Pninei Halajá

15. El recitado del Shemá.

01. El precepto de «Kriat Shemá»

Es un precepto positivo de la Torá recitar el Shemá por la noche y por la mañana, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 6:7): «…y hablarás de ellos… cuando te acuestes y cuando te levantes», al acostarte por la noche y al levantarte por la mañana.

Se recitan tres porciones, la primera: «Shemá» (Devarim 6:4-9) que contiene la aceptación del Yugo Celestial, la unicidad de D´s y el amor a Él. La segunda es «Vehaiá im Shamoa» (Devarim 11:13-21) que contiene la aceptación del yugo de los preceptos y la tercera «Vaiomer» (Bamidbar-Números 15:37-41) en la que se ordena recordar los preceptos mediante los tzitzit, finalizando con un recordatorio de la salida de Egipto.

Nuestros sabios dispusieron que se anticipe la porción de «Shemá» a la de «Vehaiá Im Shamoa«, para que el feligrés primero acepte el Yugo Celestial y después el de los preceptos. La porción de «Vehaiá Im Shamoa» que se refiere al deber de observar la generalidad de los preceptos que se cumplen tanto de día como de noche precede a «Vaiomer» que menciona el precepto de tzitzit que se cumple únicamente durante el día (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 13(A)).

Según la opinión de algunos juristas medievales, el precepto de la Torá consiste únicamente en recitar el versículo que reza «Shemá Israel» sobre el cual está escrito (Devarim 6:6-7): «Y serán las palabras estas que Yo te ordeno sobre tu corazón…cuando te acuestes y cuando te levantes». Por lo tanto, los sabios fueron los que instituyeron el recitado de las tres porciones.

Se puede decir que el principal precepto a cumplir es que la persona acepte sobre sí el Yugo Celestial por lo que recitando el primer versículo únicamente cumple con el deber de la Torá. Sin embargo, cuanto más se extienda la aceptación del Yugo Celestial se cumplirá con el precepto de la Torá con mayor integridad. Por esta razón, nuestros sabios dispusieron que se reciten las tres porciones en las que aparecen los fundamentos de la fe, la aceptación del yugo de los preceptos y su recordación mediante el mandato de los tzitzit. En la práctica, cumplimos con el precepto de la Torá mediante el recitado de las tres porciones.

02. El recuerdo de la salida de Egipto.

Es precepto de la Torá el recordar la salida de Egipto diariamente, tal como está escrito (Devarim 16:3): «a fin que recuerdes el día en que saliste de la tierra de Egipto, todos los días de tu vida». Nuestros sabios entendieron que la palabra «todos» se refiere al deber de recordar la salida de Egipto tanto de día como de noche (Talmud Babilonio Tratado  de Berajot 12(B)). Se puede cumplir con este precepto recitando todo versículo que mencione este hecho histórico y asimismo se puede cumplir diciendo palabras propias alusivas al evento.

Nuestros sabios dispusieron que se recite la porción de «Vaiomer» para cumplir por medio de esta con el precepto de recordar la salida de Egipto. Vemos entonces que hay dos motivos para la inclusión de esta porción en el recitado del «Shemá», el primero porque menciona el precepto de tzitzit que recuerda a todos los mandamientos de la Torá; el segundo porque evoca la salida de dicho país. Por lo tanto se acostumbra recitar «Vaiomer» también por la noche, ya que si bien no corresponde mencionar entonces el precepto de tzitzit, es pertinente recordar a esa hora la salida de Egipto (ver Tratado de Berajot 14(B), Kesef Mishné Hiljot Kriat Shemá 81:2-3).

Existe una diferencia entre los preceptos de recitar el «Shemá» y el recordar la salida de Egipto. El primero se puede cumplir, únicamente, durante las tres primeras horas del día («horas temporales») que es cuando la gente suele levantarse, mientras que el deber de recordar la salida de Egipto de día se puede cumplir a toda hora. Empero, de acuerdo con lo dispuesto por nuestros sabios el precepto de recordar el Éxodo lo cumplimos conjuntamente con el recitado de todo el «Shemá«. Por lo tanto si se pasó el horario de recitar el «Shemá» podrá cumplir con el deber de recordar el Éxodo mediante la bendición «Emet veiatziv«. Si pasaron ya las cuatro horas del día cumplirá con el precepto de recordar la salida de Egipto recitando «Vaiomer» o de alguna otra forma que mencione la salida de Egipto (Mishná Berurá 58:27, 67:3, ver arriba 11:11 el tiempo del recitado del «Shemá» y sus bendiciones. Ver Hiljot Arvit 25).

03. El contenido de la primera porción del recitado del «Shemá».

Esta primera porción (Devarim 6:4-9) está compuesta de tres partes: a) El fundamento dela fe judía; b) El significado de este fundamento en nuestras vidas; c) La instrucción de cómo arraigar esta fe en nuestras existencias.

  1. a) Del primer versículo «Escucha Israel, El Eterno nuestro Dios es Uno» aprendemos el fundamento de la fe israelita en la unicidad de Dios, de que El Eterno es soberano sobre todo lo existente y no existe fuerza alguna en el universo salvo la suya. Si bien ante nuestros ojos la realidad se presenta bajo la apariencia de diferentes fuerzas separadas e, El Creador las nutre a todas y no hay otro como Él.
  2. b) Esta fe implica que no hay nada más valioso en el universo como la adhesión a D´s y todos los restantes valores existentes, cobran real sentido a partir éste. Por lo tanto, nuestros sabios explicaron el versículo «Y amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón» como el deber de amarlo con las dos tendencias o instintos de la persona, las inclinaciones al bien y al mal. Esto implica que se debe someter al servicio Divino también la inclinación al mal, tanto sea mediante sometimiento como por transformación al bien. «Con toda tu alma» implica que una persona debe estar dispuesta a entregar su vida en pos de la fe en D´s. «Con toda tu fuerza» significa con todo tu dinero, esto es, que los bienes materiales de la persona deben servir como base y medios para el servicio a D´s. Por lo tanto, ante la disyuntiva de quebrar algún precepto de la Torá o perder todo su patrimonio, un judío debe optar por la segunda opción. Además, basados en la similitud de los vocablos, nuestros sabios entendieron que «con toda tu fuerza» (meodeja) implica que por cada cosa que el Eterno nos otorga (midá) debemos agradecerle (modé) enormemente (meod).
  3. c) En la tercera parte de la primera porción del recitado del «Shemá«, la Torá nos indica cómo arraigar en nuestro ser los fundamentos de la fe. Primeramente «Y serán las palabras éstas que Yo te ordeno, sobre tu corazón», y además, «Y los inculcarás a tus hijos». Aunque una persona haya estudiado concienzudamente los fundamentos de la fe, si no los repite para sí mismo a diario, los avatares de la vida y las distintas ocupaciones pueden causar el olvido de sus creencias. Por esta razón se nos ordenó «y hablarás de ellos cuando estés en tu casa, cuando te traslades, cuando te acuestes y cuando te levantes». De aquí la razón por la cual debemos recitar el «Shemá» de día y de noche. Empero la Torá no se contentó con el simple recitado, sino que ordenó a los hombres poner estas porciones fundamentales para nuestras creencias dentro de los tefilín y amarrarlos en el brazo y la cabeza: «Y los tendrás atados como señal en tu mano y serán como frontales entre tus ojos». Más aún, la Torá ordenó a todos los judíos fijar estos textos en los dinteles de nuestra casa «Y los tendrás escritos en las jambas de las puertas de tu casa», para que en todo momento cuando entremos o salgamos de nuestros hogares observemos la mezuzá y recordemos nuevamente los fundamentos de la creencia israelita. Por lo tanto, la porción que se ocupa de la fe y la unicidad de D´s nos acompaña siempre a todas partes, en el corazón mediante el recitado del «Shemá«, en el cuerpo mediante el uso de los tefilín y en nuestras propiedades mediante la colocación de la mezuzá.

04. La segunda y la tercera porción del recitado del «Shemá».

En la segunda porción «Vehaiá Im Shamoa» (Devarim 11:13-21) aprendemos sobre el valor de los preceptos de la Torá, la recompensa por su observancia y el castigo a quienes los trasgreden. Si amamos a D´s y lo servimos con todo nuestro corazón cumpliendo con sus preceptos, seremos bendecidos por el Creador, la tierra dará su fruto, tendremos una larga vida nosotros y nuestros hijos sobre la tierra que D´s le prometió a nuestros ancestros y a nosotros. En caso de que, D´s no lo permita, nos alejásemos del camino correcto, El Eterno se habrá de enojar con nosotros, la tierra no habrá de dar su fruto y eso provocaría nuestro destierro de la buena tierra de Israel. Es así que la Torá nos ordena en la segunda porción del «Shemá» reflexionar sobre esta cuestión y colocarla tanto en los tefilín tanto del brazo como de la cabeza así como también también fijarla en el dintel de nuestras puertas. En la primera porción el énfasis estaba puesto en nuestra actitud ante D´s y la entrega total de nuestras energías a Su servicio. En la segunda porción, el énfasis está puesto en la revelación de la Divina Providencia y cómo conduce el mundo. El cumplimiento de los preceptos es también una expresión de la revelación de la palabra de Hashem en el mundo, así como la recompensa y el castigo expresan Su providencia sobre la creación.

En la tercera porción «Vaiomer» (Números-Bamidbar 15:37-41) se explicita el precepto de tzitzit, el cual posee una condición singular y es la de recordarnos todos los preceptos y motivarnos para cumplirlos, tal como está escrito: «Y al verlos (en referencia a los tzitziot-los flecos) habréis de recordar todos los mandamientos del Eterno para cumplirlos». La obligación de verlos nos insinúa que el precepto se cumple de día y no de noche, ya que el día alude a la revelación clara y manifiesta de la palabra de D´s en el mundo. La revelación de la luz de los preceptos y su recordación nos conceden la fuerza para superar la inclinación al mal, tal como está escrito «y no os habréis de desviar en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos, tras los cuales os desviáis en pos de ellos…». Al final de esta tercera porción se rememora la salida de Egipto, y se nos ordena recordarla diariamente, de día y de noche. Así como los tzitziot revelan la luminosidad de los preceptos, de la misma forma el Éxodo revela la existencia de un Conductor del universo, siendo el pueblo de Israel el encargado de manifestar y divulgar Su palabra.

Vemos así que las tres porciones son una continuación y ampliación del fundamento de la fe expresado en el versículo «Shemá Israel» «Escucha Israel». En la primera porción aprendemos sobre la importancia de la fe en nuestra vida como fundamento único y central de ésta y ello se amplía a las palabras «El Eterno nuestro Dios es Uno«. En virtud de esta idea es que aceptamos sobre nosotros el yugo de los preceptos que postula la segunda porción, a modo de extensión de lo que reza el primer versículo «El Eterno es nuestro Señor«. En la tercera porción se menciona la mitzvá de tzitzit que nos recuerda los preceptos todos y al final de esta la salida de Egipto, la cual reveló al mundo el hecho de que D´s escogió al pueblo de Israel y dirige providentemente el mundo, lo cual es una extensión de las palabras «Escucha Israel». En las leyes relativas a las bendiciones del recitado del «Shemá» (16:1) establecidas por nuestros sabios, habremos de notar que también éstas son una extensión y complementación del «Kriat Shemá».

05. La significación de la salida de Egipto.

El reino egipcio que sojuzgó a los hijos de Israel era en esencia el imperio de la materia. Las investigaciones históricas también confirman que entre los reinos de la antigüedad no había ninguno tan materialista como el egipcio.

Ellos negaban la existencia del alma y del mundo venidero mientras que  solamente el cuerpo y lo material les resultaban importantes.

Por esta razón invirtieron enormes esfuerzos en momificar muertos y preservar sus cuerpos. Las grandes pirámides no son sino cementerios para cuerpos. Su moralidad era acorde a esta actitud materialista, lo principal era satisfacer las pasiones corporales y tal como nos relatan nuestros sabios de bendita memoria «no había nación más promiscua que la egipcia» (Torat Cohanim- Ajarei 89). El pueblo de Israel representa el opuesto absoluto pues su esencia nacional se centra en el desarrollo espiritual.

En aquellos duros tiempos, la nación materialista egipcia dominaba al pueblo de Israel, esclavizándolo con pesadas tareas. Parecía que aquél gran espíritu que había comenzado a revelarse mediante los patriarcas no tendría ya forma de resurgir. La materia había derrotado al espíritu, hasta que se reveló el mismísimo Rey de Reyes y nos sacó de Egipto.

En el éxodo D´s reveló al mundo entero, por primera vez, la verdadera envergadura del poder espiritual y los valores morales que de éste se desprenden. La salida de Egipto expresa la victoria del espíritu sobre la materia. Por más que la materia busque subyugar al espíritu, éste finalmente logrará liberarse de sus ataduras. Así como el pueblo de Israel salió de allí, de manera victoriosa y cuantiosas pertenencias, de la misma manera toda confrontación entre materia y espíritu concluirá, a final de cuentas, con la victoria de este último.

Así como el pueblo de Israel se liberó de las ataduras materiales que le impuso Egipto, recibió la Torá celestial y reveló al mundo la fe y la moral, de la misma forma cada judío debe dedicarse a diario a liberarse de las limitaciones y las trabas de la materialidad, para poder revelar la espiritualidad en el mundo y conectarse con el Creador mediante el cumplimiento de los preceptos. Por lo tanto, tenemos el deber de recordar la salida de Egipto todos los días y todas las noches para de esa forma liberarnos de las ataduras de la materia y meditar sobre el particular destino del pueblo de Israel, así como revelar la eterna verdad Divina.

06. La intención («kavaná») que debe acompañar al recitado del primer versículo.

La intención principal al recitar el primer versículo, debe ser la aceptación del Yugo Celestial, tal como está escrito (ídem 6:6) «Y serán las palabras estas que Yo te ordeno sobre tu corazón«. Por lo tanto, la persona debe concentrarse en lo que recita en el primer versículo y si no lo hace no cumplió con su deber (Talmud Babilonio Berajot 13(B), Shulján Aruj 60:5, 64:4).

Incluso quien se concentra en el significado de cada palabra, debe cuidarse de no distraerse en medio del versículo. Sin embargo, a posteriori, si también pensó en el significado del versículo, cumplió con su deber.

Esta es la intención que se debe tener al recitar el primer versículo: «Escucha Israel»- el precepto de aceptar el Yugo Celestial está destinado al pueblo de Israel que fue creado para revelar la creencia de la unicidad Divina en el mundo. El nombre de D´s empleado en este versículo es el de las Cuatro Letras I-H-V-H (י-ה-ו-ה-) que se pronuncia A-donai. La meditación debe centrarse en la pronunciación que significa que el Eterno es dueño de todo lo que existe y en el nombre tal como se escribe que significa que fue es y será (con estas cuatro letras hebreas se conforman los tiempos pasado presente y futuro del verbo ser n. de t.). Elokeinu (Nuestro Dios) implica que es Todopoderoso y reina sobre nosotros (Shulján Aruj 5:1). Al decir Ejad (Uno) se debe meditar en que Él es el único Rey del mundo todo, en el cielo y en la tierra. Esta idea está insinuada en el vocablo hebreo «Ejad» –Uno (א ח ד) pues en hebreo la letra alef (א) tiene el valor numérico uno, la segunda letra es la jet (ח) tiene el valor numérico 8 que alude a los siete cielos y la tierra, mientras que la tercera letra, la dalet (ד) tiene el valor numérico cuatro que recuerda los cuatro puntos cardinales. Al decir «Ejad» se debe prolongar la pronunciación de la letra «dalet», mientras se alcanza a meditar en que D´s es único en el mundo y gobierna los cuatro confines de la tierra (Shulján Aruj 61:6 y ver Mishná Berurá 18).

A posteriori, consideramos que también quien no meditó el significado exacto de cada palabra y cada Nombre Divino, si entendió en forma general el sentido de lo recitado que es la aceptación del Yugo Celestial, cumplió igualmente con su obligación.

Si la persona se distrajo y no puso atención al significado general de las palabras, esto es, la aceptación del Yugo Celestial, no cumplió con su deber y debe volver a recitar el «Shemá» poniendo intención. Si se da cuenta que está distraído inmediatamente después de terminar el primer versículo del «Shemá«, que espere un poco para que no parezca que lo recita dos veces y que vuelva a recitarlo en voz baja. Si se da cuenta que está distraído en la mitad de la primera porción, que se detenga y vuelva recitarlo correctamente. Si se da cuenta en medio de la segunda porción, que termine de leerla y luego vuelva a recitar la primera y después que pase a la tercera («Vaiomer») sin que sea necesario volver a recitar la segunda, ya que a posteriori, el orden en que se dicen las porciones no es un impedimento para el cumplimiento del precepto (Mishná Berurá 63:14, Kaf HaJaím 17-18).

A los efectos de que la persona se concentre mejor, se acostumbra a recitar el primer versículo en voz alta. Asimismo se acostumbra a cubrir los ojos con la mano derecha para no mirar algo que pueda distraer (Shulján Aruj 61:4-5, Mishná Berurá 17). Es una buena práctica que toda la congregación recite el primer versículo al unísono con tono agradable, pues de esta manera la voz es escuchada en los ámbitos superiores y el Santo Bendito Sea se ve loado por esta (Shir Hashirim Rabá 8:2).

07. La intención que debe acompañar el rectado del segundo versículo.

Inmediatamente después de recitar el primer versículo se dice en voz baja: «Bendito sea el nombre de la gloria de Su reino por siempre jamás» («Baruj Shem Kevod Maljutó Leolam Vaed»). Si bien esta frase no aparece originalmente en el «Shemá» ni en el Tanaj, nuestros sabios dispusieron que se recite en virtud de una tradición antiquísima.

Cuenta el Talmud Babilonio (Tratado de Pesajim 56(A)) que antes de morir nuestro patriarca Yaakov todos sus hijos se reunieron junto a él para escuchar de boca de su padre que habría de ocurrir con cada uno en el final de los días. En ese momento la Divina Presencia (Shejiná) se alejó de él y Yaakov dijo a sus hijos: «¿Quizás alguno de ustedes no es virtuoso, como en el caso de Abraham que tuvo un hijo como Ishmael y mi padre Itzjak que tuvo un hijo como Esav y por eso no puedo revelaros el final? Entonces todos los hijos dijeron: «Shemá Israel A-donai Elo-heinu A-donai Ejad«, así como en tu corazón solo hay Uno, asimismo en nuestros corazones solo hay Uno. En ese momento Yaakov dijo: «Baruj Shem Kevod Maljutó Leolam Vaed». Sobre esto preguntaron nuestros sabios de bendita memoria: ¿Qué habremos de hacer nosotros? ¿Diremos esa frase aunque no esté escrita originalmente en la porción del «Shemá«? ¿Cómo no pronunciarla si nuestro patriarca Yaakov lo hizo? Por lo tanto decidieron que se pronuncie en voz baja.

Esta frase es considerada como la continuación de la aceptación del Yugo Celestial del primer versículo, por lo tanto es obligatorio concentrarse en el significado de sus palabras al pronunciarla y quien la recita distraído debe volver a hacerlo concentrado (Mishná Berurá 63:12).

Es correcto interrumpir un poco entre el final de esta frase «Leolam Vaed» y el comienzo del versículo siguiente («Veahavta»), para diferenciar entre la aceptación del Yugo Celestial y el resto de la porción. Asimismo es bueno separar entre el primer versículo y «Baruj Shem…» para diferenciar entre la aceptación del Yugo Celestial de la Torá y lo que agregaron nuestros sabios (Shulján Aruj y Ramá 61:14).

Si bien la idea de la unicidad de D´s es profunda como la mar nos detendremos brevemente para analizarla. El primer versículo «Shemá Israel» expresa la fe suprema, absoluta y unitaria y se le llama en hebreo «ijud elión» o «unificación superior». En este nivel de percepción superior, nada en el mundo tiene una existencia real e independiente sino que Él es único en el mundo y todo lo demás se ve anulado ante Su existencia. Dado que la esencia infinita del Creador no se manifiesta en este mundo, es difícil percibir o entender la unificación superior de modo constante y sólo dos veces al día al recitar el versículo primero del «Shemá» estamos preceptuados de elevarnos a esas dimensiones. La segunda frase es llamada «unificación inferior» y en ella aceptamos el Yugo Celestial conforme se percibe la fe en este mundo, esto es, en una realidad en la cual la creación no se percibe como nula ante la Divinidad sino real y existente, gobernada y vivificada por D´s. Según Su voluntad este mundo habrá o no de continuar existiendo. A esto se le denomina como la manifestación de Su reinado en este mundo, tal como reza la segunda frase: «Bendito sea el nombre de la gloria de Su reino por siempre jamás» (Tania Shaar Haijud Veaemuná, Nefesh Hajaim 3).

08. Los preceptos requieren de intención («kavaná») para su cumplimiento.

Tanto los amoraítas como los juristas medievales, debatieron respecto de si los preceptos requieren o no de intención para su cabal cumplimiento. Esto es, cuando la Torá nos exige cumplir un precepto determinado, ¿alcanza con la realización de la acción concreta? o ¿es necesario pensar también en que se trata de efectivizar un mandato del Creador?. La sentencia halájica final es que los preceptos requieren de intención para su cumplimiento. Se puede fundamentar esto diciendo que así como el hombre tiene cuerpo y alma de modo tal que sin uno de estos no puede vivir, de la misma forma el precepto requiere de cuerpo y alma, el primero es la acción concreta y la intención que lo acompaña es el alma.

Por lo tanto, una persona que lee la Torá en la porción de lectura semanal de  «Vaetjanán» (Devarim 5) donde figura el texto del «Shemá» y al llegar el horario de su recitado, si puso intención de cumplir con el precepto de recitar el «Shemá» cumplió con su deber. Empero si leyó como de costumbre sin poner la intención de cumplir con el precepto, no cumplió con su deber (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 13(A), Shulján Aruj 60:4).

Vemos entonces que a la hora de recitar el «Shemá» debemos prestar atención a dos intenciones: la primera que es común a todos los preceptos, en cuanto a que mediante la acción en cuestión cumplimos con un precepto de D´s. La segunda, específica del recitado del «Shemá«, de estar atentos al significado de las palabras que se pronuncian. Dado que el aspecto central del recitado del «Shemá» es la aceptación del Yugo Celestial, se torna indispensable estar conscientes del significado de lo que se pronuncia. Ya vimos (halajá 6) que si no se estuvo concentrado en el significado de las palabras del versículo que inicia con «Shemá Israel» no se cumplió con el deber y es necesario volver a recitarlo, pero esta vez en estado de concentración.

Volvamos a la intención general que debemos tener ante el cumplimiento de todos los preceptos. A veces existe una suerte de intención o concentración latente que a posteriori es suficiente. Por ejemplo, una persona que asiste a la sinagoga para rezar y durante el servicio recita el «Shemá» aunque no puso intención específica de cumplir con el precepto de recitarlo, completó su deber. Esto se debe a que si le preguntamos por qué recitó la porción del Shemá nos respondería de inmediato: para cumplir el precepto, por lo que en su recitado subyace una intención latente. De igual manera quien se coloca los tefilín y se recubre en su talit, aunque no haya tenido la intención manifiesta de cumplir con el precepto en cuestión, queda claro que se lo ha propuesto y por cuanto que hay una intención subyacente o latente consideramos que el deber está cumplido (Talmud Jerosolimitano Tratado de Pesajim 10:3, Jaié Adam 69:9, Mishná Berurá 60:10).

Muchos desconocen que la razón central de que se recite la porción de «Vaiomer» es la de mencionar la salida de Egipto. Todos aquellos que lo ignoran no cumplen con su deber. Esto se debe a que si les preguntamos por qué recitaron dicha porción, no nos habrán de responder: para recordar el Éxodo. Queda claro en este caso, que no hubo siquiera intención subyacente o latente. Por esta razón es necesario enseñar en público que se recita la porción de «Vaiomer» para recordar la salida de Egipto.

09. ¿Cómo recitar el «Shemá»?

El «Shemá» se debe recitar con gran intención y concentración, con pavor, temor, temblor y devoción. Se debe pensar que al momento de recitarlo se invocan las palabras del Rey, El Santo Bendito Sea. Aunque se recite el «Shemá» a diario por la mañana y la noche, se debe prestar atención al contenido como si fuesen nuevos para la persona (Shulján Aruj 61:1-2).

Además de la intención, se debe poner cuidado en cada letra, para no omitir o alterar la pronunciación entre acentuadas y no acentuadas. A priori es necesario diferenciar entre la alef (א) y la ain (ע), entre la jaf (כ) y la jet (ח), entre diferentes tipos de puntuación como ser kamatz y pataj, tzeirei y segol (Shulján Aruj Oraj Jaím 61:14-23). Nuestros sabios dijeron en el Talmud Babilonio que «todo aquél que recita el «Shemá» poniendo atención a cada una de sus letras  y su respectiva pronunciación, le enfrían el infierno»[1] (Tratado de Berajot 15(B)). A posteriori, si se recitó sin prestar atención a cada una de sus letras igualmente se cumplió con el deber, a condición de que no se haya omitido letra o sílaba de alguna palabra (Shulján Aruj 62:1, Mishná Berurá 1).

Es necesario recitarlo de modo tal que el propio oído perciba lo que dice y a posteriori si recitó moviendo los labios mas no emitiendo sonido, el hecho de ver sus labios actuando hace que se considere que se cumplió con el deber. Empero si solamente se pensó en el «Shemá» pero no se pronunció moviendo  los labios no cumplió con su deber (Shulján Aruj 62:3, ver arriba 1:9).

En principio, la ley indica que si bien a priori se debe recitar el «Shemá» en hebreo que es la lengua sagrada, se puede cumplir recitando en cualquier otro idioma a condición de que quien recita comprenda lo que dice (ver arriba 1:10). Sin embargo, muchos de los grandes juristas de las últimas generaciones, sostienen que hoy en día no se puede cumplir con el deber de recitar el «Shemá» en otro idioma puesto que hay palabras que no las sabemos traducir con exactitud. Por ejemplo, el vocablo hebreo «veshinantam» (ושננתם) en hebreo significa tanto repetir como profundizar en la comprensión y las demás lenguas carecen de tal palabra. Dado que no se puede traducir el «Shemá» de manera exacta, no es posible recitarlo en lenguas extranjeras (Mishná Berurá 62:3).

[1] Nota de editor: la idea de los sabios es que cuando la persona puede disponer de tiempo para prestar atención debida a cada palabra y letra del Shemá, disipa en cierta forma el rigor del Guehinom, paso obligado tras la vida terrenal, a causa de las faltas cometidas por el ser humano. Así como él dispuso de tiempo para ello, así le esperarán hasta que la fuerza del fuego se enfríe.

10. ¿Cómo se recita?

El «Shemá» se puede recitar de pie, sentado o recostado sobre un lado. De acuerdo con la escuela de Shamai, se debe recitar de noche recostado y por la mañana de pie para cumplir con lo escrito «al acostarte y al levantarte». Sin embargo la halajá definitiva es dictaminada según la escuela de Hilel quienes entienden el versículo como indicando el horario del recitado y no necesariamente la postura, y que es a la hora de acostarse y a la hora de levantarse, sin limitantes en cuanto a lo postural (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 10(A), Shulján Aruj 63:1).

De esta halajá podremos inferir que la fe no está desconectada de la vida real y que solo se puede expresar en determinada posición. La fe expresada en el recitado del «Shemá» participa de todos los aspectos vitales de la existencia humana, por lo que se puede cumplir con el precepto en cualquier postura.

Por la base de la ley se puede recitar el «Shemá» también caminando, tal como está escrito «cuando estuvieses en el camino». Sin embargo nuestros sabios consideraron que no corresponde que una persona acepte el Yugo Celestial de pasada, esto es, en una situación transitoria y por lo tanto es bueno que el caminante detenga su paso al recitar el primer versículo (Shulján Aruj 63:3, Mishná Berurá 9).

Está prohibido recitar el «Shemá» recostado sobre la espalda o el vientre pues no son posturas respetuosas (Shulján Aruj 63:1, ver Shulján Aruj Even Haezer 23:3).

Dada la importancia de la primera porción en la que aceptamos el Yugo Celestial, la persona debe tener cuidado al recitarla y no ocuparse de ninguna otra actividad, ni insinuará o señalará cosa alguna con sus ojos, dedos o labios (Shulján Aruj 63:6).

11. Tefilín y tzitzit durante el recitado del «Shemá».

Al rezar por la mañana, se recita el «Shemá» con los tefilín colocados, tal como reza la porción: «Los atarás por señal sobre tu brazo y serán por frontales sobre tus ojos» (Devarim 6:8). Nuestros sabios, de bendita memoria, dijeron que «todo aquel que recita el «Shemá» sin tefilín es como si presentase falso testimonio» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 14(B)). De todas maneras quien carece de tefilín debe recitar también el «Shemá» por cuanto que se trata de dos preceptos diferentes y el cumplimiento de uno de estos no es condición para el cumplimiento del otro. Si la persona no tuvo el mérito de poder colocarse los tefilín, que al menos cumpla con el precepto de recitar el «Shemá» y no se lo considera como quien presenta falso testimonio por cuanto que la situación escapa a su control (Mishná Berurá 46:33, ver arriba 12:9).

Se acostumbra a tocar el tefilín de brazo al momento de recitar «Y los atarás como señal en tu mano», así como el de la cabeza al recitar «y serán como frontales en tus ojos». Acto seguido, se acostumbra a besar la mano que tocó los tefilín (Shulján Aruj 61:25, Jaié Adam 14:15).

Asimismo, se acostumbra a recubrirse con el manto de los tzitziot antes de dar inicio al rezo matutino, ya que la tercera porción del recitado del «Shemá» lo menciona. Durante el recitado del «Shemá» se acostumbra a tomar los tzitziot en la mano izquierda que se corresponde con el corazón aludiendo al versículo «y llevarás dentro del corazón estos mandamientos» (Shulján Aruj 24:2). Hay quienes acostumbran a tomar sólo los dos tzitziot delanteros y otros acostumbran a tomar los cuatro.

También es costumbre que antes de la porción de «Vaiomer» se tomen los tzitziot con la mano derecha (Mishná Berurá 24:4) o con ambas manos (Kaf HaJaím 24:8). Al decir la palabra «tzitzit» se los besa, al decir «y los mirarás» se los contempla y hay quienes acostumbran en ese momento pasarlos delante de los ojos para luego besarlos. Asimismo, se acostumbra a besar los tzitziot cuando finaliza la tercera porción y se pronuncia la palabra «emet» (verdad) y se los continúa sosteniendo hasta que se llega a las palabras «unejemadim laád» (que los mandatos de D´s son «agradables por siempre»), entonces se vuelven a besar y se los suelta (Mishná Berurá 24:4, Kaf HaJaím 24:8 y 18). Existen otras costumbres relacionadas y se trata de excelencias que manifiestan el cariño que se tiene por el precepto mas no son condición para su cumplimiento.

12. 248 (רמ»ח) palabras.

La Torá trae vida y salud tanto al mundo como al hombre, especialmente en el recitado del «Shemá» que incluye los fundamentos de la fe y del cumplimiento de los preceptos. Nuestros sabios nos dijeron que en este recitado hay doscientas cuarenta y ocho palabras, al tiempo que el cuerpo humano está compuesto de igual número de órganos, por lo que si la persona recita correctamente el «Shemá«, cada parte de su cuerpo recibe un vocablo y mediante este se sana. En la práctica, ocurre que el «Shemá» con sus tres porciones contiene solamente doscientas cuarenta y cinco palabras y para completar las tres faltantes el oficiante repite «Hashem Elokeijem Emet» (Zohar HaJadash Ruth 95:1).

Quien reza sin «Minián» le faltan las tres palabras existiendo diferentes costumbres respecto de cómo completarlas. Según la usanza ashkenazí se dicen antes de empezar el «Shemá» las palabras «E-l Melej Neemán«. Según el Shulján Aruj, se pueden completar al leer las quince letras de las tres palabras que comienzan con la letra «vav» de la bendición posterior al recitado del «Shemá» («Veiatziv venajón veiashar«) que insinúan tres nombres sagrados que completan así el número deseado (Shulján Aruj y Ramá 61:3).

Según la usanza de la mayoría de los sefaradíes, quien reza solo repite para sí las tres palabras «Hashem Elokeijem Emet«. Es claro que la repetición de un individuo no equivale en importancia a la del oficiante, pero en cierta forma actúa como sustituto parcial. Quien termina de recitar el «Shemá» después que el oficiante repitió las tres últimas palabras las repetirá para sí, de modo que pueda completar el número de vocablos (Kaf HaJaím 61:15-16).

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