tanto, mediante la ofrenda de sacrificios que expresan la conexión absoluta del pueblo de Israel con el Creador, se expiarán los pecados.

Abraham preguntó ante D´s: Soberano del Mundo, ¿que será del pueblo de Israel cuando el Templo de Jerusalém se destruya, cómo habrán de expiar por sus pecados? El Santo Bendito Sea le respondió: «ya les dispuse el orden de las ofrendas, mientras lo reciten lo habré de considerar como si los ofrendasen delante de Mí y He de perdonar todos sus pecados».

Además dijeron, que todo aquel que se ocupa de la Torá del sacrificio expiatorio de pecados es como si lo elevase en la práctica y así con todos los diferentes sacrificios (Tratado de Menajot 110(A)).

Esto se debe a que toda acción que se realiza en este mundo posee un alma interior y las palabras de la Torá que se refieren a un precepto son el alma del mismo. Esto se refiere especialmente a la ofrenda de sacrificios que tienen como tema central el expresar la conexión a D´s. Por lo tanto, cuando no es posible elevar una ofrenda en la práctica, el estudio de la misma es considerado como el sustituto a su sacrificio (ver en el Maharal Gvurot Hashem cap. 8).

04. El orden de las ofrendas.

Se inicia con la porción del sacrificio de Itzjak, pues la disposición de Abraham de inmolar a su único hijo es la mayor de las ofrendas posibles y el fundamento de este precepto. Recitar el orden de las ofrendas despierta en los corazones el amor a D´s y el deseo de servirle con entrega total. Además, al recitarlo recordamos el mérito de nuestros ancestros y después de leer el pasaje del sacrificio de Itzjak le pedimos al Altísimo que en mérito de éste se apiade de nosotros y nos redima.

Después de esta lectura, acostumbramos a recitar palabras que buscan despertarnos y motivarnos de cara al rezo y el servicio a D´s, mencionamos allí el Shemá Israel y de acuerdo al Talmud Jerosolimitano debemos culminarlo con la bendición que reza: «Bendito eres Tú que santificas Tu Nombre en la multitud» («Baruj Atá A-donai Mekadesh et Shimjá Barabim«) siendo esta la versión final en la tradición de Ashkenaz. Según la versión sefaradita, dado que el Talmud Babilonio no menciona esta bendición, se recita: «Bendito es Aquel que santifica Su Nombre en la multitud» («Baruj Hamekadesh Shemó Barabim«) sin emplear en la misma ningún Nombre Sagrado.

Luego llegamos a la porción de las ofrendas propiamente dicha. Según la tradición ashkenazí, se recita primero el pasaje del recipiente de cobre para las abluciones y el de la quita de las cenizas, acciones con las que los sacerdotes comenzaban su jornada laboral cada mañana. Además, mediante el lavado de manos y pies en el recipiente de cobre se purificaban para su labor por lo que recitar este pasaje contribuye a la purificación previa al rezo matinal.

Luego todos recitan la porción de la ofrenda permanente y piden que su lectura equivalga a su ejecución. Luego se recitan los versículos de la quema del incienso y los comentarios de los sabios respecto de la preparación de éste.

A todo esto se le agregan versículos para la buenaventura y el párrafo del recuento de Abayéi de las funciones sacerdotales. Luego se recita el cántico «Ana Bekoaj» el cual alude a la labor de ofrendar sacrificios y se concluye con una plegaria para que todo lo expresado por nuestros labios sea considerado como si hubiéramos ejecutado en la práctica la ofrenda permanente o perpetua.

El orden de las ofrendas debe ser recitado después del despunte del alba, pues entonces comenzaba el horario de los sacrificios matinales (Shulján Aruj 1:6, 47:13). Hay juristas que opinan que es bueno recitar este orden de pie, tal cual hacían los sacerdotes que se mantenían parados durante la ejecución de los sacrificios (según el Maguén Abraham y ver Mishná Berurá 48:1). La mayoría de los juristas considera que no es necesario recitarlo de pie y así es la usanza sefaradí (Kaf HaJaím 1:33).

Luego se recita el párrafo que describe dónde se ubicaban los lugares de sacrificio en el Templo (Mishná Zevajim cap. 5). Hay dos razones para su recitado: la primera porque explica el sitio de cada sacrificio y dónde se salpicaba la sangre correspondiente, por lo que equivale a la ofrenda efectiva; la segunda porque nuestros sabios quisieron que cada judío estudie cada día algo de la Torá Escrita, de la Mishná y del Talmud (ver Talmud Babilonio Tratado de Kidushín 30(A)). Al leer la porción de la ofrenda permanente se cumple con el estudio de la Torá Escrita, al leer este capítulo de Zevajim se cumple con el deber de estudiar Mishná y luego al recitar la Beraita de Rabí Ishmael sobre las trece reglas de interpretación de la Torá se cumple con el deber de estudiar Talmud.

Si bien en el Shulján Aruj está escrito que es bueno recitar todas las porciones de las ofrendas, esto es, la porción del sacrificio «Olá«, «Minjá«, «Shlamim«, «Jatát» y «Asham» (de las porciones de lectura de la Torá Vaikrá y Tzav), en la práctica, no se solían recitar y en los libros de rezo no fueron impresos. Hay quienes opinan que al recitar el antes mencionado capítulo  5 de la Mishná de Zevajim se cumple de cierta forma con el deber de estudiar los distintos sacrificios (Shulján Aruj HaRav 1:9, Eshel Abraham). Es bueno que cada año al leerse en la Torá las porciones de Vaikrá y Tzav estas sean bien analizadas para que su estudio sea considerado como ofrendar un sacrificio (Talmud Babilonio Tratado de Menajot 110(A)).

05. El porqué de la ofrenda permanente.

Tal como vimos anteriormente (halajá 1) es importante tener el cuidado de recitar a diario los versículos de la ofrenda permanente y de la quema del incienso. Por esta razón es menester que los expliquemos brevemente.

La ofrenda permanente es el más importante de los sacrificios, puesto que es el más constante de entre todos, al ser elevado a diario dos veces, uno por la mañana y el otro al atardecer. Por lo tanto, expresa la conexión inamovible entre el pueblo de Israel y su Padre Celestial.

Todos los judíos eran partícipes de esta ofrenda pues era adquirida con el dinero recaudado por el impuesto del medio siclo de plata (majatzit hashekel). Este impuesto era abonado anualmente al Templo por todo judío, sea este rico o pobre, por lo que expresaba la unidad nacional.

Dado que los judíos son el corazón de todas las naciones, la unicidad de D´s se manifestaba mediante la ofrenda permanente, pues todo el mundo se veía conectado mediante la ofrenda permanente a la singular fuente de la vida (Maharal Netiv Haavodá 1).

El ciclo de vida consiste en el nacimiento, el crecimiento y al final la muerte. Cada día mueren personas, algunas por causa de la vejez, otras por accidentes o enfermedades. Lo mismo ocurre en el mundo animal, cada día mueren millones de seres vivos. Otro tanto ocurre en el reino vegetal. Cada día millones de árboles, arbustos y flores perecen. La gran pregunta que surge es ¿cuál es el significado de todo este proceso?; ¿acaso se trata de un ciclo arbitrario de vida y muerte sin objetivo ni beneficio, o por el contrario existe en todo esto una tendencia general hacia la que todos los seres vivos apuntan? En la ofrenda permanente hay una respuesta a esta interrogante. El mundo todo aspira a la completitud y la perfección. Una parte de esta elevación se lleva a cabo mediante el florecimiento y el crecimiento y otra mediante la destrucción y la muerte. La destrucción no es arbitraria, en realidad se trata de un sacrificio que expresa la aspiración a la perfección. Dado que no es posible en este mundo alcanzar la completitud, tras completar todas las acciones y elevaciones posibles, el espíritu sigue deseando superarse, mientras que el cuerpo envejece, las herramientas materiales se van deteriorando. Es así que el espíritu se desprende del cuerpo y se eleva retornando a su origen. A estos efectos los sacerdotes sacrificaban en el recinto más sagrado del mundo la ofrenda permanente, una por la mañana y una por la noche. Esta ofrenda era representativa de toda la vida que había llegado a su término en el mundo durante esa jornada. Mediante la ofrenda permanente se les adjudicaba un sentido, el cual es el retornar a su origen y elevarse cual fragancia placentera para el Creador (ver Maharal Netiv Haavodá 1).

06. El porqué de la quema del incienso.

Al igual que la ofrenda permanente, también el incienso era quemado a diario, una mitad por la mañana y la otra en el atardecer. La ofrenda permanente venía a expresar en forma manifiesta la conexión entre el Creador y el pueblo de Israel, así como entre las creaturas y la fuente de sus vidas. Por esta razón se colocaban los órganos de la ofrenda permanente sobre el altar exterior a la vista de todos. En cambio, la quema del incienso viene a expresar la profunda relación interior entre el pueblo de Israel y el Creador por lo que esta se llevaba a cabo sobre el altar interior del Templo. La ofrenda permanente conecta la materialidad palpable de todas las creaturas con D´s y por esta razón consistía en salpicar su sangre sobre el altar y colocar los órganos sobre éste. Por otra parte, la quema del incienso es sutil y espiritual, consiste en la agradable fragancia que emanaba de las especies que lo componían.

Por intermedio del incienso aparece en el mundo una luz espiritual superior que ilumina al alma interior de todas las creaturas y conecta a todo con la santidad. Por  esta razón estaba constituido por especies que emanaban un aroma agradable, ya que lo fragante es el placer más sutil y espiritual que existe. El aroma se esparce por doquier, lo cual alude a la influencia de la iluminación espiritual sobre el interior de todas las creaturas, que las conecta con lo sagrado y las eleva en su nivel (Olat Hareaiá 135).

En el incienso había once especies diferentes minuciosamente molidas a los efectos de unificarlas y que su fragancia se eleve apropiadamente. Con esto se alude a que la unión absoluta de todas las fuerzas en pos de una misma meta sagrada logra corregir al mundo.

Una de las especies centrales en la mezcla del incienso era el gálbano que alude a los trasgresores del pueblo de Israel, los cuales en su raíz interior se mantienen unidos a la santidad de la nación. Este gálbano, por separado, tenía un aroma sumamente desagradable, empero mezclado con las demás especies adquiría una fragancia renovada, de modo tal que en vez de arruinar al producto final lo mejoraba mucho. Esto nos enseña que cuando todas las potencialidades del pueblo de Israel se unen en pos de una meta sagrada, se manifiesta la virtud interior de los trasgresores de la nación israelita y su inclusión contribuye a la corrección del mundo (ver en Olat Hareaiá I 136-8).

 

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