Pninei Halajá

09 – El Juicio del pueblo judío.

El juicio del pueblo de Israel ejerce influencia sobre todo el mundo, ya que este es en medio de las naciones como el corazón en el seno de los demás órganos, y la existencia del mundo todo depende de él. Esto obedece a que las naciones deben descubrir en el pueblo judío la luz de la Torá que las conduzca a la reparación definitiva. Respecto de esto, nuestros sabios, de bendita memoria, dijeron (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 88(A)): «El Kadosh Baruj Hu condicionó a la creación toda diciéndole: si el pueblo de Israel cumple con la Torá podrán existir y de lo contrario os devuelvo al caos primigenio». Es así que desde la entrega de la Torá, el mundo existe en mérito del apego del pueblo de Israel a la Ley Divina y el cumplimiento de sus preceptos, y la redención universal depende de que los judíos hagan teshuvá. Dado que la responsabilidad que pende sobre el pueblo de Israel es enorme, el castigo que reciben los judíos por sus malas acciones es mayor que el que reciben los miembros de las demás naciones. Como contraparte, la recompensa que reciben los hijos de Israel por escoger el bien es mucho mayor, ya que de esta manera traen bendición y redención a todo el mundo.

Por esta razón, el juicio en Rosh HaShaná comienza primeramente sobre el pueblo de Israel, tal como está escrito (Salmos 81:4-5): «Tocad el Shofar ante la nueva luna, en lo oculto de nuestra festividad, porque es un precepto para Israel, una ordenanza (sentencia) del Dios de Yaakov»; y una vez que los hijos de Israel se presentan a juicio Hashem juzga a todas las demás naciones (Talmud Babilonio Tratado de Rosh Hashaná 8 (A y B).

Aparentemente, según las reglas de la Justicia Divina si D´s no lo quiera, el pueblo de Israel escogiese el mal camino, D´s lo hará desaparecer y destruiría el mundo. Empero, el Eterno los eligió como Su pueblo y estableció con ellos un pacto  por lo que, aunque los israelitas pequen en gran medida, Hashem no los  ha de abandonar, sino que los ha de castigar con terribles penurias hasta que retornen a la buena senda. Tal como está escrito al final de las maldiciones (Vaikrá 26:44-5): «Es que ni siquiera por todo eso, cuando estuvieren en tierras ajenas los desecharé totalmente ni Me dejaré llevar por Mi ira para anular Mi pacto con ellos, por cuanto Yo soy su D´s, el Eterno. Por ellos me acordaré de Mi Pacto con sus ancestros, a quienes libré de la tierra de Egipto ante los ojos de todos los pueblos para que Yo fuere su D´s, el Eterno».

Asimismo, vimos en las porciones de las bendiciones y las maldiciones del Deuteronomio que al final, tras muchos sufrimientos, D´s castigará con creces a los malvados que hostigaron al pueblo de Israel, redimirá a Su pueblo y expiará Su tierra tal como está escrito (Deuteronomio 32:43): «Él vengará la sangre de Sus siervos y castigará a sus adversarios y hará la expiación de la tierra y de Su pueblo»; y además los Salmos dicen (94:14): «Porque el Eterno no expulsará a Su pueblo ni abandonará a Su heredad».

Por lo tanto, vemos que el Juicio Divino no opera sobre la mera existencia del pueblo de Israel en este mundo y en el venidero sino respecto de cómo habrán de vivir, en paz y con bendición o, D´s no lo quiera, del modo opuesto. Asimismo al pueblo de Israel se le prometió que vendrá la redención, empero, si hace teshuvá entonces ésta sobrevendrá más rápida y tranquilamente. En cambio, si el pueblo de Israel no hace teshuvá, tras el largo exilio sobrevendrán penurias terribles las cuales causarán que se reúnan las diásporas y la tierra sea construida, tal que podamos seguir elevándonos hasta que merezcamos la redención y la teshuvá completas (Talmud Babilonio Tratado de Sanhedrín 97 (B), 98 (A) y Zohar III 66:2).

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