Pninei Halajá

04. Regla relativa a individuos o comunidades enteras que migraron.

En el pasado, cuando las distancias entre las diferentes comunidades eran grandes, los ashkenazíes vivían en Europa Central y Occidental, los sefaradíes en España y los yemenitas en el Yemen, todo aquel que se mudaba de un sitio a otro adoptaba la usanza de su nuevo hábitat y debía conducirse como los judíos locales en todos los temas referidos a la halajá o el rezo. Es así que es dable encontrar familias apellidadas «Ashkenazi» que siguen la tradición sefaradí, pues en algún momento migraron de Europa Central u Occidental a España. Asimismo, familias que migraron de España a Europa Central u Occidental adoptaron la tradición ashkenazí. Más aún, en el caso de que a lo largo de un período de tiempo muchos integrantes de una comunidad migraron de un sitio a otro, al punto que se tornaron en mayoría en el nuevo lugar, de momento que fueron mudándose de a uno, como individuos, deben adoptar las costumbres de la comunidad que los recibe (Shulján Aruj Ioré Deá 214:2, Oraj Jaím 468:4, Mishná Berurá 14).

De la misma manera, una mujer que se casa con un hombre que pertenece a otra comunidad, se la considera como si migrase de la suya a la del marido, por lo que debe adoptar las nuevas tradiciones, tanto en los casos en los que es necesario regirse halájicamente con mayor rigidez, como en los que implica hacerlo con mayor flexibilidad. A estos efectos, no es necesario que la mujer en cuestión anule promesas para poder cambiar de costumbres (Igrot Moshé Oraj Jaím 1:158).

Cuando una comunidad entera se movía de un sitio a otro, dado que se trata de una congregación en sí misma no necesita cambiar sus costumbres y adaptarlas a las de su nuevo entorno (Beur Halajá 468:4). Incluso si la comunidad anfitriona es superior en número a la recientemente llegada, por cuanto que los nuevos se hallan congregados como comunidad independiente, no deben cambiar sus costumbres. Lo mismo ocurre en la Tierra de Israel, donde gracias  a D´s tuvimos el mérito de ver la reunión de las diásporas. Muchas personas llegaron de cada congregación, y entre ellas llegaron muchos sabios y fue así  cada comunidad estableció sinagogas propias. Se puede decir que ninguna congregación cambia sus tradiciones ni las adapta a las de otra cuidando cada cual su propia herencia.

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