Pninei Halajá

3 – La personalidad de Rabí Shimon Bar Iojai.

Antes de referirnos a las costumbres y usanzas de la conmemoración del aniversario (hilulá) de Rabí Shimon Bar Iojai, corresponde que nos detengamos brevemente en su personalidad y la de su maestro Rabí Akiva. Normalmente, los sabios del Pueblo de Israel fueron partidarios de una actitud moderada, predicando el «camino intermedio», que busca armonizar las demandas morales de la Torá con las dificultades objetivas que el mundo físico y la vida cotidiana plantean. Empero Rabí Shimon Bar Iojai se apegó a la verdad absoluta sin tomar en cuenta las limitaciones del mundo material, fue agraciado con milagros y tuvo éxito en su accionar.

En lo referente al dominio extranjero, los sabios de Israel ordenaron orar por la paz del reino e intentaron por todos los medios evitar escaramuzas entre el pueblo judío y los imperios dominantes. Solo cuando no quedó alternativa alguna y el gobierno extranjero obligaba a los judíos a abjurar de su fe, los sabios ordenaron rebelarse. Empero mientras no había pendientes decretos de conversión forzosa a otra religión, los sabios buscaban la manera de llegar a algún tipo de arreglo con el poder de turno. El Talmud nos relata (Tratado de Shabat 33(B)), que en una oportunidad algunos sabios intercambiaron opiniones sobre el gobierno romano. Rabí Iehudá Bar Ilai alabó a Roma diciendo: «cuan bellas son las obras de esta nación, construyeron mercados, puentes y baños públicos». Si bien Rabí Iehudá estaba al tanto de los severos decretos que los romanos había impuesto sobre el pueblo de Israel, amén de haber destruido el Segundo Templo y asesinado a cientos de miles de sus hijos durante la Gran Revuelta y la Rebelión de Bar Kojba, a los efectos de no generar mayores antagonismos, prefirió explicar las desgracias que los invasores nos infligieron por distintos factores y enfocarse en el aspecto más positivo de su gobierno. Rabí Iosei prefirió callar, pues aparentemente no estaba de acuerdo con la alabanza y no quería expresar críticas para no generar tensiones innecesarias que no reportarían beneficio alguno. Sin embargo Rabí Shimon Bar Iojai no pudo soportar las alabanzas al gobierno malvado y dijo: «todo lo que construyeron lo hicieron para su propio disfrute, construyeron mercados para llenarlos de prostitutas, baños públicos para embellecer su cuerpo y puentes para poder cobrar peaje». Cuando sus palabras llegaron a oídos de las autoridades, se decretó que Rabí Iehudá por haber alabado a Roma sería promovido, Rabí Iosei por haberse callado sería exiliado y Rabí Shimon Bar Iojai por haber condenado al gobierno, sería ejecutado. Rabí Shimon Bar Iojai se escapó y junto a su hijo se escondió en la casa de estudios y su mujer les proveía de agua y comida. Es de mencionar que en virtud de las reiteradas revueltas que los judíos promovieron contra Roma, en las que tambaleó el imperio y numerosos legionarios murieron, los romanos ya no se exponían a riesgo alguno y perseguían cruelmente cualquier manifestación opositora judía. Por lo visto, numerosos legionarios salieron por todo el país para encontrar a Rabí Shimon Bar Iojai y asesinarlo. La situación se puso tan desesperante, que Rabí Shimon Bar Iojai no pudo ya seguir confiando en su mujer y junto a su hijo se fugó a una cueva, donde se les hizo un milagro y creció un árbol de algarrobos y brotó un manantial y de éstos se alimentaron durante doce años. Un día se enteraron que había muerto el Cesar y la sentencia contra ellos había caducado. Durante el tiempo que permanecieron en la cueva se habían elevado espiritualmente a tal grado, que cuando salieron no podían tolerar ver gente ocupándose de labores mundanas y todo lo que contemplaban lo quemaban. Tuvieron que retornar a la cueva por un año adicional, para profundizar aún más en el estudio de la Torá y entender el valor de este mundo material y recién después salieron (Tratado de Shabat 33(B)).

Otro tanto, respecto de la actitud de Rabí Shimon Bar Iojai hacia el sustento material humano: la opinión mayoritaria entre los sabios de Israel es, que todo hombre debe de preocuparse por su sustento y lo mismo en el caso de los sabios de la Torá, quienes deben trabajar y mantenerse. Rabí Shimon Bar Iojai disentía y fundamentaba: «si una persona ara en tiempo de la labranza, siembra en tiempo de la siembra, siega en tiempo de la cosecha, trilla en tiempo de la trilla, avienta en la temporada ventosa ¡¿Qué va a ser de la Torá?! Empero si el pueblo de Israel cumple con la Voluntad del Eterno su labor es realizada por otros, mas cuando no cumplen con la Voluntad del Eterno, ellos realizan sus propias labores y hasta las labores de otros» (Tratado de Berajot 35(B)).

El camino de Rabí Shimon Bar Iojai no es, tal vez, el más apropiado para el grueso del público y las necesidades materiales nos llevan a tomar en consideración las condicionantes de la vida, pues esa es la voluntad de D´s, que trabajemos por corregir el mundo tomando en consideración las dificultades, sin confiarnos en Su intervención milagrosa. De todas maneras, es sumamente valioso el hecho de que un sabio haya vivido una vida totalmente dedicada a lo espiritual, de acuerdo con valores eternos sin concesiones de ningún tipo, de modo que en su vida se refleje un ejemplo tangible del apego absoluto a la Torá.

Si bien las pautas generales para la conducta del público son dictadas de acuerdo con la opinión mayoritaria de los sabios, que toma en cuenta las limitantes de este mundo físico y sus urgencias, la gran visión de la fe y la redención brilla en mérito de Rabí Shimon Bar Iojai, que entregó su vida en aras de la dignidad judía y la Torá y dejó en claro para todas las generaciones, que el imperio romano que tanto subyugó al pueblo judío, fue un poder malvado. Por esta razón las masas judías veneraron a Rabí Shimon Bar Iojai.

La dedicación de Rabí Shimon Bar Iojai al aspecto secreto de la Torá, está íntimamente ligada a las características de su personalidad. Por medio del estudio místico de la Torá uno puede conectarse en mayor medida con el plano que trasciende la vida ordinaria en este mundo y con la eternidad. Mediante la Torá interior uno puede apegarse en mayor grado a la virtud oculta de Israel y a la confianza en el advenimiento de la redención, por cuanto que este estudio eleva a la persona por encima de la realidad exterior y aparente, permitiéndole el acceso a los conceptos eternos que brillan con luz diáfana.

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