Pninei Halajá

05 – La mitzvá de asir el lulav

01- El tiempo del precepto

El lulav se toma de día y no de noche. Se acostumbra a tomarlo en el rezo de Shajarit, y quien no lo hizo entonces puede hacerlo después, y en caso de que el sol ya se haya puesto habrá de tomarlo sin recitar la bendición correspondiente, y en caso de que ya hayan salido las estrellas – se habrá perdido la oportunidad de cumplir el precepto (Shulján Aruj 652:1, Mishná Berurá 2).

Es preceptivo asir el lulav durante el recitado del Halel y sacudirlo mientras se dicen los versículos que rezan “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna” (“Hodú LaHaShem Ki Tov Ki Leolam Jasdó”) y “HaShem por favor, sálvanos” (“Ana HaShem Hoshía Na”). Dado que nuestros sabios instituyeron el recitado de una bendición por tomar el lulav, [esta se dice antes de comenzar el Halel, y hay quienes se adelantan a hacerlo en la sucá antes del inicio del rezo (adelante 3).

A priori no se debe tomar el lulav antes de que salga el sol, que es cuando la gran luminaria comienza a ser divisada en el Este. No obstante, quien precise levantarse temprano para salir de viaje y no pueda tomar el lulav después de la salida del sol, habrá de tomarlo recitando la bendición correspondiente a partir del despunte del alba, esto es, a partir del momento en el cual se percibe la primera luz en el Este (Shulján Aruj 652:1, Pninei Halajá Tefilá 11:2).

Tal como ya aprendimos (4:1), según la Torá es preceptivo tomar el lulav únicamente en el primer día de la festividad, y solamente en el Templo de Jerusalém era deber hacerlo durante los siete días. Así se procedía en los días en los que el Templo estaba en pie: en todas partes se tomaba el lulav únicamente en el primer día festivo, al tiempo que el resto de los días únicamente quienes peregrinaban al Santuario lo tomaban. Cuando el primer día festivo de Sucot caía en Shabat, los habitantes de la tierra de Israel tomaban el lulav, y para evitar transportarlo por el dominio público se estableció tomarlo en el hogar (Tratado de Sucá 42(B)).  Por su parte, quienes residían en el extranjero no tomaban el lulav porque no sabían a ciencia cierta cuándo había sido consagrado el mes en el Beit Din, y por ello, ante la duda, debían celebrar dos días festivos del exilio. Dado que no se tenía la certeza de que el Shabat fuera efectivamente el primer día festivo, nuestros sabios decretaron que no se tome el lulav ese día no sea que a pesar de que se había dispuesto tomarlo en el hogar, podría haber personas que por equivocación lo transportasen por el dominio público profanando así el Shabat (Tratado de Sucá 43(A)).

Una vez destruido el Templo de Jerusalém, nuestros sabios establecieron que en todas partes se tome el lulav siete días como recordatorio del Santuario, y por otra parte, decretaron que en la tierra de Israel, en caso de que el primer día festivo caiga en Shabat, tampoco se tome el lulav para que todos los hijos de Israel en todas partes procedan de la misma manera (Tratado de Sucá 44(A)). También después de que se comenzaron a consagrar los meses según el calendario fijo y ya no cabían dudas respecto de cuándo habría de caer el primer día festivo, la prohibición quedó en pie, y por ello no se toma el lulav en el primer día de Sucot cuando este cae en Shabat (Rambám Hiljot Lulav 7:16-18).

Respecto del motivo de esta normativa, quizás pueda decirse que tras la destrucción del Templo se debilitó la influencia del precepto de tomar el lulav y por ello resultaba necesario reforzarlo, estableciendo que se cumpla en todas partes durante los siete días festivos. Por otra parte, el temor de que el Shabat fuera profanando creció notablemente, ya que [este permaneció como el fundamento de la vida y de la bendición para la existencia del pueblo de Israel. Debe decirse que la santidad del Shabat resulta más beneficiosa en nuestros días que el precepto de tomar el lulav, y para que las personas no terminen profanando el Shabat, D’s no lo permita, se decretó que cuando el primer día de Sucot caiga en Shabat no se cumpla con la mitzvá del lulav. En la práctica, resulta que en los años en que el primer día festivo cae en Shabat, no se cumple el precepto de tomar el lulav tal como es prescrito por la Torá, ya que el resto de los días de Sucot se toma solamente por prescripción rabínica.

02- El amarre de las especies

Cada una de las cuatro especies es indispensable, ya que, si falta solo una de éstas no es posible cumplir con el precepto con las tres restantes (Tratado de Menajot 27(A)). Es preceptivo tomar la totalidad de las cuatro especies juntas, y a posteriori, si se las tiene a las cuatro, es posible cumplir el precepto tomándolas una tras la otra (Shulján Aruj 651:12).

No solamente resulta preceptivo tomar las cuatro especies juntas, sino que además es una mitzvá amarrar el lulav, los hadasim y las aravot juntos, ya que ello embellece el precepto, y es nuestro deber enaltecernos ante Él en el cumplimiento de Sus mandatos, tal como fue dicho (Éxodo 15:2): “Este es mi D’s y lo voy a embellecer”. No obstante, el etrog no es amarrado con las otras tres especies ya que así es como especificaron nuestros sabios al analizar el versículo: “fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, y ramas de árboles frondosos y sauces del río” (Vaikrá-Levítico 23:40), resulta que la “y” (‘vav hajibur’ – conjunción copulativa) reúne a las tres especies juntas al tiempo que el etrog queda solo y no es amarrado con estas.

Hay autoridades halájicas que consideran que es preceptivo amarrar a las tres especies mediante un nudo completo, que queda prohibido hacerlo en Shabat, tal como es el caso del nudo doble. También aquellas personas que acostumbran a emplear un “kvishkelaj”, suerte de manga hecha de hojas de palma trenzadas que reúne juntas a las tres especies, corresponde que lo amarren por medio de un nudo doble (Shulján Aruj 651:1). Otras autoridades consideran que no es necesario tener ese recaudo y que lo principal es que las tres especies estén unidas (Ritbá, ver Mishná Berurá 651:8).

A pesar de que en los hechos muchas personas acostumbran a unir el lulav con las otras dos especies por medio de hojas de lulav, es posible unir las especies con todo tipo de hilo o cinta (Shulján Aruj 651:1).

Cuando se une o amarra el lulav junto a los hadasim (ramas de mirto) y a las aravot (ramas de sauce) es preciso tener cuidado que el tallo del lulav sea al menos un palmo más alto que los hadasim y las aravot (Shulján Aruj 650:2). Si los hadasim y las aravot son largos y el lulav corto, y su longitud no excede a la de los primeros en al menos un palmo, debe hacerse una de estas dos cosas: o acortar los hadasim y las aravot y de ese modo dejarlas en su medida correcta, que es de un mínimo de tres palmos para que el lulav los sobrepase en un palmo, o amarrar las dos especies de modo tal que su comienzo sea más bajo que el del lulav para que en la práctica el lulav esté un palmo por encima suyo.

No se ha de tomar más de un lulav o más de un etrog, los hadasim deben ser tres y las aravot dos, pero en caso de querer agregar más de éstos – se puede, y muchos tienen el cuidado de no sumar más hadasim o más aravot al número prescrito (Shulján Aruj 651:15).

Está prohibido sumar otra especie a las cuatro que la Torá prescribió tomar, y aquel que lo hace transgrede la prohibición de “no agregarás” (Shulján Aruj 651:14).

Hay quienes acostumbran a amarrar los hadasim del lado derecho del lulav y las aravot del izquierdo (Shelá, Mishná Berurá 651:12). Y hay quienes acostumbran a amarrar un hadas del lado derecho, otro del lado izquierdo y otro en el centro, una aravá del lado derecho y otra del lado izquierdo (Maguén Abraham 4, en nombre del Arí). De las dos maneras se cumple el precepto con total excelencia (lamehadrín).

Hay quienes acostumbran a proceder con excelencia y hacen que los hadasim sean un poco más altos que las aravot, ya que los primeros aluden a las personas justas y las segundas al pueblo simple que es lego en cuestiones religiosas (‘amei haaretz’) (Ramá 651:1).

Además del precepto de amarrar las tres especies juntas hay quienes proceden con la excelencia de amarrar el lulav por medio de tres nudos, y los ashkenazíes tienen el recaudo de dejar su parte superior sin amarrar, para poder sacudir u ondear el lulav durante los na’anu’ím (Ramá 651:1, Mishná Berurá 14). Hay también quienes acostumbran a hacer dieciocho nudos en el lulav (ver Kaf HaJaím 16).

03- Orden de la toma del lulav y del recitado de la bendición

Se toma el lulav, los hadasim y las aravot con la mano derecha y el etrog con la izquierda. Esto se debe a que las tres especies son más importantes que el etrog, y por ello corresponde tomarlas con la diestra que es la mano importante y fuerte. En caso de haberse equivocado y haber cambiado de manos, igualmente cumplió con su deber.

Hay quienes dicen que una persona zurda debe también tomar el lulav con la mano derecha como la mayoría de las personas porque en su caso esta mano es importante por cuanto que ésta alude a la cualidad de la benevolencia (jesed) (Shulján Aruj 651:3), y así se procede de acuerdo con la Kabalá. Otras autoridades halájicas consideran que, dado que para el zurdo la izquierda es su mano fuerte e importante, debe tomar con esta las tres especies y con la derecha el etrog (Ramá).

Es preciso tener el recaudo de tomar las cuatro especies en el sentido o la dirección de su crecimiento, con su raíz hacia abajo y su extensión hacia arriba. En el caso del etrog, su cabo hacia abajo y su parte más fina (el ‘jotem’) hacia arriba, pues así es como crece esta fruta en el árbol. En caso de que se haya dado vuelta alguna de las especies, dado que se la tomó de un modo diferente al del sentido de su crecimiento, no se habrá cumplido el precepto (Tratado de Sucá 37(B), 45(B), Shulján Aruj 651:2).

Se toma el lulav de modo tal que su tallo esté de frente al rostro de la persona, y se acerca o adosa al etrog al amarrado del conjunto de las tres especies (Shulján Aruj 651:11). De ese modo, se sacude en las cuatro direcciones, hacia arriba y hacia abajo, tal como se explicará en la siguiente halajá.

Nuestros sabios establecieron que previo al cumplimiento del precepto se recite la siguiente bendición: “Baruj Atá HaShem Elokeinu Melej HaOlám Asher Kideshanu BeMitzvotav VeTzivnau Al Netilat Lulav” (“Bendito eres Tú HaShem… que nos consagró con Sus preceptos y nos ordenó tomar el lulav”). A los efectos que el recitado de la bendición sea todo lo contiguo posible al cumplimiento del precepto, previo a este se toman las cuatro especies, pero el etrog es sostenido en posición inversa, con el cabo hacia arriba y su ‘jotem’ hacia abajo, de manera tal que no se esté cumpliendo con él el precepto, e inmediatamente después de la bendición se le da vuelta y se lo sacude junto al lulav (ver Shulján Aruj 651:5). El primer día, previo al cumplimiento del precepto se adiciona la bendición de ‘Shehejeianu’ (Shulján Aruj 651:6).

Se acostumbra a estar de pie durante el recitado de la bendición y el cumplimiento del precepto. La bendición recitada se mantiene vigente para todos los lulavim que la persona tome y sacuda a lo largo del día (Shulján Aruj 651:5).

Se acostumbra a recitar la bendición por el lulav previo al inicio del Halel (Shulján Aruj 644:1). Y hay quienes proceden con excelencia y lo hacen en la sucá antes de ir a la sinagoga para conectar así a ambos preceptos (Arí, Shela). Quienes rezan en el minián de ‘vatikín’[1] (lúzcase maestro) no pueden recitar la bendición del lulav en la sucá previo al inicio del rezo, ya que a priori, el horario de tomar el lulav es con posterioridad a la salida del sol (tal como se explicó en la halajá 1).

Se toman el lulav y el etrog en las manos y quien coloca las especies en un recipiente y luego se toma ese recipiente, no cumplió con su deber. No debe haber nada que se interponga entre las manos y las especies, sin embargo, la manga hecha de hojas de palma trenzadas no se considera que se interponga ya que está destinada a servir a las especies. Hay quienes adoptan una actitud más estricta y se quitan los anillos de los dedos, pero según la halajá estos no implican interposición ya que cubren únicamente una parte pequeña de la mano (Shulján Aruj 651:7).

Quien tenga una mano vendada pero sus dedos se encuentren por fuera de la venda, de modo tal que pueda sostener las especies, a posteriori, podrá cumplir con el precepto (Ikarei HaD.T. (Daniel Tireni) 33:25). En caso de no poder sostener las especies con sus dedos habrá de cumplir el precepto únicamente con su otra mano, de modo tal que habrá de bendecir por el lulav sosteniéndolo, para luego dejarlo y sostener el etrog, pues ya aprendimos en la halajá anterior que, a posteriori, se pueden tomar las especies una tras la otra.


[1]. Lúzcase maestro

04- Cómo sacudir las especies

Al tomar las cuatro especies y alzarlas se cumple con el precepto, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): y tomaréis vosotros”. Y nuestros sabios establecieron que se sacuda el lulav, tal como la Torá ordenara alzar (“lehanif”) las ofrendas (Tratado de Sucá 42(A), Tratado de Menajot 61(A)).

Así es como se alza: “Se lleva hacia adelante y se trae de regreso, hacia arriba y hacia abajo”. Esto es, se aleja el lulav de sí y se lo vuelve a acercar, se lo eleva y luego se lo hace descender. Estos movimientos implican una expresión de la fe: “’Se lleva hacia adelante y se trae de regreso’ – ante Quien es dueño de los cuatro puntos cardinales, se lleva ‘hacia arriba y hacia abajo’ ante Quien es el dueño de los cielos y la tierra” (Tratado de Sucá 37(B)). Por ello, se acostumbra a elevar hacia los cuatro puntos cardinales, hacia arriba y hacia abajo.

Dijeron también nuestros sabios (ídem): “Se lleva hacia adelante y se trae de regreso – para detener los vientos nocivos, hacia arriba y hacia abajo – para detener los rocíos nocivos”.

Otro motivo es que, tras los Días del Juicio, en los cuales estuvimos orando ante HaShem, comenzamos el año con alegría y alzamos las cuatro especies en señal de victoria por el éxito del retorno en arrepentimiento, la renovación y el acercamiento a HaShem, Bendito Sea (Vaikrá Rabá 30:2, arriba 1:3).

Así es el orden de las sacudidas (na’anu’ím): Se une el etrog que está en la mano izquierda al manojo del lulav, los hadasim y las aravot de la derecha y se los mantiene junto al cuerpo, y hay quienes proceden con excelencia y los sostienen pegados al pecho y desde allí se los lleva haca adelante, con la cabeza del lulav hacia arriba inclinado en la dirección del na’anú’a, y luego se los trae nuevamente en dirección del cuerpo. Esta acción se lleva a cabo tres veces en cada una de las seis direcciones hacia las cuales se sacuden las especies, que son los cuatro puntos cardinales, arriba y abajo. En el caso del na’anúa hacia abajo, no se invierte la posición del lulav, sino que manteniendo la postura anterior, se lo dirige desde el corazón en dirección descendente.

Hay quienes comienzan sus sacudidas en dirección al Este, de allí giran hacia la derecha y sacuden hacia el Sur, hacia el Oeste y hacia el Norte y luego lo hacen hacia arriba y hacia abajo (Shulján Aruj 651:10). Y otros, si bien hacen los na’anu’ím de la misma manera, comienzan en la dirección hacia la cual las personas rezan en la sinagoga. Según la tradición del Arí, se sacude primeramente hacia el Sur, luego el segundo na’anú’a es hacia el Norte, el tercero hacia el Este, el cuarto hacia arriba, el quinto hacia abajo y el sexto hacia el Oeste.

Hay quienes se paran en la dirección hacia la cual se realiza el na’anúa, y al hacerlo hacia arriba y hacia abajo lo hacen en dirección al Este. Otros, acostumbran a pararse en dirección al Este durante todas las sacudidas e inclinan el lulav en la dirección hacia la cual se dirige el na’anú’a. Todas estas costumbres son buenas, y corresponde que cada persona continúe la tradición de sus padres, y en caso de que no le resulte claro cuál es la de su familia, que proceda como guste.

Según la tradición ashkenazí se debe intentar ondear el lulav durante el na’anúa, esto es, generar una leve agitación en las hojas que se encuentran en la parte superior del lulav por medio de la sacudida (Mishná Berurá 651:47). Los sefaradíes no acostumbran a ondear el lulav.

05- ¿En qué plegarias se realizan los ‘na’anuím’ (sacudir el lulav)?

Además de los na’anu’ím posteriores a la bendición por el lulav, nuestros sabios establecieron que se sostenga el lulav durante el recitado del Halel y se lo sacuda al recitar los versículos: “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna” y “HaShem, por favor, sálvanos” (Tratado de Sucá 37(B)). Ellos inspiraron sus palabras en el versículo que reza (Divrei HaYamim I – I Crónicas 16:33-35): “Entonces cantarán los árboles en el bosque… Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna. Y dirán: ‘Sálvanos, D’s de nuestra salvación, reúnenos y líbranos de las naciones para agradecer a Tu sagrado Nombre y nos glorifiquemos en Tu alabanza’”. Los árboles cantan al moverse o sacudirse, y ¿cuándo lo hacen? Cuando recitan “Hodú” (“Alabad”) y cuando dicen “Hoshi’enu” (“Sálvanos”). Así, aprendemos una alusión suplementaria a la cuestión de la sacudida del lulav, y es que incluye una plegaria por la reunión de los exiliados desde los cuatro confines de la tierra.

Dado que en la festividad de Sucot somos juzgados por las lluvias, el hecho de sacudir las cuatro especies que crecieron con las lluvias del año pasado encierra una expresión de agradecimiento por la bendición de la temporada anterior, así como una plegaria por el año entrante, para que desde el cielo, la tierra y los cuatro confines de la tierra vengan a nosotros lluvias y rocíos benévolos, y así no sepamos de lluvias, rocíos ni vientos perjudiciales.

Tal como ya aprendimos, se sacude el lulav mientras se recitan los versículos “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna” (‘Hodú LaHaShem Ki Tov Ki Le’Olam Jasdó’) y “HaShem, por favor, sálvanos” (‘Ana HaShem Hoshi’a Na’). Se acostumbra a repartir los na’anu’ím conforme a las palabras de los versículos, y al pronunciar el Nombre de D’s nos detenemos y nos concentramos en la santidad de Su Nombre. Entonces, resulta que en el versículo que inicia con la palabra “Hodú”, “Agradeced”, que contiene seis vocablos además del Nombre Divino, en cada uno de éstos se sacude el lulav en otra dirección. En el versículo que inicia con la palabra “HaShem”, se sacude el lulav dos veces en cada uno de sus vocablos (Mishná Berurá 651:37).

Según los cabalistas, se sacude el lulav cinco veces: una tras el recitado de la bendición por el lulav, una segunda cuando aparece por primera vez el versículo “¡Agradeced!”, la tercera durante el recitado del versículo “HaShem por favor, sálvanos”, una cuarta al repetir este versículo y la quinta cuando aparece por segunda vez “Agradeced” en el final del Halel. No hay diferencia entre el modo de proceder del oficiante y el del público, siendo ésta la usanza de los sefaradíes y de parte de los jasídicos. La costumbre de los oriundos del Yemen es de sacudir el lulav cuatro veces ya que no repiten el versículo “HaShem por favor sálvanos”.

Según la costumbre ashkenazí, el público sacude el lulav nueve veces y el oficiante siete, ya que acostumbran a realizar na’anu’ím cada vez que en el Halel se recita “Agradeced a HaShem”, y entonces, ello le suma al público cuatro sacudidas, pero al oficiante solamente dos. La diferencia entre el oficiante y el público se deriva de la costumbre de recitarlos siguiente cuatro versículos: 1) “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna”. 2) “Que diga Israel, Su benevolencia es eterna”. 3) “Que diga la casa de Aharón, Su benevolencia es eterna”. 4) “Que digan aquellos que temen a HaShem, Su benevolencia es eterna”. Según la tradición ashkenazí, tras cada uno de estos cuatro versículos el público responde “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna”. Entonces, resulta que el público realiza na’anu’ím con su lulav en los cuatro versículos, pero el oficiante o jazán lo hace únicamente en los dos primeros. En el primero porque allí dice “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna”, y en el segundo porque éste convoca a toda la nación de Israel a agradecer a HaShem, y de ese modo es partícipe de lo que recita el público cuando dice “Agradeced”. No obstante, en los dos últimos versículos, dado que allí se dice que la casa de Aharón y los temerosos de HaShem habrán de alabar a HaShem, el oficiante no se incluye entre ellos y por ende no realiza na’anu’ím (Shulján Aruj y Ramá 651:8). Según la tradición ashkenazí, al final del Halel se agrega otra sacudida más, y como se dice dos veces “Agradeced”, se realizan dos veces los na’anu’im. Y ya vimos que según la Kabalá, allí se realiza un solo na’anu’a.

06- Mujeres y niños en el precepto del lulav

Las mujeres están exentas del precepto de tomar el lulav ya que este precepto depende de un tiempo fijo y detentamos una regla general según la cual las mujeres están exentas de los preceptos positivos marcados por el tiempo (Tratado de Kidushín 29(A)). Mas una mujer que desee cumplir un precepto marcado por el tiempo, es recompensada por su observancia.

Según la costumbre mayoritaria de los sefaradíes las mujeres no recitan bendición por un precepto positivo marcado por el tiempo, ya que cómo puede decir “que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ordenó” si no fue preceptuada.  Según la tradición ashkenazí, dado que las mujeres cumplen un precepto al tomar el lulav, recitan la bendición. Y no se debe temer por la redacción de la misma, ya que en ésta se dice “nos ordenó” y no “me ordenó”, esto es, se refiere a la generalidad del pueblo de Israel y por supuesto que ésta incluye también a las mujeres. Si bien según la usanza sefaradí las mujeres no recitan bendiciones por preceptos marcados por el tiempo, respecto de la toma del lulav muchas sí acostumbran a hacerlo y hay quienes lo han fundamentado por medio de una explicación cabalística.

Un niño que sabe realizar los na’anu’ím como corresponde, o sea, que sabe llevar el manojo de las especies hacia adelante y traerlo de regreso, llevarlo hacia arriba y hacia abajo, su padre debe educarlo en la observancia del precepto. Si el niño llegó a una edad en la cual puede asistir a la sinagoga y rezar, es correcto que su padre le compre las cuatro especies para que pueda sacudirlas en los sitios establecidos por nuestros sabios. En caso de que el padre no tuviera la posibilidad de comprar las cuatro especies para su hijo, que al menos le dé a diario su propio lulav para que por su intermedio el niño cumpla el precepto (Tratado de Sucá 42(A), Shulján Aruj 657:1, Mishná Berurá 4).

Es bueno incentivar a las niñas pequeñas para que realicen na’anu’ím a diario, y si bien las mujeres están exentas del mandato, de todas maneras, hacen una acción preceptiva, y por lo tanto, el incentivarlas es una práctica educativa que procura generarles afecto por los preceptos.

07- El cuidado de las cuatro especies

Es preciso esmerarse en mantener la frescura de los hadasim y las aravot, y para ello se los solía dejar en agua. La Mishná explica (Tratado de Sucá 42(A)) que en Yom Tov, en el primer día festivo, se permite devolver el lulav junto a los hadasim y a las aravot al recipiente con agua en el que se encontraban previamente, e incluso se permite agregar más del líquido elemento. Sin embargo, nuestros sabios prohibieron cambiar el agua del recipiente o tomar uno nuevo y llenarlo con agua en Yom Tov para ese propósito, porque se trata de un esfuerzo que se percibe como una labor de reparación de un utensilio por cuyo intermedio las especies se preservan (Shulján Aruj 654:1).

En Jol HaMo’ed se acostumbra a cambiar el agua del recipiente en el cual se dejó el lulav junto a los hadasim y a las aravot, ya que así las especies se preservan con mayor frescura. Y hay quienes para este propósito desanudan el amarre que reúne a las tres especies, colocan los hadasim en un jarrón con agua, envuelven a las aravot en un trapo o toalla húmeda o las colocan en remojo. Existe otra manera de preservar la frescura de las especies y es colocándolas en un estuche hermético, a condición de que no hayan pasado mucho tiempo fuera de este, pero si esto ocurrió y los hadasim y las aravot ya comenzaron a resecarse, es preferible colocarlos primeramente en agua para que recuperen su lozanía.

Hay quienes proceden con excelencia y cambian de aravot todos los días de la festividad, ya que su principal virtud es que estén frescas (Ramá 654:1). Y muchos se conforman con cuidarlas para que no se resequen.

Dado que existe el precepto de amarrar conjuntamente el lulav con los hadasim y las aravot, cuando se traen aravot nuevas, o cuando se devuelve al manojo los hadasim que estuvieron en remojo en el recipiente con agua, no es suficiente empujarlos al interior del nudo ya existente, sino que resulta necesario amarrarlos nuevamente o al menos agregarles un nudo para que de esa manera se pueda cumplir con el precepto de unir las especies (‘Igud’) (Mishná Berurá 654:5).

08- La ley de Muktzé en las cuatro especies

Desde el momento en el que se toman las cuatro especies en el primer día festivo, éstas se tornan “apartadas” o “muktzím” para el cumplimiento del precepto por lo que está prohibido darles su uso habitual. Por lo tanto, queda prohibido comer del etrog u oler el aroma del hadas, y esto último tampoco se permite para la realización de la Havdalá al concluir el Shabat. Y aunque el etrog o el hadas hayan dejado de ser aptos para el precepto, la prohibición de Muktzé se mantiene en pie hasta la conclusión de la festividad (Shulján Aruj 653:1, 665:1).

No obstante, se permite oler el etrog porque su principal finalidad suele consistir en ser ingerido, y solamente de esta función fue “apartado”, mas no de la del aroma que lo acompaña (Tratado de Sucá 37(B)). Sin embargo, surge la duda respecto de quien toma el etrog para por su intermedio poder cumplir con el precepto y además para también disfrutar de su aroma. Hay autoridades halájicas que entienden que, por cuanto que la persona disfruta de su aroma, debe recitar la bendición “Que da aroma agradable a las frutas”, y otras autoridades, consideran que como se toma principalmente para el cumplimiento del precepto festivo, no se debe recitar la bendición correspondiente al disfrute de su aroma. A los efectos de salir de duda, es correcto que al tomar el etrog en la festividad, se tenga la intención de que se lo sostiene para cumplir con el precepto de tomar el lulav y no para disfrutar de su aroma (Shulján Aruj 216:14, 653:1). Pero cuando no se está cumpliendo el precepto, quien desee olerlo deberá recitar la bendición “Que da aroma agradable a las frutas”.

Una vez finalizados los siete días de Sucot queda sin efecto la veda de Muktzé sobre las cuatro especies, y se les puede dar cualquier uso. De todas maneras, no se los debe despreciar, por ejemplo, arrojándolos a una basura maloliente o pisándolos (Shulján Aruj 664:8).

Aquella persona que antes de tomar las cuatro especies haya establecido la condición de que las suyas no se tornarían Muktzé sino que podrán ser utilizadas como se desee, esta prohibición no recaerá sobre las especies y podrá emplearlas como guste.

09- La costumbre de dar vueltas alrededor del altar del Templo (hakafot)

Durante todos los días de la festividad los cohanim solían dar una vuelta alrededor del altar del Templo y el séptimo día lo hacían siete veces. Durante las vueltas o hakafot solían decir: “HaShem, por favor, sálvanos. HaShem, por favor, haznos prosperar” y según la opinión de Rabí Yehudá decían: “Yo y Él, sálvanos por favor” (Tratado de Sucá 45(A)). Hay quienes consideran que se tomaban los lulavim durante las vueltas y otros sostienen que las que se portaban eran las aravot (ídem 43(B)).

Dijeron nuestros sabios que la costumbre de las hakafot fue establecida en recuerdo de las vueltas que HaShem ordenó dar al pueblo de Israel alrededor de la ciudad de Yerijó (Jericó) en los días de Yehoshúa Bin Nun, a los efectos de que pudieran conquistar tanto esa localidad como la totalidad del país (Talmud Jerosolimitano Tratado de Sucá 4:3).

Así es como rodearon a Yerijó: los cohanim cargaban el Arca del Pacto y siete de estos caminaban delante de ella tocando shofarot. Delante de ellos marchaba la fuerza de vanguardia, y tras el Arca lo hacía el resto de la tropa. Rodearon Yerijó durante seis días, dando cada día una vuelta, al séptimo día dieron siete, y al finalizar la séptima vuelta los cohanim ejecutaron un largo toque de shofarot, entonces todo el pueblo gritó con algarabía y tuvo lugar el milagro: las murallas de Yerijó se desplomaron y los hijos de Israel conquistaron la ciudad (Yehoshúa-Josué 6).

Según los sabios del esoterismo, Yerijó, que es la ciudad más baja del mundo, era el centro cultural del país, y en ella se concentraba el espíritu de impureza de los cananeos, quienes utilizaban la santidad de la tierra de Israel para sus bajas pasiones materiales. La gran muralla que rodeaba la ciudad servía a ellos como obstáculo para el ingreso de la luz Divina, de manera tal que pudieran fortalecerse en su impureza sin ser molestados por pensamientos de retorno en arrepentimiento ni por cargos de conciencia, los cuales se originan en la luminosidad Divina envolvente. Por ello, Yerijó era el candado que impedía el ingreso del pueblo de Israel al país y la revelación de la Palabra de HaShem en éste (ver en Bamidbar Rabá 15:15). D’s le ordenó al pueblo de Israel rodear a la ciudad de Yerijó para de esa manera revelar la luz Divina que envuelve a la realidad, en virtud de ello fue que las murallas se derrumbaron, el pueblo de Israel conquistó la ciudad y pudo entonces comenzar a revelar la santidad contenida en la naturaleza.

Al igual que el precepto de habitar la tierra de Israel, que ilumina de modo general a toda la realidad y por cuyo intermedio se revela la santidad contenida en la naturaleza, de igual manera el precepto de la sucá, que cubre a la persona por completo, revela la santidad de la naturaleza, ya que por su intermedio aspectos de la vida natural tales como la ingestión de alimentos y el sueño reparador se transforman en actividades preceptivas.

Por ello, nuestros sabios establecieron que en la festividad de Sucot se den vueltas alrededor del altar del Templo, para derribar los muros de la impureza que bloquean el ingreso de la luz Divina e impiden que ésta nos alumbre, y así, poder incrementar la intensidad de la luz envolvente que rodea a la realidad junto con todos sus componentes, para crecer en fe y revelar la santidad que anida en la naturaleza.

10- La costumbre de las hakafot en la actualidad

Tras la destrucción del Templo de Jerusalém, los hijos de Israel acostumbraron a llevar a cabo hakafot en la sinagoga como recordatorio del Santuario. Dado que no hubo un decreto ordenado a ese respecto, en el tiempo de los gueonim (gaonitas) encontramos diversas costumbres en lo referente a las hakafot, y ya en tiempos de los sabios medievales o rishonim, encontramos una tradición unificada para toda la nación.

Se coloca un rollo de la Torá sobre la bimá o tarima, todo el público sostiene en sus manos las cuatro especies, y cada día de Sucot se da una vuelta alrededor de esta. El séptimo día se dan siete vueltas. Se camina alrededor del rollo de la Torá porque una vez destruido el Templo, el estudio de la Torá suplanta al altar, ya que quien estudia la porción de los sacrificios se considera como si los hubiese elevado sobre el mizbeaj (altar). A lo largo de las generaciones, se fueron compilando plegarias a recitar durante las hakafot, en las cuales se intercala la súplica “HaShem, por favor, sálvanos” con la de “Yo y Él, sálvanos, por favor”. Estas plegarias se recitan antes, durante y después de las hakafot, cada congregación conforme con su tradición.

La costumbre extendida es que una persona sostiene el rollo de la Torá durante todas las vueltas (Jidá, Pri Megadim) y en algunas comunidades sefaradíes no se tiene el recaudo de que así sea (Kaf HaJaím 660:6).

Quien carece de lulav no da la vuelta (Ramá 660:2, Birjei Yosef, Kaf HaJaím 13). Por ello, hay quienes acostumbran a apostar a una persona que carece de lulav junto a la bimá sosteniendo el rollo de la Torá.

Las vueltas se dan por la derecha, esto es, cuando estamos de pie con el rostro frente a la bimá – se dobla hacia la derecha (Shulján Aruj 660:1, Mishná Berurá 3).

Hay autoridades halájicas que consideran que al igual que en el precepto de la toma del lulav, también durante las hakafot se debe sostener el lulav del lado derecho y el etrog del lado izquierdo, tocándose uno con el otro (Rokeaj, Maharil, Ben Ish Jai). Otras, sostienen que quien precise sostener el sidur o libro de oraciones con una mano, puede sostener la totalidad de las cuatro especies con la otra (Yafé Lalev, Guinat Vradim). Ambas prácticas son buenas.

Se acostumbra a dejar el Arca Sagrada abierta durante las hakafot (Kitzur Shulján Aruj 137:11).

Cuando no hay un rollo de la Torá, hay opiniones que indican no llevar a cabo la hakafá (Bejorí Ya’akov 660:2) y otras sostienen que se den vueltas alrededor de la bimá aunque no se posea rollo (Ben Ish Jai Haazinu 15).

Los sefaradíes y los jasídicos acostumbran a realizar la hakafá después del recitado del Halel y antes del Kadish Titkabal (Kaf HaJaím 660:4), al tiempo que los ashkenazíes acostumbran a realizarla después del rezo de Musaf (Olat Raaiá II 370).

En Shabat no se realizan hakafot, hay quienes acostumbran a recitar Hoshanot y hay quienes no (Shulján Aruj 660:3, Kaf HaJaím 23).

Hay juristas que consideran que una persona doliente en el año de duelo por su padre o madre no participa del rodeo porque las hakafot fueron establecidas para incrementar la alegría (Ramá 660:2, Mishná Berurá 9). Y muchos otros consideran que una persona doliente participa de las hakafot (Beit Yosef, el Arí, Jaié Adam 148:19). Y así es como proceden todos los sefaradíes y muchos de los ashkenazíes (Guesher HaJaím 20:3:6).

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