Pninei Halajá

15 – El significado de la prosternación.

El deseo profundo del ser humano es acercarse a Hashem y agradecerle por su infinita generosidad. Empero, por cuanto que Él es encumbrado y trascendente, grande y temible, el corazón se llena de vergüenza y temor reverencial ante el esplendor de Su magna Presencia. Siendo así, la persona se hinca y prosterna en un acto de anulación ante Hashem. Tal como ya vimos, hay tres tipos de inclinación y cada una tiene un significado propio.

En la prosternación absoluta («Hishtajavaiá»), todo el cuerpo se encuentra sobre el suelo con las cuatro extremidades extendidas y representa la completa anulación ante Hashem. Sin embargo, no se trata de una anulación que implica la desaparición sino, por el contrario, el apego a lo Divino, y le permite a la persona atraer sobre sí bendición desde la misma Fuente de la Vida. El rey David acostumbraba a prosternarse a menudo y agradecer a D´s por Su ayuda, tal como está escrito (Salmos 5:8): «…en la abundancia de Tu misericordia entraré en Tu casa. Me inclinaré en Tu santo Templo en el temor de Ti»; (Salmos 138:2-8): «Me inclinaré hacia Tu Santo Templo y alabaré Tu Nombre por Tu misericordia y por Tu verdad. Porque enalteciste Tu palabra. En el día que te llamé Tú me respondiste. Estimulaste mi alma dándome fuerza…porque si bien el Eterno es encumbrado considera a los humildes.

En la reverencia («Kidá») la persona permanece de pie e inclina su cabeza hasta que llega al suelo, por lo que implica un profundo gesto de sometimiento ya que si bien aún se mantiene en pie con sus piernas rectas su torso está completamente flexionado.

En el hincamiento («Kriá») la persona desciende sobre sus rodillas e inclina su cuerpo hasta que su rostro toma contacto con el suelo, en una mezcla de prosternación y reverencia, anulación y sometimiento. Se asemeja a la prosternación en cuanto a que se acerca más al suelo y a la reverencia en el hecho de que se inclina ante Su Creador. Dijeron nuestros sabios (Bereshit Rabá 65:6): «Todo es en mérito de la prosternación». Abraham retornó en paz del Monte Moriá junto a su hijo Itzjak en mérito de la prosternación, tal como está escrito (Bereshit-Génesis 22:5): «Nos prosternaremos y volveremos donde ustedes». El pueblo de Israel fue redimido en mérito de la prosternación, tal como está escrito (Shemot-Éxodo 4:31): «Y creyó el pueblo, que tomó conocimiento de la visita del Eterno a los hijos de Israel cuya aflicción había visto, y se prosternaron reverenciándolo». La Torá fue entregada en mérito a la prosternación, tal como está escrito (ídem 24:1): «Y le dijo a Moshé: subid al Eterno tú, Aharón, Nadav y Avihú y setenta ancianos de Israel y os prosternaréis desde lejos». Janá no pudo quedar embarazada sino en mérito de la prosternación, tal como está escrito (Shmuel I 1:28): «Y allí se prosternaron ante D´s». Los exiliados de Israel se habrán de repatriar en mérito de la prosternación, tal como está escrito (Isaías 27:13): «Y acontecerá ese día que se hará tocar un gran Shofar y vendrán los que se perdieron en la tierra de Asiria y los dispersos en la tierra de Egipto, y se prosternarán ante el Eterno en el sagrado monte en Jerusalém». El sagrado Templo de Jerusalém fue construido en mérito de la prosternación, tal como está escrito (Salmos 99:5): «Exaltad al Eterno nuestro D´s y prosternaos ante Su presencia. Santo es». Los muertos viven en mérito a la prosternación, tal como está escrito (ídem 95:6): «Venid, inclinémonos y arrodillémonos. Prosternémonos ante el Eterno nuestro Hacedor».

Todo aquel que acudía la patio del Templo se prosternaba ante Hashem (ver Mishná Tratado de Midot 2:3). Durante el canto de los levitas mientras se ofrendaba el sacrificio perpetuo («Korbán Hatamid»), estos tocaban trompetas y quienes se encontraban en el patio del Templo se prosternaban (ídem Tratado de Tamid 7:3).

De la misma manera, cuando una persona retorna en teshuvá y se confiesa  ante Hashem es apropiado que se prosterne tal como lo hizo Moshé cuando rezó a D´s pidiendo el perdón por los pecados de Israel (Bamidbar-Números 14:5, 16:22, Dvarim-Deuteronomio 9:25). Los hijos de Israel que se encontraban en el patio del Templo se prosternaban ante D´s al oír el Nombre Sagrado pronunciado en el marco de la confesión de Yom Kipur (Talmud Babilonio Tratado de Yomá 66(A)).

Como continuación de esta práctica, nuestros sabios estipularon que nos inclinemos cinco veces durante la Amidá, manteniéndonos de pie y flexionando nuestra espalda hasta que todas las vértebras sobresalen, a modo de reverencia (Pninei Halajá Tefilá 17:6). Asimismo, nuestros sabios solían prosternarse tras la recitación de la Amidá, cuando se confesaban y suplicaban a D´s. Por esta razón llamamos a esta plegaria «Nefilat Apaim» o inclinación sobre el rostro por cuanto que se recitaban con el semblante orientado hacia el suelo (Rambám Hiljot Tefilá 5, 1:13-14, Tur Oraj Jaím 131, Pninei Halajá Tefilá 21:1).

Sin embargo, quedó sin efecto la costumbre de inclinarse sobre el rostro mediante prosternación o hincamiento en virtud de ciertos temores. Algunos de los temores son de índole halájica y están vinculados, por un lado, a la prohibición de prosternarse sobre un piso de piedra, y por el otro, por el hecho de que está prohibido que una persona importante se prosterne públicamente si no tiene garantizada la Respuesta Divina favorable, tal como fue el caso de Iehoshúa Bin Nun (Josué). Principalmente, nuestros sabios temieron por lo que está escrito en el libro del Zohar (Bamidbar 121:1) en cuanto a lo excelsa de la inclinación sobre el rostro, durante la cual quien reza debe entregar su alma a D´s y verse a sí mismo como fallecido. «Esta acción correctiva debe ser realizada con la mayor concentración y plenitud intencional, entonces el Kadosh Baruj Hú tiene piedad de él y expía sus pecados. Feliz de aquel que sabe hallar gracia  ante su amo y servirle mediante la pureza de su intención e integridad de su corazón. Ay de quien procura hallar gracia ante su amo sin pureza de intención ni integridad en su corazón. Tal como está escrito (Salmos 78:36-7): «pero al tiempo que Le adulaban con sus bocas Le mentían con sus lenguas. Por cuanto que sus corazones no eran firmes con Él ni eran fieles a Su pacto». La persona proclama (ídem 25): «A Ti oh Eterno elevo mi alma», empero sus palabras son dichas con el corazón distante lo cual causa que abandone este mundo antes de tiempo». Dado que tememos que nuestra intención o concentración puedan no ser completas y dignas de semejante status, evitamos prosternarnos o inclinarnos con el rostro sobre el suelo (Pninei Halajá Tefilá 21:3).

Sin embargo, en Yom Kipur, en virtud de la santidad del día y la importancia de que el rezo incluya entrega total a Hashem no tememos que nuestra concentración sea insuficiente, por lo que nos prosternamos al recitar el orden de la labor sagrada del Templo, tal como corresponde que lo haga toda persona que desea retornar en teshuvá.

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