Pninei Halajá

06. «Y les concederé memoria en mi morada» – Daniel, Jananiá, Mishael y Azariá

El eunuco puede sumirse en la congoja y la desesperanza por cuanto que no habrá de quedar memoria de su pasaje por el mundo sin embargo, si logra conectarse con la máxima santidad, el Kadosh Barúj Hú, tendrá memoria eterna mejor que hijos e hijas. Tal como nos dice el profeta (Ishaiahu-Isaías 56:3-5): «…y que no diga el eunuco: ´he aquí que soy un árbol seco´. Porque así dice el Eterno en lo concerniente a los eunucos que guardan mis sábados y escogen las cosas que me complacen y son fieles a Mi pacto. También a ellos les daré cabida en Mi casa, y dentro de Mis muros un monumento y un recordatorio mejor que los hijos y las hijas. Les daré un recordatorio permanente que no será truncado«.

Mientras que en el mundo se cometan trasgresiones habrá en él muerte y enfermedades, mas cuando se reparen todas las faltas se sanarán todos los males. Hay determinadas trasgresiones que provocan la pérdida de la capacidad reproductiva, una de ellas es atentar contra la dignidad del pueblo de Israel y su sagrado Templo. Tal como ya aprendimos, tras el gran milagro que le sucedió al rey Jizkiahu se le apersonaron enviados del rey de Babilonia y en vez de este acercarlos a la fe verdadera, en un acto de soberbia y  adulación les mostró todos sus tesoros y los del Templo. En virtud de ello el profeta le dijo (Ishaiahu-Isaías 39:7): «Y de tus hijos que procederán de ti, que tú engendrarás, también serán llevados y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia».

Nuestros sabios dijeron que la profecía que le fue dada al rey Jizkaihu se cumplió en sus descendientes Daniel, Jananiá, Mishael, y Azariá. Estos fueron separados de sus familias desde la tierna infancia y fueron llevados al palacio del rey Nabucodonosor para fungir allí como sus sirvientes y consejeros, para lo cual fueron castrados (Talmud Babilonio Tratado de Sanhedrín 93(B), Pirkei DeRabí Eliezer 51). Si observamos estos personajes y su actuación podemos aprender sobre la finalidad que vienen a cumplir aquellas personas que fueron castradas.

Una vez que el rey Nabucodonosor hubo llevado a los cuatro niños a su ciudad, ordenó que sean alimentados con carne de su propia mesa y se les enseñe el idioma caldeo y su cultura para así asimilarlos. Sin embargo, ellos se esmeraron con gran entrega en preservar su fe, y dado que la carne que se les quería servir no era kasher se abstuvieron de ingerirla y por años se alimentaron únicamente a base de legumbres. Si el rey se hubiese enterado de que su orden no fue cumplida los habría mandado colgar de inmediato, pero Daniel y sus amigos decidieron arriesgar su vida con tal de abstenerse de ingerir alimentos prohibidos.

Durante los años que pasaron en el palacio real, las huestes de Nabucodonosor destruyeron el Sagrado Templo de Jerusalém y exiliaron al pueblo a Babilonia. Empero, mientras tanto, Daniel y sus colegas que ya habían sido nombrados encumbrados ministros no perdieron su fe. Más adelante el reino de Babilonia cayó a manos de los Medas, y su monarca el rey Darío ordenó que se le rezara a él, mas Daniel continuó orando únicamente a HaShem y al ser aprehendido fue arrojado a la guarida de los leones de la cual fue  milagrosamente salvado por el Creador (Daniel 6).

Si bien Daniel fue castrado no se aisló sumido en su pena sino que según dicen nuestros sabios (Avot DeRabí Natán 4): «se dedicaba a obras altruistas… ayudaba novias a casarse, acompañaba a difuntos en su último camino, daba dinero al pobre y rezaba tres veces al día siendo su plegaria aceptada de buena gana en las esferas celestiales»

Volvamos a los días del dominio babilonio. El pueblo estaba entonces sumido en una grave crisis, el mundo era gobernado por una potencia malvada, el Templo estaba destruido, el pueblo de Israel se encontraba en el exilio; parecía que la fe israelita carecía de posibilidad alguna de sobrevivir. En virtud de ello muchos de los exiliados abandonaron el camino de la Torá pues pensaban que de todas maneras en una generación o dos todos los judíos se habrían asimilado. En ese momento Nabucodonosor decidió erigir un gran  ídolo de oro que exprese el poderío de su gobierno y estableció una fecha para un acto solemne en el cual todas las personas habrían de inclinarse ante la estatua en cuestión. Aparentemente, había numerosos judíos entre quienes se postraron. Jananiá, Mishael y Azariá que fungían como altos dignatarios en el palacio real podrían haber encontrado justificativos de peso para evitar asistir al acto y postrarse ante el ídolo so pretexto de que no se trataba de un acto de idolatría pura (según Rabenu Tam). Empero, por cuanto que el monumento se asemejaba a un objeto de culto idólatra estuvieron dispuestos a ser arrojados al horno con tal de no inclinarse ante este y no profanar el Nombre Divino en público. Es así que HaShem les hizo un gran milagro y no fueron incinerados, y de esa manera santificaron el Nombre Divino ante los ojos de todo el pueblo de Israel y de los gentiles (Daniel no se encontraba allí en ese momento, tal como explica el Tratado de Sanhedrín 93(A)).

Nuestros sabios (ídem) se refirieron a esa época oscura en la cual los judíos olvidaron su creencia y su patria postrándose ante el ídolo, como una en la cual «el Kadosh Baruj Hú quiso sumir al mundo entero en una noche… sanguinaria… mas cuando observó a Jananiá, Mishael y Azariá su furia se vio aplacada». En mérito a ellos el pueblo de Israel recordó su pacto con HaShem y retornó a su tierra, reconstruyó el Templo y los muros de Jerusalém.

En vez de caer en la desesperación, estos cuatro judíos decidieron identificarse con la Voluntad Divina y Su decreto, y en virtud de ello pudieron actuar con grandeza ante el mundo. Tal como dijeron nuestros sabios (Mishná Avot 2:4): «Haz la Voluntad de D´s como si fuese la tuya y Él también cumplirá tus deseos como los Suyos, renuncia a tus deseos para actuar según la Voluntad de D´s y Él hará prevalecer tus deseos sobre los de los demás«.

En vez del pacto de la circuncisión que se realiza en el órgano que les fue quitado, estos eunucos se elevaron en pos del Pacto Divino con la generalidad del pueblo de Israel, la Torá y la tierra prometida, y de esa manera revelaron el valor intrínseco de la vida cuando esta está conectada a su origen superior, al punto que se les denominó «fieles a Mi pacto» (Ishaiahu-Isaías 56:4).

De las biografías y conductas de Daniel, Jananiá, Mishael y Azariá se puede aprender que a veces son justamente los eunucos o quienes están privados de procrear, aquellos capaces de conectarse mediante su fe con la esencia de la vida, trascendiendo la existencia cotidiana plena de preocupación por la familia y los niños en pos de una fe pura libre de cualquier atadura. Desde ese nivel espiritual son capaces de ofrendar sus vidas en aras de manifestar el pacto existente entre el pueblo de Israel y su D´s y en virtud de ello el mundo todo perdura, el pueblo judío retorna a su tierra reconstruyendo  Jerusalém y el Templo. «… y les daré cabida en Mi casa, y dentro de Mis muros un monumento y un recordatorio mejor que los hijos y las hijas. Les daré un recordatorio permanente que no será cortado» (ídem 5).

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